—Me veo ridículo —pensó en voz alta, dándole palabras a todo lo pasado en la última media hora.

Ridículo te verías si salieras por las puertas de la mansión.

Lo sintió en la parte posterior de sus orejas más fuerte de lo que creía posible, pero al mismo tiempo de forma tan distante y mínima. Félix miró con pánico al espejo de cuerpo entero frente al cual se había plantado, asombrado y cauteloso, registrando con mayor atención su nuevo atuendo. Bajó la cabeza en dirección a sus pies enfundados en largas "botas" que se confundían con el resto de su vestimenta más similar a un disfraz y que él sabía que eran unos dibujos con solo haber tocado por simple curiosidad donde supuestamente terminaban de proteger sus piernas. Luego desvió la atención hacia el cinturón que daba vuelta por su cintura dos veces y se mantenía apretado por una especie de hebilla plateada que brillaba en reconocimiento. Sobretodo vio sus manos cual garras que acunaban la dorada campana que le generaba incomodidad, le recordaba cómo había llegado a esta situación y le daba una apariencia de... gato de circo. Seguidamente fijó en sus orejas ahora negras y más grandes que sobresalían entre sus más despeinadas hebras, tristemente libres y más amarillas que nunca. Y finalizó su evaluación en sus ojos de pupilas verdes y forma más gatuna de lo que ya había visto.

¿Vas a continuar con esto otros cinco minutos o ya podemos ir a ayudar a tu compañera, reina drama?

Félix apretó los dientes superiores contra los inferiores sintiendo una leve irritación; los presionó más al descubrir unos nuevos colmillos que terminaban de deshumanizarlo.

El viento cortaba. Tenía también un sabor a miseria y frescura.

Chat Noir corría a cuatro patas por los techos, saltando de uno en uno e incluso capturando unas tejas entre sus garras una vez, cosa que interrumpió su carrera y lo instó a observar con detenimiento su entorno, de cuclillas y preparado para saltar en defensa. Pues todavía no hallaba aquello de lo que Plagg tanto había hablado y se estaba empezando a preguntar si después de todo esto realmente era un sueño del que se despertaría con el sonido de su cascabel, con la voz de su padre muerto y con diez años una vez más.

No obstante los segundos pasaron y solo algo rojo, vertiginoso y ruidoso salió volando en su dirección.

Debido a la frustrante curiosidad él no pudo esquivarlo.

Ella gritó de nuevo.

—¡Perdón! ¡Perdón, perdón, PERDÓN! Yo también soy nueva en esto y solo estoy aprendiendo a vo... a volar. Perdón... —Su susurro final desgarró el aire, empero todas sus palabras lo ahogaron.

Tampoco fue como si pudiera haber dicho algo cuando vio aproximarse un gran cascote gris. Chat Noir simplemente agarró a esta compañera por los brazos y saltó con una agilidad que no conocía hacia la izquierda, en dirección al edificio de al lado, donde ambos aterrizaron sobre sus costados y con las miradas conmocionadas enfrentadas.

La chica chilló.

Él desvió la mirada, un poco incómodo, frustrado y básicamente sobrepasado por todo lo que no quería en su vida.

No quería una responsabilidad tan grande, villanos que derrotar, chicas tan perdidas como él o kwamis en su día a día. Sin embargo, se había colocado un maldito anillo ordinario que había incumplido toda regla de la lógica en la que había logrado pensar en aquellos instantes tan inolvidables.

Hubiera querido leer más de su interminable biblioteca, pero el anillo no había salido de su dedo.

No había salido y, justo cuando estaba pensando en probar a sacarlo más tarde, una plaga andante había surgido de la joya cual genio travieso y se había burlado de su resistencia tan humanamente patética.

«Si no fueras tan infeliz no hubieras mirado dos veces a esta hermosa joya... como cada gatito anterior —sonrió con malicia y algo parecido a la lástima: mofa.»

Chat se levantó, y furioso corrió como humano hacia el desastre inminente.

Apenas reflexionó sobre la vara que tenía sobre su cinturón, la cual apuntó y alargó y acortó tantas veces que perdió la cuenta, alejándose de su compañera.

«•»

«¿Qué le pasa a este gato?» Esa fue la primera impresión que tuvo Bridgette sobre él.

Un poco desconcertada, instintivamente doblando las alas y agarrando un yoyó recién hecho físico, Ladybug confió en este para manejarse por el aire. Tuvo que esquivar personas, vehículos y edificios, pero alcanzó al chico de negro cuando este ya estaba peleando a los pies de la torre Eiffel contra una gran figura de piedra.

La ferocidad que mostraba en cada movimiento de ataque o defensa era lo más destacable en este sujeto. A Ladybug no le molestaría su presencia en las batallas que seguirían, asentía algo admirada por su energía.

Porque la pregunta era el cómo: ¿cómo había aceptado con rapidez su nuevo papel?

Ella tragó saliva antes de reunir el poco coraje que pudo e intervenir a favor de su compañero. Ladybug lanzó su yoyó hacia la criatura de roca.

«Este conjunto de rocas solo se volvió más grande. Como antes, cuando intenté golpearlo con la vara.»

—¿¡Pero qué hiciste, Mademoiselle!?

—¡Oye, solo trataba de ayudar, chico gato!

«•»

Fue comprensiva. Después de todo, no podía esperar que él tuviera un humor tan positivo como su valentía en un día de locos.

Al ver cómo el monstruo se agrandaba un poco, Ladybug le prestó más atención mientras esquivaba sus intentos de arremeter.

Simplemente quería terminar con esto.

—¡Golpearlo solo lo hace más grande! —respondió entre ágiles saltos. Trataba de treparse a la figura, pero por el momento no dejaba de moverse.

«•»

—¡Mi kwami dijo que debíamos conseguir algo que tuviera el villano!

También había algo en este chico gato que Ladybug presentía que ayudaría. Era como un instinto...

No me digas "gracias", Bridgette.

Escuchó Chat Noir desde algún lugar de su derecha.

—Creo que este tiene algo en su puño de roca. Nunca lo abre.

En respuesta, Chat aceleró su estrategia de trepar y llegó a colgarse del puño en cuestión. Se las arregló para usar su vara para abrirlo y allí encontró a una adolescente desmayada y un papel arrugado.


La mayoría de los personajes serán los de la serie de Miraculous Ladybug.