Capítulo 28. La Hermione oscura

Hermione despertó la mañana del sábado y, al abrir sus ojos, estos eran marrones, como siempre. Sintió como si su cabeza fuera un torbellino que giraba sin control, en espiral, descendiendo vertiginosamente hacia algo oscuro y terrible, en medio de un vacío infernal…

Jamás había sentido algo así. Era como estar al borde de la locura, de pie junto al abismo, asomando la cabeza hacia abajo y viendo cómo la gravilla bajo sus zapatos se separaba del suelo y caía a un infinito precipicio que no parecía tener fin… El vértigo se apoderó de su mente. ¿Y si caía…? ¿Y si caía allí…?

Se sentó en la cama y la sensación de mareo disminuyó un poco, pero muy, muy lentamente… ¿Cuál era el problema con su cabeza? Sintió miedo. Mucho miedo… Le faltó el aire. Sintió que se asfixiaba…

Se llevó las manos a la cara y trató de serenarse. Pero sus pies resbalaron por el borde del abismo… y empezó a caer… Fue exactamente igual de vertiginoso que como lo había imaginado y que como lo había temido… El terror trepó por ella.

Sus ojos se abrieron como platos. Se aferró a los bordes de la cama. Su cabeza había caído al hoyo negro, a un vacío infinito, no tenía control… No tenía nada de control… La sensación era terrible. Sintió pánico. Sintió que moriría…

Cerró los ojos varios segundos, y se hizo el silencio.

Se quedó allí varios segundos, inmóvil, con las manos apoyadas en las sábanas…

La habitación estaba vacía y la calma reinaba en ella.

Abrió los ojos otra vez. Pero ahora, estaban completamente negros.

Se formó una sonrisa endiablada en su rostro. Parecía poseída. No era ella misma. No… era alguien más… era la Hermione oscura.

Se incorporó. Salió de la cama. Buscó ropa en su baúl.

Una camiseta rosa… Un pantalón azul… Medias con dibujos de corazones…

Arrojó todo a un lado, mientras seguía revolviendo. Había algo extraño en su mirada, y es que sus ojos ya no parecían pestañear. Sus labios estaban curvados en una permanente sonrisa macabra que causaba escalofríos…

Encontró un vestido negro. Lo sacó y se lo quedó mirando, analizándolo con la cabeza inclinada de lado, evaluándolo… Finalmente, tomó su varita y empezó a murmurar varias veces el encantamiento seccionador sobre la tela, provocándole rasguidos que le dieron al vestido un tono más rebelde. Además, usó el encantamiento para hacerlo más corto, terminando justo bajo el trasero en lugar de en las rodillas.

Su mente estaba distinta… Podía sentirlo… Era como si todo dentro de su cabeza hubiera sido revuelto, agitado descontroladamente, desordenado al cien por ciento…

Miró a la ropa que había quedado sobre el suelo, y no se sintió como ella misma. ¿Medias con dibujos de corazones? Esa no era ella… ¿O si era ella? Supuso que esa era ella… Pero ya no. Ya no se sentía así. No se sentía bien.

La Hermione oscura… era una Hermione diferente… Sus pensamientos eran diferentes, y no se sentía bien vivir como antes…

Con el vestido negro puesto, anduvo hasta el espejo de cuerpo completo de Parvati y se miró en él. Si se inclinaba un poco hacia adelante, la parte baja de sus glúteos quedaba visible, de tan corto que había quedado. Le gustó eso.

Apuntó su rostro con su varita y empezó a aplicarse maquillaje negro mediante magia. Conocía ese encantamiento de belleza, que convocaba el maquillaje directo desde su envase para aplicarlo con la varita en su rostro.

Se aplicó primer de ojos primero, sobre los párpados, para mantener por más tiempo el estilo. Luego aplicó sombra color negra en ellos y la esparció usando el encantamiento como si fuera una brocha difuminadora. Cambio luego el tipo de brocha del encantamiento, a una duo shadow, aplicando un tono distinto en la orilla del ojo. Cuando acabó, sus ojos llevaban un perfecto maquillado estilo smokey eyes, que le daba un efecto "ahumado" a sus ojos, totalmente en negro.

Luego se pintó los labios también de negro y volvió a buscar en su baúl. Quería algún collar o pulsera que hiciera juego, de algún estilo dark o gótico, pero no pudo encontrar nada. Decepcionada, cerró el baúl de golpe y volvió al espejo. Aun había algo que no la convencía en su nuevo aspecto… ¿Pero qué…?

Finalmente lo supo: ese color de cabello, color castaño claro, no iba bien con su nuevo maquillaje y con los demás tonos negros. Se apuntó con la varita y empezó a murmurar otro encantamiento de belleza del que había leído en un libro una vez, aunque nunca se había atrevido a intentarlo…

Todo su cabello se empezó a teñir de negro, hasta que quedó completamente de ese color. Cuando terminó, se quedó observando el efecto ante el espejo varios segundos.

Mejor, pensó, ampliando su sonrisa. Mucho mejor…

Aun así… Quizás…

Sí. Eso era. No era solo el color. Era el peinado. Ese cabello inflado e imposible de controlar era sencillamente asqueroso.

Empezó a aplicarse el encantamiento seccionador otra vez, provocando que mechas y más mechas de cabello, ahora negro azabache, cayeran a sus pies en el suelo. Se cortó el flequillo y se hizo un desmechado. Se alisó el flequillo mediante magia y se infló aun más la parte de la coronilla, en un peinado que era alto atrás y alisado adelante, y que recordaba a la clase de cosa que una mujer hubiera usado para asistir a un funeral.

-Ahora sí -susurró en voz alta, abriendo grandes sus ojos, que habían regresado a su tono marrón claro, mientras se miraba al espejo.

En ese momento, se abrió la puerta y Parvati entró al dormitorio junto a Lavender. Esta última llevaba un plato con roscas que se habían traído del desayuno. Al ver a Hermione, este se le cayó al piso con un golpe duro, destrozándose y lanzando las roscas rodando por el piso. Lavender miraba a Hermione boquiabierta. Tras ella, Parvati había abierto mucho los ojos y parecía al borde del desmayo.

-Hermione, estás… ¡Estás increíble! -exclamó Parvati, ensimismada.

-Estás preciosísima -dijo Lavender, negando lentamente con la cabeza, sin quitarle los ojos de encima.

-El estilo dark no es de mis favoritos, pero a ti te queda impresionante -agregó Parvati.

-Muchísimo mejor que tu peinado habitual, con todo ese… bueno, ya sabes, con ese poquito de frizz que tenía.

-¿Cómo cambiaste el color de tu cabello así? ¿Usaste tinturas? ¿Fue con magia? ¡Tienes que decirnos!

-Es una tontería, solo un viejo hechizo -dijo Hermione, haciendo desaparecer sus mechones de cabello del piso con una sacudida de varita y yendo a la mesa de luz para tomar un saco corto de color negro que había dejado allí apoyado, el cual se colocó sobre el vestido. -Luego les enseño. Bajaré a desayunar.

Se marchó de allí antes de que pudieran empezar a pedirle consejos de belleza. Pero no fue a desayunar. En cambio, enfiló directo hacia el despacho de McGonagall.

Mientras caminaba por la sala común y por los pasillos, atrajo las miradas de todo el mundo, sobre todo chicos. Las cabezas se volvían mientras ella pasaba caminando, pero ella no devolvió las miradas. Notó por el rabillo del ojo que algunos chicos inclinaban un poco la cabeza con disimulo, queriendo ver más allá por debajo de su vestido negro, que al ser tan corto dejaba ver parte de su trasero al ondear con el movimiento producido al caminar.

Su cabeza ya no giraba en torbellinos. Todo estaba estable, estable pero desordenado. Tenía que ordenarlo. No toleraba el desorden. Tenía que acomodar cada cosa en su lugar, guardar cada pensamiento cursi y tonto en un cajón y sacar todo lo que fuera negro y oscuro del ropero para ponérselo encima, porque esa era la nueva Hermione.

Supuso que siempre había coexistido todo eso, en su mente. Todo junto… Pero ahora las cosas estaban guardadas de otra forma. Ahora había cosas que ya no importaban, y otras en las que prefería pensar. Ahora no pensaba que muchas cosas estuvieran mal, y eso estaba bien. Seguía siendo ella, aún era Hermione. Pero las cosas en su mente estaban ordenadas diferente… y tenía que acomodarlas.

Malfoy estaba bien, pero Harry estaba mal… Matar a Montague había estado bien, porque había sido una muestra de amor. Eso estaba bien. Pero dañar su imagen ante todo el colegio y estar con otras chicas había estado mal, por eso Harry estaba mal. Había sido una muestra de cobardía y humillación, y de infidelidad, y por eso merecía haber sido expulsado.

Era hora de cambiar. Empezando por lo principal. Era hora de realizar el cambio más importante de todos…

Llegó resuelta hasta el despacho de McGonagall y llamó a la puerta. Cuando la profesora le abrió, también se quedó mirándola con asombro.

-Señorita Granger…

-Profesora, ¿podemos hablar?

La profesora se quedó con la boca entreabierta varios segundos, observando lo corto de su vestido fijamente, aparentemente queriendo encontrar argumentos para decirle que no podía vestirse así, rebuscando en su cerebro alguna norma de Hogwarts que le prohibiera a Hermione usar eso; pero sin poder encontrarla. Por supuesto, Hermione conocía todas las normas de Hogwarts de memoria y estaba segurísima de que ninguna regulaba lo largo de un vestido que quisiera usar durante el fin de semana. Solo de lunes a viernes estaban obligados a usar el uniforme del colegio. La profesora no tuvo más remedio que apartarse y dejarla pasar, sin pronunciar palabra. Pero su mirada permaneció completamente escandalizada.

-Necesito ver al profesor Dumbledore -dijo Hermione, mirándola fijamente a través de su nuevo maquillado smokey eyes.

-Sí, claro, se encuentra en su despacho, según entiendo -dijo ella, mirándola como si Hermione fuera una prostituta barata que le causaba mucho asco-. ¿Por qué motivo quiere verlo, Granger?

-Él dijo que podía hablar con él cuando quisiera, luego de lo que me ocurrió la otra noche.

McGonagall se quedó pensativa varios segundos antes de responder.

-¿Algo en lo que yo pueda ayudarla… como mujer?

-No lo creo -dijo Hermione de inmediato, sonriendo de esa forma extraña mientras la miraba con los ojos muy abiertos y sin pestañear. McGonagall cambió la forma en la que la miraba. Ahora, en lugar de asco, parecía que Hermione le producía pavor.

-Sí, claro, no hay ningún problema… -dijo lentamente, de forma dubitativa-. Entiendo que todo lo que le ha ocurrido la haya afectado, señorita Granger… que le haya ocasionado algún tipo de trastorno…

-En absoluto -dijo Hermione, que no dejó de sonreír ante esa sugerencia, pero endureció su mirada-. Quiero ver al profesor Dumbledore. Él dijo que…

-Sí, sí, dije que no hay problema -la profesora no ocultó el fastidio en su voz esta vez-. La contraseña de su despacho es "cucurucho de cucarachas". No puedo acompañarla, estoy ocupada.

Hermione asintió y se retiró de allí.

Cuando ingresó al despacho del director, este no estaba allí. Y a Hermione no pareció importarle. Como si no fuera Dumbledore su verdadero objetivo, enfiló directo hacia el lugar donde reposaba el Sombrero Seleccionador. Lo tomó en sus manos y luego de mirarlo fijamente con los ojos igual de abiertos que antes, y con su nueva sonrisa perversa, se lo colocó sobre su peinado nuevo.

Hola, Hermione, susurró el sombrero en su cabeza.

Hola, sombrero, pensó ella. Estaba buscándolo.

Si, puedo verlo aquí… dijo él, hablando en sus pensamientos, en el interior de su cabeza. Ha venido al lugar correcto, Granger… Había pasado mucho tiempo desde que había mirado el interior de esta cabeza, y definitivamente ha cambiado muchísimo…

Ella seguía sonriendo, mirando fijo hacia adelante, hacia la nada misma, como si estuviera en un trance.

En mis mil años de vida, muy pero muy pocas veces he cambiado a un alumno de casa luego de varios años en Hogwarts…

Fawkes giró la cabeza en su percha, dirigiéndola a Hermione, y agitó sus alas.

Pero lo que veo aquí es tan diferente… El cambio en su cerebro, señorita Granger, es tan grande que hasta diría que ha sido producido por una maldición… Debería alertar al señor director, quizás…

No hay nada que alertar, pensó Hermione. Solo he cambiado. La gente cambia… Ya no pertenezco a Gryffindor. Por favor, sombrero, necesito ir al lugar donde pertenezco ahora…

El sombrero estuvo debatiéndose en silencio durante mucho tiempo, más de lo que había tardado en seleccionar a Harry en primer año, mucho más… Finalmente, le dijo:

De acuerdo, señorita Granger. Usted está, definitivamente, en la casa incorrecta, y no sería sabio de mi parte mantener esta equivocación durante el resto de sus años en este castillo. Que así sea.

Y entonces, abrió su boca exterior y gritó en medio del despacho, donde no parecía haber nadie que fuera a oír sus palabras, pero aún así declarándolas de forma oficial:

-¡SLYTHERIN!

Gracias, sombrero…

Hermione se quitó el sombrero y lo depositó nuevamente en su lugar en el preciso instante en que Dumbledore aparecía tras ella, bajando por unas escaleras de caracol.

El director se detuvo al oír al sombrero y arqueó las cejas, con sorpresa, antes de retomar su camino escaleras abajo.

-Vaya, esa debe ser la primera vez… en muchos años -exclamó en voz baja-. Supongo que he de darle mis felicitaciones, señorita Granger.

Hermione se lo quedó mirando fijamente. El director entornó los ojos mientras la miraba a través de sus anteojos de media luna.

-¿Ha cambiado de casa y también de look, según veo?

-Sí, creo que he cambiado, señor -dijo Hermione, sin dejar de sonreír de forma macabra.

Dumbledore se acercó a ella con cuidado, mientras la miraba fijamente, asintiendo mientras se estrujaba la larga barba blanca con los dedos.

-Ya veo…

El director tomó asiento en su silla ornamentada y le indicó a Hermione con la mano que hiciera lo mismo en la silla ante él. Ella obedeció.

-Y su visita a mi despacho, señorita Granger, ¿era solo para cambiarse de casa, o quizás necesitaba algo más?

-Era para eso, precisamente -dijo ella-. No me sentía cómoda en Gryffindor. Creo que ahora estaré mejor.

El director volvió a asentir.

-Hogwarts valora de igual manera a todos sus estudiantes, sean de la casa que sea -le dijo-. El día de hoy, la casa Slytherin ha ganado a una alumna brillante. Quizás la más inteligente de todo el colegio, por lo que dicen sus profesores. Espero que este cambio no le ocasione problemas con sus horarios de clase, ahora que tendrá que asistir con los alumnos de dicha casa.

-Para nada, señor.

Dumbledore volvió a asentir, penetrándole los ojos con los suyos.

-¿Está segura de que no hay nada más que quiera decirme, señorita Granger…? Sé que ha pasado momentos difíciles, y entiendo que estos la hayan hecho sentirse distinta, como me dice… cambiar… Lo que usted ha pasado es una experiencia traumática que no puedo imaginar, incluso con toda mi larga experiencia en este mundo… Y, si necesita cualquier tipo de ayuda, contención…

-Estoy bien, señor -dijo ella, asintiendo lentamente-. Gracias por su amabilidad.

Dumbledore entonces le dirigió una sonrisa afectuosa y señaló hacia la puerta con gentileza.

-Es libre de disfrutar de su sábado entonces en su nueva casa, señorita Granger… Pip, pip -agregó, como solía hacer el director, aunque con un poco menos de entusiasmo de lo habitual.

Hermione se puso de pie sin dejar de mirarlo fijamente y de sonreír.

-Pip, pip -le susurró ella de regreso, de forma extraña. Se dio la vuelta y se alejó de él.

El director la observó marcharse con el ceño fruncido, claramente perturbado. Entonces, bajó la mirada hacia su trasero, parcialmente visible, y sus cejas blancas se alzaron con mucho asombro, como si estuviera por infartarse.

Fleur Delacour abrió el grifo. La bañera de porcelana blanca que había en el baño privado de su dormitorio en el carruaje de Beauxbatons empezó a llenarse con agua caliente.

La chica se quitó la bata de color blanco, quedando desnuda, y la colocó en un banquillo de madera que había junto a esta. Su precioso rostro aun lucía adormilado. Su cabello rubio platinado le caía por la piel desnuda de la espalda. Sus ojos color azul intenso se abrieron, mientras su delicada mano se daba un masaje en el hombro.

Sus senos, del tamaño de melones, colgaban hacia adelante mientras la chica se reclinaba sobre la bañera para tocar el agua y sentir su temperatura. Su cintura delgada bajaba hasta unas caderas pronunciadas que desembocaban en una cola perfecta, redondeada y firme, parada. Sus piernas, gruesas y con músculos marcados, pasaron por encima del borde de la bañera y la chica se sumergió en sus deliciosas aguas.

En la habitación, Ron oía el sonido de chorro de agua cayendo en la tina. Estaba en la cama aún. Anoche había dormido allí, con ella.

Su mente flotó hacia Hermione… Aun no le había pedido a Fleur que convenciera a todas las chicas de su escuela de unirse a la S.E.M.E.N. Sabía que tenía que hacerlo de inmediato. Era la única forma de que Harry volviera a Hogwarts, y la verdad es que lo extrañaba mucho. No ayudaba el hecho de que se hubiera ido en medio de una pelea entre ambos, a pesar de haberse reconciliado a último momento…

Era hora de ser el mejor amigo.

Ron salió de la cama. Estaba en calzones. Se tapó con una bata blanca que Fleur había dejado allí para él y caminó hasta el cuarto de baño. Entonces entornó un poco la puerta…

-¿Se puede? -preguntó, sin espiar adentro.

Esperó respuesta, y pocos segundos después la obtuvo:

-Pogg supuesto, pggrecioso.

Mientras tanto, en un dormitorio de la casa Hufflepuff, Cedric estaba buscando ropa en su baúl para bajar a desayunar.

-Ese luce prrrecioso, Ced.

Krum se le acercó por detrás, observando el pantalón que Cedric sostenía en las manos. Estaban solos en el dormitorio. Este último giró la cabeza para sonreírle. Entonces, Krum lo abrazó por detrás y lo besó en los labios.

Se empezaron a besar mientras Cedric giraba sobre los talones para abrazarlo por la cintura. Dejó caer el pantalón al suelo.

Cedric sentía la lengua de Krum en su boca. Su saliva se mezclaba, y era deliciosa. Le acarició la cintura al tiempo que Krum bajaba la mano para apretarle el pene a través de la tela de los calzones. Ambos estaban en bóxer, recién despertando.

-Siento haber actuado como un imbécil todos los últimos días -le susurró Cedric al oído, mientras le acariciaba el trasero con los ojos cerrados-. Lo siento, de verdad…

-Te entiendo, Ced -le susurró él, aun masajeándole el pene erecto-. Es totalmente norrrmal. Perrro deseaba que fuerras a liberarte… A ser ti mismo, sin miedos… Sea conmigo o no…

Al oír esto, Cedric lo besó con mucha fuerza, abrazándolo fuerte. Empezaron a caminar juntos hacia atrás, contra una pared, mientras se besaban locamente y rozaban sus penes entre sí a través de los bóxers…

La espalda de Krum golpeó contra la pared. Cedric empezó a besarle el cuello y luego el pecho, que tenía bellos crecidos, bajando la lengua por su pecho y hasta abajo, mientras se arrodillaba…

Krum cerró los ojos y empezó a respirar entrecortadamente. Cedric sacó su pene fuera del bóxer y empezó a chupárselo. Lo metió en su boca y lo recorrió por completo, pasando sus labios por el enorme miembro de Krum, sintiendo el sabor de su glande en sus labios y en su lengua, abriendo bien la boca y tragándolo hasta la garganta…

Krum puso ambas manos tras la cabeza para disfrutar la sensación. Cedric le hacía garganta profunda, hundiendo la boca en él tan profundo que oyó el sonido de sus arcadas y vio que la cara de Cedric se ponía roja por la falta de aire. Se la chupó de esta forma, más y más, durante un buen rato…

Entonces fueron a la cama. Cedric se puso boca abajo y levantó su cola hacia atrás. Krum le tomó la cintura con ambas manos y apoyó su pene contra él, moviéndolo por su trasero, provocando que su pene rozara los testículos de Cedric por detrás y luego su pene… Luego lo enderezó, con la mano, y lo dirigió hacia su ano.

Empezó a penetrar a Cedric por el ano, hundiendo su pene en su hoyo mientras le acariciaba la espalda y los glúteos. Luego bajó una mano y empezó a masturbarlo, mientras lo penetraba. El pene de Krum se hundía dentro de Cedric y su mano le apretaba el pene a la vez, masturbándolo rápidamente…

En un dormitorio de Ravenclaw, mientras tanto, Ginny y Luna despertaban también.

-¡Ha llegado! -anunció Ginny, feliz.

Fue hacia la ventana y la abrió. Una extraña lechuza rosada entró al dormitorio, chillando como loca, y dejó caer un paquete al suelo.

-¿Ya? -preguntó Luna, asombrada-. ¡Qué rápido!

-Te lo dije -dijo Ginny, levantando el paquete que había lanzado la lechuza y pagándole con varios Sickles. La lechuza se marchó. -Era un delivery express.

Lo abrieron: el producto en cuestión era una bola de algo que parecía ser goma, pero con una textura resbalosa, como si estuviera permanentemente mojada. Y era dura, sólida.

-Ven, vamos a probarlo.

-¿Ahora? -preguntó Luna, nerviosa.

-Claro -dijo Ginny, sonriendo-. ¿O no tienes ganas…?

Se formó una sonrisita en la cara de Luna.

-Contigo siempre tengo ganas, Ginny.

Se metieron a la cama, donde habían dormido juntas esa noche. Se empezaron a desvestir… Los pijamas rosados de ambas chicas volaron por el aire, y luego los dos pares de sostenes que llevaban… Finalmente, sus dos calzones.

Se sentaron una frente a la otra, desnudas. Abrieron las piernas y pusieron sus dos vaginas lo más cerca posible la una de la otra, con sus piernas entrecruzadas, las dos chicas enfrentadas en la cama y mirándose fijamente.

-¿Estás lista? -preguntó Ginny, mirándola con sus ojos castaños y sonriéndole con sus carnosos labios.

Luna le devolvió la mirada con sus ojos azules. Llevaba el cabello rubio suelto y un poco despeinado. Le sonrió también.

-Lista.

Ginny sostuvo la bola rosada entre sus dedos, cuyas uñas ahora estaban pintadas de rojo, y la bajó para colocarla justo entre medio de sus dos vaginas. La bola quedó en medio, apretando un poco sus labios vaginales y abriéndolos un poco…

-Ahora hay que pronunciar el hechizo que decía el folleto… -Ginny apuntó su varita hacia la bola, tomó aire y recitó-: ¡Penetra!

Fue como si la bola cobrara vida. De pronto empezó a girar, rozando sus dos vaginas al mismo tiempo. Ambas chicas se miraron a los ojos y se tomaron de las manos, con sus pechos desnudos inflándose con la respiración acelerada.

-¿Estás bien?

-Sí, sí… Ponla más fuerte -pidió Luna.

Ginny obedeció. Apuntó su varita, pronunció otra instrucción y la bola giró sobre sí misma a mayor velocidad. Luego le aplicaron otro hechizo y empezó a aumentar de tamaño, presionando más contra sus vaginas…

Luna estiró una mano para apretarle los enormes senos a Ginny. Esta hizo lo mismo, apretándole las tetas a Luna mientras movían las pelvis juntas hacia adelante, hacia la bola, disfrutando del roce de esta contra sus labios vaginales. Se sentía húmeda y agradable, dura y de una textura similar a la piel.

-Bien, aquí vamos… -dijo Ginny. Apuntó su varita a la bola de nuevo, y esta se transformó:

Le crecieron dos extensiones, como "brazos", que se metieron una dentro de Luna y otra dentro de Ginny. Las dos chicas quedaron boquiabiertas, con los brazos de la bola metidos en sus vaginas. Esta ya no giraba, sino que empezó a mecerse de un lado a otro… Cuando salía de Ginny, entraba en Luna, y viceversa…

Ginny apuntó su varita de nuevo, y salieron otras extensiones de la bola, que empezaron a frotar sus clítoris… Y luego apuntó de nuevo, y otros dos brazos salieron mágicamente hacia sus anos, abriéndolos también…

Las chicas se inclinaron hacia adelante y se abrazaron mientras experimentaban la sensación de esa cosa mágica metiéndose por sus anos y sus vaginas, y rozando sus clítoris, moviéndose para un lado y para el otro mientras las penetraba…

-¿Más… más grande…? -preguntó Ginny, costándole hablar.

Luna asintió, mordiéndose los labios.

Ginny apuntó al objeto con su varita y este aumentó de tamaño dentro de sus cuatro agujeros.

Las dos abrieron mucho sus ojos mientras se miraban entre sí, abriendo sus bocas y abrazándose fuerte.

-Qué… qué lindo juguete… -dijo Luna, gimiendo cada vez más fuerte mientras era penetrada cada vez más rápido.

-Definitivamente… ha valido… los quince Sickles… -dijo Ginny, y entonces arqueó todo el cuerpo hacia atrás mientras gemía muy fuerte: -¡Ayyyyyy! ¡Aaaaaaahhhhhhhhhhhhh!

Ron ingresó al baño. Fleur estaba sumergida en la tina, con su cabeza y las puntas de sus pies asomando por encima de la superficie cristalina del agua. Ella le sonrió y le indicó con un dedo que se acercara.

Al hacerlo, el cuerpo de Fleur bajo el agua fue visible para él. Pudo ver sus enormes y perfectas tetas, su ombligo y su vagina, un poco distorsionadas por el movimiento del agua al moverse. Ella lo observaba fijamente con sus impactantes ojos azules de bruja mitad-veela.

-Quería hablar contigo un segundo -preguntó Ron, tomando asiento en el húmedo borde de la tina.

-Lo que quieggas, mi amor…

Ron le explicó la idea de Hermione, y Fleur asintió sin dejar de mirarlo fijo.

-Claggo que sí, mi bello Ggron. Le diré a todas las chicas que figgmen. No habrá pggroblema. Aun pienso que ese chico es un cochino depggravado, peggo todos merecen una segunda opoggtunidad.

Ron le sonrió. Se sintió muy aliviado. Sabía que a Fleur no le había gustado que Harry las espiara en las duchas a ellas también, y fue un alivio que accediera fácilmente.

Fleur entonces se acomodó en la tina y le hizo una seña con el dedo otra vez.

-Ahogga ven aquí y haggzme tuya, mi macho.

Ron no tuvo que oírlo dos veces. Se quitó la bata, los calzones y pasó una pierna dentro de la bañera, sumergiéndola en el agua también.

Fleur flexionó las piernas para hacerle lugar. Ron se sentó del lado opuesto y empezó a acercarse a ella luego, que se corrió para hacerle lugar a su lado…

Se abrazaron, desnudos bajo el agua caliente. Ella se acomodó sobre él, con la raya de su trasero hundiéndose en su pene, que quedo envuelto en sus glúteos, duro. Él la abrazó por detrás, acariciando sus tetas bajo el agua. Ella giró la cabeza y le dio un beso en los labios.

Se besaron románticamente, mientras Fleur movía un poco la cola sobre su pene, provocando que este se hundiera entre sus glúteos, más abajo… Ron se lo acomodó con la mano y lo dirigió de a poco dentro de su ano…

Empezó a abrirle el ano bajo el agua con el pene. Se besaban, con la cara de Fleur de lado y su cabello mojado encima de él. Ron tenía su propio cabello, largo y rojo, mojado y cayendo sobre los hombros de ella también.

Su pene se hundió más en el ano de Fleur. Ella se inclinó un poco de lado para que Ron pudiera tomarle la cintura con las manos y sostenerla de allí. Empezaron a moverse en una sucesión rítmica guiada por el movimiento del agua de la bañera, que lanzaba vapor hacia el techo del baño.

Se besaban con calor, se acariciaban bajo el agua… Las tetas de Fleur se sentían enormes en sus manos, se las apretó y se las soltó para luego apretárselas de nuevo…

El pene entraba y salía de su ano, una y otra vez. Y, mientras tanto, él apretaba el pene del otro chico con la mano y lo masturbaba más y más…

-¡Oohhhhh! -gimió Cedric, arqueando más la espalda y permitiendo que Krum lo penetrara más profundo por el ano-. ¡Oooooohhhhhhhh!

Krum quitó su pene y empezó a masturbarse. Cedric se volvió y se empezó a masturbar también. Luego cada uno empezó a masturbar al otro, ambos enfrentados.

Eyacularon al mismo tiempo. El semen de Krum saltó directo al pene de Cedric, al tiempo que el pene de Cedric salpicaba su líquido sobre el pene de Krum. Los chorros de semen de ambos chicos se encontraron en el aire y cayeron sobre el pene del otro, donde quedaron colgando y chorreando, sobre la cama…

-¡Ayyyyyyyyy! ¡Ohhhhhhh! ¡Oooooooohhhhhhhhh!

Ginny y Luna gemían juntas a viva voz. Habían lanzado un encantamiento muffliato para que no las oyeran desde las otras habitaciones. El juguete sexual que tenían metido por el coño y el ano, ambas, se había ensanchado hasta adoptar el grosor de un bate de golpeador de Quidditch.

-¡OH, POR MI MADRE! -gritó Ginny, con los ojos muy abiertos, cuando el juguete empezó a moverse en un círculo dentro suyo, tocando todas las paredes interiores de su vagina.

Ambas acabaron al mismo tiempo. Sintieron un orgasmo mixto, vaginal y de clítoris, producto de los roces del juguete en todas las distintas partes de sus cuerpos… Los músculos en sus vaginas y anos se contrajeron, y eyacularon líquidos vaginales al mismo tiempo las dos. El juguete quedó cubierto de estos líquidos, pero siguió penetrándolas rápidamente.

-¡Que no se detenga! -dijo Luna, que se pellizcaba la punta de los pezones con los dedos mientras gemía con todas sus fuerzas-. ¡QUE NO SE DETENGA…! ¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Luna llegó al segundo orgasmo, eyaculando otra vez líquidos vaginales. Pocos segundos después, Ginny la abrazó con fuerza mientras todo su cuerpo temblaba, desde la cabeza hasta los pies, llegando al segundo orgasmo ella también…

-¡Ohhhhhhhhhhhh! ¡Ohhhhhhhhhhhhh! -los gemidos de Fleur, con un acentito francés, hicieron eco por las paredes del baño.

Ron la embestía como loco contra el borde de la bañera, por el ano, mientras le apretaba la punta de los pezones con los dedos de las dos manos y se los pellizcaba suavemente. Sintió que eyacularía… Se estremeció por completo, y se dejó llevar por la sensación de rebote acuático de la carne del trasero de Fleur contra su pelvis, golpeándolo con sus nalgas a medida que la penetraba por el ano…

Eyaculó dentro de ella. Sintió a su pene derramando los líquidos sexuales en el ano de ella, mientras su cuerpo temblaba por el orgasmo…

Fleur entonces apoyó sus manos sobre las de él y se las apretó con fuerza contra sus tetas. Se estaba estremeciendo también, en un delicioso orgasmo de pezones. La sensación, que surgió desde sus tetas, acompañada por la sensación del pene de Ron dentro de su ano, la envolvió por completo, y Fleur acabó temblando también por el orgasmo mientras se aferraba con fuerza al borde de la bañera.

Se volvió hacia él y lo besó de nuevo en los labios. Se acariciaron y abrazaron mientras se acomodaban en la bañadera.

-Eggres estupendo, mi Ggroncito -le susurró ella, con la voz agitada y acalorada.

Ron la miraba fijamente con una cara embobada y enamorada.

-Te amo -le dijo entonces, en un susurro.

Fleur le acarició la mejilla mientras miraba sus labios como hipnotizada.

-Je t'aime, bebé.

Se besaron de vuelta, románticamente.

-¿Tienes todo?

-Sí, creo que sí.

Harry cerró el cierre de su gruesa campera negra y se afirmó la mochila a la espalda. Tenía a Hedwig lista en su jaula, su baúl empacado y su escoba de Quidditch, todo listo en el suelo del recibidor de la residencia.

Había arreglado encontrarse con Katie en las lindes del Bosque Prohibido esa tarde. No tenía idea de cómo resultaría el encuentro, de si Katie accedería o no a ir a hablar con Dumbledore en el momento para pedirle que permitiera a Harry regresar, pero se había preparado por las dudas. Había empacado todo, por si le permitían regresar, había hablado con Florean el día anterior para explicarle que quizás no regresaría a la heladería, y también con la gente de la residencia. Todos ellos habían sido muy comprensivos y le habían dicho que, en caso de necesitarlo, lo recibirían de vuelta.

Ahora quedaba la parte más difícil.

-Este podría ser el adiós -le dijo a Verity, mirándola a los ojos.

-Lo sé -dijo ella, asintiendo. La adolescente le dio una palmada en el hombro y se cruzó de brazos, clavándole esa mirada penetrante suya. -Estoy segura de que te permitirán regresar a Hogwarts. Ya ha pasado un tiempo prudente para que las cosas se calmen, y además irás con Katie a pedirlo… Pero, si no llega a ser así, Harry; si no llegan a permitirte regresar, ya sabes qué hacer. ¿De acuerdo?

Le señaló la habitación a su alrededor, y Harry asintió.

-Si todo sale mal, ni se te ocurra dormir en la estación King Cross -dijo la chica-. Siempre podrás contar con tu amiga Verity.

Harry se la quedó mirando con una profunda sensación de vacío en el estómago. La sensación que le dejaba esa despedida.

-No sé cómo agradecerte…

-No tienes…

-Sí, sí que tengo… -insistió él-. Has salvado mi vida estos días, Verity. De verdad. No sé qué hubiera hecho sin ti. Lo que sea que necesites, siempre… Sea lo que sea, nunca dudes en escribirme. Vamos a mantenernos en contacto, ¿verdad? Si me permiten regresar a Hogwarts y no volvemos a vernos, ¿me escribirás?

-Cada semana -dijo ella con tono sarcástico, revoleando los ojos. Ambos rieron.

Se hizo un silencio.

-Bueno… Nos vemos -dijo ella, subiendo los ojos hasta los de él.

Se acercaron y se abrazaron. Luego de unos segundos, Harry se apartó de ella y se acercó a la chimenea. Tomó un manojo de polvos flú y los lanzó al fuego.

-No te olvides de saludar a mi madre de mi parte.

-Sí, claro. Cuídate mucho, Verity.

-Adiós, Harry.

Harry se metió al fuego azulado, y al hacerlo sintió que estaba dejando atrás algo que de hecho había sido muy lindo, que había disfrutado… su sencilla vida, su fácil y tranquila vida del Callejón Diagon. Una vida que había sido corta, que no había estado exenta de drama y caos, pero que le había enseñado un mundo que hasta ahora no había conocido: un mundo de independencia, libertad y, sobre todo, paz. Una paz que había podido disfrutar casi todos los días allí, junto a Verity.

¿Lo extrañaría? Seguramente sí. ¿Había sido fácil tomar la decisión de marcharse? No, para nada. ¿Había sido la mejor decisión? Ni siquiera él lo sabía. Pero era lo que le había dictado su instinto, ese instinto que solía guiarlo en la dirección correcta. Su futuro estaba en Hogwarts, no podía negarlo. Y sabía que, a pesar de la adversidad, el camino correcto no estaría libre de problemas. Y tendría que luchar por él.

-Las Tres Escobas -dijo Harry en voz alta, de pie sobre el fuego, mientras compartía la última mirada de despedida con Verity.

Empezó a girar a toda velocidad y desapareció de allí.

Cuando llegó la hora del almuerzo, Ron entró solo al Gran Salón, buscando a Hermione para darle la noticia: Fleur iba a almorzar con sus amigas y a pedirles la firma a todas ellas para luego presentársela a Dumbledore. Habían escrito un largo pergamino solicitándole que le permitiera a Harry regresar a Hogwarts.

Buscó por toda la mesa de Gryffindor, pero no la vio. Suponiendo que la encontraría más tarde, se acercó a Parvati y Lavender, resuelto.

-Hola, chicas -saludó, sentándose a su lado.

Ellas se lo quedaron mirando y estallaron en risitas. En general, Ron no se acercaba a sus compañeras a hablarles. Quizás cruzaban palabra en alguna clase, pero no mucho más. Sabía que reirían tontamente, pero decidió ignorarlo.

-Escuchen, quería pedirles un favor…

-¿Ah, sí? -preguntó Parvati, con curiosidad-. ¿Qué favor?

Lavender puso interés también.

-Estoy tratando de que la mayor cantidad de chicas me firmen esta petición -empezó él, sacando un segundo pergamino para juntar firmas que había preparado con Fleur-. Todas las chicas de Beauxbatons lo firmarán, y pensé que quizás podría contar con la firma de ustedes dos…

Parvati y Lavender juntaron las cabezas para leer la petición que Ron y Fleur habían redactado. Luego de leer los primeros dos renglones, se quedaron mirándose entre sí, dubitativas.

-Mmm, no lo sé -dijo Parvati-. ¿Qué Harry regrese? Sé que es tu amigo, Ron, pero…

-Sí, no lo sé -dijo Lavender, mientras se llevaba una patata a la boca-. Sé que dicen que fue todo obra de Malfoy, pero en todo caso creo que la petición debería ser que expulsen a Malfoy también, no que traigan a Harry de vuelta.

-Sí, yo no me sentiría cómoda con Harry por aquí -dijo Parvati-. ¿Y si me espía mientras me ducho? Jamás lo sabría, porque tiene esa capa para hacerse invisible.

-Qué espanto -dijo Lavender-. Las chicas de Beauxbatons solo lo firmarán porque Fleur es tu novia y ella se los pedirá. Pero no creo que ninguna otra chica firme esto.

Ron trató de armarse de paciencia. Si se enfurecía, no conseguiría la firma de nadie.

-Estoy de acuerdo en que lo que hizo Harry estuvo mal -dijo Ron entonces, tratando de mostrarse comprensivo con ellas-. Nadie niega que estuvo mal. Si leen bien la petición, lo único que dice aquí es que las firmantes consideran que el castigo de Harry fue exagerado, no que esté mal. Reconocemos que hizo algo malo, pero pensamos que quizás, en lugar de expulsarlo, podrían darle detención por un par de semanas. ¿Entienden?

Lavender y Parvati volvieron a mirarse entre sí, y entonces Parvati negó con la cabeza, mientras volvía a concentrarse en su comida.

-Lo siento, Ron -le dijo-. Yo no lo firmaré.

-Yo tampoco -zanjó Lavender, y enseguida se puso a hablarle de otra cosa a su amiga.

Con mal humor, Ron se puso de pie y se alejó de ellas. No importaba… ¿A quién le importaba la firma de esas dos? Les pediría su firma a Ginny y Luna, ellas no se negarían.

Se puso a caminar por el Gran Salón, hacia la mesa de Ravenclaw, buscándolas con la mirada. No las había visto en la mesa de Gryffindor, así que seguramente estarían allí…

Y entonces, mientras caminaba hacia allí y buscaba entre los chicos y chicas que almorzaban en las cuatro largas mesas…

La vio.

Se detuvo en seco, impactado.

¿Qué…?

No podía creer lo que veían sus ojos.

¿Esa era Hermione?

Su primer pensamiento fue que algo malo estaba pasando. Hermione estaba comiendo en la mesa de Slytherin, y eso no era todo: su aspecto no podía ser más diferente de lo habitual. Estaba teñida de negro, con el cabello en un peinado extraño. Tenía mucho maquillaje negro y un vestido de aspecto gótico que jamás le había visto antes.

¿Qué estaba pasando?

Por algún motivo, no quería acercarse a ella. Algo allí no lucía bien… Y no tardó en notar quién estaba sentado junto a ella: Malfoy.

Ron cerró los puños con fuerza, furioso. ¿Qué hacía Hermione con él? ¿No le había dicho que ya había entendido que era un tarado y que no estaría con él nunca más? ¿No había sufrido muchísimo por lo que este le había hecho, por su engaño y su traición? Si Harry pudiera verlos en este momento allí, juntos… se volvería loco…

No supo qué hacer… ¿Existía la posibilidad de que Hermione se hubiera rebajado a volver con él, a pesar de que él la había usado? No parecía muy de Hermione hacer algo así, renunciar a su dignidad por no poder superar sus sentimientos por un imbécil como Malfoy…

Ron juntó fuerzas y se acercó hasta ella, pasando junto a todos los Slytherin con valentía.

Hermione no levantó la mirada hacia él. Estaba charlando con Malfoy y sonreía de una forma extraña, como con maldad. La expresión de su rostro era tan diferente que casi no parecía ella misma. Lucía como una versión malvada de Hermione… Ron sintió un escalofrío al llegar a su lado.

-¿Her… Hermione? -dijo, con la voz temblándole ligeramente.

La chica entonces alzó la cabeza y la dirigió a él, sin dejar de sonreír.

La mirada que le dirigió le produjo un retorcijón en el estómago, por algún motivo.

-¿Sí? -preguntó Hermione con el tono de voz que habría usado para dirigirse a un extraño que se le había acercado en la calle para pedirle dinero.

Malfoy también se lo quedó mirando, y Ron estuvo seguro de que la sonrisa del chico no era casual: Malfoy lo miraba con triunfo, como si estuviera burlándose de él, disfrutando de alguna clase de victoria que a Ron se le escapaba, que no conseguía comprender…

-¿Podemos hablar? -le preguntó Ron, tratando de ignorar a Malfoy y dirigiéndose solo a Hermione.

Hermione se quedó allí en silencio, dudándolo. Finalmente, luego de una gran consideración, accedió. Se puso de pie y caminó junto a Ron hasta un lugar más apartado, lejos de oídos ajenos.

-¿Estás bien? -le preguntó Ron, con el ceño fruncido y cara de preocupación.

-Estoy excelente -susurró ella, mirándolo con los ojos muy abiertos y una sonrisa que le ponía los pelos de punta…

-Pues… me ha llamado la atención, nada más… verte allí, con Malfoy…

-Me he cambiado de casa -le susurró ella-. Ahora soy Slytherin. Así que no volverás a verme por allí, con ustedes.

Le dijo todo eso sonriendo abiertamente y mirándolo de esa forma que no era para nada como ella. Sus palabras eran frías, pero no su tono. Era como si no fuera consciente de lo terrible que eso sonaba para Ron. Y eso no era para nada como ella, porque Hermione normalmente habría sido plenamente consciente de lo impactante que ese anuncio sería para él.

Algo extraño estaba pasando con ella, no le cabía la menor duda… Algo muy, muy extraño…

Decidió seguirle el juego.

-Me parece bien -mintió Ron, asintiendo-. Si es lo que prefieres… ¿Y ya está todo bien con Malfoy, entonces? Ya sabes, me refiero a… bueno… Toda la pelea entre ustedes… La traición, el haberte usado para expulsar a Harry y todo eso…

Lo dijo en un tono ligero, como quitándole importancia, para ver la reacción de la chica. Pero Hermione seguía mirándolo con esa sonrisa macabra y con los ojos abiertos. Ensanchó aun más los labios ante la mención de esto, mostrando sus dientes. Pero era una sonrisa tan distinta, con ese aire diabólico, que Ron empezó a dudar que esa fuera realmente Hermione… Con tanta poción multijugos dando vueltas, de pronto ya no estaba seguro…

-A partir de ahora, estaré aquí con Draco y los demás Slytherin -dijo ella, bajando un poco la cabeza mientras lo penetraba con esa mirada, con sus ojos pintados de negro y brillando con intensidad-. Con mi nueva casa.

Ron no estaba seguro de cuánto tiempo podría seguirle el juego antes de perder la paciencia y decirle lo que de verdad quería decirle: ¡¿Te has vuelto loca o qué rayos te pasa?! Pero se armó de paciencia una vez más, como había hecho con Parvati y Lavender antes, y dijo:

-¿Qué me dices de la S.E.M.E.N.? He conseguido las firmas de las chicas de Beauxbatons, pero aún me faltan de chicas de Hogwarts…

-La S.E.M.E.N. se terminó -dijo Hermione, y algo en su voz hizo que el terror creciera dentro de Ron: Hermione parecía saber exactamente a qué se refería con esas siglas. Eso quería decir que sí era ella misma. No era poción multijugos… -No quiero que Harry regrese a Hogwarts, así que si intentas seguir adelante con eso lamento decirte que haré todo lo que esté en mi poder por impedírtelo… Harry es un violento sexual y no merece regresar aquí.

Entonces, la chica acercó sus labios también pintados de negro al oído de Ron, para hablarle directamente allí, en un susurro. El sentirla tan cerca suyo le provocó un estremecimiento de terror que le puso la piel de gallina, como si Hermione se hubiera convertido en algo malvado, muy malvado…

Y entonces Hermione susurró en su oído:

-Y tú eres un puto traidor a la sangre de mierda, así que no vuelvas a acercarte a mí. Vuelve con tu pobre e inmunda familia y húndete en la puta miseria con ellos, con la zorra de tu gorda madre y los fracasados e inadaptados de tus hermanos. He cambiado. Ahora estoy aquí, y tú allí. Ya no me junto con perdedores como tú o Harry Potter. Vuelve a tu agujero a buscar el amor de tus mugrientos padres, que prefieren a todos tus asquerosos hermanos antes que a ti, y no me hables más. ¿Entendiste, o te lo dibujo en uno de tus libros de segunda mano que siempre llevas a clases?

Y, sin dejar de sonreírle así, lo miró por última vez y se marchó de regreso con Malfoy.

Ron se quedó inmóvil en el lugar, pálido, mirando fijamente a la pared del Gran Salón que había delante de él. Era incapaz de mover un solo músculo. Era como si acabaran de lanzarle veinte litros de agua helada encima.

Volvió a estremecerse, parpadeó varias veces, tratando de reaccionar, y se alejó de allí también.

No sabía qué hacer… Necesitaba ayuda… Su corazón latía a toda velocidad. El impacto de esas horribles palabras no se iba de su cabeza…

Pero, en el fondo, no se creía que Hermione estuviera diciendo todas esas cosas de verdad, siendo ella misma… Aquello era algo más. Aquello era magia, no le cabían dudas…

Aquello era Malfoy.

-Hermanos, necesito su ayuda -anunció Ron poco después, reuniéndose con Fred y George en la mesa de Gryffindor. Les explicó la situación, en shock.

Ellos oyeron con atención, poniéndose serios.

-También me pareció extraño ver a Hermione vestida así… y en la mesa de Slytherin -dijo Fred, preocupado-. ¿Dices que Malfoy la está controlando…?

-Llamó "gorda zorra" a nuestra madre -dijo Ron, y Fred y George se miraron entre sí muy sorprendidos.

-Wow…

-Quizás sea una poción de amor -dijo George, pensativo.

-No es posible -dijo Fred-... Si fuera una poción de amor, tendría que ser fuertísima.

-¿Qué hago? -preguntó Ron, que parecía perdido-. Hermione no tiene a nadie más. Esto está en mis manos. Si yo no hago nada, nadie hará nada. No puedo permitirlo… Algo le pasa…

-Necesitamos ayuda -dijo Fred-. Ayuda de alguien más…

-Sí, alguien que pueda acercarse a Hermione -dijo George-. Por lo que dices, no dejará que ninguno de nosotros se le acerque. Tiene que ser alguien que la conozca muy bien, que se pueda acercar a ella y averiguar qué le pasa...

-¿Alguien que la conozca bien, dices? -preguntó Ron-. ¿Más que yo?

-Tú no tuviste mucho éxito, hermanito, ¿verdad?

-Pero -Ron estaba conmocionado-, ¿quién en todo Hogwarts va a conocer a Hermione mejor que yo?

Entonces, Fred y George se quedaron mirando el pergamino que Ron aun sostenía en la mano. Ron también lo miró. El titular de la nota decía: "Solicitud al director para permitirle a Harry Potter regresar a Hogwarts".

En ese momento, en el camino que unía Hogsmeade con Hogwarts, un joven de catorce años avanzaba con la capucha de su campera cubriendo su rostro…

Harry llegó hasta la verja que limitaba los terrenos de Hogwarts, con sus columnas con cerdos alados bordeándola, y se detuvo para mirar hacia el castillo fijamente, bajo el sol de la tarde.

Ahí estaba de nuevo, ante él.

Después de tanto tiempo…

Estaba en casa.