Aviso: Este capítulo contiene una violación. Decidí escribirla como algo desagradable y horrible, como lo es. Si eres sensible a ese tipo de contenido, puedes saltearte el cap y no te perderás nada, lo importante se mencionará en el siguiente. Aprovecho para agradecer por los reviews y comentarios, espero que estén disfrutando de la historia. Si lees este cap, no olvides dejarme tu insulto luego en la sección de reviews! Con amor, yo.


Capítulo 23. Tragedia

Se oían pasos en el castillo. Pasos que corrían con desesperación.

Algo pasaba.

Malfoy caminaba lentamente con su varita entre los dedos, girándola mientras dejaba atrás las escaleras del segundo piso y continuaba subiendo, a través de la noche, a través de los desiertos muros del castillo de Hogwarts.

Los retratos se volvían para mirarlo, posibles testigos del acto que estaba por cometer. Pero no importaba. No tendrían pruebas. Así como no habían podido expulsarlo de Hogwarts por no tener pruebas de que él hubiera publicado esas fotografías, esta noche nadie tendría pruebas de que él hubiera estado caminando hacia el cuarto piso y hacia la enfermería, en medio de la noche, mientras todo el mundo estaba a bordo del estúpido barco de Durmstrang.

El momento perfecto para el crimen es el momento de la gran distracción, pensó. Y en ese momento, oía los pasos de todos los profesores corriendo fuera del castillo, en desesperación.

Algo había pasado con la fiesta en el barco. Y, mientras los profesores se ocupaban de eso, él aprovecharía el momento…

Con sus ojos grises brillando con un resplandor inusual y macabro, y también enfermizo, Malfoy hizo girar su varita entre los dedos, subiendo las escaleras que conducían al cuarto piso…

-Hasta el día en que una de las dos partes muera, el encantamiento seguirá activo.

Su amor por Hermione no era imposible. Aún había una segunda oportunidad para él.

Draco, tú no eres un asesino, le susurró una voz en su cabeza. Pero él la ignoró. Entró a la enfermería con pasos lentos pero firmes, decididos.

Ni siquiera Madam Pomfrey estaba allí. Lo corroboró al buscarla dentro de su pequeña oficina. Lo que sea que hubiera pasado con el barco de Durmstrang, había requerido de sus servicios.

Sus ojos recorrieron el resto de la enfermería, con psicosis. No había nadie más allí aparte de Montague, que estaba recostado sobre una de las camas, aún con vendajes sobre su cabeza.

Malfoy se acercó y dejó de jugar con la varita. La sostuvo firmemente entre sus dedos, mientras respiraba bien hondo y pensaba en Hermione… en lo preciosa que era… en los sentimientos que habían despertado en él luego de esas veces juntos… en sus deseos por poder tenerla otra vez, por poder tocarla otra vez…

Montague abrió los ojos. Ya no estaba inconsciente. Estaría recuperándose…

-¿Draco? -susurró débilmente, mirándolo con ojos entrecerrados.

Draco, tú no eres un asesino…

Pero Malfoy clavó sus ojos fríos en Montague y sostuvo su varita con más fuerza, juntando las energías y dejando que el odio se apoderara de su mente y de sus manos. El odio necesario para que el encantamiento funcionara correctamente. El veneno que su mano necesitaría para poder matar…

-Ha sido tu culpa -le susurró a Montague, frunciendo la nariz y lanzando chispas por los ojos-. Todo ha sido tu culpa…

Montague abrió más los ojos, y estos reflejaron el miedo que le produjo la cara de Malfoy.

-Ayuda… -susurró Montague, pero las palabras apenas abandonaron sus labios en un débil susurro.

Tú no sabes quién soy, le susurró Malfoy a su propia voz interna. No tienes idea de lo que soy capaz.

Entonces, levantó su varita, la apuntó directo al corazón de Montague y exclamó:

-¡Avada Kedavra!

Un haz de luz verde perfecto golpeó a Montague en el pecho y entonces su brazo cayó de la cama, quedando colgado de lado. Sus ojos perdieron el enfoque y quedaron vacíos. Su cabeza cayó de lado, inexpresiva.

Los profesores salían del castillo a toda velocidad, sacando sus varitas y apuntándolas hacia adelante. Snape y McGonagall llegaron a las orillas del Lago Negro y se encontraron allí a Dumbledore, que contemplaba el lejano naufragio con una mirada que jamás le habían visto y que les heló la sangre: una mirada de temor.

-No puedo utilizar ningún tipo de magia sobre el barco -les susurró Dumbledore, que tenía su varita en la mano, pero parecía incapaz de encontrar el encantamiento adecuado a utilizar-. Es otra jurisdicción distinta a Hogwarts y a Gran Bretaña. El tratado internacional le aplica un encantamiento de protección que me prohíbe tocarlo, encantarlo o hechizarlo de ninguna forma. También a ustedes.

Horrorizados, los profesores se quedaron mirando desde la orilla la tenebrosa imagen del barco de Durmstrang a lo lejos, en medio del lago, inclinándose de una forma antinatural en la noche mientras sus pasajeros lanzaban chispas rojas al cielo con sus varitas, pidiendo ayuda.

-¡Pues vamos allá! -gritó McGonagall, desesperada, y de una sacudida de su varita provocó que al menos diez escobas voladoras salieran del estadio de Quidditch, a muchos metros de distancia tras ella, y surcaran el aire a toda velocidad hacia ellos, aterrizando a su lado.

La profesora Sprout se subió a una de las escobas de inmediato, pero Dumbledore la detuvo con un ademán de la mano.

-No -le dijo, en una orden tajante que nadie se habría atrevido a desobedecer-. Pomona, tú irás a los invernaderos y recogerás todas las hojas de escilas que puedas. Úntalas para preparar una poción de reanimación hídrica con ayuda de Snape. Es una orden.

La profesora enseguida asintió, dejó su escoba a otro profesor y corrió hacia los invernaderos. Snape se quedó mirando a Dumbledore unos breves segundos, muy serio, y luego fue tras ella, ondeando su capa tras de sí.

-Minerva, da aviso al Ministerio de la Magia de inmediato -ordenó Dumbledore a continuación-. Solo los aurores tienen la capacidad de levantar el encantamiento del tratado internacional. Solo ellos podrán hacer que podamos usar nuestra magia en el barco.

-Voy corriendo -dijo McGonagall.

-Corriendo no será suficiente… -Dumbledore cerró los ojos e hizo un breve movimiento con su varita en el aire. Abrió los ojos de nuevo. -A partir de este momento, y por el resto de esta noche, cualquiera podrá aparecerse y desaparecerse en cualquier parte de los terrenos de Hogwarts.

McGonagall asintió brevemente y entonces giró sobre sí misma, desapareciendo.

-Bathsheda, tú avisa a los vecinos de Hogsmeade -siguió ordenando Dumbledore a sus profesores-. Son los magos que tenemos más cerca, justo del otro lado del lago. Que monten a cualquier objeto volador o navegable posible y ayuden. ¡TENEMOS QUE SALVAR A NUESTROS ALUMNOS!

Dumbledore gritó aquello último con un tono de voz que los quebró por dentro, ya que su voz temblaba. Los ojos del director brillaban mientras observaba el naufragio, sin poder utilizar su magia para ayudar por los encantamientos que la embarcación tenía.

-¡Los demás, monten sus escobas! -ordenó el director-. ¡No podemos aparecernos en el barco, pero sí en sus inmediaciones! ¡HAY QUE SALVARLOS A TODOS! ¡VAMOS ALLÁ!

Él mismo montó a una de las escobas y fue el primero en girar sobre sí mismo para aparecerse sobre esta a pocos metros del barco, atravesando el cielo como una flecha y extendiendo su brazo al alumno más cercano que vio sobre el naufragio del barco de Durmstrang, para ayudarlo a montar su escoba tras él y ponerlo a salvo.

Mientras tanto, en el barco, el agua ya le llegaba por los hombros a Angelina Johnson. Había solo unos centímetros entre el nivel del agua y el techo de ese camarote, y la chica luchaba por respirar mientras tiraba de su pierna con todas sus fuerzas, pero no podía salir del lugar donde había quedado atascada, y no había nadie más por allí…

-¡AYUDA! -gritaban las voces desesperadas por todo el barco-. ¡AYUUUDAAAA!

-¡Aplíquense encantamientos de casco-burbuja! -gritaba Karkaroff, furioso, corriendo por la proa y lanzándole el encantamiento a los alumnos, provocando que una burbuja de aire rodeara sus rostros. Pero la mayoría de los chicos que lo oían no tenían idea de cómo hacerlo, o estaban demasiado ebrios para interpretar sus palabras.

Cho Chang, mareada por el alcohol, se sujetó contra un poste de madera y vomitó dentro de su encantamiento casco-burbuja, quedando toda la bola transparente que rodeaba su cabeza llena de vómito.

-¡FRED! ¡GEORGE! ¡MELANIE! -gritaban Luna y Ginny, que apartaban los trozos de madera destruida mientras el agua empezaba a subir por sus pies en la zona de los semidestruidos camarotes donde habían ido a parar con el golpe del tentáculo-. ¡¿DÓNDE ESTÁN?!

Ambas seguían desnudas y tenían hilos de sangre cayendo por la cara y el cuerpo, pero no parecían ser conscientes de ello. Buscaban a los otros con urgencia, temerosas de que el agua las sepultara allí abajo.

-¡AQUÍ! -oyeron una voz bajo una pila de trozos de madera destrozada-. ¡AQUÍ!

Corrieron hacia allí y empezaron a levantar la madera. El agua ya les llegaba por las rodillas…

Era Melanie. La sacaron del lugar donde había quedado sepultada y empezaron a buscar a Fred y a George, desesperadas…

Sin embargo, Fred y George no estaban por ningún lado.

Y el agua seguía subiendo, más y más…

-Nos hundimos… -dijo Ginny, mirando a las otras dos con pánico-. ¡NOS HUNDIMOS!

-Su nombre es Vicky -repitió Verity, aún con las manos en alto y sin dejar de mirar a Hermione-. Ella es de quien debía estar hablando mi madre.

-No te creo -dijo Hermione automáticamente, sin dejar de apuntarla con su varita. Pero ahora se oía la duda impresa en su voz.

-Harry sabe que hace meses que estoy aquí en Londres -dijo Verity-. ¿Verdad, Harry?

Harry no respondió. Tenía el ceño fruncido y miraba a Verity con desconfianza, como inseguro de si creerle. La aparición de Hermione había desatado toda una serie de emociones nuevas en su cabeza.

-Lo de mi hermana ocurrió hace solo unos días -continuó Verity-, quizás mi madre lo haya mencionado. Es algo reciente. Yo estoy trabajando en Florean Fortescue hace meses, y él podrá dar testimonio de ello. O mejor aún, puedes preguntarle a mi madre. Ella sabrá perfectamente la diferencia entre sus dos hijas, para explicártela. O mejor aún, puedo darte la prueba definitiva de que no soy yo la persona de la que oíste hablar: yo soy Squib. Harry también sabe eso.

Hermione entonces bajó unos centímetros su varita. Esas palabras resonaron en su mente.

-¿Crees que el Innombrable querría a una Squib entre sus tropas? -dijo Verity, con un dejo de ironía-. No creo que fuera a considerarme ni para trapear los suelos de los cuarteles de los Mortífagos. Son la clase de gente que escondía a los Squibs en sótanos, porque les avergonzábamos. De seguro nos preferiría muertos a todos... Ahora, si no te importa, ¿puedo vestirme?

Hermione consideró sus palabras y finalmente asintió, pero sin bajar su varita por completo. Verity recogió su ropa del suelo y empezó a vestirse. Le pasó a Harry la suya y él se vistió también. Una vez que los dos terminaron, Hermione alzó un poco su varita otra vez hacia ella, aún con desconfianza.

-¿Y por qué estás tan interesada en Harry entonces? -preguntó, suspicaz-. ¿Me estás diciendo que justo, casualmente, tienes una hermana que quiere ser Mortífaga y tú te interesas en el Niño que Sobrevivió para iniciar una aventura amorosa? Me parece mucha coincidencia.

-Pero lo es -dijo Verity, alzando ambas manos en alto de nuevo. Cruzó una mirada con Harry, con su labio inferior temblando de nuevo. -Dile, Harry… Dile que esto no tuvo nada que ver conque seas el Niño que Sobrevivió… Dile que solo nos conocimos en la heladería donde trabajo, y nada más…

Harry parecía ser incapaz de decir nada. Luego de un largo silencio, en el que se estrujó las neuronas, finalmente dijo:

-Tiene razón, Hermione… Ella solo quería saber por qué me habían expulsado de Hogwarts, así fue como inició todo. Así fue como empezamos a hablar… y luego… bueno… No tuvo nada que ver con Voldemort… Yo no sabía esto sobre su hermana, pero supongo que Verity no tenía por qué contármelo aún. Después de todo, apenas nos hemos conocido hace poco más de un día.

-Sí, claro que iba a decírtelo -dijo ella, mirando a Harry con una expresión de tristeza-. Fue terrible lo de mi hermana, para toda mi familia… Claro que pensé en contártelo luego, en algún momento… Solo que no hubo tiempo aún. Apenas nos conocemos.

Sus palabras fueron seguidas por un silencio tan largo que la escena se volvió incomodísima: Hermione allí, a pocos pasos de la puerta, con su varita en la mano, ahora baja; Verity de pie del otro lado del dormitorio, con miedo a moverse; y Harry en la cama, mirando a las dos chicas sin saber qué decir o hacer. La tensión se cortaba con un cuchillo…

Finalmente, Hermione dio un paso atrás, de regreso a la puerta. Lucía incómoda y avergonzada, pero al mismo tiempo lo escondía tras un dejo de esa furia con la que había entrado al dormitorio.

-Supongo que está todo aclarado, entonces -dijo con una voz llena de resentimiento, con la frente fruncida-. Los dejaré en paz... Pueden desnudarse de nuevo si quieren.

Y se marchó del dormitorio, desapareciendo escaleras abajo como una tormenta.

Terry Boot nadaba frenéticamente. Veía a Susan flotando en el lago, sosteniéndose de un trozo de madera y haciéndole señas con las manos, pidiendo ayuda con desesperación. Tras ellos, el barco de Durmstrang se había empezado a elevar por la proa, hundiéndose desde la popa. Los camarotes inferiores ya se habían llenado completamente de agua.

No había rastros del calamar gigante, que se había alejado aguas adentro y desaparecido de la vista.

-¡Rápido, suban! -gritaba Dumbledore, tratando de llevar a tantos niños como podía en su escoba. Los demás profesores volaban la distancia entre el barco y tierra firme a la máxima velocidad que permitían sus escobas, llevando alumnos en ellas; pero considerando que la mayoría eran Barredoras 5 del depósito del estadio de Quidditch, eso no era mucho decir. Muchos no se animaban a desaparecerse con los alumnos, por miedo a sufrir una despartición.

Además, le lanzaban encantamientos casco-burbuja a todo el mundo, pero no era suficiente. No estaba ni cerca de ser suficiente, y lo sabían. El barco se hundía demasiado rápido, y mientras no llegaran los aurores y no pudieran usar magia en él no podrían brindar una ayuda real a la catastrófica situación.

-¡AUXILIO! ¡POR FAVOR, ME AHOGO…!

El grito de Angelina quedó enmudecido por el agua, que finalmente llegó hasta el techo de ese camarote, sumergiendo a la chica por completo de forma desesperante, habiendo sido incapaz de soltarse de aquello que la mantenía atrapada.

Todos estaban tan ebrios que no podían pensar ni moverse con claridad. Algunos, de hecho, habían quedado desmayados en el suelo del barco. Otros se lanzaban por la borda hacia el lago, con la esperanza de llegar nadando a la orilla. Pero estaban tan alcoholizados, y la orilla estaba tan, tan lejos, que era imposible que fueran a lograrlo.

Era un caos total.

-¡NO SALTEN, IMBÉCILES! -gritaba Karkaroff, sin una gota de paciencia-. ¡SE AHOGARÁN! ¡JAMÁS LLEGARÁN VIVOS!

La proa del barco se elevaba cada vez más, poniendo al barco cada vez más vertical. Las mesas y sillas caían hacia la zona de la popa, golpeando estudiantes y lanzándolos contra las paredes y bordes del barco.

-¡AQUÍ ESTAMOS…! -se oyó una voz desesperada, callándose de pronto.

-¡ES GEORGE! -gritó Ginny-. ¡ES GEORGE! ¡VAMOS POR ÉL!

Se abrieron paso hacia unas escaleras que bajaban al último nivel inferior del barco, una zona donde el agua ya llegaba hasta el techo.

-¡NO PODEMOS BAJAR AHÍ! -gritó Melanie, viendo la escalera llena de agua hasta arriba-. ¡VAMOS A AHOGARNOS!

-¡MI HERMANO ESTÁ AHÍ! -gritó Ginny. Se apuntó con la varita a la cara, pero no pasó nada. -¡NO SÉ CÓMO HACER EL MALDITO CASCO-BURBUJA!

-¡ESPERA! ¡YO SÉ HACERLO! -gritó Melanie en una gran realización, con los ojos muy abiertos-. ¡AHORA QUE LO DICES, LO HEMOS VISTO EN CLASES! ¡DÉJAME A MÍ!

Ginny asintió, viendo la mano temblorosa de Melanie apuntarla y temiendo que la dejara inconsciente en medio de un barco naufragante. Pero, sorprendentemente, el encantamiento salió bien. Poco después, las tres chicas, aun desnudas, se sumergieron en el agua de ese nivel del barco, que estaba inundado por completo, y nadaron por él, dando brazadas mientras buscaban a Fred y George.

¿Dónde estarían? ¿Se habrían ahogado? ¿Seguirían vivos…?

Verity se llevó las manos a la cara, muerta de vergüenza. Harry se puso de pie de un salto y dejó su varita de nuevo sobre la mesa de luz, para evitar usarla por accidente y tener problemas.

Se dirigió a Verity, con el corazón en la boca.

-¿Te impartía si…? -no supo cómo explicarse. Lucía destrozado, mientras miraba al vacío umbral de la puerta por la que se había marchado Hermione.

-Sí, claro, ve a hablar con ella -susurró Verity, comprensiva, abrazándose a sí misma.

Harry asintió y entonces corrió escaleras abajo él también.

La alcanzó cuando Hermione cruzaba el medio del Callejón Diagon completamente sola y a pasos largos, atravesando la vitrina de Ollivanders. Sus zapatos de taco resonaban en la calma del desierto callejón y su vestido turquesa mostraba la parte inferior de sus piernas. A Harry le llamaba la atención que parecía estar vestida para una fiesta. Además, estaba maquillada, y aunque su peinado se había deshecho su cabello no estaba inflado como era habitual en ella, sino alisado mediante magia.

-¡Hermione, espera!

Ella no se detuvo. Harry corrió hasta llegar a su lado y la tomó del brazo.

-Suéltame -ella tiró, librándose de él y continuando avanzando rápidamente por el medio del oscuro callejón.

-Hermione…

-¡¿Qué quieres?! -dijo ella, enfurecida, dándose la vuelta y clavándole una mirada asesina.

Harry se la quedó mirando boquiabierto y confundido. No parecía ser capaz de hablar.

-¡¿Para qué corriste detrás de mí si no vas a decirme nada?! -gritó ella-. ¡No dejas de hacer todo mal, Harry! ¡Todo!

Quiso voltearse, pero entonces Harry logró hablar:

-¡Es que no me das la oportunidad!

Hermione iba a contestar, pero entonces él estalló, como si todas las palabras finalmente acudieran a él al unísono:

-¡Dices que yo hago todo mal, pero tampoco tengo mucha opción! ¡¿Qué querías que hiciera si estabas como loca detrás de Malfoy, obsesionada con él, y no querías escucharme…?! ¡Yo te advertí que no era una buena persona…!

Ella lo interrumpió, histérica:

-¡Esto no se trata de Malfoy, Harry!

-¡¿Ah, no?! -él también lucía furioso ahora-. ¡¿Y de qué se trata entonces?!

-¡SE TRATA DE TI DICIÉNDOME QUE SIENTES ALGO POR MÍ, PARA LUEGO ENCONTRARTE A LOS DOS DÍAS EN LA CAMA CON OTRA…! -los ojos de Hermione estaban llenos de lágrimas. Con cada una de esas palabras, lo había golpeado en el pecho con la palma de la mano. -¡Y UNA CUALQUIERA, QUE ACABAS DE CONOCER…! ¡DOS DÍAS DESPUÉS DE ESTAR ACOSTÁNDOTE CON PANSY…! ¡DOS DÍAS, HARRY!

Quiso marcharse, pero él volvió a hacerla girar por el brazo.

-¡No puedes echarme esto en cara, Hermione! -le gritó, fuera de sí-. ¡No es justo! ¡No estoy más en Hogwarts, me han expulsado!

-¡Y ahora dirás que eso es mi culpa, ¿verdad?!

-¡Yo no digo eso!

-¡Pero lo piensas!

-¡Tú eras la que me pedía disculpas, en tu carta!

-¡Lo piensas!

-¡No te culpo a ti, Hermione, lo culpo a él! ¡Esto es culpa de Malfoy! ¡Y me alegra que lo sepas, finalmente! ¡Y me alegra que vinieras por mí esta noche cuando pensaste que estaba en peligro! ¡Ha sido algo muy valiente, y muy arriesgado…!

-¡Ha sido una estupidez!

-¡Y has viajado miles de kilómetros…!

-¡Jamás debí venir! -Hermione se tapó la cara con ambas manos-. ¡Solo he quedado como una loca delante de tu novia…!

-¡Verity no es mi novia!

-¡PUES ME DA IGUAL! -Hermione se quitó las manos de la cara y volvió a arremeter contra él, golpeándolo en el pecho y empujándolo mientras hablaba-. ¡NO VUELVAS A DECIRME QUE SIENTES ALGO POR MÍ, HARRY POTTER, PORQUE SOLO ERES UN MUJERIEGO QUE SE ACUESTA CON LA PRIMERA QUE SE LE CRUZA POR DELANTE!

-¡TÚ ESTABAS CON MALFOY!

-¡NO SIENTES NADA POR MÍ, MENTIROSO! -gritó ella-. ¡NADA! ¡DOS DÍAS, HARRY…! ¡ESO TARDASTE…! ¡Y YO COMO UNA ESTÚPIDA VINIENDO A SALVARTE, Y ESTABAS AHÍ PASÁNDOTELO TAN BIEN CON ELLA…!

-¡HERMIONE, NO SÉ QUÉ ES TODO ESTO! -gritó él, tirándose del largo cabello negro azabache con los dedos-. ¡JAMÁS ME HAS DICHO QUE TÚ SINTIERAS ALGO POR MÍ! ¿POR QUÉ ME SALES CON ESTO…?

-¡PORQUE ERES UN IMBÉCIL, ERES LO PEOR! -le gritó ella, llorando sin control-. ¡NUNCA MÁS VUELVAS A HABLARME, NO QUIERO SABER NADA MÁS DE TI! -dio varios pasos hacia atrás, pero aún mirándolo con una mezcla de ira y tristeza a la vez-. ¡No te deseo nada malo…! ¡Ojalá que Dumbledore te permita volver…! ¡Pero, si lo hace, NI SE TE OCURRA VOLVER A ACERCARTE A MÍ! ¡Le has dicho a todos que perdimos la virginidad juntos, y luego te has acostado con otras dos chicas en menos de una semana…! ¡Y ME DICES QUE SIENTES ALGO POR MÍ! ¡Esta vez sí que mantendré mi palabra…! ¡ESTA VEZ SÍ QUE NO VOLVERÉ A HABLARTE NUNCA!

Le dio un último empujón, con fuerza, y se alejó de él a pasos rápidos por el callejón. Harry se quedó inmóvil, sin saber qué hacer.

No sabía si seguirla, quedarse quieto, o simplemente enloquecer.

Finalmente, se quedó allí clavado, con los pies fijos en el suelo empedrado, viendo cómo Hermione doblaba una curva del callejón y se perdía de vista, tragada por la profunda noche.

Lavender corría por el comedor, que estaba quedando en vertical cada vez más, apartando las mesas a un lado mientras se abría paso hacia el cuerpo de Roger Davies. El chico había sido golpeado por un mueble gigante repleto de platos y cubiertos, y estaba inconsciente bajo él, aplastado por todo su peso.

-¡ROGER! -gritaba Lavender, tratando de mover el mueble, pero era muy pesado. Lo apuntó con su varita, pero su encantamiento no podía soportar ese peso. No era muy buena haciendo encantamientos, y mucho menos podría conseguirlo bajo los efectos del alcohol…

-¡GEORGE! ¡FRED!

Ginny los llamaba a través de su burbuja, aunque sabía que no podrían oírla. Entonces vio a George, semienterrado bajo unos escombros y con los ojos cerrados, con sus brazos flotando hacia arriba bajo el agua, que lo cubría por completo. Lucía inconsciente... Tiró de él, y junto a Luna y Melanie lograron sacarlo de allí. Mientras llevaban su cuerpo inconsciente, buscaron con la mirada alrededor, con pánico, tratando de localizar a Fred…

Pero nada. Fred no estaba por ningún lado. ¿Habría ido a parar allí abajo también, o estaría en otro lado? ¿Qué debían hacer? ¿Debían irse de allí para tratar de reanimar a George, o seguir buscando a Fred? ¿Y si había logrado escapar? ¿Y si no, y estaba allí ahogándose en ese preciso momento…?

-¡CEEEEDRRRRIIIICCCC!

Cedric alzó la cara hacia los gritos que llamaban su nombre. Estaba solo y atrapado en el mismo camarote donde Chloé lo había dejado un rato atrás. Luego de que el tentáculo gigante penetrara ese nivel del barco, había quedado sepultado por las camas y escombros de madera, y no podía librarse. Su brazo había quedado atrapado y su varita había desaparecido. Había estado gritando desde entonces, pidiendo ayuda.

El agua subía y ya le llegaba hasta las rodillas...

-¡AQUÍ ESTOY! -gritó Cedric, a todo pulmón-. ¡AQUÍ!

La puerta se abrió de un golpe y Víktor Krum apareció ante él. Cedric se quedó congelado. Su corazón dio un respingo.

-¡HE VENIDO A SALVARRRTE, CEDRRRIC!

Cedric le dirigió una mirada enternecida y se llevó ambas manos al pecho.

-¡Vamos, te sacarrré de aquí!

Cedric vio que Krum tenía un hacha en la mano. Desesperado, examinaba el cuerpo de Cedric en busca de aquello que le impedía salir de debajo de los escombros.

-¿También perdiste tu varita? -preguntó Cedric, señalando el hacha. Krum alzó los hombros como toda respuesta. -¡Es mi brazo, Víktor! ¡Mi brazo quedó atascado aquí!

Krum asintió. Trató de tirar de él para librarlo de allí, pero era imposible.

-¡Tendrás que cortarlo! -dijo Cedric, desesperado-. ¡Tendrás que cortar mi brazo!

-¡No puedo hacerrrlo!

-¡Tú puedes, Víktor! ¡Confío en ti! ¡Es la única forma!

Krum abrió grandes los ojos. El agua ya les llegaba hasta la cintura… Entonces asintió, con desesperación. Levantó el hacha y la dejó allí, suspendida en alto…

-¡Ciegrrra los ojos, Ced! -gritó-. ¡Sé qué hacerr! ¡Ciegrrra los ojos!

-¡ESTOY LISTO! -aulló Cedric, estirando su brazo atrapado tanto como era posible y preparándose para recibir el hachazo que lo cortaría-. ¡HAZLO AHORA!

-¡AAAAAAAAHGGGGGGGGGG!

Con los ojos cerrados fuertemente, Krum bajó el hacha sobre el brazo de Cedric, que también gritó con todas sus fuerzas y se quedó allí, esperando el dolor…

Pero este no vino. Cedric abrió los ojos y vio que estaba libre. Podía mover su brazo. Pero Krum no se lo había amputado: el hacha había caído encima de unas cuerdas que tenía al lado.

Entonces Krum se limpió el sudor de la frente y señaló las cuerdas.

-Egrrran esas cuerdas, Ced… Te estaban atrapando el brazo bajo ese mueble. Solo tenía que corrtagrrlas a ellas.

Entonces, Cedric se puso de pie, caminó hasta él con esfuerzo a través del agua que los cubría hasta la cintura y besó a Krum fuertemente en los labios. Krum lo rodeó en brazos y le devolvió el beso. Cedric sintió cómo su pene se ponía duro como una roca, ahora sí…

Hermione avanzaba sola por el Callejón Diagon. Había olvidado dónde estaba la chimenea que había usado para llegar allí. Había estado tan desesperada y frenética que no había prestado atención. Necesitaba otra que le permitiera regresar a Hogwarts, pero todos los negocios estaban cerrados.

Llegó a Gringotts y pensó en probar allí, pero las enormes puertas frontales estaban firmemente cerradas y sabía que las chimeneas estaban del lado de adentro.

No había un alma por allí. Una niebla se había apoderado del Callejón Diagon y ella estaba sola allí, vestida para una fiesta con un vestido y zapatos de taco, sin absolutamente nadie…

Sintió un escalofrío, quizás producto del clima invernal y de la ropa que llevaba puesta. Se sentía intranquila y nerviosa. No quería regresar a El Caldero Chorreante. Odiaba la idea de cruzarse con Harry otra vez. Pero no parecía haber otra opción.

Todo estaba cerrado y no había absolutamente nadie allí además de ella. Debían ser más de las tres de la mañana…

Empezó a caminar de regreso, pensando que no le quedaría más opción que usar la chimenea de El Caldero Chorreante.

Entonces, vio unas figuras caminando delante de ella. Magos. Cuatro de ellos, con un aspecto fatal. Venían riendo con botellas de alcohol en la mano, y la forma en la que caminaban en dirección a ella le puso los pelos de punta.

Se sintió nerviosa. Quería irse de allí cuanto antes.

Empezó a caminar por el lado opuesto a ellos del callejón, pero entonces vio que los cuatro cruzaban de lado también, para ponérsele de frente de nuevo. Lo habían hecho a propósito…

Oyó sus carcajadas y los vio tomar alcohol del pico en las botellas de vidrio que llevaban en la mano.

Tenía que esquivarlos. Tenía que huir de allí…

Se metió en un callejón que se extendía a su derecha, para evitar el encuentro de frente con ellos, con su corazón palpitándole a toda velocidad.

Por favor, que sigan de largo, pensó, mientras avanzaba a toda velocidad por él. Qué sigan de largo…

Pero entonces oyó sus voces de nuevo, justo detrás de ella. Se habían metido en el nuevo callejón ellos también, y cada vez iban más rápido. La estaban siguiendo

Hermione empezó a correr, desesperada. Si el Callejón Diagon le había parecido oscuro y sombrío, no era nada en comparación con este nuevo lugar… Era tétrico y lúgubre, y la niebla llegaba hasta la mitad de su cuerpo…

Entonces fue que se dio cuenta: inconscientemente, se había metido al Callejón Knockturn.

-¡Oye, preciosa, no corras! -gritó uno de los hombres tras ella, riendo a carcajadas.

-¡No queremos hacerte daño, amorcito! -oyó que decía otro.

-¡Claro que no, belleza, no mordemos…!

Iban tras ella, corriendo también.

Hermione se desesperó aún más. Buscó su varita en el bolsillo. Se preguntó si la expulsarían en caso de usar magia fuera de Hogwarts. Quizás no, porque era en defensa propia. Pero, aún así, alertar al Ministerio de que estaba en Londres en vez de en el colegio sí que podía ser motivo de expulsión…

-¡Aquí estás!

Uno de los magos la alcanzó y la tomó del brazo, igual que como había hecho Harry un rato atrás.

-¡Suéltame! -gritó Hermione, tirando para zafarse de él.

Lo miró con repulsión. Era un mago de unos veinte años, con aspecto demacrado y barba crecida. Sus tres amigos lucían igual que él, como si estuvieran bajo los efectos de drogas muy pesadas. Sus ojos estaban rojos y uno de ellos iba tambaleándose por la ebriedad, con su botella de alcohol firme en la mano.

-¡Mi novio está por llegar! -chilló Hermione, con la voz temblando de miedo.

-¿Han oído, muchachos? -dijo uno de ellos, dirigiéndose al resto con una sonrisa burlona-. ¡El novio está por llegar!

Los cuatro rompieron en carcajadas, de una forma que le heló la sangre.

-¡¿De verdad, corazón?! -dijo otro, riendo fuertemente-. ¿Tu novio? ¿Ese con el que discutías hace rato? ¡A mí me pareció oír que estaba con otra! ¿No fue eso lo que dijo, muchachos?

Empezaron a reír a carcajadas, los cuatro. Eran uno más repulsivo que el otro. La habían rodeado en un círculo contra un rincón oscuro del Callejón Knockturn, contra una pared lisa y sólida.

No tenía escapatoria.

Tendría que usar magia para escapar…

Como si le leyera la mente, uno de ellos, que se había colocado justo detrás de ella, le arrebató la varita del bolsillo ágilmente.

-¡DAME ESO! -gritó Hermione, desesperada. Vio cómo el chico arrojaba su varita por los aires bien lejos, provocando que se perdiera de vista entre la niebla.

El terror trepó por su cuerpo de forma vertiginosa.

Decidió gritar:

-¡AYU…!

No llegó a terminar la palabra. Uno de los magos le acababa de tapar la boca con una mano, ahogando su grito.

-Lanza un muffliato, Jeremy -dijo este, con voz ronca, mientras Hermione se retorcía en sus brazos, tratando de librarse de él.

-¡Muffliato!

La soltó.

-¡AYUDA! -gritó Hermione, a todo pulmón-. ¡AYUUUUUDAAAAAAAAAAAAA!

-Grita todo lo que quieras, linda, nadie puede oírte -dijo el que se llamaba Jeremy, cerrándole el paso con su enorme y gordo cuerpo, para que no pudiera escapar-. Gracias al encantamiento.

-Qué hermosa que estás, bomboncito… -dijo otro, que acababa de abrazarla por detrás-. Este vestidito que tienes me calienta no sabes cómo…

-Qué putita tan hermosa que nos hemos encontrado -dijo otro, acercándosele por delante y empezando a manosearle los pechos por arriba del vestido, mientras el otro la seguía aprisionando por detrás.

Con terror, Hermione sintió que el de atrás apoyaba su pene erecto contra su trasero. Mientras la inmovilizaba con los brazos, la apoyaba por detrás y le respiraba en la nuca, con ese aliento asqueroso a alcohol que tenía…

Melanie subió por la escalera con dificultad, cargando la parte superior del cuerpo de George. Ginny y Luna aparecieron de inmediato tras ella, cargando sus piernas.

-¡Tenemos que bajar de nuevo! -gritó Luna, horrorizada-. ¡Podría haber más chicos allí! ¡Tenemos que…!

Pero entonces tuvieron que sostenerse de la pared, porque, según notaron, estaban quedando muy en vertical. Lo que antes era el "abajo" ahora estaba a un costado. El agua caía como una cascada por la escalera que tenían más cerca y subía por sus piernas…

-¡EL BARCO ESTÁ QUEDANDO EN VERTICAL! ¡TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍ!

-¡PERO ALLÍ ABAJO…!

-¡NO PODREMOS HACER NADA POR ELLOS SI NOS HUNDIMOS TAMBIÉN, LUNA! ¡HAY QUE SACAR A GEORGE DE AQUÍ PRIMERO!

Los alumnos que estaban sobre la proa empezaron a pasar del otro lado de la borda, quedando en la zona exterior. Los pocos que no lo hicieron empezaron a resbalar por el suelo como si este fuera un tobogán, cayendo hacia las otras zonas del barco, golpeándose contra estas y desapareciendo en el agua oscura…

-¡FLEUR! -gritaba Ron, desesperado, braceando rápidamente por el lago, a varios metros de distancia del naufragio-. ¡FLEUR!

Su novia estaba a punto de ahogarse, en medio del Lago Negro, y agitaba los brazos en el aire mientras tragaba bocanadas de agua helada. Ron llegó hasta ella y la sostuvo en brazos, mientras luchaba por mantenerlos a flote. La ayudó a nadar hasta una puerta arrancada de sus goznes que flotaba en la superficie del agua.

-¡Sube! -gritó, luchando por respirar mientras pataleaba frenéticamente-. ¡Sube, amor…!

Fleur subió a la puerta, tiritando de frío. Su cabello rubio caía empapado sobre su cara.

-¡Tú también sube, mi amoggg! -gritó Fleur, tratando de hacer subir a Ron también a la puerta flotante. Pero esta no aguantó el peso de ambos, volcándose de lado. Ron volvió a ayudarla a subir, pero esta vez él se quedó flotando en el agua a un lado, sosteniéndose de la puerta con una mano, sin subir.

-¡Tranquila, amor! -gritó Ron, porque Fleur parecía querer intentarlo de nuevo-. ¡Tú quédate arriba y yo me quedaré aquí! ¡Todo estará bien…!

-¡Noooo! -gritó Fleur, llorando a viva voz-. ¡Moggrirás congelado, Ggrron! ¡El agua está hegglada! ¡No quiero…! ¡No!

Tiritando de frío y con pedacitos de hielo en las pestañas, Ron la miró fijamente y se esforzó en sonreírle.

-Está bien, mi amor… está bien… -le dijo, sin dejar de mirarla fijamente-. Me has hecho el mago más feliz de este mundo… Te amo, Fleur… Te amo muchísimo.

-Yo también te amo, mi Grrron… -dijo ella, rompiendo en llantos sobre la puerta flotante-. ¡Te amo con toggda mi alma y mi coggrazón!

El barco, que había quedado en vertical, empezó a hundirse lentamente, descendiendo en la profundidad de las aguas y desapareciendo lentamente en ellas.

Luna, Melanie y Ginny trepaban con esfuerzo por un pasillo del interior del barco, cargando el cuerpo inconsciente de George. Se metieron a la primera sala que pudieron, apoyándose en la pared de esta, que se sentía como el suelo, al estar todo en vertical; y se encontraron con una escena lamentable: el capitán del barco, un hombre canoso con un diente de oro y pantalones bombachos, estaba allí y sostenía el timón del barco mientras esperaba a que el agua lo tragara en sus profundidades.

Se volvió y se las quedó mirando fijamente. Estaba solo allí.

-Es el final, mis quegrridas amigas -anunció con voz lúgubre.

-¡¿CÓMO MIERDA SE ACTIVA EL MECANISMO PARA QUE EL BARCO TENGA OXÍGENO BAJO EL AGUA?! -le gritó Ginny, acercándose a él con desesperación, luchando por llegar al timón en medio de la sala vertical, saltando encima de varios objetos para poder abrirse camino-. ¡HAN LLEGADO A HOGWARTS DE FORMA SUBMARINA! ¡EL MECANISMO DEBE ACTIVARSE POR AQUÍ, ¿O NO?!

-¡Ya es tagrrrde! ¡No lo sé…! ¡No lo rrecuerdo…! ¡Estoy tan ebrrrio…!

-¡YO TAMBIÉN ESTOY EBRIA, PERO TENGO INSTINTO DE SUPERVIVENCIA! -le gritó Ginny, furiosa.

-¡NO PUEDO! -gritó él, en shock-. ¡MORIRÉ CON EL BARCO! ¡ES EL FIN…!

-Al demonio. ¡VEN, LUNA, AYÚDAME!

Ginny y Luna empezaron a tocar todos los botones y apretar todas las palancas, desesperadas, mientras veían por la ventana cómo la sala donde estaban se hundía rápidamente hacia abajo, a punto de llegar al nivel del agua… Sobre ellos, en la proa, cientos de alumnos gritaban, aferrados de la borda, colgando de ella, preparándose para la inmersión…

-¡LO ENCONTRÉ! -gritó Ginny entonces, con los ojos bien abiertos. Luego de que apretara una palanca, vieron cómo una especie de escudo protector transparente apareció rodeando todo el barco por fuera, como un campo de fuerza semitransparente.

El barco bajó en picada y se hundió en las aguas del Lago Negro, pero el agua no se metió a esa sala donde estaban, porque el escudo protector que ahora rodeaba el barco lo impidió.

En la proa, los alumnos contemplaron boquiabiertos la mágica escena: se habían hundido, pero el escudo mágico repelía el agua, impidiendo que hiciera contacto con ellos y con el barco. Tras este, podían ver las profundidades del lago, los peces que nadaban por allí y las algas, pero el agua no los alcanzaba a ellos. Se mantenían en un espacio con aire y oxígeno, secos.

-¡NO PUEDO CREERLO! -gritó el chico de ojos enrojecidos que había estado fumando con Lee Jordan momentos atrás, en la proa-. ¡MIREN TODOS…! ¡EL MALDITO HIJO DE PERRA TENÍA RAZÓN!

Señalaba del otro lado del escudo, donde se podía ver la impactante imagen de Lee Jordan abrazando a una sirena bajo el agua y chupándole los pechos por encima del bikini, mientras le acariciaba su cola llena de escamas. Lee los vio y se volvió para saludar, sonriente. Podía respirar bajo el agua, increíblemente. Vieron que había branquias en su cuello y tenía aletas en los pies.

Lee gesticuló con la boca a sus amigos las palabras: "¡La sirena me ofreció estas branquialgas! ¡Se los dije…! ¡Les dije que había una sirena…!"

Y acto seguido volvió a besarla, esta vez en los labios, mientras la abrazaba y desaparecía aguas arriba con ella, ya que el barco continuaba hundiéndose en las profundidades...

-¡HAN LLEGADO! -gritó McGonagall, que estaba en la orilla del lago, aterrizando su escoba y haciendo bajar de ella a Anthony Goldstein, Zacharias Smith y Fay Dunbar, dejándolos a salvo. -¡LOS MAGOS DE HOGSMEADE HAN LLEGADO!

Cientos de escobas voladoras atravesaron el oscuro cielo hacia ellos, provenientes de Hogsmeade. Eran magos y brujas que vivían en el pueblo mágico y habían acudido al rescate.

Dumbledore se amplificó la voz mediante magia, haciéndola tronar por encima de todo el lago:

-¡Magos y brujas de Hogsmeade, necesitamos su ayuda! ¡Busquen a cualquier alumno que esté flotando en el agua y ayúdenlo a regresar a tierra firme! ¡Busquen bajo el agua también! ¡Cualquier alumno que parezca haberse ahogado puede salvarse si lo encontramos! ¡RÁPIDO, NO PERDAMOS TIEMPO!

Entonces aparecieron también docenas de aurores provenientes del Ministerio, inmediatamente tras los vecinos de Hogsmeade. Volaron en Saetas de Fuego por sobre la superficie del lago y tomaron de las manos a los alumnos que flotaban allí para desaparecerse con ellos y llevarlos de inmediato a la superficie.

Uno de ellos llegó junto al director del colegio y bajó de su escoba a su lado, en solo un segundo.

-Dumbledore, acabamos de levantar el encantamiento producido por el Tratado 214 de la Magia Internacional que impedía que se pudiera realizar magia sobre el barco de Durmstrang… A partir de este momento, cualquier mago o bruja puede aplicar magia sobre la embarcación libremente.

-Ya era hora -gruñó Dumbledore.

Y entonces, ante la mirada asombrada de todo el mundo, Dumbledore blandió su varita en el aire y toda la superficie del Lago Negro pareció ser alcanzada por su magia, serenándose. Algo pareció cambiar en el aire...

Dumbledore cerró los ojos mientras apuntaba su varita al centro del lago, haciendo uso de todas sus fuerzas…

-Por Merlín… -dijo McGonagall, boquiabierta.

El barco entero de Durmstrang emergió de las profundidades del lago y se elevó fuera del agua, chorreando agua y con algas colgando de sus astas. Quedó enderezado, flotando nuevamente en posición normal, con un montón de agua saliendo a chorros del agujero lateral que el calamar había producido en él.

Dumbledore entonces abrió los ojos y empezó a mover su varita en un círculo, y el enorme barco empezó a acercarse a la orilla deslizándose sobre el agua, como si levitara…

-¡Rápido! -gritaban los aurores, haciéndose señas entre sí-. ¡Busquen posibles alumnos ahogados en los niveles inferiores! ¡No pierdan tiempo!

El barco acabó nuevamente estacionado a orillas de los terrenos de Hogwarts, pero ahora estaba todo semidestruido, corroído y con varias partes destrozadas. Los cientos de magos adultos que había allí, tanto aurores como vecinos de Hogsmeade, sacaban alumno tras alumno de adentro de la embarcación, muchísimos de ellos inconscientes, y los depositaban sobre la orilla del lago, mientras Madam Pomfrey corría a toda velocidad entre ellos queriendo hacer algo, pero luciendo derrotada, como si no hubiera nada que hacer…

Junto a los profesores, Ernie Macmillan observaba la escena con los ojos desorbitados, ileso, tapando su cuerpo mojado con una frazada…

Ginny, Luna y Melanie bajaron del barco, mientras un auror tomaba el cuerpo de George de sus brazos y lo depositaba junto a los demás. Tras ellos, aún se oían gritos a lo lejos, y los aurores salían de las profundidades del lago con alumnos que rescataban del interior del lago…

Entonces, recorrieron la terrible escena con una mirada de horror: Había muchísimos compañeros de ellas allí, tendidos en el suelo, con apariencia de haber muerto ahogados. Entre ellos vieron a Colin Creevey, Michael Corner, Cho Chang, Roger Davies, Tracey Davies, Parvati Patil, Neville…

Era una escena terrible. Se quedaron sin aliento.

Qué Fred esté vivo, pensaba Ginny. Qué Fred esté vivo…

Pero Fred no estaba allí. Se oían muchos gritos de pena y dolor, mientras los alumnos conscientes se lanzaban al suelo para abrazar a sus amigos caídos. Era un desastre… Un desastre total…

Ginny sintió que Luna la abrazaba con fuerza, rompiendo a llorar en su hombro.

-¡SUÉLTENME! -gritó Hermione, con las lágrimas cayendo por su rostro-. ¡DÉJENME IR, POR FAVOR…! ¡POR FAVOR…!

-Sí, claro que te dejaremos ir, preciosa -dijo otro de los magos que la habían acorralado, y Hermione abrió grandes los ojos con pánico al ver que se bajaba el cierre del pantalón-. Solo unas chupaditas y serás libre, hermosa.

Entonces sintió que la forzaban hacia abajo. De pronto, dos de ellos la sujetaban con sus fuertes brazos masculinos y le abrían la boca, mientras el otro sacaba su pene erecto fuera del pantalón.

Antes de que supiera lo que pasaba, Hermione tenía el pene del mago en la boca, y este le tiraba del cabello con violencia mientras la forzaba a chupárselo. Sintió el gusto asqueroso de ese pene sucio contra el paladar, mientras los otros tres la manoseaban por arriba del vestido, tocándole el trasero, las tetas, subiéndole el vestido…

La desnudaron, quitándole el vestido y lanzándolo a un lado. Ella gritaba y chillaba, pero sabía que era en vano. Sintió manos sobre su vagina. Uno de ellos se la apretó con la mano entera, con muchísima fuerza. Otro le arrancó el calzón de un tirón violento hacia abajo.

Le tiraron del pelo, mientras la rozaban por todos lados con sus penes. Le apretaban los brazos con fuerza y le dieron golpes.

La lanzaron al piso como si fuera basura. Se le arrojaron encima, como animales. Entre dos le levantaron las piernas y se las abrieron, y un tercero se puso en medio para penetrarla…

Gritando y chillando, y con las lágrimas cayendo por su rostro, Hermione sintió todos sus penes sobre su cuerpo. Uno la penetraba furiosamente, otro estaba sobre su cara y se lo metía en su boca… Dos de ellos se masturbaban contra sus tetas, golpeándoselas con los penes y dándole cachetazos en ellas. Luego subieron y le dieron golpes con sus penes en la nariz y la cabeza…

La pusieron en cuatro patas, sosteniéndola prisionera por los brazos y las piernas, mientras ella lloraba y forcejeaba inútilmente.

Sintió que le abrían el ano con los dedos, y de pronto le metían un pene en él. Otro se metió en su vagina. La penetraron por los dos agujeros al mismo tiempo, mientras otro de los magos tomaba su mano y la forzaba a masturbarlo.

Sintió unos dedos grasientos en su cara. Volvieron a abrirle la boca y otro pene entró por ella...

Quería morirse. Quería morir en ese momento.

Aquello era terrible. Era lo peor que le hubiera pasado nunca.

Su mente estaba nublada, pero de pronto vino un pensamiento. Uno solo. Y vino con una claridad sorprendente…

Si voy a morir aquí, estos hijos de puta morirán conmigo.

Hermione entonces vio que uno de ellos tenía una varita mágica sobresaliéndole del bolsillo. Estaban muy ocupados penetrándola por todos lados, usando su mano derecha para masturbarse, usando su boca para forzarla a tragar el pene de uno hasta la garganta, provocándole arcadas, mientras le sostenían la cara fuertemente con esas grasientas manos…

Hermione extendió su mano libre a toda velocidad, tomó la varita del bolsillo del que tenía delante y la usó para lanzarlo volando por los aires.

Se dio la vuelta y quiso atacar a otro, pero este fue más rápido: La sujetó por la garganta y empezó a ahorcarla con una fuerza descomunal, golpeándola furiosamente contra la pared y acercando su asqueroso rostro al de ella, sonriendo y mostrándole unos dientes amarillentos.

-¿Qué pasa, amorcito, no estamos haciéndotelo tan románticamente como te gusta?

Le apretó la garganta con más fuerza. Se estaba ahogando. No podía respirar. El mago le dio un inmundo beso en los labios mientras le abría las piernas y conducía su pene dentro de ella otra vez, cogiéndola contra la pared, frenético, mientras otro le apretaba todo el trasero con las manos y trataba de ponerse detrás de ella para seguir follándosela por el ano…

Hermione recordó que aún tenía una varita en la mano. La usó para lanzar al que tenía delante por los aires, y entonces gritó:

-¡FINITE!

El encantamiento muffliato quedó desactivado. Hermione se apuntó la dolorida garganta con la varita y se lanzó un encantamiento para amplificar su voz mediante magia. Entonces gritó con todas las fuerzas que fue capaz de reunir:

-¡AYUDAAA! ¡AYUDA, POR FAVOR!

En ese preciso momento, en la otra punta del Callejón Diagon, Harry estaba frente al drugstore veinticuatro horas, discutiendo con el dependiente.

-¡Te he dicho que cierres la boca! -le decía Harry, enfadado.

-¡Tranquilo, Potter! -le decía el adolescente-. ¡Solo te he hecho un comentario! Si tú y la chica Granger andan a los gritos en medio de la noche, luego no puedes esperar que…

Harry le hizo un gesto con la mano para que se callara, frenético. Acababa de oír los gritos que resonaron en la distancia, pidiendo ayuda.

Se le erizaron los bellos de todo el cuerpo.

-Hermione -susurró en voz alta, con los ojos como platos y su corazón deteniéndose.

Le arrebataron la varita. Hermione sintió cómo empezaban a darle puñetazos en la cara. Vio su propia sangre salpicar sobre el suelo.

-¡Eso te enseñará a cerrar la boca, puta de mierda! -le gritó uno de los violadores, dándole un puñetazo más, ahora en el estómago.

Hermione sintió que su visión se nublaba. Todo su cuerpo ardía en dolor y agonía.

-¡Ya vámonos, Myke! -gritó otro de ellos.

Había luces encendiéndose en ventanas distantes. La gente había oído sus gritos…

-¡Esta puta aprenderá a cerrar la boca! -gritó otro, empujándola de nuevo contra la pared.

Con los hinchados ojos entrecerrados, Hermione alcanzó a ver que uno de ellos huía de la escena, corriendo.

Se van, pensó Hermione, con una diminuta luz de esperanza en su mente que luchó por mantener encendida. Hay gente viniendo a ayudar y se van…

-¡Mátala, Jeremy! -dijo entonces otra voz, que le llegaba como si estuviera muy lejos-. ¡NOS HA VISTO LOS ROSTROS! ¡MÁTALA!

-¡TÚ HAZLO!

Otro de ellos se iba corriendo también. Solo quedaban dos…

-¡NO SÉ HACERLO BIEN! ¡TÚ YA LO HAS HECHO, A TI SÍ TE SALDRÁ EL MALEFICIO!

Esas palabras la hicieron sentir un frío mortal. No tenía más la varita, se la habían quitado. Estaba indefensa contra la pared, desnuda, golpeada y sin fuerzas.

-¡ALGUIEN VIENE! ¡RÁPIDO!

-¡DE ACUERDO, DE ACUERDO…!

Hermione abrió sus ojos magullados para ver cómo el mago que se llamaba Jeremy apuntaba su varita directo a su corazón.

Y no pudo hacer nada. No tenía fuerzas.

Aquello era el fin, y lo último que cruzó por su mente agonizante fue el rostro de Harry, y un imaginario abrazo que jamás había ocurrido entre ellos, una imagen que su cerebro dibujó en ese momento, creada de la nada misma, para suavizar el golpe que sabía que vendría…

-¡AVADA KEDAVRA!

El grito desgarró el aire de la noche. Los dos magos que quedaban huyeron de la escena también entonces, desapareciendo a toda velocidad por las profundidades del Callejón Knockturn.

-No… No…

Harry corría a toda velocidad hacia el lugar donde había oído los gritos, pero ya era tarde.

-No…

Ya no se oía nada. El silencio de la noche había invadido la atmósfera mortal que lo rodeaba, pero estaba seguro de que la voz de Hermione había venido de allí.

-¡NOOOOOOOOOOOO!

La vio, apareciendo ante él, entre la niebla. Hermione estaba tendida en el suelo, boca abajo, con las piernas y brazos en posiciones antinaturales. Estaba inmóvil, desnuda, y había magulladuras y golpes en todo su cuerpo.

-¡HERMIONE!

Harry se lanzó al suelo, a su lado. Había otra gente acercándose a ver qué había ocurrido, pero él fue quien llegó primero. Tras él estaba el adolescente que atendía el drugstore, que había corrido hacia allí también, pero se había detenido en seco más atrás al ver el cuerpo de Hermione sobre el suelo.

-No… Hermione, no… Por favor, no…

Harry la sostenía en brazos, abrazándola. Su cuerpo estaba lívido, inerte. Su vestido turquesa estaba en el suelo, a un lado, y uno de sus zapatos de taco se le había salido y estaba a un metro de distancia.

Una parte del cerebro de Harry se negaba a aceptar la verdad, pero la otra sabía perfectamente que había oído cómo alguien gritaba el maleficio asesino, solo segundos atrás...

No… No puede ser verdad… No es verdad…

Sostuvo a Hermione en brazos, con sus lágrimas empezando a caer por su rostro, acariciándole el cabello y rehusándose a mirarle el rostro, porque sabía lo que le esperaba allí: El ver sus ojos inexpresivos y apagados sería una confirmación que no estaba dispuesto a aceptar.

La confirmación de que Hermione había muerto.