Capítulo 26. La S.E.M.E.N.

Snape se paseaba por la habitación, nervioso y pensativo, con las manos juntas detrás de su espalda y su túnica negra ondeando tras de sí. Por la ventana del castillo se veía un cielo negro y gris. Era tarde en la noche.

Sentado en una silla de mimbre, con sus ojos enmarcados en profundas ojeras, Malfoy lo miraba fijamente y movía su cabeza siguiendo al profesor con los ojos mientras este se paseaba de un lado a otro, ambos en silencio absoluto.

Finalmente, Snape habló:

-Has sido tonto, estúpido e imprudente…

El chico de catorce años no contestó. Se limitó a seguir mirándolo desde su silla.

-…Y posiblemente los aurores te descubran y acabes en Azkaban. Lo sabes, ¿verdad?

Él se cruzó de brazos, pero tampoco habló.

Snape se detuvo, le devolvió la mirada y entonces retomó su paseo por su propio despacho, estrujándose los dedos detrás de la espalda.

-Claro que imaginé que tendrías esta idea, pero… jamás pensé que verdaderamente lo harías…

Malfoy no le había confesado nada al profesor, en verdad, sino que este lo había citado a su despacho a hablar en ese horario tardío, a solas; convencido de que él había sido el autor del crimen de Montague.

-…Y todo por la insoportable sabelotodo de Granger…

En ese momento, por primera vez, Malfoy habló, y con mucho énfasis: Se puso de pie, enfadado, y sacó su varita del bolsillo de su túnica, frunciendo el rostro en la expresión de asco que más lo caracterizaba, dirigida en esta oportunidad al profesor. Y dijo:

-No se atreva a hablar mal de Hermione.

Snape arqueó las cejas y le lanzó un vistazo a la varita de Malfoy. Entonces lanzó una carcajada fría, sin gracia.

-¿Crees que me intimidarás porque hayas asesinado, Draco? -se burló este-. Estás a años luz de mi poder. ¿Quieres intentarlo? Te reto a que me lances un maleficio ahora mismo.

Malfoy respiraba de forma nerviosa, pero entonces le sonrió también, desafiante.

-Será un placer.

Snape esperó a que Malfoy tuviera su varita en alto, apuntándolo, antes de actuar. Y en ningún momento sacó su propia varita para defenderse, sino que simplemente chasqueó los dedos, y acto seguido Malfoy voló por los aires, desarmado, y quedó flotando contra una pared, como si alguien invisible lo sostuviera en alto allí. Empezó a retorcerse y a forcejear, sin poder librarse del encantamiento que lo mantenía allí.

-¡¿Cómo ha hecho eso?! -gritó el chico, dándole patadas a la pared y agitando los brazos en desesperación-. ¡Es imposible…! ¡Ni siquiera ha sacado su varita…!

-Te dije que estás a años luz de mí -se burló Snape. Hizo un movimiento perezoso con su mano y entonces Malfoy quedó libre del encantamiento y cayó al suelo torpemente. Se puso de pie de inmediato y se acomodó el cuello de la túnica y el cabello, mirando al profesor con odio.

-Estás eligiendo el camino equivocado, Draco -dijo Snape, retomando su paseo con parsimonia.

-¿El camino equivocado? -susurró este, apretando los dientes, aun sufriendo lo indigno de la humillación-. ¡Usted se supone que es leal al Innombrable!

-El Innombrable ha caído hace muchos años, Draco…

-¡Puede regresar!

-Eso no va a pasar. Ahora bien, piensa un poco… ¿Quieres pasar el resto de tu vida en Azkaban por una chica? ¿Por una mujer?

Él no respondió.

-Ya es tarde para eso, claro, porque ya lo has hecho…

-¿Y qué va a decirme ahora, profesor? -susurró Malfoy-. ¿Qué debo arrepentirme? ¿Qué debo confesar? ¿Qué debo renunciar a Hermione y seguir con mi vida, y tratar de ser una mejor persona, para algún día dejar atrás el terrible crimen que he cometido…?

-No -dijo entonces Snape, con frialdad-. Lo que te diré, Draco, es que voy a ayudarte a que consigas a Granger de una vez. Por las buenas, o por las malas. Vas a tratar de conquistarla otra vez, y, si ella no accede, te ayudaré a obligarla a hacerlo, con magia negra. Una magia que tú ni siquiera sabes que existe. Caerá rendida a tus pies, por medio de un encantamiento, y será tuya para siempre. ¿Ahora sí puedes ver mi lealtad al Innombrable y a la magia negra?

Malfoy quedó totalmente estupefacto. Jamás hubiera esperado que el discurso del profesor tomara ese rumbo.

-¿Es en serio?

Snape entonces se volvió y clavó sus negros ojos en él.

-¿Creías que no podía entenderte? -le dijo en voz muy baja y con el pulso acelerándose-. ¿Creías que jamás me he enamorado yo mismo…? Pues te equivocaste, Draco. Sí que he estado enamorado de alguien con quien no pude estar… también por culpa de un Potter.

-Hermione no está con Potter -dijo Malfoy de inmediato-. Yo he hecho que Potter sea expulsado. Él no podrá entrometerse entre nosotros.

-Pero aún no te ganaste a la chica, ¿o me equivoco? El Juramento Inquebrantable ya no será un problema, pero lo has arruinado con ella. No quiere saber nada contigo ahora.

-La haré cambiar de opinión… Es lo próximo en mi lista.

-Será difícil que cambie de opinión considerando que toda la escuela sabe que Potter fue expulsado por ti. Ella sabe que solo la usaste para lograrlo.

-Yo me encargaré de eso, profesor…

-Pero, si no funciona… -Snape se acercó lentamente a él, acomodando su capa tras de sí-. Entonces acude a mí… y te enseñaré magia que jamás has visto.

Malfoy arrugó un poco el entrecejo, confundido.

-¿Y por qué de pronto estas ganas de ayudarme… profesor?

-Ya te lo he dicho -le espetó Snape, con su ganchuda nariz fruncida-. No quiero que vivas lo mismo que yo viví.

-¿Obligará a Hermione a amarme mediante magia negra? ¿Qué es? ¿Una poción de amor?

-No es una tonta poción de amor, que solo produce obsesión o fascinación. Esto es algo mucho más poderoso. Si ella no accede por las buenas, no permitiré que hayas manchado tus manos en vano con Montague. No dejaré que te hayas convertido en un asesino para nada.

-¿Y esta ayuda tiene… algún precio?

Snape sonrió. Las nubes que cubrían el cielo nocturno se hicieron más espesas del otro lado de la ventana.

-Todo tiene un precio, Draco.

Él asintió lentamente.

-No tengo oro -dijo entonces-. Le he dado todo a Rita.

-No quiero tu oro -dijo Snape-. Lo que te pediré a cambio es, sencillamente, que hagas otro Juramento Inquebrantable… conmigo.

Los ojos de Malfoy se abrieron muy grandes.

-¿Qué quiere hacerme jurar?

-Solo un par de cositas… -dijo Snape, con misterio-… que me aseguren que, una vez que Granger sea tuya, enderezarás tu camino…

Malfoy arrugó el ceño otra vez.

-Usted quiere someter a Hermione mediante magia negra… ¿y al mismo tiempo convertirme en una buena persona?

-Eso es lo interesante sobre mí, Draco -Snape sonrió otra vez, una sonrisa que no parecía llegar a sus ojos-. Puedo ser bueno y también malo, a la vez… Pero esto no se trata de mí. Ya hemos tenido suficiente charla. Ve a hablar con Granger, y si no funciona métela en la Sala Multipropósito. La he visto usarla esta tarde… Es en el pasillo del séptimo piso, frente al tapiz de Barnabás el Chiflado. Déjala inconsciente allí y luego llámame… Y yo me ocuparé de ella... Solo si es necesario, claro.

Malfoy asintió también, con una media sonrisa en su rostro.

-Solo si es necesario -repitió.

La mañana del viernes amaneció gris. El cielo anunciaba lluvia, y el viento frío golpeaba fuerte. Mientras los alumnos de Hogwarts se dirigían a las primeras clases de la mañana, luego de un día de receso, todo parecía anunciar que sería un día pesado. Ron y Hermione iban juntos a la clase de Historia de la Magia, hablando poco. Ella lucía apagada y distante, y él apenas la había visto un rato la noche anterior, durante la cena. Se sentía extraño estar en su presencia. El resto del colegio había perdido el interés en ella: habían pasado de llamarla la puta Granger a tratarla como una superviviente trágica y heroica, y luego a dejar de hablar de ella del todo; esto último tomando lugar esa mañana.

Sin embargo, Hermione tenía que admitir que esta era su opción predilecta. No sabía si esta nueva fase se debiera a que el tema de Montague y el hundimiento del barco de Durmstrang eran más importante para los alumnos, o si simplemente se habían cansado de hablar de ella, pero se sintió muy bien caminar por los corredores sin atraer las miradas y los murmullos de todo el mundo.

-¿Estás terminando conmigo? -preguntó Verity, mientras tanto, en un lugar muy distante.

Harry y ella estaban sentados juntos a la mesa del comedor de la residencia, desayunando. Había dos tazas de té ante ellos y bollos de manteca.

-Lo siento, Verity… Quisiera que esto fuera distinto, de verdad.

Harry se preguntó si la chica se disgustaría con él, o si lloraría. Pero la reacción de Verity lo dejó completamente desconcertado: Ella sonrió, con la misma mueca burlona y tierna que le había puesto el día anterior en la calle.

-Sí, supongo que podría haber sido mejor de otra forma -dijo ella-. Por ejemplo, si nos hubiéramos conocido en Hogwarts, ambos con un futuro mágico y brillante por delante. Pero no fue así para mí.

Se sintió terrible. Seguía sin entender la sonrisa de Verity, pero pensó que podría deberse a los nervios, hasta que ella dijo:

-El relax no te ha durado mucho, ¿verdad?

-¿A qué te refieres?

-Sigues con lo mismo, Harry… Siempre tenso, viviendo tu vida en medio de un drama…

Harry recordó a Pansy de golpe. Ella le había dicho algo parecido, aunque a los gritos, en el arbusto de Hogsmeade: "¡Toda tu vida es un puto drama!"

-Supongo que tienes razón -dijo él entonces-. No quería que esto fuera dramático también…

-Y no lo es -dijo Verity, revolviendo su té y mirándolo fijo bajo sus largas pestañas-. Harry, te conozco hace menos de una semana. Es muy exagerado que pienses que "estás terminando conmigo". No hay nada que terminar. Relájate. Solo estábamos pasando el rato, nada más. Siempre supe que tarde o temprano seguirías adelante con tu vida; ya fuera hoy, mañana, o el lunes. Eres Harry Potter. No me estaba haciendo una película mental donde nos casábamos y vivíamos juntos hasta envejecer, ni nada por el estilo. Era obvio que ibas a querer terminar tu educación mágica y hacer cosas grandiosas. Cualquiera que sepa un mínimo sobre ti sabe que estás destinado a cosas grandes, no a trabajar de heladero.

Harry sintió un frío que recorrió toda su espalda. Porque las palabras de Verity despertaban una inseguridad real en él: ¿Quería hacer cosas grandes? ¿Quería una vida que no fuera simple y fácil, como la de un heladero? La noche anterior había estado muy seguro, pero ahora que ponía en palabras sus pensamientos había algo muy tentador en la idea de una vida simple, junto a Verity…

Pero ya era tarde. Ya había tomado la decisión.

Verity lo miraba fijamente mientras tomaba su té.

-No te preocupes, Harry. Para mí no es nada grave ni terrible. Me pone feliz que vayas a intentar regresar a Hogwarts y a seguir con tu vida allí… ¿Tienes un plan?

-Sí… Tengo la idea de un plan.

-Es mejor que nada.

-Así que quizás deba irme de aquí…

-Pero dudo que eso sea parte de tu plan para regresar a Hogwarts.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque eso también es obvio, Harry -dijo Verity, y le pasó un bollo por encima de la mesa, que él tomó-. Estás tan tenso y nervioso por todo, que tomaste la decisión de empezar por lo más difícil: "romper conmigo". Cuanto antes. Para no lastimarme, o algo así. Porque eres muy noble y heroico -dijo todo eso mientras comía un bollo ella misma, con tranquilidad-. Pero no sabes a dónde irás si te vas de esta residencia, ni cómo conseguirás oro para sobrevivir hasta que logres tu propósito de volver a Hogwarts, sin tener más el empleo con Florean.

Harry no dijo nada, porque Verity tenía absolutamente toda la razón. De hecho, el pensamiento de Harry había ido exactamente en ese orden, y por todos los motivos exactos que ella mencionaba.

-Déjame ahorrarte el sufrimiento, Harry -dijo ella entonces-. Seremos amigos, nada más. No tendremos más nada sexual. Yo soy consciente a partir de este momento de que lo que pasó entre nosotros no es ni será nunca nada. Pero no te vayas de aquí, por favor. No dejes tu empleo. Hasta que logres tu cometido, al menos. Hasta que logres regresar a Hogwarts. De esa forma, te ahorrarás estar en la calle, sin tener dónde ir, únicamente por no querer volver a verme, pensando que eso me hará daño o me generará falsas esperanzas.

"Ya soy grande, Harry. Tengo diecisiete años. No me causará ningún daño verte en la heladería y luego aquí. Seremos amigos. Te ayudaré a lograr tus planes, como amiga. A que consigas tu propósito de regresar a Hogwarts. Y ya no habrá más nada entre nosotros. Y, por favor, relájate. Las cosas no tienen por qué ser terribles ni dramáticas siempre. Las cosas se hablan y listo. ¿Amigos?

Extendió su mano hacia él, que se la estrechó con una sonrisa. Verity era verdaderamente maravillosa. Era como si algún ser omnipotente le hubiese puesto delante, en su momento de mayor necesidad, a la persona perfecta con la que estar esos días. Alguien que no se hacía problemas por nada, que no se enojaba, que no se ponía triste, y que le ofrecía todas las soluciones a todos sus problemas.

-Gracias por todo, Verity -le dijo, sin saber cómo expresar su gratitud hacia ella de una forma que le hiciera honor a todo eso.

-De nada, Harry. No estoy haciendo mucho, si lo piensas -dijo ella, dándole otro sorbo a su té. -Solo eres un chico famoso que vi en la heladería y con quien pensé en conversar para pasar el rato.

-Pues yo siento que sí has hecho mucho por mí, mucho más de lo que merezco.

Ella revoleó los ojos, y Harry asintió.

-Sí, sí, tienes razón… Me puse "dramático" otra vez. Lo siento.

Ella lanzó otra de sus risitas.

Se hizo un silencio, durante el cual los dos se quedaron comiendo. Verity parecía reflexiva, y luego de unos instantes levantó su mirada y la clavó en él otra vez. Su cabello rubio corto caía unos centímetros por debajo de sus hombros sobre su suéter de lana rosa, el mismo que había llevado el día anterior.

Entonces, Verity preguntó:

-¿Estás enamorado de ella? -se quedó esperando unos instantes, y luego agregó: -¿…De Hermione?

Harry miró hacia abajo, sin saber qué responder.

-No tengo idea -admitió.

Se quedó pensativo, mientras oía a un pájaro que cantaba del otro lado de la ventana.

-Como te dije, leí su diario y eso me hizo sentirme así…

-Así de "sexópata" -bromeó ella, sonriendo de nuevo-. Ahí fue cuando te volviste el depravado de las duchas, lo sé. Pero digo, ella se apareció el otro día corriendo a salvarte, viniendo desde Escocia, cuando pensó que corrías peligro. Imagino que entonces sentirá algo por ti.

-Tampoco tengo idea… -dijo él, encogiéndose de hombros y negando con la cabeza-. Hermione es un gran misterio para mí… Hace una semana, creía que estaba enamorada de Malfoy. Todo su diario estaba dedicado a él, de hecho. Aunque yo no lo sabía al principio. Pero luego, la otra noche, cuando vino… Creo que él la ha decepcionado, y ahora piensa distinto.

-Las chicas somos así, Harry -dijo Verity, apretando los labios-. Sobre todo las más chicas. Primero nos sentimos atraídas por los "chicos malos", porque pensamos que son tan hot y que sus actitudes malas son tan cool… Pero luego, cuando nos damos el golpe en la cabeza con uno de ellos, ya no pensamos así. A partir de entonces, empezamos a buscar a los chicos buenos. Es ahí cuando entendemos qué es lo que de verdad nos conviene. Hermione acaba de hacer el clic en su cabeza. Acaba de descubrirlo. Es ahora cuando vendrá por ti.

-¿Tú crees?

-Ya vino, de hecho. Así que, si sientes algo por ella, este es el momento -dijo Verity-. Ahora es cuando podrás ganártela.

Harry pensó en su conversación con la madre de Hermione, y en su nuevo plan de tratar de regresar a Hogwarts, de esforzarse tanto como fuera posible en ello. Entonces alzó la mirada hacia Verity y trató de identificar alguna clase de tristeza en ella, o de decepción. Pero, si la sentía, la adolescente la estaba escondiendo muy bien.

-Yo he pensado en una buena idea para que vuelvas a Hogwarts, ¿sabes? -dijo Verity entonces, y Harry se acomodó en el asiento, escuchando con atención-. Tú me has dicho que la chica que estaba en la ducha… ¿cómo se llamaba…?

-Katie. Katie Bell.

-Sí, ella… Me has dicho que no tuvo tantos problemas con lo ocurrido, ¿verdad?

-No, por suerte. No quiso reclamar ante el Ministerio. Hasta le pidió a Dumbledore que no me expulse.

-Pues, si ella declara a favor tuyo, Harry… Me refiero a una verdadera declaración, limpiando tu nombre por completo… Entonces quizás te permitan regresar.

Harry quedó pasmado. Tenía que admitir que la idea de Verity era mucho mejor que la suya, que consistía simplemente en ir al despacho de Dumbledore y rogarle que lo dejara regresar, argumentando que necesitaba completar su educación mágica, y nada más.

-Es una gran idea, Verity. La verdad es que… no sé por qué no lo pensé antes. ¿Crees que debería escribirle a Katie?

-Déjame ayudarte a redactar la carta. Aunque se haya mostrado tan comprensiva con la situación, no sabemos qué tanto podría estar molesta contigo por lo ocurrido, o qué tan dispuesta podría estar a ayudarte. Debemos redactarla con mucho tacto…

La chica consultó el reloj que colgaba de la pared tras Harry.

-Se hace la hora de trabajar, pero te ayudaré a escribir la carta allí. Vamos.

Se pusieron de pie, limpiaron las cosas del desayuno y marcharon hacia el Callejón Diagon.

A media mañana, McGonagall llamó a Hermione para hablar en privado. Justo cuando empezaba a sentirse mejor…

Se preparó para otro discurso de empoderamiento femenino…

-¿Cómo estás, Hermione?

-Bien -mintió ella. Se quedó de pie enfrente a su escritorio en vez de tomar asiento, lo que esperó que enviara el sutil mensaje de que no quería estar allí.

-El auror encargado del caso, Kingsley Shacklebolt, dice que está sobre la pista -le dijo ella, que revolvía una taza de té lentamente mientras la examinaba con la mirada, como esperando encontrar en su rostro indicios de cómo estaba evolucionando Hermione de alguna grave enfermedad mental-. Es de los mejores aurores que hay, tengo esperanzas de que logre encontrar a tus atacantes. Si lo hace, tendrás que ir con él para reconocerlos y testificar en su contra. ¿Crees que puedas hacerlo?

-Sí -dijo ella, rápidamente. Pensó en decirle también "y no son mis atacantes, no son nada mío". Pero no se lo dijo.

La profesora asintió.

-Me alegra saberlo, Hermione. Luego de eso, el Wizengamot tendría que pronunciarse al respecto, lo que podría tardar semanas. Pero, si todo sale bien, sería la última instancia y entonces sí tendrían una condena de al menos quince o veinte años, si hacen cumplir la ley mágica.

A Hermione no le interesaba eso. Claro que esperaba que los atraparan e hicieran algo al respecto, pero si la profesora pensaba que hablarle del tema la iba a hacer sentir mejor, cuando aún ni siquiera los habían capturado, estaba equivocada. Y todo porque el auror había dicho que "estaba sobre la pista"…

-Quinces o veinte años… -repitió Hermione, pensativa, mirando al suelo ahora-. Profesora, ¿puedo preguntarle algo?

-Sí, claro, Hermione.

-¿Podrían permitirle a Harry regresar a Hogwarts… por favor?

La pregunta descolocó a la profesora, que alzó mucho las cejas con sorpresa.

-Hermione, sabes bien que Potter ha sido expulsado por un acto de agresión sexual que también es profundamente deplorable. Ha tenido suerte de que Katie no levantara cargos legales en su contra, pero aun así…

-Harry no ha violado a nadie -dijo ella entonces, nerviosa. No solía enfrentar a sus profesores, y le costó mucho esfuerzo hacerlo. -Yo podría dar un testimonio favorable de él ante el director… He sido su amiga, mujer, durante años. Puedo dar fe de que él no es un violador… Solo fue un hecho aislado.

McGonagall no se mostró nada de acuerdo con ella.

-Las agresiones sexuales no son hechos aislados, señorita Granger -dijo, y Hermione no pudo evitar notar el cambio de registro de la directora, llamándola ahora por su apellido, mucho más seria-. Son agresiones sexuales. Lamento que usted misma, luego de lo que ha vivido, no sea capaz de entenderlo.

Hermione se quedó seria y resentida, evitando su mirada.

-Y una cosa más -añadió la subdirectora-. He tenido una conversación con su madre, señorita Granger.

-¿Mi madre?

-Sí, y me pidió encarecidamente que la escuela refuerce sus políticas sexuales para impedir que estas cosas pasen bajo nuestro techo. Su propia madre, señorita Granger, estaba muy preocupada por las experiencias que las jovencitas estén viviendo mientras estudian aquí. Y uno de sus pedidos, me atrevería a decir que el más importante para ella, fue que Harry Potter no fuera admitido de regreso.

Hermione apretó los puños y se mordió los labios. Entonces clavó sus ojos en los de McGonagall, lanzando chispas.

-Mi madre no tiene idea de lo que dice -dijo entonces, subiendo el tono de voz. Y, justo cuando McGonagall iba a contestar, añadió: -Todos actúan como si Harry fuera un vulgar pervertido y olvidan que él nos salvó a todos de que el Innombrable regresara con la Piedra Filosofal. Olvidan que él salvó a Ginny de morir en la Cámara Secreta, salvando así también al colegio entero y a todos nosotros… La gente de esta escuela tiene una gigantesca capacidad para olvidar las cosas que han ocurrido hace más de una semana. Eso me tranquiliza un poco, de hecho, porque significa que dentro de una semana quizás usted olvide también esta conversación, y la conversación con mi madre, y Dumbledore olvidará por qué expulsó a Harry, y seguramente entonces le permitirán regresar. Eso si seguimos el modelo de comportamiento que todos están teniendo por aquí, al menos. Ahora si me disculpa, profesora, creo que será mejor que regrese a clases. A menos que quiera expulsarme a mí también por decir la verdad, algo que seguramente empezarán a implementar dentro de poco.

Y se marchó del despacho antes de que McGongall fuera capaz de siquiera procesar todas las palabras que la chica le había escupido encima en solo veinte segundos.

A la hora de la cena, Hermione entró al Gran Salón hecha una furia y fue directo a donde estaba Ron en la mesa de Gryffindor con una cara que inspiraba miedo. El chico, que estaba comiendo a toda velocidad unos buñuelos de carne, casi se atragantó al verla así.

-¿Qué ocurre? -le preguntó, nervioso-. ¿Alguien más ha muerto? ¿Algo le pasó al carruaje de Beauxbatons? ¿Mis hermanos están bien?

-Todo eso está bien, que yo sepa.

-Menos mal… Todo está tan loco últimamente…

-Ron, quiero que me ayudes a distribuir esto por todo el castillo -dijo Hermione, y abrió ante él una caja llena de unas insignias plateadas en las que se leían las siglas S.E.M.E.N.

-Oh, no… -dijo Ron, abriendo mucho los ojos-. No de nuevo… ¿Semen?

-¡No se dice "semen"! -protestó ella de inmediato-. Se pronuncia S.E.M.E.N.

-¿Y significa…?

-Significa "Sociedad de Empoderamiento Masculino Enfocada en Negligencias".

Ron se atragantó de nuevo.

-Jamás lograrás que alguien compre una de esas, Hermione. Has perdido totalmente la cabeza.

-No perdí la cabeza -le dijo ella con calma-. Mi cabeza funciona con más claridad que nunca. Es esta escuela la que está perdiendo la cabeza, y voy a cambiarlo. Voy a hacer que traigan a Harry de regreso.

-No vas a lograr eso, Hermione…

-Yo creo que sí. Como una víctima de violación yo misma, creo que mi palabra será tenida en cuenta. Voy a lograr que la gente deje de decir que Harry es un violador cuando no lo es. ¡Tenemos que lograr que lo acepten de vuelta! ¡No podemos seguir estudiando en una escuela que se maneja con una doble moral, permitiendo que todos sus alumnos se emborrachen, tengan sexo y destruyan el barco de una escuela invitada, casi matándose todos allí; pero expulsando a uno por espiar a una chica en la ducha, lo que es un delito mucho menor, escusándose en una falsa bandera de feminismo!

Ron no parecía haber entendido nada, pero asintió, mientras comía pan mojado en salsa ahora.

-Mighra, si se trata de traer a Haggy de vuelta, yo me sumo a tu semen -le dijo entonces, con toda la boca llena-. Dame algunas de estas. Juntemos firmas. Si convenzo a Fleur, tendremos las firmas de todas las chicas de Beauxbatons pidiendo el regreso de Harry. Dumbledore no podrá ignorar los deseos de una escuela entera de mujeres. Si quiere llamarse "feminista", tendrá que cumplir sus demandas.

Y Hermione observó, boquiabierta, cómo Ron tomaba un buen manojo de insignias y se las guardaba en su mochila, decidido.

-Vaya, Ron… Me impresionas -dijo Hermione, sin dejar de mirarlo así.

-Siempre el tonito de sorpresa… -dijo él, sirviéndose más comida-. Pero déjame terminar de comer primero. Estoy famélico.

Esa noche, Katie Bell estaba en su dormitorio, sola. Miraba hacia el techo, pensativa. El día anterior había tardado horas en que se le pasara el efecto de la resaca y pudiera volver a pensar con claridad.

Había hecho tantas locuras en ese barco… Y aún así, nada la ayudaba a seguir adelante.

¿Cómo haría para sobrevivir a una vida sin Harry? Ese año ya era lo suficientemente duro sin el equipo de Quidditch, pero ahora tampoco podía ver a su gran Harry Potter en los pasillos, en las aulas…

Era terrible. Era tan malo que estaba empezando a considerar seriamente dejar el colegio.

¿Cuál era el sentido en seguir allí sin él? Él había sido el que había alimentado sus fantasías durante todos esos años, el que había provocado en ella las ganas de ir a cada clase, esperando el siguiente entrenamiento, el siguiente partido de Quidditch…

En ese momento, vio un ave blanca golpeando su ventana con el pico, y se incorporó en la cama de súbito.

Era imposible.

¿Hedwig?

Claro que reconocería a la lechuza de Harry a diez kilómetros de distancia. Siendo la mejor Potterhead que había, Katie sabía todo sobre ella: Hedwig era una lechuza nevada hembra, de ojos ambarinos, comprada por Hagrid en El Emporio de las Lechuzas, del Callejón Diagon, como un regalo para el undécimo cumpleaños de Harry, en 1991. Una curiosidad que estaba segura de que solo ella sabía era que Harry la había nombrado así porque encontró el nombre en el libro Una Historia de la Magia, de primer año. Estaba segura de eso porque ella misma había encontrado el nombre de la lechuza en ese libro, cuando estaba en segundo año, y entonces lo dedujo...

Volvió a la realidad.

¿Esto era un sueño? ¿Harry le había escrito una carta a ella?

Estaba tan nerviosa que no podía abrir la ventana… le temblaban las manos.

Katie finalmente consiguió abrirla, y Hedwig entró. Lucía molesta por haber tenido que esperar tanto.

-Esto no es real… -dijo Katie en voz alta, mientras tomaba la carta del ave.

Tardó más de quince minutos en abrirla, un tiempo durante el cual lloró, gritó, caminó por toda la habitación y olfateó el pergamino cuidadosamente, tratando de captar las esencias de Harry de él.

Finalmente, la abrió y leyó el contenido:

Querida Katie,

No hemos tenido la oportunidad de hablar luego de lo ocurrido. Quería hacerte llegar mis disculpas por lo ocurrido. Sé que pensarás lo peor de mí, y lo entiendo, pero quería que supieras que siento muchísimo haber sido tan inmaduro y tonto para hacer lo que hice, y que entenderé si nunca más quieres volver a verme o hablarme.

Agradezco mucho lo que dijiste en el despacho de Dumbledore, sobre que no querías que me expulse del colegio. Y, si aún piensas así, quería pedirte un favor: que consideres ayudarme a que me admitan de vuelta. Sí, sé que no merezco tu ayuda. Sé que soy yo el que está en deuda contigo, y lo estaré ya sea que quieras o no hacerlo.

Pero, si por casualidad estás dispuesta, creo que eres la única persona que podría convencer a Dumbledore de que me deje volver. Si quieres ayudarme, escríbeme de regreso y podemos encontrarnos personalmente para hablar. No quiero meterte en problemas, así que yo mismo iré a Hogwarts de encubierto para verte. Podríamos encontrarnos en las lindes del Bosque Prohibido, por ejemplo.

Si no quieres, lo entiendo perfectamente y, de nuevo, te envío mis más sinceras disculpas y espero poder crecer como persona para nunca más hacer algo así. Y te deseo lo mejor en todo.

Un saludo,

Harry

Pasaron varios segundos en donde solo se oía el ulular de Hedwig, que parecía estar pidiéndole ayuda también, como si Harry la hubiera hecho rogarle a Katie a base de mordiscos y chillidos agudos.

Entonces, Katie se aplastó la carta contra el pecho y cayó hacia atrás en su cama, con apariencia de acabar de desmayarse.

Hermione caminaba por el pasillo del séptimo piso, sola. Regresaba rumbo a la sala común de Gryffindor luego de haber estado en la biblioteca organizando sus insignias de la S.E.M.E.N. El cielo ya estaba muy oscuro y las luces de las velas parpadeaban con la corriente de aire que circulaba por los corredores. No había nadie más allí. El pasillo estaba desierto…

Sintió una presencia. Se volvió sobre el hombro y no pudo evitar sentir un escalofrío. Tuvo una sensación que, por algún motivo, le recordó al terror que había vivido en el Callejón Knockturn.

¿Ahora empezaría a pasarle eso cuando caminara sola por lugares desiertos donde no había nadie, en la noche…? ¿Empezaría a sentir ese miedo, como si algo terrible estuviera por pasarle…?

Cerró los ojos, detenida en medio del pasillo, sin oír nada más que el profundo silencio a su alrededor. Trató de calmarse.

Ya no estás sola en un callejón oscuro, se dijo a sí misma. Estás en un castillo repleto de gente… de gente que no sirve para nada y que ya se habrán ido a sus salas comunes, porque es tarde… Pero hay profesores… aunque nunca intervienen en nada.

Esos pensamientos no ayudaban. Esperó a que se normalizara el ritmo de su respiración, y entonces abrió los ojos.

Ahogó un grito.

Draco Malfoy estaba justo delante de ella, a solo centímetros de distancia, y la miraba fijamente con la expresión más enferma y psicópata que le hubiera visto nunca.