Escenas Random: A veces tengo ideas que no van acorde a la línea del tiempo o que no tienen lugar en la historia, pero que son muy cute para solo dejarlas en el olvido. Asi que, teniendo en cuenta que entre cada capítulo pasa mucho tiempo (en la historia) me gustaría incluir las escenas. No alteran la línea de la historia, y espero que no sea confuso.

-Escena Random-

Kizashi veía la pantalla de su celular, anonadado.

Había revisado el documento un par de veces, para comprobar que lo que sus ojos veían, era cierto. Nunca había visto una cifra así en la tarjeta de crédito de su hija.

Se apresuró a llamar a su princesa, preocupado.

-¿Papá? - pregunto entre dormida. Era muy temprano en Hokkaido. Solo se había molestado en apartarse de los brazos del pelinegro para contestar cuando vio que era su padre, él nunca la llamaba tan temprano.

-¡Princesa! ¿Estás bien?

-¿Que si estoy bien? Eh… ¿Sí? ¿Por qué lo preguntas?

-Creí que te habían secuestrado -

-¿ehhh? ¿Por qué creerías eso?

-Tu tarjeta - respondió alarmado - tu tarjeta de crédito -

-¿Qué pasa con mi tarjeta de crédito? - preguntó, mientras se sentaba en el tatami, cubriendo su pecho desnudo con una sabana, asustada. Estaba segura de que la tenía en su bolso, pero tal vez había sido robada.

-No la has usado casi en el último mes - explicó alarmado - ¿estás bien? - La pelirrosa se sonrojó al entender lo que su papá quería decir. Últimamente, había estado muy ocupada para sí quiera ir de compras y bueno… El azabache era generoso, muy generoso. Jamás permitiría que pagara. El hombre era muy consciente de que la pelirrosa tenía dinero de sobra para cubrir sus gastos, aun así, no le daba tiempo de llevar su mano a su bolso cuando el pelinegro ya había tendido su propia tarjeta, despreocupado. Incluso sus compras de navidad en Hokkaido.

Río - Estoy bien, papá - Su padre estaba acostumbrado a las grandes cuentas de su adicción a las compras - Me están cuidando - observó como el pelinegro seguía dormido en la posición en la que lo había dejado.

-Qué alivio, princesa, te dejo dormir- Su padre no preguntó más, pensando que se refería a su abuela o a Neji.

Tiró el celular sin cuidado, extrañando la calidez de sus brazos. Se volvió a acurrucar en ellos, abrazándolo. El pelinegro se removió un poco solo para rodear su cuerpo, mientras recibía múltiples besos en el rostro por parte de la pelirrosa.

Volvería a Hokkaido todos los años… Si Sasuke venía con ella.

-.-

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CAP 13 Silencio

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Él la amaba.

Ella lo amaba.

Era un amor poco convencional, un amor libre. Un amor ingenuo e ignorante, de parte del hombre.

Se impulsó una vez más antes de sentarse sobre su miembro nuevamente. Los abdominales del hombre se marcaban mientras levantaba su cadera para hacer las penetraciones más profundas. Para enterrarse en ella, para complacerla. Eso es todo lo que él quería. Haría cualquier cosa por complacer a su novia.

Dejarla libre. Dejar que se divirtiera. Dejar que saliera y jugara. Siempre y cuando siempre regresara a él. Ella le dijo que eso estaba bien, que era normal.

La rubia alzó su falda escolar, dejándole ver su cavidad recibiendo su pene. No habían alcanzado ni a quitarse la ropa. Cuando su novia tenía ganas, no quería detenerse a pensar en nada, solo quería que sus cuerpos se fundieran. Y él solo quería complacerla.

-Ah Sai - Gimió audiblemente cuando su miembro se deslizó aún más adentro, alcanzando su punto más sensible - juega con mis senos - pidió mientras estos rebotaban por sobre la blusa a medio atar. Solo había logrado deshacer un par de botones cuando habían regresado de la escuela.

La rubia aún tenía su falda puesta, su blusa dejaba ver el sostén de encaje celeste. El hombre había corrido las copas de este, dejándolos libres con sus pezones rosa al aire. Ino tenía unos senos preciosos a los ojos de su novio, bueno y de cualquiera que los hubiera visto. Era hermosa. Era perfecta para él.

El pelinegro aún tenía su pantalón puesto. Ino solo había desabrochado la bragueta antes de empujarlo a la cama y sentarse sobre su erección. Su camisa estaba aún puesta, pero totalmente desabrochada, y los extremos reposaban a sus costados, permitiendo a la rubia acariciar su torso a su antojo.

Acató la orden de la rubia al instante, sentándose y dirigiendo sus labios a sus pechos. Atrapó uno de sus pechos entre ellos, mamando de ellos. Abarcaba todo lo que podía, chupando. Ino tenía pechos grandes y llenos, rebosaban en su otra mano, que lo amasaba con fuerza. Mantenía los ojos abiertos, enfocados en su rostro, asegurándose de estarlo haciendo como a ella le gustaba.

Sus gemidos podrían ser suficiente indicio del placer que estaba sintiendo, pero él necesitaba escucharlo de sus labios - ¿te gusta, Ino? -

La rubia balanceaba sus caderas, deleitándose con su miembro estirando sus paredes. Se movía en círculos mientras la boca de su novio la complacía - Si - gimió con fuerza. Sabía que no había nadie en casa - más fuerte, Sai - ordenó y así lo hizo. Así le había enseñado ella. Todo lo que sabía y conocía, era gracias a la rubia. Tanto en el sexo como en el amor. Era su primera novia, su primera mujer, su primer amor.

Sintiendo su miembro siendo apresado por sus paredes, sabía que la mujer estaba muy cerca del clímax. Ella rodeó sus hombros, apoyándose en él para seguir brincando y deslizando su miembro de arriba a abajo en su interior. El hombre siguió observando su rostro, comprobando lo que ya sabia. No fue hasta que se cercioró que ella había llegado, que se dejó llevar por el placer también. Con un leve gemido que murió en el oído de la rubia, se depositó dentro de ella. Se desplomó sobre la cama, con la rubia en su pecho, que jadeaba, recuperando la respiración.

La rodeo con sus brazos, envolviendo su cuerpo y pegándola todo lo que podía al suyo.

Besó su cabeza, haciendo que ella estirara el cuello para verlo, reposando su barbilla en su pecho. Mirándolo con esos ojos celestes que le encantaban.

La rubia lo vio con la misma devoción. Sai era inocente e ingenuo. Y puede que ella se aprovechara un poquito de ello, para convencerlo de que lo que tenían era convencional. Él no conocía otra cosa.

El pelinegro había sido criado por su abuelo, Danzo, un hombre conservador, que creyó que lo mejor que podía hacer por su nieto, después de la muerte de sus padres, era contratar tutores, que lo educaran dentro de la seguridad de su hogar. Vivió toda su vida del estudio a su habitación. Viajando únicamente por los negocios de su familia y teniendo contacto limitado con la realidad. Hasta que la conoció.

La rubia había llegado junto a su padre a la casa de Danzo, en una cena de negocios. Era ruidosa y extrovertida. Reía y bromeaba con su padre. Ver eso por primera vez de primera mano había sido suficiente para dejarlo pensando en ella. La rubia parecía querer acercarse a él.

Y así era. La Yamanaka tenía un fetiche con la inocencia. Le gustaba saberse deseada, tan deseada como para corromper los pensamientos de los hombres. Tal vez por eso se había arriesgado a una paliza de Temari, siendo la primera mujer de su hermanito. Pero la ponía corromperlos, enseñarles y entrenarlos a su gusto. Así como le gustaba estar con hombres mayores, que temían estar con alguien menor, pero ella era tan deseable, que no tenían más opción que cruzar sus propios límites.

Sai era su mejor proyecto hasta ahora. Solo tenía ojos para ella. Lo que ella dijese esa era la ley, confiaba plenamente en ella. La rubia jamás lo lastimaría. Sí, se divertía con otros, pero ya que el constructo de monogamia nunca había sido instruido en él, no le molestaba. Él sabía que ella era suya, y él era de ella. No tenía dudas.

La rubia también disfrutaba de verlo divertirse con otras chicas. Incluyendo la chica pelirrosa, su mejor amiga, que tenía los pechos más pequeños que los de Ino pero qué sabia usar muy bien su lengua. Oops. Recordó que no podía decir esas cosas, Ino se lo había dicho. Era parte de adaptarse a una vida diferente.

Después de mucho insistir, su abuelo finalmente había aceptado que ingresara a un instituto. Cuando la rubia le aseguro que era muy importante para que el chico continuara con su legado en la empresa, haciendo contacto y conociendo a las futuras cabezas de las empresas más importantes del país.

Llevaba dos semanas asistiendo al instituto, la rubia se había asegurado de que todos conocieran a su novio, se paseaba tomando su mano, dándole su lugar. Disgustando a todos los que creyeron tener una oportunidad con la rubia.

-¿Me amas, Sai? - pregunto pestañeando coqueta, jugando con sus ojos celestes.

-Te amo, Ino- dijo sincero.

-Yo a ti - lo beso.

Se deleitó con el contacto de su cálida piel.

-Tengo que ir al baño - dijo para que ella se moviera de su pecho. Se puso de pie, dándole una última mirada a la curvilínea mujer que se quedaba en la cama.

La rubia lo siguió con la mirada hasta que desapareció por la puerta del baño. Era tan mono.

Vio en la pantalla de su celular la notificación entrante de un texto, por parte de un contacto que creyó extraviado. Río divertida. Se aseguró que el pelinegro siguiera en el baño, antes de contestar.

Tomó un pantallazo del mensaje para enviárselo a su pelirrosa favorita.

"Hola rubia, ¿qué haces esta noche?"

La noche ahora tenía buena pinta.

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Todos tienen un precio. Quien creyera lo contrario, simplemente no tenía suficiente dinero.

Pero ese no era su caso. Ni el del Uchiha. Ellos se podían permitir lujos que otros no.

Como sobornar al docente a cargo de supervisar sus castigos.

Llevaban dos semanas aprovechando el tiempo de castigo que les habían impartido. Le tendió al docente el rollo de billetes que le habían prometido. Mientras cerraba la puerta del salón en cuanto el hombre puso un pie fuera de la habitación. Puso el seguro de la puerta antes de girar sobre su propio eje, y recostarse sobre esta, buscando los ojos del pelinegro, que la veían expectantes.

Se mordió el labio al verlo así. Con sus brazos cruzados, sentado en su escritorio, su expresión seria, fingiendo indiferencia, y pretendiendo que su miembro no empezaba a responder con solo saber que tenían un tiempo a solas. Tal como lo habían hecho todos los días de esas semanas, sus dos semanas de castigo de regreso al instituto.

Tenía su uniforme de porrista, y sabía que eso lo ponía. Y a ella, también. Le iba a dar un pequeño show. Tarareo la canción que había repetido múltiples veces en su cabeza, si bien aún no había podido regresar a las prácticas debido al castigo, Temari le había enviado el video con la coreografía, para que estuviera lista para ensayar con el grupo en cuanto su castigo terminara. Pero el pelinegro recibiría otro tipo de baile.

Movió sus caderas de un lado para otro, tarareando al ritmo de sus caderas. Recorrió la silueta de su cuerpo con sus propias manos, delineando cada curva con parsimonia, asegurándose que la mirada del moreno siguiera sus movimientos. Acaricio sus senos sobre su ropa, antes de llevarlas a su cabello, para jugar con él. Esperaba que el olor a cereza que desprendían sus hebras llegara hasta el pelinegro. Libero sus propios pechos, levantando solo un poco el top que dejaba su vientre expuesto. Acaricio sus pezones con sus dedos, sin dejar de verlo a los ojos. Provocándolo.

Se giró para poder embelesarlo con el movimiento de su trasero, cada vez que su falda se movía, su piel quedaba expuesta a la mirada sin pudor del azabache. Levanto su falda, para poder llevar sus manos al pequeño short que la cubría, cuando ella quería mostrarle más. Tomó los extremos, y descendió llevándoselos en el camino. Sin dejar de balancear sus caderas, ni tararear la melodía.

Empinó sus nalgas, que solo tenían un hilo cubriéndolas, qué desaparecida entre su carne. Dejo que se deleitara con la visión de su trasero, sus nalgas firmes y redondas. Vio por encima de su hombro, como el chico llevaba sus manos a la hebilla de su cinturón y la cremallera de su pantalón, para poder liberar su miembro, que se alzó imponente ante los ojos jades. Ahí estaba el culpable de todos sus pecados. Entre las manos masculinas, recibiendo placer. Placer que ella quería proporcionarle.

El escritorio del profesor, frente a toda el aula, le dio una gran idea. Se acercó a la mesa, sentándose de un brinco, de frente al Uchiha. Abrió sus piernas todo lo posible, permitiéndole ver de lleno su entrepierna, cubierta por la tela negra. Se apoyó con uno de los brazos en la madera, detrás de ella. Mientras empezaba a repasar su piel con su mano libre. Descendió de sus pechos a su entrepierna. Acariciándose sobre la tela. Jugando con su vulva, sintiendo la humedad a través de la tela. El pelinegro aceleró el ritmo en que su mano recorría su erección.

Se puso de pie en cuanto la necesidad de besarla se hizo incontrolable. Estuvo frente a ella en segundos, devorando sus labios con fervor. Atrapó su labio inferior entre sus dientes, halándolo para después darle una lamida al verlo rojo e hinchado. Observó con morbo como ella seguía dándose placer por encima de las bragas. Ella no necesitaba darse placer a sí misma, no si él estaba allí para complacerla.

Llevó dos de sus propios dedos a la boca de la chica, para humedecerlos. Bajando por su cuerpo hasta su centro, en el que los enterró. Sintiendo la calidez y humedad, impregnar su propia piel. Bombeó un par de veces antes de sacarlos, estaba lista para él. Pero antes del plato principal, se detuvo a degustar su sabor ante la mirada embelesada de la pelirrosa. Sasuke era tan sexy.

Salió de su ensoñación cuando sus dedos hacían a un lado su braga, exponiendo su entrada ante el glande hinchado del chico, que no demoro en enterrarlo hasta que toco su punto más profundo en una estocada certera, que le quitó las respiración momentáneamente. Ahogó un grito por la intromisión, con su cuerpo adaptándose a su tamaño. Él levantó sus piernas con sus manos detrás de las rodillas, manteniéndolas elevadas y abiertas, en el borde del escritorio.

Dejó caer su cabeza hacia atrás, mientras su cuerpo seguía resistiendo las embestidas del hombre. Su pene salía y entraba con velocidad, en un vaivén que la llevaba al límite del placer. Se permitió soltar los gemidos que le causaban sus penetraciones. Ante el hombre que veía con excitación las expresiones de su rostro. Sus labios rojos, hinchados y entre abiertos. Llamándolo. Invitándolo a jugar.

-Ah Sasuke-kun - gimió cuando vio en su mirada ese toque de maldad que tanto le excitaba y que tanto temía. El azabache se lanzó a sus labios con un objetivo en mente, un juego que lo excitaba mucho últimamente, quitarle el aire a besos. Recorrió sus labios con fuerza y dejó que su lengua se encontrara con la suya, acariciándola con intensidad. Cuando la pelirrosa intento apartarse para tomar aire, no se lo permitió. La tomó de la nuca para que no se moviera, aun recorriendo sus cavidades. Su pene seguía ensartándose rítmicamente, mientras sus labios y su lengua no le daban tregua.

La ojijade empezó a sentir la falta de aire, a pesar de seguir soltando gemidos que se ahogaban en la boca del Uchiha - Hmmm Sasuke-kun - intentó mascullar entre sus labios, más no recibió respuesta, la sensación era similar a ser ahorcada durante el sexo, y la falta de aire multiplicaba la intensidad de su orgasmo, que ya empezaba a sentir en su vientre. Excitada, rodeó su cuello para besarlo aún más profundo, clavó sus uñas en sus hombros involuntariamente. Anhelando la sensación de su clímax con escaso aire.

-Córrete para mí, Sa-ku-ra - murmuró contra sus labios, entre besos. El miembro del chico vibró ante las sacudidas que las paredes de su intimidad le proporcionaron al alcanzar el clímax. Solo cuando tuvo certeza de que el orgasmo la había golpeado con fuerza, le permitió tomar aire. Tomó una gran bocada de aire al separarse de sus labios, e intentó recuperar el ritmo de su respiración, que se entrecortaba al tenerlo aún golpeando su entrada con fuerza.

-Ah, Sasuke-kun, no te corras dentro - pidió. Su ceño fruncido le dejó claro que no le gustaba la idea. Le gustaba correrse dentro de su cuerpo, eso lo tenía claro, pero hoy no podía. Detuvo el ritmo de sus embestidas, para salir de ella con una expresión sería en el rostro, ante la mirada interrogante de la chica. Tomó sus caderas, para bajarla del escritorio. La pelirrosa se dejaba hacer, expectante.

La giró con brusquedad para empotrarla en el escritorio, dándole la espalda a él. Con su mano en sus hombros le indico que se inclinara y recostada sobre la madera, para poder embestirla desde atrás - ah sasuke-kun- gimió nuevamente al sentirlo completamente dentro de ella. Llevó sus manos a los costados del escritorio, apretando la madera, clavando sus uñas en ella. Muy consciente de que seguramente quedaría una marca en esta.

Tenía una vista excitante de su trasero, veía como su erección desaparecía entre sus pliegues rosa. Golpeó la barrera de su útero con fuerza, ocasionando gemidos más audibles por parte de la fémina - ah Sasuke-kun - se deleitó con la forma en la que decía su nombre cuando estaba totalmente ahogada en el placer. Golpeó la piel de sus glúteos con la palma de su mano, recibiendo mas gemidos en respuesta.

-Así, di mi nombre - golpeó su centro una vez más, escuchando ese sonido que tanto le excitaba de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo.

Notó que el chico estaba cerca al orgasmo - Sasuke-kun - llamó, esta vez no solo de placer, quería recordarle que no podía venirse dentro de ella, quería que lo hiciera, le gustaba recibir el producto de su orgasmo y que la llenara, pero hoy no podía - Sasuke-kun - sus embestidas se aceleraban a pesar de sus llamados, seguramente consciente de lo que le pediría, y decidiendo hacer caso omiso a la petición.

Intentó mirarlo sobre su hombro, y la visión le hizo olvidar sus propias palabras. Tenía su camisa entre abierta, su flequillo se balanceaba al ritmo de las estocadas, sus labios entreabiertos soltaban pequeños jadeos cada vez que la embestía de forma certera, sus ojos enfocados en la unión de sus cuerpos, atento a como su miembro desaparecía entre su humedad y salía cubierto de ella.

Mordió su labio, viéndolo excitada. Sasuke eran tan sexy. Cuando sus ojos se encontraron, fue suficiente para que el pelinegro se dejara ir. Eyaculando en su interior. Gimió al sentir los cálidos latigazos, a ella también le gustaba sentirlo, pero hoy no podían - Mouu Sasuke-kun - hizo un puchero que solo antojo al azabache de probar sus labios. Y así lo hizo.

Con la misma facilidad con que la había levantado y girado contra el escritorio, la levantó para volver a sentarla en este, mirándolo a él, lanzándose a sus labios, que lo recibieron gustosos. Él atrapó su pequeña cintura entre sus manos, mientras ella acunaba su rostro con las suyas y se perdía en sus labios. Rodeando su cadera con sus piernas. Era un beso lento y profundo - te corriste dentro - le recriminó en cuanto se separaron.

-Hmp - solo le dio una sonrisa arrogante que la hizo fruncir el ceño. Maldito hombre arrogante y hermoso.

Los golpes en la puerta los distrajeron. El tiempo se había acabado. Se bajó del escritorio de un salto, mientras recogía sus shorts y se los volvía a poner. El pelinegro también se acomodaba su ropa, y tomaba asiento donde anteriormente había estado, antes de que el profesor se fuera. Claro que no habían sido totalmente honestos con el docente. No le pagaban porque se fuera y los dejara comerse con toda libertad. Solo le dijeron que querían usar sus celulares, ver una película, todo lo cual estaba prohibido durante los castigos. El hombre no tenía idea de lo que realmente pasaba entre ellos.

Le dio una última mirada al pelinegro para comprobar que se veía tal cual como el profesor los había dejado. Quitó el seguro de la puerta y la abrió, viéndolo de pie, listo para regresar a su labor de supervisarlos, tal como llevaba haciendo durante las últimas dos semanas. Sobornarlo había sido más fácil de lo que esperaban. A nadie le venían mal unos miles de dólares por hacerse el de la vista ciega.

-Iré al baño, sensei- anunció pasando por su lado. Necesitaba limpiarse.

Llegó a los lavabos y entró a uno de los cubículos, bajándose los shorts y las bragas para estimar el daño causado. Se sentó mientras permitía que el resto del esperma del Uchiha saliera de su interior. Observaba como sus bragas negras tenían una mancha blanca empapándola, imposible de disimular. Maldijo por lo bajo antes de quitárselas por completo, enrollarlas entre una bola de papel higiénico y tirarlas en la cesta de la basura. Solo le diría a Neji que no se había puesto bragas ese día. Para el.

Neji era la razón por la que no podían. Llevaban dos semanas de castigo, hoy era su último día. Un viernes. Tenían que quedarse dos horas después de la escuela en el salón con un profesor, a quien habían comprado con facilidad. Solo tenía que desaparecer y regresar veinte minutos antes del final del castigo. El problema era Neji.

El Hyuga participaba en muchas actividades extracurriculares, incluyendo el equipo de futbol, de básquetbol y el consejo estudiantil, entre otros que ya ni recordaba. Quedarse dos horas después de clase era una segunda naturaleza. Lo cual era perfecto para pasar por la chica en cuanto su castigo terminara, y asegurarse que nada volviese a ocurrir con el Uchiha. No confiaba en ese hijo de puta. Bueno, tal vez el problema no era Neji o Sasuke, sino que para Sakura era imposible apartar sus manos de Sasuke.

Ahora, más que nunca, la chica necesitaba mantenerlos lejos del otro. Más cuando Sasuke había terminado pasando más de dos semanas con ella en Hokkaido, cuando su abuela lo adoraba, cuando había cada vez más testigos de todo lo que pasaba entre ellos, cuando su corazón se aceleraba cada vez que veía al ojinegro, y lo extrañaba cada noche, después de haber dormido con él todos los días durante sus vacaciones de invierno.

Limpió los shorts que solo tenían una mancha de humedad, de la que podría culpar a cualquier cosa. Esas semanas había tenido que usar todos los pretextos existentes para evadir las manos del Hyuga después de estar con Sasuke. Todos los días le había pedido que no se corriera dentro, y todos los días había hecho totalmente lo opuesto. Desearía poder enojarse con él, pero bastaba con ver su sonrisa arrogante, para solo querer besar sus labios y seducirlo nuevamente.

Regresó al salón, a su asiento, bajo la atenta mirada de los ojos negros, que seguían los movimientos de su cuerpo esbelto y sensual. A él también le costaba mantener sus manos alejadas de ella.

-Bien, ya es hora - dijo el maestro, poniéndose de pie. Finalmente, su castigo había terminado. Muy a su pesar, para la pareja.

Tomó su bolso, empezando a encaminarse a la entrada, de donde acababa de salir el profesor. Empezó a girar hacia el moreno para poder despedirse y planear la próxima vez que se verían.

-Hola linda - saludó el ojiperla en cuanto la vio desde la entrada, haciéndola respingar, deteniéndola en el marco de la puerta. Su entrenamiento había terminado hacía unos minutos y estaba fuera de la puerta del salón, recostado en el muro, esperando por su novia.

Se veía particularmente linda hoy, con su uniforme de porrista, sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos. Se acercó a besar sus labios, viendo por el rabillo del ojo al imbécil del Uchiha. Aprovechando para marcar su territorio.

La pelirrosa sudó frío, incómoda. Esperaba una corta muestra de afecto del ojiperla, no el beso apasionado que le había estampado, del que intento alejarse, haciendo que el hombre la rodeara con sus brazos para mantenerla cerca. Al Hyuga no le gustaban las demostraciones de afecto en público, si alguna vez lo hacía, era para complacerla. Sabía que solo intentaba restregarle a Sasuke que él estaba con ella.

Y funcionaba. El azabache veía la escena con los puños cerrados dentro de sus bolsillos. Estaban en el marco de la puerta. Impidiendo que saliera, obligándolo a ver como la rodeaba con sus brazos y se adueñaba de sus labios. Llevó su mirada al suelo, prefería evitar ver la escena. Su ceño se frunció. No se quedaría ahí a verlos como un idiota.

Se encaminó a la puerta con una postura rígida. Se hizo espacio para salir, chocando su hombro con el del Hyuga, ante la aterrada mirada de la ojijade, que sintió como el hombre se alejaba de ella con una mirada furiosa, dirigida al pelinegro que ahora pasaba por su lado y le dirigía una mirada igual de amenazante al ojiperla.

-Neji - lo detuvo antes de que se moviera en dirección al pelinegro, quien ahora caminaba por los pasillos, alejándose - Vamos, por favor - lo vio suplicante. Unió sus labios a los del chico, quien seguía viendo por donde el Uchiha desaparecia.

Sasuke… Pensó con tristeza mientras veía su figura desaparecer en los pasillos.

El ojiperla dejó salir un suspiro frustrado en cuanto el azabache salió de su rango de visión - Vamos - le tendió la mano para cargar la mochila de la chica en su hombro y después tomar su mano. La pelirrosa quiso dar la vuelta y salir corriendo detrás de el pelinegro - ¿tienes hambre?- preguntó el castaño, cambiando de tema y sacándola de sus pensamientos.

-Un poco - contestó simple.

-Los Akimichi abrieron un nuevo restaurante de sushi cerca del centro…- él siguió hablando con la ojijade solo asintiendo sin escuchar realmente.

La llevó a comer. Disfrutaba el tiempo con Neji. De sus atenciones. De cada detalle que conocía de su vida. De la familiaridad que sentía con él. También disfruto de sus besos, sus caricias y como la hizo suya en cuanto la llevo a su casa, al haberse quedado sin excusas. Si bien no desbordaban la misma pasión que cuando estaba con el pelinegro, disfrutaba al tenerlo entre sus piernas.

Se despidió de él, con la excusa de querer descansar.

Hasta que recibió el mensaje de su rubia favorita. Sonriendo traviesa, mientras cerraba la puerta detrás del castaño y escuchaba el motor de su auto partir.

Ella realmente no quería descansar esa noche.

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Necesitaba esto.

Necesitaba recordar quién era.

-Sasuke, espera - la voz de la chica intentaba detenerlo - Estás siendo muy rudo - El pelinegro chasqueó la lengua con molestia, reduciendo la velocidad de sus embestidas y midiendo la fuerza con la que chocaba sus caderas con las de la chica. Ocasionando que ella volviera a gemir audiblemente. Pero él ya no lo disfrutaba igual.

Por primera vez encontró muy molesto la forma en que la mujer gritaba, sus gemidos no eran dulces y excitantes.

Pero necesitaba recordar quién era antes de ella.

Salió de su cavidad sin decir nada, para acercarse a la mesa donde había dejado lo que le habían ofrecido en cuanto llegó, la cajita feliz, la llamaban. No creyó necesitarlo, pero ahora había cambiado de opinión - ¿Sasuke? - preguntó la mujer, que aún seguía apoyada en el borde de la cama, con sus manos y rodillas, brindándole apoyo sobre el colchón, en cuatro, desnuda de la cintura para abajo, con su pantalón enrollado en sus talones. Ni siquiera se había molestado en desvestirla.

Tomó la bolsita que contenía el polvo blanco, vertiendo un poco sobre la superficie. Buscó entre sus pantalones su tarjeta de crédito, para poder armar la línea de coca. La mujer le había quitado la camisa anteriormente, y solo tenía sus pantalones puestos, con la bragueta abierta, suficiente para bajar sus bóxer y dejar su miembro al aire, que ahora estaba semiduro, enfundado en el preservativo. Le estaba costando concentrarse.

Enrolló un billete rápidamente, tapando una de sus fosas nasales, se inclinó para aspirar el polvo con fuerza, sintiendo el interior de su nariz arder.

Cerró los ojos, mientras el escozor temporal pasaba.

-¿Sasuke?- llamó la pelirroja una vez más. La había dejado ansiando su orgasmo, así sin más. Lo vio tomar el vaso lleno de la bebida dorada, whiskey, antes de vaciarlo en su boca de un sorbo. La volteo a mirar con esas ojos fríos, indiferentes, tan característicos en él. Tembló un poco ante la mirada gélida.

Se acercó a ella con pasos felinos, sin emitir ningún sonido. Volviendo a tomarla de las caderas para empinarla, en la posición que estaba inicialmente. Masajeo su miembro mientras repasa con sus manos su entrada. No estaba intentando estimularla, intentaba endurecer su miembro para poder seguir con lo que había dejado.

Su miembro respondió, y él lo guio hacia la cavidad de la mujer, entrando de una sola estocada. Recibiendo un gemido de satisfacción por parte de la fémina. Siguió con su vaivén de caderas, que parecían llevar a la de ojos miel a la cima. Se retorcía sobre la cama mientras recibía su miembro en su interior. Pero él no lograba alcanzar el mismo nivel de placer.

Hasta que dejo volar su imaginación y dejo que sus sentidos se distorsionaran.

La piel bronceada de la mujer adquirió un tono más cremoso, más pálido. Sus cabellos rojos palidecieron, tornándose rosas. Sus gemidos dejaron de ser gritos agudos, para ser gemidos suaves y delicados. Su silueta se volvió más delicada, menos atlética, con una cintura más angosta y marcada. Más frágil, más femenina.

-Ah, Sakura - gimió bajo, suficiente para que la mujer no escuchara, pero suficiente para que la ira que había contenido toda la tarde regresara. Volviendo a acelerar sus embestidas.

-Sasuke, espera - la voz lo saco de su ensoñación. Esa no era Sakura.

-Deja de quejarte, Tayuya, me tienes harto - gruñó, haciendo que la mujer guardara silencio e intentara disfrutar de las embestidas. Dolía un poco, pero no podía dejar pasar la oportunidad de envolver al azabache de nuevo. Era Sasuke Uchiha después de todo, no podía permitir que se le escapara.

Se enfocó en el placer, llegando al orgasmo, sintiendo como con fuertes estocadas él acababa también, vaciándose en el condón y saliendo de su cuerpo inmediatamente. Emitió un quejido ante la falta de tacto del pelinegro. El silencio que siguió fue tal que tuvo que girarse para comprobar que él aún estaba ahí.

Se quitaba el condón, haciéndole un nudo y caminando hacia el baño de la habitación. Tirándolo a la taza del baño para después tirar de la cisterna.

-Escuche que llevaste a una pelirrosa a las peleas - soltó lo que había querido decir desde hace semanas.

El hombre se terminaba de enfundar en sus pantalones, cerrando la cremallera y acomodando su cinturón, sin girar a verla. Pero sus ojos se clavaban a los de ella a través del espejo. La luz del baño en el que estaba el chico le permitió ver las marcas en su espalda. Se armó de valor, subiendo sus propios pantalones de un tirón, y acercándose al cuerpo masculino para ver mejor.

Su espalda tenía múltiples marcas de rasguños con diferentes grados de cicatrización - ¿la dejas marcarte? - cuestionó una vez más, viendo las marcas que parecían más recientes, en sus hombros, estaban cubiertas de sangre seca, eran más evidentes en el hombro que no tenía tatuado. Sabía que Sasuke no era de muchas palabras, pero le gustaría escuchar algo de parte de él. Una explicación - Di algo, Sasuke - demandó en voz alta, con sus ojos clavados al reflejo del espejo.

-No es asunto tuyo - sus pupilas dilatas le permitían saber que la cocaína ya había hecho efecto. Sasuke sobrio, era frío. Sasuke puesto, era gélido. Pero ella necesitaba saber.

El chico pasó de ella, buscando su camisa negra, para empezar a atar los botones.

-Lo es, si ella es la razón por la que no me has hablado o respondido en semanas-

La mirada del pelinegro se perdió en la penumbra de la habitación, que solo era iluminada por la luz del baño, aún encendida, y la luz de la luna que se colaba por la ventana. Parecía sopesar sus palabras. Tomó la lata de cerveza que había dejado en la mesa.

-Si alguna vez te hice entender que te debía explicaciones - habló mientras se dirigía a la puerta de la habitación - Fue un simple malentendido - la vio con una sonrisa burlona, mientras giraba la perilla, abriéndola.

Los ojos de la pelirroja ardieron de furia mientras la música inundaba la habitación.

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-shot shot shot - animó la rubia, mientras empinaba la copita llena de tequila, y empujaba la de la pelirrosa.

-Llegaremos ya ebrias a la fiesta - rio la pelirrosa mientras bebía el líquido para después lamer la rebanada de limón.

Estaban en la casa de los Haruno. En el baño de la heredera. Las dos estaban en ropa interior, mientras se alistaban para una noche de diversión, bastante acostumbradas al cuerpo de la otra. Podrían asegurar que conocían el cuerpo de la otra mejor que cualquier hombre con quien se hubieran acostado.

Alternaban el maquillaje con shots de tequila. Mientras dos vasos de tequila sunrise reposaban en el mármol del baño de la pelirrosa. La música estaba a todo volumen, creando el ambiente perfecto para el pre, antes de la fiesta a la que fueron invitadas. La rubia terminaba con las sombras lilas en sus párpados, mientras la pelirrosa cincelaba sus labios con un brillo. El hombre le había asegurado a la rubia que un chofer pasaría a recogerlas, aún tenían tiempo de prepararse.

Se enfundó en su pantalón ajustado de cuero negro a la cintura, que abrazaba sus curvas, se puso un top rosa intenso, de tirantes cruzados al frente que se amarraba al cuello. Era corta. Muy corta. Apenas y cubría sus pechos, dejando expuesto su espalda, su trabajado vientre y su cintura pequeña. La rubia subió el cierre del corto vestido lila que se ajustaba a su silueta como un guante, dejando un coqueto escote a la vista. Las dos se vieron con aprobación.

Se miraron con complicidad mientras se aseguraban que la otra se viera perfecta. La rubia acercó una de sus manos para quitar un el grumo de máscara de pestañas de los ojos de su amiga. Mientras la pelirrosa ajustaba un par de mechones rebeldes que querían escapar de la perfecta coleta alta de su amiga.

-Listo - dijeron al unísono cuando lograron su cometido.

-¿a qué hora nos recogen? -

-Ya deberían estar por llegar- tomó su bolso pequeño blanco, en el que solo cambia su celular, su tarjeta de crédito y algo de maquillaje - Vamos a esperar en la barra de la cocina, mi bebida ya se acabó - musitó con pesar, dándole el último sorbo a su coctel.

Se enfundaron en unos tacones de infarto. Unas botas a la rodilla blancas para Ino, y unas sandalias negras para Sakura.

Cuando empinaban el vaso para terminar su segundo coctel, la rubia recibió una llamada, anunciando la llegada del coche que las llevaría. Se sintieron gratamente atendidas cuando el chofer del Rolls-Royce salió a abrirles la puerta del vehículo. Al entrar al auto, un champán en hielo las esperaba. El chofer sirvió dos copas, una para cada una, y les informo que entre sus funciones estaba que se terminaran la botella antes de llegar al destino.

Las dos rieron dispuestas al desafío.

La burbujas de la bebida amenizaron el trayecto de aproximadamente veinte minutos. Los chicos estaban locos si creían que se acabaran toda la botella en tan corto tiempo.

El chofer parqueó el auto en frente de la enorme puerta de la casa. Saliendo de este para abrirle la puerta a las chicas y tenderles la mano, ayudándoles a bajar. Se retiró en cuanto le agradecieron.

Las chicas vieron asombradas la fachada del lugar.

Cuando creces con todo lo inimaginable, difícilmente algo te descresta. Pero esa mansión que tenían en frente, hacía que las dos estuviesen impresionadas, que era mucho decir.

Era un edificio de dos plantas, de arquitectura de occidente moderna. Jugaba con todos negros y madera. Las luces iluminaban el exterior, haciéndola ver aún más imponente. Caminaron por el jardín minimalista, pero majestuoso, en el que un par de personas se encontraban. Fumando, charlando y disfrutando de sus bebidas. Todos parecían aún en sus cabales, por ahora.

-Frentona, mira esta casa - decía la rubia impresionada. Era un diseño diferente al que alguna vez hubieran visto.

-Lo sé, ¿crees que Deidara sea el dueño?-

-Desafortunadamente no, linda - la voz del hombre las hizo girar, buscando su voz. El rubio estaba ahí de pie, enfundado en unos pantalones negros, una camisa roja y la bata de Akatsuki, que la pelirrosa ya reconocía - Las estábamos esperando - pasó sus brazos, rodeando los hombros de las chicas - ¿qué hay, rubia? - dijo coqueto, viendo a la de ojos celestes, que sonrió coqueta.

-Gracias por la invitación Deidara-sempai-

-No tienes que agradecer, ustedes son las invitadas de honor - empezó a caminar hacia la entrada del edificio, donde dos hombres se paraban imponentes. Los dos con las capas de Akatsuki - Kisame, Kakuzu - llamó a los hombres - Puerta - ordenó. Tenía sus manos ocupadas.

En cuanto entraron, la música estridente inundo sus sentidos, al igual que el olor a tabaco y alcohol. La paz del jardín quedo atrás en cuanto pusieron un pie en la mansión. Estaba significativamente más caliente que el exterior. Seguramente por el calor humano. La fiesta estaba a reventar. Como ya estaban acostumbradas, las cabezas empezaron a girar en su dirección. Eran atractivas. Y llamativas. Y menores.

-¿Una bebida?- Las dos chicas asintieron emocionadas, mientras escaneaban la habitación. El público masculino era significativamente mayor al femenino en el lugar. Lo que significaba una cosa… las acosarían toda la noche. Afortunadamente, parecía que la presencia del rubio era suficiente para mantener a todos a raya, pues ninguno parecía querer hacer un movimiento hacia ellas y observaban atentamente las acciones del hombre, tal vez tratando de descifrar cuál de las dos era su acompañante esa noche y quien de las dos estaba libre.

Se dirigieron al salón, que tenía una barra de bebidas, con otros miembros de Akatsuki sirviendo bebidas. Las personas abrieron el paso en cuanto vieron la insignia del grupo entre ellos. La pelirrosa reconoció al peligris que agitaba una bebida antes de ponerla en una copa. Quien peinaba su cabello hacia atrás, tenía una camisa blanca, totalmente abierta, permitiendo ver sus abdominales marcados.

-Oye, pero sí es mi modelo - Parecía que él también la había reconocido.

-Hidan - saludó con una sonrisa.

-No esperaba verte en esta fiesta, pequeña - Recordaba el cuerpo de la chica, pero no su nombre.

-Ni lo intentes, Hidan, la están esperando - advirtió el rubio, quien conocía muy bien al hombre detrás de la barra, que solo largó una carcajada.

-¿Qué les sirvo, preciosas? -

-Tequila Sunrise - gritaron las dos sobre la música.

El hombre empezó a batir la mezcla, ante la atenta mirada de las dos mujeres.

-Aún no es hora para mi mezcla explosiva - aseguró Deidara - Primero tenemos que encontrar a alguien.

Las rodeo por los hombros nuevamente, mientras volvian a sumergirse en el mar de gente. A la pelirrosa le pareció reconocer ciertos rostros familiares. Seguramente de la peleas en la que había estado. Aunque todos se veían diferentes con su ropa puesta, en esta ocasión.

-Esta es tu parada, pelirrosa - señaló una puerta.

-¿Mi parada? - Las dos chicas lo vieron confundidas, aunque solo la ojijade hablo.

-Tsk, solo espera adentro por unos minutos - Insistió - Te mostraré algo a ti rubia.

Las dos intercambiaron miradas, sin saber qué hacer.

-No es nada malo - rio el rubio - lo prometo - abrió la puerta de madera para que la chica entrara.

Caminó dentro, y escuchó como la puerta se cerraba a su espalda. Recorrió con la mirada la gran habitación. Era un estudio. Tenía un gran escritorio de madera, estantes llenos de libros y una sala. Sobre la mesa había un par de vasos de whiskey, que parecían recién servidos, pues el hielo aún flotaba sobre la bebida dorada.

Escucho la puerta del lugar abrirse, detrás de ella. Haciéndola girar para encarar al hombre que entraba a través de la puerta, con una sonrisa prepotente.

-Así que esta es tu casa-

-Bienvenida, Sakura-chan - escuchó su ronca voz a su espalda -Estás preciosa - Repasó su cuerpo con una mirada que la desnudo completamente.

-Gracias por la invitación, Sasori-sempai - Lo siguió con la mirada, mientras él la rodeaba, escaneando su cuerpo. Hasta que lo tuvo en frente.

Había olvidado lo apuesto que era el pelirrojo. Su rostro perfecto, impasible, siempre tranquilo. Su piel se veía suave al tacto, sus ojos miel seguían cada curva de su cuerpo, su nariz recta, sus labios se veían tan apetecibles en ese momento. Vestía una camisa color vino, que contrastaba perfectamente con su piel. Estaba abierta hasta la mitad, permitiendo ver su pecho lampiño y levemente marcado. El hombre rio arrogante ante su mirada, que lo veía con las mismas ganas que él tenía. La tomó desprevenida al enredar su mano con las hebras de su cabello en la parte posterior de su cabeza, arriba de su nuca, y atraerla a sí mismo. Atrapando sus labios en un beso hambriento. Recorrió sus labios y su lengua. Hmm. Gimió de gusto. Besaba como los dioses.

Tenía suficientes problemas, suficientes hombres en la ecuación, pero un besito no se le negaba a nadie. Menos a semejante hombre. Especialmente después de todo el alcohol que había consumido ya.

-No he podido dejar de pensar en ti - dijo al separarse. La ojijade rio divertida.

-¿En mí? - Se alejó, para jugar con él, mientras caminaba por la habitación, con pasos sensuales, provocándolo. Iba en círculos alrededor de él, ahora él era su presa - ¿Qué pensabas? - Aprovechaba para ver la decoración del lugar. Tenía muchas estatuas de marionetas.

-Siempre me han gustado las muñequitas - admitió dando un sorbo a su bebida, siguiendo con su mirada los pasos que daba la pelirrosa, deleitándose con su cuerpo y la forma en que ese pantalón se amoldaba a sus nalgas, dejándole ver el mejor trasero que había visto en su vida. La pelirrosa parecía una muñequita a sus ojos. No todos sabían apreciar el arte. Y la combinación de exóticos colores de la chica, era arte a sus ojos. Una cara de muñequita y un cuerpo escultural, que él moría por explorar.

-¿Yo? ¿Una muñeca?- Fingía inocencia, mientras una sonrisa coqueta adornaba su rostro contrastando con sus ojos tiernos. Batiendo las pestañas, poniendo su mejor cara inocente. Y funcionaba.

Sasori sonreía encantado - Te gusta jugar muñequita - No era una pregunta - Los dos podemos jugar - Sacó de sus bolsillos una bolsita plástica con varias pastillas, la chica se acercó curiosa - Tengo algo para ti -Sacó dos pastillas.

-¿Qué es? - preguntó escéptica, esta vez no estaba Ino para acompañarla en sus locuras. Se sentía insegura sin ella.

El hombre sonrió - ¿Confías en mí? - la mirada que ella le dio le hizo soltar una leve carcajada - No haremos nada que no quieras, Sakura-chan - pronunció su nombre lento y sensual. Se puso una de las pastillas en su lengua, mientras la sacaba y la dejaba a su alcance. Invitándola a tomarla con su propia lengua.

Dudó por unos segundos antes de tomar la pastilla con su lengua, de la lengua del pelirrojo, que aprovecho para disfrutar la caricia entre las dos. Le ofreció un trago de whiskey, que ella tomó de mala gana, haciendo una mueca, sacándole una risa al pelirrojo. Ella era más una chica de cócteles, pero no sabía donde había dejado el suyo. El hombre también tomó una pastilla y un sorbo de la bebida.

-Vamos - pronunció el hombre, mientras ponía una mano en su espalda baja.

-¿Eh? ¿A dónde? - preguntó curiosa. Había imaginado que el hombre no podía esperar para saltarle encima.

-A la fiesta muñequita, cuando la droga haga efecto, tendrás mucha energía por un par de horas, no querrás estar sola. Ni encerrada - Explicó.

Asintió, entendiendo y dejándose guiar de regreso al salón.

-¿Tienes otra? - preguntó la pelirrosa refiriéndose a las pastillas.

-No puedes tomar dos - negó con su cabeza. La pelirrosa sonrió, claro que no iba a tomar dos.

-Es para Ino - aseguró. Esta vez el pelirrojo sonrió.

-Tu amiga probablemente ya la tomó - asumió - Deidara las trajo - Explicó - pero podemos buscarla.

La pelirrosa asintió, sonriendo.

Empezaron a recorrer la instancia, buscando a la rubia. La pelirrosa intentaba escuchar su risa. Reconocería la risa de su amiga a kilómetros de distancia. Así la encontraba en la mayoría de fiestas cuando la perdía de vista.

El mar de gente parecía abrirse en cuanto veían a Sasori. Tal cual como había sucedido en el club esa noche.

Caminaban siguiendo el espacio que les abrían. El pelirrojo dejaba su mano en su espalda baja, en el inicio de la curvatura de su trasero. Las personas se detenían a saludarlo. Hacían reverencias y algunos entablaban cortas conversaciones.

Sasori la presentaba y ella disfrutaba de los halagos que le hacían.

El pelirrojo también disfrutaba de quienes lo detenían y comentaban lo hermosa que era su acompañante.

Ella… Disfrutaba ser su trofeo.

Le presentó a un par de personas, y cuando llegaban al patio trasero, comenzó a sentir como su cuerpo experimentaba un choque de energía, quería bailar, quería saltar, y de repente esta parecía la mejor noche de su vida.

Se encontró con Konan en el camino, quien se detuvo a saludar a Sasori, pero en cuanto la vio, se lanzó a abrazarla. Cualquiera que las viera juraría que eran mejores amigas y se conocían desde siempre. Se abrazaban con fuerza, y saltaban, no supo por cuanto tiempo estuvieron bailando abrazadas, mientras coreaban la canción que sonaba en ese momento.

Cuando por fin se separaron, las pupilas de los ojos miel de la peliazul le indicaron que estaba tan drogada como ella. La amaba. Amaba a la mujer frente a ella. Y amaba lo que sea que Sasori le había dado.

Escaneó con la mirada la habitación, estaban rodeadas de personas que desconocía, todas bailando. Tenía un leve mareo, y su cabeza se sentía liviana. La sobriedad había quedado atrás hace mucho. Buscó al pelirrojo con la mirada. Estaba parado en una esquina, observándola, cuidándola, mientras conversaba con un chico de cabello naranja y múltiples perforaciones en su rostro.

-¡Ahí está Yahiko! - dijo la peliazul, al seguir el curso de la mirada jade - ¡Ven!, te lo presentaré - la tomó de la mano, mientras las personas abrían camino para que pasaran. Cabe mencionar que la peliazul también portaba la capa con la insignia de los Akatsuki.

Se lanzó a los brazos del hombre antes de estamparle un beso, que él correspondió, para después dedicarle una sonrisa - Yahiko, esta es Sakura - tomó su mano, presentándose - Este es Yahiko, mi novio - la chica se refugió en los brazos del chico.

-¿Encontraste a tu amiga? - pregunto el pelirrojo, acercándose más. Poniendo su mano en su trasero, sin pudor. No pudo evitar quedarse viendo sus labios por un segundo. Antes de negar con la cabeza - Sigamos - volvió a poner su mano en la espalda baja de la chica, mientras empezaban a caminar de nuevo. Se despidieron de la pareja, que ya estaba besándose y restregándose en la esquina.

-¿No invitaste a Temari? - pregunto extrañada, al no haberse cruzado con la rubia. Eran familia después de todo.

El pelirrojo rio - No querría que viera todo lo que sucede en estas fiestas.

-¿Y yo si? - fingió estar ofendida mientras sonreía.

-Nunca permitiría que le hicieran a ella lo que planeo hacerte a ti - Su cuerpo vibró con deseo ante la ¿amenaza? La vio fijamente a los ojos, acercándose lentamente a sus labios.

La pelirrosa sabía que había un tema por tratar con el pelirrojo, así como siempre lo hacía con los chicos con los que se divertía. "Tengo novio" simple y directo. Seguramente al hombre no le importaba. No quería que nadie esperara un compromiso de su parte, y suponía que el pelirrojo no estaba buscando ninguno. Pero en ese momento lo único que quería era tener sus labios sobre los suyos.

-Sakuuu - el grito, la saco de la burbuja, volteando a ver a la rubia, que se lanzaba a abrazar el cuerpo de la pelirrosa, enérgica - ¿No es el mejor día de tu vida? - Le sonrió mientras daba pequeños brincos.

-¿Cuánto le diste? - Le preguntó el pelirrojo al rubio que se acercaba sin aire, después de seguir a la rubia que había estado corriendo por toda la casa.

-Solo una - aseguró - No sé qué le pasa - seguía jadeando, recuperando la respiración.

La pelirrosa rio, su amiga ya de por sí era hiperactiva. La pastilla de Deidara no la iba a dejar dormir hasta el día siguiente.

-Salgamos a la piscina a tomar un poco de aire - propuso el ojimiel.

-¿Piscina? - los ojos de la rubia se iluminaron - Siii - tomó la mano de la pelirrosa para salir a correr con ella.

-¿Te la vas a coger así? - Cuestionó al de la coleta, que negó nervioso, mientras caminaban detrás de ellas, por el camino que la rubia había tomado.

-Creo que me mataría- el pelirrojo asintió, mientras las buscaban con la mirada nuevamente.

La piscina era enorme, al igual que las zonas verdes a su alrededor. Tenía varias áreas techadas, con sillas al rededor. La música sonaba fuerte, mientras todos gritaban, ya llevados por todo lo que habían consumido.

El par de chicas estaban bailando al lado de la piscina. Como era de esperarse, los hombres empezaban a acumularse alrededor de ellas, esperando el momento perfecto para aproximarse. Bastó con una mirada del pelirrojo, que se sentaba en las mesas que rodeaba la piscina, para que se alejaran nuevamente. Sasori era el jefe de muchos de los invitados, que trabajaban en sus negocios. Todos conocían sus miradas, y ninguno se atrevería a desafiarlas.

Un par de cocteles después, la pelirrosa dejaba caer su cabeza hacia atrás, sintiendo su largo cabello, rozar su espalda baja mientras agitaba sus brazos y cadera con sensualidad, frente a la rubia que meneaba el trasero con la música. Hace mucho no tenían la libertad de bailar sin sentirse acosadas, con hombres ofreciéndoles tragos e invitándolas a bailar. Le gustaba como la presencia de Sasori los ahuyentaba a todos.

Perdió a la rubia de vista, como pasaba cada cierto tiempo. Ino había recorrido toda la piscina un par de veces, entablando conversaciones con diferentes grupos. La pelirrosa aprovechaba para bailar sola y acercarse al pelirrojo para robarle un beso o dos. Que se intercalaban con las caladas que el hombre le daba a su cigarro.

-Está aquí, está aquí - Volvió la rubia emocionada, mientras brincaba y la tomaba de las manos.

-¿Quién?- preguntó la pelirrosa confundida.

-¡Está aquí! - Era lo único que repetía la rubia.

-¡¿Neji?! - Cuestiono aterrada la de ojos verdes.

-¿Eh? Nooo ¿Por qué estaría Neji acá? - Lo mismo se preguntaba la pelirrosa, aún más intrigada.

La rubia llevaba su vista detrás de la pelirrosa, al pelinegro que tenía tantas ganas de ver - ahí está - salió corriendo una vez más.

La pelirrosa dio un par de vuelta sobre sus tacones, tratando de encontrar a la rubia y quién fuese que estaba ahí para emocionarse tanto. No la vio. Y lo único que consiguió fue marearse.

Se tomó la cabeza, sintiendo la boca seca y pastosa. Estaba muy borracha. O muy drogada.

-¿Agua?- Fue lo único que le preguntó al pelirrojo, que la veía tranquilo. Conociendo muy bien los efectos de la droga, la chica actuaba como era de esperarse.

-En la cocina - Caminó rápidamente de regreso a la casa antes de que el hombre pudiese decir algo. El hombre arqueó una ceja viéndola caminar, tenían decenas de meseros esa noche, pero entendía que seguramente su cabeza no estaba procesando información como lo haría sobria. La pelirrosa no tenía idea de donde estaba la cocina, así que solo camino, mareada, viendo los rostros borrosos de los hombres que intentaban acercarse, esquivándolos. Hasta que por fin dio con el lugar.

Se acercó tambaleante a la estanterías de la pulcra cocina.

Se empinó para alcanzar una de las botellas de agua del estante. Incluso con tacones necesitaba ponerse de puntitas. Sus dedos apenas y las rozaban. Unos brazos fuertes y un individuo más alto detrás de ella le ayudó, poniendo la bebida frente a ella. Mientras presionaba su pelvis contra la suya. Dejándola atrapada entre su cuerpo y el mármol, de espaldas a él. No necesitaba voltear, sabía que la había seguido y reconoció el olor de su colonia. Dejó que el líquido refrescara sus labios y dio un par de tragos. Sintiendo alivio inmediato.

-Gracias - susurró sensual, mientras movía su trasero contra la pelvis del hombre, que ya estaba endurecida. Dejó que se restregaba contra ella, simulando penetraciones, haciendo que su vientre bajo hormigueara.

Veía su reflejo en el vidrio de la ventana, como se inclinaba a besar su cuello, repasando la longitud de este. Su mano se escabulló hacia el frente de sus pantalones. Lo desabotonó despacito, como dándole tiempo a que se negara. Al no ver negación por parte de ella, introdujo su mano dentro de sus pantalones y bragas, encontrando su centro empapado.

-Estás muy mojada, Sakura-chan-

-Ah Sasori - No había perdido tiempo, había empezado a bombear con sus dedos su cavidad, empezando a sacarle gemidos, mientras abría las piernas un poco más, para darle más acceso. Recorrió su centro con sus dedos, entrando y saliendo. El hombre apretó su mandíbula con fuerza. Esa mocosa lo ponía demasiado. Era la segunda vez que se ponía en la misma situación, donde buscaba provocarla, pero terminaba él al borde de follársela sin pensar en las consecuencias.

Su vida distaba mucho de la legalidad. Sus clubs en todo el país eran la cubierta perfecta para la venta y distribución de drogas ilegales, así como el lavado de dinero. Pero tenía sus límites, él no se acostaba con niñas. Siempre le habían gustado las mujeres mayores.

-¿Cuántos años tienes? - preguntó en su oreja, con su respiración entrecortada. Sin dejar de penetrarla con sus dedos.

-Ah diecisiete - La chica movía sus caderas al compás de sus dedos, buscando más contacto.

-¿Cuándo cumples los dieciocho?- "solo son 10 años" pensaba, convenciéndose.

-En dos meses - tuvo que sostenerse en el mesón, su centro palpitaba violentamente, seguro por la droga.

"Mierda" pensó el pelirrojo, mientras sentía el líquido pre seminal mojando sus bóxer. Necesitaba follársela. No le importaba nada. Sacó su mano empapada del pantalón de la chica, que se quejó con un gemido frustrado. Le dio a probar de sus jugos metiendo los dedos en su boca. La giró para ver como se degustaba a sí misma, metió y saco los dedos mientras ella los lamía, con sus ojos miel no podían dejar de ver sus labios carnosos.

-Te mostraré el resto de la casa- Se separó, dispuesto a llevarla a un lugar donde pudieran estar solos.

Caminar con la humedad entre sus piernas era incómodo, pero estaba segura de que pronto estarían en un lugar en que pudieran descargar su deseo. Caminaba a su lado, con su mano en la curva de su trasero. Ya no era amable. Ya no se detenía a saludar a sus invitados. Ahora solo los quería fuera de su camino, sin hacerle perder su valioso tiempo.

La pelirrosa vio un reloj en la pared en su camino, ahora subiendo las escaleras, se sorprendió al notar que no llevaban más de dos horas en el lugar, eran cerca de las dos de la mañana. La droga le hacía perder la noción del tiempo.

-En esta planta están las habitaciones de invitados y mi habitación, muñequita - era un largo pasillo con múltiples puertas a los lados. Y una, al final del pasillo, que asumió era la habitación principal. Caminaban, sabiendo muy bien a qué puerta se dirigían, con parsimonia, a pesar de estar ansiosos por llegar. El sonido de sus tacones resonaba por el lugar. Caminó frente a una puerta que se abría a su lado, sin prestar mayor atención -Fue un simple malentendido- tuvo que detenerse abruptamente cuando escuchó su voz.

Sus ojos se abrieron ante la incredulidad, creyendo que sus sentidos la engañaban. Deseando que sus sentidos solo le estuvieran jugando una mala pasada. Giró bruscamente para encontrarse de frente con sus ojos negros, que también la veían sorprendidos.

-Sasuke-kun - musitó con atónita.

-¿Sakura? - preguntó desconcertado - ¿qué haces aquí? - Inevitablemente sus ojos rodaron hacia la mano que estaba en su espalda. Su ceño se frunció mientras esperaba una respuesta de la pelirrosa.

-Ah, pequeño Sasuke, eres tú - No se había molestado en ver al acompañante de la chica. Hasta ahora. Reconocería al pelirrojo en cualquier parte, lo había visto en múltiples ocasiones, era parte de Akatsuki, al igual que Itachi. Por supuesto que conocía a ese imbécil. Su ceño se frunció aún más, si eso era posible. Apretó los dientes y los puños.

-¿Qué mierda haces aquí?-volvió a preguntar, notando las pupilas dilatadas de la chica. Acercándose a ella.

-Sasuke, ¿qué pasa? - la pelirroja salía de la habitación pasándose las manos por sus hebras rojas, intentando arreglarse el cabello - ¿Sasori?- se sorprendió al verlo ahí de pie fuera de la habitación en medio de una fiesta que el mismo había organizado.

La ojijade no pudo evitar abrir la boca con sorpresa, mientras sentía su pecho arder. No tenía que ser una genio para saber qué estaban haciendo dentro de la habitación. Inevitablemente, sintió sus ojos arder. Sabía que no tenía derecho. Pero no pudo evitar sentir como todo el alcohol y drogas empezaban a rebotar en su estómago.

Era una chica pelirroja y alta… Era una chica bonita. Muy bonita. No más alta que ella, claro. Y por supuesto, no más bonita que ella. Pero eso no evito que su interior ardiera de celos. Tenía una figura esbelta y atlética. La vio de forma despectiva, mientras el vacío en su vientre se hizo más insoportable.

-No sabía que aún te follabas a mi prima- sonrió burlón, totalmente ajeno a las miradas que se lanzaban los dos más chicos. Clavando aún más la daga en el pecho de la pelirrosa - Si nos disculpas- aplicó presión en la espalda de la chica para que se moviera. Esta seguía en shock y solo se movió por inercia ante el gentil empujón. Estaba confundida, y todo lo que había consumido no le dejaba pensar claramente. Ahora si era una muñeca.

El pelinegro los vio caminar hacia la habitación del fondo, mientras apretaba la lata de cerveza que tenía en su mano. Sakura estaba claramente drogada, sus irises claros jamás la dejarían esconder ese hecho. Intento calmarse cerrando los ojos, pero solo se le vinieron a la mente las imágenes del hombre recorriendo el cuerpo de la pelirrosa. Con sus manos, con sus labios.

-No me digas que esa es la pelirrosa que llevaste a las peleas- Escuchó la voz ponzoñosa de Tayuya en su espalda. Echando más leña al fuego. Abrió los ojos, buscándolos con la mirada, viendo como el pelirrojo abría la puerta de la habitación y la invitaba a seguir mientras su mano rodaba de su espalda a su trasero. No se pudo contener más, siguiéndolos con pasos pesados y rápidos.

-Eh, Sasori - llamó, deteniéndolos, mientras llegaba a ellos. Tal vez fue la cocaína o la furia de verla en los brazos de otro que le hicieron bullir la sangre, o una combinación de los dos. Pero en cuanto el hombre giró, con esa estúpida mueca altanera y prepotente y lo tuvo a poca distancia, le estampo un puñetazo en la mejilla lanzándolo al piso. Llevándose en el camino una lámpara de cristal, que se rompió en mil pedazos en cuanto tocó el suelo.

-¡Sasuke!-¡Sasuke-kun! - gritaron las dos mujeres. La prima del pelirrojo se acercaba a socorrerlo. La pelirrosa intentó acercarse, pero el pelinegro ya sujetaba su brazo entre una de sus manos, impidiendo que se acercara o que se moviera de su lado.

El pelirrojo se levantaba mientras limpiaba la sangre que salía de su labio - ¿Qué mierda te pasa, Uchiha? - preguntó con voz profunda pero sin elevarla. Sabía lo que pasaría ahora. Él no necesitaba ensuciarse las manos. Para eso estaban sus gatos.

Dos hombres enfundados en trajes negros, enmascarados, subían las escaleras rápidamente ante el estruendo. Lanzándose al atacante de su jefe sin pensarlo.

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Besó sus labios complacida.

Había convencido a Itachi Uchiha de subir con ella a una de las habitaciones. En cuanto supo que estaba en el lugar, no dudo en buscarlo. Era su oportunidad. Tal vez él estaba un poco borracho, pero ella también, así que no es como si se estuviese aprovechando de él. En todo caso, ella era la menor de edad aquí.

Tal vez había usado la estrategia de Hinata y fingido estar más borracha de lo que realmente estaba para que él la ayudara a subir y recostarse en una de las camas. Pero en la guerra y en el amor todo se vale.

Acomodó una pierna a cada lado de su cadera. Atrapando su rostro mientras acariciaba su lengua con lentitud. Quería disfrutar cada bocado de ese hombre. Él poco a poco se relajaba y se dejaba llevar, después de haberse resistido a lo que su cuerpo quería. No lo podían culpar. La rubia era demasiado guapa.

La rubia empezó a balancear sus caderas en cuanto él atrapó sus nalgas entre sus manos. Sintiendo su erección bien formada. Gimió de placer. Estaba bien equipado.

-Eh, Sasori- Salieron de su burbuja cuando el estruendo fuera de la habitación llamó su atención.

-¡Sasuke!-¡Sasuke-kun! - A Itachi solo le basto escuchar el nombre de su hermano para detenerse, tomándola de los brazos para alejarla de su cuerpo, intentando escuchar un poco más. Los rápidos pasos a lo largo del pasillo fue todo lo que necesito para empujar con toda la delicadeza posible a la mujer a la cama y correr para abrir la puerta, acomodándose la ropa en el trayecto. La rubia lo siguió al reconocer los gritos de su amiga.

Salieron de la habitación para ver al pelinegro siendo sostenido por dos hombres grandes. Uno rodeaba su cuello y sostenía su brazo, el otro le hacía una llave en su otro brazo e impedía que moviera su pierna. Tenía sangre saliendo de su nariz y rodando desde su ceja.

-¡Sakura! - su amiga temblaba, con los ojos empañados. La rubia corrió sin zapatos hacia la pelirrosa.

-Sasori, por favor, detenlos - Pedía la ojijade, sujetando la manga de la camisa del hombre.

-Sasori - la voz profunda de Itachi hizo girar todas las miradas. Tenía el ceño fruncido. Jamás había visto al hombre así. Daba miedo enojado - Ya fue suficiente - pronunció con el mismo tono, que resonó por toda la instancia.

Los dos hombres se miraron desafiantes, amenazantes. Ocasionando un silencio sepulcral en el pasillo.

-Si no sueltan a mi hermano, te arrepentirás - amenazó. El pelirrojo sostuvo su mirada, sin hablar.

Después de unos segundos, hizo una seña con los dedos. El Uchiha mayor sabía mucho de él y sus negocios. Suficiente para cumplir su amenaza. Ya después se la cobraría. Sus guardaespaldas soltaron al pelinegro, que solo pasó su mano por debajo de su nariz, limpiándose la sangre. Viéndolo con la misma mueca asesina que lo había visto desde que vio que ponía sus sucias manos en la pelirrosa.

-Sasuke-kun- se acercó la pelirrosa a él temerosa, poniendo una mano en su hombro, analizando sus heridas. Este le devolvió una mirada seria y enojada.

-¡Sasuke! - la pelirroja se acercó preocupada al chico, intentando tomar su otro hombro, ante la atenta mirada de la de ojos jade, que no pensaba permitir que lo tocase de nuevo. De un manotazo alejó su mano del hombre, viéndola con el ceño fruncido, recibiendo la misma expresión en respuesta - No vuelvas a tocarme, mocosa - levantó su mano dispuesta a enseñarle a la menor a respetarla. Su mano fue fácilmente interceptada por el pelinegro, quien le dio una mirada fría. Haciéndola congelarse en su lugar.

-Sasuke…-pronunció dolida. No tenían una relación, pero pensó que le importaba al chico después de haberse acostado con él por los últimos dos años. Solo a ella se le ocurría enamorarse de un niño 5 años menor. Pero parecía que todo lo que a él le importaba era la pelirrosa. Hacia quien dirigía su rostro y atención ahora.

-Nos vamos - La tomó firme del brazo para empezar a caminar, sin hablar con nadie, sin mirar a nadie.

-¡Espera! - gritó la rubia, mientras iba a buscar sus zapatos a la habitación e intentaba ponerlos a toda velocidad - ¡Sakura! - gritó en cuanto salió al pasillo, con sus botas a medio vestir. Pero ya había desaparecido con el pelinegro. Ignorando a todos los que seguían aún de pie, sin moverse. Incluyendo al pelirrojo y al Uchiha.

-Te llevaré a casa, Ino - espetó el Uchiha mayor, empezando a caminar hacia las escaleras, con la rubia detrás de él.

-Pe… Pero Sakura - musitó preocupada, con la mirada aún en el pasillo por donde la había visto desaparecer.

-Estará bien - la espero en el inicio de las escaleras - Sasuke la llevará a casa - Conocía muy bien a su hermano.

La rubia asintió dubitativa, admirando el aire sereno que ahora tenía el moreno. Muy diferente al que tenía minutos antes.

Le dio una rápida mirada al pelirrojo, quien los miraba serio y sombrío, mientras su prima le secaba la sangre que rodaba por su labio.

Mou, nunca la iban a dejar disfrutar de Itachi.

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-Sasuke-kun, espera - trató de detener el caminar del pelinegro, que aún la sostenía del brazo, le costaba seguirle el paso con sus tacones. El azabache parecía querer correr por el parqueadero, buscando su auto - déjame limpiar tus heridas - Llegaron al lado del copiloto del deportivo negro del Uchiha.

-Súbete - ordenó, abriendo la puerta.

-Sasu-

-Sube - Le dio una mirada de poca paciencia, que resignó a la chica a entrar al asiento. Respingó cuando el cerro la puerta del auto de un fuerte golpe. Jamás había visto al pelinegro tan enojado. No con ella, al menos. Su pecho dolía ante la idea.

Lo observó mientras le daba la vuelta al auto y subía al asiento del piloto. La sangre en su rostro ya se estaba secando, pero su piel estaba roja. Encendió el auto en silencio, con la expresión sería y sin mirarla.

Encendió el auto y salió del parqueadero, entrando a la autopista, que estaba desolada y en penumbras.

-Sasuk-

-¿Por qué estabas en la casa de ese imbécil?- La interrumpió.

Se encogió en su asiento, ante el tono del Uchiha. No estaba acostumbrada a que le hablara así -Me invitaron a la fiesta- dijo simplemente.

-¿Quién te invito? - La ojijade cayó en cuenta de su error. Mierda. - ¿Sasori? - preguntó - ¿lo conoces? - insistió ante el silencio de la pelirrosa - lo conoces - esa no fue una pregunta.

El silencio también era una respuesta.

Golpeó el volante haciendo que el carro se sacudiera- ¿Te acostaste con él?

-¡No! - chilló, tratando de defenderse.

-Pero lo ibas a hacer - concluyó.

No supo que decir para escapar - Sasu…sasuke yo - No sabía como arreglar las cosas.

-¿Dónde lo conociste?

-En Gyoku- confesó. Sasuke conocía el lugar.

-¿Hace cuanto?-

-Un par de meses - soltó, para después morderse la lengua. No sabía si era la droga o el hecho de que era Sasuke. Pero no podía mentir. No se sentía orgullosa de ello, pero era una excelente mentirosa, había mentido a Neji infinidad de veces, sin ningún remordimiento. Pero con Sasuke…con Sasuke no podía.

El pelinegro apretó sus manos en el volante. Hace un par de meses ellos ya se estaban viendo. No quería que Sasuke estuviera enojado ni empeorar las cosas, y sabía que no tenía derecho… pero - ¿Por qué me reclamas cuando tú estabas con esa idiota?

-Tú no puedes reclamarme nada, Sakura - espetó - No soy tu novio - le recordó.

-¿Entonces por qué me reclamas tú a mí? - Sus ojos se empañaron. Sabía que no era una conversación productiva. Sabía que no deberían hablar en ese momento. Pero se estaba desesperando. La idea de no poder arreglar la situación entre ellos le oprimió el pecho. Le dolía solo pensarlo.

-¿Con cuántos más tengo que compartirte, Sakura? - soltó sin pensar, para después molestarse por haberse mostrado vulnerable. Por un segundo, la pelirrosa pudo ver un atisbo de algo más que frialdad.

-Sasuke-kun - murmuró impresionada por la pregunta - Yo…yo no tengo nada con Sasori - la sola mención del nombre le ganó una mirada gélida por parte del Uchiha. No quería escuchar el nombre de ese imbécil salir de sus labios.

-Tampoco conmigo- soltó frío. Haciendo que su corazón se estrujara.

-¿Eso que quiere decir? - ¿Estaba terminando las cosas entre ellos? Su pecho dolió una vez más - Yo no quería que esto pasara, Sasuke-kun - Tocó su brazo, intentando que la mirara por fin. No lo hizo - No quiero dejar de… - Agachando la cabeza, y hablando bajito, veía borroso por las lágrimas que intentaba contener - Verte - Se estaba tragando su orgullo. Y necesitaba que él hiciera lo mismo.

No hubo respuesta. Él se quedó en silencio, con la mirada perdida en algún punto frente a él. Mientras entraban por el portón de la mansión de la pelirrosa. Parqueando frente a su casa.

No dijeron nada, por lo que pareció una eternidad para los dos.

-¿Quieres estar conmigo?- se atrevió a preguntar. Con una pizca de esperanza - ¿Sientes algo por mí?

Su corazón palpitaba con fuerza. Podía sentir los latidos hasta en sus manos, mientras se aferraba con fuerza a su pequeño bolso.

Se atrevió a levantar la mirada. Él seguía con su vista al frente. Su mandíbula apretada. Sin moverse.

La presión en su pecho aumentó. Mientras las lágrimas empezaban a agolparse en sus ojos. Y el escozor inundaba su mirada.

-¿No vas a decir nada?- Intentó una vez más. Con voz temblorosa - Sasuke-kun- su voz se quebró, solo quería que dijese algo.

Él estaba allí como una estatua. Dejando que el silencio reinara en el auto. Mientras ella temblaba tratando de contener las ganas de llorar.

El silencio también era una respuesta.

Abrió la puerta del auto de golpe y la cerró de la misma manera. Ya no podía contener las lágrimas. Esperaba escuchar la puerta del auto abrirse, deseo que la siguiera y le dijera que el también sentía algo por ella. Que no quería perderla. Pero había llegado a la puerta de su casa cuando escuchó el motor de su auto y el rechinar de las llantas al partir a toda velocidad.

Se recargó en la madera en cuanto cerró la puerta, detrás de ella al entrar. Se deslizó por la superficie, mientras sentía las tibias lágrimas rodar por su rostro. Se cubrió los labios con su mano, para intentar contener los sollozos, no quería alertar a los empleados con el ruido.

Se quedó allí, abrazando sus rodillas, acallando su llanto, mientras su rostro se empapaba.

Era una estúpida.

La realidad le había caído como un balde de agua helada.

Había perdido en su propio juego.

Estaba perdidamente enamorada de Sasuke Uchiha. Y él solo estaba dispuesto a darle silencio.

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En celebración de los hermosos 300+ reviews, llegó por quién lloraban, chiquitas; Sasori se unió al chat.

¡Gracias gracias gracias! De nuevo los comentarios fueron una lluvia de amor e ideas. Lo agradezco inmensamente. Les cumplí, ya tenemos a Sasori y a Sai en escena. ¿Quién sigue?

Con ustedes Sakura Teresa Haruno. Ahora como están las cosas, ¿son team Saku o team Sasu?

Estaba muy emocionada escribiendo este cap, porque muchas cosas estaban pasando al mismo tiempo. Espero que no haya sido confuso y lo hayan podido disfrutar. ¿Qué pasará ahora? Lo sabremos la próxima semana.

Es el cap más largo que he escrito, no me digan que está muy cortito T.T

Nos leemos pronto :)

-Laura