Resultó ser que Fu tenía tiempo libre para improvisar una consulta de inmediato, lo cual sonó muy sospechoso, pero ni siquiera Luka pareció preocuparse por el detalle. Se limitó a alegrarse por la feliz casualidad, le sonrió tranquilizador a Marinette y se dirigió a la sala de espera para dejar trabajar al Maestro Fu no sin antes asegurarle que no se iría sin ella. Es por eso que Marintte todavía se encuentra en la clínica sin saber exactamente qué va a ocurrir. Wang Fu la invita a pasar a una sala más privada para tomar asiento. Marinette obedece y se yergue en su asiento en un intento desesperado por hacer acopio del valor suficiente para relatar por primera vez en voz alta su historia. Porque repetirla, lo ha hecho hasta el cansancio en su cabeza. Ha revisado detalles, resaltado errores cruciales y tomado nota de unos cuantos aciertos. También se ha atormentado con la caída de sus compañeros de armas o la suya propia. Quisiera olvidar las noches innumerables en que se ha despertado gritando de dolor y bañada en sudor, sólo para comprobar que se encuentra devuelta en casa, a años de distancia de la tragedia. Le gustaría evitarse este mal sabor de boca, pero quizá hacerlo resulte bueno para ella por más que le aterra revivir tanta desesperación y desgracia. Además, si realmente quiere contribuir a la derrota definitiva de Hawkmoth y evitar la desgracia que tuvo que atravesar, bueno, no le queda otra cosa por hacer que prácticamente confesarse. Para darse tiempo y ánimos, en cuanto Fu se sienta frente a ella, Marinette extrae de uno de sus bolsillos la caja que contiene el prodigio del pavo real mientras elabora una introducción improvisada. Quería venir, sí, señor, pero no se preparó para enfrentar al Guardián de los prodigios.
— Quisiera presentarle a alguien a quien ya conoce pero nadie ha visto en mucho tiempo —comienza con cautela, poniendo cuidado en cada una de sus palabras—. Su prodigio está dañado y él no se encuentra estable. Pese a lo peligroso que es usarlo, una mujer se arriesgó y ahora está sufriendo las consecuencias. Ella y supongo que otro hombre han hecho uso del mismo y, dado que ahora lo poseo, no habrá más víctimas en el futuro.
Marinette encuentra difícil no sentir que está hablando a espaldas de alguien y sin su conocimiento, pero permanece resuelta ante la mera idea de que guardarse algún tipo de información resulte perjudicial, incluso peor que eso. Por otra parte, lamenta no haber activado el prodigio antes, por más que sepa del peligro de usar un prodigio dañado. A decir verdad, estuvo llevando consigo el prodigio a donde fuera debatiéndose en su interior entre el miedo que tiene de también quedar dañada por su uso y la posibilidad de una necesidad repentina ante un ataque akuma. Situación en la cual Duusu podría ayudarle más que su estado civil simple y nada mágico. Razones le sobran para temer por su integridad. Se ha sentido perseguida y observada desde que regresó a Francia, y está segura que Luka también lo ha notado. Podría achacarse a un paparazzi o a un admirador que la esté acosando, pero algo le dice que esto es diferente. Sospecharía de alguien en particular, Gabriel Agreste, quien todavía cuenta con el prodigio de la mariposa, por la mera razón de que su esposa le ha facilitado el prodigio del pavo real, además de uno de los dos anillos gemelos por motivos desconocidos hasta para ella. Peor aún si se enteraron que se lo dio a Félix. A todo esto, ignora si el hombre que se dice su padre está vivo o dónde se encuentra, no ha tenido el placer de conocerlo. Aunque no puede estar tan segura de nada, sospecha que los cambios en esta línea pueden estar aumentando o cambiando a la facción enemiga. Por ende, siente una necesidad imperiosa de tener un poco de magia de su lado, sólo por si acaso.
— El prodigio me fue dado voluntariamente y creo que con la intención de que encontrara el modo de arreglarlo. Lo único que se me ha ocurrido es entregárselo a usted —continúa cayendo en la cuenta de que lo que dice no es nada claro.
Marinette toma el broche en forma de abanico entre sus manos temblorosas, el cual parece reprocharle su abandono. Respira hondo pensando en Tikki y en el resto de los kwamis. Esto es por ellos, esto es por París, incluso es por los Agreste y Félix. No está cambiando el futuro por puro capricho. No, está acabando lo que comenzó hace una vida. Honestamente nunca trató con Duusu como con el resto, descontando a Nooroo, salvo si piensa en las raras ocasiones en que su portador se permitió bajar la guardia. Argos mantenía su transformación la mayor parte del tiempo por seguridad, al igual que el resto del equipo. Eran tiempos de guerra, eran tiempos difíciles. No podían darse el lujo de perder segundos preciados en una transformación cuando el enemigo podía aprovechar que los conocía tan bien y tomarlos desprevenidos. Tuvo pocas oportunidades de conocer algo de Duusu, mas cree que aprendió lo suficiente como para poder entablar con él algún tipo de comunicación ahora frente a su Guardián. Dudando acerca de si está o no haciendo lo correcto, Marinette prende el broche de la chaqueta que lleva puesta bajo la atenta mirada del Maestro Fu. Acto seguido, cierra los ojos y espera.
— ¡Al fin! —escucha de inmediato en un tono bastante alterado, casi lastimero—. Mi cabeza me está matando. ¡Oh! ¿El mundo aún no ha perecido? Tú no eres Agreste, ni Fathom.
Marinette abre un ojo y niega suavemente con la cabeza. No se esperaba que Duusu preguntara tal cosa. No esperaba nada en concreto, mas ciertamente no esto.
— No, soy Marinette y éste es el Guardián actual de los prodigios, el Maestro Wang Fu. Quiero ayudarte, por eso te traje aquí —asegura con la mayor firmeza de que es capaz mientras le tiende una bolsita de almendras.
Más de una vez vio a Félix darle una entre recarga y recarga. Duusu echa a reír como si fuera un maníaco satisfecho con ver el mundo arder.
— ¡Guardián! — repite a modo de saludo—. ¿De cuántas cosas me he perdido?
— Debo decir que tengo mucho que explicar —interviene Marinette antes de que se dé un malentendido peor del que probablemente ya está teniendo lugar.
Así Marinette procede a explicar a kwami y guardián cómo expiró en su anterior vida; cómo llegó a ese desenlace funesto; lo que ocurrió antes de eso a grandes rasgos, únicamente señalando hechos cruciales; en qué momento de esta vida despertó y cuáles han sido sus intenciones y planes desde entonces. Además les informa de los eventos cruciales que han tenido lugar en esta línea temporal.
— Eso explica tus trajes del Grand Prix —comenta Fu—. Ya sospechaba que no podía tratarse de mera coincidencia. Si no intervenimos entonces es porque no había razón para catalogarte como un peligro. ¿Una niña luciendo trajes inspirados en héroes que no han aparecido? Pudo haber leído algo de historia y hecho una suposición casi acertada. Reconozco que Hawkmoth es un problema que no he podido resolver solo, aunque no tenía en cuenta las consecuencias que pudiera tener elegir a un portador o permitir que un prodigio continuara extraviado. Ese chico del que hablas suena a que nos traerá problemas.
No, esto Marinette no lo puede permitir.
— Reconozco que no tiene los mejores métodos, pero sabiendo negociar con él es un aliado invaluable —protesta Marinette—. Es un genio, es hábil, es astuto y cuenta con recursos interesantes. Sí, está lleno de odio y desconfía de los humanos, pero es capaz de asimilar información y aceptar un punto de vista distinto. Sólo hay que hacerle comprender la situación y entonces se muestra como alguien razonable. Es capaz de lo que sea por sus contados seres queridos. Él sólo busca su libertad y la certeza de que nadie amenace su vida. Fue mi mejor elemento, Maestro Fu, mi mejor aliado junto a Viperion.
Si lo piensa bien, no está haciendo sentido con sus palabras y está defendiendo a lo que a todas luces parece un desquiciado sin remedio y de poca confianza. En resumidas cuentas, una mala opción y todavía está pidiendo comprensión.
— Aunque me preocupa lo que es capaz de hacer tu héroe predilecto por un prodigio, no creo que él vaya a significar un inconveniente. Como dices, es cuestión de negociar con él —advierte su interlocutor sin alterarse—. No me refería a él, jovencita, aún cuando no sabemos los términos en que se encuentra en esta ocasión. De quien hablo es del otro sentimonstruo, su primo.
Marinette enrojece al comprender su error, pero enseguida reacciona. Su desesperación por tener a su equipo infalible de vuelta no puede jugarle una mala pasada. No ahora, ni mañana, ni nunca. Se prepara para defender a los suyos.
— ¡Félix! Quiero decir, ambos, Félix y Adrien son algo más que producto del poder de Duusu. Adrien fue un gran compañero, podía confiar en él, siempre estaba ahí —protesta.
— Pero se distraía fácilmente a causa de sus sentimientos y la libertad esporádica recién adquirida. Al final no supo manejar su frustración, su desilusión. Y pensar que le di un prodigio, uno poderoso, a ese chico, teniendo mejores candidatos —musita el Maestro Fu antes de dirigirse a ella en voz alta. Marinette palidece, su intención no era arrebatarle la oportunidad a Adrien de ser libre, un héroe, aunque fuera a medio tiempo. En ese caso, ella tampoco fue ejemplar en su momento—. Bien, Marinette, lo que acabas de contarme es toda una revelación. Nunca pensé que recuperar prodigios resultara en un desastre. En cuanto a lo que me has contado, puedo comprender porqué te confié a Tikki e incluso te elegí como mi sucesora. No te puedo asegurar qué fue lo que te trajo devuelta. Fluff y Sass tienen un poder que podría explicarlo, pero hay detalles. Con Fluff, no hubieras despertado con muchos menos años de los que tenías antes del regreso. En todo caso, habría un portador supervisando que tomes las decisiones correctas puesto que no serías capaz de recordar una vida que no has tenido. Aunque, en ese caso, podría haber elegido un objetivo menos distanciado en el tiempo de los eventos que le interesaría cambiar. Actuar directamente sobre Hawkmoth me parece más apropiado. Sass es muy responsable y cuidadoso, increíble que haya retrocedido tanto en el tiempo. Cabe la posibilidad de que, mínimo su portador, lo haya juzgado absolutamente necesario… lo cual es muy extraño. Si era consciente de que retrocedía a un momento en el tiempo en que no tendría prodigio ni nadie sabría nada de su problema, ¿cómo asegurar que arreglaría el futuro?
Pese a la sorpresa que le produce el hecho de que le haya creído tan rápido y sin cuestionar nada, Marinette no tarda en entender a dónde quiere ir a parar su interlocutor. Ya se estaba preparando para tratar de demostrar que en verdad viene del futuro, si es que es posible decirlo así, pero, por lo visto, tiene un obstáculo distinto a superar.
— ¿Quiere decir que alguien usó los prodigios de la creación y la destrucción para pedir un deseo? —aventura incrédula.
— Es altamente probable, o quizá la única opción creíble —asegura Fu pensativo—. Es posible que alguien te haya sobrevivido o el mismo Chat Blanc haya recapacitado una vez tuvo el resultado de sus acciones frente a sí. Quien haya sido, ese alguien juntó los prodigios, los tenía a la mano, y pidió un deseo. Lo que no me encaja es que pidió uno que se enfoca en ti. Eso quiere decir que al parecer no le importaba la futura desgracia. De ser así, me pregunto cuáles fueron sus intenciones y cuál el precio que pagó ante Realidad. ¿Nadie te falta en tu círculo más cercano? ¿Algún cambio en específico de tu anterior línea?
En el fondo, Duusu comienza a lamentar la prevención de una desgracia mayor o algo así alcanza a entender ella.
— No me falta nadie. Es verdad que algunas cosas se adelantaron o son diferentes, pero nadie significativo ha desaparecido —admite Marinette pasando lista a las personas que conoce y logra recordar.
Hasta clientes poco frecuentes de la panadería de sus padres siguen ahí. No se molesta en enumerar los cambios en esta vida, pues son infinitos.
— Es un misterio por ahora, ojalá no resulte contraproducente —observa el Maestro Fu—. Deja el resto en mis manos, Marinette. Tranquila, no te borraré la memoria o algo por el estilo. Puedes serme de gran ayuda con todo lo que sabes y tu experiencia. Gracias por traer de regreso a Duusu.
Marinette asiente y acepta la señal para retirarse. Renuncia a Duusu y le entrega el prodigio a su Guardián en turno. Tiene la vaga certeza de que en esta ocasión logrará su cometido lo más pronto posible sin tantos dramas, ni altibajos. Realmente lo logrará esta vez aunque nadie le asegure que no lo hará a un precio muy alto.
— Cuídate, Marinette. Nada nos garantiza que no seas el blanco del enemigo —se despide Fu.
— Estaré alerta, Maestro Fu, y con las emociones bajo control. Usted también tenga cuidado —responde Marinette antes de salir preguntándose cómo podrá hacer frente a un akumatizado siendo una mera civil ahora que carece de un prodigio a la mano.
Esa noche, a su regreso de la clínica de Wang Fu, Marinette se dispone a hacer una pequeña rutina de acondicionamiento físico. Pese a todas sus preocupaciones, tiene una competencia segura por atender y no tiene intenciones de no ganarla. En lo que se prepara para salir a correr para completar su rutina, Marinette no puede evitar recordar por un momento las fotografías y el horario de Adrien que alguna vez colgaron de su tablero. No los extraña en absoluto para gran sorpresa suya. En su lugar ahora hay postales de los lugares que ha visitado gracias a sus viajes de competencia; fotografías con su equipo de entrenamiento y algunos otros patinadores con quienes se ha cruzado; algunas tarjetas que le envían sus admiradores. Hay tela, agujas, una máquina de coser, maniquíes, entre otros utensilios de costura en un rincón de su habitación; hojas de bocetos regados hasta por el suelo y ni un rastro de su vida escolar. Alya no está en su vida, tampoco el resto de sus anteriores amistades de la escuela. Tan sólo hay recortes de revista en que aparece con Cloé Bourgeois, por alguna de las invitaciones que le ha hecho el Alcalde, y Aurore Beauréal, se mantienen en contacto desde que se conocieron en el set de la publicidad que protagonizaron el invierno pasado. Ésas son ahora sus amistades más cercanas. Podría decirse que prácticamente está sola. También tiene por ahí recortes de reportajes en que la mencionan, desde alusiones a sus victorias en competencias de cierta importancia, especialmente las más recientes, hasta menciones que hacen de ella personajes importantes, como cuando Adrien Agreste aseguró que admiraba su trabajo y que desearía trabajar con ella, lo cual no ha ocurrido para su gran alivio. Marinette sospecha que no ocurrirá mientras su padre viva. Realmente hay una gran diferencia entre su vida anterior y ésta.
Una vez lista, Marinette pasea la mirada distraídamente por su habitación como si buscara comprobar que no olvida nada. Lleva su teléfono móvil sujeto al brazo y no necesita llaves, la panadería está a unas horas de cerrar. Con todo, siente que le falta algo. Es entonces que nota algo extraño en su peluche predilecto. Algo alerta, Marinette toma su conejo entre las manos para apreciar la diferencia. El conejo blanco con un lazo azul cielo anudado al cuello y con unos ojos que hacen juego parece sonreírle cómplice. Ella está segura de que antes no tenía el bulto que ahora tiene dentro de su cuerpecito de tela. Alarmada por lo que pudiera contener, y las implicaciones de cómo llegó hasta ahí el contenido, ella comienza a revisar el peluche en busca de una manera de extraer lo que sea que haya en el interior sin arruinar su conejo. Pronto da con una abertura resellable que está segura nunca antes había visto y se apresura a proceder. Una caja, igual a la que acompaña cualquier prodigio de los que conoce, sale a su encuentro. Marinette la contempla entre preocupada, aliviada y conmovida. Todo a la vez. Está al borde de las lágrimas por la emoción y la anticipación.
— Tikki… —no puede evitar susurrar esperando ver pronto los aretes del prodigio de la catarina.
Presurosa abre la caja y, para su sorpresa y desilusión, un reloj la saluda en el interior. En cuanto lo toma entre sus manos éste se activa y adopta un camuflaje muy diferente a los que le conoció en otra vida.
— Hola, soy Fluff —sale a su encuentro el kwami del tiempo flotando a su alrededor—. Éste es el prodigio del conejo. Trabajaremos juntas desde ahora. Por lo que me han contado, tengo entendido que ya sabes lo básico. Me alegro por eso, aunque el Guardián tiene algunas indicaciones especiales para ti.
Marinette atina a mover la cabeza en señal de que está escuchando, pero está tan desconcertada que no puede emitir sonido alguno. Vaya, las cosas van a cambiar demasiado si ella no va a ser Ladybug esta vez. Pese a ello, siendo honesta consigo misma, se alegra de ser una vez más una portadora, una heroína. Tiene que llevarle unos macarrones al Maestro Fu pronto para agradecerle la confianza renovada.
§
Sospechó que pronto habría un ataque, dado que había recibido oficialmente un prodigo. No fue así. Marinette ha tenido una semana libre de akumas hasta el momento. Eso no le ha impedido desistir en patrullar de vez en cuando por los tejados de París bajo su nueva identidad heróica. Admite que es reconfortante volver a saltar por ahí con la fuerza sobrehumana que sólo otorga la transformación de un kwami. Sus rutinas estaban ofreciendo un sucedáneo aceptable, pero nada se compara a la auténtica experiencia mágica. Hasta cierto punto le viene bien que todo esté tranquilo. Sus escapadas resultan una oportunidad de relajación y no de más estrés y presión. Entre los entrenamientos, las mil y un lecciones extra a que asiste para complementar su rendimiento, las pruebas de audio con Luka y su breve asistencia a la escuela tiene más que suficiente. Sin descontar sus pequeños dilemas existenciales producto de no pertenecer a su tiempo, no del todo, y que no la descubran hablando con Fluff entre clase y clase o en otro sitio. Así que sí, la vida no podría sonreírle mejor ahora que…
— Eh, Dupain-Cheng, ¿qué sabes del trío de superhumanos parkouristas? —le lanzan sin ceremonia ni aviso previo justo antes de que termine el día, el último día de clases de la semana, y ella se retire a continuar con su ajetreada vida.
Seguramente el futuro Ladyblog, o como se vaya a llamar esta vez, está en proceso de creación. Por cierto, sin actividad heróica que reportar esta vez, para variar.
— No puedes tener mejores modales, Césaire —se queja Marinette sin ánimos, todavía no se acostumbra al trato tan distante que tiene con Alya.
No termina de aceptar que en esta vida ella no es su mejor amiga.
— Que no te sorprenda de gente tan común como ella, Marinette —interviene Cloé a unos asientos más allá de distancia—. ¿Qué interés puede tener un trío de disfrazados practicando parkour? Todos les han visto en alguna ocasión saltando por los tejados, deberían procesarlos por invasión a la propiedad privada. Siempre le digo eso a mi padre, pero nunca termina de ficharlos.
Lo dicho por Cloé despierta el interés de Marinette. ¿Está refiriéndose a lo que cree que se está refiriendo?
— ¿Trío de superhumanos saltando en los tejados? —repite curiosa, fingiendo horror—. ¿Por qué no me he enterado?
Peor aún, ¿por qué nunca se dio cuenta de que la observaban o la seguían, tal vez incluso la fotografían? ¿Además, por qué jamás se ha topado con alguno de los otros dos o, mejor aún, con ambos?
— No tienes tiempo para esos pobres intentos de deportistas aficionados… —empieza Cloé antes de ser interrumpida.
— En los últimos días, durante la noche, se ha avistado más de una vez a tres individuos saltando de techo en techo en la zona central de París. No parece que vayan juntos. Nunca aterrizan en alguna calle. Nadie sabe de dónde salen o a dónde van. Nunca repiten recorrido y parece tragárselos la tierra después de un rato. Siempre se les pierde el rastro. Lo que está comprobado es que son tres personas distintas. Una mujer y dos hombres, muy jóvenes, quizá de nuestra edad —ofrece Alya con entusiasmo ignorando los comentarios insultantes de Cloé—. Uno es rubio. Va vestido al puro estilo tradicional británico, o algo parecido, de color naranja y blanco. Lleva un antifaz a juego y una flauta travesera a la espalda. Lo llamativo son sus orejas de zorro —Marinette quisiera pellizcarse ante la descripción, una sola palabra resuena en su mente: Argos y no es él, por supuesto—. El otro podría ser castaño, pero parece que se tiñe el cabello de un color turquesa. Luce un antifaz y una especie de prenda única ceñida al cuerpo con motivo de serpiente. Siempre tiene asida por una mano una lira, no sé cómo no se cae —Marinette casi celebra abiertamente al reconocer las señas de Viperion—. La chica, que ha resultado difícil de identificar como tal, lleva una capa con capucha azul cielo cerrada y en la orilla una serie de borlas blancas diminutas. Parecería vestirse inspirándose en un conejo, y no me extrañaría que también cargue con un instrumento musical en alguna parte, aunque lo que ella porta visiblemente es un paraguas con el que nunca hace equilibrio, ni necesita porque no ha llovido últimamente. Parece ser albina y calza botines blancos. Si su indumentaria hace increíble que nunca se haya accidentado al saltar por ahí —Alya le da un tono dramático a su descripción—, imagínatela con una placa metálica cubriéndole los ojos y casi la mitad del rostro.
— ¡Imposible! —chilla Marinette horrorizada por una razón completamente distinta a la increíble habilidad de la misteriosa parkourista.
— Se barajea la teoría de que los conoces o te conocen, Dupain-Cheng. Has patinado con trajes de ese estilo. Todos recuerdan los trajes alusivos a un zorro y a una serpiente de tus últimas competencias. Dime, ¿les conoces de algo?
— No haré el trabajo periodístico por ti, Césaire —advierte Marinette—. Estoy segura que no necesitas mi ayuda. Cualquiera puede hacerse de mi estilo, soy una figura pública —Alya le concede eso con la cabeza.
— La Firma Agreste se hizo con los derechos para la exclusividad de una línea de ropa inspirada en ellos. No es extraño ver pasearse por la calle a más de uno vestido con algo relacionado, aunque he de decir que ninguna de nuestras prendas se le acerca a los diseños que ellos lucen… —interrumpe alguien que Marinette reconoce al instante y cuya voz la hace estremecerse de miedo. Sacude la cabeza, no necesita esos recuerdos ni ahora ni nunca—. Oh, Félix, no tenías que entrar por mí. Ya iba de salida…
— No me molestaría por ti, conoces tus obligaciones y eres muy obediente, primo —alega el recién llegado poniendo una expresión de fastidio en su rostro que luego intercambia por una de solemnidad burlona—. Yo vengo por la dama que debo escoltar hasta donde mi tío —se dirige hasta donde se encuentra Marinette para hacer una ligera reverencia ofreciéndole su brazo.
Marinette lo mira mal, porque sabe de sobra que no se lo está tomando en serio. Se está burlando de ella.
— Supongo que sabes que yo también conozco mis obligaciones aunque no soy tan obediente —le advierte ella con resignación—. ¿O me equivoco, Fathom?
Marinette maldice su suerte. Félix tenía que aprovechar que, precisamente a media semana, Gabriel Agreste la citó para discutir juntos el diseño de su último traje de competencia, pues saldrá a la venta alguna prenda o quizá más poco antes de la misma fecha en que competirá. Asimismo, ella no duda que le hará saber su ración de opiniones, tal vez quejas, acerca del trío de parkouristas. Marinette está segura de que terminará tratando con Nathalie los pormenores legales de algo cercano al plagio, pero eso es lo de menos.
— Supones bien, Dupain-Cheng —contesta Félix sin moverse un centímetro—. Insisto, de cualquier manera. Prometí a mi madre y a mi tía que te presentaría a alguien que desea conocerte después de tu transformación en un dragón. Al parecer consideran que soy el más adecuado para la tarea. Digamos que soy el único, aparte de ellas, que te conoce personalmente —agrega aludiendo a su primo que ni siquiera porque son compañeros de clase le ha dirigido la palabra, para fracaso de Cloé.
Marinette lo escucha incrédula.
— Supongo que tienes razón, Fathom —replica resignada.
Termina aceptando su gesto para no generar más polémica de la que seguramente ya está dándose. Maldito Félix y su manía de complicar las cosas innecesariamente.
— Es un hecho, hasta me hiciste un regalo muy valioso y personal hace poco —asegura él socarrón.
Marinette quisiera golpearlo, pero en su interior sólo hay una cosa: Tomoe Tsurugi desea conocerla, supone, y con ella Kagami va a entrar en escena pronto. Eso suena fantástico para sus planes. Con eso en mente hasta es capaz de regalarle a Félix su mejor sonrisa olvidando su impertinente manera de ser. Claro está, él no lo sabe y la mira con recelo.
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