Red Velvet

Capítulo 106: Fortaleza

Se sentía cansada.

Pero aliviada, muy aliviada.

Sin embargo, aun sentía que le quedaba algo pendiente, porque así era.

Se dejó caer en la cama, mirando el techo de su cuarto, mientras observaba el teléfono en su mano, su dedo pulgar moviéndose sobre el botón, y se sentía impaciente de cierta forma, así que no dudó mucho más en apretarlo y llevarse el aparato al oído.

Ahí, escuchó el tono de llamada.

Una.

Dos veces.

Y luego pudo oír la voz al otro lado de la línea.

"Weiss."

La voz de Ruby sonó intensa, sonó preocupada, y a pesar de que le mandó un mensaje avisándole que le iba a dar una llamada, asumió que la información no le había llegado. Prácticamente se la imaginaba corriendo, sujetando el teléfono en sus manos, temerosa al ver quien la llamaba.

Y considerando todo lo que había ocurrido, era una preocupación coherente.

Además, no solía llamar a Ruby.

Normalmente se dedicaban a mandarse mensajes, sin querer perturbar demasiado la rutina de la otra, era lo más sano, pero en ese momento, quería escuchar su voz, y así poder decirle lo que había ocurrido.

Pero toda su tensión disminuyó al notar la preocupación ajena.

La dulzura en su voz.

Así como la urgencia.

Como amaba a esa mujer.

"Estoy bien, Ruby, estamos bien."

Decir que estaban bien no era una verdad absoluta, pero tampoco era una mentira, al final, estaría bien, poco a poco, hasta que el dolor se volviese más y más soportable.

De inmediato escuchó a Ruby soltar un suspiro aliviado.

Que afortunada era de tener a esa mujer a su lado.

"Siento exaltarme tanto, aun me siento mal por haberme ido de tu lado, quería quedarme contigo, pero no creí que fuese lo mejor."

Y no, no era lo mejor.

De nuevo, Ruby iba a salvarla, siempre, pero quería ser capaz de hacerlo por sí misma, sin depender tanto de Ruby. Porque si, era muy dependiente, pero no podía serlo por siempre, no quería. Además, si dependía tanto de Ruby, a Ruby le sería más difícil el depender de ella, y luego de todo lo que ocurría en aquel mundo cruel, quería ser una roca para su mujer, devolverle el favor, aunque dudaba el algún día poder retribuirle todo lo que esta hizo por ella. No, le faltarían años de vida para lograrlo.

"Lo aprecio, sin embargo, era algo que debía hacer por mí misma, y sé que suena tonto, pero quiero demostrarte que puedo seguir adelante, que soy capaz de avanzar como tú me enseñaste."

A penas habló, se sintió enrojecer, ya que tampoco era su idea el exponerse así, por más que fuese algo que le llevaba rondando la cabeza durante todo el día, y sintió aún más vergüenza cuando por el auricular no escuchó nada más que silencio.

Si, sonaba tonto.

Finalmente, escuchó el sonido que Ruby solía hacer cuando sonreía, ese suspiro suave.

Se había memorizado cada gesto, cada sonido, cada respiración, e incluso se atrevía a decir, cada latido. Y ojalá aprender más, mucho más, y deseaba, pedía, rogaba, el tener mucho más tiempo para hacerlo, para disfrutar de la vida que tenía, al lado de su amada.

"Se cuan fuerte eres, Weiss, no tienes que demostrarme absolutamente nada. Te conozco, y estoy segura de que lo que sea que te propongas, podrás conseguirlo, porque pones tu cien por ciento en todo, y es algo que admiro de ti."

Oh.

Eso no se lo esperaba.

Hace un tiempo, hubiese dudado de esas palabras, pero ahora, las aceptaba, porque Ruby la conocía mejor que nadie, y si Ruby lo decía, era porque era verdad. Así que se vio sonriendo, disfrutando el cariño que Ruby vertía en cada palabra, tanto amor, admiración tal y como dijo.

"Gracias, Ruby."

Oyó de nuevo la sonrisa en Ruby, y sabía que esta le iba a decir que no tenía que agradecer, pero recordó lo que iba a mencionar apenas marcó el número de Ruby, así que la cortó antes de que pudiese decirle algo.

"Whitley sabe que somos novias."

"¿¡Qué!?"

Se alejó del auricular por mero instinto, y buena decisión, porque estaba segura que ese grito la iba a dejar sorda.

Y luego vino el silencio.

El tortuoso silencio, y desde la distancia, desde los kilómetros que las separaban, supo exactamente que muecas pasaban por el rostro de Ruby, imitando los pensamientos que daban vuelta por su cabeza.

"¿C-cómo? ¿Le dijiste? ¿Le di una pista o algo? Oh rayos, creí que estaba aparentando bien, quizás me equivoqué, apesto en esto de actuar."

Oh no.

Creía que Ruby era muy buena actriz cuando perdía el nerviosismo.

Y en su casa, lo hizo bien.

Sin embargo…

"No fuiste tú, o sea, no en su mayoría. Ya sabes que estuve comprometida, y mi hermano se dio cuenta que no era con él como soy contigo. Las miradas, el tacto, la vulnerabilidad. Se dio cuenta por sí mismo, y me sorprendió, no estaba lista cuando él lo mencionó."

A pesar de todo, Ruby volvió a soltar un suspiro aliviado.

El que se supiera de ellas, a Ruby no le molestaba, pero si era cuidadosa por ella, solo por ella, y temía que fuese su culpa el que dejase la situación expuesta, que la dejase a ella expuesta, y no, no era así. Tal vez un poco sí, pero daba igual que Ruby tuviese sentimientos por ella, para su hermano era importante que fuese ella quien tenía sentimientos, los cuales eran mutuos en este caso.

"Se nota que tu hermano es tan inteligente como tú, si alguien iba a descubrirlo, era él. Pero, quizás no es correcto mencionarlo ahora, pero me hace muy feliz que tus sentimientos por mi hayan superado los que tenías por ese sujeto que tuvo la suerte de estar contigo."

Oh.

¿Ruby celosa?

Siempre le iba a agradar la idea.

"Por favor, lo haces ver como que tuve sentimientos por él, y no, nunca. De hecho, no creo que haya sido capaz de amar a alguien como te amo a ti, con suerte llegaría a un simple querer y ya."

Sonaba muy cursi decirlo…

Pero era así.

Nada podría superar aquel sentimiento en su pecho, era incomparable, irreproducible, y las personas que conoció, que estaban por montones en Atlas, eran solo niños mimados y desagradables, y era feo decirlo siendo ella misma así durante mucho tiempo, pero no, jamás hubiese logrado enamorarse así.

Pudo escuchar una risa nerviosa escapándose de Ruby, esta disfrutando y avergonzándose de sus palabras, así que daba esa conversación por ganada.

Lo iba a decir las veces que fuese necesario.

Amaba a Ruby como jamás había amado a nadie.

Y no creía que pudiese volver a amar así de intensamente.

No, Ruby era su persona, solo ella, nadie más.

Si algún día perdía a Ruby, dudaba poder llenar ese espacio en su corazón con alguien más, la Weiss que era ahora, era de Ruby, nació por Ruby, y se la daría siempre, y si Ruby ya no estaba, ese lado se iría con ella. Quedaría vacía, sí, pero era mejor eso a siquiera pensar en reemplazar a Ruby.

Y si alguien la estaba mirando en lo alto, volvía a desear, a pedir, a rogar, para tenerla por el mayor tiempo posible.

Que, sin Ruby, ella ya no sería Weiss, la Weiss que le gustaba ser, que añoró ser.

"Ahora que lo pienso, cuando vea a Whitley de nuevo, voy a estar muy consciente de que sabe la verdad, voy a morir de los nervios."

Y si, tal y como imaginó.

No pudo evitar la risa, recordando con claridad la mueca que tuvo su hermano hace algunas horas.

"Creeme, no sé cuál de los dos va a estar más nervioso e incómodo."

Y quizás ambos se pelearían el primer puesto.

Pero la idea le causaba gusto, porque no era algo malo.

O al menos no quería que así fuese.

Y lo siguiente que quería hablar, también era un punto importante que quería mencionar en persona, o en teléfono, lo que sea donde pudiese notar la reacción de Ruby, y así era la forma más rápida, más inmediata.

"Hay otra cosa que quería discutir contigo, o más bien, saber tu opinión al respecto."

Cuando terminó de hablar, notó seriedad al otro lado de la línea. Ruby cambiando de ánimo, tornándose más pensativa, más madura. Y se sabía de memoria las expresiones que estaba poniendo, así que sabía cuál era su mueca en ese exacto momento. Su mandíbula tensa, así como su entrecejo, mientras sus ojos brillantes se tornaban maduros, intensos, como si se preparase para todo, así como se quedó en silencio, esperando, como siempre dándole su espacio para que ordenase las ideas.

"Estuve hablando con Whitley, acerca de decirle a mi padre sobre nosotras, él creía que decírselo ahora lo haría distraerse un poco de la situación, pero quería preguntarte a ti primero, si estabas de acuerdo con contarle a él. Ya que, bueno, contarle a Whitley nunca fue algo que pretendía hacer, al menos no tan pronto."

"Uhmm."

Ruby sonó pensativa, el sonido alargándose, resonando en su garganta.

Pero no había mucho que decir.

Le preguntaba a Ruby porque era la relación de ambas, pero sabía exactamente lo que Ruby le iba a decir.

Si tú quieres-

"Si tú quieres contárselo a tu padre, no tengo ningún problema, por el contrario, me hace feliz que les digas sobre mí, de nuestra relación, lo hace sentir más real, además, es tu familia, quiero que puedas ser transparente con ellos, solo así la relación entre ustedes irá mejorando."

Tal y como creyó que sería.

Conocía a Ruby demasiado bien.

Y a pesar de que sabía la respuesta de Ruby, su opinión al respecto, aún tenía dudas.

Y Ruby lo supo con solo escuchar su respiración.

Ruby la conocía demasiado bien también.

"Cariño, sé que es difícil decirlo, a mí misma me costó decirle a Yang que me gustaban las chicas, y es Yang, puedes imaginarte lo despreocupada que es con esas cosas, pero, aun así, es aterradora la posibilidad de recibir un rechazo de la única persona que tienes."

Y si, a Yang no se la imaginaba en lo absoluto molesta por algo así.

O sea, era bastante libre en ese tema, se notaba, demasiado libre.

Pero estaban hablando de su padre, un hombre que nació y vivió con las palabras de la sociedad de Atlas incrustada en la cabeza, y costaba quitarse los hábitos de encima, ella lo sabía con claridad.

Y Ruby de nuevo notó sus dudas.

"Tu padre te ama, Weiss. Quizás es como tu al principio, difícil, retraído, y tal vez te rechace al principio, creyendo que es un tabú, creyendo que es incorrecto, puede pasar, pero estoy segura de que, aunque así sea, el amor que te tiene no va a desaparecer. Si se tratase de alguien más, tal vez lo dudaría, pero lo vi, vi en él lo mucho que sufrió, lo mucho que perdió, y sé que no haría nada para perderte, para perderte de nuevo."

Ruby podía ver el dolor en los demás.

Podía ver la perdida en los demás.

El sufrimiento.

Porque Ruby sintió el dolor, la perdida y el sufrimiento, y era capaz de notar las heridas en alguien más, así como lo notó en ella, apenas se vieron, obligándose a ayudarla, a sanarla, como la heroína que era.

Y Dios como quería creer que Ruby tenía razón.

Y si no era así, y se topaba con el peor escenario posible, sabía que podría hacer algo al respecto, porque ya no se hundía, ya no caía al agujero, y podía levantarse con sus dos pies y seguir adelante.

"Gracias, Ruby. Creo que se lo iré a decir ahora."

Pudo escuchar una risa en Ruby, que la hizo soltar el poco de tensión que quedaba en sus hombros.

Ya la mínima.

"Animo, cariño. Si necesitas cualquier cosa, sabes que estoy siempre aquí para apoyarte, para lo que sea que me necesites."

Y lo sabía.

Sin ese apoyo, no se había convertido en la persona que era ahora.

No tendría las fuerzas para seguir adelante.

Finalizó la llamada, y se levantó de la cama, sintiendo la adrenalina avanzar por sus venas, y usando esa energía extra, salió por la puerta, sintiendo el pulso acelerado, más por impaciencia que por cualquier otro sentimiento, como miedo, como nerviosismo, como ansiedad.

No, se sentía impaciente.

Quería contárselo, quería decirle a su padre quien era ahora.

Quería decirle porque había cambiado.

Quien le dio la oportunidad de ser la mujer que era ahora.

Y sentía orgullo, así que quería que su padre también.

Y si ella era honesta, si ella era transparente, si era capaz de decir aquello que ocultaba del resto del mundo, quizás así su padre tendría la fuerza de hacer lo mismo, de confiar en ella, de confiar en Whitley, de abrirse a sus hijos, de ser más humano.

Tenía claro que la vida no era eterna, lo experimentó desde que era una niña, que en un parpadeo una persona querida podía desaparecer. Le pasó primero con su abuelo, luego con su madre, y ahora con Winter, y por lo mismo, no había tiempo que perder, la vida era una sola, y era frágil, demasiado, así que no podía darse el gusto de callar, de ocultar nada, no podía, no quería.

Llegó a la puerta de su padre en rápidas zancadas, y golpeó la puerta.

Podía sentir el corazón latiéndole no solo en el pecho, sino también en el cuello, y si bien estaba nerviosa, no superaba la impaciencia, porque quería decirlo, necesitaba decirlo, mientras tuviese el tiempo, la oportunidad, y el mundo era cruel, pero le daba la posibilidad de hacerlo, de daba cierto atisbo de justicia.

E iba a tomarlo.

Su padre abrió la puerta, este envuelto en su bata de seda, su rostro lucía cansado aun por el dolor, por la angustia, pero no por la falta de sueño, este habiendo dormido lo suficiente para estar a esa hora alerta, lo suficiente para pararse a abrir la puerta el mismo en vez de simplemente decirle que entrase.

Él la miró, curiosidad en su rostro, y algo de confusión.

Nunca lo iba a visitar a su cuarto, de hecho, por lo mismo no sabía que este roncaba, porque tenían una total desconexión en ese ámbito, y rara vez lo veía así, en bata, a menos que este estuviese muy relajado, y no era muy seguido, así que, aparecerse ahí, era suficiente para hacerlo sospechar que algo ocurría.

Intentó darle una sonrisa, para calmarlo y así también calmarse a sí misma.

Tenía que hacerlo.

La vida es corta, demasiado corta, se repitió.

"¿Podemos hablar?"

Preguntó, y su padre de inmediato salió del estupor inicial, abriendo la puerta del todo, dándole la entrada al cuarto, y era la primera vez que entraba a esa habitación, y quizás lo hizo cuando niña, pero no lo recordaba, o si lo hacía, no lo recordaba cómo en el presente.

La cama de su padre era grande, como todas en la residencia, muchas veces demasiado grande para una sola persona, y muchas veces le causó una sensación de desolación. La decoración era como la de toda la casa, como su propia habitación, una mezcla de tonos azules, un poco de blanco, un poco de celeste. Este tenía la chimenea encendida, a pesar de estar en verano, y se notaba que había estado sentado frente a uno de los sillones que apuntaban al fuego mientras tenía la mesa con un juego de ajedrez ya iniciado.

Lo que más le llamó la atención del lugar, no eran los muebles ni los armarios ni las librerías, no, si no que fue el retrato de su madre justo encima de la chimenea, justo frente a la cama. Nunca había visto ese retrato de su madre, no estaba por ninguna parte de la casa, pero ahí estaba, enorme, imponente, y su madre lucía hermosa, sobre todo con la luz cálida del fuego.

Su rostro estaba calmo, brillante, y le hubiese gustado que su madre hubiese tenido esa expresión más seguido, y no la que solía tener. La expresión triste, destruida, carente de cariño, de esperanzas, de vida. Sus pies la hicieron quedarse frente a la chimenea, sus ojos fijos en el retrato de su madre, y no la había visto tan viva, tan feliz, nunca en su vida, y no sabía si había sido algo real, o era solo la imaginación del artista, pero sea como fuese, le parecía hermosa.

Cuando bajó la mirada, su padre había vuelto a su asiento frente a las llamas, al lado del tablero, frente al cuadro, sus ojos observando a su mujer, a la mujer que perdió, y le sorprendió el ver una sonrisa melancólica en su rostro.

"Te dije que nunca me enamoré, que jamás se me permitió el sentir libremente, el amar, pero cuando veo a tu madre, cuando veo este cuadro frente a mi cada vez que despierto, siento que quizás si la amé, por la inmensa falta que me hace cada día."

Y ahora, debía hacerle aún más falta.

Sintió su pecho aplastarse al escuchar a su padre así, tan humano, tan sentimental, y el dolor aumentó cuando notó las lágrimas saliendo de los ojos de su padre, este aun débil, aun vulnerable, aun sensible ante la pérdida, y se iba a acercar, pero se detuvo, solamente porque no quería mermar las palabras que veía a punto de salir de él.

Pero las palabras no salieron.

Él fue incapaz de decirlas, y terminó bajando el rostro, terminó apoyando los codos en las rodillas, enterrando el rostro en sus manos, y le dolió verlo así, probablemente jamás dejaría de dolerle.

Tenía claro en ese momento, y luego de ese día, que ver a su familia partir, dolía, dolía mucho, pero como se dijo a sí misma, la muerte tan impredecible como predecible, llegaría en algún momento, siempre llegaría, y por lo mismo, creía que el dolor de ver a su familia viva sufriendo, le causaba aún más malestar que la misma muerte.

Dolía aún más el ver el sufrimiento en quienes quería que el sentirlo por sí misma.

No había nada que hacer, la muerte llegaba, quitaba, y no había nada que pudiese hacer, solo llorar, solo recordar, solo añorar.

Pero con los vivos era diferente, porque estaban ahí, y temía perderlos en vida por el dolor, por el sufrimiento, porque ya vio lo que eso le hizo a su familia, lo que cementó el camino hacia la perdición, hacia la muerte.

Su padre sollozó, las palabras rotas saliendo por su boca.

"D-debí evitarlo, por mi culpa se fue, n-no pude salvar a tu madre, y tampoco pude salvar a Winter, sé que ella debe estar muy decepcionada de mí."

Oh no.

Ya no pudo soportarlo.

Sabía lo que era la culpa, y no quería que su padre cayese en ese ciclo sin fin. No, no iba a dejar que cayese al agujero, por lo mismo debía ser fuerte, debía mantenerse erguida, y así poder mantener a esa familia a flote, mantenerla de pie, protegerla.

No, se rehusaba a perderlos.

Se acercó, se puso de cuclillas y abrazó a su padre, incluso en la posición aquella incomoda en la que quedaron. Mantuvo su postura, mantuvo su agarre, y no lo soltó, no iba a soltarlo. Podía llegar la muerte, si, podía llegar y arrebatarles a las personas que amaba, algún día ocurriría, e iba a estar lista para despedirlos cuando el momento llegase, porque en ese mundo, si ascendían, estarían en un lugar mejor, pero no iba a dejar que fuesen ellos mismos los que cayesen al agujero, que cavasen su propia tumba y se enterrasen vivos en ella.

No, eso no lo permitiría.

Su madre ya pasó por eso, ella estuvo a punto, y no quería que siguiesen su ejemplo.

"Todos sufrimos, padre, todos nosotros tuvimos una vida con sus altos y sus bajos. Y cada uno ha tomado las decisiones por sí mismos, madre lo hizo, Winter lo hizo, tomaron su propio veneno, y por más que hubiésemos querido ayudar, apenas nos podíamos ayudar a nosotros mismos."

Habló, intentando que su voz sonase lo más suave posible, y su padre se removió bajo su agarre, así que se separó un poco, observándolo, pero este parecía listo para seguir peleando, para seguir culpándose, para seguir destruyéndose, como si el dolor ya no fuese suficiente castigo, como si perder a quienes quiso no fuese suficiente para redimirlo de sus actos.

Pero no iba a decir que ni siquiera lo pensara, que ni siquiera les diese vida a las voces en su cabeza.

"No puedes culparte de lo que ocurrió. A pesar de lo malo, de la situación en la que estaban en su matrimonio, intentaste ayudarla, la llevaste con un especialista, le diste su espacio, le quitaste el peso que tenía sobre sus hombros, y lo mismo hiciste con Winter, me ofreciste a mí el liderazgo de la compañía para quitarle la responsabilidad a ella, e intentaste convencerla de que no se fuese, e intentaste negociar con ella, y en ambos casos fue en vano, y aunque uno intente pensar en el '¿Qué pasaría si?', al final ya ocurrió, y no hay nada que uno pueda hacer para cambiar lo ocurrido."

Dejó de sujetar a su padre, y movió las manos hasta las ajenas, sujetándolas, estas húmedas con las lágrimas que intentó ocultarle, estas ahora cayendo sin contención alguna.

"Ellas tomaron la decisión por si mismas de caer en el agujero, y quien sabe, quizás no había nadie en el mundo que pudiese sacarlas de ahí, solo ellas mismas, así que deja de culparte, es una lástima que haya ocurrido, sí, pero no puedes pretender echarte la culpa por las decisiones que ellas tomaron."

Su padre la observó, absorto, sin saber que decirle.

Los ojos celestes, iguales a los propios, la miraban, brillantes con el brillo del fuego y el de las lágrimas, que no paraban, que seguían cayendo, pero al final, este tuvo que asentir. Era un hombre lógico, todos ahí lo eran, habían sido criados para serlo, pero eso no significaba que fuesen maquinas, no, eran humanos, y humanos que jamás habían aprendido a entender las emociones, a canalizarlas, así que cuando salían, eran así, alborotadas y peligrosas.

Y era difícil mantener los malos pensamientos a raya cuando no había nadie a tu lado que te contuviese, o que te enseñase como fortalecerte ante estos.

Ahora ella se sentía fuerte para hacerlo, para defenderse del agujero que la quería tragar, que ansiaba tragarla, pero no lo dejaría, ni tampoco dejaría que se tragase a su familia, no si podía evitarlo.

Y a pesar de su fortaleza, el verlo así, terminó rompiéndola, haciéndola llorar, pero aun quería hablar, así que debía contener las lágrimas para que no mermasen sus palabras, sus sentimientos.

"Solo te pido que no cometas el mismo error, que no dejes que el agujero te consuma, porque puedo hablarte y apoyarte, puedo intentar evitarlo, pero si tú te rehúsas a pelear por los vivos, por ti mismo, no tendré forma de salvarte."

Y le horrorizaba la mera idea.

Perder a su padre, lentamente, tal y como perdió a su madre, era un miedo que empezó a ser permanente últimamente. Antes, cuando lo consideraba un monstruo, no le habría importado, pero ahora, no creía ser capaz de soportar aquel dolor.

Luego de decirle eso, su padre asintió, pero ahora su expresión fortaleciéndose, el mensaje llegándole con claridad, tal y como quería que fuese, porque no quería que la historia se repitiese una vez más. Él sabía que los tenía a ellos, así como reconocía el dolor por el que tuvo que pasar, y el hacerle pasar por eso a ellos, de nuevo, era suficiente para que la culpa desapareciera de su rostro.

La culpa solo haría más profundo el agujero.

La tumba.

Y no merecían ser enterrados antes de su hora.

Ser asesinados por su propia mano.


Capitulo siguiente: Caballero.


N/A: Ups, un poco tenso el capítulo, ¿No? Descuiden, el siguiente será aún más tenso que Weiss ni siquiera alcanzó a decir lo que quería decir, así que se viene intenso.

Sé que es extraño el hacer a un Jacques decente, hacerlo más humano, menos un villano, yo siempre lo he hecho malo, malo malísimo, al punto de que o termina muerto o encarcelado, así que es una novedad el hacerlo así, el tomarme el tiempo viéndolo como persona, el intentar desglosar su personalidad y darle la oportunidad de redimirlo, y me da pena, porque siento que merece el poder tener a su esposa y a su hija, pero no, se las arrebaté y lo hice hundirse, cuando pude haberle dado un final feliz a toda la familia.

Al final, yo soy el verdadero villano.

Nos leemos pronto.