Aclaraciones: Todo el contenido conocido pertenece a la Saga de Harry Potter.
Advertencia: Contenido +18 Puedes encontrar violencia, pensamientos suicidas y contenido sexual
Dramione de principio a fin.
Estamos ubicados en el séptimo libro.
Se cambiaron hechos y fechas para favorecer a la trama.
Disfruten la lectura.
Capitulo 2.
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Ahí estaba Draco Malfoy aferrando su cuerpo inconsciente para que no cayese al suelo, temblando de impotencia y preocupación. Con un cuidado poco propio en él la acomodo contra el tronco del pino para revisarla. Había aprendido poco tiempo atrás a detectar maldiciones y en ese momento supuso lo peor.
Estaba inconsciente, no muerta. Eso ya era ganancia. Bellatrix podía ser una hija de puta sí, pero también era horrorosamente brillante en cuanto a magia negra se trataba, había creado por cuenta propia maldiciones duraderas que eran aplazadas con el tiempo y en ese momento Draco temía que Hermione estuviese bajo los efectos de una.
Se concentró agachándose frente a ella para posar su mano sobre sus cabellos, concentrado en sentir el aura mágica de la chica, era la primera vez que tenía el placer de verla desde dentro, pero no se sorprendió de lo que encontró.
Tan pura, limpia, cálida y placentera. Como lo esperaba. Tan lejana a lo que él era. Buscó hasta el hartazgo y la encontró Mierda la soltó despacio y empezó a reír por lo bajo, era una risa tan apagada y fuera de lugar que incluso daba miedo.
Serenidad Draco, serenidad Intentó dominar aquella creciente sensación desesperante que se arrebolo en su pecho, tan molesta y tan real.
Se había vuelto experto en fingir, en apagar sus emociones, lo había hecho todo ese tiempo entre los mortifagos pero con ella era todo tan difícil. No podía apagar sus sentimientos con la persona que más le importaba si carajo, había dejado a su madre ¡a su propia madre! por ella y es que aún regresando en el tiempo habría tomado exactamente la misma decisión, lo hubiese hecho de nuevo, una y otra vez. Como un maldito perro encariñado de su amo.
Al parecer eso era.
— No te dejaré morir – Su voz era suave como el terciopelo. Deslizó sus dedos por la piel tersa de sus mejillas agradeciendo que hubiese sido tan jodidamente terca de quedarse con él. No estaba seguro de que las personas con quien sea que estuviese asociada tuviesen conocimientos en magia negra como él.
De pronto recordó un pequeño detalle, tenía conocimientos sí, pero estaban solos en medio de la nada. Se levantó sopesando sus opciones.
Tu madre Malfoy, tu madre.
Un escalofrío lo recorrió de pensar lo que le estaría haciendo el desgraciado y asqueroso ser al que llamaba padre. La última vez que Narcissa había intentado ayudarle Lucius le había dado una paliza frente a sus propios ojos. Lo detestaba casi tanto como al jodido Voldemort.
La impotencia lo llevó a pasar la mano bruscamente por sus cabellos platinados. Quería arrancárselos. ¿Que coño haría ahora? Espera, ¿eso es ansiedad? Comenzaba a faltarle el aire.
Y de pronto algo llamó su atención, una luz proveniente del frondoso bosque. Un zorro plateado se acercaba hasta ellos, el aura azulada le confirmó que se trataba de un patronus, un zorro. Era de su madre. Lo recordaba de las clases en las que intentó enseñarle el encantamiento, fallando terriblemente, en aquel momento Draco no tuvo un recuerdo lo suficientemente significativo para generar el dichoso Patronus.
Abrió mucho los ojos y espero hasta que llegó frente a él, formando una esfera flotando sobre los aires liberando energía
Draco, no vuelvas yo estaré bien.
Perdóname por darte esta vida. No quiero que vivas como yo lo hice
Ve a la mansión en Londres a la que te llevé hace dos años.
Nadie más sabe de ese lugar. Tiene fidelio, ahora tu eres el guardian.
Es mi regalo para ti, esperaba dártelo cuando todo esto terminara.
Te amo hijo. Perdón sino te lo dije antes.
Dado el mensaje la esfera desapareció en el aire. Draco no pudo evitar caer sobre sus rodillas notablemente afectado por lo que acaba de escuchar, su madre jamás le había hablado de esa forma, no era una mujer precisamente expresiva pero había tristeza en su voz, sintió como si un gran peso de pronto se hubiese liberado de su ser, estaba viva aun.
Le temblaron las manos mirando a los cielos, la noche iba cayendo poco a poco, debía actuar. Se tomó unos momentos y levantando a la castaña entre sus brazos desapareció del lugar.
Al abrir sus ojos se encontró en la entrada de la mansión, su madre lo había llevado en algún momento diciendo que estaba buscando una nueva propiedad para la familia, Draco no le dio mayor importancia, sus padres compraban propiedades cada que tenían la oportunidad una más no era novedad.
El recibidor estaba iluminado por un fino candelabro en el techo elevado y frente a él un elfo que le metió el susto de su vida, casi tira a Hermione al suelo de la impresión que le pegó el engendro endemoniado.
— ¿Quién coño eres? — Pregunto Draco con desdén y desprecio hacia la pequeña criatura, no recordaba haber visto a ese elfo en la vida, y temía que alguien más estuviera acompañándole, un mortifago por ejemplo. El elfo hizo una reverencia.
— La señora Mafoy me ha pedido que cuide este lugar lugar hasta su llegada señor — ¿Qué?
— ¿Qué más te dijo mi madre? -—Preguntó con cautela.
— Quiere que le sirva como le sirvo a ella, puede pedirme lo que quiera señor Malfoy - Mencionó el elfo. Su voz era chillona parecía ser del sexo femenino y no parecía ser intimidada por el comportamiento frío de Draco, cosa extraña en los elfos de la familia de la que provenía — Mi nombre es Gremia — Se presentó entonces.
Narcissa nunca le hablo de nada de eso, nada. Estaba muy confundido ¿su madre le había echado? Recordó su mensaje pensando a revoluciones magistrales, no podía ser cierto. ¿Su madre sabía que la dejaría incluso antes que él mismo? entonces la mujer en sus brazos se retorció, trayéndolo de vuelta al presente, segunda fase: dolor. Mierda.
Recordó que la llevaba en brazos como un imbécil demasiado aturdido para funcionar como una persona normal y entonces caminó con velocidad casi arrollando a la ahora denominada "elfa" en el camino.
Llegó hasta lo que parecía ser la sala principal, había tres sofás de terciopelo rojo vino, depositó gentilmente a Hermione en el de 3 piezas y lanzó un hechizo a la chimenea para que se encendiera iluminando parcialmente la gran estancia, así como calentándola. Decoraciones ostentosas por doquier. Aquel lugar le habría costado una fortuna a Narcissa. Hermione empezó a retorcerse de nuevo con una clara mueca de dolor plantada en sus bonitas facciones.
No no no no, maldita sea debía darse prisa.
— Gremia, necesito que me consigas Asfódelo, Pelo de unicornio, Gengibre y Dictamo, lo encontraras en las cocinas de la Mansión Malfoy — Le ordenó sin mirarle — Espera ¿Hay caldero aquí? Necesito fabricar una poción — Le explicó
— Si señor, está en la cocina — Le contestó
— Ve ahora, que no te vea nadie — Y la elfa desapareció.
—Draco... — Gimió la Gryffindor entre sueños, él se inclinó como atraído cual imán, como un perro siendo llamado por su dueño, tomó si mano temblorosa entre las suyas, mirándola con intensidad.
— Vas a estar bien, te lo prometo — Esta promesa no la romperé pensó, intentando alejar los pensamientos de su mente. Mantenerse calmado era de vital importancia. Invoco una manta y la cubrió con ella, nadie se hubiese imaginado nunca verlo tratar con tanta delicadeza y suavidad a una hija de muggles, nadie pero ahí estaba. Embelesado por la frágil mujer.
No pasaron ni 5 minutos y la elfa se apareció en la sala con las manos cargadas de ingredientes, se veía tan pequeña con las grandes bolsas que le cubrían hasta los ojos saltones – Señor espero esto sea suficiente – Parecía que hubiese cogido todo a su paso en la cocina de los Malfoy pero eso no le importó en lo más mínimo.
—Hiciste bien Gremia – La apremió Draco apresurándose con los ingredientes a la cocina para preparar el antídoto.
Esa era la parte simple, después de todo resultaba un remedio rápido lo difícil era transferir la maldición a un objeto, después de todo una maldición no se podía romper. Solo transferir. Agradecía que no hubiese dañado demasiado su esencia mágica, su tía había sido... generosa... quizá por qué se la llevo antes de que terminará de maldecirla no quería ni pensar que hubiese pasado de haberse quedado en la mansión más tiempo.
Apresurado colocó el liquido que se había tornado en un color plateado en un frasco al movimiento de su varita y corrió hacia la sala, Hermione en ese momento estaba temblando violentamente, la cogió entre sus brazos con fuerza y dejo ir el liquido en sus labios. El alivió fue paulatino, dejo de temblar poco a poco hasta quedarse tranquila en los brazos del rubio.
— Gremia— Llamó a la elfa, no podía más que mirar el rostro de Hermione tan cerca tan bella, tan… Imposible.
— Digame señor – En un ¡plop! la elfa ya estaba de nuevo frente a él.
—Prepara una habitación para Her.. Granger – Pidió, debía dejar de llamarla por su nombre, debía dejar de sentirse tan necesitado por ella. Aunque fuese a pequeños pasos.
—Si señor – La elfa desapareció,
Venía la parte complicada. Se apartó lo suficiente, ayudado de su varita corto la piel de su propia palma, un chorro de sangre cubrió parte de su muñeca resbalándose por su pálida piel. El ardor no le provocó ni una mueca. Eso no era nada.
Con su varita hizo movimientos hacia su mano mostrando una habilidad impecable en encantamientos no verbales, "esto va a doler" pensó antes de coger la maldición, una nube de aura negra salió de la chica, reflejando una calavera en el camino antes de abrirse camino hacía su palma, el ardor fue casi insoportable.
Por muy pequeña que fuese, por incompleta que estuviese siempre dolía un carajo transferir una maldición, era como si quemase al entrar en su piel abierta. Un jadeo se escapó de sus labios cuando la sintió entrar completamente en su cuerpo.
Debía transferirla rápido. Buscó en la estancia, y cogió un jarrón transportándola hasta este dejándolo agotado en el transcurso, colocó con cuidado la pieza sobre el piso, debería sellarla una vez se recuperara. Estaba hecho.
No había sido tan malo.
Se dejo caer en el sillón continúo echando la cabeza hacia atrás, esa herida no sanaría pronto.
Miró el techo unos momentos y no pudo evitar dejarse llevar por las memorias del pasado.
Flashback
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No recordaba cuando se había empezado a fijar en ella sería probablemente cuando el gorila de Krum se atrevió a llevarla de pareja en la cena de la copa de los 3 magos, verla bajar de las escaleras con aquel vestido había revolucionado sus hormonas, o quizá cuando le dio un puñetazo con justa razón en tercer grado o de verdad, cuando vio por primera vez esa mata de cabellos tan espesa y tentadora levantando la mano insistentemente en su primera clase de pociones en primer año. Joder.
Podía ser sincero a veces y únicamente consigo mismo. Disfrutaba verla rabiar, pero cuando lloraba su corazón se sentía extrañamiento agraviado. Por eso buscaba un equilibrio desde una corta edad para decir lo suficiente únicamente para cabrearla, había encontrado fascinación en ello, en cómo sus ojos avellana chispeaban en su dirección haciéndole recordar que ella sabía de su existía y no le era indiferente. Fascinante.
Sí, odiaba la sensación amarga que le dejaba que los demás imbéciles con los que compartía casa se metieran con Hermione, de verdad lo odiaba. Pero se repetía constantemente que estaba bien.
Era cuestión de casas. No podía interferir en el orden de las cosas, después de todo entre las serpientes era el rey y él no rompería un equilibrio que había existido por años. No hasta que todo se fue a la mierda. No hasta esa clase de pociones en sexto grado.
— Haremos parejas para el proyecto, deberán hacer un Filtro de muertos en vida es muy complicada les advierto — Dijo alegremente el profesor Horace mirando a los alumnos, Draco desde su lugar parecía inmensamente aburrido sentado en su pupitre, estaba absortó, no dejaba de pensar en lo que había sucedido.
Su padre estaba en Azkaban, no podía importarle menos la situación del susodicho. Le preocupaba su madre. El escrutinio de la prensa contra ella. Y ahora él, atrapado en el jodido Hogwarts no podía hacer nada por la mujer que lo había traído al mundo.
Narcissa se había empeñado en enviarlo pese a sus negativas y ahí estaba, en pociones. Nada más la tomaba por su intención en convertirse en medimago sino fuese así, en ese momento estuviese durmiendo en algún rincón de su sala común.
—Draco ¿hacemos pareja? – Escuchó a su costado, Pansy lo miraba, él le dirigió una mirada de desinterés encogiéndose de hombros.
—Yo formaré las parejas – Dijo el profesor. Pansy bufó decepcionada.
—Acérquense y tomen un papel del caldero muchachos – Los animó el profesor. De reojo Draco se percató de una melena incontrolable de cabellos castaños que caminaba hablando alegremente con un sujeto cuyo nombre no recordaba.
—¿Qué miras Draco? – Preguntó Pansy.
—Nada – Dijo él antes de ponerse en pie, caminando con aquel paso decidido hacia Granger con la clara intención de empujarla en el camino. No con fuerza, solo lo suficiente para atraer su atención e irritarla.
Ella se frotó el brazo volteándose a él lo fulminó con la mirada, "oh ahí esta" pensó él con satisfacción, viendo la tierna expresión de enfado que pretendía reprocharlo. Él no podía disfrutarlo más.
—Ten más cuidado Malfoy – Se quejó con esa dulce voz. Él formó una mueca, una de arrogancia que solo enmarcaban más esas facciones afiladas y elegantes.
—Apártate sabelotodo – Arrastrando las palabras, con aquel tono aterciopelado de su voz pasó junto a ella.
—¿Cuál es tu problema Malfoy? – Cormac si así se llamaba Draco lo miró con arrugando las facciones desdeñoso para después mirar a Hermione, ella volteaba hacía todos lados, estaban rodeados de alumnos intentando coger un papel del Caldero del profesor y era evidente que no quería meterse en problemas.
— Ignóralo —Le pidió tomando tranquila el brazo del Gryffindor. Draco no pudo evitar sentir un tirón en sus entrañas al notar el contacto que esos dos tenían. Maldita Granger. Apretó la mandíbula.
—No te conviene meterte conmigo McLaggen – Provocó al imbécil, lo vio temblar del coraje debatiéndose por golpear al rubio o ignorarlo – Hazlo, te estoy esperando – Esta vez una sonrisa burlona surcó los labios del Slytherin.
—¿Qué haces Draco? – Preguntó Blaise a su lado, atrayendo su atención.
—¿Qué coño te importa Blaise? – Soltó él, no sabía porque de pronto estaba tan cabreado, antes de mirar por ultima vez al imbécil de Cormac y acto seguido atravesó la horda de alumnos para coger un papel. El número 7.
Solo esperaba que no le tocara con el jodido Cormac o sí, únicamente para que a él no le tocase con ella.
Varios minutos después los alumnos ya estaban sentados cada uno con su papel. Draco no prestaba atención, estaba sondeando el motivo de su enfado, tenía una respuesta satisfactoria pero jamás lo admitiría en voz alta.
Poco a poco el profesor fue dictando los equipos, hasta que llegó al 7.
—Levanten la mano los que tengan el número 7 – Dijo Horace. Draco levantó la mano entonces y una mujer de cabellos castaños también. Un momento de tensión se sintió en el ambiente, cuando sus miradas se encontraron atravesando el aula. Hermione mostrando incomodidad y nerviosismo. Draco podía haber sonreído ¿por qué de pronto sentía que esa clase sería la mejor del curso? Aún así se mantuvo tranquilo, indiferente. Aburrido.
Espera debía mostrar algo más.
Cierto asco se asentó en aquellas facciones pálidas.
