Red Velvet
Capítulo 105: Heroína
…
Tragó pesado.
Sintió la bilis subir por su esófago.
Sabía que llegaría el día, pero no creyó que sería ahora. Tan pronto.
No era capaz de soportar tanto, tan pronto, su corazón no lo soportaría, no soportaría una muerte, y un rechazo. No soportaría perder a sus dos hermanos en solo unos días. Era demasiado, demasiado cruel por parte del universo el hacerle algo semejante.
Cuando los ojos de su hermano volvieron a mirarla, el ceño fruncido seguía ahí.
Y sabía que, si la voz estuviese ahí, en su cabeza, ya le habría dicho el asco que su hermano sentía por ella, la ira que le causaba, la decepción, pero se obligó a negar, a ni siquiera pensar en eso, a ni siquiera recordar que esa voz existía, que existió, que por un momento fue lo único que escuchó, lo único que creyó.
No lo iba a permitir.
Se iba a preparar para hablar, así que respiró profundo.
No estaba lista, pero debía estarlo.
Ese momento iba a llegar, y se obligó a tenerlo en cuenta, en cualquier momento, sobre todo ante la cercanía que empezaban a tener como familia, Ruby de un día para otro apareciendo, eclipsando su realidad, su familia, su círculo.
Si, debía estar lista.
Así que se preparó para el impacto.
Pero no fue ella quien habló primero.
"Ella fue quien te mandó rosas."
Oh.
Se vio frunciendo los labios, sin poder ya decir nada.
Obviamente era Ruby, ¿Quien más le regalaría rosas rojas? Por supuesto que alguien que tenía aquello marcado en su nombre. Se sintió sudar, su hermano, lamentablemente, era muy inteligente. No era algo malo, pero para ella sí, en ese segundo sí.
"Y esa vez, ella te protegió de ese imbécil."
Cierto.
Él lo vio, todo Atlas lo vio, cuando Ruby se levantó, se paró erguida, protegiéndola, sacrificándose a sí misma frente a los medios, frente a las cámaras, frente a la multitud, para aliviar su dolor, como el caballero de armadura plateada que era, que siempre fue para ella.
Sintió que iba a llorar de solo recordarlo.
Y no sabía si llorar en ese momento era lo mejor, pero era inevitable.
"Y vino aquí exclusivamente para apoyarte, para prestarte su hombro."
Si, lo hizo.
Ruby no supo de ella durante esas horas, y de inmediato entró en pánico, y la buscó, sin dudar, dispuesta a reabrir antiguas heridas solamente para ayudarla a mermar el dolor de la pérdida. Ruby la amaba lo suficiente para sacrificarse, y odiaba eso de esta, realmente la hacía sentir molesta, porque no quería que Ruby sufriese más.
Pero siempre, siempre, se metía entre las llamas, sin importarle nada.
Odiaba que fuese tan considerada, que fuese tan buena, que fuese capaz de hacer lo que sea por otros sin importarle su propia estabilidad, su propia vida incluso y eso era lo que más le aterraba de esa personalidad que Ruby tenía, el que en cualquier momento la perdería, esta arriesgaría su vida por ella, y honestamente, no creía que su vida valiese lo mismo que la de Ruby.
Si alguien merecía vivir, era Ruby.
Ella no merecía ese privilegio.
Y ahí, lloró.
Las lágrimas simplemente se le escaparon, ahí, frente a su hermano, y notó en él como su expresión se calmó, cambiando de seriedad a preocupación de un momento a otro, incluso sintió la mano de este en su hombro, intentando calmarla, apaciguar su llanto, apoyarla de alguna forma, en pánico.
Pero ¿Por qué?
Se había enterado.
Sabía lo que ocurría.
¿Por qué iba a ser bueno con ella al enterarse que era una desviada?
¿Qué había escogido el camino incorrecto?
¿Qué su hermana fue una farsa durante todo ese tiempo?
"Oh."
Escuchó a Whitley hacer aquel sonido, y se vio sin saber que decirle, ni siquiera creía que era capaz de decir palabra alguna ante el nudo en su garganta, ni siquiera para preguntarle nada.
"No solo le gustas a Ruby, sino que tú también estás enamorada de ella."
De nuevo escuchar el nombre de Ruby saliendo de su hermano le trajo emociones divididas, sobre todo en ese instante, sin saber si era algo bueno, o algo malo.
Pero cuando enfocó su vista borrosa en él, notó una sonrisa en su rostro.
Una sonrisa tranquila.
Una sonrisa calmada.
No había odio.
No había molestia.
No había asco.
Nada de eso.
Y ahí su llanto mermó, al menos un poco.
Las manos de su hermano se movieron a su rostro, los pulgares largos y fríos pasando por sus mejillas que hervían, por sus lágrimas cálidas, limpiando su piel, con cuidado, tal y como el día anterior, solo que ahora estaba despierta, ahora estaban frente a frente, y él se atrevió a moverse, a ignorar la incomodidad que existía entre ambos, que siempre existió, y enterrándola, escondiéndola lejos.
Solo siendo ambos nada más que hermanos.
Que se querían y se apoyaban, y, sobre todo, hermanos que no querían ver al otro sufrir.
No más.
Notó como este le dio una mueca, similar a una sonrisa, que se veía extraña en él, tan ajena, pero le encantó verlo así, el que este intentase aliviar su llanto sonriéndole, demostrándole que no había mal en sus palabras.
Habían cambiado tanto.
Habían crecido tanto.
Y ahí recién fue capaz de abrir la boca.
"N-no me sentía lista para contártelo, para contárselo a ambos, ya sabes…no es algo normal."
Sobre su amor.
Sobre su romance.
Sobre las sensaciones imposibles de describir que sentía en el pecho cuando miraba a Ruby, cuando la tenía al lado, o solamente cuando pensaba en esta.
Su hermano soltó un bufido, similar a una risa, similar a una burla.
"Jamás miraste así a nadie, ni siquiera a ese imbécil con quien te ibas a casar, ni fuiste así de vulnerable como lo fuiste con Ruby, ¿Realmente creías que lo estabas ocultando bien?"
Probablemente no.
Se vio soltando una risa.
Su hermano era demasiado inteligente.
Se vio tragando, sintiendo la bilis aun en su garganta, y solo así pudo despejarla.
"¿N-no te molesta?"
Y notó sorpresa en Whitley, y confusión.
"¿Molestarme?"
Su hermano le preguntó, pero el mismo se contestó, los celestes ojos mirando alrededor, pensativo, las manos de este dejando su rostro para terminar sobre su regazo, sus dedos entrelazados, aumentando la posición pensativa que mostraba.
Pero cuando los ojos la miraron de vuelta, este simplemente se levantó de hombros.
"O sea, me horroriza, por supuesto, no es algo que hubiese imaginado que ocurriría, además, no quiero volver a esa época, donde estabas tan enfurecida, tan fuera de ti, siempre molesta por algo cuando él vivía aquí y me aterra que vuelva a ocurrir, pero eso lo sabes, ¿No? Te lo dije, no quiero que traigas a alguien a la casa y que volvamos a vivir así."
Si, fueron malos tiempos.
Agotadores, molestos, insufribles.
Ni siquiera se reconocía a sí misma, a la persona que era en ese entonces, miserable, ya que se había convertido en lo que más odiaba.
Y antes de poder decir algo en respuesta, su hermano continuó.
"No conozco a Ruby, pero con las pocas veces que nos hemos visto, se nota que es una buena persona, no se parece a ese sujeto, ni a los con los que saliste antes, ni a la gente de Atlas con sus máscaras y sus dobles intenciones. No me parece extraño que te haya gustado de ser así, a pesar de…bueno, que sea una mujer."
Y eso era sin duda lo que más le aterraba.
Que fuese una mujer.
Que la juzgasen por estar con una mujer.
Por supuesto que Atlas la miraría con malos ojos, sobre todo al haber sido el foco de la atención al haber salido con diversos hombres años atrás. Pero no le importaba la opinión de esa sociedad amargada, por el contrario, nunca les agradó nada de lo que hizo en su vida, bueno o malo, jamás la aceptarían sin importar lo que hiciera.
Jamás sería perfecta a los ojos del mundo.
Pero lo había aceptado, Ruby la ayudó a aceptarlo, a volver a los tiempos donde no le importaba el qué dirán y todo lo hizo con el afán de sentirse bien, de sentirse libre, de sentirse capaz de cementar su propio camino.
Pero, lo qué si le importaba, era la opinión de su familia.
De la poca familia que le quedaba.
Eso era lo único que le aterraba, y era que su decisión, no, que los sentimientos en su corazón no fuesen aceptados, que estos la alejasen por eso, por algo que no podía controlar, por algo que no podía cambiar, y sabía que, si debía elegir un bando, elegiría a Ruby, y ahora más que nunca, le agobiaba la idea de dejar a su familia, de abandonarla cuando ya habían perdido tanto.
Sabía con seguridad, de llegar a una situación así, Ruby le diría que se mantuviese con su familia, Ruby estaría dispuesta a sacrificar la relación que tenían con tal de que ella pudiese disfrutar de la familia que nunca pudo disfrutar cuando era niña, y deseaba con todas sus fuerzas que Ruby fuese egoísta y la secuestrase, que le dijese que iba a hacerla feliz, que le iba a dar todo lo que el mundo no podía darle.
Pero al final del día, Ruby siempre velaba por el camino correcto, por la felicidad ajena, como la heroína que era.
Y Dios como le aterraba perderla.
De nuevo.
"Y… ¿Eso te horroriza también?"
La pregunta tomó a su hermano por sorpresa, este observándola, sin decir nada, y lo veía en él, este sin saber que decir. Pero lo entendía, esa dualidad, la entendía.
Así que no tardó en hablar, en contestarse a sí misma.
"No te culparé si lo piensas, a mí también me ocurrió. No sabes cuánto me torturé a mí misma cuando tuve estos sentimientos, y sin importar cuanto intenté desgarrarlos de mi pecho, me fue imposible. Ruby caló muy fuerte dentro de mí, y me odie a mí misma por mucho tiempo."
Como la voz en su cabeza solía hacerla odiarse aún más.
Como odiaba esa voz.
No era suficiente la culpa, la amargura que sentía por sí misma, para que llegase esa voz incesante, hablándole, diciéndole lo mal que lo estaba haciendo, lo mal que estaba su propia existencia, lo mal que estaba ella misma como persona. Y eso la afectó de muchas formas, sobre todo dañó su autoestima y la obligó a volver al agujero del que venía.
Al agujero al que siempre llegaba cuando la situación se le escapaba de las manos.
Porque debía acatar las reglas, acatar a lo que la voz le decía.
Estás cometiendo un error.
Estúpida.
Eres igual que ellos.
Inmadura.
Te lo mereces.
Cobarde.
Caíste bajo.
Ridícula.
Eres una decepción.
Enferma.
Pecadora asquerosa.
Estás vacía, siempre lo estarás.
No vales la pena.
Ella nunca será tuya.
Se vio llevando una mano a las sienes, sintiendo la frente arder, palpitar, el dolor agudo volviendo como el día anterior, por el llanto tal vez, o por los recuerdos tan nítidos que aún tenía en su cabeza, guardados, la voz aun resonando en su memoria. Y no quería oírla, era doloroso, y por suerte no estaba ahí, no había voz, solo los recuerdos de lo que una vez fue, las palabras aun resonando con el veneno de siempre, con el odio, emociones que se lanzaba a sí misma, palabras que la tiraban directo al suelo, al agujero donde pertenecía.
Pero no cayó al agujero.
No de nuevo.
No iba a volver ahí, porque ya había aprendido que volver ahí, a la oscuridad, al baúl del dolor, del pasado, de los errores, solo la destruiría más por dentro. Y ya había aprendido a levantarse, a encontrar la fuerza para seguir adelante, para vivir, para disfrutar de cada día. No cometería aquel error de nuevo, no le creería a la voz, ni a los recuerdos, ni a sus propios pensamientos retorcidos cuya única finalidad era el dejar su confianza por los suelos.
El hacerla caer, al igual que su madre cayó.
Y no quería morir, no ahora.
La voz le dijo una vez que no le importaba morir, y en ese entonces, era verdad. El tomar alcohol y tomar medicinas siempre sonó a algo que su cuerpo le pedía, le insistía, ansiaba, solamente para acabar con la miseria de una vez por todas.
Algo que su madre consiguió al final.
Pero no iba a seguir sus pasos, no, no de nuevo.
Ya nada ni nadie la iba a mantener sujeta, ya no tenía cadenas sujetándola, no, era libre de escoger el camino que quería, y lo iba a hacer, lo iba a disfrutar, y nada ni nadie la iba a detener. Podían beber de los rumores, sumergirse en sus opiniones sobre ella, sobre su situación, sobre su vida, pero ya no tenía importancia alguna, porque se había liberado de ese peso.
Y ella misma fue su peor enemigo, y ya sin la voz, sin su propia humanidad intentando asesinarse a sí misma, su mente torturándose día y noche, y pudo contra eso, y luego de eso, de batallar ese enemigo imposible de superar, ya nadie podría volverla a lastimar, nunca.
Nadie sería tan fuerte para destruirla como su propia cabeza lo fue, como ella misma lo fue.
Ruby la salvó, fue su heroína.
Pero al final del día, solo ella misma podía salvarse de sí misma.
Y lo hizo, lo consiguió.
Y nunca iba a volver a caer, no iba a permitirlo, se iba a salvar a sí misma, iba a salvar a quienes amaba, y miraría hacia el futuro, nunca más al pasado.
Sintió la mano de Whitley de nuevo tocando su piel, tocando la mano que tenía firme en su cabeza, y este la ayudó a aliviar el calor de la zona, de su frente palpitando, pero ya no en dolor, ahora solo en determinación.
Cuando sus ojos se toparon con los ajenos, los ojos celestes encontrándose, volvió a ver preocupación en su hermano, en su expresión vacilante.
Pero estaba bien.
De hecho, nunca había estado mejor.
Así que dejó de sujetarse el rostro, se sentó recta en la silla, y respiró profundo, hinchando el pecho.
No tenía miedo, ya no más.
"Amo a Ruby, la amo hace mucho tiempo, y fue un tormento el poder tomar la decisión de aceptarla en mi vida, me costó, me lastimé a mí misma, pero ella vino a mí a pesar de mis intentos de alejarla, me trajo calma, me trajo cariño, me ayudó a cambiar para bien, a alejarme de ese agujero que ha consumido a esta familia desde el comienzo, y si ahora estoy aquí, con ustedes, viviendo, respirando, sonriendo, es gracias a ella."
Le dio el empujón que necesitaba.
Le dio la fuerza y el amor para poder salir de ahí.
Del agujero.
Y poder levantarse, poder volver a caminar, poder volver a quien solía ser, y así se recuperó a sí misma, y siempre, pero siempre iba a estar agradecida por lo que esa mujer hizo por ella, incluso cuando sus cuerpos perecieran, aun seguiría agradecida por que esa alma bondadosa apareció en su vida.
Iba a demostrarle a Ruby que era capaz de sobrellevar todo eso por sí misma.
La iba a hacer sentir orgullo de la Weiss en la que se había convertido, de la Weiss que Ruby ayudó a crear.
A pesar de que creyó que la reacción de Whitley sería desfavorable, no fue así, esta la miró, su rostro sin mayor mueca, ni seriedad, ni molestia, nada, solo la observaba, pensativo, como si intentase meterse en su cabeza, o simplemente digerir sus palabras.
Y por su parte no vaciló.
No iba a vacilar más.
Estaba lista para todo.
Finalmente, la mueca de Whitley se rompió, o simplemente cambió, pero bruscamente, tornándose triste, desolada incluso, y la expresión le tomó por sorpresa, no se lo imaginó así, ni siquiera recordaba haberlo visto así. Vio como este abrió la boca, pero sus labios temblaron, sin ser capaces de decir palabra alguna, y los celestes simplemente dejaron de mirarla, observando algún lugar en la mesa.
Estaba dudando.
Y verlo así, se sintió doloroso.
Lucía más joven de lo que era, siendo el niño que una vez fue, el que recordaba bien.
De inmediato se movió, llevando una mano hacia las dos de Whitley, firmes en su regazo, y lo sujetó. Por supuesto que el lado más negativo de su cabeza pensó que él la rechazaría, que movería sus manos, tomaría distancia, pero había aprendido que sumergirse en los '¿Qué pasaría sí?' no servía de nada, ya cuando ocurriese, encontraría la forma de solucionarlo.
Pero no, él no se movió de manera negativa, por el contrario, el agarre que tenía en su propia carne se volvió más suave, menos tenso, y recién ahí los celestes la miraron, ahora teniendo fuerzas para hablar.
Si, verlo así, le recordaba al niño que era años atrás, el niño que se comenzó a quedar solo, sin sus hermanas, y tuvo que crecer demasiado rápido para no quedarse atrás, y ya había visto al hombre que tenía en frente romperse, volviendo a ser el niño de aquel entonces, y sabía que siempre que ocurriese, su corazón se iba a romper, porque verlo así, dolía de maneras que jamás creyó que experimentaría.
"Si tienen una relación, ¿Te vas a casar? Porque no quiero que te vayas, no quiero perderte de nuevo, no quiero que volvamos a ser desconocidos."
Oh.
Esas palabras, ese tono en la voz de su hermano, la rompían en pedazos, pero al mismo tiempo, la llenaban, se sentía cálida, feliz, porque jamás imaginó que Whitley la querría ahí, que la querría en su vida luego de haberlo descuidado tanto durante su niñez, su adolescencia.
Al parecer, el rencor que creía que esa familia tenía, no era suficiente para mermar el amor que se tenían. Habían aprendido lo que era realmente valioso, y por suerte, todos estaban en la misma página.
Se vio negando, sujetando las manos ajenas con más firmeza.
Ahora podía ser honesta con su familia.
Ahora podían confiar.
"Siendo honesta, ninguna de las dos quiere casarse, el mundo destruyó ese título, lo mancilló, y ni ella, ni yo, podemos verlo como algo bueno, así que no, no me voy a casar, ni tampoco me iré a ningún lado, menos ahora que estamos unidos, menos ahora que al fin tenemos la oportunidad de ser una familia."
Y vio alivio en Whitley.
Paz.
Calma.
Sus hombros dejando de estar tan tensos, así como lo fruncido de su entrecejo, en desolación.
Y ahora, que lo vio más tranquilo, se vio soltando una risa.
Ya se sentía más liviana.
Más de lo que creyó que se sentiría.
"No creí que se sentiría así de bien el decirlo."
Se seguía sorprendiendo cada vez que sus decisiones le daban emociones placenteras, como el alivio, como la calma. El poder decir lo que sentía, lo que pensaba, era algo que poco a poco comenzaba a practicar, a ejecutar, y quería hacerlo más, ser más honesta, más genuina.
Luego ya no tendría que contenerse, que controlarse, como si fuese una máquina.
Una prisionera.
Cada día iba a ser más libre.
Al final, considerando la situación, esperó muchas cosas.
Pero lo que no esperó fueron las preguntas, y lamentablemente no pudo ocultar el rojo en su rostro, porque era imposible evitarlo. Ya que Whitley le preguntó cuánto tiempo llevaban juntas, como se habían conocido, y más que las preguntas en sí, le sorprendió más el genuino interés en él. No era mera cordialidad, no, él estaba atento, escuchándola, opinando, volviendo a preguntar.
Y por supuesto que había muchas cosas que no podía desvelar, como el hecho de haber conocido a Ruby en un prostíbulo. Oh no, ahí sí que su hermano se moriría, eso era demasiado. Así que hizo una versión diferente, al menos respecto a cómo se conocieron, dejando con que había sido Coco quien las había presentado, y no difería mucho de la realidad, siendo esta quien le dijo sobre el Red Velvet. Respecto al tiempo que llevaban, dijo que empezaron una relación a finales de mayo, que no era una mentira tampoco, lo demás fue una amistad, no una relación amorosa en sí.
No llevaban mucho tiempo juntas para el resto del mundo, pero le dejó claro a Whitley que se conocieron mucho antes, no iba a mentir en eso, pero que luego vino el que esta se hizo socia y su relación creció, y de nuevo, no era una mentira.
Había muchas cosas que le quería decir a su hermano.
Pero por su sanidad mental, era mejor el guardar el secreto.
A ella aún en el presente le avergonzaban algunas cosas, pero sabía que su hermano se iba a desmayar.
Cuando él iba a preguntarle algo más, un sonido los distrajo.
Y ambos giraron el rostro, buscando la causa.
Su padre.
Y para su sorpresa, y para la sorpresa de su hermano, pudieron escuchar con claridad como soltó un ronquido. No creyó que su padre era de los que roncaban, o era algo usual, o este simplemente se había dormido muy profundo. Como sea que fuese, le causó gracia, sin poder evitar soltar una risa.
Era triste de cierta forma, porque no se conocían tanto.
Eran aún desconocidos viviendo bajo el mismo techo.
Pero descubrir las cosas nuevas le daba una calidez impresionante.
Luego tendría que decírselo a él.
Y eso le aterraba aún más.
Porque su hermano conocía el mundo, lo odiaba tanto como ella, odiaba al universo por darle una infancia de mierda, y como día tras día el sufrimiento volvía, por lo mismo no parecía tan adiestrado en la sociedad, y ahora lo sabía, que ese odio lo mantuvo libre, o al menos sabía con claridad que es lo que no quería en su vida, que tipo de gente no quería en su vida, sabía distinguir entre lo malo y lo bueno.
Pero su padre llevaba muchos años en ese mundo.
Siendo adiestrado desde que era mucho más joven que ellos, y sus valores estaban sólidos, o al menos eso creía, así que, si alguien iba a hacer un caos acerca de sus sentimientos, podría ser él.
"¿Él tendrá una mala reacción si se lo cuento?"
Le preguntó a Whitley, pero quizás también se lo preguntó más a sí misma.
Obviamente tenía dudas, siempre las tendría.
No quería que su padre la odiase.
"Si se lo vas a decir, deberías hacerlo ahora."
¿Qué?
Se vio vuelta, volviendo a mirar a su hermano a los ojos, los cuales miraban a su padre ahí dormido en el sofá, casi sin pestañear. Le preguntó con la mirada, sin entender sus palabras, pero él seguía enfocado en su dormido padre, así que tuvo que vocalizar.
"¿Ahora? ¿A qué te refieres?"
Y ahí, los celestes, iguales a los propios, la miraron de vuelta.
"Sé que es un mal momento, con todo lo que pasó, pero, el pensar en eso, el pensar en ti, en tu relación, me ayudó a distraerme de…"
De Winter.
De su muerte, de la pena, de la desolación. Eso era lo que quería darles, alguna forma de distraerse, una manera rápida para calmar la angustia. Ella lo tenía, cuando sufría, tenía a Ruby, que le inhibía pensar, que le nublaba la mente, donde la hacía sentir bien, en calma, hundiendo todo lo malo, y dándole nada más que amor y placer, y era una sensación que duraba más que cualquier botella que hubiese sostenido en la mano.
¿Acaso ese amor podía ayudarles también a ellos?
Al menos parecía haber sido el caso con su hermano. El hablar de algo bueno, de algo agradable, no del caos, de la muerte, del pasado, de la bebida, de las responsabilidades, de la sociedad, de Atlas. Todo lo demás les traía amargura, todo lo que tenían alrededor se asociaba con algo malo, con algo desagradable.
Su hermano bajó la mirada, para luego volver a mirar a su padre.
"Quizás a él también le sirva el distraerse de lo que ocurrió, sea bueno o malo."
Oh.
Quizás tenía razón.
"Entonces hablaré con él a la noche. Quiero poder compartir la felicidad que siento con ustedes, así como también compartimos el dolor. Quiero que sean parte de lo que ocurra en mi vida, como una familia."
Su hermano asintió, lentamente, para luego tener un gesto más seguro, más determinado.
"Quiero hacer lo mismo."
Volvió a apretar una de las manos de Whitley con la suya, sonriéndole.
"Y aquí estaremos para escucharte, para apoyarte."
Su padre volvió a soltar un ronquido, y de nuevo, ambos aun asombrados con el suceso, lo miraron. Sabía que, si este seguía roncando iban a tener que acercarse y acomodarlo, que eso podía deberse a una mala postura.
Su padre también debería empezar a hablar con ellos, de sus problemas, de sus felicidades, de sus tristezas.
E iba a estar ahí para ambos.
"Uh, sé que me pongo nervioso cuando veo a Ruby, ya que es un poco, uh, bueno, como es ella, pero me disculpo de antemano si es que actuó aún más extraño cuando la vea otra vez."
Bueno, era algo diferente.
Pero le causó alegría que este estuviese preocupado por eso, y el solo pensar en la situación, le causó gracia, así que terminó soltando una risa.
Y no solo por la reacción que tendría Whitley, si no la de Ruby.
"Descuida, probablemente Ruby se va a comportar aún más erráticamente de lo usual."
Y para su sorpresa, su hermano también soltó una risa.
"Nos veremos como un par de idiotas."
Y sí.
Estaba segura de eso.
Pero eran sus idiotas, y no los cambiaría por nada del mundo.
Capitulo siguiente: Fortaleza.
N/A: Pues no ha pasado nada malo, aún, así que pueden quedarse medianamente tranquilos. Me lagrimeó el ojo al editar este capítulo, pero los siguientes, oh, sé que voy a llorar, aunque sepa que pasa, pero es algo que ocurre cuando te metes tanto en el personaje para hacer la mejor descripción posible y te afecta lo mismo.
Vamos, Weiss, ¡Tú puedes!
Nos leemos pronto.
