La cúspide de lo accidental se había pasado de las tejas de la casa Loud: aquello no era otra cosa que su propia decisión en la especie de escenario que habías trazado cocinado en conjunto a tus hermanas por tanto tiempo.

Lucy asintió meciendo sus cabellos azabaches, cubriendo de más su rostro, y con las mejillas rojas contrastadas por la palidez de su piel, se encorvó un poco para alzarse el vestido levemente y quitarse sus panties morados con calaveras y murciélagos dibujados, que tomándolas entre sus manos, te los entregó en lo que tragabas saliva nervioso.

La tenías tan dura como una piedra desde hace rato, tan marcada en tus jeans que sientes que te duele tentando la tela estampada, la percibes tibia en tu tacto pero tus ojos no se separan de sus piernas, de más arriba de sus medias, sus muslos pequeños desnudos y escuálidos blanquecinos-azulados por la oscuridad de la habitación, y no queda más que su desnudez hasta arriba. Te concentras en esa idea, esa que, quitándole el vestido hipotéticamente, no trae nada. Solo estaba ella, flaca y desnuda. La tratas de imaginar pero no puedes, antes te asalta a la memoria Luan; su hermana: también la tuya tú (por Dios): desnuda en el baño con sus pechos pequeños y pezones erectos, posando a pista de que tuvieras atención a las curvas que distinguen esos montecitos que son la línea de sus nalgas; y luego a Lori, que eran tetas gordas que rebotaban frente a ti, o su culo cerca del césped entrando a los asientos de la vansilla, con el murmullo de la autopista.

—Lincoln...

Interrumpe la voz tenue. Ahora es tu hermanita la oscura que tiembla a tu mirada, y que su corazón tamborea con más fuerza que el tuyo.

—¿No vas a... ol-olerlos...?

—¿Olerlos? —repites idiota, fingiendo asombro y no recordar cómo te había atrapado oliendo las pantaletas de Lynn Jr. mientras embadurnabas tu pene de saliva —¿Quieres que los huela... ? —inquiriste pero no contestó.

Te acomodaste el bulto para que lo viera, solo que su vista ya está ahí, pero no se parece al humor de Lori o Luan, y ni es tan oscura como aparenta.

—Cielos, me duele...

—¿Te du-duele?

—Sí. Me duele mi pene, Lucy. Disculpa, esto es algo que siempre les pasa a los chicos cuando ven algo que les gusta o les excita mucho —explicaste de modo ordinario —. Ya debes de saberlo ¿no... ? ¿Te gustaría ver la herida... ? ¿Por qué no te acercas más?

¿Qué haces? Lucy asiente.

Obedece todavía tímida y más ruborizada hasta llegar donde tú estás sentado en la cama.

—¿Si crees que pueda sacarme la verga? —le preguntas aunque no esté en el consentimiento por más que ella sea curiosa. Poniendo sus manos chicas en sus rodillas —¿Quieres verme la verga Lucy?

¿No era que pararías? «Yo no tengo la culpa, mis hermanas así me hicieron» y no es justificación. No se limita a lo establecido. Aflojando el pantalón a su vista, te la atraes tomándola de la espalda y el trasero, sintiendo su peso ligero, que gime silenciosa cayendo por un momento a sus piernas, que encontrándose cerca de su estómago el bulbo duro que ocultabas, te ayudaba a que respirara y lo viera bajando el ciper guiando su mano con la ayuda de sumisión, que pronto se alejaba un poco cuando descubrías ese palo de carne pálido y rosado que sacas por la abertura para orinar que hay en tu trusa.

—Ohh... —pronunció apenas indistinguible, y se consternó al ver que seguías aflojando el pantalón hasta que te lo bajaste a punto de pasar de tus tobillos y tus muslos de vellos minúsculos, retirándose unos centímetros de su pene saliendo por en medio de su trusa unas gotas de pre-cum en la punta que enjugaste con el centro de tu palma, guiado de nuevo a guiarla bajo su disposición y tu decisión irremediable.

—Haah, sí... —salió de tu boca al sentir la suavidad del agarre que tenían sus manos —. Sí, así. Mira —dijiste y tomando sus manos como instrumento, empezaste a masturbarte sin disimular cada vez más la lujuria que empezaba a llenarte la boca de saliva, o establecer un rostro no menos ingrato a esas respiraciones agitadas —: Esto es básicamente el tratamiento para que, oh, ¿por qué no... ? Escúpele en la punta para que...

—¡Aohm!

—¡Ahh! —te sorprendiste. La succión de tu glande electrizándote; la moldura del paladar y de los dientes rosando; lo estrecho y húmedo del interior que enclaustra tu pene. Lucy se había metido poco más de tu miembro a su boca —Oohh Lucy... huh... Vaya, es es... ¿Donde... ? —preguntaste y agarraste sus cabellos peinándola, para después interrumpirte al sentir el abandono de su boquita húmeda y caliente al fresco de nuevo —Woah, uhhhh…

—¿Te duele... ? —preguntó inocente con los hilillos de saliva desapareciendo en sus labios.

—No, tú sigues —respondiste con la mirada transformada, la boca chueca y tomándola de la cabeza —. Tú sigue tratando de meter lo más que puedas en tu boca —murmuraste y lo hiciste por ella.

Metiste tu cosa indecorosa de nuevo. Sosteniendo sus mejillas y luego los lados de su cabeza, repetiste rápidamente el anterior procedimiento de masturbarte con sus manos, solo que esta vez era la cabeza de tu hermana pequeña, que imperiosamente, tratabas de llegar a su garganta con todo y los leves espasmos, que solo paraste y te retiraste al escuchar su atragantamiento al empujar más adentro su nuca.

—¡Ouuuhhh sí! —proferiste al dejarla escapar y ver la punta rosada de tu pene mojada por su saliva, a la par de que ella tosiendo y tallándose levemente los ojos llorosos descubiertos al mover su fleco, podías darte cuenta de la fragilidad de ella.

"Lucy", murmuraste en el desliz de la lujuria a la moralidad exigua que precede su modo.

—¿Te encuentras bien, Lucy? —dijiste acariciando de nuevo sus cabellos negros —Discúlpame, yo no...

Te interrumpiste, trataste de mirar a otro lado fingiendo aflicción, a la vez de que ella nerviosa intercedía de nuevo a atrapar en su boca el glande.

Reaccionas sin perder la vista más, y se aleja la punta para decirte en un susurro:

—Estoy bien —para después —¡Aohm!

—¡Oh Lucy! —se te salió invadiendo con denuedo su cabeza de vuelta, los cabellos al ver impresionado alejándote un poco, cómo empezaba a querer chupar y abarcar más tu miembro hasta los límites. —¡Qué rico, ah! También lámelo, Lucy; como una paleta helada, con tu lengua.

Obedeció al instante, sacándose la punta ensalivada de la boca, y sacando la lengua para lamer el tronco blanco de uno y otro lado reiteradamente, así como del frente y atrás, hasta que sentías que estabas a punto de estallar.

—¡Ahh, Lucy, necesito más de ti! —dijiste y la tomaste con facilidad y la aventaste a un lado a la cama sin mucha dificultad. Te paraste y quitaste los jeans por completo, con calcetines y la trusa que del medio salía tú prominente verga al aire, fuiste a cerrar la puerta aunque sabías que no había nadie en la casa, y volviendo con la pequeña oscura, que te miraba sonrojada.

"¿Quisieras que continúe?", preguntaste acercándote a la cama y subiendo con ella.

—Sí quiero Lincoln… —susurró nerviosa, y poniéndote muy cerca la agarraste de los lados y tus labios se acercaron a sus suaves y diminutos labios, los cuales sin dilación, metías la lengua a la boca que ya había quedado profanada, y se extendías en agarrarle el culito e intentabas meterte hasta su garganta saboreando la mezcla de su sabor de tu genital, caramelo de hace rato y Lucy.

Lucy que se separa violentamente de tu beso, pero la alcanzas a agarrar estrujándola mientras aspira exhaustiva, en el ínterin que aprovechas para sacarle el vestido, y ver en la penumbra su cuerpo enjuto y desnudado, solo con medias y la raja de entre las piernas, escondiéndose por sus piernas.

Tragaste saliva. «¿Qué estoy haciendo otra vez?», preguntaste al vacío. Te beso y dijo tu nombre estrujando tu cuerpo y arrugando tu camiseta naranja.

Quería que te la quitaras y lo hiciste. Solo queda tu enclenque cuerpo con la trusa y la verga enhiesta que contrasta y es tomada de nuevo por las manos de tu hermana.

—Lincoln... —murmura.

Y listo desde hacía rato, dices:

—Ya estoy listo para sacar el veneno. ¿Quieres sacarme el veneno este día, Lucy?