En estos días, por otro lado, tengo muy adelantado mi "productor de energía". Lo he probado varias veces, y sí, produce una chispita leve, pero que aún se nota. Necesito, sin embargo, un facilitador para no tener que agotarme cuando pedaleo. No sé, algo se me tiene que ocurrir para encontrarle una solución práctica a mi dilema. A veces me acuesto y oro por una respuesta que me lleve a encontrar la solución. Al principio no estaba tan afanado, pero cada vez que pasa algún avión o navío cerca, como ocurrió recientemente, entro en esos pensamientos sobre cómo enviar ese ansiado mensaje a…bueno, no sé a quién. Si como pienso, terminó la guerra, realmente no habrá peligro de hacerlo con la aproximación de coordenadas cuando sea que pueda.

El molinillo que construí es bastante rústico, pero aún tengo que ingeniar cómo colocarle los cables dentro de los tubos de bambú protegidos con material aislante tanto del avión, como con productos naturales de la isla. Los bambús se sueltan luego de pedalear unos minutos, así que hay que agarrarlos del molino de algún modo más permanente y efectivo. Me preocupa que encienda el radio y explote, como el susodicho perfume que dejó peladito un lado del bosque. Cada vez que recuerdo este episodio, más material aislante introduzco en los tubos de bambú. Pero no puede ser tanto que aísle la corriente, y con esto, termine mi sueño de enviar ese ansiado mensaje. Tengo que poder hacerlo a algún puerto cercano. Tengo obligatoriamente que lograr que mi invento sea aún más eficiente.

Pienso que estoy cerca de Francia, así que no dudo que ellos reciban mi mensaje, pero la verdad es que no me he atrevido a probar si el experimento funciona por el miedo de que, después de tanto esfuerzo, no sea así. Por otro lado, me asusta la idea de que, no sólo que explote el radio, sino que lo deshabilite para siempre. Todas esas consideraciones, sin embargo, son riesgos calculados, y muchas veces pienso que no intentarlo sería hasta más cobarde. De todos modos, he refrescado mi SOS en la orilla, y cada vez que llueve, cambio los señalizadores, pero desde el último navío hace semanas, no me parece que haya pasado alguno otro. De hecho, Sheila no me ha avisado, así que es más que probable que nada se perciba desde el horizonte. De todos modos, estoy preparado.

Por otro lado, mientras realizo decenas de pruebas tratando de ajustar los bambús, también pienso sobre alguna manera de rescatar la hélice del avión del fondo del mar. De algún modo, esa hélice me ahorraría quizás la mitad del pedaleo, si no es que puedo operarla de forma manual sin necesidad de ese esfuerzo, pero la pregunta sigue siendo cómo la rescato. Por cierto, todos los días cotejo a ver si están los tiburones, pero como ya saben, sólo se retiran si hay mal tiempo y/o corrientes marinas. Siento que el riesgo de trabajar con las corrientes lo valdría si no fuera porque mi barcaza podría perderse en alta mar si no calculo bien todo. Lo otro es soltar y luego arrastrar la hélice. Tendría que arrastrarla con mi pequeña barcaza unos 10 metros o algo más hacia la playa, donde los tiburones no se atreven a acercarse, pero, aunque no suene mucho, y aunque esa hélice no es tan pesada ni grande, el hecho de que se encuentre bajo agua la convierte en una labor casi imposible por mis medios.

Tampoco es cuestión de soltarla y subirla a la superficie. El peso que tiene debajo del mar había la labor imposible, aparte de que es más grande que mi barca, de modo que la única solución sería arrastrarla, poco a poco, hasta la orilla. Por otro lado, soltarla debajo del agua me tomaría quizás horas, que es otra dificultad que tengo que medir, pues los tiburones regresan siempre tan pronto mejoran las condiciones del tiempo o del agua. Si uso el repelente, puedo comprar quizás media hora, pero tampoco es garantía, pues no he tenido ocasión de probarlo con ellos. Quizás funcione, quizás no.

¿Qué haría Albert? Sí, me pregunto porque sé que estuvo en África, y la vida en la selva envuelve una relación directa con criaturas salvajes, mientras se trata de sobrevivir. No sé, pero a veces me pregunto si sería hasta factible trabajar con los tiburones allí. Lo que tendría que controlar es el miedo. Los tiburones perciben el miedo, y por lo que sé, no les gusta la carne humana, así que podría intentarlo con ellos allí. Casi siempre hay cinco, pero en algunas ocasiones, he visto dos o hasta uno. También he visto que, cuando no hay luz solar, suelen sumergirse. Quizás sea el hecho de que tienen lo que aparenta ser una visión adaptativa, y probablemente la sombra no les permite ver tanto más allá. Es posible, considerando todo, que quizás pudiera sumergirme en horas de la tarde. Eso no me da mucho campo de acción, pues tan pronto se hace oscuro no puedo dirigirme a la orilla, y podría hasta perderme. Aunque quizás una alternativa sea dirigir mi camino con las estrellas, así que estas noches me pondré a observar el cielo sobre esta isla para hacer un mapa mental de lo que pueda ver si es que, finalmente, decido que ya basta, y que tengo que rescatar finalmente esa hélice cueste lo que cueste. No sé si me decida aunque innegablemente tengo que aceptar que la necesito desesperadamente.

….

Llevo varias noches observando el cielo y la distancia. El único problema que tengo es que, de noche, no puedo determinar dónde está el avión desde acá. Aquí no hay postes, ni nada que me guíe, así que voy a tener que depender del cielo para dirigirme si es que me lanzo a esa peligrosa aventura marina. Y cuando llueve, hasta menos, pero ya creé un sistema para determinar cuáles son las condiciones propicias de lluvia. No, el día que realice la labor de rescate tiene que haber sol y pocas, si alguna nube en el cielo.

De todos modos, de día me la paso perfeccionando mi invento. La realidad es que ya le conecté el radio, pero la corriente no llega al aparato, por más fuerza que le dé al pedaleo. Y no, no tiene que ver con el material aislante, pues la energía alcanza los tubos, pero cuando llega a las baterías, estas, aunque se cargar algo, no tienen la fuerza suficiente para encender el radio. Ha sido un poco desilusionante este proceso, no puedo negarlo, pero en esas estoy, aunque no me rindo ni me decepciono, pero he llorado como niño cada vez que veo cómo la energía desaparece en un instante después de un esfuerzo maratónico. Me preocupa, incluso a veces, que el radio esté averiado, pero desde el principio, lo tengo protegido. Y no, no creo que se haya dañado. De hecho, fue lo primero que rescaté cuando salí del avión. No, la verdad es que no recuerdo cómo fue ese rescate, pues, ya saben, estuve un tiempo sin memoria, pero me he ocupado en reparar cualquier daño que tenga, incluso si tuvo algún contacto mayor con el agua. La verdad es que no lo recuerdo.

Llevo más de cinco años aquí, y es la primera vez que me encuentro en esta disyuntiva de tomar algún tipo de acción proactiva. Quizás es que el tiempo me llevó del conformismo a la acción, pero ahora más que nunca tengo esa resolución de salir de la isla y enfrentarme al mundo, no importa lo cambiado que esté. Y no importa si mi sitial ha cambiado; me he prometido convertirme en un adulto de provecho, en ser un digno y miembro del clan, en ser el hijo que nunca fui y quizás en alguien del que la tía Elroy se sienta orgullosa. La tía Elroy…cuánto la extraño. Me tomó estar aquí, solo, para entender lo que ella siempre nos decía sobre la disciplina. Si no hubiera sido también por ella, no hubiera sobrevivido. Pero…me siento triste todo el tiempo por ella también, si está viva, o si murió pensando que nos había fallado a mí y a Anthony. La tía, sí, siempre culpó a Candy por las desgracias de la familia por alguna extraña razón, quizás llamada Eliza y Neal Leagan, pero la realidad es que debe ser muy doloroso para ella tener que cargar con tanta desgracia entre los jóvenes del clan. Me pregunto si habrá culpado también a Candy de lo que pasó conmigo.

Es más que posible que sí lo hiciera, que la culpara y que hasta le reclamara. Candy nos enseñó lo que es ser libres, algo que iba muy en contra de lo que la tía Elroy consideraba etiqueta. Ella nunca se preocupó por el qué dirán. Hasta la oportunidad de entrar en el Real San Pablo se le quedó diminuta al colegio. Aunque siempre fuera una dama incluso más que cualquiera otra de las chiquillas que iban al colegio, Candy siempre mantuvo su espíritu libre, cuestionando la más ridícula de las reglas sociales y religiosas, siguiendo su propio libreto de vida, como aprendió en su Hogar con sus finas madres, como ella les decía. También fue por eso, no sólo por perseguir a Terry, que ella abandonó el colegio. Pero qué hubiera pasado si ella continuaba allí hasta que nos fueron a buscar por los ecos de guerra. Quizás nunca hubiera encontrado la oportunidad que tiene ahora de ser ella, y de vivir como quiere. Se esforzó por su empeño de convertirse en enfermera; quizás no hubiera ocurrido si se quedaba en el colegio. Se mudó a su propio departamento para cuidar de Albert; quizás no hubiera ocurrido de ella no estar como aprendiz en el Santa Juana, a donde lo llevaron a él. Candy siempre fue un ejemplo también de entereza. Por eso que no supiera cocinar era una minucia ante todas sus virtudes.

Me hubiera gustado que la tía Elroy la conociera más, pero eso siempre fue mucho pedir. No creo que, ni aún adulta, Candy hubiera logrado convencerla de nada, y menos viviendo sola con Albert en contra de su propia reputación. Aunque ya sabes lo que he pensado de Albert sobre su parecido con ciertos miembros de la casa. Puede ser una idea absurda, pero no me parece obra de la casualidad. Quizás de verlo, la tía Elroy, que es muy sagaz, se daría cuenta de lo que ahora pienso yo de él. Y recordando que el clan es muy grande, es posible que buscara la manera de encontrar su parentesco, si alguno, no sé. Son ideas locas que se me ocurren, en especial estando en soledad, como ahora.

Dónde estará Candy hoy, es algo que me taladra la mente, por su influencia y por ser una de las personas más dulces y buenas que haya conocido. ¿Estará hoy viviendo su sueño de amor con Terry más de cinco años después? ¿Estará con el único hombre que la merece, Albert, que no dudo que aún la ame a pesar de todo? No creo que fuera una decisión difícil para ella siendo que la convivencia pudo haber atado aún sus lazos con él. ¿Pero cómo será todo con ella ahora? ¿Estará más alejada o cercana hoy a los Ardlay? Es difícil pensarlo, pero la vida es extraña. Más aún, ya Candy es mayor de edad, así que muy bien pudo haber decidido dejar atrás todo lo que le trajo amargura y dolor, pero también alegría. Si no fuera por la oportunidad que le dio el tío William, Candy estaría hoy en una situación muy distinta, y hasta más pobrecita. Y por lo que sé, eso es algo, sino lo único que ella le agradecía al tío abuelo. Eso le dio las oportunidades que no hubiera tenido si su situación hubiera sido distinta. Y quizás, quién sabe, fue por la misma Annie por quien vivió todas esas oportunidades.

Annie, la que renegó de su procedencia incierta. Cuando se vio en la situación de perder lo único que creo que amaba entonces se abrazó a la vida que quiso dejar atrás, incluyendo a la que fue su amiga y hermana desde que nació, y fuera abandonada frente a las mismas puertas que su amiga. Annie nos contaba eso con cierto grado de vergüenza, quizás como una catarsis, pero, en parte, fue bueno, porque Candy, en ese momento, confió más que nunca en la única persona después de Albert que ella consideraba como parte de su familia. Así es la vida, no hay más que decir.

Continuará...

Nota: Además del asunto de la ingeniería, me he topado con que la imagen que tienen los lectores de la historia es diferente quizás a mi visión. Al final, les daré más detalles sobre los que le digo, pero les agradezco mucho las ideas que me presentan. Las considero y hasta he hecho las adaptaciones necesarias.