Capítulo 3: Defensa Contra las Artes Oscuras.
La tormenta desatada la noche anterior, aquella que había mojado a los alumnos de primer año y al nuevo profesor de DCAO, ya había acabado. La mañana estaba parcialmente nublada, con una brisa ligera que anunciaba la pronta llegada del otoño en unas pocas semanas. Comencé a desperezarme sobre el colchón mientras era testigo de cómo unas pequeñas aves azulinas picoteaban las ventanas de nuestra habitación, dándonos los buenos días a su manera.
¡Arriba, la idea no es llegar tarde el primer día de clases!
Eché un vistazo a mi entorno y corroboré que las chicas seguían rendidas en los brazos de Morfeo.
Era de esperar.
Angelina y las demás chicas, se han caracterizado por tener el sueño un poco más pesado que el mío. Bastante. Es por ese motivo, que desde que compartimos dormitorio, siempre he despertado antes que ellas y aprovechaba esos minutos extras para ingresar al baño de la habitación, asearme y vestirme rápidamente, antes de que abriesen los ojos y comenzara una batalla campal para ver quién entraba primero al verse cortas de tiempo.
Y eso ocurría cada bendita mañana.
Veinte minutos más tarde, salí aseada y mayoritariamente vestida, dejando doblada la ropa de la noche anterior sobre una silla que se encontraba al costado derecho de mi cama, ya que luego los elfos domésticos venían a ordenar y limpiar cuando estábamos en horas de clases, dejando todo impecable en nuestro lugar.
Como un ritual sagrado de cada mañana, até el nudo de mi corbata y me coloqué encima la túnica respectiva que cubría gran parte de mi camisa blanca, cerciorando luego mi apariencia frente al espejo. No iría con el chaleco, debido a que en esta época hace calor en las aulas desde el mediodía en adelante.
Todo iba bien, pero mi cabello era un completo desastre al dejarlo suelto y tenía bastante pereza esta mañana como para comenzar a peinarlo con esmero, tal como hacen algunas chicas que siempre desean lucir bien.
Sin embargo, según el horario que me correspondía este año, durante la mañana tenía Pociones, Defensa Contra las Artes Oscuras (DCAO) y Encantamientos, por lo cual no era buena idea dejarlo suelto por cosa de comodidad si es que era necesaria aplicar la práctica teórica.
Agarré el peine y comencé a pasarlo por aquellas hebras castañas que tanto quehacer daban, y jalones dolorosos de vez en cuando también. Lo amarré en una firme coleta y la adorné con una cinta dorada que me dieron los gemelos el año anterior cuando cumplí años.
Al cerciorarme que todo estaba en orden, hablé en voz alta:
-¡A despertar! –Aplaudí tres veces, tal como cada mañana- ¡Se les acabó la hora del sueñito, bellas durmientes!
Las quejas adormiladas no tardaron en escucharse, las almohadas sobre la cabeza al sentir otros tres aplausos, pero de pronto se activaron casi en simultaneidad para levantarse de golpe y correr en dirección al baño, donde Angelina fue la ganadora de esa mañana, y las otras dos maldecían su rapidez mientras golpeaban la puerta de madera.
Aguantando la risa por la cómica escena, cogí mi varita, el morral cuyos útiles escolares estaban en su interior y me dispuse a salir de la habitación con dirección al gran comedor para desayunar sin prisas, pues tenía tiempo a favor.
En la segunda escalera, me encontré con la pequeña Ginny Weasley, a quien no dudé en saludar luego de que ella tuviera la iniciativa. Caminamos manteniendo una animada conversación mientras nos dirigíamos hacia nuestro destino. Al llegar, decidimos ubicarnos a la mitad de la larga mesa de Gryffindor que nos recibía. Al sentarnos, ella se sentó a mi par derecha, esperando ver a nuestros compañeros y amigos en cualquier momento.
Ambas hablamos de nuestras experiencias en el verano, y una que otra cosa que dejamos pendiente en nuestras cartas casuales, donde Ginny solía finalizar su aporte con alguna broma que nos causaba gracia a ambas.
-¿Qué opinas de todo esto? –Mencionó la pelirroja mientras colocaba un poco de mermelada en su tostada- Ya sabes, la "fiebre del torneo" y todo eso.
-Pues, que es un evento interesante, pero que no deja de ser peligroso. –Respondí notando que las chicas estaban demorando más de lo debido en bajar- Sinceramente, no participaría en el torneo aunque fuese mayor la cifra del premio.
-Opino igual que tú, pero los cabezotas de mis hermanos no entienden razones. –Alzó ambos hombros en señal de resignación- La idea ya se les metió entre ceja y ceja, y no descansarán hasta lograrlo.
-Como si Dumbledore no tuviese en consideración a ese par. –Reí suavemente luego de morder un panecillo glaseado- Estoy más que segura que él se asegurará personalmente que cualquier menor de 17 años, incluidos ellos, no participe.
-¿Imaginas logren engañar al Ministerio y a Dumbledore? –Imaginó quedando boquiabierta por su tesis-
-No dudo de la grandeza de esos dos locos de remate, pero ES DUMBLEDORE, Ginny. –Enfaticé riendo junto con ella luego de un instante-
-Buen punto, pero nunca se sabe qué es lo que puede pasar. –Dijo mientras volteaba la cabeza en dirección a la entrada del comedor y veía como Granger, su hermano Ron y Potter entraban al lugar mientras charlaban de algún tema en particular- Yo…yo creo que mejor me voy. –Terminó de beber su leche saborizada y se levantó del banquillo que compartíamos- Tengo clases con Hagrid en un rato y se me hará tarde.
- Ajá, cómo no. –Mordisqueé otro trozo de pastelillo, sabiendo que estaba rehuyendo del chico de gafas circulares- Ahora te interesan las criaturas mágicas. –Alcé las cejas repetidamente con picardía, la cual sonrojó a Ginny- Ahí viene un espécimen interesante, ¿quieres estudiarlo también?
-A fondo. –Respondió inconscientemente, pero mi risa ahogada la trajo en sí de nuevo, colocando sus mejillas de un color más intenso que sus cabellos- Hija de…. Aich… ¡Olvídalo, me debes una, Alicia! –Me apuntó mientras tomaba sus pertenencias y se retiraba del lugar-
-¡Cuando quieras, pequeña! –Le lancé un beso, el cual hizo el gesto de tomar con una mano y dirigirla a su trasero- Qué ingrata. –Murmuré viendo como los gemelos pasaban por su lado, luego de observar nuestra escena matutina y dirigirse en mi dirección junto con Lee Jordan -
-¿Estás repartiendo besos y no lo sabía?
Fred se sentó frente a mí, cruzando los brazos sobre su pecho, a su lado se sentó Lee con una sonrisa divertida.
-¿No me digas que quieres uno? –Le apunté con una cuchara mientras George se posicionaba a mi izquierda, ya que el derecho estuvo ocupado anteriormente por su hermana menor-
-Si me das dos no me quejaría, muñeca. –Sonrió de medio lado-
Maldito coqueto.
-Ni que tuvieses tanta suerte, Fred Weasley. –Encaré desafiante, sin salirme de mi papel-
-Qué mirada más seductora, Grey. –Jordan siguió el rumbo de la broma desde su asiento- No nos observes así o terminaremos a tus pies. –Gruñó en un intento de provocación claramente fallida, mostrando sus blanquecinos dientes-
-Pues si mis miradas causan tal efecto, imagina uno de mis besos. –Contesté jugando con el cabello que caía por mi coleta, en señal de vanidad- O dos de ellos en este caso.
-Cuánta humildad en un solo ser, Grey. –Fred golpeteó la mesa con sus dedos de manera repetida-
-Aprendí de los mejores, Weasley.
Tras un momento de sostener nuestras miradas, comenzamos a reír por reflejo junto con Jordan. Sin embargo, el que no rió fue George, quien se abstuvo de la conversación que sostuvimos. Le remecí la mano, preguntándole por qué tanta seriedad en una mañana tan bonita, pero solo se limitó a decir que estaba pensando en algo.
-Si es una chica, elimínalo de tu mente, George. –Recalcó Fred comenzando a comer- ¡Tenemos temas muy importantes en los cuales centrar toda nuestra atención!
-¿Cuáles serían esos temas tan importantes? –Interrogué ya imaginando la respuesta obvia-
-Algo que claramente te causa rechazo. –Explicó el pecoso frente a mi, el cual centraba la mirada en su gemelo, quien se mantenía al margen aún- Sin embargo, puede que te cause un revuelo interno.
-¡No me digan! –Palmeé la mesa para luego susurrarles en confidencia- ¿Ustedes también se fijan en el efecto dramático de la capa de Snape cuando camina divamente por el castillo?
-¡No jodas!
-¡Ay, no, imagen mental a primera hora del día! –Lee Jordan fingió un escalofrío-
Tras escuchar la queja de Fred y Jordan, George finalmente rió. Y me alivió demasiado, puesto que me preocupaba verle tan serio. Meneó la cabeza y agregó a la conversación:
-Y se supone que tú eres la seria del grupo, eh. –Sonrió en mi dirección mientras embetunaba mi nariz con un poco de crema-
Tras quejarme por su acción inesperada, vi como Angelina llegaba corriendo a nuestro sitio, la cual tuvo que coger lo primero que encontró a su paso y partir junto con nosotros al aula de Pociones, que ya Snape buscaba motivos para restarnos puntos. Lo positivo era que nos tocaba con Hufflepuff, donde aquellos tejones eran mil veces más agradables que los miembros de Slytherin que componían nuestra generación, los cuales solo se dedicaban a perjudicarnos gracias al favor evidente que tenían por parte del murciélago graso.
Antes de ingresar, noté como un integrante de nuestra pandilla no estaba: George. Al girar mi cuerpo, vi como batallaba con su corbata. Bajo el marco de la puerta, corroboré que los chicos ya habían tomado asiento y Angelina indicaba con un gesto de sus manos que al fondo del aula quedaban unos cuantos disponibles.
Le hice una señal para que nos aguardara y fui hacia George:
-¿Qué ocurre?
-Esta estúpida corbata de nuevo. –Murmuró entre dientes, mientras intentaba arreglar su desorden- Odio tenerla ajustada, me siento asfixiado cada vez que la tengo muy cerca del cuello.
-Ese nudo está terrible. –Sonreí divertida por su poca motricidad fina al manipular aquel trozo de tela- Ven aquí. –Le cogí la mano para guiarlo a la ventana más cercana- Siéntate a la orilla del marco para que estés a mi medida, eres demasiado alto.
Mis dedos desataron aquel nudo con agilidad, luego tomando la medida correcta para iniciar el proceso desde cero cuando levanté el cuello de su blanca y perfumada camisa. Decidí ignorar la cercanía entre ambos, el acelerado latir de mi corazón, su mirar y la gente que podía estar pasando a nuestro alrededor.
Era él, yo… y su corbata.
-Tienes habilidad para esto. –Le escuché decir con una voz suave-
-¿Tú crees?
-No lo creo. –Le vi sonreír de reojo, complacido- Lo confirmo.
Luego de unos segundos, los cuales deseé que fueran eternos, terminé de anudar y acomodar la corbata, en apariencia totalmente formal, pero que no era rígida ni asfixiante como le gustaba a Snape.
-¿Sabes que te adoro y eres la mejor? –Se impuso ante mí al ponerse de pie completamente-
-Me lo confirmas diariamente con tus halagos, Weasley. –No pude evitar dibujar una sonrisa en mi rostro tras su comentario-
-Pues, haces tan bien tu trabajo que deberé importunarte casi a diario para que anudes mi corbata cada vez que tengamos clases con el susodicho. –Picoteó mi nariz mientras apuntaba a la sala que tendría lugar nuestra próxima clase-
-No sería molestia ayudarte si lo necesitas. –Seguí sus pasos cuando vimos la hora-
¡Si, que me pida ayuda con su corbata las veces que sean necesarias!
-Recuerda tus palabras, Alicia, cuando te pida ayuda en los ensayos. ¡Y eso será muy pronto!
-¡Hey, tampoco te pases de listo!
La primera clase del año con Snape no había estado tan horrible como lo imaginé. Es decir, pudo ser igual o peor que años anteriores. Tal como le caracteriza, él fue desagradable y estricto como siempre, pero de algún modo u otro, como grupo de clase logramos sobrevivir y responder a sus preguntas de forma correcta casi en su totalidad, lo cual era un triunfo enorme.
Sin embargo, nada era suficiente para Snape, pero eso ya era subjetivo, ya que era su punto de vista considerarnos "una bola de ineptos y buenos para nada", y además, su metodología de enseñanza dejaba bastante que desear.
Solo tuvimos diez puntos menos para cada casa, a comparación de los veinte o treinta que suele descontar normalmente por "ignorancia".
Por eso, menos mal que no le han dado el puesto de profesor de defensa contra artes oscuras, sino estaría frito mi sueño de convertirme en aurora al egresar de esta escuela.
El grupo y yo, tras anotar la tarea para la siguiente clase (interminable y con notoria sobre exigencia académica), nos dirigimos a la sala donde nos encontraríamos con el nuevo profesor que nos impartiría DCAO: Alastor Moody, alias El Cazador. Como era de esperarse, su entrada al aula fue ruidosa gracias a su pierna de metal y su bastón que le ayudaba a apoyarse en cada paso.
-¡Entren ya y no se queden cazando moscas cuando me vean, idiotas!
-Con esas dulces palabras quién no entiende el mensaje. –cuchicheó en mi oído uno de los pelirrojos, que resultó ser George, cuando el profesor ya estaba un poco lejos de nosotros-
-¡Pues si quieres palabras dulces, ve a hablarle a tu madre, Weasley! –Respondió Moody cuando llegó al costado del pizarrón, dejándonos atónitos-
¿Cómo pudo escucharlo desde allá si solo me susurró? Snape, creo que extrañaré tu sutileza a comparación de este sujeto tan particular.
-¡Rápido, siéntense en parejas!
Al ordenar la instrucción con aquella sutil voz que le caracterizó desde el momento uno, acatamos de inmediato junto con los estudiantes de Slytherin, y como pocas veces, me senté en clases con el pelirrojo que fue regañado un instante antes, puesto que era una distracción constante a la hora de poner atención.
El profesor Moody comenzó a escribir su nombre en la pizarra con la tiza que sostenían sus dedos. Explicó que no necesitaríamos los libros de estudio y que los guardaran en su morral aquellos alumnos que los tenían sobre la mesa.
¿No necesitaríamos libros? ¿Qué tramaba?
Comenzó a pasar lista de asistencia, mencionando cada uno de nuestros nombres y apellidos, deteniendo su labor cuando llegó mi turno:
-¿Alicia Grey?
-Presente, señor. –Alcé mi mano para que me reconociera-
-Conocí a tu padre. –Mencionó en voz alta, dejándome sorprendida en el acto- Trabajamos juntos hace años. Gran sujeto y auror.
-Gracias por sus palabras, señor. –Articulé sin saber bien qué decir-
-Confió demasiado en las personas equivocadas. –Prosiguió dejándome helada en mi lugar- Lástima por el final que tuvo y la familia que dejó atrás. –Finalizó, eliminando palabras con las que podía responder a lo dicho por su persona- Bien, prosigo: Valery Guth.
-Presente, profesor.
-Menudo idiota. –Escuché a Fred tras de mi- No tomes en cuenta sus palabras, Alicia.
-¡Silencio allá atrás, fotocopia!
-¿Estás bien? –George golpeó mi codo con el suyo al no pronunciar palabra-
-Sí, no te preocupes.
Le devolví el gesto, golpeando su codo en respuesta, pero la verdad es que no estaba muy convencida, ya que no sabía bien si tomármelo a bien o mal su comentario.
-Ahora, según los reportes de su antiguo profesor, el señor Lupin, ha detectado cierto talento para el enfrentamiento de criaturas tenebrosas. –Pude ver como varios sonrieron complacidos por lo que escuchábamos- ¡Pero, no es suficiente para estudiantes que cursan su sexto año! ¡No, y eso es imperdonable!
Las sonrisas comenzaron a borrarse una tras una.
-¡Les han llenado la cabeza con libros aburridos! ¡Luego les obligan a redactar pergaminos interminables con ensayos! ¡Demasiada teoría, pero nada de práctica! –Enfatizó, y en cierta forma tenía razón- Y es por eso, que desde la clase de hoy comenzaremos por lo básico hasta llegar a lo más complejo.
Tal vez no sea tan malo tenerlo como maestro este año.
-He oído, por la mismísima boca de la profesora McGonagall, que varios y varias de este salón aspiran a convertirse futuramente en aurores. -Comenzó a caminar en medio de las filas, observando a cada uno de nosotros- Levanten la mano. –Ordenó-
Siete acatamos la petición y nuevamente se dirigió a mi persona:
-¿Siguiendo los pasos de tus padres, Grey? ¿No puedes forjar uno propio?
-No necesito seguir los pasos de nadie, profesor. –Contesté sin vacilar, molesta por su observación- Tengo mis propios intereses.
-¡No me digas! ¿Asegurar la justicia y orden del mundo mágico atrapando magos tenebrosos, tal vez? –Mencionó con notable ironía-
-Venganza. –Respondí con tranquilidad- Lo anterior se lo dejo a usted, que según tengo entendido, ha hecho buen trabajo.
Tras sonreír ladeadamente, comenzó a preguntarles a otros sus motivos para querer convertirse en aurores. Mientras lo realizaba, mi compañero de asiento me miraba de reojo, no creyendo mis palabras, pero eran ciertas. Quería averiguar sobre el caso de mi padre y esperaba dar con los responsables. No tanto por mí, sino por el daño que le causaron a mi familia, la cual aún la envuelve la sombra del dolor y el luto eterno por su partida.
-Vaya tontería la de algunos, pero el filtro del Ministerio hará lo suyo cuando postulen. –Nuevamente la sorna se hacía presente en su persona- Y hablando del Ministerio, ellos no desean que ustedes como estudiantes aprendan más de lo necesario en estas aulas durante los primeros años de enseñanza. –El silencio aún reinaba en el lugar- Según ellos, ustedes deben manejar los contra maleficios, lo cuales varían en nivel de gravedad. Sin embargo, ¿cómo defenderse de lo que no conocen?
Buen punto, Moody, ya estás captando toda mi atención y dejando la molestia de lado por tus ácidos comentarios.
-Ya en sexto año se les permite conocer un poco más, hasta cierto punto, ya que son bastante mayores y se supone que tienen la madurez mental y emocional para abordar el tema. –Se sentó al borde del escritorio para descansar un momento- Y es ahí donde entro yo, puesto que un mago nunca avisará cuando esté a punto de lanzarles un maleficio que podría comprometer sus inútiles vidas.
Su gran ojo giraba en todas direcciones, no perdiendo detalle dentro del aula.
-Puede ser una persona amable, caballerosa, alguien de tu entera confianza… -Centró su visión en mi, y sabía que se refería a mi padre- Pero, no deben confiarse nunca. Siempre deben estar alertas y vigilantes, siempre imaginando los peores escenarios para que nada ni nadie te pille por sorpresa, o las consecuencias pueden ser irreversibles.
Comienzo a pensar que esto ya es personal.
-¿Quién me podría decir cuántos y cuáles son los maleficios más castigados en el mundo mágico? –Preguntó abiertamente- Señorita Johnson, adelante.
- Son tres y se les llama maleficios imperdonables, señor. –Escuché como titubeaba levemente su voz, luego tomando fuerza- Uno de ellos es Imperius.
Alastor Moody se incorporó de su descanso, y rodeó el escritorio hasta tomar un frasco de vidrio transparente que se hallaba en la otra punta. De su interior, sacó una lagartija de singulares colores brillantes, la cual se mantuvo quieta sobre la palma de su mano. Luego apuntó hacia ella su varita y exclamó con firmeza:
-¡Imperio!
La lagartija flotó de un lado a otro gracias al hilo sedoso y casi transparente que le sostenía, imitando el movimiento que el profesor Moody quería. Todo era risas y diversión para los alumnos de Slytherin, hasta que pudimos notar como sus patas delanteras y traseras comenzaban a estirarse, produciéndole a la lagartija dolor. Luego la hizo saltar hacia un recipiente con agua, alzándola después y preguntando si deseábamos que se ahogara, o que saliera volando por la ventana.
-A los que se rieron hace un instante, ¿les gustaría que se los hiciera a ustedes?
Nadie contestó. La respuesta fue evidente.
-Imperio es el maleficio de control total. –Explicó Moody en voz más baja de lo usual, posicionando nuevamente a la lagartija en el centro de su mano- Donde el mago que lo conjura puede hacer con su víctima lo que desee y esta no opondrá resistencia alguna.
-¿Hay algún modo para combatir este maleficio, señor? –Preguntó Lee Jordan un par de puestos más adelante-
-Sí, les enseñaré cómo hacerlo, pero tengan en cuenta que necesitarán mucho carácter y fuerza mental. –Contestó complacido por la pregunta- Y eso no todo el mundo lo tiene, ¡y para eso necesitan estar siempre alertas! –El golpe de voz nos hizo respingar a varios sobre nuestros asientos- George Weasley, dime otro maleficio.
-Cruciatus, más conocido como Crucio. –Respondió incómodo a mi costado- Mi padre nos ha mencionado en qué consiste.
-¿Quieres explicarnos de qué trata?
-No, señor. –Agachó la mirada y eso era demasiado inusual en cualquiera de los gemelos-
-De acuerdo, lo veremos a través de nuestros propios ojos. –Apuntó su varita a la lagartija nuevamente y tras agrandar su tamaño para hacer evidente su acción, pronunció- ¡Crucio!
El pobre animal comenzó a retorcerse y quejarse de dolor, lo cual me generaba un tremendo conflicto interior. Era aprendizaje, práctica pura, pero me dolía saber del sufrimiento de un ser que no tenía culpa alguna de aquella tortura, la cual estaba sacudiéndose cada vez con más violencia.
-¡Ya basta! ¡Por favor, profesor! –Solicitó Hanna Stevens incorporándose de su asiento, una alumna de Slytherin que tenía los ojos llorosos- ¡Está sufriendo y ya entendimos a qué se refiere!
-¿A qué se refiere?
-Que la víctima siente dolor a través de la tortura. –Contestó pasando el dorso de su muñeca por la zona de sus ojos-
-Sí, ahora saben de sobra que no se necesitan cuchillos u otros artefactos para torturar a alguien. –La lagartija se mantenía inmóvil tras ser dejada sobre un costado del escritorio- Pueden matar a alguien a punta de tortura o dejarlos envueltos en la locura, a tal punto de no reconocerse a sí mismos ni a sus familias.
Observando a mis compañeros, algunos tenían la expresión de no saber qué ocurriría ahora con aquel animal sobre la mesa. Otros parecían saberlo de sobra, pero que no querían verlo, puesto que comenzaron a rehuirle la mirada para que no les preguntaran.
-Grey.
Mierda.
-Dime el último maleficio que queda.
-No quiero, señor.
-Lo sabes de sobra, ¿no es así?
-Sí, pero…
-¿Cómo deseas ser aurora algún día si no eres capaz de responderle a tu profesor en voz alta?
Apretando mis manos al punto de que mis nudillos sonaran y comenzaran a colorearse en un tono blanquecino, me atreví a contestar:
-Avada Kedavra.
-¡Más fuerte, para que todos escuchen!
-¡Avada Kedavra! –Alcé la voz, ya respirando agitadamente- Y antes que lo diga, sí, es el maleficio que sufrió mi padre años atrás. Es el maleficio asesino.
La tensión del ambiente se podía cortar con un cuchillo. Solo quería salir de esa maldita clase lo antes posible.
El profesor Moody, tras alejarse un poco y dejando el campo de visión para todos los estudiantes, apuntó la varita hacia la lagartija y pronunció aquellas palabras llenas de muerte, dejando ver un destello verde que acabó con la vida del animal.
-Solo una persona ha sobrevivido a tal maleficio, damas y caballeros. –Anunció lo obvio nuestro profesor, y al punto de esta clase varias chicas lloraban por lo fuerte de la situación- Y está en este colegio, un par de cursos más abajo. Solo un mago muy poderoso puede llevar a cabo con efectividad el maleficio asesino. Todos ustedes con sus dulces y juveniles expresiones… -La ironía en su frase reinó- pueden sacar sus varitas y darme con todo lo que tengan, pero no me harán ni cosquillas. Lo que si deben tener en cuenta, que al conjurar estos maleficios se ganan directo un boleto con todo pagado a Azkaban. Ahora, Stevens, ven por estas hojas y repártelas a tus demás compañeros. ¡Los demás saquen sus plumas y copien lo siguiente!
La clase prosiguió su rumbo por otra larga hora y finalmente acabó. Cogí mis cosas lo más rápido posible, y salí del lugar sin esperar a nadie. No tenía ánimos ni siquiera de ir a Encantamientos, solo quería refugiarme en mi lugar seguro, donde no hubiese distracciones: la biblioteca.
Definitivamente, creo que comenzaré a apreciar las clases de Snape de ahora en adelante.
Cercano a la hora de almuerzo, mi estómago comenzó a exigirme alimento. Aparté el libro que me había acompañado las dos horas anteriores, y tras dejarlo en su sitio, fui de camino al gran comedor.
En el trayecto, me encontré con los chicos, anunciándome que tanto la profesora McGonagall y el profesor Moodyy querían hablar conmigo luego de las clases. ¡Genial, premio doble!
Los demás siguieron su rumbo, pero George me abrazó por los hombros, disminuyendo la velocidad de nuestro caminar, haciendo que los otros se alejaran bastante de nosotros. Me preguntó si me encontraba bien. Le correspondí el abrazo pasando mi brazo por su espalda, manifestándole que ahora estaba mucho mejor que un rato atrás, pero que la clase en si me había perturbado mucho, sumándole el ataque constante de Moody en cada oportunidad que se le presentaba.
-Si te sientes mejor ahora es porque tengo un efecto positivo e innato en ti. –Chasqueó su lengua con suficiencia- No te culpo en todo caso.
-¿Dices que tienes ese efecto en todo el género femenino?
-Claramente, ¿no ves el club de fans que siempre me acecha?
Miré a todas partes, riendo de paso.
-Pues no veo a nadie asechándote, charlatán.
-Es que les doy su respectiva hora de colación, nena. –Apretó su agarre contra mi- Además, no quiero que te pongas celosa por sus presencias constantes.
-¿Debería estarlo? –Alcé mi ceja, cuestionando su posición-
-Ya te dije, mi cuerpo podrá ser de otras pero mi corazón es todo tuyo, Alicia.
-¡Menudo mujeriego! – entre risas intenté liberarme de su agarre, más no lo permitió-
-¡Si yo soy mujeriego tú eres una hombreriega!
-¡Esa palabra no existe, George! –Carcajeé entre sus brazos-
-¡Pues la invento y ya! –Respondió forcejeando para no liberarme de su prisión completa- ¡Mira nada más que ofrecerle besos a Fred en pleno desayuno!
-En teoría le di un beso a Giny en el trasero gracias a su gesto cuando se retiraba del comedor, ¡pero con él no concreté nada! –Decía mientras trataba de pisarle los pies al seguir con nuestra jugarreta- Espera, ¿acaso me estás cobrando sentimientos?
-No…bueno, tal vez…quizás… -Trataba de explicar, a la vez que esquivaba mis pisadas- ¡No me pises, mujer!
-Si querías un beso tenías que pedirlo y ya. –Dejé de moverme y él imitó mi acción-
-¿Qué?
Al verlo confundido aproveché de separarme de él y apuntarle con burla:
-¡Te la creíste, bobo!
Noté a George bastante contrariado, pero antes de que pudiese contestarme, una figura conocida se nos acercó corriendo para alertarnos:
-¡Weasley, Grey!
Thomas Darkwaters, un chico de Ravenclaw de quinto año, hablaba agitado por la carrera que había efectuado.
-¿Qué te pasa que vienes de esa forma? –Cuestionó retomando la compostura el pelirrojo, dibujando una sonrisa divertida en el rostro- ¿Quieres algún producto o algo?
-Es Malfoy. ¡Malfoy está molestando a tu hermano Ron!
-¿Dónde están? –Interrogó, transformando la sonrisa que antes portaba en una mueca llena de molestia-
-¡Por aquí, vengan!
Nada nos hacía presagiar que luego de una maratónica carrera, nos encontraríamos con una escena memorable: un pequeño hurón blanco boteando de un lado a otro a manos del profesor Moody. Harry Potter reía en los jardines y no podía entender el porqué, hasta que escuchamos la voz de Fred diciendo:
-¡No van a creerlo! –Aplaudía emocionado y complacido- ¡Esa pequeña cosita es Draco Malfoy!
-¡No jodas! –Repliqué sin creerlo, al momento en que el animalejo trepaba por dentro del pantalón de uno de sus secuaces- ¡Siempre supe que era un faldero, pero esto ya es demasiado!
-¡Gracias al cielo por darme vida y salud para ver esto con mis propios ojos! –Exclamó George liberando su mejor carcajada-
