El camino al centro del distrito no es largo, el suelo está hecho de piedra laja y las casas son todas similares, con paredes de hormigón armado color gris hielo. Paso frente al centro de prácticas, que está cerrado por única vez en el año y me planteo una vez más la opción de ofrecerme como tributo; llego a la conclusión de que podría hacerlo en el raro caso de que nadie se ofrezca como voluntario, esto es prácticamente imposible pero me ayuda a ignorar el hecho de que estoy siendo una cobarde.

"Voy a hacerlo si nadie más lo hace."

Camino a paso lento y me sumerjo cada vez en mis pensamientos cuando un sonido inusual hace que vuelva a tener los pies sobre la tierra: el llanto de una niña.

Puedo sentir el dolor y desesperación en su voz, giro en distintas direcciones buscando el origen de aquel lamentable canto. No es normal esta clase de escenarios aquí, aunque realmente ya me parecía extraño que todos los jóvenes estén dispuestos a dedicar gran parte de su juventud a entrenar para una competencia cuya victoria no está garantizada para nadie.

Jamás imaginé encontrarme con una escena como aquella: un chico rubio gigantesco consolando a una niña diminuta, que apenas estaría alcanzando los doce años. No conozco a muchas personas en el centro de prácticas, pero estoy segura de que la población entera conoce a ese muchacho: Cato Hadley.

Entrena con la determinación de un soldado de guerra, cuenta con preparación diferenciada al igual que yo, pero creo que tiene dieciocho años. Es el voluntario de este año para los juegos, sin lugar a dudas. Hay rumores de que es un completo sádico y que no está del todo cuerdo.

Se encuentra en cuclillas, para estar a la altura de la niña, e intenta calmarla. Debería agradecer que no hay nadie cerca, ya que con la mentalidad que tienen los pobladores, aquella pequeña podría ser acusada de rebelde o traidora.

—Obviamente no me elegirán a mí porque tengo solo una papeleta, pero sé que tu irás—se lamenta casi gritando—¡No puedes irte! ¡No puedes dejarme!

Repite aquella frase una y otra vez con la voz quebrada, quedo completamente paralizada en medio de la calle, admirando aquella anómala escena; Él sujeta el rostro de la niña con ambas manos, le dice que todo estaría bien y que no se preocupara por nada, pero a sus palabras se las lleva el viento porque la niña sigue haciendo escándalo.

En cierto modo tiene razón, aquella niña no iría a los juegos porque hay una lista de chicas dispuestas a tomar su lugar en caso de ser seleccionada, y para que Cato Hadley no salga con vida de la arena tendrían que mandar a un maldito monstruo para que se enfrente a él. Saber que probablemente será él quien represente al distrito este año hace que mis ganas de ofrecerme como voluntaria disminuyan drásticamente.

—Escúchame—dice con voz firme, haciendo que ella lo mire directamente a los ojos—. El coraje de nuestros antepasados corre por tus venas, y sé que eres lo suficientemente fuerte para sobrevivir por tu cuenta en el peor de los casos.

—¡Pero eso no significa que quiera hacerlo!—Su voz sale ahogada—. No vas a entender si tú no sientes nada.

Él suspira con amargura y le dice que es consciente de que en aquel momento sería imposible para ella comprenderlo, pero espera que en algún momento lo hiciera porque tiene razones que justifican todas sus acciones. Vuelvo en mí rápidamente cuando una familia pasa al lado mío, finjo no haber visto nada y sigo de cerca a aquellos extraños en su camino al centro del distrito, afortunadamente mi presencia no había sido notada por los Hadley, eso hubiese resultado increíblemente incómodo tanto para ellos como para mí. Lo último que necesito es quedar como una fisgona.

Al llegar a la plaza, que se encuentra en el centro del distrito, tengo que registrar mi asistencia a la cosecha, así que me uno a la larga línea de chicas que esperan ingresar. Todas lucen atuendos y peinados similares al mío, me dan escalofríos; en el otro extremo de la plaza se alza la línea de chicos, quienes también lucen casi iguales, al ingresar nos separan por género y edad.

La línea avanza rápido y llego a la entrada en menos de cinco minutos, un miembro del personal de seguridad nacional o "agente de la paz" pincha mi dedo para extraer una gota de sangre y confirmar mi asistencia al evento, a menos que estés en tu lecho de muerte, está terminantemente prohibido no presentarse a la cosecha. El castigo que se brinda a las personas que le pierden de este evento es la ejecución pública, aquí no sucede pero es algo común en los distritos más pobres. Además que la pobreza te ofrece a los juegos del hambre en bandeja de plata, ya que existe algo llamado "teselas"; básicamente accedes a que tu nombre sea colocado más veces dentro de la urna para el sorteo a cambio de comida. Los tributos de estos distritos suelen morir al iniciar la competencia, no tienen siquiera la fuerza necesaria para pelear debido a la desnutrición.

El agente de la paz me da el visto bueno y me paseo ágilmente entre las personas hasta llegar a la zona de chicas de diecisiete años, todas lucen concentradas y amenazantes, quiero pensar que yo luzco de la misma manera. A la mayoría las veo en el centro de prácticas pero nunca entablé una conversación, mucho menos una amistad, con alguna de ellas.

Los jóvenes somos ubicados en el centro de la plaza, los de mayor edad en frente y los menores detrás. Alrededor nuestro los agentes de la paz formaron un perímetro para separarnos del resto de la población; hay familias enteras esperando a que sus hijos, sobrinos o nietos sean los elegidos para traer honor y gloria al distrito. Como es costumbre, el negocio de las apuestas se hace presente, y los pobladores del distrito hacen sus intentos de adivinar quienes irán a los juegos, cuántas posibilidades tendrán de ganar y cuánto dinero podrán sacar con dichas uestro se alza un escenario que consta de una pantalla gigante en el fondo, un podio en el centro y dos urnas gigantes con los nombres de los partícipes; al cumplir los doce años tienes una papeleta con tu nombre para el sorteo y van agregando uno por año, hasta que alcanzas los dieciocho años, con siete papeletas en la urna a menos que pidas teselas.

Al costado del escenario se encuentra el alcalde del distrito junto a los vencedores de años anteriores, ellos cumplen un rol de mentores para los tributos que serán parte de los juegos, todos se ven intimidantes con la misma expresión severa en el rostro. Me pregunto si algún día ocuparé uno de esos asientos.

—¡Buenas tardes, pobladores del distrito dos!

Una mujer se aparece en medio del escenario, vistiendo una túnica color plateado completamente cubierta de lo que parecen ser piedras preciosas, trae el cabello blanco que se extiende hasta su cintura, lleva pintados los parpados de negro y luce como un gato; piedras preciosas también se reparten alrededor de sus ojos, sus labios están pintados de un color carmesí, que resalta su hermosa dentadura. Es la perfecta representación de las personas del Capitolio.

Se llama Lauren, y por poco no la reconozco, ha estado a cargo de la cosecha desde que tengo memoria; todos los años cambia su aspecto, supongo que conforme cambian las tendencias en el Capitolio, pero siempre se ha presentado como una persona extravagante, ruidosa, y segura de sí misma. Su carisma y personalidad son cosas que no se ven muy a menudo por aquí, así que resulta irritante para la mayoría de la población del distrito, yo la considero inusual pero intrigante.

El alcalde se aparece a su lado, camina hasta el podio y recita de manera monótona el discurso del por qué estamos aquí, como si fuera algo nuevo. A estas alturas yo misma podría subir y dar el mismo monólogo de memoria.

—Es momento de arrepentirse, y también de dar las gracias.—El hombre cierra su discurso después de varios minutos que parecían no acabar.

El alcalde se retira del podio y Lauren se contonea hasta el mismo de manera divertida y coqueta, con una sonrisa impecable plasmada en el rostro, saca un papel del bolsillo de su túnica y empieza a listar a los ganadores de los juegos anteriores, provenientes de nuestro distrito.

En setenta y tres años son cinco en total, se levantan de sus asientos con los rostros iluminados por el orgullo y el público aplaude con una emoción salvaje; los aplausos y gritos hacen eco en mi mente, la idea de formar parte de aquel grupo de vencedores crece en mí cada vez más. El alcalde sonríe con autosuficiencia y se une a la ronda de aplausos.

—¡Felices juegos del hambre, y que la suerte este siempre de su lado!—exclama Lauren con gran emoción—. Como de costumbre, las damas primero.

Camina hasta la urna de cristal que contiene cientos y cientos de papeletas, esto ya es más por protocolo que por otra cosa. Son elegidas dos personas por sorteo, luego de que son anunciados, es el momento de pedir voluntarios; es ahí donde la adrenalina aumenta y la verdadera competencia inicia.

Lauren revuelve las papeletas con una mano, sin dejar de sonreír, saca una y se dirige nuevamente al podio donde lee en voz alta el nombre de la chica seleccionada: Marjorie Hadley

Me llevo una gran sorpresa al oír aquel nombre, es la niña que vi esta mañana, observo de reojo la pasarela a mi costado y ahí esta ella, caminando con la cabeza en alto. Tiene con una expresión de sorpresa en el rostro, aunque no tiene nada de qué preocuparse ya que alguien se presentará como voluntaria para ir en su lugar. Si algo es cierto, es que aquella pequeña tiene muy mala suerte, según lo que oí esta mañana, su nombre entró una sola vez al sorteo; y una papeleta fue suficiente para ser seleccionada.

Lauren sostiene su mano para ayudarla a subir al escenario y la posiciona en el centro del mismo, al lado del podio; menciona con alegría contagiosa lo bonita y valiente que es aquella niña. Marjorie sonríe nerviosa por los cumplidos de aquella extravagante mujer, quien en cuestión de segundos ya se encuentra extrayendo un nombre de la urna de los hombres y caminando de vuelta al podio para anunciarlo: Paxton Locktide.

Observo la pasarela a mi costado nuevamente y veo a un chico alto, de cabellera oscura y complexión delgada, salir del grupo de chicos de trece años. Este año el sorteo busca sangre joven, más joven de lo usual.

Paxton se dirige hasta el escenario también a paso seguro y con la cabeza en alto, no comparte la misma expresión de sorpresa de Marjorie, él sabe que no irá a los juegos. Lauren sigue con sus comentarios alegres y alentadores con respecto a los tributos, los coloca en el centro del escenario a su lado, Marjorie a la derecha y Paxton a la izquierda. Se nota en su mirada la emoción que trae por la inevitable pregunta.

—¿Algún valiente voluntario?

Apenas pronuncia dichas palabras, Cato emerge velozmente de la zona de los chicos mayores, exclamando una y otra vez que se ofrece como tributo; sube rápidamente al escenario y Lauren se deshace de Paxton en cuestión de segundos, todos saben cómo son las cosas aquí. El público celebra con ganas, es lo mismo todos los años, pero eso no quita la pasión que sienten las personas por la cosecha.

—Mi nombre es Cato Hadley.

Susurros de confusión se hacen presentes, habían revelado su parentesco y creo que los rumores de que el chico no está bien de la cabeza aumentaron en un cien por ciento.

¿Qué clase de monstruo competiría con su propia sangre en los juegos del hambre?

Hasta a Lauren le cambia la expresión por un instante, sacude la cabeza rápidamente y vuelve a preguntar por voluntarios. Nadie habla.

Diviso a las otras chicas que quedaron entre las mejores del centro de prácticas, todas ellas con la mirada en el suelo y en completo silencio, habían cambiado de parecer, y sorpresivamente yo también.

Cuando estoy entrenando con los cuchillos, hay un pequeño lapso de tiempo que transcurre entre el momento que lanzo mi arma y el momento en el que se inserta en el blanco: son unos segundos de tensión donde parece que el mundo se paraliza, un instante donde sostengo mi respiración esperando por el resultado de mi ataque. Ese sentimiento se hace presente ahora mismo.

Todo ocurre tan rápido, de un segundo a otro me encuentro caminando hacia el escenario con una actitud confiada, anunciando que me ofrezco como tributo. Esta mañana estaba completamente segura de que no sería mi momento de participar en los juegos, y ahora me encuentro de pie frente a toda la población del distrito, quienes aclaman por mí con energía contagiosa.

—Mi nombre es Clove Kentwell.

Los aplausos se oyen distantes y no oigo nada más que un fuerte zumbido en ambos oídos, veo a Lauren a mi costado pero no logro entender lo que dice, las luces me ciegan momentáneamente pero mantengo la calma lo mejor que puedo. Controlo mis expresiones faciales para lucir segura y decidida, y en el momento que estrechamos manos con Cato, siento como una fría brisa recorre mi espalda.

Su agarre es firme y fuerte, intento imitarlo.

Sus ojos sin expresión se clavan en los míos.

Siento en mis huesos que esto terminará mal.