Peace could be an option

Capítulo 08


En un día se cumplirían las dos semanas desde que llegó a la mansión de Charles, pero le era difícil de creer lo rápido que había pasado todo, como si sólo se tratara de un par de días. La mayor parte de su tiempo lo invirtió en entrenar en compañía de Erik o por su cuenta, aunque a la hora de la cena todos solían reunirse.

No sabía casi nada de su "entrenador" fuera de que era alemán, tenía una cuenta personal pendiente con Shaw y que había situaciones que dejaban ver bastante agresividad en él, aunque de alguna manera lograba mantenerse en control. Exteriormente se dejaba ver como un hombre confiado, inteligente, carismático de una manera distinta a la de Charles y capaz de adaptarse rápidamente a diferentes situaciones. También parecía no tener ningún tipo de prejuicio en contra de las mujeres que decidían salir del cuadro marcado por la sociedad, aunque eso no evitaba que los días que estaba de mejor humor se divirtiera recordándole que la había encontrado trabajando de mesera en un restaurante y no como geóloga.

El sonido que generaba el metal cuando Erik decidía forzarlo a desplazarse le alertó de inmediato que debía comenzar a moverse. Si bien el entrenamiento se enfocaba en ella tratando de atacarlo y él desviando o bloqueando lo que le lanzaba, habían ocasiones en que Erik decidía tomarla por sorpresa para ver que tan rápido reaccionaba y si era capaz de recuperarse adecuadamente para poder continuar.

Con un veloz movimiento salió del alcance de un cable que se acercó a ella serpenteando por el suelo. Se demoró un instante en recobrar el equilibrio para luego lanzar una esfera de agua que fue bloqueada de inmediato con la puerta de un automóvil.

―¡Le sacaste la puerta al auto de Charles! ―recriminó al reconocer el color rojo del vehículo que había usado una vez. No tenía idea desde dónde lo había traído, el automóvil debía estar en el garaje y ellos estaban entrenando en el jardín trasero que se encontraba bastante alejado de la casa.

―Concéntrate ―advirtió él con una expresión de superioridad que provocó un escalofrío en la mujer.

Abby giró ligeramente el rostro y sólo atinó a lanzarse torpemente contra el suelo para evitar la otra puerta que venía directamente contra ella. Sintió el metal rojo pasar por encima de su cabeza a toda velocidad, tocando su cabello. Se levantó enfurecida y comenzó a lanzar pequeñas ráfagas de agua contra Erik, si no hubiera reaccionado a tiempo estaría tumbada en el suelo con el cuerpo lleno de heridas.

Erik bloqueaba los ataques sin dificultad, utilizando ambas puertas como escudos que levitaban alrededor de su cuerpo. Tras bloquear repetidos intentos por acertar algún golpe contra él, no pudo evitar que una media sonrisa condescendiente se formara en su rostro.

La actitud sólo enojó más a Abby, pero a pesar de eso, pudo notar que Erik parecía haber entrado en un estado de excesiva confianza. Trató de calmarse para aprovechar la oportunidad, no era extraño verlo sumamente seguro de sí mismo, lo extraño era ver cómo sus movimientos perdían velocidad de reacción. Sin pensarlo dos veces lanzó una gran ráfaga de agua contra el escudo improvisado e instantes antes del golpe solidificó el líquido rápidamente, consiguiendo que la puerta retrocediera fuertemente e impactara contra el cuerpo de Erik.

Como reacción inmediata la puerta salió despedida a toda velocidad en contra de Abby. Ella trató de esquivarla, pero no pudo percatarse del otro objeto metálico de color rojo que venía a ras de suelo, listo para que colocara su pie encima y hacerle perder el balance por completo. Cuando cayó al suelo no volvió a intentar ponerse de pie; estaba cansada y las puertas que giraban alrededor suyo estaban listas para truncar cualquier intento por lanzar un contraataque. Con tranquilidad Erik se acercó hasta donde ella y le tendió la mano dando por terminado el entrenamiento.

―Tú también deberías concentrarte más ―rió ella aceptando la mano para levantarse, estaba contenta de al menos haberlo golpeado con la puerta con la que repelió todos sus intentos por alcanzarlo.

―Sólo estás viva porque no quiero hacerte daño ―recalcó Erik. Aunque Abby podía controlar sus poderes con bastante habilidad, no se comparaba con él, ni lo que él era capaz de hacer si la situación lo requería.

Abby desvió la mirada y lo remedó en voz baja, pero con toda la intensión de que la escuchara. Normalmente era bastante centrada, pero cuando perdía y él recalcaba la diferencia entre sus poderes no podía evitar que alguna actitud un tanto infantil se le escapara.

―Quizás debería pedirle algo a Hank ―comentó pensativa al ver que Erik no iba a replicar nada más sobre el resultado de su entrenamiento―. A Sean y Alex les ha ayudado bastante.

―Algún tipo de contenedor de agua podría ser útil ―respondió Erik recordando que ella había bromeado con eso antes. No tenían idea dónde sería el combate y si ella podría tener suficiente material con el cual trabajar―. Claro que podríamos evitar que cargues un barril si es que aceptaras tratar probar tus poderes con algo vivo.

―¿Cómo se dice no en alemán? ―cuestionó ella cruzándose de brazos―. Te lo he dicho tantas veces que creo que no me estás comprendiendo.

―Sólo tratar, sería decisión tuya usarlo o no ―continuó él, haciendo caso omiso a la negativa.

―Porque mejor no te enseño a usar tus poderes para algo más delicado ―replicó Abby, levitando un una pequeña cantidad de agua a sus manos para modelarlo en un pequeño pingüino de hielo.

―No creo que vaya a trabajar en el negocio de las manualidades.

―No puedes saberlo ―rió ella y se encogió de hombros―. Además no es sólo por el resultado, la precisión es igual de útil que poder controlar grandes cantidades de metal.

―Por el momento no creo que necesite algo preciso, mi objetivo es suficientemente grande ―replicó, no necesitaba golpear un punto exacto de Shaw, le bastaba con poder matarlo. Aunque la verdad era que su venganza sólo sería plena si podía devolverle también el único recuerdo físico que conservaba del tiempo que estuvo entre sus manos―. Mañana seguiremos ―anunció luego de notar que era casi medio día. Charles lo había convencido para tener una sesión de entrenamiento, tenía mucha confianza en que podía ayudarlo a desarrollar más sus poderes. Él por su parte tenía un par de ideas en mente para forzarse a mejorar y sabía que la única persona que quizás accedería llevarlas a cabo sería Charles, así que aceptó reunirse con él esa tarde―. Tú deberías seguir, aún tienes mucho por mejorar.

―Vas a seguir diciendo eso hasta que decida dejar a alguien como una pasa… si es que puedo ―comentó rodando los ojos―. Eso te gustaría.

―Quien sabe ―respondió él unos momentos después, la idea en sí misma era tentadora.

. .

Charles había quedado con Erik para ayudarlo a entrenar, pero jamás pensó el tipo de propuesta que le presentaría como ejercicio. Cuando le entregó una pistola M1911A1 que asumió había tomado de la base de la CIA antes de partir a la mansión y le explicó lo que quería que hiciera se quedó sin palabras, la idea era ayudarlo a mejorar, no darle un empujón hacía el otro lado. Sin embargo el rostro emocionado de Erik hizo que dudara en negarse, parecía bastante convencido de que era una buena idea.

―¿Estás seguro? ―preguntó tratando de mantener el pulso firme al quitar el seguro del arma y dirigirla a la cabeza de su amigo.

―Estoy seguro ―afirmó Erik visiblemente emocionado. Los días que llevaba ayudando a Abby, había siendo testigo de avances notables en ella y deseaba algo similar para él. En las últimas sesiones de entrenamiento comenzó a presionarla para que lo atacara realmente y así sacar provecho también. Pero la naturaleza de Abby no le permitía verlo como un enemigo y mantener el flujo de ataques reales de forma constante, ella no quería arriesgarse a lastimarlo y él no ganaba mucho de simulaciones, necesitaba situaciones peligrosas si quería ver un avance propio.

―Muy bien ―Tomó aire por un instante, tratando de disipar sus dudas y hacer lo que le estaba pidiendo, pero ni el rostro extrañamente sonriente del alemán logró a convencerlo de apretar el gatillo―. No. No, no puedo. Lo siento ―se disculpó bajando el arma ante la mirada de desencanto de Erik―. No puedo disparar a quemarropa, menos a mi amigo.

―Vamos. Sabes que puedo desviarla ―insistió Erik de inmediato, tomando la mano de Charles y colocándose el cañón de la pistola contra la frente―. Siempre dices que debo esforzarme.

―Si sabes que puedes desviarla, no es un desafío ―refutó el telépata, volviendo a bajar el arma y pensando rápidamente cómo evitar que Erik siguiera presionándolo―. ¿Qué sucedió con el hombre que intentó de elevar un submarino?

―No puedo ―soltó, tomando de mala gana la pistola que Charles le devolvía―. ¿Algo tan grande? Necesito la situación, la ira … ―explicó, sus emociones podían disparar por los cielos el poder de sus habilidades.

―No, la ira no alcanza ―interrumpió Charles, consciente de que iba a tener que probarlo.

―Funcionó todo este tiempo ―declaró Erik de inmediato, había sobrevivido al infierno de los campos de concentración, los experimentos de Shaw y luego a un continente empobrecido por la guerra gracias a su ira.

―Casi te mata todo este tiempo ―aclaró Charles ante la mirada curiosa del otro mutante―. Ven ―pidió, dándole un ligero toque en el brazo para que lo siguiera hacía el balcón del jardín en el se encontraban―. Probemos algo un poco más exigente.

Erik lo siguió con curiosidad, colocando el seguro de la pistola nuevamente. La verdad era que habían pocas posibilidades de conseguir métodos para mejorar sus habilidades que no fueran un combate real y dado que Abby no estaba dispuesta a atacarlo sus opciones se reducían considerablemente. Raven y Hank necesitaban acercarse cuerpo a cuerpo contra él y eso lo podía evitar rápidamente, los poderes de Sean y los de Alex actualmente eran fácilmente predecibles, su trayectoria era mayormente lineal. Su única opción era encontrar un método con ayuda de Charles.

―¿Ves eso? ―cuestionó el telépata, señalando con la mirada la antena que se encontraba en el límite de su propiedad―. Trata de girarlo hacia nosotros ―pidió ante la mirada poco convencida, aunque atenta de Erik―. Cuando trataste de tomar control del submarino de Shaw fuiste arrastrado, pero tengo la seguridad de que eres capaz de manipular algo de ese tamaño.

Erik observó el objeto a lo lejos por unos segundos antes de darle una mirada a su amigo que esperaba unos pasos detrás de él. No sólo la antena era de un tamaño descomunal, sino que se encontraba a cientos de metros de distancia. El reto le dio curiosidad y encendió su lado competitivo; nunca había tratado algo así, menos en una situación donde se encontraba tranquilo. Tomó aire y extendió las manos, comenzando a tratar de controlar la antena, pero la estructura era gigantesca. Su cuerpo comenzó a temblar por el esfuerzo, intentó a pensar en Shaw y activar la ira que guardaba para poder concretar el pedido, sin embargo fue en vano. Se vio obligado a detenerse de golpe y apoyarse sobre el barandal que tenía en frente para retomar el aliento.

Charles no se sorprendió, realmente no esperaba que pudiera moverlo al primer intento.

―Sabes ―habló con tranquilidad―. Creo que la verdadera concentración se encuentra en un lugar entre la furia y la serenidad ―explicó, ganando la atención de Erik―. ¿Te importaría sí…? ―preguntó elevando sus dedos hacia el lado de su frente para enfocar sus poderes y cuando Erik le dio el consentimiento ingresó por segunda ocasión a la cabeza de su amigo.

La mente de una persona como Erik era un espacio complicado, necesitaba buscar algo que compensara el asfixiante deseo de venganza que reinaba en su interior. Localizar el foco de la ira fue tarea sencilla, casi todos los recuerdos y acciones de las dos últimas décadas de la vida de su amigo estaban relacionadas de alguna manera a el día en que conoció a Shaw. Pero sabía bien que tanto odio no había surgido de la nada, una persona que había sentido el rechazo desde pequeño y que siempre fue maltratado no hubiera sido capaz de caer tan duramente si ya se encontraba en el suelo desde un inicio. Fue en ese momento que se permitió adentrarse en lo que sabía fue el catalizador para todas esas emociones negativas: Edie Lehnsherr.

Fue ahí donde encontró la luz que estaba buscando, en un rincón muy resguardado en el fondo de la mente del alemán. Parecía como si Erik hubiera tratado de proteger esos momentos valiosos, recluyéndolos, alejándolos de la ira y resentimiento que contaminó su ser por tanto tiempo. Edie había sido una mujer que trató de proteger a su hijo de la realidad que los rodeaba, tratando de darle todos los momentos tranquilos y felices que podía, además no dejar que perdiera la esperanza de un mejor futuro. Pero el recuerdo más brillante que encontró fue una noche de Hannukkah, cuando ambos estaban prendiendo las velas del menorah, fue ahí que pudo sentir lo reconfortante que había sido la presencia de Edie para su hijo.

―¿Qué me hiciste? ―preguntó Erik luego de sentir la ola de emociones inundarlo gracias a recuerdos que no tenía hace mucho.

―Accedí al rincón más brillante de tu sistema de recuerdos ―explicó, acercándose un poco para poder hablarle frente a frente―. Es un recuerdo muy hermoso, Erik. Gracias ―añadió, controlando el tono de su voz, no sólo vio los recuerdos, sino que fue capaz de compartir las emociones que en ese momento estaban invadiendo a Erik.

―No sabía que aún tuviera eso ―confesó incómodo por las lágrimas que brotaban de sus ojos en la presencia de Charles, no quería mostrarse débil o vulnerable. Cuando aceptó que entrara a su mente pensó que estaba listo para lo que el telépata desenterrara, pero la verdad era que lo que descubrió era sumamente personal.

―Tienes mucho más de lo que sabes. No sólo dolor e ira ―habló Charles, él lo sabía, pudo sentirlo dentro de toda la tormenta de emociones por la que navegó―. Hay cosas buenas también, lo sentí ―aseguró, ante la mirada algo incrédula de Erik―. Cuando puedas acceder a todo eso, poseerás un poder que nadie podrá igualar. Ni siquiera yo ―admitió, porque realmente lo creía, su amigo era una persona especial, de eso estaba seguro―. Vamos. Intenta otra vez ―instó, dándole una palmada en el hombro.

Erik volvió a dirigir la mirada hacia la antena y extendió una de sus manos. No se sentía en su mejor momento, lo que Charles hizo repercutió en todo su ser, le costaba controlar el temblor en su cuerpo y las lágrimas que querían brotar de sus ojos. Pero en cuanto trató de mover la antena sintió como esta reaccionaba de inmediato a pesar de no estar haciendo un esfuerzo descomunal como en su primer intento. Fue ahí que abrazó la todas las emociones que lo invadían, el odio que lo acompañó por años, la felicidad y esperanza que su madre siempre le dio y la alegría al ver como sus poderes fluían de una forma tan natural.

Cuando la antena giró por completo hacia ellos, una gran sonrisa se formó el rostro de Erik antes de dejar fluir una risa que fue de inmediato acompañada por una de Charles.

. .

Abby avanzó por el corredor del primer piso en dirección a la sala donde Moira le comentó que se iban a reunir para ver el anuncio del presidente respecto a las acciones que se tomarían contra los avances rusos. El sonido a metal retorciéndose hizo que desviara su atención por una de las ventanas y notara como la gigantesca antena que se encontraba en los límites de la propiedad comenzaba a girar. Sabía que no era un objeto estático, pero estaba segura de que se debía de mover mucho más lento y sin ocasionar un sonido tan notorio. Fue ahí que escuchó las risas de Erik y Charles y comprendió con asombro quién había ocasionado el evento. Moira se asomó por una ventana avisándoles que faltaba poco para que el presidente se dirigiera a la nación y ambos hombres comenzaron a caminar hacia la mansión.

Todos se encontraban reunidos frente al televisor, escuchando cómo la amenaza de una guerra nuclear se materializaba de forma sumamente real y casi inminente. Charles y Erik estaban de acuerdo en que encontrarían a Shaw en medio del conflicto, asegurándose que todo fuera de acuerdo a lo que había planeado para conseguir desatar la Tercera Guerra Mundial.

―Les sugiero que duerman bien ―aconsejó Erik antes de retirarse, dejando al resto viendo el final del comunicado.

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Abby terminó de asearse y decidió salir de su habitación a caminar un poco para despejar su mente. Acababa de anochecer y la mansión estaba en completo silencio, luego de las noticias poco alentadoras y el anuncio de que al día siguiente partirían para enfrentarse a Shaw no era de extrañar el ambiente un tanto sombrío.

Frotó un poco sus brazos para calentarse, eran los últimos días de Octubre y aunque faltaba para el invierno, esa noche la sentía especialmente fría. Caminó hasta fuera de la mansión y se acercó a los jardines posteriores. Fue ahí que vio a Erik, con la mirada fija en el espacio y una moneda levitando entre sus dedos.

―¿No habías dicho que era mejor que fuéramos a descansar? ―preguntó ella acercándose y captando su atención.

―¿Planeas enfermarte? ―replicó, mirando la minifalda que llevaba.

―Me cansé de la ropa de deporte ―respondió con tranquilidad―. Y no esperaba que hiciera tanto frio ―agregó y luego se quedó en silencio. Había salido para meditar un poco las cosas, por un lado quería estar sola, pero él había llegado primero, no podía pedirle que se fuera.

―¿Nerviosa? ―cuestionó Erik al prestarle más atención.

―No sé si esa sea la palabra ―respondió cerrando los ojos por un momento―. La verdad no sabría explicarlo.

―Si te concentras estarás bien ―aseguró él dirigiéndole la mirada―. Yo me encargaré de Shaw y el resto no van a poder hacer mucho contra todos ustedes.

―¿Y después?

Erik no respondió, esa pregunta podía significar muchas cosas. ¿Qué sucedería con el grupo luego que vencieran a Shaw? ¿Qué ocurriría con la amenaza de una Tercera Guerra? ¿Cómo actuaría el mundo al enterarse de su existencia? y personalmente para él ¿qué haría con su vida cuando Shaw estuviera muerto?

―Pensé en llamar a casa… ―habló ella luego de unos minutos en silencio. Pero no lo había hecho, su lado positivo le decía que era mejor llamarlos luego de que toda la crisis terminara, porque creía que terminaría y que todo el caos que se sentía sería algo pasajero. Si hablaba con su mamá no podría negarse a ir con ella, el miedo por la amenaza nuclear estaba concentrado en el sur de la costa este, pero eso no iba a relajar a su madre y ni decirle que pensaba ir al centro de la tormenta―. Creo que recién me doy cuenta realmente que significaba aceptar venir contigo.

La compañía de Erik era agradable, pero lo que deseaba en ese momento era sentarse con tranquilidad y acomodar sus ideas. Se sentía confundida, quería ayudar, sabía que estaba haciendo lo correcto al poner sus habilidades para detener a un hombre con ideas locas y la capacidad para realizarlas, pero también estaba comenzando a darse cuenta a todo lo que se estaba exponiendo. Ella no era una persona agresiva, jamás en su vida se había peleado con nadie y no creía que las cosas se debían resolver a los golpes. Y aunque era consciente de todo, su cerebro parecía no querer darle respuestas claras, no importaba cuanto lo pensara; había un conflicto en su mente que no podía arreglar. Un lado le decía que debía seguir, que era lo correcto y otro lado había despertado fuertemente para decirle que estaba cometiendo una locura y debía de regresar a su casa y olvidarse de todo.

―¿Te arrepientes? ―indagó él con curiosidad, acercándosele.

―No ―respondió sonriéndole―. Sólo espero poder decir lo mismo mañana ―Erik posó sus ojos sobre los de ella en silencio.

Abby pensó que planeaba decirle algo, pero el hombre se acercó aún más hasta que la distancia que los separaba desapareció. Nuevamente repitió la escena de la noche en que ella estuvo buscando la tesis de Charles y tocó suavemente su cabello para luego, sin aviso, besarla. No era la primera vez que la besaban, pero el acto la tomó por sorpresa y se quedó inmóvil por un instante. Cuando reaccionó devolvió el beso, a pesar del poco tiempo que lo conocía y lo poco que sabía de él, se mentiría si dijera que Erik no le gustaba.

Al no ser rechazado Erik la rodeó por la cintura para acercarla más y aumentó la intensidad del beso, habían demasiadas cosas que pospuso en su vida y sentía que no debía seguir haciéndolo. Por unos segundos se olvidó de todos los problemas, lo único que tenía en mente era lo bien que se sentía en ese momento y lo agradable que estar en compañía de Abby. Pero la realidad era diferente, si quería sentirse plenamente libre para gozar de cosas nuevas tenía que cerrar el tortuoso y largo capítulo de su vida en el que aún se encontraba.

―Ve a dormir ―aconsejó separándose ligeramente, para luego retirarse, dejándola sola y sin oportunidad de responder. Él también tenía que pensar un poco, Charles le había ayudado a alcanzar un nuevo nivel con sus poderes, pero también abrió una puerta que llevaba mucho tiempo cerrada. Lo que necesitaba era algo que lo obligara a enfocar su mente y quizás un juego de ajedrez con su amigo podría ayudarlo con eso.

. .

¿Paz? No podía creer que le hablara de paz, él aceptó unirse para conseguir su venganza y no le cabía duda de que Charles estuvo completamente consciente de ello. Un par de semanas en relativa tranquilidad no iban a modificar una vida entera bajo la marca de la guerra y los experimentos de Shaw. Pero eso no era lo que le molestaba tanto, ¿acaso Charles no se daba cuenta de lo que ocurriría? Le costaba creer que una persona tan inteligente y con las habilidades mentales que poseía pudiese ser tan ingenua. Se detuvo un instante al llegar frente a su habitación y posó la mirada en la luz que se colaba por debajo de la puerta contigua. No sabía bien porqué besó a Abby, lo último que necesitaba era distraerla a pocas horas de partir a Cuba, pero con sus pocos recuerdos felices aflorando gracias a Charles y la ansiedad por sentir el final de Shaw tan cerca, le costaba mantener sus emociones a la raya.

Entró a su habitación dispuesto a descansar y enfocar su mente en el hombre que arruinó su vida, pero parecía que el destino sencillamente no iba a permitírselo. Sobre su cama se encontraba Raven, cubierta por las sábanas y aparentemente desnuda. Cruzó un par de palabras con ella con la intensión de hacer que abandonara su habitación, no comprendía qué hacía ahí, estaba seguro que Hank tenía toda su atención y aunque no fuera así, ellos no habían cruzado muchas palabras.

Cuando Raven retomó la imagen con la que solía mostrarse al mundo tras un intento fallido de seducirlo, tomando una apariencia más adulta, la observó con detenimiento y afirmó que prefería a la Raven real. La piel azul de la joven apareció lentamente hasta cubrirla por completo, mostrando también su cabello rojo y llamativos ojos amarillos. El lenguaje corporal de ella dejaba ver lo vulnerable que se sentía, no sólo se escondía del mundo exterior, sino también de todos los que estaban en la casa e incluso de sí misma.

―Perfección ―Erik no pudo evitar que la palabra saliera de su boca. A sus ojos, los mutantes estaban por encima de los humanos y a diferencia de los otros habitantes de la casa, la forma real de Raven le permitía distinguirse de inmediato, incluso al punto de poder considerarse otra especie.

―¿Me pasas mi bata? ―preguntó ella, con un tono que denotaba que no se sentía completamente cómoda.

―No tienes que ocultarte ―dio como respuesta y comenzó a acercarse. No se refería a la bata, sino a toda su vida, Raven no debía de seguir ocultándose detrás de una falsa apariencia de normalidad. Se sentó en la cama y ella se acomodó un poco―. ¿Alguna vez miraste un tigre y pensaste que debías cubrirlo?

―No, pero… ―respondió ella sonriendo y desviando un poco la mirada. No había pasado más de una hora desde su conversación con Hank. Siempre se había sentido con la necesidad de ocultarse, temiendo lo que otros pensarían de su forma real, pero las palabras del muchacho le dolieron muchísimo, fue por ello que fue a buscar a Erik, él parecía distinto.

―Eres una criatura exquisita, Raven ―agregó sin dejar de mirarla―Toda tu vida el mundo ha tratado de controlarte. Es hora de que seas libre ―Se inclinó hacia el frente y la besó. Quería que ella abrazara lo que era, que compartiera su punto de vista y dejara atrás la visión inocente de Charles que sólo conseguía que tuviera vergüenza de sí misma. Quería probarle que era perfecta y para eso nada valía más que una acción, las palabras se las llevaba el viento.

Cuando el beso terminó él se separó ligeramente manteniendo la mirada sobre ella. Raven era la hermana de Charles, aunque no los uniera la sangre, y no pensaba ir más lejos de lo que ya había llegado. Sabía que ella no estaba ahí por estar enamorada, lo que buscaba era aceptación de forma desesperada y eso era lo que le dio. Ella sonrió un poco y se puso de pie, mostrándose por completo, avanzó hasta la puerta dándole una última mirada y luego salió sin decir palabra.

Erik observó la bata de la joven, tenía que deshacerse de eso en caso Charles decidiera visitarlo. Sentía que había hecho lo necesario, Raven no debía de sentirse inferior, sino todo lo contrarío, debía aceptarse por completo.

Pensativo, se comenzó a desvestir para recostarse en la cama, era la segunda mujer que besaba esa noche. Podía comprender qué lo llevó a besar a Raven unos momentos antes, la muchacha quería sentirse aceptada y deseada en su forma natural, pero Abby era diferente. Por más que lo pensara le costaba siquiera tratar de entender porque se había acercado tanto a ella.

Si se trataba de un intento por exaltar el lado mutante la mujer que descansaba en el cuarto de al lado no sobresalía, se veía completamente normal. Quizás era la seguridad, ella tenía control sobre sus poderes y no dejaba ver ningún tipo de incomodidad por ser diferente. Su mente le recordó lo destacable que era como había logrado abrirse camino en un mundo hostil, acababa de chocar contra una roca en el camino, pero estaba seguro de que de no haberla reclutado ella ya hubiera sorteado el problema. Se sentía a gusto con Abby, no lo suficiente como para abrirse, pero dudaba que eso fuera a darse jamás, sus demonios eran sólo suyos.

Si todo salía como estaba planeado, Shaw dejaría este mundo y le permitiría ahondar por rumbos casi desconocidos para él. Cuando llegó a Estados Unidos por primera vez, tratando de obtener información sobre el destino de algunos hombres cercanos al partido Nazi, se asentó una temporada en Nueva York, ahí conoció a una mujer con la que compartió un par de meses de su vida. Ella también era una sobreviviente del holocausto, pero no de ascendencia judía sino gitana, Magda. Los conflictos de pareja se dieron rápido, él no podía olvidar su venganza y ella aunque casi no lo decía abiertamente, sólo quería dejar todo atrás. Un día luego de avisarle que al fin había logrado encontrar una pista sobre el grupo de Nazis que le interesaba, ella desapareció sin decirle palabra, llevándose unas pocas pertenencias. Él pudo haberla buscado, pero no lo hizo, decidió que debía seguir el rastro de Shaw.

La única relación personal estable que tuvo en toda su vida fue con su familia, eso nunca le causó malestar, no había manera de que pudiera olvidar su venganza y armar vínculos con facilidad. Sentía que no debía adelantarse a los hechos, pero las cosas estaban cambiando y pronto tendría oportunidades nuevas. Él sabía perfectamente que la vida se podía acabar de un momento al otro y que era una ridiculez dejar que el tiempo pasara en vano. Por primera vez la idea de darse una oportunidad no le parecía una locura que acabaría en desastre y el recuerdo de sus pocos años felices lo llamaban instándole a tratar de rearmar algo similar a lo que perdió.

Pero también estaba la preocupación a que todo se repitiera. Ahora sabía lo que él era, que había otros como él y podía sentir como la tormenta se estaba acercando. La diferencia es que estaba listo y dispuesto a impedir otra masacre contra los que consideraba los suyos, ahora si podía detener a los que quisieran dañarlos.

Giró y vio la hora, era cerca de la media noche. Fue al baño a refrescarse, aun indeciso y fastidiado con su incapacidad de enfocarse en Shaw y no dar un paso antes de tiempo. No regresó a la cama, salió de la habitación y se dirigió a la puerta de al lado. Cuando vio que la luz seguía prendida simplemente quitó el seguro y entró, aunque no sabía aún qué dirección tomar con su vida, tenía algo claro, quería más que simplemente vagar por el mundo sin sentido.

. .

Abby no podía conciliar el sueño, no sólo tendría que subirse en un avión militar en un par de horas para volar hasta Cuba a detener a un loco, sino que Erik había decidido que el mejor momento para besarla era previo a eso. Había aceptado casi desde un inicio que el hombre le atraía muchísimo, pero el no poder comprenderlo le generaba un poco de rechazo cuando imaginaba algo más personal con él. Erik no hablaba nada de sí mismo y a veces le provocaba escalofríos sus miradas, pero tampoco podía negar lo feliz que le hacía poder estar con alguien sin preocuparse qué pensaría de ella. Esa era la verdad, no se sentía juzgada por sus decisiones y además podía mostrar ese aspecto de su vida que siempre fue un secreto familiar.

Visualizar una relación con Erik era difícil, no sabía siquiera qué ocurriría cuando regresaran de Cuba, porque regresarían de Cuba, sencillamente se negaba a pensar que algo malo ocurriría. ¿Qué haría? No se imaginaba llevando a Erik para que su familia lo conozca, posiblemente luego de un par de minutos tendrían la misma información sobre él que ella tenía. Además un beso no tenía que significar algo más allá de un beso.

Sintió un pequeño sonido y se tensó, si bien abrir seguros no era imposible por métodos normales, sólo imaginaba a Erik haciéndolo en esa casa. Estaba de espaldas a la puerta y mordió ligeramente su labio al sentirlo ingresar sin decir palabra, no sabía si girarse, decirle algo, botarlo o sencillamente hacerse la dormida y esperar.

Antes de poder tomar una decisión, sintió un peso extra sobre la cama, las sábanas levantándose y un cuerpo que se acomodaba detrás de ella. Giró ligeramente la cabeza, delatando que estaba despierta si es que él no se había dado cuenta aún, y cruzó miradas con Erik. Quería decir algo, pero su mente estaba en blanco, no ayudaba tampoco el silencio de él. Le costaba descifrar la mirada de Erik, en las pocas semanas que lo conocía había sido testigo de un amplio abanico de emociones, pero la forma en que la miraba en ese momento era algo nuevo para ella. Sintió como él se acomodaba más cerca y la rodeó con los brazos, obligándola a girar nuevamente el rostro y perderlo de vista.

Abby podía sentir el calor que Erik irradiaba, pero aparte de eso era como si su espacio no estuviera siendo invadido. No se sentía amenazada y tras la sorpresa inicial había logrado relajarse. No había forma que se asegurara, pero parecía que su acompañante sólo quería quedarse ahí quieto y en silencio.

Los minutos pasaron y fue ahí que sus ojos se posaron sobre el antebrazo izquierdo de Erik, notando los números tatuados. Le tomó un instante darse cuenta qué era lo que estaba viendo y casi de forma automática muchas de las actitudes de él comenzaron a tomar sentido. Sin poder contenerse sus dedos tocaron la piel marcada y pudo sentir como el hombre que la abrazaba se tensó por un instante.

Nunca se había fijado en el antebrazo de Erik, era cierto que normalmente llevaba ropa con mangas que lo cubrían, pero no era primera vez que veía sus brazos. Había leído y escuchado cosas sobre la Segunda Guerra, sobre los campos de concentración y la persecución a los judíos, pero jamás había asociado a Erik con eso. Para ella la idea de que alguien lo tuviera controlado era risible, pero claro, nunca lo visualizó como un niño en medio de un país en ruinas.

Abrió la boca, pero no dejó que ninguna palabra se escapara, ¿qué le iba a decir?. Era bastante claro, por su actitud día a día, que él no quería hablar de su vida y considerando lo que debía haber vivido, podía comprenderlo. Alejó sus dedos del antebrazo y se acomodó mejor, acercándose lo más posible a él.

En ese momento sintió como Erik se relajó y se estiró un poco para apagar la luz de la lámpara que se encontraba en la mesa de noche.


Notas de autora: Una parte de mí pensaba que era mejor modificar lo que se vio de la escena con Raven, la película no especificó qué pasó exactamente luego del beso, pero por otro lado creo que fue el momento de cambio para su personaje y necesitaba quedarse. Espero que esté bien como interpretación y también que se acomode a lo que tengo planeado para ella, que igual que Erik tiene muchas historias y quiero poner una que muchos fans estaban hablando.

Un primer beso sencillo y una nueva invasión de habitación. Erik se ha acercado rápido a Abby, considero que es un hombre que si quiere algo no va a estar dando demasiadas vueltas pensando si actúa o no. Originalmente Magneto forma una familia luego de escapar del campo de concentración, trató de vivir como una persona normal hasta que la tragedia lo golpeó de nuevo. El Erik de las películas no tiene el mismo origen, pero creo que el deseo de tener a alguien es bastante natural en la mayoría de personas y él nunca escogió estar solo, las circunstancias fueron las que lo dejaron así.

Por otro lado, Abby ha caído bastante rápido y no sólo por el magnetismo de la personalidad de él, sino porque la verdad en esa época encontrar un hombre que no la criticara por estudiar o entrar en terreno "masculino" era un poco inusual. Además, Erik es inteligente y en general bastante honesto con lo que dice y piensa. Con esto no digo que el que lo considerara físicamente atractivo no haya influenciado, ese fue el facilitador xD

Mil disculpas si encuentran algún error por ahí, una escena es relativamente nueva y este capítulo no ha sido beteado con tanto detalle como los anteriores, así que quizás en estos días arregle alguna cosita si es que noto un error.

"Andrea": Espero te agrade este capítulo también, ya la historia está avanzando hacia el final de la primero película. ¿Tienes cuenta en la página? Quizás podrías hacerte una y así podríamos estar en cantacto, no conozco mucha gente que le guste X-Men con quien compartir ideas XD