Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Capítulo 18

Bypass.

"El mal rara vez toma forma de inmediato. Al principio se parece más a un suspiro" El laberinto del fauno

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Isabella asintió cuando varios empleados la saludaron al entrar en su empresa. Todos parecieron asustados de verla vestida de negro desde los pies a la cabeza y prefirieron alejarse de ella.

—Señora —la saludó Lauren acercándose con su tablet en la mano tratando de seguirle el paso.

—Jim dice que hay problemas.

Lauren extendió la tablet hacia Isabella y empezó a contarle cuando ella la tomó en sus manos revisando lo que su asistente quería mostrarle.

—El ingeniero está teniendo problemas para manejar el FDR*. Usted pidió que se usara un equipo de AIR* y tres aviones lo están rechazando.

—¿Por qué? —preguntó Isabella quitándose la chaqueta negra y los guantes de cuero. Lauren le quitó de las manos las cosas incluyendo la tablet y lo tiró todo sobre una mesa de uno de sus asistentes cuando pasaban por los pasillos de la empresa. El asistente se levantó y se llevó las cosas y Lauren, nerviosa de ver a su jefa usando lentes de sol y vistiendo de esa forma, la siguió en silencio. Alguien iba a morir, eso era seguro. Cuando Isabella iba vestida de negro las nubes cubrían el cielo para desatar el infierno. Así que esperando no ser ella la despedida.

—Se hizo un análisis completo de las cajas y no hay ningún error de software. Tuvieron que remover el FDR. Van a empezar de nuevo y eso nos retrasará unos días o unos meses.

Isabella se giró hacia Lauren, quien palideció y respingó cuando la vio dar un paso hacia ella pareciendo molesta. Sí, seguro alguien iba a morir a manos de su jefa. Sus ojos brillaban intensamente de una forma que congelaría el alma de cualquiera.

—Creo que no entiendes lo grave del asunto —Lauren abrió la boca para responder, pero Isabella levantó la mano y negó sin dejarla hacerlo —¿Sabes cuantos años me llevó diseñar esas cajas negras? ¿Sabes cuánta gente trabajó en ellas? Y tardaron días en informarme que no funcionan juntas. ¿Tienes sentido común Lauren? Las estamos usando para aviones especiales y no pueden no trabajar juntas. ¿Entiendes?

—Michael dijo que podía arreglarlo. Tiene a todo su equipo trabajando en ello. Hemos resuelto este tipo de problemas antes. Lo sabes. Te llamé, pero tú celular estaba apagado por eso te enviamos los correos.

Isabella bufó y se abrió camino al hangar en donde Jim estaba sentado con una lata de soda en la mano. El hombre se veía viejo, tenía una barba descolorida y la nariz grande. Los ojos hundidos y las pestañas tupidas.

—Deberías leer tu correo más a menudo niña o ya sabes, usar un teléfono. Hoy en día están de moda. Llevo días esperándote.

—¿Dónde está Michael? —ignoró su comentario. Jim apretó la lata hasta que el líquido en ella se esparció por la mesa y gruñó.

—Acabo de imaginar que la lata era su rostro. Pregúntale a los chicos por ese idiota altivo. Últimamente cree que tiene una corona en su cabeza —espetó bajando de la mesa. Sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió el desastre en silencio.

Isabella asintió porque ella sentía lo mismo y hubiese querido que esa lata fuera el rostro del susodicho. Se subió a una silla y se metió los dedos a la boca para silbar intentando llamar la atención de todos. Había aprendido a silbar como un zapatero y, aunque la gente adinerada pensaba que era de mala educación, a ella le importaba un pepino usar sus dedos. Todos los hombres que la escucharon se detuvieron y se giraron para mirarla.

—¿Dónde está Michael? —gruñó fuerte y todos señalaron dentro del avión en construcción —. Tráiganlo.

Varios chicos corrieron dentro del avión ante su orden y tras unos minutos varios pasos pesados se escucharon antes de que tres chicos bajaran a un otro rubio desgreñado y desgarbado con una tablet en su mano, una gorra, y unos lentes de montura negra. Él le dirigió una mirada altiva y grosera a Jim mientras se removía furioso porque lo estaban obligando a avanzar.

—Voy a arrancarle la garganta —murmuró para ella antes de bajar de la silla y caminar hacia el ojiverde, quien palideció al verla acercarse reparando en su presencia por primera vez.

—Se..Se…Señora —tartamudeó tropezando cuando los chicos dieron varios pasos atrás dejándolo solo. Nadie quería estar cerca cuando la señora explotara. Todos sabían que ella podría causar tsunamis que dejaban sin vida al que estuviera en su camino.

—¿Por qué no me informaste nada acerca del error en las cajas? ¿Por qué tuve que enterarme por alguien más? —Michael se quitó la gorra y limpió el sudor de su frente.

—Porque estaba trabajando en solventarlo. Usted dijo que no le llamara si no era necesario y no lo hice. No es gran cosa.

—¿Crees que mis aviones me son indiferentes? ¿No es gran cosa has dicho? ¿Cuántas veces?

El chico frunció el ceño desorientado y se rasco la cabeza.

–¿Disculpe?

Isabella camino hacia el y lo tomó de la chaqueta furiosa sacudiendolo

—¿Cuántas veces ha pasado esto con mis aviones Michael? ¿Cuántas cajas con software que no les pertenece están allí afuera? Porque estoy segura estás usando algo no autorizado por la comunidad aérea para que trabajen juntas ¿Sabes lo peligroso que esto puede ser? ¿No es gran cosa has dicho? Hablamos de vidas humanas, dinero. Indemnizaciones —se hizo el silencio tras las palabras de la Señora y todos vieron cómo le cambiaba la cara a una mucho más aterradora de la que ya llevaba — ¿Estás trabajando para Tyler Crowley?

Michael abrió la boca para responder, pero Isabella no lo dejó, ella lo soltó y se giró.

—¿Jim? ¿Cuántos aviones tengo en el aire que entren en este error que puede ser "solucionado" —hizo las comillas en el aire y continuó—…con un software no autorizado? ¿En cuántos se usó el bypass*? Dime por favor que no estás en esto. Porque si lo estás es mejor que me lo digas o lo sabré.

Jim abrió su tablet y tecleo antes de mirar a Michael y luego a Isabella para responder

—Diez. Y no sería tan estúpido para poner en peligro los aviones. Te lo dije una vez y voy a repetirlo ante todos. Aquí se le ofrece lealtad y profesionalismo, Señora, y usted a cambio paga mi sueldo. No sé caga dónde se come señora. Fui yo quien alertó a la señorita Maryori.

—Si no me dices cuánto dinero te ofreció ese bastardo, voy a llenarte de tantas demandas que vas a deberme una vida en la cárcel. Así que piénsalo bien niño —gruñó Isabella.

En la cara de Michael se veía como pasaban sus pensamientos a toda velocidad, desde el pánico por la amenaza de la Señora, pasando por la reflexión hasta que llegó a la soberbia.

—Crowley me ofreció un millón —se pavoneó Michael.

Isabella se rio. Se llevó la mano al pecho y luego se quitó los lentes antes de sentarse en la silla y empezar a reírse a carcajadas por las ganas de matar al imbécil que tenía detrás. Luego se detuvo abruptamente y miró a Lauren.

—Quiero que saques esos aviones del aire. Los diez. Jim te dará los modelos. Reemplázalos, diles que es una oferta especial, lo que sea. Cúbrelo o esto nos cubrirá tanto de mierda que no podremos escarbar para salir de ella ¿Entendido?

Lauren asintió y se fue del hangar seguida de Jim. Isabella se giró a Michael con ganas de asesinarlo, pero Emmett le puso una mano en el hombro.

—¿Emmett? —le susurró Isabella sorprendida de verlo allí. Él y Rosalie en cambio habían visto a Isabella en acción y Rosalie estaba sintiendo pena por el chico que parecía a punto de orinarse en sus pantalones.

—Es una pérdida de miles de dólares. Llamaré a Theodoro y tendremos una reunión en dos minutos. Despídelo, podemos hacer más legalmente si quieres después. Que Mackena se encargué.

Isabella asintió antes de levantarse de la silla y mirar a Michael.

—Quiero que quites tus manos de mi avión. Que seguridad te acompañe a recursos humanos y entrega todo. He dicho TODO lo que tengas sobre esta empresa. Te quiero fuera de mi empresa. Hoy. No creo que sea bueno que continúes aquí dañando lo que construí con mi esfuerzo como una maldita manzana podrida. Y dile a Crowley que voy a comprar su aerolínea, voy a despedazar sus acciones hasta que estas cuesten menos de un centavo en la bolsa y no pueda pagarte.

Rosalie siguió a Isabella cuando ella se giró para salir del hangar hacia la sala de juntas vacía, ambas esperaron unos minutos antes de que Theodoro Wells entrará junto a varias personas. Era un hombre mayor con el cabello blanco pero parecía agradable; tenía los ojos cafés suaves y la sonrisa cálida. Llevaba un traje gris y una corbata roja. Era un hombre alto y refinado.

—Necesito que me digas cuánto dinero perdí y cómo puedo recuperarlo —le dijo Isabella sentándose. Lauren entró en la sala de reuniones con una libreta y se sentó en silencio.

—Llama a Jim —le ordenó Isabella antes de girarse a Theodoro, quien abrió su computadora y mostró en el proyector gráficas con márgenes de pérdidas y ganancias.

—Fueron diez aviones comerciales Isabella. Hablamos de unos trescientos cuarenta y seis mil dólares americanos por avión de lujo. Fue una pérdida muy grande. ¿Por qué los quieres fuera?

—Se usó un software no autorizado en las cajas negras ¿Sabes lo que pasaría si alguien se entera? Y quiero saber desde cuando Crowley tiene espías en esta empresa y si hay más. Hay que revisar a todo el personal, empezando por los que tienen acceso a los aviones. Quiero la cabeza de ese maldito en mi escritorio ¿Lo entiendes?

—Despediste a Michael. ¿Crees que nadie sabrá lo que pasó? Si trabaja para Crowley esto estará en la prensa mañana temprano. ¿Hay forma de parar esto? —preguntó confundido Theodoro.

—No, aunque podríamos demandar si habla. Todos los empleados de los hangares firman un contrato de confidencialidad. Hay que saber que es lo que ha filtrado y encontrar las pruebas. No creo que fuera información importante, pero espionaje empresarial le dará como mínimo diez años si sumamos fraude y violación de privacidad. Eso si Isabella decide demandar —habló Emmett antes de continuar —. Por su puesto, Makena se encargará de recordárselo. Que alguien la llame inmediatamente para explicarle la situación y que hable con Michael antes de que abandone el edificio. Ella le recordará los errores que ha cometido y lo caro que es un abogado. Sin contar que soy uno de los mejores del estado y tengo bastante influencia.

—¿Cómo nos recuperamos? Me encargaré de ese imbécil después. Estoy segura que la cárcel será un buen castigo, pero me interesa más saber que podemos hacer para arreglar este desastre —preguntó Isabella y Theodoro se recostó en la silla, mientras movía un lapicero entre sus manos sin parecer preocupado.

—No estamos en números rojos. Tenemos los aviones para reemplazar los dañados y tenemos el material para arreglar los que vienen de regreso. Necesitamos un técnico lo suficientemente bueno para arreglar el desastre que Michael hizo; estoy seguro de que es reparable. Lo difícil sería encontrar a alguien que quiera trabajar tan rápido y bien que no tengamos que preocuparnos por problemas como estos en un futuro. Luego devolvemos los aviones al mercado. Estoy viendo los modelos y podemos venderlos aunque no tendrían margen de ganancia. No perderíamos, pero tampoco ganaríamos. Volveríamos al principio.

La reunión siguió durante varias horas mientras evaluaban los riesgos de cambiar los aviones, de cuáles serían las consecuencias en caso de que alguno de los aviones tuviera un accidente antes de poder recuperarlos, etc. Rosalie miraba a cada uno de los integrantes de la reunión, cada uno especializado en una rama, pero la Señora los controlaba todos, no se le escapaba ningún dato de lo que decían y hacía preguntas muy inteligentes que hacía que todos tuvieran que trabajar al 100% solo para poder contestar.

Al finalizar la reunión, Isabella se levantó y miró alrededor.

—¿Dónde está mi chaqueta?

Lauren entró en ese momento con Jim quien pareció confundido de estar allí en una sala de juntas.

—¿Señora? —preguntó. Isabella lo miró un segundo antes de dirigirse a Lauren.

—¿Sacaste los aviones?

—Tengo a toda mi gente trayéndolos de vuelta. Aún nos falta localizar dos, pero los tendré en un momento. Es bueno que los modelos que fueron comprometidos estén en el país y solo tengamos que moverlos de estado.

Isabella asintió y miró a Jim de nuevo

—¿Qué sabes de software de FDR, y AIR?

—Sabe que mis habilidades son los materiales y construir un avión, no ponerlos en el aire usando cajas y software. Apenas sé usar una computadora para jugar a los zombies con mi nieta, y ella me gana, así que no me pida hacerlo.

Isabella asintió solo una vez.

—Necesito mi chaqueta y un auto —ordenó a Lauren.

—Tenemos la reunión con Airlines. Y la conferencia con Maya. No podemos… —replicó esta nerviosa.

Isabella cerró sus ojos y suspiró con fuerza pareciendo a punto de lanzarse sobre Lauren, quien cerró la boca al ver su expresión encogiéndose en su lugar.

—Iré contigo —le llamó la atención Rosalie. Isabella le frunció el ceño, pero no le respondió a ella.

—Lauren, Wells van a encargarse de la reunión con Airlines e invítalos al evento de Alice por favor. Ella lleva pidiéndome que les diga desde que empezó a planearlo. Emmett encárgate de Maya, ahora ¿Por qué no tengo mi chaqueta?

Lauren sacó su teléfono y mandó un mensaje. Dos minutos después uno de los asistentes entró en la oficina sin aire pareciendo que había corrido una maratón y le dio la chaqueta junto a los guantes. Emmett se levantó y le tendió las llaves de su auto. Isabella caminó a la salida de la sala de juntas, pero antes de irse se giró a todos y habló:

—Errores como estos podrían hacernos perder nuestro trabajo. Quiero que quede claro que esto que pasó no puede volver a pasar. Seguimos las reglas, no hacemos estupideces y mucho menos estupideces que nos lleven a la quiebra. Si algo sale mal Emmett está casi viviendo en mi casa así que no les costará para nada llamarlo y que él me informe —Tras eso salió siendo seguida por Rosalie, quien casi tuvo que correr para alcanzarla.

Cuando Isabella subió al auto y lo encendió Rosalie la siguió esperando a que ella hablara, pero no lo hizo; solo condujo durante una hora antes de que Rosalie le preguntara.

—¿A dónde vamos?

Isabella sonrió e hizo un giro antes de mirar a Rosalie a su lado. A veces olvidaba que la chiquilla la seguía todo el tiempo, ávida de información y con ganas de entenderla o analizarla.

—Vamos a Tenderloin. Es uno de los barrios más pobres de San Francisco.

—¿Puedo preguntar porque vamos allí?

Isabella asintió antes de detenerse en un semáforo y dar otro giro. Varios autos les sobrepasaron y les pitaron o gritaron obscenidades antes de que ella se dignara a contestar. La Señora respetaba las leyes de tránsito tanto como los lápices que se rompían en sus manos cuando estaba molesta.

—Necesito ver a alguien que vive allí.

Cuando entraron al barrio Rosalie se arrepintió de haberse puesto ropa de oficina. Había grafitis por todas partes, hombres con bandanas en la frente, con los brazos llenos de tatuajes y callejones de los que salían prostitutas.

—No se ve como un lugar seguro —susurró.

Isabella hizo una mueca antes de aparcar el auto frente a una casa descuidada. Tenía las ventanas rotas tapadas con bolsas de plástico y la cerca caída. El césped parecía haber tenido mejores días y dos casas más adelante alguien parecía estar teniendo una fiesta pues la música golpeaba las paredes y los niños corrían en todas direcciones. Ella no pareció afectada o preocupada cuando se bajó. Uno de los chicos afroamericanos que estaba dos casas abajo corrió a verla en cuanto ella bajó del auto.

—Dicen que el que deja este barrio siempre vuelve, aunque sea de visita. Señora.

—Es una maldición mocoso. ¿Cómo está tu padre? —Le sonrió suavemente Isabella antes de lanzarle las llaves —¿Por qué no cuidas mi auto? Volveré en unos minutos.

—Mi padre está bien, sigue siendo un idiota aunque cuenta muy buenas historias de cuando pintaba casas contigo. ¿Quién es la muñeca? ¿A quién buscas hoy? —le preguntó el niño tomando las llaves en sus manos mientras miraba a Rosalie. Isabella le revolvió el cabello antes de extenderle un billete de diez dólares al niño quien lo tomó rápido, sin darle las gracias. Isabella movió su rostro en dirección a la casa que Rosalie estaba segura que de noche parecía una casa sacada de una película de terror.

—No la molestes. Es una Õjo. Quiero ver a Q.

—No una como tú, eso es seguro. Tu nombre aún es señal de respeto en las calles. Los chicos estarán celosos al saber que cuidé tu auto y ellos no estaban. Voy a tomarme una foto con él y ponerlos a todos celosos.

El niño se rió antes de alejarse de ella e Isabella subió los escalones de la casa vieja. Después de tomar una respiración levantó su mano y tocó tres veces. Una mujer que parecía salida de una revista de moda le abrió la puerta llevando una bebé en su cadera; era hermosa. Tenía los ojos color violeta más extraños que cualquiera pudiese haber visto jamás y los labios pintados de rojo sangre justo como sus rizos alocados. Llevaba una minifalda que bien podía ser un cinturón y una blusa de la que desbordaban sus pechos.

—Llevas mucho maquillaje —la regañó Isabella. La chica no respondió, únicamente abrió la puerta de par en par y tres niños pequeños se le colgaron de las piernas de forma descuidada.

—¡Tía Isabella! —gritaron sobre ella y chillaron felices. Isabella les palmeó las cabezas y cargo a uno de los niños adentrándose en la casa como si está fuera la suya, sin hacer una sola mueca porque el chico que llevaba colgado en su cadera tenía mantequilla de maní en los dedos y las mejillas.

—¿Dónde está?

—En el taller. Se la pasa horas allí. ¿Lo olvidaste? Aún tiene fe de que funcione. Es un terco —respondió la chica. Cuando Rosalie entró en la casa esta estaba hecha un desastre. Había juguetes por todos lados, ropa de los niños en varios puntos de la habitación y miles de cosas, pero no olía mal. La casa parecía desordenadamente limpia de una forma que nadie podría describir.

—Llámalo —ordenó Isabella antes de lanzar al chico que llevaba en brazos al sofá. La pelirroja bufó cuando el niño se rió a carcajadas y Rosalie se quedó allí de pie sin saber que hacer, sintiéndose fuera de lugar.

—Vendrá en unos cinco minutos. Es hora de almorzar. Siempre viene a la casa a comer a esta hora —le respondió tecleando en el teléfono antes de girarse y mirar hacia los niños dejando a la niña que llevaba en sus brazos gatear en el suelo.

—Carson si tocas esa ropa de allí de nuevo voy a patearte las bolas. Mira tus manos maldición. No importa cuánto esconda la mantequilla de maní, sigues encontrándola mocoso. Mira tus mejillas por amor de Dios —le gritó y luego miro a Isabella gruñendo —. Necesito un descanso. Dios.

—¿Cómo va el negocio? —preguntó Isabella lanzando la ropa del sofá al piso y sentándose. Rosalie la siguió en silencio antes de que la chica se recostara en un brazo de uno de los sofás.

—No va mal Õjo. Pero no te diré que va bien. Últimamente es difícil conseguir autos que no sean robados para reparar. Estamos haciendo las cosas bien y lo honesto es difícil.

—Deberías preguntarme antes de responder preguntas de ese tipo Leah.

Isabella rodó los ojos y se levantó impidiendo que Rosalie se levantara pues negó en su dirección al oír la voz ronca de un hombre tras ellas.

—No contestas mis llamadas —le reclamó cruzándose de brazos girando hacia el hombre que estaba hablando.

—Es porque realmente no quiero hacerlo. ¿Que haces aquí Isabella? ¿Qué hizo mi padre esta vez? —gruñó el tipo antes de acercarse a Leah y besarla de una forma que debía ser ilegal. Los niños protestaron haciendo a Rosalie sonreír abiertamente

—Necesito un ingeniero. Un experto en FDR y Air.

—¿Qué le pasó al último?

El hombre también parecía sacado de una revista; era alto y muy atractivo de una forma que parecía ilegal. Tenía los ojos más celestes que ella hubiera visto nunca y Rosalie se preguntó ¿Cómo Isabella conocía a tanta gente guapa?

—Uso un bypass para hacer que un FDR y un AIR trabajaran juntos.

El hombre alto, moreno, ojos celestes y tatuado de los brazos sonrió con sarcasmo y luego se sentó .

—Te dije que no trabajaría para ti. Nunca.

—Y yo te dije que no trabajarías para mi; te dije que trabajarías conmigo. Puedo hacer que las cajas trabajen juntas, pero hay alrededor de veinte aviones comerciales, contando los que vienen en camino, y solo tengo unos días. Los técnicos necesitan el programa del ingeniero en jefe para instalarlo en los aviones.

El hombre soltó una risa nerviosa antes de levantarse y dirigirse a la cocina para abrir la refrigeradora y tomar unas cervezas. Las abrió antes de darle una a Isabella y ofrecerle una Rosalie quien la tomó también. Isabella le dio un trago a la cerveza al igual que el hombre quien parecía estar en trance.

—Quil, no puedo hacerlo sola. Necesito a alguien que me ayude. Sabes más que yo de Air, yo manejo más los FDR —lo llamó Isabella y él bebió de la cerveza antes de suspirar pareciendo exhausto.

—No voy a dejar que me compres una maldita mansión. Está es la casa de mi madre.

—Llevo años pidiendo que me dejes ayudarte y no me dejas. Te pedí que vinieras a trabajar conmigo. Sabes que Sam…

—Escucha. Sabes que te quiero Õjo, muchísimo. Eres quien paga la educación de mis hijos, y sé que envías trabajos a mi taller, pero no menciones a mi padre o voy a tener que pedirte que te vayas.

Isabella levantó las manos en rendición y Quil bebió otro trago de cerveza antes de empujar a su mujer fuera del sofá y señalar la cocina.

—¿Qué hay de almorzar?

Leah le golpeó la cabeza llamándolo machista cavernícola antes de acercarse a la estufa y gritar "sopa".

Quil gimió en protesta y Isabella abrió su celular y lo lanzó sobre las piernas del chico

—Pide un buen almuerzo. Yo pago.

Quil cerró el celular y cuando iba a devolverlo Leah se lo arrebató y lo abrió llevándoselo. Isabella sonrió hacia ella y Quil suspiro restregándose los ojos

—Maldita mujer. Me hizo perder las bolas —luego abrió los ojos aún gruñendo —. No firmaré un puto contrato.

Isabella asintió y el continuo

—Haré mis horarios.

—Bien.

—Y será el sueldo que tenía tu ingeniero anterior.

—Si firmas un contrato te daré seguro médico para ti y los niños. Podrías también pedir un auto de la empresa y puedo mandar a alguien a que repare la cerca y corte el césped y te ayude con la casa. A tu madre le habría encantado eso.

Quil bufó apartándose de su esposa, quien le regresó el celular a Isabella y se lanzó sobre sus piernas, pestañeándole como si le estuviera pidiendo algo.

—No presionéis. Dios.

Las señaló a ambas antes de que Leah le besara la mejilla riéndose con él quien se suavizó en segundos al tenerla en sus brazos. Isabella se levantó incómoda por las muestras de cariño y sacó un billete de cien dólares de su bolsillo dejándolo en la mesa despidiéndose de su nuevo ingeniero. Quil había regresado hace solo unos tres años a la ciudad, pero parecía estar bien y eso le alegro. Aunque ver a Leah siendo una lapa no hizo más que ponerla nerviosa. Ella los envidiaba con fervor porque extrañaba la simpleza de un abrazo de Edward.

Rosalie la siguió y antes de salir de la casa Isabella se giró hacia Quil.

—Te espero después del almuerzo. Mandare un auto a traerte mientras escoges el que quieres conducir y me mandas el modelo. Voy a comprarlo personalmente para ti granuja.

Quil sonrió abiertamente alzando su botella de cerveza. Isabella le enseñó el dedo del medio luego de eso se fueron.


FDR: Flight Data Recorder. Registradores de Vuelo llamadas comúnmente "Cajas Negras. Estos dispositivos son requeridos instalados en la aeronave de manera obligatoria por las Regulaciones Aeronáuticas, pudiendo tener ciertas variaciones entre algunos países.

AIR: Grabadoras de imágenes de a bordo.

(FDR) registra los detalles técnicos del vuelo como la posición del avión, la velocidad o la trayectoria.

Bypass en informática: En este caso, el bypass se refiere a una forma de evasión de un sistema de seguridad informática.


Y todas se preguntan ¿Quién es Quil? Lo sabremos. Quiero decirles que se que la historia es triste, dramática pero me costó 10 años escribirla, y tiene un hermoso final, un final feliz. Edward está a la vuelta de la esquina, cerca, casi lo veremos regresar y volver el caótico mundo de nuestra Isabella algo hermoso. Espérenlo.

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