Aclaraciones: Todo el contenido conocido pertenece a la Saga de Harry Potter.
Advertencia: Contenido +18 Puedes encontrar violencia, pensamientos suicidas y contenido sexual
Dramione de principio a fin.
Estamos ubicados en el séptimo libro.
Se cambiaron hechos y fechas para favorecer a la trama.
Disfruten la lectura.
Capitulo 4
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El solo recuerdo formó una sonrisa casi burlona en los labios del mortifago, pensó en el conjuro y de su varita brotó la luz del patronus, impresionante.
Habían pasado quizá dos horas desde que había abandonado la mansión, analizaba sus opciones, tenía claro que su familia no llamaría a Voldemort, no hasta estar completamente seguros de que el joven pelinegro que tenían encerrado en los calabozos de la mansión no era más que el mismísimo Harry Potter.
Esperaba que siguieran desconociendo aquel hecho, el hechizo que al parecer tenía sobre su cara, probablemente obra de la mujer que dormía en la habitación continua, duraría si tenían suerte un par de horas más.
Lo más probable es que esperarían a que los efectos pasaran para llamar a Voldemort. No se arriesgarían a llamarle en vano.
Pensó en comunicarse directamente con él, pero no le serviría de nada si él no tenía varita.
Pensaba veloz, sus opciones.
Por un momento consideró en comunicarse con Blaise, pese a todo confiaba en él. Casi.
¿Qué tan estúpida era la idea de sacarlo de ahí él mismo?
Su madre ya le había dejado claro que no debía regresar. Le empezó a doler la cabeza cuando el patronus se posó sobre el suelo, mirándolo.
Un cuervo. Draco lo miró con cierta desesperación reflejado en el iris mercurio de sus ojos y entonces ordenó sus prioridades y empezó.
Blaise, necesito que vayas a la mansión y veas si mi madre esta bien.
Te contactaré, mañana.
Si mi padre te pregunta por mi, dile que no sabes nada.
No podía más que confiar en él de momento. No es que fuesen muy cercanos, entre los mortifagos era el único que se veía fuera de lugar, sabía que Blaise no quería estar ahí, sabía que había sido obligado pero no tenía certeza de que tuviesen el mismo fin como objetivo, solo le quedaba confiar.
Se sentó en el sillón donde antes estuvo Hermione acostada mirando las brasas de la chimenea, cansado. Muy cansado.
La mano aún le escocia abierta y sangrante.
—Gremia – Llamó a la elfa, esta apareció al poco tiempo en un ¡plop! frente a él. De pronto su cerebro aparentemente adormecido volvió a funcionar con normalidad.
—Dígame señor – La elfa le observó, sus grandes ojos verdes esperaban atenta a sus instrucciones.
—¿Puedes sacar a personas de la mansión Malfoy? –
—Claro señor, soy un elfo. Puede aparecerme donde quiera – Sonrió con suficiencia.
—Bien –
Solo imaginar la cara de su padre retorciéndose en su propia miseria le trajo cierto gozo pero una alerta encendió en sus adentros ¿y si se desquitaba con su madre? No podía pensar en ello. No podía dudar
— Ve a los calabozos de la mansión, encontrarás a un grupo de personas. Ayúdalos a escapar —
—¿Los traigo aquí? – Draco dudó.
— Que ellos te digan a dónde llevarlos – Finalizó, no quería tener que tolerar la presencia de más personas, de momento estaba bien solo. Con Hermione claro.
Hermione sintió la suavidad cubriendo plácidamente su cuerpo, un colchón suave, se estiró casi perezosa disfrutando la sensación placentera de comodidad, hacía meses que no disfrutaba de una cama tan cómoda y calientita.
Se estiro cual felino antes que los residuos de su conciencia fueran formando un pensamiento coherente. Fue entonces cuando se levantó sentándose sobre la cama, completamente desubicada.
Los recuerdos se atiborraron en su mente, estuvo con Draco. No solo eso, se había besado con Draco Malfoy. No, no solo eso. Draco la había salvado.
Un fuerte dolor se asentó en su cabeza ante el abrupto lanzamiento de recuerdos en su memoria, la luz a penas y se alcanzaba a filtrar por las pesadas cortinas que cubrían la ventana ¿dónde estaba? Confundida se levantó a tropezones casi cayendo de la cama cuando sus pies se enredaron con las sábanas, por suerte no llego a tocar el piso. Se sentía mareada, algo débil. Abrió las cortinas y la luz iluminó la estancia, una habitación ostentosa, enorme.
Miró los alrededores, no había nadie. La luz de la mañana la cegó ligeramente antes de terminar de acostumbrarse ¿estaría en casa de Malfoy?
Si, aquel lugar podría perfectamente pertenecerle a la familia Malfoy, pero no tenía sentido. Si fuese así estaría encerrada en el calabozo, no disfrutando una cama en una habitación que parecía ser una suite en un hotel de lujo.
Estaba muy confundida.
Caminó entonces hacia la puerta, abriéndola lentamente para no hacer ruido, se encontró con un largo pasillo, pese a ser de día se veía oscuro, solo la luz tintineante del fuego atrajo su atención. Se acercó entonces a lo que parecía ser un salón y lo vio. Draco Malfoy.
Yacía dormido sobre el sofá, calmado, con un brazo detrás de su cabeza y las piernas cruzadas estiradas en el sofa de tres piezas. Dudó por un momento en acercarse, quizá lo mejor era irse, ya, a la brevedad pero ese temple tan calmado le atrajo, magnetismo.
Se acercó lentamente, agachándose frente a su rostro, tenía pestañas largas, una piel envidiable, la nariz perfecta, un perfil afilado y el cabello platinado caía despreocupadamente sobre su frente, sus dedos cosquillearon con las ganas de tocarlo, solo para comprobar si era tan suave como aparentaban.
¿Por qué le hacía sentir así? No tenía sentido.
¿Por qué sus labios habían resultado tan familiares? No recordaba haber besado a alguien con tanta entrega, tan pasionalmente y con él, se volvió experta de repente. Simplemente nada tenía sentido.
Aquello debía tener una explicación lógica. Con la mente trabajando en las posibilidades estiró su mano hacía él, acariciando su mejilla y si, de nuevo la sensación de naturalidad, como si ese simple hecho fuese cotidiano en ella.
¿Qué me hiciste? Preguntó en su mente. Pero la realidad la golpeó de golpe Harry y Ron seguían atrapados en la mansión de Malfoy, debía ayudarles. Ya era de día, habrían pasado horas probablemente estarían muertos ya, la ansiedad se instauró en su pecho llevándose la mano a los labios ahogando el llanto de solo pensar que sus mejores amigos habían muerto.
—Malfoy – Intentó despertarlo entonces, seguro él sabría algo. Debía saberlo. Lo agitó un poco con su mano para arrebatarlo de los brazos de Morfeo y una mano aprisionó su muñeca con fuerza, era él, como acto reflejo hacia un ataque, Hermione ahogo una mueca de dolor, era más importante lo que quería saber, había desesperación en sus facciones.
—Granger – Soltó él medio dormido, sacudió su cabeza y se sentó. Se había quedado profundamente dormido hacia a penas un par de horas.
—¿Malfoy sabes algo de Harry y Ron? – El rubio no había soltado su muñeca se percató enseguida de que la estaba apretando con fuerza, entonces la soltó.
—Sí – Dijo él simplemente ella lo miró con impaciencia en sus grandes ojos avellana, Draco se frotó la frente, le dolía horrores la cabeza no quería verla así de preocupada, no quería estar con ella, no quería querer estar con ella y no ayudaba tenerla tan cerca – Están bien Granger, no me agradezcas – Sonaba apagado, se levantó ignorando a la chica.
—¿Qué pasó? – Quiso saber
—Gremia – La elfa se apareció frente a ellos, mirando a la chica y luego a Draco
—¿Me llamó señor? –
—Explícale a Granger que hiciste ayer con las personas que sacaste de la mansión – La elfa dirigió su mirada a Hermione.
Draco en ese momento salió de la estancia, dejándolas solas. Hermione no comprendía. ¿Los había ayudado a ellos? ¿Draco Malfoy?
—El amo me pidió que los llevara a donde ellos querían, los llevé a un refugio en las afueras de Tinworth —Hermione sintió que le regresaba el alma al cuerpo.
— Gracias Gremia – Las lagrimas acudieron a sus ojos mientras se inclinaba para abrazar a la pequeña elfa.
—Fue el señor quien me lo pidió, Gremia solo seguía ordenes – Informó ella, notablemente incomoda ante la muestra de cariño de la castaña. Hermione se quedó por un momento petrificada de verdad Draco los había ayudado a todos. No podía creerlo, pero ¿por qué?
No se suponía que él odiaba a las personas como ella, ¿no se suponía que estaba a favor de Voldemort?
Tenía muchas preguntas y por supuesto que quería respuestas. Se levantó entonces, se sentía sucia, tenía hambre, quería una ducha y algo caliente de comer. Pero prioridades.
—Si quiere tomar una ducha hay un baño en su habitación, Gremia preparara el desayuno también – Habló la elfa como si le estuviese leyendo el pensamiento – El señor me dijo que la mantuviera cómoda – Aclaró.
—Gracias Gremia – Dijo con torpeza la castaña, buscando a Draco con la mirada pero no estaba ahí, lo encararía una vez que fuese una persona normal y no una mendiga.
Además había perdido su bolso con todas sus cosas, podría lavar su ropa y secarla Mi varita pensó y corrió hacia la habitación, estaba sobre la cómoda junto a la cama.
Se dio una ducha entonces disfrutando el agua caliente como nunca, cuando Gremia le llevó el desayuno comió con prisa.
—¿Gremia donde está Malfoy? – Preguntó cuando terminó
—En el estudio, en la planta alta – Le informó la elfa, Hermione estaba decidida. No se detendría hasta obtener repuestas.
Subió las escaleras, encontrándose con una habitación al fondo de un pasillo iluminado por candelabros en el techo. Apresuró su paso y abrió la puerta sin tocar. Encontrando a Draco apoyado en un escritorio de madera oscura.
Había muebles de piel y muy poca iluminación, se veía tan… Solo.
Su cabello estaba ligeramente húmedo, llevaba un pantalón negro así como una camisa a medio abotonar. En su mano brillaba la sortija de plata. Por un momento dudó pero no podía, quería respuestas y estaba segura que él las tenía.
—Malfoy – Intentó atraer su atención, aunque ya había sido lo suficientemente ruidosa al entrar, él la ignoraba completamente.
O eso aparentaba porque era plenamente consciente de su presencia.
Es mejor así, dejarla ir. Mostrar indiferencia.
Aunque no es lo que quería. Ya había hecho suficiente. Sabia que su tía y su padre no descansarían hasta encontrarlo, era un traidor, una deshonra. Y Voldemort… Solo pensarlo le helaba la sangre.
—¿No sabes tocar Granger? – La frialdad en su voz provocó que la castaña diera un paso hacia atrás – Ya puedes largarte, me haz dado suficientes problemas – Hermione miró hacia el suelo. No.
—Tenemos que hablar – Su voz fue firme pese al pesar que su frialdad arrojó en su corazón.
—¿Qué exactamente tendríamos que hablar tu y yo? – Siseó el, su voz era como terciopelo impregnado en veneno.
—¿Por qué me salvaste? – Quiso saber.
Por más que le dio vueltas a una posible respuesta sabía que ella no le creería, era brillante. Pero debía intentar.
—Porque estaba harto de mi padre y mi tía. Quería cabrearlos – Se encogió de hombros. Demasiado fantasioso, nadie arriesgaba el culo por cabrear a su familia, bueno ahí estaba él.
—No te creo nada Malfoy, ¿crees que soy estúpida? – Oh ahí esta, ese ceño fruncido y mirada fulminante, la miró un segundo y ya estaba dudando cual imbécil. Maldita Granger.
—Entonces dime tu increíble deducción –
Ella se quedó muda, se mordió el labio.
Deja de hacer eso maldita sea pensó el mortifago con la garganta seca de pronto. Tan deseable, con la melena ligeramente húmeda, sus curvas acentuadas en los vaqueros muggles. Y sus labios, jugosos, sonrojados. Quería sentarla sobre la mesa y besarla hasta que olvidase su nombre.
—Leí un libro hace tiempo – No se porque no me sorprende pensó él – La magia en la mente se llamaba – Oh mierda – Creo que tengo síntomas de.. – Dudó entonces intentando leerlo pero ahí estaba impasible, con una expresión de aburrimiento plantada en las perfectas facciones pero algo llamó su atención, su mirada.
Parecía asustado o por lo menos eso pensó al ver aquellos ojos con el iris metalico. Fríos, y hermosos ojos color mercurio.
—Tengo síntomas de que alteraron mis recuerdos – Finalizó, el se quedó callado por unos momentos.
—¿Y yo que tengo que ver? – Soltó, aferrado a mantenerse en calma.
—Yo creo que fuiste tú – Jodida Granger ¿por qué tenia que ser tan jodidamente inteligente? El se quedó callado, apartó la mirada huyendo de ella, de sus ojos analíticos, como si quisiese leerlo. Ella sintió una oleada de desesperación al no encontrar nada ahí, estaba desesperada, había mantenido la calma demasiado tiempo, esforzándose por estar bien y ahora que se sentía tan cerca de la respuesta no la dejaría.
—Dime que no estoy loca por favor… – Y ella no lo pudo contener más, todos esos meses atrapada en la sensación de perdida se congregaron en su pecho despertando el llanto que había contenido tanto tiempo, todas esas noches en vela, triste en su cama sin saber porque, toda la angustia, todo el pesar, todo el miedo la golpeó en ese momento, quebrándola.
Pues todos tienen un punto de quiebre y ella ya lo había sobrepasado.
Tomaba pociones, para calmarse, para dormir, vivía dopada para funcionar pero por dentro… Por dentro estaba rota. Y sin saber porqué y él… — Dime que no lo estoy…. Yo ya… no puedo más…. – Empezó a temblar presa de esas emociones que mantenía guardadas para no preocupar a sus amigos, le pegaron de golpe desarmándola frente a la ultima persona que creía pudiese pasar. Frente a Draco Malfoy
No la mereces, recuérdalo.
De pronto olvidó como respirar, pensar no fue una opción. Su frágil figura temblando por el llanto. No pudo más. Le quemaba por dentro, dolía más que una maldición cruciatus. Estaba seguro. Prefería pasar por miles de ellas antes que verla tan rota. Todo a su causa. Todo era su maldita culpa.
Se apresuró a abrazarla.
No la mereces.
La abrazó más fuerte intentando calmar su llanto, intentando callar esa voz, la de la razón. La que le gritaba a todo pulmón que no podía tenerla. Tenía las manos manchadas.
Si ganaban la guerra los mortifagos, lo matarían. Si perdían probablemente terminaría en Azkaban por las atrocidades que tuvo que hacer en ese año y si era apresado y su padre o su tía estaban ahí igualmente lo matarían ¿Qué podía ofrecerle? Nada, no existía un futuro para él.
Dejala ir
Ella aferró sus manos a su camisa, y terminó por esconder sus lagrimas acogida en su pecho, aquel aroma que la relajaba, aquel calor que le llegaba hasta el corazón de una forma casi mágica.
-No estás loca Hermione – Dijo dejando caer la coraza, lo dijo por lo que sentía, por el miedo. Por la culpa. Perdóname.
