Notas: Este fanfic está hecho sin fines de lucro, solo de diversión. Hay cosas que variarán de las películas y el libro en cuestión para conveniencia de la trama. Los personajes son de J K ROWLING , excepto los que han sido creados para fines de la historia. ¡Espero les guste!
Advertencia: Ninguna.
Capítulo 1: Expuesta por Judas.
Es difícil darse cuenta que estás enamorada. Que ese sentimiento tan intenso te invada por completo al punto de quitarte el hambre, el sueño, los pensamientos que cruzan por tu mente desde el amanecer hasta el anochecer, que cada vez que lo ves, escuchas su voz o su risa recorra un cosquilleo desde la dermis hasta la médula espinal.
Y lo más difícil de estar enamorada, es que la contraparte no se dé ni por enterada de tus sentimientos.
Creo que no debí ocultar tanto mi sentir hacia él durante los primeros años de estudio, pues creí que solo me atraía y que no pasaría más allá de un simple gustar. Era esperable, pues ¿quién se toma en serio un amor a los 12 o 13 años? Sin embargo, a medida que compartía con él y le conocía más a fondo: sus cualidades, intereses, sueños y secretos, más me iba encantando y cayendo en el pozo de enamoramiento.
Hoy con dieciséis años, casi diecisiete, mi visión del amor es diferente. Sé que lo quiero más que un amigo, y que daría todo lo que tengo y más para tenerlo a mi lado. Y lo he hecho de cierto modo. Siempre he estado ahí, a su lado sin esperar algo a cambio, apoyándolo en cada paso y diablura que pasa por su mente, y es que no me explico cómo puede haber tanta creatividad e inteligencia en un solo ser.
Porque las travesuras siempre han sido lo suyo junto a su otra mitad: su gemelo.
Y cada año, cuando intento ser valiente y declarar mis sentimientos, ocurre algo que me silencia y todo queda atascado en la base de la garganta negándose a salir al exterior. Sí, soy cobarde. Una vergüenza para mi casa de cierto modo. Pues, todos dicen que los integrantes de Gryffindor son osados, llenos de coraje y valentía, que son capaces de todo y no darse por vencidos.
En fin, la hipocresía. Yo me doy por vencida antes de iniciar la batalla, por miedo a perder no solo mi dignidad ante el rechazo, sino también su valiosa amistad. Y eso es algo que no estoy dispuesta a perder.
En el bolsillo derecho de mi chaqueta se encuentra una de sus tantas cartas que hemos intercambiado durante las vacaciones. Y la atesoraba como un grato momento:
Querida, Alicia:
¡No vas a creer lo que te voy a contar! Afírmate de tu silla que esto te dejará sin aliento, porque sé que siempre te emocionas mucho cuando te doy mis buenas nuevas. Mi padre ha conseguido entradas para uno de los partidos del Campeonato Mundial de Quidditch. ¡Irlanda contra Bulgaria! ¡¿Lo quedes creer?! La verdad, es que yo aún no, porque sabes que para mí esta ocasión es como poder tocar el cielo con las manos, al ver a mis jugadores favoritos de quidditch a unos pocos metros de mí. O sea, no pocos metros, pero ¡tú entiendes lo que quiero decir!
¡Qué pésimo amigo soy al lanzarte este pedazo de notición y ni siquiera preguntar cómo estás! ¿Me perdonas, por favor? Si no es así, cuando te vea me aseguraré de compensarte como es debido.
En tu última carta decías que estabas algo aburrida en Francia tras estar tantos días en casa de tu abuela sin tener nada más que hacer que ver bolas de lana y los peces de una fuente llena de moho. Sin embargo, espero que de las semanas a la fecha tu abuela ya esté mejor de salud y que hayas aprendido a tejer por tu cuenta y no con magia tal como te lo propusiste. Si es así, quiero algo bonito de tu parte (un sweater no, por favor, de eso ya se encarga mi madre).
¿Has aprendido algo de francés? De seguro que aquella señora te ha enseñado algo por lo menos dentro de los ratos de ocio. Practica bastante para que el día que nos veamos, me digas fluidamente: "te extrañé tanto, George", aunque si quieres puedes reemplazar mi nombre por un "excelencia" o "razón de mi existir", cualquier sinónimo para mi está bien si viene de ti.
Si prometes guardar un secreto, debo confesar que te he extrañado bastante. Es decir, me falta mi conciencia en dos patas para susurrarme en el oído (más bien un grito constante) de que me estoy pasando de la raya con las bromas que hacemos junto a Fred. Pobre, Ron, ha sufrido bastante con nuestros nuevos inventos, pero hemos comprobado lo buenos que son y estoy más que seguro que te encantarán. ¿No me crees que están tan geniales? Te apuesto una de mis orejas, tal como lo hizo ese muggle pintor llamado… ¡Van Gogh!
Bien, solo me queda decir que espero tener noticias tuyas pronto, que te mantendré informada de todo lo que ocurra en el Mundial de Quidditch y veré si puedo conseguirte un autógrafo.
Un abrazo, señorita mitad inglesa-francesa.
Atentamente. G.W.
-¿Estás segura que no olvidaste nada, hija? –Irrumpe mis recuerdos la voz de mi madre, quien conducía el vehículo muggle hacia la estación Kings Cross- Aún estamos a tiempo de devolvernos si…
-Nada, madre. -Interrumpo su frase, sonriéndole con notoria paciencia- Ya te lo he dicho seis veces antes.
-Perdón, Aly. –Se ríe con nerviosismo- Mi ansiedad me juega malas pasadas. Es que, a tu edad, mi cabeza era un lío. Ya sabes, la presión por el futuro que esperaba alcanzar luego de la escuela, y por qué no decirlo, también los chicos… ¡siempre olvidaba o perdía algo!
-¿Quién lo diría? –Me contagia su risa y buen humor- ¿Papá estaba en esa lista de chicos que te traía vuelta loca?
-Bueno, tu padre no entró en mi lista de pretendientes hasta finales del sexto año, pues nunca pensé que tenía un interés sentimental en mí. Era tan reservado, casi al borde de lo distante, que casi me caí de espaldas cuando me invitó a una cita en la torre astronómica. –Su tono es suave y lleno de anhelo- Es decir, éramos tan distintos… que si lo pienso a esta edad, fue un milagro que todo confabulara a nuestro favor. Destino, tal vez.
-Apuesto que ni la profesora Trelawney pudo prever eso.
-Aunque no lo creas, ella lo sabía. Cuando intercambiamos bolas de cristal en una clase, no me lo dijo explícitamente como es usual en ella. Una que otra pista disfrazada de metáfora. Pero, al final si tenía todo que ver con Amadeus. –Confesó dejándome atónita, y cortándome el rollo de burla hacia su persona- Así de excéntrica como la ves, definitivamente la adivinación siempre fue lo suyo desde temprana edad, desde que estudiamos juntas. Por eso no me sorprendió cuando siguió dando clases en Hogwarts y en esa materia en específico.
Vaya, eso es nuevo. Mamá nunca habla mucho de su época en Hogwarts, no porque haya pasado malas o traumáticas experiencias, sino que todo le recuerda al amor de su vida: papá, quien hace años partió de este mundo tras el ascenso del señor tenebroso, cuya etapa es difícil de superar. Es por eso que mi abuela se erradicó en un pueblito de Francia, donde una vez al año la veo con suerte, porque ella no toleraba estar aquí sin su único hijo.
-¿Cuál era tu materia más y menos favorita?
-Mi favorita, "Defensa contra las artes oscuras". –Contestó a la vez que se estacionaba de culata con algo de dificultad- Maldito espejo retrovisor, no me ayuda en esto. –Murmuró entre dientes- La menos favorita: "Pociones". Y créeme que mi profesor de aquel entonces, Horace Slughorn, era buenísimo en su rama, pero hacía mucha diferencia entre los alumnos que eran sobresalientes y los que estábamos al otro lado de la berma.
-Simplemente, hay que entender que todos tenemos diferentes habilidades y competencias. –Complemento su decir- Pero, a diferencia de tu profesor, el estirado de Snape te hace sentir una mierda de ser si no eres competente a sus ojos.
-¡Alicia, el vocabulario!
-¡Fui educada, mamá!
Y así pasan unos cuantos minutos entre el fallido intento de estacionar correctamente para "evitar una multa de los muggles", y el "ni modo, lo pago porque ya estoy harta". Luego de ingresar a la plataforma con mis cosas y mi lechuza, Spring, caminamos disfrutando de nuestro último momento juntas hasta las vacaciones de invierno.
-Serenity Grey, ¡no puedo creerlo! –Habla a un costado de nosotras una mujer de cabellos negros y rizados, quien sonriendo ampliamente sostenía un bebé entre sus brazos y estaba acompañada por un niño de cabellos rojizos a su lado- ¡Cuántos años han pasado y sigues tan fenomenal como siempre!
-¡Alexia Ryder, la maternidad te ha sentado de maravilla!
Y ahí vamos de nuevo, la mujer sociable que puede hacer hablar hasta las rocas, aparece en acción. Qué envidia tener esas habilidades sociales. En el proceso, conozco al pelirrojo de primer año, Demian Ryder, y es bastante tímido. Le digo que si tiene dificultades con alguna materia o con algo en específico me busque en la sección de Gryffindor en caso de no quedar en la misma casa.
Mientras las mujeres charlan, recuerdan viejos tiempos y se adulan la belleza que ambas poseen a su edad, voy a dejar las cosas en el compartimiento del tren, las cuales recuperaré en el castillo al finalizar el día. Me pregunto, que será de los demás que aún no llega ninguna cara conocida. Tras el paso de las personas a mi lado, me doy cuenta que el ambiente sigue tenso luego de lo ocurrido en el mundial. El ataque, la marca tenebrosa.
¿El mundo mágico se irá de cabeza nuevamente? ¿Hogwarts será realmente seguro? ¿Mis amigos estarán bien? En especial, los Weasley.
-Hey, hey, Alicia. –Un brazo pasa por mi hombro y me atrae a su cuerpo sin dejarme tiempo a reaccionar- ¿Tanta pena te da volver al colegio que traes esa cara?
Reconozco esa voz, es Fred, y si Fred está aquí es porque...
-¿O es que nos has extrañado tanto que no puedes respirar sin estar en nuestra presencia? -Complementa George de manera burlesca, aunque con una sonrisa algo tensa en el rostro- Venga, Fred, déjala para que procese lo que ocurre.
-¡Chicos! –Hago un movimiento rápido para capturar sus cuellos y abrazarlos contra mí, casi chocando nuestras cabezas- ¡Gracias al cielo están bien! ¡Me tenían preocupada!
-¡Vaya, esa reacción no la esperaba de ti, Alicia!
-Esta chica nos ama, George, en serio. –Dice a la vez que suelto mi brusco abrazo- Dejó de lado su frialdad para abrazarnos. Algo bruta, pero te lo dejamos pasar solo por ser tú, querida.
-Eso quisieras, Fred. –Le respondo sonriendo como es de costumbre, aunque culpable por mi arrebato-
-No digas eso, hermano. ¡Hay que valorarlo! –Acerca el rostro a su hermano para regañarlo- Solo piénsalo, ¿cuántas veces ha tenido ese tipo contacto físico hacia nuestra persona?
-¿Así de impulsivo? –Piensa siguiéndole el juego- En primer año cuando Stevens le lanzó su sapo por accidente tras tropezarse…
-En mi defensa, me da asco la mucosidad que tienen esas cosas. –Me defendí, más ellos siguieron-
-En segundo, cuando vomitó los zapatos de Snape y creyó que la iba a deshollejar viva… -George contaba con sus dedos las ocasiones-
-¡Y fue por su culpa y la de esas pastillas del demonio, les recuerdo a ambos!
-En tercero cuando Angelina, sin querer, casi la bota de la escoba en una práctica de quidditch al lanzarle una bludger. –Recordó Fred- Y tú la salvaste.
-Mi segundo trabajo es salvar damiselas en apuros. –George guiñó el ojo derecho en mi dirección y automáticamente sentí mis mejillas enrojecer-
-Ya estoy entendiendo el punto, chicos. –Murmuré ya bastante avergonzada, ya que estábamos acaparando más atención de la deseada-
-En cuarto año, cuando hubo una plaga de ratas en la sala de adivinación. –Fred seguía con intención-
-¡Porque ustedes no querían realizar la maldita prueba con Trelawney! –Culpé deliberadamente-
-¡Pero bien que te subiste de caballito en mi espalda para que no se te subiesen encima!
-Y disfrutaste de la carrera en la espalda de George hasta los jardines. –Complementó su gemelo, muy a gusto-
Que ya no me recuerden más sucesos embarazosos, que está cerca mi madre y no quiero tener otra vergüenza en un mismo día. Esa señora no tiene filtro si es que se percata de algo.
-Bueno, el año pasado se quedó dormida mientras estudiábamos en la sala común, y se agarró a nosotros como si fuéramos almohadas. –Finalizó Fred-
-Debo confesar que me sentí usado esa vez. –Lagrimeó falsamente el segundo pelirrojo- Pero, te vimos tan cómoda durmiendo, que nos pegaste el sueño y nos dormimos también.
-Ya, ¡vale entendí lo que están tratando de decir, así que cierren el pico de una vez! –Observé de reojo como mi madre miraba en nuestra dirección, sonriendo de lado por lo que veía- Y si mencionan una cosa más que me pueda exponer ante mi madre, ¡no respondo de las maldiciones imperdonables que les llegarán a ambos por bocas flojas!
-No digo yo, George. –Fred imitó el gesto de una daga en el corazón, casi desfalleciendo en el hombro de su gemelo- Siempre las mujeres eligen el camino de la violencia.
-Solo somos víctimas de su intimidación. –Concordó George con el mismo victimismo- Y luego fingen estar contentas por vernos, y con suerte nos abrazan una vez al año.
-Ambos son terriblemente manipuladores, ¿lo sabían?
-¡Si! / ¡Por supuesto! –Respondieron al unísono-
Fred vio a Angelina y quiso ir en su busca para irnos juntos en el vagón, dejándonos solos un instante con mi pelirrojo favorito. Parecía querer decirme algo, pero la figura de mi madre irrumpió en la escena y los tres compartimos unas cuantas palabras antes de que fuera hora de subir al tren. Mi madre adoraba a mis amigos, y siempre les enviaba unos dulces que eran preparados por ella en cada paquete que me llegaba, y entre esos amigos estaban los gemelos, a quienes ella les tenía un cariño especial. Pues, a pesar de ser bastante distraída, siempre detecta las buenas intenciones y habilidades en las personas. Y siempre ha dicho que ellos dos están hechos para grandes cosas.
Ambas nos despedimos con un fuerte abrazo, expresando la idea de escribirnos semanalmente para saber una de la otra, y la perdí de vista cuando entré al vagón.
Antes de entrar a uno de los pocos lugares vacíos, George abrió la puerta y ambos entramos para sentarnos uno al lado del otro, esperando que aparecieran pronto Angelina y Fred, ya que el tren se había puesto en marcha. En un entretanto, me relató lo sucedido aquel día del partido, el ir junto a Potter y los Diggory, su gran emoción por ver a los jugadores en el campo de juego, el encontrarse con el culo estirado de Draco Malfoy y su padre, hasta el caos y el miedo reinante tras el ataque. Me aseguró que nadie de ellos había salido herido y que ahora, como era bien sabido, todos estaban investigando lo ocurrido.
Después de ese relato que no evitó dejarme los pelos de punta, hubo un silencio entre nosotros, para nada desagradable cabe decir, hasta que él decidió romperlo:
-Alicia, no sé si recuerdas lo que hablé en mi última carta. –Afirmé en silencio, y con algo de coquetería innata en él, agregó- Entonces… ¿dónde está mi frase en francés?
-Nunca respondí que te daría en el gusto. –Contesté burlesca-
-¡Vamos, Aly! –Se veía levemente emocionado- Es una pequeña frase dedicada a tu amigo.
-¿Tanto quieres escuchar de mi boca cuánto te he extrañado? –Articulé con pausa, dejándolo algo desencajado- ¿Quién lo diría, George Weasley?
Y tan rojo como sus largos y rebeldes cabellos, sus mejillas tomaron el mismo tono. ¿Había sido coqueta? No, estaba lejos de serlo, puesto que la mayor parte de las ocasiones era tan directa para decir las cosas que rozaban la pesadez.
-Pero, ya que tuve el placer de dejarte sin palabras por menos de un minuto, te compensaré diciéndote: tu m'as tellement manqué, George. –Dije en un tono bajo, casi íntimo. Él solo me observó y no pude evitar sentir ese cosquilleo en mi abdomen. Quizás no debí decirlo de esa forma-
-Tu voz cambia al hablar otra lengua. –Dice acomodándose en su asiento, incómodo, y eso me confirma que he metido la pata hasta el fondo-
-Suele pasar. –Concuerdo imitando su acción, para luego carraspear- Aunque no sé si la traducción es correcta, pues intenté averiguarlo por mi misma y no molestar a mi abuela. Además las conjugaciones no son las mismas que al español. Allá no se dice te extraño como tal, sino me haces falta, y ahí me confundo.
Él ríe con mi explicación y el ambiente se aligera entre los dos, puesto que sabe que soy estructurada para ciertas cosas y que necesito encontrar o explicar la lógica de las cosas. Luego le explico que le he tejido un gorro de lana con mis propias manos, aunque los puntos están terribles en algunas partes, y que no se ría cuando lo vea al final del día.
-¿Cómo está mi pareja favorita? –Aparece en escena Fred junto con Angelina, corriendo la mampara de vidrio- ¿Me extrañaron?
-¿Pareja? –Repetimos ambos-
-No molestes, Fred. –Angelina le da un pequeño zape en la cabeza al pelirrojo que se sienta a su lado luego de cerrar la mampara, mientras me extiende su mano para saludarme- Los estás avergonzando.
-Olvidas que molestarme es uno de sus pasatiempos favoritos, Angie. –Le recuerdo-
-Es para que nunca te olvides de mi, cariño. –Guiñó con picardía-
-Imposible olvidarte, querido. –Repito su acción y este también queda desencajado- ¿Qué?
-Francia te ha cambiado al parecer. –Responde Angelina con cierto tono que ya puedo reconocer, malicia llena de complicidad- O quizás, cierto francés que me mencionaste en una de tus cartas.
Tragué en seco. Y ni siquiera me atreví a ver a mi compañero de asiento. Mierda, había olvidado ese pequeño detalle.
-¡Qué cosas dices! –Reí notablemente nerviosa, puesto que eso jamás lo mencioné en ninguna de las cartas que envié a los gemelos-
-¿Una inglesa haciendo de las suyas en tierras francesas? –Se acomodó en su asiento el pelirrojo frente a mi- Oh, tienes que contarme la historia, querida Aly.
-Si, por qué no nos cuentas sobre tus experiencias colonizadoras, amiga mía. –George entró en escena, y ese comentario me pareció algo pasivo-agresivo de su parte-
-No, no, nada de colonizar ni nada parecido. –Alzo mis manos en señal de inocencia- Solo…compartimos unas cuantas instancias cuando él y su familia iban a visitar a mi abuela. –Expliqué ante la atenta mirada de todos- Es todo lo que diré al respecto.
-¿Y eso es todo lo que dirás?
-Angelina, cierra el pico.
-No, que no lo cierre. –Fred instaba a la desgracia- Te doy dos cajas de pastillas vomitivas si me cuentas el chisme completo.
- Dos cajas de pastillas vomitivas y dos ranas pedorras para el cuarto de Filch. –Negoció-
-Esa es mi chica. –Estrechó su mano sellando el negocio con Angelina, dejándome estupefacta- Trato hecho.
-No soy tu chica. –Aclaró poniéndose de pie para apuntarme- Esta señorita se escapó un día X con este muchacho, para volar por los alrededores de París, luego que él le insistiera por varios días, ya que sabía que ella no tenía mucha chance de salir por las suyas. Después de su paseo, regresaron a los suburbios donde ella estaba alojada, para detenerse previamente a las orillas de un lago, ¡y adivinen!
-¡Judas! –Me puse de pie al igual que ella- ¡Calla!
-¡Dime más!
-¡No te atrevas, Angelina, o juro que no te hablo nunca más!
-¡Él le robó un besito! –Juntó sus dedos imitando la acción, emocionada-
-¡No jodas!
-¡A la mierda, me largo de aquí!
Tras coger mi maleta de mano, y con la mayor de las intenciones de largarme de ahí, me vi interrumpida de momento cuando el tren frenó de golpe y mi peso corporal cayó sobre el gemelo que no podía ni mirar a los ojos, George, quien se quejó adolorido tras mi caída y que me sujetó de las caderas a modo de reflejo. Me disculpé inmediatamente y abandoné el compartimiento sin escuchar a mis antiguos acompañantes. ¿En qué rayos pensaba Angelina? ¿Qué es lo que quería ver o comprobar? ¡Qué humillación! Todo iba tan bien y se tenía que arruinar todo.
-¿Alguien sabe qué ocurrió? –Comenzaron a aparecer los alumnos tras abrir las puertas metálicas, cuestionando lo sucedido- ¿Por qué hemos frenado de golpe? ¿Hay algún herido?
Tras unos minutos detenidos, el tren siguió su curso, pero nadie nos dio una respuesta de lo acontecido. Había un lugar libre en el vagón de los chicos de quinto año, y tras consultarles si podía sentarme a su lado y recibí su afirmación, me senté con ellos hasta que llegó el momento de cambiarnos al uniforme correspondiente, ya que quedaba relativamente poco para llegar a nuestro destino.
Al momento de descender, los carruajes nos esperaban y me subí a uno en cuanto tuve la oportunidad. Estaba tan mosqueada conmigo misma y con Angelina, que no estaba segura de cómo reaccionaría si nos encontrábamos en el futuro próximo. Quería alargar nuestro distanciamiento lo más posible, por lo menos hasta la noche cuando tuviésemos que ir a dormir, puesto que compartíamos dormitorio y ya no había forma de evitarlo.
El viaje transcurrió y el momento de entrar al castillo que nos albergaría otro año más llegó. Mis pasos se dirigieron al gran comedor, al sector de Gryffindor, donde ya comenzaba a repletarse de gente, excepto los del primer año, porque ellos tenían su ceremonia aparte al momento de ingresar: llegar en bote por el lago, entrar con la profesora McGonagall y esperar por orden de lista a que el sombrero seleccionador los derivara a una de las cuatro casas. Qué recuerdos aquellos.
-Hasta que al fin te encuentro. –Esa voz-
Me giré hacia su dirección y no supe descifrar su expresión hacia mi persona. Parecía distinta de algún modo.
-Te fuiste.
-Me fui.
-Pudiste quedarte.
-No era una opción, George. –Me senté en el banquillo y él lo hizo a mi lado-
-Imagino cómo debiste sentirte. –Empatizó conmigo, cogiendo un tenedor y girándolo con sus hábiles manos- Obviamente expuesta.
Silencio.
-No me mencionaste nada de aquello cuando nos enviamos correspondencia. –Acusó de cierta manera- Creí que hablábamos todo.
-Es porque no tuvo importancia para mi, George. –Expliqué sin poder mirarle de momento- En realidad, sé que fue un error estúpido salir con alguien que apenas conoces, pero quería conocer un poco y tener algo más enfrente que una villa en ruinas.
-¿Fue tu primer beso? –Preguntó luego de unos segundos-
-Sí, y fue uno perdido. –Lo miré de reojo, sintiéndome culpable- No esperaba que fuera así en realidad.
-¿Qué esperabas?
-Que fuera con alguien que realmente me guste, quiera o ame. –Jugué nerviosamente con mis dedos, porque tenía la pequeña ilusión que algún día él fuese mi primer beso- Que fuera memorable para mi. Es decir, sentir mariposas y todo eso.
-Entiendo, creo que es lo que cualquiera espera sentir la primera vez que besas a alguien.
-¿Tú lo sentiste?
-¿Qué? –Me miró de frente sin entender la pregunta-
-¿Tú sentiste bonito la primera vez que besaste a alguien?
Alicia, tan masoquista que eres. Mi corazón se va a romper dependiendo de su respuesta. Lo sé.
-Sí, sentí un montón de mariposas cuando di mi primer beso. –Contestó con una dulce sonrisa en los labios- Fue bonito, pero…
-¿Pero?
Antes que me respondiera, Fred y Angelina aparecieron frente a nosotros, juntando sus manos en señal de petición de perdón. El pelirrojo hizo aparecer un pequeño ramo de flores provenientes de su varita, mientras que mi "amiga" tenía claros signos de haber llorado. No tomé en cuenta nada de lo que dijeron, estaba molesta y dolida. Pero, aun así les dije que no hablaríamos de momento, que lo haríamos después, sobre todo con Angie. Me debía una explicación por todo lo que pasó.
Ellos tomaron asiento y recién pude notar el gran banquete que estaba frente a nuestras narices, las copas brillantes y servicios pulcros.
La ceremonia de bienvenida dio inicio tras unos cuantos minutos de espera. Los niños nuevos esperaban a ser elegidos tras la canción del sombrero seleccionador que había dejado en completo silencio a todos los espectadores, pues le dábamos el respeto que merecía la ocasión.
-No es la misma canción de cuando nos seleccionó a nosotros. –Escuché a Potter a unos cuantos puestos de distancia-
-La cambia cada año. –Respondió Ron, agregando algo que no logré distinguir-
-¿Creen que este año ocurra algo nuevo en el colegio? –Pregunto Angelina, tratando de romper el hielo entre nosotros-
-Nunca hay un año común en Hogwarts. –Contesto sin más preámbulo- Deberías saberlo.
-El señor tenebroso en la nuca de Quirell tras la piedra filosofal, la cámara de los secretos y el basilisco, los dementores y el prisionero de Azkaban, ¿qué sorpresa nos esperará este año? –Recordó Fred-
-La vara está alta este año, damas y caballeros. –Concordó su hermano, expectante a todo lo que ocurría a nuestro alrededor-
Seguimos observando la ceremonia luego de la selección de casas, y el cómo nuestro director, Albus Dumbledore, daba unas palabras y las advertencias correspondientes, lo típico: cuidado con las escaleras, el bosque prohibido, que los alumnos de primer y segundo año no van a Hogsmade, entre otros.
Todo iba bien, hasta que añadió algo más a la lista:
-Es también mi doloroso deber el informarles que la copa de quidditch no se realizará este año.
¿Qué? Los integrantes del equipo de quidditch se miraron entre sí moviendo sus labios pero sin emitir palabra, totalmente impactados y pálidos por las palabras de aquel viejito simpaticón que nos regía. ¿Debía darles agua con azúcar? ¿Nadie había colado una coca-cola para subirles la presión arterial?
Y cuando iba a explicar el porqué de su decisión tan radical, Dumbledore fue interrumpido por un trueno ensordecedor. ¿Qué carajos? Las puertas del gran comedor se abrieron de golpe, de par en par, y dejaron ver la silueta de un hombre con capucha negra de viaje que se apoyaba en un largo bastón. Todas nuestras cabezas giraron en su dirección, cuyo extraño era iluminado por otro trueno que aparecía en el techo sobre nuestras cabezas.
Tras quitarse la capucha encaminó sus pasos hacia la mesa de profesores, donde cada uno de sus pasos era más ensordecedor que el anterior mientras otro rayo cruzaba el techo. Pude distinguir como Granger ahogó un grito, mientras que George cogía mi mano como reflejo a modo de protección.
¿Qué demonios ocurría?
