Peace could be an option

Capítulo 15


Abby abrió los ojos lentamente cuando sintió un poco de frío en sus hombros. Notó que se encontraba recostada en la cama y que la luz del día se colaba en la habitación a través de las cortinas abiertas. Rápidamente cobró consciencia de que no recordaba haberse acostado, lo último que era capaz de evocar era estar conversando acurrucada en los brazos de Erik en el suelo del baño. Giró suavemente buscándolo, pero no la estaba acompañando en el lecho, él se encontraba sentado al lado de la mesa llena de papeles.

Mantuvo la mirada sobre él unos instantes, rara vez tenía la oportunidad de observarlo tan quieto e inmerso en sus propios pensamientos como parecía estar en ese momento. Sus facciones se encontraban relajadas, aunque sus ojos azul pálido dejaban entrever que su mente era la que estaba trabajando intensamente. Seguramente reflexionaba sobre cómo procedería.

Dio un suave mordisco a su labio inferior, ¿qué iban a hacer ahora? Ella misma aún no comprendía bien qué había ocurrido ni cómo después de haberse defendido perdiendo las restricciones de sus poderes seguían en el cuarto del hotel como si no hubiera prisa por irse. Aunque no lo quiso pensó en los mutantes que la atacaron, ella los dejó vivos, logró controlar la avalancha de emociones a tiempo, pero Erik se quedó con ellos. ¿Los mató o los dejó ir? ¿Eran ellos los que estaban siendo perseguidos según Erik? Una parte de ella quería respuestas, pero otra simplemente le aconsejaba sepultar el tema dado que no parecía haber ninguna urgencia por escapar.

Erik dirigió la vista hacia ella, quizás lo estuvo observando demasiado y la notó. Él se puso de pie en silencio y comenzó a acercarse, pese a que su rostro se mostraba tranquilo le extrañó que no hubiese dicho palabra alguna cuando sus miradas se cruzaron.

Intentó saludarlo, pero un pensamiento no muy reconfortante se colocó delante de todo y la detuvo. ¿Todas esas emociones negativas que sintió cuando la retuvieron había sido la triste realidad de la vida de Erik? La Segunda Guerra fue un evento horroroso que marcó a todos los que lo sobrevivieron, pero aunque no se hablaba tanto, la reconstrucción de Europa fue igual de brutal para los sobrevivientes. Luego de eso Erik se dedicó a cazar a Shaw y aunque él fuera quien lo buscaba debía haber vivido en una constante situación de peligro. Y ahora quería tomar rumbo nuevamente hacia más conflictos, ella no quería una vida así, no siempre se puede tener paz, pero pensaba que lo natural era buscar tenerla no ir contracorriente como sentía que era lo que Erik estaba haciendo.

―¿Estás bien? ―preguntó Erik, sentándose junto a ella en la cama―. Te quedaste dormida en el baño ―explicó, mirándola fijamente, tratando de juzgar él mismo el estado en que se encontraba.

―Sí ―asintió sonriéndole.

Erik recibió la respuesta con dudas, pero al menos en ese momento Abby parecía estar tranquila. Luego de que se quedara dormida la llevó a la cama y aunque trató de imitarla no pudo conciliar el sueño en toda la noche. No podía evitar repasar en su mente lo fascinado que había estado al ver los poderes de Abby lucirse con tanta brutalidad y precisión, pero eso era justamente lo que le molestaba. Él sabía muy bien que todas las personas eran capaces de ser violentas, por diferentes razones, pero la verdad era que nunca pensó que la vería en ese estado. Quizás lo que en el fondo le fastidiaba es que lo ocurrido no fue por una decisión consciente, sino una situación evitable que la obligó a quebrarse y actuar en contra de su naturaleza habitual.

Pero había algo más, una imagen de Charles vino a su mente; ambos parecían ciegos ante el peligro que se avecinaba. Si bien no lo habían conversado, estaba seguro de que ella no había cambiado de parecer y seguramente le recalcaría que quienes la atacaron fueron mutantes. Quizás debía informarle sobre los otros hombres, detallar todo el contingente de armas e instrumentos que llevaban consigo, pero aún así dudaba en convencerla, era más probable una reacción de rechazo a él cuando por sencilla curiosidad preguntara por el destino de los bastardos. La observó con algo de lástima, pero al final era mejor así, Abby necesitaba vivir en carne propia lo que significaba temer por tu vida para que comenzara a comprender lo que podía ocurrirle a los mutantes.

Y pese a toda la frustración que podía traerle ver cómo alguien que podía dar tanto por los suyos se negaba a ver la realidad, estaba extrañamente aliviado. Abby podía cuidarse bastante bien y por suerte si su vida dependía de ello era capaz de atacar. Tendría que conformarse con eso por el momento, porque él sabía que sólo responder ataques pronto no sería suficiente.

―¿Tienes hambre? Dormiste toda la mañana, es medio día ―habló él, acomodándose un poco para que ella se sentara.

―¿Tan tarde es? ―preguntó sintiéndose un tanto desorientada, sólo se quedaba dormida hasta esas horas cuando había estado enferma e incluso así no era lo usual―. Sí, ahora que lo mencionas tengo algo de hambre, me voy a arreglar rápido.

―Podemos pedir que traigan la comida ―ofreció él―, me gustaría acabar de revisar unas cosas antes de salir.

―Claro, eso estaría bien ―aceptó Abby frenando su intención de ponerse de pie.

Quedaron en silencio luego de ordenar la comida, ambos seguros de que el otro estaba tratando de buscar las palabras adecuadas para tener una conversación y fallando en el intento. No era sencillo abordar los hechos de la noche anterior y tampoco parecía adecuado irse por la tangente para hablar de un tema que no estuviera relacionado. Eventualmente, luego de que recibieran el almuerzo y se sentaran a la mesa Erik decidió romper el silencio.

―¿Por qué saliste de la habitación? ―Intuía la respuesta, pero necesitaba asegurarse.

―Estabas demorándote mucho ―respondió Abby mirando el plato de comida y jugando con el tenedor―. Me preocupé y no pensé bien las cosas…

―¿Viste algo aparte del grupo que te atacó? ―indagó con curiosidad. Él se había encargado de los hombres en la parte posterior de la construcción lejos de la vista de un curioso de paso, pero quizás ella había investigado un poco más.

―No. Entré al edificio y subí, no se veía nada ―respondió para tranquilidad de él―. ¿Tú dónde estabas?

―No llegué a entrar, encontré a los hombres que buscaba afuera ―relató sin ahondar en detalles―. Si no hubiera sido por el agua presionando en las cañerías…

―¿Por eso me encontraste? ―interrumpió ella tratando de ignorar el escalofrío que la asaltó, había sido realmente un golpe de suerte que llegara a ayudarla―. No sé qué estaba pensando…

―Estabas preocupada, me tomé más tiempo de lo que imaginé cuando te pedí que te quedaras ―intervino con tranquilidad y notó que ella elevó la mirada para observarlo en silencio―. No lo pienses demasiado, lo que sea que hayas imaginado no ocurrió.

Ella se estremeció un poco en su lugar y asintió.

―Podemos irnos ―ofreció él sin saber muy bien de dónde salió eso, aún tenía cosas pendientes, pero no le gustaba verla tan apagada. Además sus prioridades habían cambiado, la lealtad de los asociados de Shaw ya no era tan importante como prepararse contra el grupo de humanos que los estaban cazando.

―No, estoy bien ―aseguró ella tomando aire fuertemente―, sólo estoy un poco… no sé bien cómo decirlo, pero estoy bien.

Erik asintió, no pensaba insistirle; lo que ocurrió fue sólo un susto que no pasó a mayores ya que él llegó a tiempo. Notó que ella seguía observándolo con atención y pudo distinguir la curiosidad en sus ojos. No había preguntado sobre el destino de los mutantes ni de los hombres que salió a buscar, pero era obvio que quería saber, sólo que no parecía atreverse a preguntar.

―Creo que comienzo a entender la lista de mutantes que localizó Charles ―habló, cambiando un poco el tema para exteriorizar una idea que había estado revoloteando en su mente por un tiempo y que estaba seguro había conseguido su primer ejemplo para comprobarla.

―No comprendo ―intervino Abby tomando una expresión más relajada y cotidiana―. ¿Hay algo que entender ahí?

―Me sorprende que no te hayas preguntado cómo funcionaron los poderes de Charles junto con Cerebro.

―No puedo decir que el concepto de un telépata me sea lo más cómodo, prefería no darle muchas vueltas ―confesó Abby. Charles le agradaba y sólo se sintió un tanto preocupada cuando Erik le explicó sobre sus poderes, pero su actitud y personalidad borraron rápidamente cualquier sensación negativa sobre él.

―Quizás si hubieras visto el mapa estarías más curiosa ―expresó, tentándola―. La mayoría de mutantes se encontraban cerca al punto donde Charles realizó la búsqueda e iba detectando menos cuanto más alejados estuvieran. Pero hubieron varias excepciones, tú eras una de ellas y estos mutantes también.

―¿A qué quieres llegar?

―A ellos los detectó por estar agrupados, eran un faro más llamativo para que su mente los localizara, pero tú estabas sola.

―¿Y eso qué quiere decir? ―cuestionó sin comprender.

―Tu poder ―explicó sonriéndole―. Eres por mucho más fuerte que los cuatro que estaban ahí y posiblemente por eso fue que te encontró a pesar de la distancia ―detalló con mucho interés―. No todos poseemos habilidades al mismo nivel o con el mismo potencial, incluso algunos más que un don útil han recibido un problema que deben sobrellevar ―añadió, aceptando que dejando de lado lo diverso de las habilidades que había visto hasta ese momento, existían mutaciones mucho más poderosas que otras y no sólo era por la experiencia de la persona que las poseía.

―¿No que los mutantes eran un único grupo? ―cuestionó ella levantando una ceja tratando de no centrarse en su caso.

―Lo somos, pero igual que entre los humanos, los hay los que son más fuertes e inteligentes que los demás ―aclaró, cómodo al tener alguien con quien hablar a pesar de haber perdido a Charles―. Descansa, por el momento no es eso en lo que debemos enfocarnos. Hay que terminar de investigar algunas cosas y la fiesta de la noche va a ser ideal ―añadió ganándose una mueca de descontento por parte de ella.

. .

Pese a lo ocurrido en la noche y que en absoluto disfrutaba tener que actuar como si se entretuviera con el resto de huéspedes del hotel, Abby no pudo disimular su entusiasmo en cuanto salieron de la habitación y se encontró con todo el vistoso decorado en cada rincón a donde dirigía la mirada. La fiesta de Halloween no tenía un lugar específico, tanto los ambientes interiores como exteriores estaban preparados para recibir a los invitados y todos los escenarios contaban con entretenimiento.

Sin poder contenerse Abby avanzó hasta una mesa donde una calabaza gigante tenía tallado un rostro que pretendía ser terrorífico, pero lo que le encantó fue que estaba repleta de pequeños calabacines de colores y formas variadas, todos tallados para la ocasión. Tomó uno de color blanco que representaba muy bien una calavera en miniatura y sonrió, tratando de adivinar con qué herramienta habían logrado cortes tan detallados.

―Realmente estás disfrutando esto ―comentó Erik un tanto burlón al notar la gran sonrisa que tenía en el rostro y el excesivo interés en la verdura.

―Me gustan las fiestas con decoraciones ―replicó dejando la pequeña calabaza en su lugar y tratando de poner una expresión seria.

―Vamos ―indicó sonriéndole―. Tenemos trabajo.

Ella dejó escapar un suspiro, si le daban a escoger prefería quedarse con las calabazas, o incluso mejor con las personas que las trabajaron para que le enseñaran. Con su familia mantenía la tradición de tallar calabazas, pero era con las anaranjadas promedio y quería poder replicar la idea para el año que venía o para cuando tuviera una oportunidad de poner sus manos sobre una calabaza para practicar. Pero eso no importaba, no salieron a la fiesta para que ella se dedicara a apreciar el decorado. Nuevamente estaban vestidos para la ocasión; él con otro costoso traje negro y ella con un vestido de organza azul oscuro que pese a que no combinaba con la festividad, aceptó usarlo sin quejarse y con cierta culpabilidad. No podía evitarlo, si bien los gustos en vestuario de Erik habían probado ser elegantes, ese vestido en particular capturó su atención en un instante.

En esta ocasión se dirigieron al Skyroom, que con sus grandes ventanales y tres pisos de altura, permitía a sus invitados apreciar bastante bien las festividades en el resto del hotel y las miles de luces de neón a la distancia en la parte más concurrida de la ciudad iluminando la noche. Entre la multitud se encontraban varias de las parejas con las que entablaron conversación el día anterior en los campos de golf y la noche de casino. Abby sintió un escalofrío y de inmediato se sujetó del brazo de Erik, a pesar de haberle asegurado que estaba bien, se sentía un tanto paranoica, como si la estuvieran observando más de lo considerado aceptable.

Para Erik el gesto no pasó desapercibido y notó casi de inmediato la posible razón. El hombre mayor que vio observando a Abby durante la cena en el restaurante había vuelto a aparecer y se le veía igual de interesado que antes. Él desestimó el peligro, aunque fuera desagradable estaba seguro que sólo se trataba de un viejo verde sin nada mejor que hacer. Pero lo que le llamó la atención fue que ella lo notara, hasta ese momento Abby pecaba de distraída a sus ojos, normalmente no estaba atenta a su entorno.

―Vamos, quiero encontrar a Anderson o conocer a quien tomó el puesto de Lavecchia ―dijo sonriéndole y alejándola de la mirada que ocasionaba su incomodidad. A pesar de que sabía que no debía, le alegraba ver que obtuvo algo positivo del ataque que sufrió.

De forma invasiva e incluso casi violenta un hombre se colocó frente a ellos cerrándoles el paso. Erik empujó a Abby hacia atrás y ella tuvo que reponerse rápido para evitar que los cubiertos de la mesa de buffet salieran volando contra el individuo.

―Es un fotógrafo ―señaló Abby notando la cámara, jalándolo del brazo mientras escuchaba como una persona aclaraba a sus espaldas que no sabía cómo varios cuchillos acabaron en el suelo.

―Disculpen el atrevimiento, pero quería tomarles una foto, es para los recuerdos del hotel ―explicó el hombre sonriendo y sin siquiera retroceder un paso ante el impulso que tuvo Erik por atacarlo―. Puedo darles una a ustedes también si gustan, mi cámara saca fotografías de muy buena calidad ―aseguró orgulloso.

―¡Claro! ―respondió Abby casi automáticamente pese a que estaba bastante convencida de que Erik se hubiera negado.

―Genial, vamos frente al decorado del escenario ―pidió el camarógrafo sonriendo ampliamente y dándoles algo más de espacio al saber que no iba a tener que presionar―. No tienen idea lo difícil que es encontrar a personas no famosas adecuadas para los estándares del hotel ―comentó sin medir lo que estaba insinuando y que seguramente hubiera ofendido a la mayoría de los presentes si lo escuchaban.

Erik no dijo nada y permitió que una sonrisa se formara en su rostro. Iba a ser más rápido actuar y acabar con el problema que entrar en una discusión con el camarógrafo que seguramente insistiría a tal punto que llamaría la atención hacia ellos. Se colocaron donde les indicó y como una feliz pareja sonrieron para la cámara. El flash los cegó unos momentos, pero el alegre fotógrafo les pidió una segunda toma para poder entregarles a ellos una en ese mismo momento. Nuevamente se repitió el destello y la complacida voz del hombre.

Ya sin prestarles demasiada atención y con la vista en búsqueda de sus siguientes modelos, les entregó el pequeño papel donde la imagen comenzaba a revelarse. Abby lo recibió con una gran sonrisa en el rostro, hasta ese momento no había pensado que no tenía ninguna fotografía de Erik y ese era un momento perfecto con lo arreglados que se encontraban.

El grito casi agónico del fotógrafo la distrajo y vio como tras intentar retratar la pista de baile, su cámara había comenzado a quemarse sin razón aparente para espanto de los presentes. Una camarera reaccionó a lanzar el aparato en llamas hacia una batea llena de manzanas flotando en agua, cosa que sólo ocasionó que el camarógrafo se desmayara de la impresión. Con el fuego manejado, Erik se acercó al hombre y junto con otros ayudó a retirarlo detrás del escenario, no sin antes tomar la fotografía que había conservado de ellos y aún tenía en la mano esperando a que terminara el proceso de revelado para guardarla.

―Eso es maldad ―susurró Abby molesta cuando regresó con ella, estaba segura que de alguna manera manipuló algún elemento interno que generó el accidente.

―No tengo idea de qué estás hablando ―respondió con una expresión de satisfacción en el rostro―. Puedes quedarte con tu foto, pero no necesito que coloquen una de nosotros en alguna pared ―explicó, así fue como había logrado su última pista para localizar a Shaw, no pensaba cometer el mismo error―. Además, ahora tienes otra ―agregó con una media sonrisa entregándole la nueva adquisición que ella aceptó tratando de no verse demasiado emocionada.

Más pronto que tarde Erik logró encontrar a Anderson y en cuanto cruzaron miradas el hombre se acercó con una amistosa expresión en el rostro. Pese a que la presencia de la "esposa" no lo hacía sentirse cómodo para hablar de negocios, es gracias a él que Abby se enteró que la policía arrestó a unos vagabundos que habían tomado posesión de la torre en construcción y que para colmo de males no tuvieron mejor idea que destruir una habitación y culpar a una pareja por el destrozo, asegurando que congelaron el cuarto. Decían que debían de haber consumido algo más fuera de las drogas que encontraron regadas por el suelo o que sencillamente tenían problemas psiquiátricos para agregar a sus problemas.

Abby escuchó en silencio, no es que pensara que Erik los había matado, pero tampoco podía decir que estaba segura de que seguían vivos. Una parte de ella se convenció de que eso bastaba y que ahora podía estar tranquila, pero otro lado le susurraba que si ellos no podían dañarla no significaba que otras personas no pudieran. Detestaba a esa nueva voz en su cabeza y culpaba a Erik, porque aunque el incidente fue un accidente, las ideas eran claramente sembradas por las discusiones que había tenido con él previamente.

―Como le decía señor Eisenhardt, los negocios en la ciudad son prósperos y seguros, además la gente agradable… y los que no lo son terminan con problemas con la ley como debe ser o no soportan al resto y se van ―habló Anderson ligeramente nervioso y expectante―. Debe haber notado que esos desagradables hombres que se dedicaban a tratar mal a varios trabajadores y algunos huéspedes ya se retiraron.

―Realmente no, pensé que no me los había cruzado, no que terminaron su estadía ―replicó Erik con tranquilidad, evitando cruzar miradas con Abby que se tensó de inmediato ante la noticia, con eso debía ser más que suficiente para que supiera que estaban muertos.

―Sobre el tema de negocios ―habló un tanto nervioso ante la presencia de el tercer par de oídos presentes―. Creo que está noche va a ser complicado alcanzar al señor Lavecchia, parece que comenzó a festejar un poco antes que nosotros ―indicó, haciendo una discreta seña a través del vidrio en dirección a el buffet instalado al lado de la piscina y donde se veía a un joven bastante pasado de copas en compañía de un guardaespaldas receloso que trataba por todos los medios de mantener al resto alejado.

―¿Lavecchia? ―repitió Erik extrañado.

―El hermano menor del Vinny ―detalló sin mayores ánimos, tratando de esconder su desesperación―. Es un problema, tengo documentación que quiero discutir con él y lleva días ignorándome o demasiado borracho para poder tener una conversación.

―Aún me quedo por unos días más, estoy seguro que podremos sentarnos a conversar ―aseguró Erik fingiendo interés y consiguiendo la mirada llena de esperanza por parte de Anderson.

Erik se disculpó para retirarse con Abby con la excusa de disfrutar el resto de la noche. Pero en lugar de atender a alguno de los espectáculos, bailar o incluso simplemente admirar el ambiente, se dirigieron a la piscina y se quedaron en los alrededores luego de pedir unos tragos para aparentar.

―¿Qué planeas? ―pregunto con recelo Abby, lo podía ver en sus ojos, no estaban ahí sólo para tomar aire.

―Quiero hablar con Lavecchia.

―Suerte con su guardaespaldas, parece que sabe hacer su trabajo ―bromeó ella, ya nadie se les acercaba, pero si había visto desde el Skyroom como apartaba a la gente de su cliente.

―No necesito suerte, te tengo a ti ―habló Erik y Abby lo miró horrorizada al enterarse que ella formaba nuevamente parte de lo que sea su mente había planeado―. Distrae al guardaespaldas, sólo necesito unos minutos ―Dicho esto y con una divertida sonrisa Erik se separó de Abby para empezar una caminata directa hacia su objetivo.

Ella se quedó helada, era definitivo, Erik estaba loco. ¿Qué se suponía que iba a hacer para distraer al hombre? Sintió pánico cuando el guardaespaldas sentó bruscamente a su cliente y le quitó la bebida que trataba de consumir sin ningún tipo de tacto, se encontraba visiblemente molesto. Dudaba que en ese momento la diplomacia sirviera y cada segundo Erik se acercaba más. A punto de tener una ataque de pánico por la responsabilidad, reaccionó al ver como el guardaespaldas se llevaba la bebida decomisada hacia la boca.

Los hielos de la bebida se derritieron y el agua que los formó se deslizó hacia el rostro del hombre, empapando su camisa y provocando que maldijera fuertemente. Las risas de Lavecchia no ayudaron y tras lanzarle una mirada asesina el guardaespaldas se apresuró al baño, dejando por unos minutos a su cliente.

Erik sólo sonrió, no era exactamente lo que esperaba con una piscina disponible al lado, pero incluso era más discreto que lo que tenía en mente. También se alegró de ver que Abby seguía dándole muestras que podía confiar en ella a pesar de que se negara a ver a los humanos diferente de los mutantes. Luego pensaría en ello, ahora sólo necesitaba tener una corta, pero provechosa charla con el italiano alcoholizado.

Abby respiró tranquila al ver como Lavecchia se reía de lo que fuera que Erik le estaba hablando y luego le respondía con una sonrisa en el rostro. Los minutos pasaron y aunque la actitud del que estaba siendo interrogado no cambió, no se podía decir lo mismo del alemán que ante la borrachera del otro dejó la máscara de educación y diplomacia para darle paso a un interrogatorio más directo.

Ella estaba curiosa, pero no había forma de que escuchara nada desde donde se encontraba. Buscando con la mirada algo para distraerse, notó al guardaespaldas regresando por una ruta diferente a la que se fue. Erik estaba de espaldas y aunque estaba segura de que atento al entorno, dudaba que pudiera sentir al hombre llegar hasta que estuviera muy cerca. Nerviosa comenzó a pensar qué hacer. Por un momento creyó que podía acercarse para hablarle, pero con lo agresivo que parecía ser lo descartó de inmediato. Mordiéndose el labio ante la urgencia optó por su segunda opción y dirigió su atención a la piscina.

Una pequeña capa de agua comenzó a reptar por la ruta del guardaespaldas. Normalmente no era inusual que el borde estuviera resbaloso, sin embargo nadie había ocupado la piscina en todo el día, pero con suerte se atribuiría a un sencillo traspié. Segundos antes de que el pie del hombre tocara el suelo, Abby congeló el agua y vio como el cuerpo de este salió patinando unos centímetros antes de caer estrepitosamente en el agua y no sólo comprarle tiempo a Erik sino también alertarlo de su regreso.

Erik comprendió que su tiempo en compañía de Lavecchia había terminado y dándole unas palmadas en la espalda se retiró con relativa calma, observando como el servicio del hotel corría a socorrer al guardaespaldas.

―¿Y eso no fue cruel? ―comentó él cuando regresó al lado de Abby―. Debo decir que no entiendo cómo no disfrutas usar tus poderes.

―¿Quién dijo que no lo disfruto? No me gusta usarlos para atormentar personas ―replicó fastidiada―. Dime que ya nos podemos ir ―agregó un poco nerviosa, no quería llamar la atención y aunque podía usar sus poderes disimuladamente prefería retirarse.

―Casi acabamos, pero ya no hay necesidad de estar en la fiesta ―respondió satisfecho, Lavecchia parecía ser hablador y más cuando se dio cuenta de que lo estaba escuchando sin juzgarlo por las cosas extrañas que le contaba. Al parecer antes trató de relatar historias sobre la mujer que trabajaba con su hermano, pero nadie le creía.

. .

―¿Por qué siempre haces cosas ilegales? ―susurró incómoda en el oído de Erik al detenerse frente una habitación que no era de ellos. Por un momento realmente pensó que estaban regresando para descansar, pero él tomó un camino diferente y comprendió lo que trataba de hacer.

―¿Por qué siempre te quejas, pero sigues acompañándome? ―replicó él con humor, tocando la puerta de la habitación que Anderson le comentó se estaba quedando y luego esperando.

―No hay nadie, vámonos ―pidió, extrañada de que hubiese tenido el tacto de tocar. Vio un brillo en los ojos de él y luego el seguro se abrió ante su mirada incrédula, ahí estaba, nuevamente ignorando todo acuerdo social sobre privacidad.

―Estoy seguro que tiene documentos relacionados a Shaw; está nervioso e incluso desesperado, seguramente recibió alguna visita del gobierno ―explicó, haciéndola entrar y cerrando la puerta detrás de ella.

―¿Y por qué crees que los tiene aquí?

―Porque si los hubieran encontrado estaría en la cárcel y dudo que tenga otro lugar para ocultarlos, los tiene que tener cerca a él ―respondió, ya no le interesaba demasiado el acceso a dinero y propiedades de Shaw, pero era tonto irse sin siquiera tratar un poco, ya estaban ahí.

―¿Y qué hacemos? ¿Hurgar entre sus cosas? ―preguntó molesta, pero susurrando.

―Claro que no ―respondió Erik con un aire de superioridad, sonriéndole antes de ponerse de pie frente a ella y quedar en silencio.

―¿Qué haces? ―preguntó extrañada, él no dejaba de mirarla intensamente―. ¿No deberíamos buscar?

―Eso hago ―respondió levantando la mano derecha suavemente a la vez que un cuadro decorativo cayó al suelo para permitir que una caja fuerte avanzara flotando en el aire―. No hay necesidad de ensuciarnos buscando ―agregó atrayendo el objeto hasta donde ellos.

El candado de combinación giro aleatoriamente y luego la puerta se abrió, dejando ver algunas posesiones valiosas, dinero y sobre todo un sobre de manila gordo lleno de documentos.

―¿No pudiste conseguirlo sin desempotrar la caja fuerte? ―preguntó ella, aunque su tono no denotaba fastidio, pese a que era renuente a usar sus poderes para ese tipo de labores no podía negar que era muy tentador.

―Cuando vea la caja fuerte en el suelo y sus documentos perdidos se va a asustar tanto que dejará la ciudad esta misma noche y no me seguirá molestando ―explicó y luego rápidamente cubrió la boca de Abby para que no dejara escapar ningún sonido; alguien estaba tratando de entrar, seguramente Anderson.

Con facilidad trabó la puerta y para evitar sospechas partió la llave en dos. Como era de esperarse el hombre al otro lado maldijo su suerte y luego de darle una patada a la puerta emprendió su camino a recepción para que le solucionaran el problema.

―Listo, vámonos antes de que regrese con un cerrajero ―indicó Erik tras comprobar que el sobre contenía documentos sobre los negocios de Shaw y de otros hombres con propiedades en Las Vegas.

Regresaron a su habitación sin contratiempos con los documentos que no sólo mostraban los trámites ilegales de Shaw sino también de otros propietarios de casinos en la ciudad. Erik no consideraba que fuera información muy útil, pero valía la pena conservarla, solo en caso necesitaran extorsionar a alguno a futuro.

El resto de las dos semanas en Las Vegas transcurrieron con mucha tranquilidad; sin el grupo que buscaba mutantes rondando y con Anderson fuera de escena tal y como Erik había previsto. Ya sin encontrarles utilidad, comenzaron a evitar a las parejas con las que habían socializado y se enfocaron más en conocer la ciudad y disfrutar de los largos periodos de calma en la habitación que compartían.

Cuando el tiempo se cumplió, regresaron al aeropuerto con las dos maletas, llevándose todo lo que habían encontrado y comprado. Erik le aseguró a Abby que era mejor deshacerse de las cosas en otra ciudad para no levantar sospechas y ella aceptó.

Debían esperar a Azazel en la sala de espera del aeropuerto, cosa que intrigó a Abby ya que no pensaba que el mutante fuera a aparecer a plena vista de todos para llevárselos, pero antes de que pudiera imaginar cómo iban a hacer, vio a Raven llegar con su apariencia humana e indicarles dónde estaba Azazel para poder teletransportarse.

―¿Muchas compras? ―bromeó la hermana de Charles al ver que llevaban una pesada maleta extra.

―Abby las quiere botar ―respondió Erik con un fingido tono de tristeza.

―¿Y eso? ―preguntó la rubia con mucha curiosidad al notar los aros en las manos de ambos―. No parecían del tipo que se escapa para casarse en Las Vegas.

―Para no levantar sospechas ―aclaró Erik, deteniéndose un momento y tomando la mano de Abby para retirar el anillo y juntarlo con el de él en un pequeño bloque de oro macizo.

Abby lo miró con desencanto, ya se había acostumbrado a la sensación de llevarlo y aunque no era real le hubiese gustado que al menos le preguntara si quería conservarlo. Sin embargo no dijo nada, quizás sin Raven presente se hubiera animado, pero con ella ahí sentía que la presencia de Magneto tomaba el control a pesar de que Erik seguía manteniendo una expresión tranquila y aparente buen humor.

Raven los guió hasta un almacén alejado de la zona de espera y ahí se juntaron con Azazel que no perdió tiempo en llevarlos junto con el equipaje a una pequeña casa en el estado de Virginia.


Notas de autora: Para no escribir varios párrafos con información extendida y diálogos que pueden llegar a ser aburridos, lo que Erik ha conseguido lo tocaré en el siguiente capítulo bastante resumido resaltando lo más importante. El periodo de Las Vegas terminó, al menos Abby consiguió dos fotos con Erik, aunque son casi iguales, pero no le importa. Ahora toca el armar el primer intento de hermandad, ver el tema de Emma Frost y encontrar una base decente. También se acerca Acción de Gracias… eso va a ser interesante. Espero que les haya gustado el capítulo y como siempre, los comentarios son muy bienvenidos.

Andrea: Sip, Abby se enojó y mucho. Si no fuera por lo delicado del momento Erik habría estado encantado al verla usar sus poderes de esa manera, quizás de preferencia contra humanos, pero no puede ser muy exigente.