Capítulo 27. Coactus Labia

-¿Qué quieres? -preguntó Hermione, dando un paso hacia atrás mientras miraba a Malfoy con sus ojos muy abiertos en una expresión de pánico.

-Hola, Hermione -dijo él, esbozándole una sonrisa.

Ella se puso nerviosa. Tenía una sensación horrible en el pecho, y lo único que quería era alejarse de él.

-¿Podemos hablar un segundo? -preguntó él, suavizando su mirada.

-No lo creo.

Hermione trató de pasar por su lado, pero Malfoy se corrió a un lado para cerrarle el paso.

-Déjame pasar -dijo ella, sacando su varita de su bolsillo de inmediato.

Esta vez no demoraría en actuar. Si percibía peligro, atacaría.

-Las cosas no quedaron bien entre nosotros -dijo Malfoy entonces, clavando el azul de sus ojos en ella.

Hermione quedó boquiabierta.

-¿Estás jodiéndome? ¿Qué no quedaron…? Déjame pasar.

Pero él volvió a cerrarle el paso.

-Solo quiero decirte una cosa y no volveré a molestarte. No volverás a saber de mí.

Ella se detuvo, entornando los ojos.

-¿Y qué es eso que tanto quieres decirme? -le preguntó, aferrando su varita con fuerza, lista para usarla de ser necesario.

Malfoy apartó la mirada y la dirigió a la ventana más cercana. Sus ojos brillaron con lágrimas, lo que hizo que Hermione bajara ligeramente la guardia, frunciendo el ceño.

-Esto no era lo que yo quería…

Las lágrimas que cayeron por la cara de Malfoy eran tan auténticas que el corazón de Hermione se detuvo. Se notaba que él sentía verdadero sufrimiento. El chico negó con la cabeza lentamente, sin mirarla a ella de forma directa.

-No quería perderte… -dijo entonces, con la voz suave.

Una imagen acudió de inmediato a la mente de Hermione: El recuerdo del último día que había estado con él, en su dormitorio de Slytherin. Había algo que siempre le había quedado grabado de ese encuentro, desde entonces…

Recordaba la forma en la que Malfoy se había lanzado a besarla luego de que le dio los mil Galleons. Recordaba la tristeza en su rostro, que ella había asociado a su elfo doméstico, pero que en realidad no se debía a eso… Recordaba las lágrimas que él había derramado en ese momento, las mismas que estaba viéndole en la cara ahora mismo, en este preciso momento… Y recordaba una frase que creyó que su mente había inventado: "Lo siento tanto…". Esa frase había tomado todo un nuevo significado más adelante, luego de lo ocurrido.

-Tú sabías que me ibas a perder -le dijo Hermione entonces, en el presente, con un susurro muy bajo. Las lágrimas también acudieron a los ojos de ella, de súbito, sin poder contenerlas. -Lo sabías perfectamente, y aun así… ¿Por qué…? ¿Por qué lo hiciste?

Él no contestó enseguida. Lloraba en silencio con la cabeza gacha, con su rubio cabello cayéndole por la frente. Hermione vio que tenía ojeras. Su rostro lucía demacrado, como si hubiera estado días enteros llorando.

-No fue cierto cuando te dije que me repugnabas… Claro que no era cierto… Yo… yo te amo.

Malfoy dijo esas últimas palabras en medio de una crisis nerviosa, con las lágrimas cayendo por su mentón hacia el frío suelo del pasillo del séptimo piso. Hermione lo observó boquiabierta, con su varita ahora caída, y con lágrimas propias rodando por sus mejillas.

-Pero era cierto que me usaste -le dijo, hablando en susurros-. Era cierto que solo querías tener sexo conmigo para que me enamorara de ti y te consiguiera los mil Galleons de Harry… Fue así al principio, ¿no es así? Por eso tu interés en mí… Si te enamoraste, no fue sino hasta después… Hasta que…

-Hasta que estuvimos juntos -dijo él, asintiendo lentamente-. Ahí empezó a pasarme, de verdad…

-Debería sentir asco por ti -dijo ella, temblando-. Debería ser yo la que te dijera que me repugnas, por haberme usado… Pero no puedo.

Ante estas últimas palabras, Malfoy alzó la mirada con una pequeña luz de esperanza en su rostro.

-¿No… no puedes…?

Ella lo miró a los ojos, seria.

-No, no puedo reclamarte que hayas querido usarme en un plan para echar a Harry de Hogwarts… porque ese eres tú. Ese es Draco Malfoy, eso es lo que haces… Eso es lo que siempre me volvió loca de ti, que fueras "el chico malo"…

Malfoy la miraba con su corazón palpitando a toda velocidad y con su alma reingresando lentamente en su cuerpo, con esa pequeña esperanza que Hermione había hecho nacer en él… Pero ella se encargó de asesinar esas esperanzas rápidamente:

-Lo que nunca podré perdonarte, y el motivo por el que no volveré a hablar contigo nunca, es que hayas seguido adelante con tu plan… Si te enamoraste de mí, entonces, ¿por qué…? ¿Por qué no lo abandonaste…? ¿Por qué tuviste que seguir adelante…? -las lágrimas caían de los ojos de Hermione-. ¿Por qué no pudiste dejar ese plan tan estúpido atrás y quedarte conmigo? ¿Por qué tu tonto plan tenía que ser más importante que yo…?

Malfoy se llevó ambas manos a la cabeza. Parecía desesperado y enfermo.

-Porque soy malo, Hermione… Soy una mala persona, y sé que no te merezco… -empezó a agitar la cabeza rápidamente, con su cabello rubio despeinado y sus ojos muy abiertos. Lucía al borde del colapso. -Encontré este hermoso tesoro que alguien como yo no puede tener… Y no fui capaz de aceptar que no puedo tenerlo… No fui capaz de aceptar que eres demasiado buena para alguien como yo… Y ahora es tarde… Ahora te necesito, y no puedo sacarte de mi cabeza… Necesito sacarte de mi cabeza…

Cerró los ojos con fuerza y derramó más lágrimas. Su estado era deplorable. Su sufrimiento se veía auténtico y terrible.

-Solo eres malo porque eliges serlo -dijo ella, negando con su cabeza-. Eso es precisamente lo que digo… Pudiste tomar otra decisión, pudiste hacer las cosas de una forma distinta.

-No… No podía, Hermione…

-¡Claro que podías!

-¡No, no podía…! -insistió él, con los labios temblando-. Hice un Juramento Inquebrantable… a Montague…

Hermione quedó paralizada. Su rostro quedó pálido.

-Antes de empezar mi plan, le juré que jamás tendría una relación contigo… -dijo Malfoy, en un susurro demente, con los ojos brillando y perdidos en la nada misma-. Le juré… que tú y yo no seríamos nada. Que terminaría mi plan de que echen a Harry… que no me arrepentiría.

-¿Por qué hiciste eso? -susurró Hermione con un hilo de voz.

-Él dijo… dijo que si me acostaba contigo corría el riesgo de enamorarme… Y quería asegurarse de que eso no pasaría… Y yo jamás creí que pasaría, así que lo juré…

Hermione se llevó ambas manos a la boca, con horror. Y entonces abrió grandes los ojos y cambió su expresión. Ahora miraba a Malfoy con mucho miedo, un miedo que se reflejó en sus ojos mientras daba otro paso atrás, alejándose de él.

-Tú… -dijo entonces la chica-. Tú… Montague…

Malfoy negaba lentamente con la cabeza.

-Lo hice por ti, Hermione…

-¡NO! -chilló ella, con nuevas lágrimas en sus ojos, pero unas lágrimas muy diferentes a las anteriores-. No te atrevas… a decir eso…

-Lo he asesinado para eliminar el Juramento Inquebrantable, para que desaparezca para siempre -dijo Malfoy, alzando la cabeza y mirándola de nuevo con esa misma expresión psicópata y perversa que le había visto al principio, cuando recién lo había encontrado en aquel pasillo-. Ahora ya no hay ninguna magia que nos impida estar juntos, Hermione… Ahora, tú y yo…

Malfoy sonrió, y su sonrisa fue tan enfermiza que a Hermione se le pusieron los bellos de la nuca de punta.

-Ahora podemos estar juntos -dijo Malfoy, en una voz que no parecía de él, una voz que sonó como un silbido agudo y escalofriante.

Hermione estaba inmóvil, mirándolo con horror, con su rostro blanco, paralizada.

-Eres un asesino -dijo ella, en un susurro ahogado-. Eres… ¿Qué has hecho…? Yo… -empezó a negar con la cabeza, lentamente-. …Yo voy a entregarte, Malfoy. Voy a decirle todo esto a Dumbledore… Eso es lo único que haré…

Malfoy cerró los ojos y sus hombros se relajaron, con desilusión. Su cabeza se inclinó hacia abajo, en una gran derrota.

-Nunca más te atrevas a decir que has hecho eso por mí… -susurró Hermione, cuyo rostro estaba poniéndose verde ahora, como si quisiera vomitar. Los nervios habían tomado posesión de cada célula de su cuerpo, y se sentía peor que nunca. -Adiós, Draco… No quiero que vuelvas a pensar en mí… No quiero… volver a verte.

Con una expresión de asco y horror en el rostro, y reprimiendo nuevas lágrimas de espanto, Hermione empezó a caminar hacia atrás, sin quitarle la mirada de encima. Luego de dar varios pasos, giró sobre sus talones y empezó a correr lejos de él, corriendo hacia el otro extremo del corredor como si su vida dependiera de ello.

Corriendo por su vida…

Malfoy abrió los ojos y alzó lentamente la mirada hacia ella, mientras veía su espalda alejándose de él rápidamente, al tiempo que metía su mano en el bolsillo de su túnica y cerraba sus pálidos dedos en su varita mágica…

-Esto no era lo que yo quería… -repitió el chico, apuntando su varita a la espalda de Hermione-. ¡DESMAIUS!

El maleficio golpeó a Hermione en la espalda, que tropezó y cayó hacia adelante, quedando boca abajo en el suelo.

Lentamente, Malfoy caminó por el desierto pasillo hasta llegar a ella. Se puso en cuclillas y cargó el cuerpo inconsciente de Hermione en brazos, sosteniéndola por debajo del cuello y las rodillas. Con mucho cuidado, la llevó en brazos por el corredor, mientras las lágrimas seguían cayendo por su serio rostro.

Se detuvo frente a un muro en blanco, que estaba justo delante del tapiz que le había comentado Snape. Entonces empezó a pasearse por delante del muro, mientras pensaba tres veces la misma frase:

Necesito un lugar para violar a Hermione… Necesito un lugar para violar a Hermione… Necesito un lugar para violar a Hermione…

Una puerta apareció mágicamente en el muro, y Malfoy la abrió con el hombro. Adentro, había una habitación llena de camas adoseladas, muy íntima, privada. Creada mediante magia para él, para Draco.

Entró con Hermione allí y apoyó su cuerpo inconsciente sobre una de las camas. Le quitó la varita del bolsillo a la chica y se la guardó en el suyo propio. Luego hizo aparecer unas cuerdas mediante magia y le ató las manos a la espalda firmemente. Hizo aparecer una cinta y se la colocó sobre los labios. Finalmente, usó nuevas cuerdas para atarla a los bordes de la cama.

Cuando todo estuvo listo, se marchó de la Sala Multipropósito, en busca de Snape.

La lluvia empezó a caer sobre la noche de Hogwarts, finalmente. En el dormitorio de las chicas, Katie Bell había empezado a masturbarse en la cama, pensando en Harry. Las otras chicas seguían abajo, en la sala común, así que estaba sola.

Ya le había respondido la carta, y había guardado la suya bajo la almohada.

En su fantasía mental, Harry la espiaba en las duchas del estadio de Quidditch con su enorme pene apuntando hacia su trasero, tal como había visto en esas fotografías gigantes…

Se acarició las tetas bajo la cama, pensando que eran las manos de Harry las que se las apretaban. Se acarició la vagina con los dedos mientras movía su pelvis contra la cama, pensando que Harry la espiaba allí también…

Harry, espiándola en todos lados. Deseándola. Deseando meterse en ella. Deseando cogérsela contra esa misma cama, besándola en los labios, penetrándola con su vigoroso pene…

Empezó a estremecerse producto del orgasmo. Sus dedos se metían a toda velocidad por su coño mientras su mente fantaseaba ahora con el encuentro que ella y Harry tendrían en las lindes del Bosque Prohibido… De pronto, en sus fantasías, Harry la besaba contra un árbol, sacaba su pene delante de ella y se masturbaba contra su cintura, diciéndole que la ansiaba locamente, que ansiaba su cuerpo…

Tuvo otro orgasmo. Pegó los labios a la amohada, moviendo la pelvis frenéticamente contra su mano y contra las sábanas, con sus dedos saliendo de su coño empapados en líquidos vaginales, y haciéndolos deslizarse por encima de su clítoris, en círculos, frotándolo y frotándolo…

-¡Aaaaahhhhhhhhggg! -con ese grito resonando por todo el baño, Fred expulsó un gas que sonó como un encantamiento Bombarda, y empezó a cagar sonoramente como no lo había hecho en años.

Estaba sentado en uno de los retretes de los baños de hombres de la sala común de Gryffindor.

-Por Merlín, huele a cadáver aquí -dijo Lee Jordan.

-¡Fred, ¿qué mierda has comido?! -preguntó George.

Estos dos estaban en la parte de los lavamanos, cepillándose los dientes.

-¡Será mejor que salgan de aquí, porque aquí viene otro! -gritó Fred, desde el interior del cubículo-. ¡Oh, por mi tía abuela Tessie, aquí está! ¡AAAAHHHHHHHHHHHH!

Se oyó un sonido explosivo que resonó por todo el baño, y varios chicos de Gryffindor que estaban allí salieron corriendo del baño, tapándose las narices y haciendo muecas de asco.

Finalmente, oyeron el ruido del agua corriendo y Fred salió del cubículo, limpiándose el sudor de la frente.

-Aún no me recupero de la borrachera del otro día, chicos -reveló, mientras se ponía a su lado en el largo lavamanos y se lavaba las manos rápidamente-. Es la primera vez que una resaca me dura dos días.

-Y habiendo terminado en la enfermería y todo -agregó George.

-Oigan, coge-hermanas -empezó Lee, pero Fred lo interrumpió lanzándole agua a la cara, molesto.

-¡Oye! -protestó Lee.

-¡Te dijimos que ya no nos llames así! -dijo George, también molesto.

-Pero eso son, ¿no? -dijo Lee-. Se han cogido a su hermana, por lo que son unos coge-hermanas. Es el término apropiado, lo siento. No es mi culpa si no quieren… ¡Ay, basta!

George lo había agarrado por las manos, inmovilizándoselas tras la espalda, mientras Fred lo amenazaba con el puño.

-¡De acuerdo, de acuerdo, ustedes ganan! ¡Ya no los llamaré así! ¡Suéltame, George!

Este obedeció. Lee juntó su cepillo de dientes y lo guardó en su estuche.

-Oigan, tenemos que organizar la fiesta de mañana. Ya falta solo un día.

-¡WOW! -dijo George, alzando ambas manos en el aire-. ¿A qué te refieres con "la fiesta de mañana"?

-Amigo, ¿estás loco? -dijo Fred-. Apenas sobrevivimos al hundimiento del barco de Durmstrang.

-Creo que es demasiado pronto -convino George.

Lee los miraba con decepción.

-¿Ustedes son los legendarios gemelos Weasley, reyes de la fiesta y especialistas en mujeres, o un par de putitas?

-Oye, no nos llames así.

-Es ofensivo para las trabajadoras sexuales que uses ese término.

-¿Ofensivo para…? -Lee negó con la cabeza, con la decepción impresa en su cara-. Amigos, lamento decirles esto, pero ya no los reconozco.

-¿De qué hablas? -preguntó Fred, con el ceño fruncido.

-Antes eran cool…

-¡Aún lo somos!

-¡Sí! ¡Somos muy cool!

-No lo creo -terció Lee-. Desde que su hermano ha empezado a cogerse a Fleur Delacour que ya no son como antes… han cambiado. ¿Saben lo que creo? Creo que eso fue un duro golpe para ustedes, y no se han recuperado. Ahora ya no quieren enfiestarse como antes, y les parece que dos noches de fiesta a la semana es "demasiado". Por favor…

-¡Pero es que casi muere medio colegio, amigo! -dijo Fred.

-Eso no es lo que habría dicho el Fred de antes -dijo Lee, dando un paso hacia él y apuntándolo con el dedo en el pecho-. El Fred de antes hubiera dicho: "¡Pues si casi muere medio colegio, significa que nadie ha muerto, y eso significa que A ROMPER LA NOCHE DEL SÁBADO, AMIGOS!"

Lee hizo un gesto con el pulgar y el dedo meñique mientras sacaba la lengua.

-¡Esos eran los verdaderos gemelos Weasley! -finalizó.

Fred y George quedaron conmovidos por sus palabras.

-Tiene razón, hermano -dijo George, mirando a su gemelo con una expresión de tristeza-. ¿Qué ha pasado con nosotros…?

-Ese estúpido de Ron no logrará eliminar nuestra esencia fiestera -dijo Fred, apretando los puños-. Lee, ¿cuánto crees que tardes en conseguir cinco barrilles de cerveza de mantequilla?

-¡ESOS SON MIS GEMELOS WEASLEY! -gritó él, saltando de felicidad y dándole un puñetazo al aire-. No se preocupen, tendré todo listo para mañana por la noche.

-No podemos romper la tradición -dijo George, asintiendo-. Las fiestas se harán todos los miércoles y todos los sábados, sin excepción, no importa cuántos barcos se tengan que hundir.

-Hasta que nos expulsen del colegio o nos dé un coma alcohólico -reafirmó Fred, con convicción.

-Bien, las bebidas no serán problema -dijo Lee, pensando a toda velocidad-. El único problema será el lugar.

-No podemos hacerla en la sala común de Hufflepuff, será muy obvio -dijo Fred, pensativo-. McGonagall de seguro enviará a alguien para patrullar esa zona.

-Tampoco podemos usar el barco de Durmstrang, porque quedó todo destruido y ahora sus alumnos duermen con nosotros en el castillo…

-¿Qué me dicen del carruaje de Beauxbatons? -preguntó George, con su cara iluminándose-. ¡Es el lugar perfecto!

-No, no lo es -Lee negó con la cabeza-. Dumbledore no dejará que todos abandonen el castillo otra vez. Luego de lo del miércoles, y siendo que mañana es sábado, el principal día de la semana según el criterio mundial para organizar fiestas, te aseguro que cerrará esas puertas del vestíbulo con todos los candados con los que cuente Hogwarts. Nadie podrá entrar ni salir.

-Lo que significa que tendremos que avisarles a las chicas de Beauxbatons que se hagan las tontas y vengan todas aquí antes del anochecer para no perderse de la fiesta -dijo Fred.

-¿Aquí a dónde? -preguntó Lee.

-¿No es obvio? -Fred les sonrió mientras tiraba una toalla de papel al tacho y caminaba hacia la salida del baño. Los otros dos lo siguieron, y el chico abrió la puerta con una reverencia muy elocuente.

Del otro lado, estaba la sala circular donde la mayoría de los alumnos de su casa pasaba el rato a esa hora, con sus velas encendidas en sus candelabros, sus alfombras y mullidos sofás. En ese momento, una enorme cantidad de alumnos charlaba en las mesas y sillas y en las butacas junto al fuego, algunos subiendo por las escaleras espiraladas hacia los dormitorios.

-Bienvenidos al lugar que será el anfitrión de la fiesta de mañana -dijo Fred, apuntando al espacioso salón con su mano, en un gran círculo-: La sala común de Gryffindor.

-Muy bien… -concentrado, Snape caminó en círculos en torno a la cama a la que estaba atada Hermione, reflexivo.

Ella seguía inconsciente y amarrada, aunque le habían quitado la cinta de los labios.

-El maleficio no es difícil, pero hay que saber hacerlo de forma correcta. Solo así producirá el efecto que deseas…

Snape se detuvo junto al cabezal de la cama. Cerró los ojos y apoyó su varita sobre la frente de Hermione. Entonces empezó a murmurar las mismas dos palabras muchas veces:

-Coactus Labia… Coactus Labia… Coactus Labia…

Una luz color rojo salió de su varita y empezó a penetrar por la frente de Hermione, metiéndose al interior de su cabeza. La luz se parecía a los pensamientos que los magos a veces metían a los pensaderos, a excepción de su color; pero su consistencia era similar, ni líquida ni sólida, sino algo en medio.

Con el ceño fruncido, Malfoy observaba la escena junto a la cama. Hermione parecía dormir pacíficamente, y su hermoso rostro estaba un poco inclinado de lado mientras se iluminaba con el rojizo resplandor de ese maleficio de magia negra…

Snape abrió los ojos y dejó de hablar. El silencio reinó en torno a ellos.

-Si lo he hecho bien, de lo cual no tengo ninguna duda, ya es toda tuya -anunció.

El profesor se apartó de la cama con una expresión extraña en el rostro, difícil de descifrar.

-¿Ya? -preguntó Malfoy, mirando a Hermione y luego a Snape, sorprendido de que hubiera sido tan rápido-. ¿Qué pasará ahora? Hermione… ¿será la de siempre? ¿Ha hecho algo con ella…?

-Granger será la misma sabelotodo insufrible que has conocido y de la que te has enamorado -dijo Snape con una mueca que denotaba desprecio, pero cambiando pronto su expresión a una más empática, mientras sus ojos se encontraban con los de Malfoy-. Lo único que esta maldición cambiará en ella es que eliminará cualquier pensamiento negativo que pudiera tener hacia ti y los cambiará por pensamientos muy positivos, que la alentarán a querer estar a tu lado… de una forma tan intensa que no podrá negarse a ellos. La magia que le he aplicado la obliga a pensar bien de ti, a pensar que eres el mejor hombre que conoce, aquel con el que quiere estar...

-¿Ha hecho que Hermione me ame?

-No. Esta maldición no genera amor. Pero no era necesario, porque ella ya sentía algo por ti. Lo que le impedía estar contigo era su consciencia, su moral, sus pensamientos… Y eso es sobre lo que actúa la maldición: su cabeza. Eso es lo que he modificado.

Malfoy asintió. Se quedaron en silencio un rato largo.

Entonces, Malfoy escudriñó con la mirada a Snape.

-Aquella mujer de la que me ha hablado, profesor… la mujer que el padre de Potter le robó…

Snape no dijo nada. Su mirada caía sobre Hermione, apagada.

-¿…Por qué no usó este maleficio con ella?

Snape tardó tanto en responder que Malfoy pensó que no lo haría. Pero entonces, cuando estaba por cambiarle de tema, el profesor dijo:

-Lily jamás me ha amado. Ella amaba a Potter… Aunque la hubiera forzado a eliminar los pensamientos negativos que tuviera por mí, no habría querido estar conmigo… La maldición solo puede modificar la cabeza de una bruja o un mago, sus pensamientos… pero no puede cambiar su corazón. De hecho, la única forma de romper esta maldición sería que Granger deje de sentir algo por ti… que se enamore de alguien más.

-Eso no va a pasar -dijo Malfoy, con firmeza, apretando sus puños-. Ella será mía y de nadie más.

Snape asintió. Entonces, sacó su varita de nuevo y extendió una mano hacia Malfoy. Este se la quedó mirando, con su rostro palideciendo lentamente.

-Teníamos un trato, Draco -dijo Snape con serenidad, observándolo fijamente-. Es tu turno de pagar el precio.

-No hay un testigo -dijo él, muy nervioso-. Tendríamos que conseguir un testigo primero, ¿no cree?

Snape sonrió.

-Creo que nuestra testigo acaba de despertar.

Malfoy se volvió hacia la cama, con los ojos muy abiertos, y pareció asustarse al ver que Hermione no solo había despertado sino que se había sentado en la cama, y lo miraba fijamente.

-Sus ojos… -empezó Malfoy, tartamudeando.

Los ojos de Hermione, que solían ser de un color marrón claro, se habían vuelto negros. En conjunto con la sonrisa con la que la chica lo miraba ahora, le otorgaba un aspecto que le dio miedo.

-Es normal -dijo Snape lentamente-. Cada tanto podrá ocurrir que se pongan así sus ojos… pero enseguida regresarán a la normalidad.

Malfoy asintió, aunque miraba a Hermione con el ceño fruncido, como si una parte de él estuviera arrepentida de lo que le habían hecho a la chica.

-Tu mano, Malfoy -pidió Snape, esta vez con la voz más firme.

Finalmente, Malfoy extendió la mano y tomó el antebrazo de Snape, preparándose para volver a pasar por aquello… Preparándose para pagar el precio que exigió Snape a cambio de su ayuda.

-Hermione, ¿tendrías la amabilidad de ser la testigo? -preguntó Snape.

-Claro, profesor -dijo Hermione, que no dejaba de sonreír con una cara que jamás había adoptado antes, con aspecto perverso y con esos ojos negros brillando con las velas que crepitaban en las paredes de la sala.

-Draco Malfoy -empezó Snape-, ¿juras que no te aprovecharás del nuevo estado en el que se encuentra Hermione Granger, obligándola a cometer actos que ella no quiera hacer en tu nombre o forzándola a una vida de infelicidad haciendo uso de su nuevo estado mental?

Malfoy reflexionó aquellas palabras. Esta vez no se tomó el juramento a la ligera, sino que consideró cada palabra que Snape acababa de pronunciar. Esta vez no se trataba de Montague. Sabía que nunca podría ganar un duelo contra Snape, así que tendría que obedecer sus mandatos sí o sí…

-Lo juro -dijo finalmente.

Snape prosiguió:

-¿Y juras que tratarás a Hermione Granger como sabes que ella habría querido ser tratada por ti antes de que yo le aplique esta maldición, respetando la forma en la que ella pensaba antes, sus gustos y preferencias y todo lo que conocías sobre ella previamente?

Malfoy respiró profundamente. Luego asintió con la cabeza, despacio.

-Lo juro.

-¿Y juras que jamás volverás a asesinar ni a cometer maleficios imperdonables, que renunciarás a la magia negra para siempre, que jamás te unirás a magos oscuros y que te mantendrás en el buen camino de la magia por el resto de tu vida?

Malfoy se quedó pasmado. Su rostro se volvió lentamente hacia Snape y ambos compartieron una mirada muy intensa. Hermione los observaba mientras tanto, en silencio. Los segundos que transcurrieron antes de que formulara su respuesta se sintieron pesadamente en el aire sobre ellos.

-Lo juro.

El lazo de luz que unía sus brazos se cerró con firmeza, envolviéndolos en un juramento eterno.

Snape retiró su varita y le soltó el brazo.

-Muy bien, entonces… -dijo en voz baja-. Recuerda tus palabras, Draco… Los dejaré solos para que disfruten de la reconciliación.

Snape hizo ondear su capa tras de sí mientras caminaba a pasos largos hacia la puerta. Sin decir una palabra más, se marchó de la Sala Multipropósito. La puerta se cerró con un clic.

Malfoy y Hermione quedaron solos.

-Draco… -dijo Hermione, dirigiéndose a él por primera vez. Este dio un respingo. Parecía temerle. Pero Hermione, cuyos ojos habían empezado a aclararse, le dirigió una sonrisita muy tierna. -¿Podrías quitarme estas cuerdas, por favor, amor? ¿O prefieres que me las deje puestas? Si te gusto más con ellas, puedo quedármelas. Lo que te haga más feliz, mi amor.

El corazón de Malfoy golpeaba rápidamente contra su pecho. Hermione no dejaba de sonreírle de esa forma sumisa, y sintió que su pene endurecía de a poco en sus pantalones…

-Claro que te las quitaré, mi amor -le dijo él, mirándola a los ojos-. Jamás debí ponértelas… Lo lamento mucho.

-No te preocupes -dijo Hermione con suavidad-. Todo lo que tú haces está bien para mí. No tienes por qué pedirme disculpas por nada, nunca.

Malfoy asintió. Entonces le quitó las cuerdas con las que le había atado las manos, y luego aquellas otras con las que la había atado a los bordes de la cama.

-¿Así está mejor?

Ella asintió, sin dejar de mirarlo fijamente con esos ojos que ahora se habían vuelto grises.

-Te extrañé mucho, Draco -susurró Hermione, y empezó a moverse en la cama-. Extrañaba tus besos, tus caricias… tu amor.

-Yo también te extrañé -dijo él, con sus ojos brillando, con nuevas lágrimas.

-Qué bueno que hayas matado a Montague, amor -dijo Hermione, y se puso en cuatro patas en la cama, moviendo sus rodillas sobre las sábanas mientras se arrastraba hacia él-. Qué bueno que ahora podamos estar juntos… Hazme el amor, Draco. Házmelo como tú quieras… Soy toda tuya… Puedes usar mi cuerpo como más prefieras… Quiero que te sientas libre conmigo, libre de hacer lo que sea conmigo…

Malfoy respiraba entrecortadamente. Se acercó a ella muy despacio, de pie junto a la cama, y empezó a acariciarle el rostro con la mano. Sin dejar de mirarlo fijo a los ojos, Hermione recibió su caricia.

Entonces, Malfoy se desabrochó el pantalón. La mirada de Hermione bajó hasta donde estaban las manos del chico, bajando la cremallera de su pantalón para luego bajárselos… El chico sacó su duro pene hacia afuera y Hermione extendió una mano para tocárselo.

Empezó a masturbarlo, y Malfoy cerró los ojos.

Sintió la lengua de Hermione sobre él. La chica le chupaba el pene llena de devoción, como si chupárselo de la forma más placentera posible fuera lo que más ansiaba en su vida.

Malfoy le acarició el cabello y empujó un poco su cabeza hacia él, provocando que su pene penetrara más adentro en su garganta…

Se acostó en la cama con ella. Empezaron a besarse en los labios. Le quitó la ropa. Le besó el cuello, el rostro, los pechos…

Le quitó el sostén. También el calzón. Le chupó el interior de sus muslos, le acarició el trasero y las piernas. Le abrió estas últimas con las manos para tener una visión total de su vagina depilada… Entonces se la empezó a chupar, pasando su lengua por sus labios vaginales…

Hermione ahora le acariciaba el cabello rubio a él. Malfoy le metió la lengua en el coño. La llenó de saliva en medio de la raja. Le provocó una succión con los labios sobre el clítoris, haciéndola gemir y gritar de placer…

Empezó a penetrarla, sosteniendo sus piernas en alto. La penetró con locura, desahogando ese deseo contenido dentro suyo por tantos días, por tanto tiempo… La embistió fuertemente contra la cama, haciendo que esta temblara… Su pene entraba en ella a toda velocidad, golpeándola hasta el fondo, abriéndole la vagina por completo, con un movimiento veloz, feroz.

Se abrazaron. Se besaron en los labios. Metió su lengua en ella. Se miraron a los ojos. Hermione le rodeó la cintura con sus piernas. Malfoy la penetró una y otra vez contra la cama, acariciándola y besándola locamente.

Todas sus fantasías hechas realidad. Todos sus deseos en sus manos. El calor de sus labios en los de él.

Sintió que llegaba al orgasmo y sacó su pene del interior de ella. Subió hasta su cara y apoyó ambas rodillas en torno a su cabeza, con su pene apuntando directo a la nariz de la chica.

Ella sacó la lengua, mientras lo miraba fijamente. Malfoy se corrió la piel del pene sobre el glande un par de veces y entonces su cuerpo se estremeció desde los pies hasta la cabeza. Su semen empezó a salpicar sobre la cara de Hermione. Le cayó sobre los párpados, la nariz, los labios, la frente y el flequillo.

Toda su cara quedó empapada de semen, y Hermione lo miró de forma provocativa mientras se llevaba las manos a la cara…

La chica apoyó sus dedos sobre su cara y luego los quitó, chorreando semen. Dirigió sus ojos hacia el líquido blancuzco que había ahora en ellos. Entonces, volvió a mirar a Malfoy fijamente a los ojos y se llevó los dedos a la boca, para chupárselos, para chupar el semen de Malfoy de ellos mientras lo miraba, sedienta de más…