—¿7 x 9? —pregunta Amelie.
—63 —responde Emma, con audacia.
Penthouse Graham de Vanily. Sábado. 11:13AM.
—Bien —exclama su abuela, bebiendo un sorbo de jugo de naranja— ¿La raíz cuadrada de 121?
—11 —responde la rubia, rodando los ojos— Eso es muy fácil, Abu.
—¿Te parece? —carcajea la mayor— Ni yo sabía eso. ¿Quién te enseñó? ¿Félix?
—Nah. A mi papá no le gustan las matemáticas. Dice que son para gente tonta —Fathom se encoge de hombros, masticando una fresa— Mi mamá fue.
—¿Kagami? Vaya —alardea la británica— ¿Por qué no me extraña? A Félix siempre le gustaron las chicas inteligentes de aquí —señala la cabeza— Pero no de aquí —apunta al pecho.
—Con todo el amor que le tengo a mamá, estoy de acuerdo contigo —ríe jovial la pequeña, esta vez degustando una tostada de mermelada— Adoro a mi madre. Pero siempre era muy complicada para explicarme todo. A diferencia de papá que…bueno —se rasca la mejilla— No diré que es "básicoc" pero era más práctico.
—Félix es un chico sumamente inteligente. Pero su inteligencia es mas bien emocional, que otra cosa —explica la británica, templada— Es algo que pocos logran captar en él. Mucha gente lo juzga de ser metódico y cerebral, pero todo lo que hace, lo hace en base a emociones. Emociones, que no puede controlar. ¿Lo pillas?
—Ya me di cuenta —expresa la ojiverde, divertida— Es por eso que me quedé con él.
—¿Cómo? —no comprende.
—Bueno…mis padres se divorciaron —relata, con naturalidad; en lo que come un yogur— Y platicamos de eso. Hubieras visto la cara de papá cuando le dije que quería quedarme con él. No se lo esperaba —añade— Se que lo normal es que los hijos se queden con sus madres y solo para dejar en claro, me llevo increíble con mamá. Pero…no sé. Sentí que Félix me necesitaba mucho más… ¿Se entiende?
—Si…—esboza, contenta— Lo entiendo como no tienes idea…
—No quiero sonar soberbia, Abu. Estoy consciente de que tengo un IQ superior al promedio —narra, serena— Pero es cierto de que…me faltaba el otro lado. Y eso, es algo que solo papá puede darme. A veces, creo ser demasiado sistemática en mi actuar y no quiero que la gente piense que soy fría o calculadora —deja de lado su comida, desviando la mirada— Por eso acepté el campamento de verano. Papá quería que socializara más, porque él no es sociable. Le cuesta mucho expresarse. Y siento que tanto el como yo, podemos potenciarnos.
—Hablas como toda una adulta, Emma —bosqueja Amelie, estupefacta— No tengo palabras para expresar lo sorprendida que estoy.
—Lo sé, pero no te dejes engañar —advierte— Muy madura sonaré, pero hay demasiadas cosas que no entiendo de los adultos. Me parecen algo-…
—Lady Amelie —interviene Patrick, el mayordomo— Tiene una llamada.
—Ahora no, Williams —rezonga la fémina— Estoy hablando con mi nieta.
—Es de Tsurugi-san —señala.
—Oh…
—¡Y hablando del rey de roma! —retoza Emma, bajándose de la silla— ¡¿Es para mí?!
—Así es, Lady Fathom —sonríe el mayor— ¿Desea coger la llamada para usted?
—¡Si, si! ¡Dámela ya! —le quita el móvil de la mano y contesta. Es una videollamada— ¡¿Mamá?!
—Buenos días, cariño —responde Kagami en la pantalla, desde el otro lado— ¿Te desperté?
—Nada de eso, mamá. Estoy desayunando en casa de la abuela Ame —Emma le muestra con la cámara, la extensa mesa de delicias que le han brindado— ¡Tengo de todo! ¡Hasta helado comí!
—Ah…—Tsurugi hace una pausa, suspicaz— ¿Qué haces en casa de tu abuela?
—Bueno…vine a visitarla —responde, con naturalidad— ¿Tiene algo de malo?
—No. Nada de eso…—niega Kagami, fingiendo franqueza— Es solo que pensé que seguía de viaje en la India.
—Volvió para verme. ¿Puedes creerlo?
—Claro que puedo creerlo —disimula verdad, sintiéndose engañada en el fondo— ¿Dónde está tu padre?
—En casa, supongo. Es que anoche salió con una chica —Emma le resta importancia— ¡Mamá! ¡¿Sabes?! ¡Estuve en un campamento de verano! ¡Y lo pasé genial! —cambia de tema, radicalmente— ¿Cuándo vendrás a verme?
—¿Cómo que campamento de verano? —la japonesa frunce el ceño, aguantando la ira en su interior. Toca nuevamente fingir demencia— Este imbécil ni me avisó de eso…—carraspea— Que noticia tan maravillosa, hija. Algo me contó tu padre —falsea, hilando frases coherentes sin caer en la locura— Bueno, por eso mismo te llamo. Me gustaría que me contaras sobre tu campamento de verano. Verás, estaba de gira por Japón atendiendo unos asuntos. Pero este fin de semana regreso a Paris.
—¿Nos veremos entonces?
—Sin duda —asiente, etérea— Necesito actualizarte de algunas cosas que han pasado y también…este…—desvía la mirada, molesta— Disculpa que sea insistente con el tema. ¿Pero cómo que Félix salió con una chica?
—Si. Eso hizo —redunda.
—¿Segura que está en casa?
—Segura —objeta Emma, con dejo de recelo— ¿En dónde más?
—No…en ninguna parte más…—berrea, agraviada— ¿Nos vemos entonces? Te avisaré cuando pase por ti.
—¡Bien! ¡Aquí te espero! —le tira un beso y corta.
[…]
—¡Hijo de puta! —vocifera Kagami, azotando su móvil la cama— ¡Cabrón!
—Válgame dios…—Zoé hace una pausa, estupefacta con su reacción— ¿Qué fue ahora? ¿Los impuestos?
Tokio, japón. 20:36PM.
—¡¿Puedes creerlo?! —berrea Tsurugi, sumamente ofendida— ¡El idiota de mi ex marido se ha ido de fiestas con quien sabe quién! ¡Y ha dejado a nuestra hija a manos de su abuela!
—Eh…—Lee no entiende. Se rasca la nuca, estupefacta— Con todo respeto, mi amor. ¿Eso que tiene de grave?
—¡¿Disculpa?!
—Bueno…Félix y tu están divorciados. No son pareja. Ni marido ni mujer —expresa la rubia— ¿Qué tiene de malo que se vaya de fiesta con gente?
—No es gente, Zoé. Es Una mujer.
—¿Y que con eso? —no comprende.
—¿Te parece que esté dispuesta a aceptar que alguien mas ocupe mi lugar? —berrea, colérica— ¡No permitiré que Félix se de la libertad de darle otra madre a mi hija!
—Kagami…—Zoé toma su rostro, en pos de calmarla— Cariño… ¿Puedes calmarte? No te lo tomes tan personal. Esto escapa de tus manos.
—¿A qué te refieres? —frunce el ceño.
—Es que…—añade, preocupada— Dado que tu hiciste tu vida de nuevo. ¿Por qué Félix no podría hacer lo mismo? Dudo mucho que esté buscándole una madre que te sustituya. Solo quiere…rehacer su vida. ¿Tanto te molesta eso?
—N-no…bueno…—la nipona rehúye de su interpelación, frustrada— Si…supongo que tienes razón.
—No te lo tomes como un ataque, por favor —apela a su buena conducta, besando sus labios con cariño— Emma está contenta, en casa de su abuela. Y es ella misma quien de manera alegre, te cuenta la noticia. ¿No crees que deberías apoyarla en ves de aportillarla? Te necesita…
—Disculpa —recula Tsurugi, negando con la cabeza— En verdad, agradezco muchísimo los consejos que me das. Pero esta vez…prefiero actuar como lo sienta mi corazón —se da media vuelta.
—Kagami —Lee la ataja del antebrazo, confundida— ¿Puedo…acompañarte?
—¿A dónde? ¿Quieres venir conmigo a Paris?
—Si. Quiero decir, bueno…—musita, toqueteándose el mentón con nerviosismo— Estoy consciente de que no son vacaciones. Sé que irás a ver a Emma. Pero no sé. Estaba pensando que tal vez, quizás, sería buena idea…—juguetea con sus deditos— ¿Qué nos conozcamos ya?
—¿En verdad quieres conocer a mi hija? —parpadea, sorprendida con su propuesta.
—¿Te parece una mala idea? —inquiere la reportera.
—No he dicho eso —comenta la politica— ¿Pero crees que Emma quiera lo mismo?
—Bueno…no lo sé, cariño. Ha pasado un año ya desde que tu yo formalizamos —expresa la ojiazul— Y de cierta forma, siento que no le has hablado de mi ni una sola vez.
—Es que ella no ha preguntado…
—¿Y estás esperando a que ella se interese primero?
—No realmente. Solo no hemos tenido el espacio o tiempo para tocar el tema a profundidad. Pero…—Kagami asiente jovial, tomando su rostro con ambas manos. Deposita un beso sincero en sus labios— ¿Sabes? Me has tomado por sorpresa. Ha decir verdad, no lo había pensado. El hecho de que te muestres interesada en conocer a Emma me conmueve mucho. Se ve que te importa.
—¿Cómo no me va a importar? —la francesa la abraza con cariño— Te amo…como no tienes idea. Y eso también me lleva a amar a tu hija, sin importar nada. Llevo un par de meses planteándomelo y…—la suelta, juntando su frente contra la suya con templanza— En verdad quisiera entablar algo con ella y que, de paso, también me conozca. Le haría bien saber que clase de mujer está con su madre ahora.
—Me parece bien —sonríe con ternura la japonesa— Ven conmigo entonces. Ya nos la arreglaremos para que se vean.
—Gracias…
[…]
—¿Qué tu…que? —Adrien parpadea atónito.
Edificio Bobigny, centro de Paris. 18:12PM. Centro terapéutico.
—Lo que escuchaste —declara Félix, meneando su vaso de whisky de un lado a otro con agobio— Y para serte sincero, primo…no he dejado de pensar en ella desde aquel día.
—Es-espera un momento. Vamos a recapitular —traga saliva, boquiabierto— Bien. Conociste a una chica. Una chica de tu edad. Es muy bonita. Es divertida. Y tuvieron una cita.
—Increíble —añade.
—Una cita increíble —procede— En donde hubo mucha conexión, química, dialogo comprensivo, diversión…
—Sexo.
—Sexo. Claro. Sexo sano y muy socioafectivo —explica el especialista.
—Sexo sublime —aclara el inglés.
—Sexo subl-…—el Agreste despabila, sacudiendo la cabeza— Detente un momento, por favor. ¿Qué?
—¿Me estas escuchando o andas drogado ya? —protesta el doctor.
—Baja dos cambios, semental —lo detiene— Es que…estoy algo liado con la información.
—¿Qué te tiene tan complicado, terapeuta de pacotilla? —rezonga, frunciendo el ceño.
—¡Con un demonio, Félix! ¡Todo! —reclama frustrado el francés— ¿Qué demonios me estás contando?
—¡Para eso vengo a verte! —chilla Fathom— ¡¿Por qué de pronto pareciera que tu eres el paciente?!
—Disculpa…—exhala, mas calmado— Ya me calmo.
—Mierda…—chasquea la lengua, bebiendo un sorbo de su trago— Ya te lo dije. Necesito ayuda. Esto que me está pasando, no es normal.
—Por supuesto que no lo es. Y agradezco infinitamente que hayas recurrido a mi para dialogarlo con tanta madurez —expresa orgulloso su familiar— ¿Pero podrías ser mas especifico con lo que te pasa? Porque de verdad, no lo pillo.
—Es simple —se encoge de hombros— Tengo un problema. Me cuesta manejar mis vínculos con el sexo opuesto.
—No. Es mas bien otra situacion —relata el psicólogo— A ti te cuesta separar las cosas. Eres muy sensible y eso te juega en contra. Tu estas insinuando que te enamoraste de la chica, porque te acostaste con ella.
—Bueno, sí. Le hice el amor —sentencia Félix.
—No creo que ella piense lo mismo, primo —aclara Adrien.
—Ya sé. Ellas no se enamoran así.
—Por eso, bobito —parafrasea, el rubio— Y por lo mismo, ella no es de tu propiedad. ¿Entiendes?
—Lo entiendo.
—De la información que tengo, salida de tu boca —Adrien relee lo que ha anotado en su iPad— Es una mujer de 33 años, madre soltera como tú, profesional, independiente y empoderada. Su encuentro fue mas bien casual. Pero debido a tu pobre resiliencia a sobrellevar la soledad y la frustración al abandono, te ha llevado a verla como tu pareja. Cuando en el fondo, no son nada.
—Nada aún —declara Graham de Vanily— Pero pretendo que lo sea. Y es por eso que sigo en terapia contigo.
—Félix…solo para aclarar —carraspea con mucho profesionalismo en su voz— La razón por la cual me visitabas, era porque estabas en proceso de superar tu divorcio. ¿Qué pasó con eso?
—Es curioso…—comenta el cirujano, esbozando una sonrisa malograda— Pero desde que la conocí, ya no me duele Kagami. No es un tema de superación personal para mí.
—Estamos avanzando entonces.
—Si. Pero no de la manera que quisiera —masculle, frustrado— ¿Qué no te das cuenta? Intento hacer siempre lo "correcto". Lo "lógico". Lo que se supone que debería hacer con mi vida, para pasar página. Avanzar. Liberar, soltar, enmendar y perdonar. Te juro por mi hija que…lo intento —profesa, acongojado— Pero ahora llega esta chica a mi mundo y…todo está de cabezas de nuevo. No sé si la conocí para aliviar mi vida o darle un ladrillo mas a la mochila que me cargo.
—Eres muy elocuente para hablar, primo —sonríe.
—Arg…—Félix se levanta del sofá, furioso— ¡No me estás ayudando, Adrien! ¡¿Qué mierda haces cuestionando siempre lo que te digo?! ¡Busco respuestas en ti y solo me das más, sobre que pensar! ¡¿Qué clase de terapeuta eres?!
—Uno que sin duda no te dirá lo que quieres oír —veredicta, serio.
—¡¿Qué dices, cabrón?!
—¡Que necesitas aclararte de una puta vez y dejar de alzarme la voz de esa forma! —refuta, gritándole también— ¡Ahora te sientas y me escuchas, idiota! —su compañero obedece de manera obediente, como quien es regañado por un superior. Adrien exhala frustrado, siendo el mismo, víctima de acabar sirviéndose un trago de whisky en el proceso— Con un demonio, Félix. Eres de mis peores pacientes.
—Ya sé…—admite, arruinado.
—Pero, aun así, no me quejaré ahora —endosa su compañero, bebiendo de su solución alcohólica de mala gana— Ya está. Te diré lo que yo veo. Y no es nada malo ¿Ok? Solo tiene ciertas piedritas que puedes quitar del camino. Pero créeme, te ayudarán en esto. Escucha…—toma aire, para iniciar la plática— Lo que hiciste está bien. No te coartes. No te límites. Si sientes de la forma que sientes, hazlo. Se tu mismo. Pero nunca dejes de lado la paciencia y el respeto por el prójimo. A estas alturas, da lo mismo lo que la muchacha haya percibido en su encuentro, porque finalmente te dejó en claro que le gustas. Quien podría empoderarse de la situación eres tú. Debes confiar en ti. Dejar de hacer cosas para agradarle al resto —agrega— Lo cual, no hiciste con ella. Fuiste tu mismo. Y si es la clase de chica que mencionas, lo sabrá valorar y ver. Eres un hombre increíble, Félix. Llevamos años dialogando de esto. No necesitas "deconstruirte" porque al igual que unos pocos, naciste roto. Eso ha sido un plus para ti. Una carta bajo la manga. Eres distinto, diferente, nada convencional, nada básico. Así que mi diagnostico para ti es: Sigue así. Vas bien. Solo…—hace una pausa, advirtiéndole con mesura— No abuses del poder que te han conferido. Se sabio y aplica conocimiento en esta relación. Y eso incluye a Emma. Debes hablar con tu hija. Recurrir a tus amigos, a tu familia, formar una red de apoyo sana que te apañe. No te aísles ni te apartes de tu humanidad. Porque es eso mismo, quien te hace ser quién eres. Ese lado sensible y emotivo, emocional, es lo que te define. ¿Lo pillas?
—Lo pillo —asiente, obnubilado con su respuesta— Gracias…
—Bien…
—Señor Agreste —Juleka interrumpe la escena, hablándole por el teléfono en altavoz— Su cita de las 19:00 ya llegó.
—Gracias, Jul. Ya la recibo —acepta, regresando la vista a su primo— Antes de que te vayas. ¿Al menos me dirás el nombre de aquella misteriosa mujer?
—No realmente —berrea Fathom, terminándose su trago para tomar el abrigo y caminar hacia la puerta— Si te cuento luego vas y me la robas.
—¿Qué dices, tonto? —carcajea su primo, notando que está ironizando.
—Adrien —sentencia, fulminándolo con la mirada— Yo acataré todas tus órdenes. Pero que te quede claro una cosa. Yo me acosté con esa chica.
—Ya sé. ¿Qué hay con eso? —consulta, confundido el terapeuta.
—Bueno, es importante para mí.
—Si, pero primo —aclara, respondiéndole con dureza— Los adultos solemos hacer esas cosas y a veces sin compromiso ¿Sabes? Por favor, tómalo con calma.
—¿Qué insinúas? —lo asesina con los ojos.
—Que ya te largues porque en serio tengo a mi última paciente ahora y me retrasas —bufa con infantilismo, tirándole un papelillo en forma de bolita— ¡Salúdame a Emma de paso!
—¡Vete a la mierda! —masculle de vuelta, azotando la puerta detrás.
Con un demonio. En serio que amo con el alma a mi primo. Pero a veces se comporta… ¿Tan poco profesional conmigo? Comienzo a pensar que todo lo que le cuento, se lo transmite a mi vieja y eso hace que ella luego me mire con cara de perro deslavado. ¡Como me entere! Estaba tan enfurruñado, que salí de su oficina sin despedirme de Juleka. Lo cual, hago con mucha cortesía y respeto. Iba camino hacia el ascensor, cuando alguien chocó conmigo de manera torpe. Atiné a mirarle de forma obtusa, percatándome de quien, sonsamente…tenía en frente…
—¡Ah! ¡Disculpe! —vocifera la mujer— ¡No lo-…!
—¡Perdone! —Félix calla de golpe, tras examinar a lo que tenía en frente— Yo no-…
—¿Félix?
—¿Marinette?
Mi corazón latía tan fuerte, que sentí saldría disparado por mi garganta. A duras penas, tuve que acotar mi rango respiratorio y abrí los labios, tratando de poder dar grandes bocanadas de aire caliente a través de él. Mis pómulos enrojecieron. Mis manos temblaron. Mis rodillas, casi se precipitan como un lozano jovencito sufriendo una descompensación de azúcar. Como quien, contempla el retrato del amor de su vida en persona. En algún punto, me percaté que a ella también le estaba costando trabajo respirar. Pero siendo yo tan neófito en el etéreo comportamiento de señaléticas femeninas, interpreté más bien una expresión sorprendida, que otra cosa. Todo esto, hasta que ella misma me tomó de los hombros y me regresó a la realidad en seco. ¿Eh…?
—¡Félix! —expreso regocijada Marinette, depositando dos besos sinceros en cada mejilla. Un saludo francés sumamente coloquial— ¡Que sorpresa verte aquí!
¿Es normal que la chica a la cual le hiciste el amor te salude así? ¿Cómo si fueran amigos entrañables de toda la vida? Me descolocó su posición. Pero vamos. Vengo saliendo recién de terapia. Debo sin duda hacerle justicia a los sentimientos que derramé en ese cuarto y no permitir, que me juegue en contra una lluvia de pensamientos perniciosos. No le di más vueltas. Correspondí de la misma manera, animado.
—Marinette —sonríe, alegre— Lo mismo digo. ¿Qué haces aquí?
—Bueno —ríe, jocosa— Digamos que me estoy haciendo cargo de algunos asuntillos personales. Llevo un tiempo visitando a Adrien. ¿No te parece curioso? Compartimos el mismo terapeuta.
—¿Cómo se lo explico? Bueno, al diablo —Félix suelta una mueca suspicaz, poco agraciada— Ni tanto. Adrien es mi primo hermano.
—¿En serio? —abre los ojos, como platos; cual sorprendida— No tenía la menor idea…
—¿De verdad? —comenta risueño, fingiendo demencia— Pensé que ya sabías. Como nos vimos en el cumpleaños de Luka…
—¿Luka? —redunda la ojiazul, confundida— ¿No era el cumpleaños de Juleka? —mira a la secretaria. Esta, le responde con un gesto de muñeca— ¡Ah! ¡¿No me digas?! ¡Si son hermanos! ¡Que distraída! ¡Jajaja!
—¿En serio no sabía? Que linda…—traga saliva, intentando apaciguar las ganas de besarla en la boca— Bueno…sí. Es que-…
—¡Marinette! —Adrien asoma la cabeza por la puerta. Acto seguido, se paraliza de golpe, captando de lleno la situación. Listo. Ahora…entiende todo muy claramente— No puede ser… ¿Esta es la chica de la cual me hablaba? Que increíble…—esboza una mueca febril, en respuesta— ¿Vienes? Te tengo lista la ficha.
—¡Voy, señor Agreste! —Dupain-Cheng se despide, ocurrente— ¡Nos vemos, Félix! Salúdame a Emma de mi parte.
—Esa misma mierda me dijo Adrien hace un momento…—bufa, con total normalidad— ¡Nos vemos, Marinette! Jejeje…
JE-JE-JE. Y una mierda. En cuanto bajé del ascensor hacia el estacionamiento, toda la maraña de ansiedad que se había acumulado en mi intestino delgado, soltó furia en un vomito desenfrenado que tiré en un basurero; que pillé a un costado del recinto. Carajo. De verdad, no estaba preparado para tal revelación. Me di de lleno. No, más bien, de bruces con la noticia. La mujer que profeso amar…visita a mi primo. Y fue así, como me pasé toda la jodida tarde-noche, sobre pensando de qué clase de porquerías le hablaría de mí. Mierda. Mierda, mierda, MIERDA, MIERDA. ¿Qué hago ahora? Necesito un trago…
—¿Destino? —consulta el GPS de su Mercedes Benz.
—Al infierno —masculle Fathom, asqueado contra el manubrio.
—Fijando destino —revela la computadora— Casa de su madre.
—Dale…—gruñe, hastiado.
[…]
—Ya veo —comenta Adrien, cruzando una pierna de forma elegante sobre la otra— ¿Es un pensamiento recurrente?
—No. Ya no —explica Marinette, recostada sobre el sofá— De pronto…se ha ido —se detiene, de manera pensativa. Revela de pronto— Adrien. Esta noche, pretendo contarle todo a mi hijo.
Sesión de terapia número 10.
—Es cierto —descubre el Agreste, insoluto— Me habías dicho que estabas intentando rehacer tu vida. ¿Esto tiene que ver con eso?
—Si —admite la peliazul, crédula— He conocido a un hombre. Un hombre excepcional. No soy una mujer feminista extrema ni mucho menos arraigada a estereotipos que no son míos. Es un buen "ser humano". Es lo que me importa.
—Te creo —asiente el rubio, satisfecho— Si está hablando de mi primo, tiene toda la razón. No hay manera de que esta relación se pueda arruinar —tose, fingiendo demencia— No necesito que me des nombres, edad, signo, nada. Solo expláyate y dime. ¿Qué clase de sentimientos, miedos, seguridades, cosas, sientes por él?
—Verás…—enuncia Dupain-Cheng, ruborizada por completo— Creo que…me gusta más de la cuenta.
—¿Cómo así? —traga saliva, extrañado— ¿Quieres contarme que han vivido?
—Así…de…—comienza su relato— ¿Una cita?
—Claro. Así de "una cita" —asiente, profesionalmente.
—Tuvimos una. Y para serte sincera, fue maravillosa —la fémina hace una pausa, ligeramente comprometida con lo que dirá— Me gustaría bastante poder repetirlas en el tiempo. Sucede que…bueno, tengo a Hugo de por medio. Le tuve que contar la situación.
—¿Y cómo se lo tomó?
—Al principio se molestó un poco porque le mentí. Ese fue mi error —resopla, arrepentida— No se enteró de la mejor forma. Pero ahora no parece tomarle importancia. Bueno, tampoco es que aquel hombre sea un tema recurrente de conversación, jeje…
—Pero sin duda lo estás manejando muy bien, Marinette —confiesa el rubio, sonriente— Nos enfocaremos en tu relación amorosa, usando de canalizador a tu hijo para que puedas ir superando trancas por la prematura viudez que sufriste. Te noto muy temerosa aun de dar el siguiente paso.
—¿Cómo? —parpadea, confundida— No comprendo…
—Dejaremos que sea el pequeño quien te dé, el impulso que necesitas —le cierra el ojo, picaresco— Los niños son muy manejables a esta edad. Si tienes dudas, consúltalas con él. Hazlo parte del tema. Involúcralo de tal forma, que no se sienta ni presionado ni mucho menos alejado de la realidad. Después de todo, ustedes son una familia.
—Eso…—el rostro de Marinette se ilumina, como una estrella fugaz— suena maravilloso, Adrien. Muchas gracias, por tus consejos.
—Todo saldrá bien. Ya lo verás —ríe jovial.
[…]
—Kagami…—Zoé jala nerviosa de su playera— ¿Estás segura…?
Domingo 6 de agosto. Dia del niño. Francia, París. 15:12PM.
—Tranquila —musita Kagami, segura y serena en su actuar— Es una festividad que Emma decidió pasar conmigo. No es nada grave. Lo hicimos el año pasado igual. Todo bien.
—Si, pero…—espeta Lee, temeroza— ¿En verdad crees que no le moleste que vine? Quiero decir… ¿No era mejor escoger otro día más "normal" para esto?
—No. Al contrario —aclara la nipona, tomando sus manitas con premura— Es ideal. Emma estará complacida de conocerte justo hoy, dado que es su día.
—Pero…
En el interior de la morada Fathom-Tsurugi. A esa misma hora.
—¿Te gusta cómo va quedando? —consulta Félix, jalando dos mechones rubios, por sobre otros— Es una trenza muy larga, hija.
—¡Papá! ¡Está hermosa! —halaga la ojiverde, mirándose al espejo; de lado a lado— ¿Dónde aprendiste a hacer esto?
—Vi un tutorial en Tiktok —carcajea algo torpe, el mayor— Pero no sé…
—¿Desde cuando tienes Tiktok, anciano? —bufa.
—Desde que me hice tu padre —revela Fathom, anudando la punta con un lazo de flor— ¡Ya está! Mira que trenzas te hice. ¿Te gustan?
—¡Parezco toda una Vikinga!
—¿Vikinga?
—Bueno —ríe tímidamente, su hija— Hugo dice eso.
—¿Hugo…? —se confunde.
—¡Ay! ¡Da igual eso! —le resta importancia. Emma se levanta y da un giro de 360 en su eje— ¿Me veo bonita?
—Eres la mujer más hermosa del mundo entero, mi amor —halaga Graham de Vanily, complacido— ¿Te gusta tu vestido?
—Me fascina —comenta Tsurugi— ¿Lo mandaste a hacer para mí? ¿Verdad? No lo compraste en Gucci.
—Me has pillado —alza las manos, cual criminal— Sin duda no lo hice. Quería que mi princesa vistiera acorde. Te ves sublime…
—Ya me voy —chista Emma, mirando la hora sorprendida— Mamá me debe de estar esperando afuera. Vi su auto hace un momento. Me siento muy emocionada ¿Sabes? —añade, acomodándose los zapatos en la entrada de la casa— No habíamos podido pasar ninguna festividad juntas y la extraño demasiado.
—Pues…si te sirve de algo mi consejo —Fathom le entrega una chaqueta, para el frío de regreso— Trata de convencerla de que no se vaya tanto a Japón. Creo que te haría bien que se quedara en Paris.
—Lo tendré en consideración —se despide, besando su mejilla— ¡Adiós papá! ¡Regreso en la noche! No te vuelvas loco en mi ausencia por favor —rueda los ojos.
—No te preocupes. Solo lloraré a mares y ya —bromea— ¡Diviértete! —le despide en la puerta, observando a través de la abertura con mano alzada— ¡Nos vemos!
En realidad, yo le había visto muy jovial cuando salió de casa. Sin embargo, algo llamó mi atención. Algo que no logré divisar a tiempo, dado que la reja de arbustos me cubría la visual justo desde ese ángulo. Emma se detuvo por unos instantes y examiné la cabeza azabache de Kagami. Platicaron algo y luego ambas se subieron al auto; desapareciendo por la avenida.
Me pregunto… ¿Qué fue? Mi celular vibra. Me ha llegado un mensaje y reconozco instintivamente al propietario de este. Es Marinette.
«M: ¿Celebrando el día del niño?
«F: ¿Se puede celebrar el día del niño, sin el niño?
«M: Eso depende. ¿Qué hay del que llevas dentro?
Me ha robado una sonrisa. No quiero ni imaginar que tan estúpido me veo sonriendo, pero sin duda que tiene talento natural para tratar con los menores. Incluso con el que hay en mi interior.
«F: Pues ahora mismo anda un tanto triste. Emma se ha ido con su madre a celebrarlo.
«M: Por acá tenemos espacio de sobra —emoji de fiesta— ¿No te gustaría venir con nosotros?
Me fui a la mierda. De todas las conversaciones que he mantenido por WhatsApp esta es la primera en toda mi vida que me quita el aliento. ¿Lo dice en serio? ¿En verdad me está invitando a pasarlo con ellos?
«F: ¿No le molestará a Hugo?
«M: Fue idea de Hugo, de hecho —emoji sonriente con corazón— ¿Y? ¿Qué dices? ¿Te animas? A el le encantaría conocerte.
¿Hugo…quiere conocerme…?
«F: ¿Y a donde pretenden ir?
«M: Tenemos entradas para el acuario. Espero que al doctor no le de miedo los pingüinos —emoji carcajeando.
«F: Me encanta la idea…—emoji sonrisa tiernita.
[…]
—Kagami…te dije que no era buena idea usar este día para algo como esto —murmura Zoé a su lado, indiscutiblemente incomoda— Esta situación…está algo tensa…
Centro de juegos y restaurant, "Le bistro". 15:40PM.
Relata Kagami:
Pensé que tal vez Zoé estaría exagerando cuando me lo comentó. Pero en cuanto caí en cuenta de la mirada agria que portaba mi hija, algo en mi pecho se comprimió con violencia. Sobre todo, porque recordé la conversación que habíamos tenido al momento de ir a casa a recogerla.
—Flashback—
—¡Mamá! ¡Mamá! —chilla la rubia, abalanzándose con cariño hasta su progenitora— ¡Me alegra tanto que al fin podamos pasar tiempo juntas! Te extrañe muchísimo…
—Y yo a ti, cariño —exclama Kagami, depositando un beso fraternal en su frente: en lo que acaricia sus hebras doradas— Mírate…te ves preciosa. Cuanto has crecido en apenas 1 año. Ya casi eres toda una señorita.
—Es que soy una Tsurugi —alardea jovial la ojiverde— ¿Y sabes qué? ¡Hay tanto de lo que me gustaría que platicáramos! Quisiera contarte todo lo que viví estos meses.
—Tendremos todo el tiempo del mundo para ello. Pero antes…—la japonesa hace una pausa— Te traje una sorpresa.
—¿En serio? ¿Para mí?
—Si. Creo que…—carraspea, con naturalidad— Ya es hora de que nos animemos a dar el paso ¿No crees?
—¿Eh? —parpadea, confundida.
—Hija. Quiero presentarte a alguien —introduce la mayor, escuchando como la puerta del vehículo se abre y cierra tras ella. Dos orbes azulados como el mas puro cielo, brotan desde el interior— Emma…ella es Zoé Lee. Zoé, ella es Emma.
—Un placer conocerte, Emma —expresa afable la rubia, estirando su mano en son de paz— No sabes cuantas ganas tenia de conocerte. Me siento muy honrada de hacerlo al fin.
—Tu…—Fathom traga saliva, pasmada. Acto seguido, frunce el ceño; rechazando su saludo— ¿Tu que haces aquí?
—Ah…—Kagami se paraliza.
—Vaya… ¿Entonces ya sabes quién soy?
—Por supuesto que se quién eres —refuta la ojiverde— Te conocí años atrás, en una vez que fui al trabajo de mamá. Eras una reportera. Aunque nunca supe realmente como te llamabas. Gracias por el dato —desvía la mirada, definitivamente no tomando su mano.
—Pues…esa soy yo —añade, bosquejando una sonrisa frustrada— Discúlpame si te molestó mi improvisada visita. Creímos que-…
—Bueno, ya que —Emma se encoge de hombros y se sube al auto, tomando posesión del asiento copiloto— ¿Nos vamos? Quiero pasar mi día.
Zoé y Kagami intercambian miradas atiborradas en pesadumbres. Esta última, intenta consolarle. Pero es excomulgada por su pareja de dicho peregrinaje; quien opta por también subirse al auto sin decir ni una sola palabra al respecto. Definitivamente, no ha salido como se lo esperaba. A pesar de las advertencias que Lee le dio, de no avisarle o de escoger el día con meticulosa sabiduría, la ofensa la percibe mas personal que otra cosa.
—Mierda…no creí que fuese tan complicado…—redunda la política, mordisqueándose el labio inferior, liada.
—Fin Flashback—
Hemos elegido una reserva que yo misma hice a nombre de la familia y de paso, muy cercana al sector mas interactivo del lugar. Hay niños corriendo de allá para acá, música festiva, risas y mucha diversión. Es una mesa de tres sillas. Zoé y yo estamos enfrentadas. Emma, sentada a un costado entre ambas. Pero no se ha dignado a decir ni pio. Permanece distraída, simulando estar mas entusiasmada por el paisaje juguetón que le brinda el amplio espectro del lugar, que nuestra presencia. Mi novia intenta romper el hielo, sacando desde el interior de su bolso una pequeña cajita de madera.
—Te traje algo, Emma —murmura la periodista, deslizando el presente por la mesa— Es un regalo. Tu mamá dijo que te gustaban muchísimo las pulseras. Me comentó que tienes un montón de ellas.
—Ah. Si. Gracias —contesta la menor, sin animosidad de nada— Pero eso era antes. Ahora ya no me gustan.
—¿Cómo…? —pestañea Kagami, embrollada— ¿Desde cuándo ya no te gustan?
—Desde que me las quité todas porque me daban alergia —le enseña sus muñecas, libre de todo accesorio— Eso fue hace como 7 meses aproximadamente.
—Disculpa, no tenía idea —contesta abatida, la nipona.
—Claro que sí. Te mandé un mensaje, pero de seguro no lo viste —se encoge de hombros, restándole importancia— Por cierto. ¿Cuándo volverás a Paris?
—Bueno…—Tsurugi observa a su pareja, dibujando una sonrisa sincera— Con Zoé hemos pensado en volver ya. Ha pasado un tiempo y extrañamos nuestra vida acá.
—¿Y van a vivir juntas?
—Ya vivimos juntas, cariño
—Genial —rueda los ojos, hastiada con la noticia.
La camarera entrega las ordenes de comida. Son fajitas de verduras y jugos. Cada quien comienza a degustar sus alimentos. Sin embargo, la hija del divorciado matrimonio a elegido no tocar su comida. Apela a la conciencia de no tener hambre.
—¿Te molesta eso, Emma? —pregunta curiosa, la reportera de mirada añil.
—Me molesta mucho mas otras cosas —retoza Fathom, clavándole una mirada inquisitiva— Por ejemplo. ¿No te da vergüenza haber destruido a mi familia? Digo, antes de que aparecieras, mamá y papá eran muy felices.
—Emma —Kagami la intercepta, molesta por su comentario.
—Descuida, todo bien —Zoé interviene, levantando la mano para ser ella quien se encargue de sus afiladas inquietudes. Se gira a ella con templanza— Considero que, en esta vida, hay actos mucho mas vergonzosos que enamorarse de alguien. Como, por ejemplo, robar, mentir, matar. Creo que el amor, es lo mas sagrado que existe entre dos personas.
—Si, lo entiendo. No soy tonta —refuta la rubia— Pero mamá era distinta antes. Cuando te conoció, ella cambió. Sobre todo, con papá.
—Me imagino que lo hizo —argumenta Lee, con una sonrisa fraterna— Cambiar, es parte de la vida. Por ejemplo, mhm…—piensa— tu ya no eres la misma niña que el año pasado, ni que cuando estabas en el kínder ¿O me equivoco? Los seres humanos, vivimos en constante movimiento. Maduramos, crecemos. Y eso también les pasa a los adultos —agrega, risueña— Pero ¿Sabes una cosa? No importa cuánto mutemos, hay una sola cosa que jamás cambiará en Kagami…—regresa la mirada a su novia— Y eso, es el hecho de que te ama mucho.
—Zoé tiene razón, mi amor —adiciona Tsurugi, dándole crédito a su juicio. Toma su manito por sobre la mesa— No importa con quien esté o a donde vaya, yo siempre, siempre…seré tu madre. Y jamás dejaré de quererte.
—¿En verdad…aun me quieres? —consulta derrotada la menor.
—Te amo, Emma. Te amé desde el primer momento en que supe, que crecías en mi vientre. Cuando viniste al mundo y te pusieron en mi pecho, te amé aún más —aclara Kagami, conmovida— Y ahora, te amo infinitamente hasta el fin de mis días. Fuiste el milagro mas hermoso que la vida me dio.
—Eso también fue gracias a papá —murmura Emma, con voz aterciopelada.
—Completamente de acuerdo —masculle Lee, juguetona— Félix también hizo su parte. Ambos, lo hicieron. Y eso es lo bonito de todo esto ¿No te parece? Que a pesar de todo lo que ha pasado, viniste al mundo como el resultado de dos personas que se amaban mucho. Por eso, creo que eres tan hermosa y valiosa.
—¿Me encuentras hermosa? —pregunta, ligeramente ruborizada con su monada.
—Eres preciosa, Emma —ríe Zoé, acariciando su mejilla— No tienes idea de lo mucho que me hubiera gustado tener una hija como tú.
—¿No tienes hijos? —examina, curiosa.
Mostrando sus primeros atisbos de interés, la conversación da un vuelto casi en 180°. La joven pareja se observa de reojo, suspicaz. ¿Ha picado el anzuelo? Puede ser.
—Lamentablemente no tuve esa suerte —declara la reportera, bebiendo un poco de su jugo de fresa— Pero no pasa nada. Con Kagami estamos bien así. Nos queremos mucho y por el momento, creo que ella tiene suficiente amor contigo. Si ella es feliz, yo también lo soy.
—Mh…—Emma desvía la mirada.
—¿Algo mas que ofrecerles, señoritas? —la camarera regresa a la mesa— ¿Quizás algún postre?
—¿No te gustaría pedir algo distinto a eso? —sugiere Kagami. Dado que su retoño, no ha tocado nada de su plato— Se ve que no te ha gustado el burrito de verduras.
—Cierto —manifiesta la rubia— Quisiera dos hamburguesas con doble bacon, dos malteadas de fresa, una orden de extra papas grandes, un trozo de pizza y una torta tres leches de postre, por favor.
—A la orden —asiente la trabajadora.
—¿Qué? —la congresista se desfigura— No. Nada de eso, señorita. Es mucha comida chatarra y, además, no te comerás todo eso.
—Claro que si me lo comeré —ríe.
—Que no —niega, levantándose de la mesa— Cancelaré esa orden.
—¡Pero, mamá! —vocifera, frustrada.
—Ptss…hey —Zoé la llama bajito, volviéndose una cómplice de su delito gourmet— ¿En verdad si te comerás todo eso?
—Claro —se encoge de hombros— Estoy harta de comer pasto como los caballos —ironiza.
—Bien. Yo te apaño entonces —le guiñe el ojo— ¡Kagami! —la detiene— Deja que lo pida. Yo invito.
—Pe-Pero…—suspira, derrotada— ¿Es en serio…?
—¡Pero! Eso si…—la rubia se desabotona el cinturón, frotándose la panza— ¡Tendremos que soltarnos el pantalón! Porque con tanta comida, esto será un festín de glotonería. ¿O no?
—¡Jajaja! —carcajea Emma, aceptando su broma— Si…opino igual —se suelta el suyo también— ¡Quiero comer comida insana!
—Vaya…—Tsurugi observa a su camarada, obnubilada por su intervención— Que bien lo manejas…
[…]
—Así que…—Hugo lo observa de pies a cabeza, con expresión huraña y manos en los bolsillos— Tu eres el "consolador con patas" de mamá ¿No?
—¿Disculpa? —Félix escupe su soda.
Acuario de Paris. A esa misma hora.
—¿Co-Como que consolador? —farfulle el médico, atragantado aún.
—¿No sabes lo que es eso? —lo increpa.
—¿Tu sí? —arquea una ceja, abochornado.
—Obvio que sí, campeón —se encoge de hombros, con altanería— Los consoladores son cosas que consuelan a la gente, cuando están tristes. Por ejemplo, mamá usa de consolador el Netflix. Pasa horas metida en esa cosa.
—No…yo creo que realmente no sabe lo que significa —Fathom traga saliva, soltando una risita nerviosa— Cla-Claro. Si. Eso…supongo.
—¿Eres homosexual, Félix? —pregunta el ojiazul, masticando palomitas de maíz como si nada.
—Que yo sepa, no —responde, a duras penas— ¿Por qué la pregunta?
—Es que mamá es lesbiana —explica, observando la entrada del lugar— Si no eres homosexual, no entiendo como le puedes gustar a mamá.
—Y-yo…n-no sabía que Marinette era lesbiana. Pensé que era bisexual…—se va a la chucha— ¿Qué me cuenta?
—Bueno, es lo mismo —manifiesta, fulminándolo con la mirada— Solo espero no le hayas metido la lengua en su boca. Me da asco imaginarlo —despabila— Ah. Ahí viene —advierte el menor, divisando a su progenitora volver— Actúa de manera hetero. Ríete como si te hubiera dicho algo gracioso y finge ser estúpido.
—¿Los heteros son estúpidos? —Graham de Vanily finge reír a carcajadas que sacan lagrimas— Si supiera que no solo le metí la lengua…de seguro…—traga saliva— ¡Es tan gracioso! ¡Jaja!
—Vaya…se ve que hicieron muy buenas migas juntos —bufa entretenida Dupain-Cheng— Ya validé las entradas. ¿Vamos, cariño? —toma la manito de su hijo.
—Vamos, mami —asiente Hugo a su madre. Pero al acompañante lo asesina con los ojos— Pórtate bien.
—Presiento que…esto no saldrá bien…—exhala, completamente barajado.
Se que Marinette me dijo que fue idea de Hugo el querer que viniera. Pero con esa pequeña escueta introducción, comencé a dudar de sus intenciones. Creí que sería algo tranquilo y no bullicioso en sus palabras. Me parece que me equivoqué. ¿Habrá sido realmente buena idea venir? Me siento un tanto turbado…
Estaba consciente de que este niño tenia la misma edad que mi hija y por alguna razón precipitada, pensé que sería lo mismo que tratar con ella. Fácil, dócil, algo complicado en el manejo, pero resolutivo en el resultado. Ciertamente, dejando de lado su similitud etaria, no son para nada parecidos. Desconozco la educación de este muchacho. No ha sido forjado en base a la comunicación, la confianza y el respeto al prójimo que yo le di a Emma. Él es más…mhm… ¿Cómo decirlo? Mas "natural" que burocrático. Si. Creo que esa es la palabra que podría usar para describirle mejor. Y me ha dejado muy en claro, que no sabe mentir o fingir entender algo, pues claramente no entiende mucho de nada.
No estoy juzgando a su madre ni mucho menos, su nivel de crianza con él. Lo poco que manejo de información, es que Marinette tenia una esposa de sexo femenino antes. Así que me he aferrado de manera sana a la idea, de que este niño…no tiene pito idea de como tratar con un varón adulto. Llega a ser casi aconsejable, que me cuestione todo. De seguro tiene sus aprensiones frente a lo que significo en su entorno. Y en lo que a mi respecta, no pretendo para nada ser una figura paterna. Pues no hallo la necesidad de verle carente de una. Se le ve cómodo con tener dos maternas. Si es que, necesita otra más. Dupain-Cheng se profesa apta para llevar sin premuras dos roles. Es una chica increíble, con la hidalguía suficiente para afrontar el reto de la maternidad en soltería. Lo cual me lleva a una sola jodida conclusión un tanto nefasta: ¿Qué demonios hago aquí entonces? No soy necesario. ¿Por qué querría conocerme? Ensimismado en mis pensamientos mas lúgubres, me detuve sin querer en medio del pasillo. Marinette me alerta, sacándome de raíz de mi contemplativa actitud muda.
—¿Te sientes bien, Félix? —pregunta, preocupada— Te ves algo pálido.
—¿Yo? ¡N-no! ¡Que va! —ríe, jocoso— ¡Estoy bien! ¡Jaja! Disculpa, es que nací medio deslavado, es todo —bromea.
—Jajaja…—la profesora hace amago de vivaracha actitud y lo jala del brazo, musitando en su oído— Vamos, conmigo no tienes que fingir. Ya se lo que te está pasando. Se lo que piensas.
—¿Ah, sí? —parpadea el británico, aturdido— ¿Y eso…que es?
—Descuida, tu secreto está a salvo conmigo —le cierra un ojo, picaresca— Se que no me lo quisiste decir en el mensaje. Pero te dan miedo los acuarios. Es normal, tranquilo. No temas en demostrar tus debilidades conmigo. Recuerda que hoy es el día del niño. Y tengo experiencia con ellos.
—Jajajaja ¡Si! Me has…pillado —miente Félix, bosquejando una mueca casi senil en su intento por disimular— ¿Cómo que me ve como un niño?
—Señor Fathom —enuncia Hugo, apuntando hacia un sector del recinto— ¿Vamos a ver a las focas?
—¿Ahora me llamas "señor Fathom"? Hace un momento me dijiste Félix sin tapujos, niño —carraspea, liado— ¡Vamos!
18:50PM. Tanque de los pingüinos.
—Ha sido una tarde muy agradable ¿No crees? —comenta Marinette, alegre. Se para a su lado, contemplando a los animalitos— Oye…am…no te lo había podido decir antes, porque no hallé el momento. Pero…—un rubor tenue se ciñe en sus mejillas— Me alegra muchísimo que hayas decidido acompañarnos, Félix. Para mi es muy importante que puedas interactuar con mi hijo…
—Para mi ha sido un honor, Marinette —sisea Fathom, tan sonrojado como ella— Me la he pasado muy bien. Y créeme, se lo mucho que significa para ti. Ambos compartimos un rol en esto y quiero que sepas…que no pretendo ser un estorbo en tu vida. Solo hacerte feliz —añade, volteándose a verla— Por cierto…te ves preciosa hoy.
—¿En serio lo crees? —cuestiona la docente, llevando un par de mechones tímidos detrás de su oreja— Tu te ves muy guapo hoy también…
—Gracias…—murmura, cogiendo retraídamente sus manitos en el proceso— Me muero por darte un besito…
—¿En verdad me quieres besar, Félix? —consulta, febril.
—Con muchas ganas —asiente— Solo si me lo permites, claro.
—¿Sería correcto delante de Hugo? —lo observa por el rabillo del ojo, un poco mas allá.
—Eso es algo que solo tú puedes determinar, Marinette —declara el rubio— te prometo que me esperaré todo lo que gustes…
—Oye…Félix…—Marinette hace una pausa, cambiando drásticamente de tema. Regresa la vista hacia la atracción de las aves— ¿Qué te ha parecido Hugo?
—¿Eh?
—¿Te cae bien o…?
—¿Cómo que me cae bien? —ríe el inglés, con naturalidad— Tu hijo me parece un hombrecito maravilloso.
—Se sincero, por favor —aclara la peliazul, cabizbaja— No lo endioses ni lo disfraces solo para agradarme. Se…real…
—Que sea real… ¿Realmente puedo serlo? —el cirujano voltea la vista en la misma dirección que ella, sentenciando— Bueno, si me lo permites. Creo que Hugo es un niño increíblemente inteligente. Y ha demostrado una destreza fascinante a la hora de interactuar conmigo. En serio, cualquier cosa que me haya parecido extraña de él, es trabajable. Después de todo, es un niño solamente. Tiene 8 años.
—Como Emma…
—Exacto. Como Emma —asiente.
—Pero Hugo no es Emma. ¿O me equivoco? —rebate.
—¿A qué viene ese comentario? —consulta, preocupado.
—Escucha, te va a parecer una estupidez quizás lo que diré —relata Marinette, melancólica— Pero Hugo no la ha pasado bien este ultimo año. Perder a mi esposa fue muy duro para él. He tratado de hacer todo lo que esté a mi alcance para poder mitigar su dolor. Su perdida. Temo que el cambio sea demasiado drástico. Pasar de tener una madre saliendo con una chica, a verla saliendo con un chico…puede que no lo entienda tan rápido. Le costará. Si en algún momento te llega a hacer sentir incomodo con sus preguntas, sus declaraciones, o menoscabado, quiero que sepas que no es su intención. Es un buen muchacho. Tal como has dicho, es un niño apenas. Es inocente. Y está aprendiendo. De mi depende de que entienda la vida y como funciona en su entorno. Entonces, con esto quiero decir que…—dictamina finalmente— Soy parte de su inocencia interrumpida.
—Inocencia interrumpida…—sobre piensa en su cabeza— Con todo respeto, Marinette. Y perdón si te ofendo —enhebra Félix, con voz metálica. La interrumpe de golpe— ¿Por qué eres tan dura contigo misma? Entiendo a la perfección tu posición. Créeme que para Emma tampoco ha sido fácil. Ella también lidia con otros problemitas. Pero… ¿Qué afán o necesidad tienes de endosarte todo a ti? No es tu culpa. Eres una madre excelente y me parece, que, sin duda, con el tiempo, Hugo crecerá sabiéndolo con la madurez que corresponde. Así que…—traga saliva— ¿Podrías dejar de victimizarte tanto delante de mí? No te veo como un perrito bajo la lluvia. Al contrario…
—Félix…es que…—Dupain-Cheng se gira a él, con lágrimas en los ojos— Es que tienes tanta razón en todo. Me pareces un chico increíble y yo…tengo la autoestima tan por la mierda que…no sé…
—Bueno, por algo estamos yendo a terapia juntos ¿O no? Hasta tenemos el mismo psicólogo. Lo cual es chistoso —se mofa, con algarabía. Toma su mentón, sosteniéndole la mirada— No eres la única tratando sus "pedillos". Solo quiero que sepas, que no estoy haciendo esto por Hugo en especifico o por ti. Si no, por ambos.
—No comprendo…—murmura, sollozando.
—Lo que quiero decir, es que…—Félix la abraza finalmente, apretándola contra su pecho— Eres un paquete sorpresa. Vienes con un bonus extra y acepto todo lo que provenga de ti. Te quiero tanto…que me haré cargo de lo que sea que traigas contigo. Incluso de tu pasado. El cual, jamás juzgaría.
—Félix…—musita, hipando entre lagrimas contra su pecho— Gracias…eres un hombre maravilloso.
—Acepto tus halagos, pero nada que agradecer —corresponde, removiendo endeble sus lagrimas con ayuda de sus pulgares— Es para mí un placer.
—Hablando de placer…—farfulle, insinuante.
—¡Mamá! —berrea Hugo, interrumpiendo la escena— Le di un par de piscardos a los pingüinos y uno de ellos me dijo que el calentamiento global lo tiene harto.
—¿Hablas con los animales ahora, cariño? —Marinette simula no haber llorado, riendo de vuelta.
—Bueno…es un don que me dieron Loki y los ancestros —alardea, ocurrente— Tengo hambre. ¿El doctor Fathom nos llevará a cenar o qué? —exige.
Marinette y Félix se miran entre sí. Ríen audiblemente.
—El doctor Fathom los llevará a comer, sin duda —declara Graham de Vanily— ¿Qué les gustaría?
[…]
—Gracias, Félix. Eres muy amable —dictamina Marinette, quitándose el cinturón de seguridad— La comida ha estado exquisita. Y me he reído un montón. Que día tan agradable.
Casa de los Dupain-Cheng. 21:20PM.
—Si. Buen gusto, señor Fathom —exclama Hugo en el asiento trasero, tapado en regalos, una corona de cartón y eructando como un puerco— ¡Comí a destajo!
—No creí que fueras tan fanático del "Chuck e Cheese" —exclama por el vidrio retrovisor— No te vaya a dar una indigestión mañana, hombrecito.
—Usted es doctor, siempre verá cáncer en la gente —bufa el menor, bajando del auto— ¡Vamos, mamá! ¡Juguemos un poco al Play!
—Hugo —advierte Marinette— ¿Cómo se dice?
—Ah…perdón —reverencia el menor, despabilando— Muchas gracias por todo, señor Fathom. A pesar de ser hetero, es un buen hombre.
—No soy hetero…—murmura, bajito— Un placer pasar la tarde contigo —pero el menor se ha ido corriendo a casa. Así que nada y poco escuchó. Félix gesticula una mueca sensible— Tranquila, se manejarlo.
—Félix. Amm…—la profesora se minimiza en su asiento, muy retraída en lo que dirá— ¿Sabes? Hugo…comió mucho. Posiblemente jugará un poco y se dormirá como un tronco. ¿Quieres…quedarte un poco más? —propone, ruborizada— Tengo un vino sin abrir y…y…bueno…—tartamudea, jugueteando con su chamarra— Una tira de preservativos. Si gustas pasar…yo podr-…
—Suena increíble tu idea. Y agradezco enormemente tu invitación, Marinette —le endosa el británico, afectuoso— Pero Emma debe de estar por llegar a casa —examina la hora en su Apple Watch— Y no quiero que se encuentre sola cuando eso pase. Debo estar ahí para ella.
—Si…entiendo —responde, fingiendo no afectarse con su rechazo— Descuida, es entendible. Será para la próxima —añade, jalando la manilla de la puerta— ¿Nos hablamos?
—Oye —Fathom la ataja del antebrazo, tan encendido como ella— Me…
—¿Sí? —regresa la vista a su compañero, con brillo en los ojos.
—Me muero…por…—sisea, trémulo— por…ya sabes. Repetir lo de la otra noche. Crees que…podamos…no lo sé. ¿Juntarnos un día en la semana para…?
—Escríbeme —sentencia Dupain-Cheng, con total certeza— Por favor, no dejes de hacerlo. Dime cuando y donde. Ahí estaré…
—¿En serio…si quiere…? —traga saliva, turulato— Si…lo haré. Gracias por el día. Fue lindo.
—Te quiero —declara la ojiazul, depositando un beso tiernucho en sus labios. Se baja del auto, despidiéndole con la manita— Regresa bien a casa. Salúdame a Emma.
—En tu nombre —acepta, copiando su gesto— Adiós…descansen.
Ya. Silencio. Ya se lo que deben de estar pensando. "Félix, cabrón. ¿Cómo carajos puedes rechazar la invitación de una chica como Marinette Dupain-Cheng a intimar contigo?" Bueno, natural. Y sonaría de locos si fuera un adolescente de mierda frustrado con una vida parca y hosca. Pero no lo soy, joder. Tengo responsabilidades que atender. En estos momentos, por mucho que me comieran las ganas por dentro, era como elegir entre mi hija y la chica que me gusta. Las amo a ambas. Pero solo una de ellas, entiende las cosas de manera madura si se las explico. La otra no. Y no pretendo actuar como un canalla frente a quien no lo hace. ¿Qué procuran? ¿Qué le explique a mi hija que no estaba en casa, porque me quedé teniendo sexo? Eso jamás. Primero muerto. Mis deseos mas bajos y placeres, no son método de agravio para nadie. Aprendí a separar las cosas y me siento cómodo con mis decisiones. Conduje excitado de manera anatómica, lo admito. Pero no derrotado en mis pensamientos. Ya me atenderé a mi mismo con algún video para adultos. Ahora mismo, he desconectado mis prioridades por Emma. Solo puedo pensar en mi hija. ¿Cómo lo habrá pasado? ¿Se divirtió con Kagami? ¿Fue agradable su reencuentro? ¿Qué me contará? ¿Querrá desahogar sus inquietudes conmigo? Necesito llegar pronto a casa…así que acelero.
Acabo de estacionarme. Curiosamente, un auto aparca casi al unísono conmigo. Mierda. Reconozco la patente. Es el carro de mi ex mujer. Bajo del mío cómo me lleva el diablo y me escondo cual vi ladrón luego de un atraco, en la penumbra de la puerta de la casa. Soy un fiel espectador, pero mi sentido agudo de la audición me tienta a escuchar su platica. Tal como pensé, algo no está bien. No solo diviso a Emma. Si no que también a Kagami y a otra chica que no logro distinguir quien es. Esperen…es rubia. ¿Dónde la vi antes? ¿Acaso esa no es…Zoé Lee? ¿La hija del alcalde Bourgeois? Me lleva la que me trae…
—Gracias por todo, mamá —carcajea la menor, rodeándola con sus pequeños bracitos— Me la he pasado muy bien. La comida y los juegos estuvieron geniales.
—No estuvo tan mal después de todo ¿No crees? —comenta Kagami, abrazándola de vuelta— Además, pudimos ponernos al día con otros temas —mira a Zoé, de paso— Y…bueno, entre ustedes dos…
—Yo también me la he pasado bien —asiente Lee, afable— Creo que eremos excelentes amigas ¿No?
—No era algo que me esperaría decir tan pronto…—chista Emma, ligeramente retraída— Pero es verdad, no estuvo mal. Supongo que…
—Emma.
Silencio sepulcral en el ambiente. Félix brota desde el garaje, fulminando a las adultas con la mirada. El ambiente se torna tenso y nauseabundo de un segundo a otro, sin un motivo tan aparente para la menor. Aunque para Kagami, no cabe duda de sus intenciones. La expresión negativa de su ex marido, la impulsa a tomar una posición defensiva en el acto. Se para delante de las dos, como quien defiende un puesto de batalla.
—Buenas noches, Fathom —masculle Tsurugi— No sabia que estarías en casa.
—¿Y donde mas estaría? —cuestiona el británico, frunciendo el ceño— Tengo que estar aquí para esperar a Emma.
—No lo sé. Quizás con tu amante —ironiza la japonesa.
—¿Así como tu estás con la tuya ahora? —le regresa la burla, malogrado.
—Eh…—Emma traga saliva, temerosa. Ha notado como las cuchillas vuelan, en un ataque simulado de palabras morbosas— Papá. Escucha. Mamá no-…
—Emma. Entra a la casa —ordena el cirujano— Está haciendo mucho frio para que sigas en la intemperie.
—Pero…
—Es una orden, jovencita —demanda Graham de Vanily.
—Si, papá —asiente, cabizbaja— Buenas noches mamá. Zoé…—se despide con la manita, obedeciendo.
—Un placer conocerte, Félix. Temo que no nos hayan presentado antes —Zoé le estira la mano— Me llamo-…
—Gracias. Ya sé quien eres —rechaza el varón— Y soy "doctor" Fathom, para ti.
—¿Qué crees que haces? —rezonga la congresista, juntado los puños— ¿Por qué de pronto te comportas como un imbécil?
—No tienes cara para llamarme así, cuando fuiste tu quien me fue infiel —Félix le apunta con el dedo, ofuscado— ¿Cómo tienes el descaro de traerla hasta la casa? Emma ni si quiera sabía de tu maquiavélico plan.
—Emma es-…
—¡Emma es una niña! —berrea violentamente, el ojiverde— ¡¿Crees que no me di cuenta de lo que hiciste?! ¡No te atrevas a obligarla a conocer tu mundo retorcido!
—¡Lo dice el que se revuelca con la profesora de su hija! —refuta Kagami, sacando chispas por los ojos.
—¡¿Cómo es que…?! —Fathom traga saliva, apretando los labios. Calla de golpe— Ella te lo contó ¿No?
—No hizo falta. Tengo mis métodos también —se cruza de brazos, obviando su capacidad investigativa— Ya lo sé todo. No pongas cara de cordero degollado. Y para que te vayas enterando, no permitiré que intentes buscarle una madre de remplazo a mi hija. ¡Ella ya me tiene a mí!
—¡¿Pero a ti quien carajos te dijo que haré algo como eso?! —vocifera colérico el británico— ¡Yo no le estoy buscando una madre! ¡Eso lo estás haciendo tú, al traer a esta muchacha a la puerta de mi casa!
—¡Solo buscas excusas para apartarme de ella! —Kagami lo toma de la corbata, enajenada— ¡Maldito! ¡Como lo intentes-…!
—Con todo respeto —interrumpe la reportera Lee, turbada con la situación— Creo que están mezclando peras con manzanas. Una cosa es Emma y otra muy distinta es la relación que ustedes dos tienen como exs —añade, arqueando una ceja— Está claro, que hay ciertas cosillas que no superan. ¿Es mi idea o les hace falta hablarlo?
—¡Tsk! Ya suéltame —Félix la aparta bruscamente, con actitud repulsiva— Realmente no tengo nada que hablar con Kagami. Ya todo se dijo. Y está claro, que sea cual sea su plan, no participaré si Emma sale involucrada.
—Nadie está buscando dañar a tu hija, Félix —aclara Zoé, con voz templada— Se que crees que soy la culpable de haber arruinado tu matrimonio y en parte, estas desquitándote por eso. Pero debes aceptar la realidad. Estaba quebrado desde hace mucho tiempo.
—No te atrevas a hablar de mi matrimonio, reportera del demonio —farfulle Fathom enfurecido— ¡Tu ni siquiera estabas ahí para vivirlo!
—Claro que si estuvo —sentencia Kagami, con total impunidad— Zoé era la única que conocía el cómo me hacías sentir. Sobre todo, cuando me di cuenta de que poco y nada de atención le prestabas a Emma.
—¡¿Qué estás-…?! —expresa, completamente desarmado— ¡¿Estás diciendo que te separaste de mí, por Emma?!
—Emma no tiene absolutamente nada que ver con esto —Zoé da un paso hacia adelante, tentada a conectar con el— Kagami se enamoró de mí. Es todo. Por lo demás, pierde cuidado. No busco nada malo con la pequeña. Mis intenciones son honorables y puras. A ella le hace bien esto. El aceptar…que sus padres tienen derecho a rehacer sus vidas.
—Kagami es una mujer adulta, Zoé. Es libre de salir con quien quiera de igual forma —Graham de Vanily hace amago de soberbia— Y si, tal vez tienes razón. Puede que a Emma le ayude. Pero no estoy de acuerdo con la forma, es todo. Quiero dejarlo en claro, porque, aunque les moleste soy su papá.
—Lo eres. Y lo serás hasta que mueras —manifiesta la ojiazul, bosquejando una sonrisa ladina— Jamás se me pasaría por la mente ocupar tu lugar. Yo nunca seré "padre" de nadie. ¿Me explico?
—…
—Esta conversación era innecesaria —resopla frustrada, Tsurugi— Eres un niño berrinchudo, Félix.
—No, cariño. Era muy necesaria —espeta la periodista, tomando el hombro de su pareja— Al menos para mí, lo era. Creo que es hora de madurar y entender, que debemos llevarnos bien, si queremos que Emma se sienta cómoda con esto.
—Hagan la mierda que quieran —masculle Fathom, regresando a la casa— Solo no vuelvan a venir con "sorpresitas" ¿Quieren? Avisen a la próxima. Emma no es una mascota.
—Lo tendremos en consideración. Y en verdad agradezco tu sinceridad —asiente Zoé— Buenas noches, "Doctor Fathom".
—¡Félix! —aclara Kagami, decidida— Quiero que sepas que volví para quedarme. Un año fue suficiente para arreglar las cosas. Y te pido encarecidamente, que no hagas esto mas difícil. Evita que terminemos en un tribunal, por favor.
—Ten mucho cuidado con amenazarme, Kagami —advierte Félix, con potestad en sus palabras— No eres la única que se pasó un año solucionando temitas. Ya no soy el hombre débil y soso que conociste. Y ahora mismo, sería capaz de destruir el mundo de ser necesario, con tal de que Emma sea feliz. Adiós.
—¿Qué quiso decir con eso…? —la muchacha de ojos marrones hace una pausa prolongada, mostrando la dentadura; cual perro rabioso— Cabrón…no quieras pasarte de listo conmigo.
—Mi amor —sugiere Lee— Vamos a casa. Ya fue…suficiente…
[…]
Cuando regresé a la casa, alcancé a notar una pequeña silueta escabulléndose fugaz por el pasillo; en dirección al cuarto. Emma había estado escuchando la conversación tras bambalinas, de seguro. Pero no iba a regañarla. Por el contrario, de seguro se sentía tan mal como yo. Inhalé y exhalé, tomando fuerzas para poder encontrar sabiduría a las palabras correctas. Toque la puerta primero. Ella me dejó entrar. Me la encontré parada en la ventana, contemplando como Kagami y Zoé se marchaban en el auto. Una lúgubre aura melancólica la rodeaba. Si para mi ha sido difícil, no logro dimensionar que tanto lo ha sido para ella.
—¿Emma…?
Se gira hacia el escritorio y coge entre sus dedos, una fotografía familiar de los tres. Abatida, se sienta al borde de la cama y en completa mudez, la examina. Me siento a su lado, dándole un semi abrazo.
—¿Estás bien?
—Esto es mi culpa ¿Verdad?
—¿De que hablas, cariño? —pregunta Félix, preocupado.
—Por mi culpa…tu y mamá ahora se odian —revela Emma, con la mirada humedecida— Por mi culpa, mamá se separó de ti y se fue con otra mujer. Yo lo escuché…no me mientas mas —añade, soltando lagrimas— Yo fui. Yo fui la que-…
—Basta —enuncia Félix, atragantado con dolor. La abraza con fuerza, como quien revela el fin del mundo delante de todos— Ya basta. No vuelvas a repetir palabras tan horribles como esas, por favor. Jamás, jamás, serías culpable de esto. La culpa fue mía. Totalmente mía —masculle, sollozando— Debí estar mas presente, debí ser mejor marido, debí ser mejor hombre. Cometí errores, lo admito. Pero te prometo por lo mas sagrado, por el amor que te tengo…que no volveré a caer en lo mismo. Te amo tanto…que me asfixia el sentimiento. No llores, mi vida. Cada lagrima que recorre tu hermoso rostro, es una daga en mi pecho —musita, removiendo las gotas saladas que emanan de sus parpados— Y quiero que sepas, que no nos odiamos. Con Kagami nos queremos mucho. Sucede que…los adultos a veces somos muy complicados. Nos cuesta hablar, dialogar, entendernos. Dejar de lado el orgullo. Es difícil aceptar cambios. Pero eso no tiene nada que ver contigo, te lo prometo.
—Eres un buen hombre, papá —Emma corresponde su abrazo, escondiendo su cabeza en su regazo— No entiendo que cosa tan mala pudiste haber hecho, como para que mamá dejara de quererte. Pero yo no lo he dejado de hacer. Si yo fuera tu esposa…—murmura, sonrojándose con inocencia— Te haría sentir bien.
—Como hija, ya me haces sentir muy bien —Félix acaricia sus cabellos, cariñoso— Eres una buena niña. La mejor que podría tener. Tu me haces ser un buen padre, querer serlo. Y por eso, te agradezco infinitamente.
—¿Qué hiciste hoy, papá? —cambia de tema, también limpiándole el rostro al mayor, con el dorso de su mano— Era el día del niño y…te dejé solo.
—No te voy a mentir —confiesa, afectivo— Marinette me invitó a salir hoy. Fuimos al acuario con su hijo.
—¿Hugo se animó a conocerte al fin? —parpadea, pasmada— Vaya…no es tan tonto como pensé.
—¿Por qué dices eso? —no entiende— ¿Tu sabias algo…?
—Bueno…—la pequeña Fathom deja a un lado el retrato, levantándose para caminar por el cuarto, complicada— Digamos que…yo ayudé un poquito.
—Cuando me dijiste eso de los vikingos hoy, supuse que estabas en contacto con el —comenta Graham de Vanily, asombrado— ¿Qué tanto se llevan hablando?
—Bastante —revela, tímidamente— Pero no ha sido nada malo. Al contrario. Es un buen niño. Solo está algo confundido porque su mamá salía antes con una mujer y ahora sale con un hombre.
—¿Ustedes dos son amigos?
—Muy buenos amigos, papá —narra la rubia, sonriente— Solo que ahora mismo…tengo un par de dudas que no sé como resolverlas. Esperaba que pudieras ayudarme tu.
—Si necesitas preguntarme algo, hija. Sabes que cuentas con mi total honestidad —Félix la invita a retomar asiento a su lado— Ven. Pregúntame lo que te inquieta.
—Bueno…a ver…—sisea, ligeramente divertida. Toma posición en la cama, mirándole a los ojos de frente— ¿Te gusta la señorita Dupain-Cheng?
—Me gusta, sí.
—¿Mucho?
—Mucho…—relata, ruborizado.
—¿Cuáles son tus intenciones con ella?
—Yo…—Félix desvía la mirada, replanteándoselo con seriedad— Bueno…creo que mis intenciones son gustarle a tal punto, de poder hacerla mi novia de manera oficial. ¿Eso te molesta?
—No. Para nada —niega con la cabeza, serena— Mamá tiene a su novia. No veo nada de malo en que tu quieras tener a la tuya. Pero si tu y Marinette se hacen pareja. ¿Qué seré yo de Hugo entonces?
—Nunca…me lo había planteado así —admite Fathom, jugueteando con sus deditos— Eso dependerá de ti.
—¿De mí?
—Claro —sonríe— ¿Qué te gustaría ser de Hugo?
—Yo…—traga saliva, febril— Bueno…supongo que eso nos convertiría en hermanastros. ¿No?
—Solo si tu lo consideras así, cariño.
—Nunca tuve un hermano o hermana —añade, tenuemente entusiasmada con la idea— Tampoco es que yo se los hubiera dicho a ustedes. Nunca entendí el por qué, no pasó.
—Créeme que lo intentamos un montón, Emma —suspira, derrotado— Lo que mas queríamos, era darte uno o una. Kagami se moría por ampliar la familia. Pero…por esas cosas de la vida, no se pudo.
—Entonces será un milagro.
—¿Un… "Milagro"? —¿Y esa palabra? ¿De donde la aprendió? Yo no se la enseñé —traga saliva, carraspeando— ¿Qué sería para ti un milagro?
—Que pueda tener uno —asiente, jocosa— Y ¿Sabes? No me desagrada la idea. Al contrario. Me entusiasma. Así que…si quieres hacer de Marinette tu novia. Yo haré de Hugo mi hermano. ¿Puede ser?
—Jajaja…—carcajea el británico, fascinado con su idea. Le remueve los cabellos— ¡Me parece una idea fantástica! Me esforzaré el doble ahora, que tengo tu apoyo.
—No te adelantes tanto, viejito —bromea la menor, empujándole con confianza— Primero lo primero. Debes hacer que la señorita Dupain-Cheng te quiera.
—Estoy en eso, Emma —la abraza, finalizando la plática— Estoy en eso. Y con algo de suerte…puede, no lo sé. "Puede" que ya haya tenido un avance hoy.
—No tengas miedo. Kagami seguirá siendo mi mamá —advierte, entretenida— ¿Sabes? Marinette me parece una adulta muy funcional. Si sigues así, podrás darle un besito un día de estos —se levanta, caminando hacia el closet.
—Bueno…lo del besito, creo que se nos fue algo de las manos la otra noche —Félix se rasca la nuca, nervioso— Si…sin duda, le daré uno de esos, uno de estos días.
—Estoy cansada ya, papá —comenta le menor, colgando su chaqueta en uno de los colgadores— Me iré a dormir. Me voy a cambiar de ropa, así que necesito que salgas.
—A la orden —Graham de Vanily se levanta, caminando hacia la salida— Oye Emma…—adiciona, en el marco de la puerta— ¿Te puedo preguntar algo? Pero que quede entre nosotros…
—¿Sí? —lo mira.
—¿Qué te pareció Zoé Lee?
—Es una chica agradable. Tiene buen sentido del humor —dicta, encogiéndose de hombros— Y huele bien. Se ve que cuida su rostro y usa productos de buena calidad en su cabello. Es muy bonita.
—Vaya…que…elocuente…—sonríe, asintiendo de vuelta— No pudiste haberlo dicho mejor.
—Papá —pide Emma, intranquila— Por favor, no la odies. Ella no tiene la culpa…
—No la odio. Te prometo que no —le guiñe el ojo— Descansa. No olvides lavarte los dientes primero.
—Dulces sueños, papi.
—Dulces sueños, corazón.
Bueno…si a Emma le agrada y simpatiza con la idea. ¿Quién soy yo para oponerme? Creo que…debo consultar algunas cosas con mi terapeuta, para salir de las dudas. Regreso al cuarto, mas cansado mentalmente que otra cosa. No me asalta el sueño, pero si el agotamiento del día. Me disponía a dormir, cuando un mensaje asalta mi móvil. Era de Marinette. Creí que sería solo una platica coloquial, como las de antes. Pero me llamó la atención un detalle en particular. No era solo un texto. Venia acompañado de una foto en vista única. ¿Qué es?
«M: Lo pasamos muy bien hoy, Félix. Gracias por todo. Hugo acaba de dormirse y yo por alguna razón que desconozco, no dejo de pensar en ti. Te regalo esto, como una muestra de mis propósitos. Espero sea de tu agrado.
Abrir.
Todo sueño, abandona mi cuerpo de golpe. Me ruborizo a mas no poder, tras observar el registro fotográfico de sus intenciones. ¿Marinette…me ha mandado una foto "erótica"? Lo veo y no lo creo. Bueno, no es nada tan escandaloso. Es solo ella en lencería roja, de tela tan fina como una capa de cebolla. Mi corazón se acelera estrepitoso. En todos los años de matrimonio que tuve con Kagami, jamás me mostró nada similar. Así que desconozco de manera neófita si esto es una señal o un tipo de lenguaje oculto de las mujeres actuales. Nunca me hubiera atrevido a pedirle algo así a ninguna chica, por lo demás. Solo se…que me ha encantado como no tienen idea. No. Es mas que encantar. Me excitó muchísimo. Me roba el aliento. Llevo un par de meses recurriendo al mundo de la pornografía para saciar mis instintos mas bajos. Pero esto, señores…esto, es oro. A duras penas trago saliva, obnubilado con la belleza de aquellos contornos. Y solo puedo limitarme a remembrar aquella noche de pasión que la hice mía.
Instintivamente mi anatomía ha respondido con notoriedad. Me observo el calzoncillo, y me parece que alguien me acaba de dar los buenos días. Rio para mis adentros, entre que estoy confundido y complacido. ¿Qué se supone que deba hacer en un caso como este? ¿Tengo que…agradecerle con alguna frase poética? ¿Debo responderle con algún meme o emoji sonrojado? ¿O acaso espera que haga lo mismo? Mierda. Me siento fatal. No quiero cagarla. ¿Qué hago? Busco rápidamente entre mis contactos a mi terapeuta y automáticamente, le escribo.
«F: Me importa una mierda si estas durmiendo. Ayúdame.
No pasaron ni 10 segundos, que Adrien me contesta. ¡Ah! ¡Menos mal, cabrón!
«A: ¿Qué pasa? ¿Otra crisis de pánico?
«F: No, estúpido. Estoy caliente.
«A: ¿Y a mi qué? —emoji de ojos hacia arriba— Soy tu primo, no tu prostituta, enfermo.
«F: ¡No, tarado! —emoji furioso— ¡Una chica me mandó una foto en "paños menores" y necesito saber cómo responderle!
«A: Bueno, a menos que sea menor de edad, no le veo lo malo —carita confundida— Respóndele con lo mismo.
«F: ¿Y qué mierda le mando?
«A: Ni se te ocurra mandarle una foto de tu polla, tontorrón. Hazte una mostrando atributos mas deseables.
«F: No tengo…soy mas feo que pegarle a la mamá.
«A: Eres un melodramático de primera. No estás feo. Saca una de tus pectorales.
«F: ¿Quieres que le muestre mis pezones a una chica? —emoji sonrojado e impactado.
«A: ¿Qué demonios tienes con tus pezones, Félix? —emoji sonrojado e impactado igual.
«F: No me gustan —emoji de mono cubriéndose los ojos.
«A: ¿Cómo mierda no te gustan tus benditos pezones? —emoji de persona cubriéndose la cara.
«F: ¡Te digo que no! El calentamiento global lo agradece.
«A: ¡¿Y que culpa tienen tus pezones en el calentamiento global, tonto?!
«F: ¡¿Me vas a ayudar o no?! ¡Te voy a bloquear!
«A: ¡Pues entonces hazte una foto de tus brazos, tus oblicuos, tu vientre, yo que mierda se! —emoji de puño golpeando— Buenas noches.
«F: ¡Adrien, no!
Una sola palomita. ¡Arg! El maldito infeliz apagó los datos, yo que sé. CABRÓN. ¿Cómo me dejas solo en un momento así? Pienso, pienso, pienso. SOBREPIENSO. ¿Qué respondo? Busco entre la galería de fotos de mi teléfono y pillo una mía que, en particular, me agrada mucho. Siento que…me veo "atractivo" en ella. Es una selfie que me tomé en la piscina, en casa de mi tía Emilie el año pasado. Bien. Estoy mojado, en bañador y con algo de ayuda de luz sol, se me remarcan algunas venas, fibrosa musculatura en los hombros y algo de masculina apariencia en las piernas de bambú que me cargo. La tomo y la recorto, del mentón hacia abajo. La envío y escribo:
«F: Yo también me la he pasado muy bien hoy, Marinette. Gracias por todo. Emma acaba de dormirse y al igual que tú, no dejo de pensar en ti. Te mando esto, como una muestra de mis intenciones. Espero sea de tu agrado.
Del otro lado. Vibra el celular.
—¿Sigue despierto? —Marinette abre el mensaje y observa la fotografía— Que…guapo se ve, dios…—tartamudea, ruborizada hasta las orejas— Le ha gustado lo que le mandé. Se ve exquisito…—se muerde el labio inferior, respondiendo— Veamos…mh…
Félix recibe otro mensaje.
«M: Me ha recordado la vez que nos bañamos juntos. Aunque en esa ocasión, teníamos mucha ropa.
«F: Para mí, no tanta.
«M: ¿Me desnudó con la mirada, doctor? —emoji de dos deditos, enfrentados.
«F: Es la primera vez que tengo una conversación picante con una chica. ¿Le incomoda?
«M: No. Pero es su culpa. Me dejó con las ganas hoy —emoji de tristeza— ¿La próxima semana se animas?
«F: Estoy muy animado, profesora. ¿Me enseñará algo nuevo de su repertorio?
«M: Solo si me da un diagnóstico previo —emoji ruborizado— Nos vemos…
Le he respondido con una flor de rosa. No creo que necesite nada más. Se que ahora mismo estoy duro, pero no sé. Algo tiene esta chica, que no me da preámbulos para atenderme yo mismo. Lo dejo pasar, obviando el hecho de que tengo una erección muy notoria. Opto por dormir. Dejo mi teléfono en el velador y cierro los ojos. Ya no quiero hacer esto en solitario. Si tengo la oportunidad…prefiero que sea ella, la única…que me consuele.
[…]
—Vaya. Así que volviste —comenta el magistrado Bourgeois, con sarcasmo— ¿Y se puede saber, para qué?
Ayuntamiento de Paris. 10:20AM. Martes.
—No comprendo la intencionalidad de sus comentarios, alcalde —contesta Kagami, juntando el entrecejo— No me fui de vacaciones o algo así. Le escribí un correo y una carta formal, con mi agenda del año. Tenia asuntos que resolver en japón sobre temas de estado y ya los finiquité. Lo normal es que regrese. ¿No?
—No hay rencor, concejala —André se levanta de su silla, paseándose por la habitación— Sepa usted que incluso con su partida, supimos sobrellevar bastante bien el tema del acueducto.
—No se haga el loco, señor Bourgeois —berrea, la japonesa— Usted sabe muy bien porque, hice lo que hice.
—Las elecciones están próximas y entiendo a la perfección lo que debemos proteger y lo que no —añade, altivo— Pero no pretenda que yo le de protección frente a lo inevitable del incidente. El gobernador se inquietó mucho por su gira de negocios, así que me pidió buscar un reemplazo en su ausencia. Lo cual, diligentemente hice.
—¿Qué dice…?
—Quiero presentarle a la nueva miembro del consejo —revela el edil, haciendo ingresar a otra mujer al baile— Kagami, ella es Lila Rossi. La nueva directora de vialidad y arquitectónica.
—¿Disculpe? —protesta Tsurugi, ofendida— Ese puesto solo puede ser usado por una persona.
—Ya no mas —aclara el mayor, atiborrado en soberbia— Ya te lo dije. El gobernador habló y yo actué.
—¡Mucho gusto, Kagami! Temo que no nos hayan presentado antes como corresponde. Me contaron que estabas de viaje de negocios en Japón —la morena le estrecha la mano, mimosa— Me llamo Lila. Y soy la nueva concejala del distrito 8 de Paris.
—¿Cómo que "nueva" concejala? —parpadea, anonadada. Acto seguido, rechaza su presentación— ¡No! Espera. Yo soy la única aquí.
—Mh…pues habrá dos ahora ¿No? —ríe, como si nada pasara.
—¿Qué mierda dices, niña? —farfulle la japonesa, fulminándola con la mirada— Esto no es-…
—¡Bueno! ¡Todo bien! —carcajea el alcalde, despachándolas a ambas fuera de su oficina— Vayan a dialogar afuera, no me interesa. Solo hagan bien su trabajo y dejen de darme dolores de cabeza ¿Quieren? Suficiente tengo con mi esposa, dios.
En el pasillo.
—Válgame dios, Kagami —expresa Lila, con voz fingida de falsa modestia— Esta es la primera vez que comparto un puesto tan importante con otra chica. ¿No crees que deberíamos ser amigas?
—¿Te parece que pueda ser amiga de una aparecida que me quiere robar el puesto? —rezonga, amargada.
—Es que no quiero robarte nada, Kagami —aclara Lila, pasmada con su comentario— Yo solo quiero servir a mi ciudad. Al país. Y a-…
—Buenos días —interrumpe abruptamente una mujer— Necesito hablar con la concejal a cargo de la vialidad de Paris.
—Ahora no. Está indispuesta —berrea Tsurugi, molesta.
—Con todo respeto ¿Usted es? —aclara la bermeja, mostrando su placa— Venimos del departamento de criminalística. No la conocí antes. ¿Me ayuda?
—¿Qué dice? —Kagami se va a la chucha.
—¡Detective Kubdel! Que alegría verla por aquí —exclama Rossi, con jocosa intención— ¿La puedo ayudar en algo?
—Paren todo. ¿Esta mocosa se conoce con la mujer? —la nipona se retracta de golpe, liada— ¿Disculpe? ¿Cómo dijo que se llamaba?
—Tranquila, querida —apaña Lila, bosquejando una mueca grácil— La semana pasada igual vino y le di toda la información necesaria. Pero…veo que no fue suficiente. ¿O me equivoco?
—No lo fue —sentencia Alix, empujando a su compañero de andanzas, al frente— Nath dice que no le brindó toda la información. Hay una carpeta investigativa abierta del caso. Y necesitamos-…
—Lila fue contratada mientras yo no estaba, esa es la verdad —sentencia la fémina de ojos marrones— Si necesita hablar de algo conmigo, por favor venga a mi despacho.
—De acuerdo —se encoge de hombros— En realidad, no me interesa involucrarme en temas de poder o burocracia. Solo, necesito averiguar más —Linda oficina, Kagami. Para ser una jodida encubridora.
—Al grano, detective —refuta, Kagami— ¿En qué momento me volví una encubridora?
—Tengo órdenes de que me entregue las cámaras de seguridad del acueducto de Lound— manifiesta, mostrándole el documento— No me lo haga difícil y deme todo lo que sabe.
—No. Porque si le digo la verdad, el alcalde cae —despabila, negando con la cabeza— Es lo que tenemos, señorita prefecta. ¿A que se refiere con "todo"?
—Todo —rueda los ojos, con obviedad— Deme acceso a los registros del año pasado y dejaré de molestarla.
—¿Es por el accidente de una civil?
—¿Así es como la llama? Una "civil" solamente ¿No? —refunfuña— Usted no sabe lo que es, perder a su familia ¿O sí?
—Se equivoca, señorita —reclama la japonesa— Yo mejor que nadie conozco lo que es, vivir en un entorno fragmentado. Pues para mí, "la familia lo es todo". Así que le pido total discreción a la hora de atacarme. ¿Quiere? Además… —exhala, frustrada— Mire, vamos al grano. Si usted me deja hacer mi trabajo, yo le prometo le dejo hacer el suyo.
—Si vamos a hablar de trabajos. El suyo es mentirle a la gente. El mío, es esclarecer la verdad. Así que, volviendo a lo que nos compete —masculle la bermeja, frunciendo el ceño— Entrégueme los registros para que yo pueda desempeñarlo con franqueza. Y le prometo, que mi departamento le dejará hacer el suyo, como corresponde. ¿Nos estamos entendiendo?
—Está chica es una tonta. No tiene idea de donde está pisando…—piensa la congresista, esbozando una mueca soberbia— Le daré lo que pide, detective. Solo con una pequeña condición. No, más bien, es una "sugerencia" que le recomiendo, siga.
—¿Y esa es?
—Aquí la que manda, soy yo. La próxima vez que quiera información adicional para cualquier cosa, me la pide a mi ¿Le quedó claro? —sentencia, extendiéndole un papelillo con un breve garabato en el— Son la contraseña y el usuario para el acceso a las cámaras. Desconozco que "mas" estará buscando. Pero le puedo asegurar, que no hallará nada. El disco duro de esa cámara estaba dañado cuando lo retiraron y me temo que ni los mejores ingenieros lograron recuperarlo.
—Ya nos encargaremos nosotros de eso, Tsurugi-san —la fulmina con la mirada, caminando hacia la salida.
—Buena suerte entonces, Alix —la despacha Kagami, con altivez— Y no olvide cerrar la puerta al salir. Odio que me dejen entrar el viento.
—Como usted quiera, "concejala" —bosquejando una sonrisa fingida.
[…]
Centro de criminalística. 16:20PM. Departamento de información forense.
—Por favor dime que tienes algo, Max —berrea Alix, con una taza de café en la mano— Eres mi caballito de batalla. No me falles.
—Lo he intentado, prefecta —enuncia el ingeniero, repasando una y otra vez las imágenes— Pero créame, no hallo nada extraño. Mire esto —apunta con el dedo— Hay algo que aún no me queda muy claro. Las imágenes muestran que los vehículos pasan con normalidad hasta las 2:15 de la madrugada. Pero luego de esa hora, si bien no hay saltos en la cronología del registro ni la hora, es como si…hubieran sobrepuesto la escena.
—O borrado ¿No? —arquea una ceja, dubitativa.
—En efecto —sentencia Kanté— Y no tengo como averiguar, si realmente está malograda la grabación o no. Solo puedo decir, que es mas que obvio que fue manipulada. De igual forma, si me permite —acomoda sus anteojos, con sobriedad— Nadie más ha tenido acceso a estos registros. Solo los del departamento de vialidad del ayuntamiento.
—¿En conclusión?
—Va a sonar un escandalo mi comentario. Pero…—traga saliva— Me parece que hay peces gordos metidos aquí. Porque si realmente esto fue alterado, significa que están encubriendo el hecho.
—Mi pregunta es ¿Por qué? —cuestiona Kubdel, liada— ¿Están defendiendo a alguien acaso?
—O mas bien, a toda una administración. Lea esto por favor —Max le extiende un documento— el viaducto tenia rechazos por parte de la gobernación, para ser remodelado. Muchas trabas y falta de apruebo por temas de inviabilidad en cuanto al terreno. Pero el alcalde firmó aún así, su remodelación. Quizás, por temas políticos o coimas a empresas privadas.
—¿Qué me cuentas, Max? —rezonga la pelirroja, releyendo el texto— ¿Bourgeois está metido en esto?
—Si. Y temo que el accidente como tal, solo fue una consecuencia de sus pérfidas intenciones —narra el informático— El hecho de que haya una muerte en el caso, solo agrava la situación. Pero no es el motivo. Solo un atenuante.
—¿Crees que pueda culpar a Bourgeois finalmente de esto?
—Es lo que creo que encubre la concejala Tsurugi —se encoge de hombros— Dudo haya otro motivo mas turbio que ese. Mas que mal, André es su jefe directo. Esto pondría en jaque su reelección.
—Claro…lo dudo igual…—desvía la mirada, hacia el ventanal— Imprime esto y dale tu copia al detective Kurtzberg. Lo presentaré con el fiscal.
—A la orden —asiente.
Quisiera de corazón creerme el cuento de que esto solo se limita a un caso mediáticamente político. Pero ¿Era realmente Kagami Tsurugi una vendida al estado? Recordé sus palabras al pie de la letra, como si me las hubiera repetido ahora mismo, en el pasillo. "La familia lo es todo". ¿Qué clase de conexión tenían la congresista Tsurugi, el accidente, el alcalde Bourgeois, la muerte de Fei Wu y la familia en todo esto?
No descansaré…hasta averiguarlo. Así tenga que destruir parís, juro que lo haré. Siento, que estoy cada vez mas cerca de la verdad. Mi prioridad ahora es velar por la veracidad de los hechos. Y mi juicio dicta…que aquí hay gato encerrado.
Es hora de ponerle el cascabel…
