Peace could be an option

Capítulo 03


Abby esperó, incapaz de irse del lugar y con la mirada puesta sobre la placa de metal que flotó frente a ella. Sabía que una persona razonable no se quedaría ahí, pero no quería racionalizar el momento, era la primera vez que veía a alguien con habilidades que un humano no debería tener. Ella nunca pensó ser única, diferente sí, pero siempre imaginó que había otros como ella, aunque Erik no era exactamente igual.

Los minutos pasaron y lo vio regresar. Erik se quedó de pie en la entrada del pasaje, al parecer un poco sorprendido al ver que le había hecho caso y no tendría que ir a buscarla.

―¿Le haces caso a un hombre que acabas de conocer? ―preguntó él con interés.

―Es una situación especial ―replicó ella de forma defensiva. Era cierto, no debía de haberse quedado ahí.

Él se quedó en silencio e inclinó ligeramente la cabeza fijando la mirada sobre ella para luego sonreírle. Abby se sintió como una tonta cuando se percató que sus mejillas se ruborizaron, la sonrisa de Erik la desarmó por completo. Desvió la mirada ligeramente, quizás si no lo veía directamente su mente trabajaría mejor.

―Nadie nos molestará, pero es mejor que nos vayamos esta misma noche ―habló él y ella movió ligeramente la cabeza en señal de confusión―. Te estaban buscando, vine porque pensé que algo así podría ocurrir.

―¿De qué estás hablando?

―¿Hay algún lugar donde podamos hablar tranquilos? ―La interrumpió antes que soltara más preguntas, no quería tener esa charla ahí.

Ella lo dudó por unos segundos, pero estaba segura de que si quisiera hacerle daño ya lo habría hecho y era verdad que los hombres del vehículo que ayudó habían estado maldiciendo la nieve en lugar de sentirse aliviados o incluso asustados por el extraño fenómeno. Asintió ligeramente y caminaron por las calles vacías hasta llegar a una vieja casa. Avanzaron por el jardín y le indicó que la esperara frente a una ventana.

Erik levantó una ceja con curiosidad, pero simplemente esperó, ella lo había hecho cuando él se lo pidió, así que decidió devolver el gesto. No pasaron más de dos minutos y la ventana se abrió. La situación le provocó algo de gracia, a su edad entrar por una ventana a la casa de una mujer era ridículo.

―La señora que me alquila el cuarto es medio sorda y no ve muy bien, pero no quería arriesgarme ―explicó ella al verlo entrar, lo último que necesitaba era generar chismes sobre cómo traía hombres a la casa en la noche―. Y a menos que prefirieras ir al bosque no hay otro lugar tranquilo para hablar.

Él la observó con interés, la mayoría de mutantes que había contactado en compañía de Charles no tomó el hecho que su secreto fuera descubierto con tanta tranquilidad y sólo unos pocos de los que llegaron a conversar aceptaron su oferta. La situación era incluso más extrema en este caso, pero Abby parecía tomarlo bastante bien, posiblemente atraída al haber visto por primera vez a otro como ella.

Analizó rápidamente la habitación con una mirada. Había una cama en el centro con una mesa de noche, un pequeño tocador, una silla y un ropero. La verdad no parecía el cuarto de una mujer, era bastante impersonal.

―¿Ahora si me puedes explicar? ―preguntó antes de cruzar los brazos con fastidio―. Normalmente nadie me busca, tengo que pelearme para que siquiera me tomen en consideración.

―Siéntate ―sugirió él acomodando la silla cerca a la cama para poder estar frente a frente.

Comenzó a hablar, ya había dado la misma explicación antes, aunque tenía que admitir que lo hacía mejor en compañía de Charles; los dos hablando generaban un ambiente mucho más relajado. Pero por otro lado era mejor que Abby comprendiera lo serio de su situación, a diferencia de los otros alguien la estaba buscando y no eran amistosos.

―Y yo que pensé que eras una especie de héroe ―comentó ella dibujando una ligera sonrisa cuando terminó de escuchar―. Más que venir a salvarme viniste a arreglar un descuido.

―Es una forma de verlo ―aceptó él, aún interesado en lo tranquila que parecía seguir estando―. ¿Vas a venir? Aunque no lo hagas, insisto en que lo mejor es que te vayas de aquí.

―Iba a irme pasado mañana ―reveló Abby, mostrando un boleto de autobús que tenía sobre la mesa de noche―. Iba a regresar a casa.

―¿Y ahora? ―cuestionó mirándola intensamente. A diferencia de los otros mutantes que Charles localizó y aceptaron la oferta ella no era una adolecente, debía tener más experiencia con sus habilidades.

―¿Hasta Nueva York? ¿Quién paga el pasaje de avión? ―preguntó sonriendo un poco, como broma.

―Yo, por supuesto.

Ella lo observó por unos instantes, pensativa, sabía que tenía que decidir en ese instante, él no estaba bromeando. En cualquier otro momento de su vida ni siquiera hubiera considerado la oferta, pero sentía que estaba en la nada, sin dirección por donde encaminarse y que ante ella se presentaba una grandiosa oportunidad. Erik esperó en silencio, curioso de qué respondería, era consciente que se trataba de una decisión grande y no le estaba dando el tiempo adecuado para meditarlo como debía.

―Déjame empacar, no me demoro nada, nunca traje todas mis cosas ―pidió ella sacando una maleta de color naranja que estaba debajo de la cama.

―¿Y la dueña de casa? ―cuestionó él pensando en lo extraño que se vería que una persona desaparezca con sus cosas sin decir palabra. Se había encargado de los hombres que llegaron al pueblo, pero otros vendrían después e indagarían.

―Ya sabía que me iba, le diré que un amigo se enteró que me estaba yendo y vino a buscarme ―explicó Abby sonriéndole ampliamente.

―Te espero afuera en una hora ―dijo él antes de salir por donde entró.

. .

Se tomaron un par de horas de viaje hasta al aeropuerto más cercano en un automóvil alquilado, con el que Erik había llegado al pueblo inicialmente. Al estacionarse ella bajó del vehículo para buscar su maleta mientras él dejó las llaves del carro en la ventanilla del puesto de alquiler. Luego se dirigieron juntos a uno de los mostradores de las aerolíneas para comprar dos pasajes para el primer vuelo con destino a Nueva York.

―Documentos ―pidió la señorita que atendía, sonriendo ampliamente tras darle una mirada para nada discreta a Erik. Él sacó un pasaporte de nacionalidad Alemana y Abby mostró su licencia de conducir―. ¿Dos pasajes a Nueva York para usted y su novia? ―preguntó ella, buscando una confirmación seguida de una negación al notar que no traían aros de matrimonio.

―Sí.

La respuesta seca y cortante desilusionó a la mujer que luego de eso sólo emitió los boletos y les indicó que debían de esperar hasta las siete de la mañana. Abby no dijo nada, sólo se ruborizó ligeramente, incapaz de atreverse a aclarar la situación. Se había sentido bastante cómoda con él, pero en ese preciso momento su presencia le hacía sentirse un tanto intimidada. Erik tomó los boletos con fastidio, por su expresión parecía que no esperaba tener que perder tantas horas, recién eran las once de la noche.

―Vi una cafetería abierta cerca a la entrada ―comentó ella cuando se alejaron del mostrador, notando cómo Erik guardaba los pasajes dentro de su pasaporte.

―Hay que deshacernos de tu maleta primero ―indicó él viendo el objeto detrás de Abby, no era tan grande, pero era incómodo tener que llevarlo a todos lados, lo mejor era dejarlo en manos de los trabajadores del aeropuerto.

Sin la maleta se dirigieron a la cafetería a esperar. Abby ordenó un café y Erik un whisky, por varios minutos no hablaron, pero cuando sus pedidos llegaron ella se animó a romper el hielo.

―¿Estuviste en Argentina? ―preguntó, ganando de inmediato la atención de Erik acompañada de una mirada curiosa―. Cuando guardaste los pasajes reconocí el sello.

―Estuve ahí hace unos meses ―confesó con tranquilidad.

―¿Vacaciones?

―Negocios ―corrigió él endureciendo la mirada, tomando un trago de su bebida―. ¿Y tú? ―devolvió la pregunta, no pensaba que alguien se dedicara por pasatiempo a conocer sellos de migración de otros países, seguramente había estado ahí también.

―Mi tesis ―explicó ella―. Fui con un grupo…

―¿Mala experiencia? ―preguntó al notar que no sonaba muy animada.

―A mis colegas no les gusta la idea de una mujer en la profesión y lo dejaron claro desde el inicio.

―Una tesis no es al inicio ―recalcó él sonriendo un poco―. Quizás no captaste el mensaje.

―Lo capté muy bien, otra cosa es que no me importara lo que a ellos se les hiciera cómodo.

―¿Exactamente que estudiaste? ―preguntó, sin demasiada curiosidad, lo que realmente le interesaba de ella no eran sus estudios.

―Geología, aunque me especialicé en glaciología ―respondió sonriente, con un brillo en los ojos―. Supongo que me sentí atraída y la verdad también segura, en esos ambientes siento que tengo el control.

―Tus poderes, ¿a qué edad los desarrollaste?

―Once, quizás un poco antes ―respondió y al ver que él parecía no comprender su inseguridad con la fecha siguió hablando―. Mi abuelo fue el que lo notó, la verdad yo no me había percatado. Por eso es que no estoy totalmente segura, quizás lo hacía desde los diez y no me di cuenta ―explicó con tranquilidad―. ¿Y tú?

―A los doce ―respondió, a diferencia de ella, él podía decir hasta la fecha exacta en que sus habilidades se mostraron por primera vez―. Debió de haber sido algo pequeño para que no te hayas dado cuenta ―supuso, contrastando con él y la reja en Auschwitz en frente de los Nazi.

―Movimientos extraños en un lago al que iba con mi abuelo los fines de semana ―respondió luego de asentir―. Lo bueno de no vivir en medio de una ciudad es no tener vecinos cercanos, sino posiblemente todos se hubieran enterado.

―Pensabas regresar, ¿por qué aceptaste mi oferta? ―cuestionó él con bastante interés. Por como hablaba no parecía tener resentimiento hacía su familia.

―En casa siempre me apoyaron, la idea de regresar derrotada… ―respondió desviando la mirada. Si fuera hombre le sería mucho más sencillo encontrar otra oportunidad laboral, pero como mujer sabía que nuevamente tendría que pelear contra viento y marea incluso por un puesto mediocre y la verdad era que estaba cansada de esa situación―. Supongo que no estoy lista, pero tú me has dado la oportunidad de tener una excusa razonable para no regresar.

―¿Escuchaste bien lo que te expliqué? ―preguntó él seriamente, cuestionándose si ella realmente se daba cuenta de la magnitud de la situación―. No te estoy pidiendo que vengas a conocer otros como nosotros sino a usar tus habilidades en algo que va a ser peligroso ―puntualizó, seguro de que había explicado el enfrentamiento que tendrían contra Shaw.

―Lo sé, pero es una oportunidad única ―respondió bajando la mirada hacia la taza de café―. Nunca había encontrado a otra persona como yo y menos que me ofreciera llevarme con otros ―explicó Abby, claro que sabía que estaba aceptando algo peligroso, pero la idea de rechazarlo y posiblemente jamás volver a ver a otras personas como ella le era más espantosa que los peligros que su mente pudiera imaginar―. Es parte de lo que soy, una parte que nunca he podido explorar por completo.

Él sonrió, había visto ligeramente lo que ella podía hacer. Las habilidades de Abby serían de mucha ayuda, para pelear contra Shaw necesitarían todo el poder ofensivo posible y veía grandes posibilidades con ella. También parecía tener un buen control, a diferencia de los jóvenes que habían reclutado antes, aunque confiaba que Charles podría cambiar eso.

. .

El avión despegó a la hora exacta, era un vuelo de cuatro horas. Erik se sintió bastante satisfecho con su trabajo, llevaba consigo una mutante que los apoyaría y lo había logrado en poco tiempo, iba a regresar casi exactamente veinticuatro horas después de haber partido. Pensó en Charles, seguramente recién había empezado los entrenamientos, dudaba que hubiera hecho trabajar a los jóvenes desde el primer momento, quizás era lo mejor, así él también podría ayudar desde el inicio.

El peso extra sobre su hombro le hizo darse cuenta que su acompañante estaba completamente dormida. No le molestó, supuso que luego de quedarse toda la noche despierta esperando el vuelo sencillamente decidió dormirse y descansar un poco. Regresó la mirada al frente, para él pasar noches sin dormir no eran nada nuevo, menos cuando sentía que estaba tan cerca de alcanzar su objetivo. Aunque no tenían idea de su paradero, sabía que era cuestión de días antes de que resurgiera.

Al aterrizar el avión, Abby se despertó lentamente y soltó su cabello al notar que su cola estaba desecha. Se estiró y trató de acomodar un poco su melena, consciente de que debía de estar bastante desordenada.

―¿Dormiste bien? ―preguntó Erik con una media sonrisa y una pizca de burla.

―Erik ―murmuró ella, recordando dónde estaba y lo que había aceptado.

No se arrepentía de haber tomado una decisión tan importante sin meditarlo lo suficiente, pero tampoco podía decir que estaba completamente convencida, eso el tiempo lo decidiría. Era consciente que tomó la oportunidad porque se sentía sin rumbo fijo y porque quería conocer otras personas como ella. Su familia nunca la hizo sentir diferente o avergonzada por lo que era, no por sus poderes ni por el camino que tomó en la vida, pero había algo que ellos no podían darle, sensaciones y experiencias que no podían compartir, que quizás con Erik si podría.

Bajaron del avión sin contratiempos y fueron a buscar la maleta, aunque en esta ocasión fue él quien la llevó.

―No tienes que hacerlo ―aseguró Abby, no estaba acostumbrada a esos gestos por parte de un hombre que no fuera parte de su familia.

―La llevaste tú en Montana y prefiero que vayamos a mi paso ―replicó sin ceder, avanzando hasta la entrada del aeropuerto para buscar un taxi.

Sin perder el tiempo se dirigieron Westchester para reunirse con el resto. Abby observó el camino con mucho interés, nunca había estado en Nueva York y aunque no era una visita turística nadie podía decirle nada por admirar los grandes edificios a lo lejos. El viaje se hizo corto y se detuvieron frente a una gran reja, no se veía ninguna casa desde ese punto. Erik pagó el taxi e insistió en que no había necesidad de ingresar.

―¿No sería mejor si nos hubiera llevado hasta adentro? ―cuestionó ella cuando el taxi se fue, notando que gracias a los árboles y arbustos no lograba ver nada al interior de la propiedad.

―Puede que estén haciendo cosas que el taxista no deba ver ―explicó, abriendo la reja sin tocarla, invitándola a pasar primero mientras la maleta parecía seguirlos siendo jalada por las pocas partes metálicas que tenía.


Notas de autora: De regreso a la mansión y a lo que se ve en la película. Abby ha tenido su propia batalla por ser diferente, claro que nadie trató de matarla o agredirla en toda la extensión de la palabra. Las mujeres siempre han trabajado aunque la imagen de las películas sea diferente, con la clásica ama de casa como regla general, pero lo que es cierto es que recién luego de la Segunda Guerra es que se comenzó a sentir el flujo femenino ingresando a las universidades y al correspondiente mercado laboral. Las ciencias e ingenierías se mantenían fuertemente en terreno masculino para esos años e incluso hoy en día aún se puede ver.

¡Charles va a estar calvo para la película que se viene! Me tomó por sorpresa la noticia, aunque tiene algo de sentido, el personaje va a estar de 50 años y mejor calvo total que a medias. Tiemblo con las imágenes de Jean, Jubilo y Nocturno… los 80s fueron una época oscura para la moda, aunque todo estará bien mientras mantengan a Erik y Charles con ropa decente xD.

Y recuerden los reviews hacen feliz al autor y de paso así conozco gente con la que hablar un poco sobre X-Men. También para compartir teorías o pedir sugerencias para más adelante en la historia, esta primera parte está señalada por la película, pero luego es campo abierto.