Peace could be an option
Capítulo 14
Erik terminó de cambiarse ante la mirada disconforme de Abby. Se colocó la casaca de cuero marrón para abrigarse y cuando estaba por salir de la habitación ella reaccionó rápidamente, alcanzándolo e impidiendo que abriera la puerta. Sabía lo que venía, podía verlo reflejado en los ojos azules de ella que ya no mostraban cansancio por las horas en el casino, sino una mirada bastante determinada.
―¿Estás loco? ―le recriminó percatándose que realmente pensaba salir y no era sólo una idea que soltó al aire―. Te pueden matar o te puede caer algo encima, esa torre está a medio construir.
―He estado en lugares peores ―aseguró un poco impaciente, el tiempo era algo valioso en momentos como ese―. No te estoy pidiendo que me acompañes, espera aquí hasta que regrese ―agregó, no tenía idea de hasta qué grado podía escalar la situación si realmente habían mutantes siendo perseguidos.
―Es más probable que sea un tema de la mafia que mutantes ―insistió ella, él no comprendía que el problema no se solucionaba manteniéndola al margen―. Estamos en Las Vegas, Erik. Puede que sea un mutante, pero no lo sabes, es ridículo que te arriesgues por algo tan poco probable. Además vas a llamar la atención demasiado si te equivocas.
―Son mutantes ―aseguró él con seguridad y algo de impaciencia―. ¿Recuerdas el papel con las coordenadas por el que te fui a buscar? ―preguntó y ella asintió extrañada por lo que parecía un cambio de tema―. La mayoría de los mutantes que Charles localizó estaban cerca al punto donde se realizó la búsqueda. Tú eras una de esas anomalías lejanas que llegó a rastrear, pero en Las Vegas hubo cuatro marcas que se encontraban muy juntas.
―Las Vegas es grande…
―Sé lo que estoy haciendo ―interrumpió cortante e incluso amenazante―, reconozco las señales cuando las veo.
Abby se estremeció un poco por el tono de voz, no era la primera ocasión en que le hablaba así, el tema de los mutantes siempre generaba conflicto entre ellos. Ella endureció la mirada y se apartó con brusquedad sin responderle, aguantándose las ganas de gritarle que no tenía derecho de hablarle así. Dándole la espalda se sentó en la cama y comenzó a desvestirse, si quería irse que lo hiciera, no iba a rogarle para que se quedara.
El alemán la observó unos instantes, justamente esto era lo que sabía terminaría interponiéndose entre ellos, pero no podía perder más tiempo. Salió sin decir una palabra más, tenía asuntos que atender y tratar de suavizar el roce con Abby no era una prioridad, al menos no en ese momento. Eventualmente ella lo comprendería o simplemente se separarían, de cualquier manera no lo tomaría por sorpresa.
Cuando Abby sintió la puerta cerrarse detrás de ella se lanzó sobre la almohada y dejó escapar un grito ahogado de frustración. ¿Por qué tenía que ser así? No le estaba pidiendo que abandonara a un mutante en medio de una golpiza, sólo que considerara que quizás era más probable que se tratara de algún negocio sucio al que él no debería siquiera acercarse. Erik había sobrevivido la Segunda Guerra y los campos de concentración, sencillamente no podía comprender sus razones para buscar situaciones conflictivas en lugar de tratar de vivir una vida tranquila y de alguna manera compensar los años marcados de su juventud.
Dirigió la mirada hacia la pared, ¿qué se suponía que debía hacer? Se conocía bastante bien, no iba a poder conciliar el sueño hasta que él regresara a salvo, pero podían pasar horas hasta que eso ocurriera, incluso nadie le aseguraba que regresaría antes del amanecer. ¿Realmente iba a poder mantenerse al margen? El no estar acompañándolo no significaba nada si él se metía en problemas.
Decidió no ponerse ropa de cama sino algo más práctico en caso Erik llegara de la nada diciéndole que tenían que irse en ese momento. Casi lo podía imaginar; la torre en construcción retorciéndose como alguna obra de arte enfermiza, los huéspedes del hotel huyendo despavoridos por las calles, vehículos hechos pedazos y Erik… no, Magneto, en el centro de todo flotando. Sí, visualizar esa escena no le era en absoluto difícil.
. .
Cuando Erik llegó a la zona en construcción notó rota la cadena que mantenía la reja de seguridad en su lugar. La vigilancia parecía ser nula y no se sorprendió, la torre estaría conectada a la recepción por lo que dudaba que el administrador utilizara más recursos en personal de vigilancia extra para un espacio que en teoría ya estaba siendo resguardado.
Sin mayor cuidado se animó a ingresar, sabía que era ahí donde debía comenzar a buscar. La estructura principal de la torre estaba casi completa, podía notar que quizás sólo faltaba el noveno y último piso. Pero no pensaba inspeccionar el lugar aleatoriamente por lo que se concentraría inicialmente en los alrededores y de no encontrar nada seguiría con la planta baja.
Notó una bolsa negra mal escondida con restos de comida entre los materiales de construcción cercanos a una de las entradas de la torre, eso ya le indicaba que alguien que no debía estuvo ahí. Pero antes de animarse a dar una mirada al interior en búsqueda de otras pistas, sintió el sonido de una puerta de automóvil en las cercanías.
Una expresión gélida tomó posesión de su rostro, él no era el perseguido en esa ocasión, pero lo había sido durante tanto tiempo que podía reconocer la situación sin necesidad de verla a plenitud. Giró lentamente sobre sus pasos y avanzó hacia la parte posterior de la construcción, años ocultándose le permitieron desarrollar una habilidad especial para distinguir la dirección y cercanía de los sonidos. Comenzó a dibujar posibles escenarios en su cerebro, sabía que al menos debían de ser tres hombres, pero en unos segundos lo confirmaría, siempre cabía la posibilidad de que tuvieran refuerzos o que se hubieran separado y lo obligaran a darles caza literalmente.
No se asomó con cautela como cuando era joven y temeroso, ahora él no sería la presa. Avanzó con paso firme hacia un vehículo de color negro con la cajuela abierta perdiendo por completo la protección que podía ofrecerle la torre en construcción. El modelo del automóvil le provocó una reacción de furia inmediata que se propagó por todo su cuerpo instándolo a atacar, se encontraba casi en la misma escena de la noche que reclutó a Abby. Uno de los tres hombres lo notó primero, llevaba una ametralladora y cuando trató de alertar a sus dos compañeros que se encontraban descargando lo que debían ser más armas, el metal que llevaba en las manos flotó en pedazos frente a él mostrando cada una de sus partes. El corto periodo de sorpresa por parte de su víctima sólo afirmó en la mente de Erik que aquellos hombres estaban ahí buscando mutantes. El automóvil crujió y ahogó los gritos lanzados al aire por el trío mientras se veían envueltos violentamente por placas de metal que sin cuidado alguno se incrustaban en la piel para asegurarse con más fuerza aún. Unas simples y pequeñas planchas de aluminio terminaron el trabajo al cubrir sus bocas para evitar que algún vigilante incompetente o huésped noctámbulo pudiera percatarse de lo que estaba ocurriendo.
Erik desvió la mirada hacia los restos del vehículo y su contenido, cerró los ojos unos momentos tratando de sentir cada objeto metálico que habían traído consigo, como si ahí pudiera encontrar alguna pista del origen de la gente que estaba buscando a los suyos. Ignoró los quejidos adoloridos y casi coléricos de los hombres que peleaban en vano por liberarse, un estuche captó su atención por su contenido. El pequeño objeto voló hasta sus manos y el cierre se abrió, revelando no solo lo que cargaba sino incluso el nivel de depravación de sus prisioneros.
Pinzas, alicates, punzones y finas cuchillas se elevaron frente a Erik, no sólo pensaban cazar mutantes sino torturarlos de tener la oportunidad. Fijó la mirada en los ahora quietos y tensos humanos que parecía que recién comenzaban a comprender la realidad de su situación. Nunca disfrutó la tortura, pero tampoco se oponía a ella si podía servir para un fin y en ese momento no pensaba sólo matarlos, quería saber quiénes eran, cuántos formaban su grupo y sobre todo dónde podía encontrarlos.
. .
No tenía que estar ahí, debía haberse acostado o mejor aún debía de haber tomado un avión y regresado a casa, pero las cosas no eran tan sencillas. Luego de dos horas de espera simplemente no pudo más y sin importarle que fuera de madrugada salió a buscar a Erik. Se dirigió a la construcción tratando de no ser vista, lo cual no resultó para nada difícil, no había un alma despierta dentro del terreno del hotel.
Lo tranquilo del ambiente sólo consiguió ponerla ansiosa y agravar más su preocupación, Erik no había salido con la intensión de tener una charla civilizada, sino todo lo contrario. La ausencia de gritos, o algún rastro de pelea eran mala señal, o quizás no estaba ahí, quizás estaba siguiendo a los hombres a otro lugar y por eso se estaba tardando en regresar. Cuando comenzó a tener dudas sobre si debía investigar o regresar al cuarto del hotel, notó la cadena de la reja de seguridad rota, como si alguien la hubiese cortado. Se maldijo internamente cuando comenzó a avanzar para ingresar con cuidado, era consciente que lo que estaba haciendo no era sólo ilegal sino sumamente peligroso.
Sin saber muy bien por dónde continuar llegó hasta la entrada de la torre a medio construir. Asomó la cabeza con cierto temor y observó las estructuras oscuras tratando de encontrar algo o alguien, pero era en vano, el lugar estaba completamente vacío. Tomó aire y dio los primeros pasos hacia el interior, Erik dijo que iba a buscar ahí y parecía bastante convencido, por lo que debía de estar en algún lado.
Invadir propiedad privada nunca fue uno de sus pasatiempos, alguna vez de pequeña había entrado sin permiso a la de algún vecino receloso sobre la presencia de extraños en su tierra, pero eran juegos de niños, nada que pasara de un castigo por parte de sus padres. Donde creció las casas abandonadas no eran parte del paisaje como para decir que la oscuridad del ambiente y lo escalofriante de la ausencia de muebles o incluso ventanas le recordara alguna otra experiencia.
Sin embargo avanzó y comenzó a subir las escaleras que aún eran sólo a base de cemento sin el recubrimiento de madera. Quería encontrar a Erik y el temor natural a la oscuridad no iba a frenarla, lo peor que podía encontrarse era un guardia de seguridad, o mafiosos italianos agregó su subconsciente tratando de convencerla de salir corriendo de ahí.
Revisar planta por planta era una idea ridícula, el lugar estaba implementado para ser una extensión del hotel con muchas habitaciones, no tenía el tiempo necesario para algo así. Por esto decidió subir cada piso y adentrarse sólo un poco, escuchando en silencio algo que le indicara que había alguna persona presente. Cuando llegó al quinto, más asustada que cansada, consiguió escuchar al fin algo. Su primera reacción fue retroceder un poco, no quería cruzarse con nadie que no fuera Erik, pero luego se obligó a investigar, desde donde estaba no podía cerciorarse si se trataba de él.
Cuando dobló una esquina luego de un corredor que le pareció interminable, notó una luz saliendo de lo que a futuro sería una habitación. Frotó sus brazos con cierto temor, podía escuchar al menos una voz, pero era incapaz de darse cuenta si había más gente presente. Pensó en retroceder, quizás si se ocultaba y esperaba podría ver algo, pero estaba ansiosa, quería encontrar a Erik y salir lo antes posible de ahí.
Se asomó ligeramente por el marco de la puerta tratando de ser optimista, aunque segura de que no iba a tener tanta suerte como para encontrar al hombre que estaba buscando con tanta facilidad. Lo primero que sintió fue un olor desagradable a basura mezclado con un fuerte aroma que no reconocía, pero que parecía tratarse de algún incienso o algo similar. Vio un hombre sumamente musculoso recostado en el suelo sobre unos cartones y rodeado de botellas de alcohol vacías, también se percató de un balde volteado donde parecía tener algunas pertenencias. Sus ojos se atrevieron a recorrer con más atención el lugar y notó la presencia de otro hombre descansando en el suelo, sólo que este se veía peculiar, como si su cuerpo no estuviera en una posición correcta.
Abby ahogó un grito; quizás el hombre musculoso había matado al otro y por eso estaba en esa condición. Giró lentamente, lista para caminar sobre sus pasos y correr hasta su habitación o al menos abandonar el quinto piso, pero no pudo siquiera decidirse ya que una muchacha muy delgada se encontraba detrás de ella con una sonrisa curiosa y la mirada un tanto perdida.
―Tenemos visita ―habló divertida y de la habitación continua un pequeño hombre un tanto adormilado se acercó despabilándose.
Abby decidió en ese momento que debía correr. No parecían ser mafiosos, pero eran varios y estaban traspasando la seguridad del hotel, porque era obvio para ella que no eran huéspedes husmeando donde no debían. Además sus ropas desgastadas resaltaban ahora que los veía mejor y el aliento a alcohol de la muchacha era demasiado llamativo como para obviarlo.
Dio un paso y luego trastabilló torpemente, la joven había colocado su pie por la ruta que pensaba tomar. No llegó a caer al suelo y se recuperó rápido, pero una sustancia viscosa envolvió una de sus manos, impidiéndole alejarse. Con un tirón violento fue arrastrada hasta la habitación iluminada entre risas y sonidos inentendibles que daban buena idea del estado en que estaban quienes los hacían. Tanto el hombre musculoso como el de apariencia deforme se encontraban de pie, con expresiones curiosas y los ojos sumamente rojos.
―Creo que la vi en el hotel hace unas horas ―comentó la mujer entre risas―. Cuando estabas robando algo de comida ―agregó mirando al hombre que Abby pensó había sido la víctima de un crimen.
―Suéltenme ―exigió cuando al fin pudo permitir que su voz se escuchara.
―Me gusta su pelo ―declaró entusiasmada la joven y con un torpe movimiento de cabeza su cabello se tornó largo y oscuro como el de Abby―. ¿Se me ve bien?
La pregunta fue ignorada, la única que parecía haberle puesto atención era Abby, el cambio no pasó desapercibido pese a que no podía describir cómo había sido antes. Fue ahí que se percató que la sustancia que estaba sosteniéndola provenía del brazo del pequeño hombre y aunque no tenía forma podía asegurar que se trataba de su mano.
―Ve a probar ese pelo a otro lado ―interrumpió el hombre musculoso acercándose y lanzándole una mirada al que retenía a Abby―. Tú ve con ella también ―añadió y la sustancia viscosa la soltó―. ¿Qué hace una señorita como tú por aquí? ―preguntó tomándola por los hombros fuertemente para que no escapara.
Abby no pensaba responderle, sólo quería que la soltara, pero una desagradable caricia sobre su mejilla reveló un tercer brazo que parecía salir de la espalda de su captor. Fue ahí que dejó de forcejear y comprendió que ella había encontrado a los mutantes que Erik estaba buscando. Por un momento sintió un ligero alivio, él no debía estar muy lejos, pero se esfumó cuando intuyó lo que planeaban hacerle.
―¿Vas a compartirla no? ―indagó el cuarto miembro del grupo, acomodando los huesos de sus hombros que parecían no quedarse en su lugar.
―Claro que sí, nos vamos a divertir, será nuestra fiesta privada ―asintió soltando una carcajada, ignorando el hecho que los otros dos no lo habían obedecido y el lugar de irse se habían acomodado en la habitación como si se tratase de un espectáculo.
Abby comenzó a tratar de soltarse desesperadamente y el hombre la aseguró más con no sólo un brazo extra sino dos, tomándola por las manos también. Cerró los ojos con asco ante su situación, quería huir y no podía, no importaba cuanto forcejeara. Sin saber qué hacer comenzó a sentir el agua en los grandes reservorios escavados bajo el edificio, trató de controlarla, pero con terror evidenció que no podía. No comprendía si era por el miedo, la distancia o el hecho que no estaba utilizando sus manos, siempre usaba sus extremidades con su poder, como si el líquido se tratara de una extensión de su cuerpo, no sólo algo que movilizara con el poder de su mente.
Un grito quedó ahogado en su garganta cuando sintió una esquelética mano recorrer su espalda lentamente. Quería chillar y no podía, sólo deseaba no haber salido a buscar a Erik, que él nunca hubiera decidido salir esa noche.
. .
La sangre secándose sobre el suelo era el único indicio de lo que había ocurrido. Los cuerpos sin vida e irreconocibles de los hombres que capturó reposaban en el fondo del ducto del elevador, junto con los útiles instrumentos de tortura que trajeron consigo, las armas desmanteladas y los restos del automóvil. Tapó la tumba improvisada con el recubrimiento de metal original, sabía que eventualmente descubrirían lo ocurrido cuando el elevador tuviera problemas para llegar al final de su recorrido, pero para eso podían pasar semanas y él ya no estaría ahí.
Había descubierto algunas cosas y su mente ya no estaba tan enfocada en averiguar sobre las lealtades de los hombres de Shaw, sino en agrupar aliados para enfrentarse a un enemigo mucho más real. Si bien no hablaron tanto como esperaba, si pudo descubrir que estaban tras la pista del difunto colaborador Nazi y cualquier mutante al que pudieran seguirle el rastro. La potencia de las armas que llevaban consigo había aumentado en comparación al incidente en Montana, por lo que aunque no lo habían admitido, sospechaba seriamente que alguna agencia del gobierno estaba apoyándolos clandestinamente. Buscaban mutantes y sabían la posible ubicación de algunos gracias a una fuente que desconocían, pero que él estaba seguro se trataba de quien se infiltró en la base de la CIA durante el ataque de Shaw.
Trató de no pensar en Abby, su mente comenzaba a mandarle imágenes de qué hubiera podido ocurrir si en lugar de él, ellos la hubieran encontrado. Negó con la cabeza, ella no demostraba sus poderes en público y los tenía bajo control, además su apariencia la ayudaba, estos hombres no sólo odiaban a los mutantes, sino que al parecer los consideraban aberraciones desagradables a la vista, se guiaban por los prejuicios para perseguirlos. Sintió algo de lástima al pensar que muchos de los que ya debían de haber sido víctimas de este grupo no debían de siquiera haber sido sus objetivos reales.
Decidió que era hora de regresar, Abby debía estar preocupada luego de más de dos horas de ausencia, sabía que aunque estaba molesta con él no iba a estar tranquila. Suspiró un poco, al final realmente había sido bueno no traerla consigo, ella debía imaginar muchas cosas sobre él y lo que era capaz, pero prefería que siguiera así, imaginando, en ese momento no podía asegurar que si veía todos sus colores seguiría a su lado.
Una extraña sensación lo inundó de improvisto cuando sintió la presión del agua recorriendo bruscamente todas las tuberías del edificio. Era algo nuevo para él, pero de inmediato le asaltó un sentimiento de preocupación.
―Abby ―susurró, tratando de concentrarse y sentir hacia dónde se dirigía toda el agua que trataba de escapar de su contenedor de metal. Estaba seguro que era ella y maldijo, seguramente lo había seguido, impaciente por la espera. La presión se concentraba en el quinto piso de la torre y de inmediato se dirigió al lugar.
No sabía qué iba a encontrar, pero de lo que estaba seguro es que correría sangre, no pensó que hubieran más cazadores de mutantes ahí, los hombres que interrogó sonaban bastante sinceros cuando revelaron que ellos tres eran los únicos asignados en la ciudad. Dejó de usar la guía de las cañerías cuando comenzó a escuchar risas, ya no necesitaba más que unos pasos para terminar el corredor y matar a quien sea que se encontrara ahí.
Le tomó un segundo evaluar la situación. Reconoció de inmediato a Abby forcejeando con un hombre musculoso de cuatro brazos y uno de huesos que sobresalían de forma anormal de su cuerpo. Al fondo de la habitación llena de desperdicios se encontraba una joven risueña llevándose a la boca una botella con algún líquido extraño y a su lado un pequeño hombre que observaba atentamente como si se tratara de un espectáculo.
Eran mutantes, todos, se convenció de inmediato a pesar que dos no lo demostraban de manera tan obvia en ese momento. Pero pese a esto una cañería reventó la pared y voló contra la cabeza del que tenía los brazos de Abby sujetos, obligándolo a soltarla.
Las risas se detuvieron de inmediato por la sorpresa y Erik trató de mantener la calma. Su cerebro no le dio una respuesta con rapidez, no se decidía si matarlos en el acto por lo que pensaban hacer o controlarse y tratar de dialogar con ellos ahora que Abby estaba a salvo.
Sin embargo no fue él quien tomó la decisión de cómo proceder. Libre del agarre de los cuatro brazos Abby al fin pudo tomar control sobre el agua que desesperadamente había tratado de llamar a su lado. Con una velocidad incluso mayor a la primera vez que la vio usar sus poderes, el líquido que lo guió hasta ella golpeó violentamente al mutante de cuerpo deforme que parecía que aún no comprendía qué estaba ocurriendo.
La joven que se encontraba al fondo de la habitación dio un grito cuando logró reaccionar, pero este fue silenciado por una ráfaga de agua que se congeló directamente contra su rostro. Sin poder respirar cayó de rodillas y su cabello comenzó a cambiar de color y extensión sin control alguno en un intento desesperado por hacer algo.
El hombre pequeño trató de huir, pero recibió un fuerte impacto con una bola de hielo que lo empotró de cara contra el suelo para luego derretirse y aprisionarlo sin darle espacio para tratar un escape.
Erik se quedó quieto observando, la escena había sido bastante rápida y pudo notar que la expresión usualmente alegre de Abby había sido cubierta por una de furia. Hasta ese momento pensaba haberla visto molesta, pero los ojos azules casi lanzando chispas dejaron claro de que recién estaba conociendo los niveles que ella podía alcanzar. Decidió no interferir, sumido en una mezcla de fascinación y curiosidad, Charles le ayudó a traspasar los límites de sus poderes aconsejándole dejar la furia de lado, pero en ese momento estaba presenciando una demostración de poder que nunca logró obtener de Abby bajo los entrenamientos pasivos.
El mutante de cuatro brazos se recuperó del golpe de la tubería, pero al ver a sus compañeros en el suelo trató de huir. Casi como una serpiente el agua reptó peligrosamente rápido hasta sus pies y se congeló, provocando que cayera. Abby fijó su atención en ese hombre y lo haló hacia el centro de la habitación pese a que trató de resistirse enterrando sus múltiples dedos en el piso.
Erik trató de avanzar un poco al notar que los otros tres mutantes fueron lanzados al lado de su amigo con sus cuerpos restringidos por una gruesa capa de hielo, pensando que al estar atrapados Abby había terminado. Pero se dio cuenta que nuevamente las tuberías recibían una gran presión por el agua que viajaba a través de ellas.
De la tubería que él rompió una gran esfera de agua se formó y luego se alongó, separándose en múltiples estacas de hielo que apuntaban al desafortunado grupo. Se quedó quieto en su sitio observando a la mujer que hasta el momento había abogado por tratar de encontrar soluciones pacíficas a todos los problemas. No hubo vacilación cuando los proyectiles se abalanzaron como dagas contra los mutantes que miraron horrorizados como iban a acabar. Pero el suelo no se tiñó de sangre, justo antes de golpearlos las lanzas se volvieron agua, pasando duramente sobre su piel y dispersándose detrás de ellos.
La habitación quedó casi en silencio, lo único que se escuchó por un instante fue la respiración pesada y entrecortada de Abby que de alguna manera estaba tratando de controlarse. Seguido de esto, uno de los mutantes soltó un gemido lastimero al darse cuenta que de alguna manera estaba vivo y no había sido empalado.
Con apatía Abby elevó su mano derecha y liberó el rostro de la joven que ya casi no forcejeaba para liberarse ante la ausencia de oxígeno. Los mutantes aún se encontraban apresados por una capa de hielo que los mantenía sujetos al suelo, pero habían dejado de tratar de liberarse, sólo miraban hacia abajo con temor, como si estuvieran esperando el siguiente castigo.
Erik se acercó a Abby con cautela, su rostro estaba aún rojo por la rabia, pero su mirada era muchísimo más suave, incluso pudo notar cierto aire de desconcierto. Colocó su mano sobre el hombro de ella para llamar su atención y consiguió que se girara para verlo. Todo había ocurrido en unos segundos, pero ella aún no lo asimilaba.
―Regresa al cuarto ―pidió con voz calmada―. Yo me encargo de esto ―agregó rápidamente, ella no iba a continuar, podía verlo en su rostro y dejar al grupo así no era una posibilidad.
Abby asintió sin quejarse y comenzó a alejarse, lo cual lo sorprendió, no parecía que siquiera fuera a tratar de replicarle algo.
Erik regresó la mirada al grupo de mutantes, ¿qué iba a hacer con ellos? Estaban visiblemente golpeados, sobre todo la mujer que tenía dificultades para respirar y un rostro sumamente rojo por el hielo aplicado directamente contra su piel. Un lado de él pensó en hacerles un espacio junto a los hombres que había enterrado debajo del elevador, pero lamentablemente el lugar estaba en pésimo estado, alguien iba a notar más temprano que tarde lo ocurrido. Meditó sus opciones y al inspeccionar las pocas pertenencias de los mutantes encontró la solución, lo único que quedaba era pensar cómo armaba la escena.
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Abby llegó a la habitación y se encerró en el baño. Se acurrucó junto a la bañera y abrazó sus piernas fuertemente, su corazón aún latía a toda velocidad y le costaba controlar los temblores en sus extremidades. No comprendía sus emociones en ese momento, por un lado quería gritar de cólera y descargarse contra lo que sea, pero por otro quería estar lo más silenciosa posible y ocultarse. Los minutos pasaban en vano; la mezcla de miedo con la descompensación por la cantidad de adrenalina que fluyó por su cuerpo no le permitían mantenerse quieta.
Erik regresó luego de media hora, había arreglado el problema o al menos esperaba haberlo hecho, ¿quién iba a decirle que Abby terminaría involucrada en algo así?, no estaba completamente preparado para borrar rastros de ese tipo. Entró a la habitación y se dirigió instintivamente al baño al no verla recostada en la cama. Tomó aire antes de retirar el seguro e ingresar, iba a tener que hablar con ella y no sabía en qué estado se encontraba.
―Vete ―escuchó que ella masculló con el rostro oculto entre sus piernas.
No pensaba hacerlo, pero al ver que luego de media hora seguía temblando hizo que se acercara más rápido de lo que había pensado. Podía reconocer que estaba asustada, bastante asustada.
―Abby… ―llamó, tomándola por una de sus muñecas.
―¡Estoy bien! ―gritó ella, soltándose de su agarre. No, no estaba bien, pero no quería ver a nadie.
―Ya terminó.
Ella lo miró con los ojos rojos y alguna lágrima furtiva recorriendo su mejilla.
―¿Nunca te habían atacado? ―preguntó, estaba seguro de ello y necesitaba hacerla hablar para distraerla. Se sentó a su costado y extendió su brazo por detrás invitándola a acercarse.
―No ―contestó acurrucándose contra él. Aunque le hubiera dicho que se fuera realmente no quería eso―. Ni siquiera me han asaltado.
―¿Nunca? ―cuestionó un tanto sorprendido, Abby no había estado encerrada en su casa como muchas mujeres y sabía que Estados Unidos no eran el paraíso de seguridad que muchos presentaban.
―Una vez me robaron… Me di cuenta cuando estaba en mi casa y no encontraba mi billetera ―agregó haciendo una mueca.
―Se te pudo haber caído ―comentó tratando de no mostrar cierta amargura, ella de alguna manera había estado muy segura hasta que lo conoció.
―Soy cuidadosa.
―Supongo que has vivido en una zona tranquila ―habló él, tratando de que ella siguiera la conversación y no se sumiera en el silencio.
―Sí, algún viejo loco te puede querer sacar de su propiedad con una escopeta, pero no suele haber nada peor que eso, excepto los osos.
―¿Osos? ―cuestionó, eso era justo lo que quería, que el tema de conversación comenzara a alejarse del ataque para darle tiempo de calmarse.
―Son más peligrosos que la gente, sobre todo en primavera cuando salen las osas con sus cachorros.
Erik dirigió la mirada al frente, satisfecho, mientras ella seguía hablándole sobre los peligros naturales de no vivir en una gran ciudad.
Notas de autora: Tengo que pedir disculpas por el retraso, sabía que no debía de haber dado una fecha, pero no volveré a cometer ese error, actualizaré viernes para mantener la costumbre pero no sé si sea el que sigue. Sobre el capítulo… ya hacía falta que usaran sus poderes, son mutantes a fin de cuentas y mucho tiempo en las Vegas sólo vacacionando. El próximo verán un poco más de Erik investigando, pero también con estos eventos sus prioridades han cambiado un poco.
Sobre Abby y Erik, ya hablarán de lo ocurrido cuando ella se calme un poco y por ahí se enterará de qué ocurrió con los mutantes que la atacaron. Espero que las escenas se hayan comprendido bien y ya saben, cualquier duda, queja o sugerencia me la pueden hacer a través de un review o por mensaje privado si tienen cuenta.
