Peace could be an option
Capítulo 19
Abby tomó aire tratando de esconder su nerviosismo, realmente no podía comprender cómo Erik aparentaba estar tan calmado, quería creer que sólo era bueno disimulando, pero ya lo conocía lo suficiente como para darse cuenta de que conocer gente nueva no le afectaba en absoluto. Buscó consuelo en el hecho de que todo se definiría en unos segundos más, tanto si las cosas iban para bien o para mal.
―Miren a quién encontré tomándose su tiempo antes de venir a saludarnos ―habló Hannah cuando entraron a la casa y se apresuró a cerrar la puerta detrás de ellos, como si pensara que su hermana mayor entraría en pánico y trataría de huir.
Instintivamente Erik comenzó a inspeccionar el interior de la vivienda con la mirada, sabía que cuando las personas tenían el lujo de poder mantener un hogar permanente llenaban los ambientes con objetos que delataban sus gustos, historias y recuerdos. De inmediato notó las fotografías familiares decorando las paredes, la mayoría mostraban a tres niñas en diferentes etapas de sus vidas, pero también había algunas que parecían muy antiguas que llamaron su atención. Un par de escopetas colgadas de la pared fueron un detalle inesperado, estaba seguro de que en esa casa no iba a encontrar ningún arma, pero era obvio que se había equivocado. Sin embargo lo que quizás llegó a desconcertarlo un poco era un juego de cinceles para tallar madera bastante numeroso y visiblemente desgastado colgado como si se tratase de una valiosa pieza de arte antiguo.
Prosiguió con su veloz inspección, por los muebles reconoció que estaba en la sala y también pudo distinguir la mesa del comedor en una habitación contigua al fondo a la izquierda. Casi como estatuas notó a tres hombres que se encontraban sentados en los sillones a unos pasos de donde se encontraba parado, al parecer su llegada los tomó por sorpresa. De inmediato reconoció que el mayor de ellos debía tratarse del padre de Abby, sus facciones tenían cierto parecido, los otros dos eran más jóvenes, por lo que seguramente eran los esposos de las hermanas de Abby.
―¿Por qué no llamaste avisando que llegabas hoy?
El reclamo fue hecho por la madre de Abby que salió desde la puerta de la cocina que se conectaba a la sala, tratando de acomodar su cabello al tonar que tenía una visita en casa. La mujer dibujó una amplia sonrisa al ver a su hija en compañía de Erik, sabía que iba a traer un hombre, si hubiese sido una amiga seguramente le habría dado al menos el nombre cuando hablaron por teléfono. Abrazó a Abby fuertemente por unos segundos para luego adelantarse al intento de ella por iniciar las presentaciones.
―Beth Stirling ―habló la mujer extendiéndole la mano a Erik como saludo.
―Erik Lehnsherr, un placer ―respondió con tranquilidad y una de esas sonrisas que le funcionaban tan bien con Abby.
―Me alegro mucho de que hayan podido llegar a tiempo, con el clima de esta zona a veces es complicado ―comentó Beth manteniendo una expresión amistosa.
El saludo propició que los tres hombres salieran de su estado de sorpresa y se acercaran para presentarse. Richard, el padre de Abby, rápidamente dejó ver cierto grado de entusiasmo por la presencia de Erik en su casa; los cuñados, Gale Johansen y Matthew Smith, aunque se mostraron amigables no comprendían de dónde había salido el hombre que tenían al frente. Por último Chloe, la menor de las hermanas de Abby, bajó desde el segundo piso al escuchar que tenían una visita.
Richard se apresuró en invitar a Erik a tomar asiento con ellos y ofrecerle una cerveza. La idea que Abby tuvo de tratar de mantenerse todo el tiempo posible junto a Erik para evitar demasiadas preguntas se esfumó al momento en que sus hermanas le pidieron de forma nada sutil que les ayudara en la cocina mientras la arrastraban sin permitirle darles una negativa, seguidas muy de cerca por su madre.
Erik vio con cierta gracia como había quedado sólo en compañía de los otros hombres, asumió que un adolecente estaría aterrado ante la idea, pero él no era un jovencito. Su problema iba a ser cómo entablar una conversación con un grupo de personas a las que no conocía, no quería revelarles nada personal y que además sentía que al menos debía tratar de generar algún tipo de relación positiva.
―Cuando Abby llamó hace un par de meses comentó que estaba en Nueva York ―habló Richard dirigiéndose a Erik dejando ver un ligero acento inglés―. Algo de un trabajo.
―Tenía unos negocios que atender en la ciudad con un colega, las cosas no llegaron a concretarse como esperaba y tuvimos que irnos ―explicó Erik, no estaba mintiendo, pero debía tener cuidado con qué decía.
―¿A qué te dedicas? ―preguntó con curiosidad Gale, el padre de las gemelas y el bebé.
―Soy un inversionista ―respondió con aire de autosuficiencia―. No tengo un área específica, sólo busco proyectos que creo pueden ser útiles y en algunos casos necesito asesoría de un experto en el tema, por eso contacté a Abby―aclaró tomando un trago de la botella de cerveza que le ofrecieron―. Una lástima que no pudiera concretar nada en Nueva York, hubiera sido un cambio para toda la humanidad ―añadió un tanto melancólico, no solía pensar en Charles, más bien hacía todo lo posible por no hacerlo.
―¿Y en qué has estado invirtiendo? ―indagó Matthew sumamente curioso.
―En el futuro ―respondió con una sonrisa y rápidamente continuó con una pregunta para que no ahondaran más―. ¿Y ustedes? Abby nunca me mencionó a qué se dedicaban.
―Nada tan importante ―intervino Matthew chasqueando la lengua―. Yo soy bombero, Gale trabaja en el rubro de la construcción y mi suegro es ingeniero civil.
―Bonita forma de decorar que soy obrero ―habló Gale riendo un poco―. Ya verán que en unos años tendré mi propia empresa.
―¿Y se quedaron mucho por Nueva York? ―indagó Richard con curiosidad tratando de encontrar una forma en que la conversación no se volviera un interrogatorio―. ¿Fueron a algún juego de la serie mundial? Nueva York lleva acaparándolos desde hace años ―preguntó de buen humor, contagiándolo a sus yernos.
―No, no me gustan los deportes ―contestó Erik sin medirse, la cultura popular nunca fue su fuerte, eso ya se lo había comentado a Abby.
Los tres hombres se quedaron en silencio absoluto e intercambiaron miradas nerviosas antes de tomar simultáneamente un trago de sus respectivas cervezas al no saber cómo proseguir ante tal respuesta. En ese momento Erik notó que los deportes eran bastante importantes y que acababa de dejarlos sin posibles temas de conversación. Pero no le importó demasiado, pese al silencio él no estaba incómodo a diferencia de sus anfitriones.
―¿Y dónde están trabajando ahora? ―se animó a preguntar Matthew tratando de retomar la conversación.
―Ningún lugar estable, pasamos por Dakota del Norte en el camino, pensé que había una oportunidad ahí, pero temo que llegamos un poco tarde ―respondió Erik con tranquilidad―. En unos días seguramente mis contactos me ofrecerán más opciones ―dudó unos instantes antes de decidirse a tratar de mantener viva la conversación, no tenía interés, pero iba a ser peor quedarse esperando a que le siguieran lanzando preguntas―. ¿Cómo llegó un inglés a Montana? ―preguntó Erik con una ligera curiosidad, el acento del padre de Abby no era muy fuerte, pero era notable.
―¿Aún se nota? ―rió Richard relajándose un poco―. Mis padres decidieron venir durante la Gran Guerra, tuve la mala suerte de nacer un año antes de que iniciara ―comenzó a responder, captando de inmediato la atención de Erik―. Cuando cumplí los cuatro mi padre no soportó más los bombardeos en Londres y mudó a toda la familia a Boston con un tío que ya llevaba unos años viviendo ahí. A Montana llegué gracias a las ofertas de trabajo en las represas, conocí a Beth y bueno, es una clásica historia americana.
Erik sonrió ante la respuesta, pero en el fondo sintió un golpe de envidia de no haber tenido un padre con suficiente visión como para mantener a su familia a salvo o al menos tratar de hacerlo a tiempo. Quizás detrás de lo que aparentaba ser un hogar con miembros ajenos a los horrores que podían encontrarse en el mundo, algunos tenían una idea de cómo eran las cosas realmente.
―No eres americano ¿no? ―intervino Gale tratando de seguir el hilo de la conversación.
―Alemán ―respondió Erik sabiendo que nuevamente iban a quedarse callados.
Los tres hombres lo observaron en silencio, habían pasado ya dos décadas, pero la Segunda Guerra aún era un tema sensible y era casi imposible no relacionar su nacionalidad con el partido Nazi. Casi como si se tratara de un tic nervioso volvieron a tomar un trago de cerveza como solución a la ausencia de conversación.
En la cocina Hannah dejó a Vincent en una silla para bebés y de inmediato le lanzó una mirada traviesa su hermana mayor, quería saberlo todo. Erik no era en absoluto el clásico hombre de Montana, sin dudas debió de haber crecido en una ciudad como Nueva York, aunque tenía un aire europeo.
―Si hubiera sabido que podía conseguirme uno así esperaba un par de años más antes de casarme… ―comentó Chloe risueña, sirviéndose un vaso de la limonada que había preparado para sus sobrinas. Ella llevaba un par de meses de casada con Matthew.
―Alexis y Zoe van a ir de todas maneras a la universidad ―aseguró Hannah de buen humor.
―No conocí a Erik en la universidad ―replicó Abby cruzándose de brazos. Sabía que sólo estaban bromeando, pero esperaba que le dieran un poco más de espacio.
―¿Dónde lo conociste? Es muy guapo ―intervino su madre tratando de no prestarle atención a las miradas disconformes de su hija mayor ahora que se sumaba a la conversación.
―En el pueblo desagradable en el que me quedé varada ―respondió sin pensarlo, casi de manera automática.
―¿Y qué hacía ahí? ―continuó indagando su madre.
―Buscando opciones para invertir su dinero ―respondió un tanto nerviosa, sonaba demasiado extraño que alguien con capital fuera a ese lugar―. Pero si les interesa tanto deberían preguntarle a él ―agregó en un intento de librarse del problema.
―No te pongas así, es normal que tengamos curiosidad ―intervino la menor de sus hermanas, tomando a su sobrino en brazos―. ¿Y qué tan serio es?
―Yo creo que mucho, él sabe… ―intervino Hannah un tanto risueña antes de que Abby pudiera decir algo.
―¿De verdad? ―cuestionó su madre un poco más seria.
―Sí ―afirmó Abby. No había contado con que Hannah notara tan rápido ese detalle, aunque eso le pasó por descuidada, había dejado a sus sobrinas con unos conejos de nieve, sólo era cuestión de ser observador y su hermana lo era.
―Oh, supongo que eso ya lo hace parte de la familia ―comentó su madre tratando de no preocuparse, al final los únicos que sabían de sus poderes eran los que estaban presentes en esa casa y todos ellos tenían lazos muy fuertes.
―¿En serio tenemos que hablar de esto? A ninguna de ustedes dos las interrogaron ―se quejó Abby, aunque sabía que era el tema más interesante que iban a tener en el día.
―A Gale lo conocí desde niña, no fue novedad cuando nos comprometimos ―respondió Hannah aguantando la risa al verla tan incómoda―. Y a Chloe le tocó en su momento cuando estuvo con Matthew.
―Pero es distinto, Erik parece un noble europeo, como esos que pintaban en los cuadros ―intervino Chloe con una sonrisa pícara―. Da mucha más curiosidad saber de él o cómo se conocieron.
―O qué han estado haciendo ―intervino Beth consiguiendo que sus tres hijas la miraran en silencio con una expresión de horror―. Me refiero a que has estado viajando mucho estos últimos meses, ¿has estado viajando con Erik no?
―Sí ―asintió Abby luego de quedarse sin aire por unos instantes, maldiciéndose mentalmente por creer que su mamá iba a lanzar una pregunta tan personal en medio de la cocina―. Estuvimos en Nueva York y luego en Las Vegas.
―¿Las vegas? ―repitió con emoción Chloe―. Siempre he querido ir, dicen que las luces de noche son muy bonitas.
―No sé si bonitas sea la palabra ―respondió Abby tras pensarlo un poco―. Pero al menos saben decorar bien para Halloween ―agregó ya más tranquila mientras les contaba sobre las calabazas talladas y demás arreglos que vio que podían tratar de adaptar para el año siguiente.
―A veces no sé por qué sigo confiando en su padre ―se quejó Beth tras revisar los pomos de las especias varias veces―. Le dije tres veces que recuperara el tomillo que dejó abandonado en la última barbacoa de su trabajo.
―¿Quieres que vaya a comprar? ―se ofreció Abby de inmediato, quizás si les daba tiempo para hacerse a la idea de tener ahí a Erik dejarían de tratar de interrogarla.
―¿Tratando de escapar? ―bromeó su madre con una sonrisa―. Ve, pero ya que estás de salida pasa por la casa de Karen a dejarle una tarta de calabaza.
―No estoy con neumáticos para nieve y no sé si el automóvil que tenemos pueda llegar a su casa ―advirtió Abby, Erik no tomó esa precaución porque según él no la necesitaban, pero por nada del mundo iba a permitirle usar sus poderes para levantar el automóvil en Montana.
―Llévate la camioneta, tu padre la preparó desde hace semanas por si llegaba una nevada antes de temporada.
―¿Me puedo llevar a Alexis y Zoe también? ―preguntó Abby, sabía que no iba a conseguir mucho tiempo con sus sobrinas, seguramente se iría luego de la cena al día siguiente.
―¡Claro! si te las puedes llevar a almorzar sería mejor, así sólo tengo que encargarme de Vincent.
Abby le sonrió a su hermana y regresó para la sala donde encontró a Erik en silencio frente a su padre que parecía estar pensando qué tema de conversación podía iniciar mientras sus dos cuñados se refugiaban detrás de sus botellas de cerveza. Suprimió una risa, parecía que los que más necesitaban unos momentos a solas para hacerse a la idea de la presencia de Erik eran ellos y no su madre o hermanas.
―Papá, me prestas las llaves de la camioneta ―pidió acercándose con calma.
―¿Vas a salir? ―preguntó Richard entregándole el llavero con curiosidad.
―A mamá le falta el tomillo ―explicó ella, sonriendo cuando su padre cerró los ojos un momento al darse cuenta que era su culpa―. Me llevo a las gemelas a almorzar afuera y de paso voy donde Karen, mamá le horneó una tarta ―explicó antes de dirigirle una mirada a Erik para que la acompañara.
―¿No se te olvida algo? ―intervino Richard dirigiéndose al estudio al lado de la entrada.
Abby esperó bajo la mirada curiosa de Erik y luego de unos instantes Richard regresó con una escopeta y una pequeña caja de municiones. Casi inmediatamente después de recibir el arma, Abby se la entregó a Erik para poder tener las manos libres para la tarta que su madre acababa de terminar de empacar. Con una despedida rápida, ya que sólo estaría afuera unas horas, salieron de la casa.
―¿Querías quedarte? ―indagó ella, podía sentir qué no le había quitado la mirada desde que regresó a la sala anunciando que saldrían―. Es mejor que les demos tiempo para que se les ocurra qué cosa pueden hablar contigo.
―¿Sabes usarla? ―cuestionó él con interés, era el arma lo que le estaba causando más curiosidad.
―Casi toda la gente de por aquí sabe como disparar, muchas personas salen a cazar en sus días libres quizás no es como a principios de siglo, pero aún hay muchos animales silvestres en la zona ―explicó ella abriendo la puerta de la camioneta para dejar la escopeta y la tarta―. Dudo que haya algún grizzli dando vueltas por ahí, pero si lo hubiera va a estar muy desesperado por conseguir alimento para hibernar y puede ser peligroso.
Erik desvió su atención a las ruedas del vehículo, que no sólo tenían un dibujo profundo en la zona que tocaba el suelo, sino además estaban rodeadas por unas cadenas.
―Papá exagera un poco, con los neumáticos suele bastar ―explicó ella al ver la expresión de Erik―. ¡Alexis, Zoe! ¿Quién quiere salir a almorzar? ―llamó Abby abriendo la puerta trasera de la camioneta. Casi de inmediato ambas niñas se acercaron corriendo y se subieron rápidamente. Abby sonrió y cerró la puerta detrás de ellas―. Yo voy a conducir ―anunció, acercándose al asiento del piloto―. Se siente un poco diferente manejar con estas llantas, además hay que dejar esta tarta donde Karen y sería un poco complicado darte instrucciones.
―¿Y eso? ―cuestionó abriendo la puerta del lado del copiloto.
―Serían algo como "Dobla donde estuvo el viejo roble de los Brown, avanza hasta el pozo donde rescataron a Sandy Willians y sigue la cerca de la propiedad de la familia Lewis" ―explicó riendo un poco. No había calles con nombres y viviendas con número cuando uno se adentraba en la zona rural de Montana, la gente llegaba a los lugares porque conocían las referencias―. Aunque puedes conducir al regreso si quieres ―ofreció acomodando la escopeta y la tarta casi sobre Erik.
El camino fue tranquilo, con esporádicos cantos por parte de las gemelas que se entretenían observando por las ventanas. Erik pudo apreciar con claridad que había muy poca población en el estado de Montana. La casa de Abby se encontraba a unos pocos minutos del centro de la ciudad en automóvil y casi no se sentía como una zona urbana, pero en menos tiempo manejando hacia las afueras se encontró con grandes territorios abiertos y casi ninguna vivienda visible.
―¿Y a dónde estamos yendo? ―se animó a preguntar.
―Karen era una compañera de clase, nunca fuimos cercanas, pero era bastante amable ―respondió Abby mirando por el espejo retrovisor a ver qué tan distraídas estaban sus sobrinas―. Se casó al mes de que acabamos la escuela con un idiota con el que llevaba saliendo unos meses ―agregó en voz baja y con fastidio luego de asegurarse que las pequeñas parecían estar entretenidas con algo en el camino―. La dejó el año pasado con siete hijos y se largó a Los Ángeles o al menos eso dice la gente. Karen consiguió un trabajo en el cementerio por las noches, pero con siete niños pequeños tiene que pagarle a la hija de una vecina para que se quede con ellos, así que su situación no es muy estable.
―¿Y la tarta? ―indagó levantando una ceja.
―Obviamente no está feliz y como tiene tantos hijos no acepta invitaciones para reunirse a celebrar con otra familia, así que algunos de la comunidad decidieron apoyarla de otra manera, es segundo año ―explicó mirando la tarta antes de regresar su atención al camino―. Puede ser tonto, obviamente el dinero le serviría más u otro tipo de comida, pero es una fecha especial.
Erik decidió en ese momento que no era sólo Abby o su familia los que hubieran muerto rápido en la Segunda Guerra, al parecer era algo común en su ciudad. Podía imaginarlos ocultando judíos o hablando abiertamente contra el partido Nazi, dos maneras muy rápidas de acabar en una ruta donde escapar la muerte era casi imposible. Era curioso considerando que ese mismo entorno tampoco la aceptaba con su decisión de estudiar, pero había una diferencia saltante con este caso, el que había incumplido su rol tradicional era el hombre que abandonó a su mujer.
El camino siguió y lo que por un momento Erik tomó como una exageración o broma se hizo realidad. Notó que pasaban un pozo y que iban avanzando junto a una cerca, aunque el lugar donde debió estar el viejo roble que mencionó jamás lo vio. Llegaron hasta una pequeña vivienda y Abby estacionó frente a la entrada.
―No me demoro, ¿puedes quedarte para no tener que llevarme la escopeta? ―pidió Abby sonriéndole un poco, no podía pasar nada malo por dejarlo con ellas unos momentos.
Erik asintió y las gemelas asomaron sus cabezas por entre los dos asientos delanteros como si esperaran que les hiciera algún truco o les dijera algo para entretenerlas. Controlándose para no permitir que imágenes de su pasado afloraran se giró para observarlas bien, tenían los ojos de un tono casi tan intenso como el de Abby, aunque la verdad era que todos en esa familia tenían los ojos azules.
―¿También puedes hacer trucos como la tía Abby? ―preguntó una de las niñas, aunque Erik fue incapaz de reconocer cuál de las dos era.
―No son trucos ―aclaró de forma seria, lo que los mutantes podían hacer no debía compararse con un truco.
―¿Pero los haces? ―intervino la otra, provocando que Erik las observara con cierto interés, su respuesta ambigua no logró distraerlas a pesar de su corta edad.
―Quizás ―asintió, viendo como los rostros de las dos niñas se iluminaban de emoción.
Cuando Abby llegó a la puerta de la casa vio a Karen abriendo, para las personas que vivían tan alejadas el sonido de un automóvil solía hacer las veces del timbre. Intercambiaron un par de palabras de forma breve, sabía que solía descansar durante el día, al menos todo lo que podía con siete hijos a su cargo. Le entregó la tarta y tuvo que aguantar la rápida mirada que le dio luego de ver a Erik esperando con las gemelas. La mujer no le preguntó nada, pero una expresión risueña se formó en su cansado rostro, seguramente indagaría cuando se cruzara con alguna de sus hermanas o su madre.
. .
Erik manejó de regreso mientras Abby lo observaba detenidamente, sus sobrinas le comentaron que el "tío Erik" podía hacer trucos y estaban tratando de adivinar de qué tipo. ¿Tanto le costaba vigilarlas sin generar un posible problema a futuro? Él fue quien le dijo que los niños a veces hablaban sin querer y ahora las tenía emocionadas tratando de averiguar sus poderes.
―¿A dónde vamos? ―preguntó Erik sin tratar de disimular que estaba ignorando su mirada desaprobatoria.
―¿Quieren ir a Howard's o Borrie's?
―Borrie's ―respondieron las dos niñas al unísono, dejando de pensar por unos momentos en los trucos que podía hacer el tío Erik.
―Dobla a la derecha en la siguiente esquina ―indicó Abby cuando ya estaban casi en el centro de la ciudad―. Es un restaurante de comida italiana, aunque la verdad sirven un poco de todo, y que bueno que decidieron ir ahí, sería un espanto que pasaras por Great Falls sin visitarlo.
―¿Qué tiene de especial?
―Más de veinte años en el negocio y nunca le ha ido mal, todos en Great Falls comen ahí cuando pueden.
Se estacionaron al lado del local, para Erik la visión no era nada extraordinaria, tenía una apariencia sumamente sencilla. Al menos tenía un menú variado, no como esos restaurantes que habían comenzado a aparecer, no comprendía la idea detrás de un negocio especializado exclusivamente en pollo frito o en hamburguesas.
Las gemelas bajaron de la camioneta y entraron al restaurante sin esperar a su tía. Abby las siguió lo más rápido que pudo, lo último que necesitaba es que hicieran alguna travesura, pero Erik se tomó más tiempo para guardar la escopeta en la cajuela, no tenía idea de si podían llevarla al restaurante, pero al menos él no pensaba dejarla descansando en el asiento del copiloto.
No le demoró demasiado encontrar la mesa que Abby escogió, por suerte tuvo la delicadeza de preferir un lugar al fondo del local contra la pared. Tomó asiento en la silla que le permitía apreciar todo el restaurante y a sus numerosos comensales. Casi de inmediato notó a una mujer en compañía de cuatro pequeños y un hombre que debía ser su esposo lanzarle una mirada desagradable a Abby.
―Parece que no eres muy popular ―comentó Erik luego de que una de las gemelas sugiriera que su poder era hacer aparecer dulces.
―Ignórala ―replicó Abby tras girarse un poco y reconocer a la persona―. Está amargada porque su atractivo esposo mutó en lo que ves ahí en menos de dos años de matrimonio.
―Asumo que era del grupo que no estaban muy contentas con escucharte hablar de ir a la universidad.
―Exactamente ―asintió tratando de disimular en vano una sonrisa de satisfacción―. Pero no a todas les fue mal, la mayoría consiguió exactamente lo que quería, creo que eso le acabó molestando más que yo y mis supuestas rarezas ―agregó, notando cómo la mujer no dejaba de mirar a Erik visiblemente envidiosa.
―¿Lo disfrutas? ―preguntó Erik con una sonrisa cómplice al notar la expresión de Abby.
―No tengo idea de qué estás hablando ―aseguró ella, de muy buen humor, tomando el menú para ver qué cosa querían comer sus sobrinas ese día.
Luego del almuerzo fueron a buscar el tomillo y finalmente siguieron unos helados, pese a que era invierno las gemelas insistieron mucho en que preferían eso a una torta. En el verano Abby solía mantener la temperatura de sus conos baja para que no se derritiera, pero con el invierno tan cerca no había necesidad.
El camino de regreso se resumió a Erik negando cada intento de adivinanza de Alexis y Zoe, las niñas no eran capaces de acertar la naturaleza de sus dones. A pesar de que eran hijas de humanos había una posibilidad de que en unos años desarrollaran poderes mutantes, el gen estaba en la familia y por como tomaban las habilidades de su tía seguramente estarían encantadas de pertenecer al grupo más evolucionado.
Estacionaron en el garaje de la casa y nuevamente las gemelas abrieron las puertas para salir corriendo, en esta ocasión para buscar a su madre y contarle lo que hicieron en el día.
―Sabes, hay un detalle que no consideré ―habló Abby deteniéndose en los escalones de la entrada.
―¿Dónde vamos a dormir? ―adivinó, él a diferencia de ella si había notado ese detalle, pero prefirió esperar a que lo notase por su cuenta.
―Voy a ofrecerles que las gemelas duerman en mi cuarto y nosotros nos vamos a un hotel, creo que es lo mejor ―decidió tras recriminarle con la mirada el no haberle dicho nada, reanudando su avance al interior de la casa.
El olor a carbón los recibió de inmediato y no provenía de la cocina. Abby negó con la cabeza como si no creyera lo que estaba ocurriendo.
―Les doy tiempo para que piensen qué conversar contigo y comienzan a preparar una barbacoa ¡Es el colmo! ―se quejó Abby de inmediato―. ¡Mañana es Acción de Gracias! ―agregó elevando la voz, dos comidas de esa magnitud consecutivas iban a indigestar a alguien.
―No es una barbacoa grande, no te quejes tanto ―replicó su padre al acercarse desde la puerta del comedor que daba a la parte trasera de la vivienda―. Vamos Erik, espero que no te moleste mucho el frio ―invitó haciéndole una seña con la mano para que lo acompañara ―. Vas a probar la mejor carne de búfalo de tu vida.
Abby pensó intervenir cuando vio a Erik aceptar la invitación con naturalidad, pero la expresión que puso al escuchar el tipo de carne que comerían fue única, como si pensara que había escuchado mal o que no estaba comprendiendo la palabra. Sólo logró dedicarle una risa cuando buscó respuesta en ella mientras seguía a Richard.
No muy convencida aún en dejar a Erik nuevamente a solas con los hombres de su familia mientras rendían su tradicional culto al fuego y preparaban la carne que seguramente tomaría un par de horas en estar lista, decidió no atrasar su tortura y buscó a sus hermanas. Las encontró en el dormitorio de sus padres, en el primer piso, revisando fotos familiares que nunca llegaron a guardarse adecuadamente en un álbum.
―¡Abby! No te llegué a mostrar cuando llegaste ―llamó Chloe acercándosele con una delicada caja rosada para guardar sombreros―. Adivina lo que me compré, tuve que pelear para conseguirlo, pero valió la pena.
―¿Un sombrero?
―¡No cualquier sobrero! ―la reprendió, abriendo la caja que le acababa de entregar―. Es igual al Pill-box que usó Jackie Kennedy el año pasado cuando visitó Paris, el amarillo.
―¿Y dónde lo compraste? ―preguntó Abby curiosa, mirando el bonito sombrero amarillo claro que ahora sujetaba en la manos.
―Ya te lo había dicho, es bueno vivir en Billings tiene mejores tiendas que Great Falls ―respondió Chloe sonriéndole mientras le colocaba el sombrero para que viera frente al espejo lo lindo que quedaba.
―Date esos gustos mientras puedas ―intervino Hannah soltando un suspiro y desviando la mirada al bebé que dormía en la cama a unos escasos centímetros de ella―. Cuando tengan el primero se va a comer todo el sueldo de Matthew.
―Yo creo que Abby nos podría heredar cosas como cuando éramos chicas entonces ―dijo Chloe con una gran sonrisa―. No creo que Erik tenga muchos problemas económicos ―agregó con una amplia sonrisa fingiendo inocencia.
―Si es así yo soy la segunda, tengo derecho a reclamar antes ―río Hannah ante el comentario.
―¿Comenzaron de nuevo? ―cuestionó Abby con una media sonrisa al no poder evitar recordar su temporada en Las Vegas, era mejor que ellas jamás se enteraran que decidió deshacerse de todo lo que Erik compró en lugar de regalárselos.
―Ya, hablemos de otra cosa y reservemos a Erik para la cena ―propuso Hannah―. Ahora que lo pienso, te has estado moviendo mucho, ¿te enteraste del incendio en el Ford Rotunda?
―¿El museo? ―preguntó Abby un poco confundida por el tema de conversación.
―Era más que un museo con sus exposiciones sobre el futuro ―aclaró Hannah rápidamente ―. Justo era una de mis opciones para las vacaciones de verano.
―¿Y cómo se incendió? ¿Fue a propósito? ―indagó Abby dejando el sombrero nuevamente en su caja.
―Parece que fue un accidente, estaban cambiando el techo para reforzarlo para el invierno. Aunque también dicen que hubieron dos muchachos que se escaparon de clases ocultándose ahí y estaban muy asustados.
Abby asintió mientras escuchaba a su hermana con atención. Trató de tomar la noticia como lo hubiera hecho antes de conocer a Erik, pero algo le decía que no había sido un accidente de la forma en la que seguramente había sido reportado, quizás uno de los jóvenes era un mutante que no controló su don adecuadamente.
. .
Erik se quedó en compañía de Richard cuando pasaron al porche. Acababan de poner la carne a cocinar y los dos cuñados de Abby se habían alejado un poco para revisar una parte de la cerca del jardín que estaba comenzando a quebrarse por la presión ejercida por las raíces de uno de los árboles de la propiedad.
―¿Puedo preguntar de qué parte de Alemania eres? ―comenzó la conversación Richard ofreciéndole nuevamente una botella de cerveza.
―Nuremberg ―respondió Erik tras decidir que podía darle el nombre de su ciudad, aunque sabía que Abby se enojaría cuando se enterara, ella no lo sabía.
―He escuchado que es una ciudad muy bella.
―Muchas ciudades alemanas lo son ―respondió con honestidad, pese a todo no odiaba el país en que nació, sólo a los Nazi y a toda la gente que no hizo nada por detenerlos―. La verdad no la recuerdo con mucha exactitud, tuve que irme cuando era un niño.
El comentario ocasionó que Richard lo observara con detenimiento tratando de calcular su edad y cómo había sido su situación. En silencio ambos tomaron un trago de sus cervezas y mantuvieron la vista en la barbacoa.
―Nunca llegué a Europa continental ―se animó a hablar Richard―. Supongo que no fue algo malo, luego de Pearl Harbor me enlisté y a Beth casi le dio un ataque, Chloe no tenía ni un año.
―¿Peleaste en la Segunda Guerra? ―preguntó, al menos Richard parecía más interesante que el bombero o el obrero.
―Me enlisté, pero consideraron que era más útil trabajando aquí como ingeniero que en el frente ―explicó chasqueando la lengua―. Estoy seguro que mi hermano tuvo algo que ver, cuando se lo comenté no tuvo mejor idea que recordarme que nos fuimos de Inglaterra para salir de una guerra y que lo último que debía hacer era ofrecerme para ir a otra.
―¿Está en el ejercito? ―indagó con cautela, lo último que necesitaba es que Abby tuviera un pariente militar.
―No, es banquero, pero tiene contactos en todos lados ―respondió suspirando un poco―. Puede que venga para navidad, quizás ahí te lo podría presentar, seguramente tendrían cosas para hablar ―ofreció, manteniéndose atento a la reacción que podría obtener.
―No celebro navidad ―contestó Erik reconociendo qué era lo que deseaba saber de él. No pensaba despejar su curiosidad directamente, pero consideraba que con eso ya podría hacerse una idea de que ni él o su familia vistieron orgullosamente la esvástica nazi.
El sonido de carrocería vieja llamó la atención de Erik, más cuando vio como Richard tomaba aire como si se estuviera preparando para pasar un trago amargo.
―Ese es mi suegro ―anunció con voz cancina―. Vamos a recibirlo, espero que esta vez haya traído el pavo muerto o las niñas no van a dejar de llorar.
La gemelas corrieron al encuentro de su bisabuelo que acababa de entregarle a su hija un pavo, por suerte ya listo para empezar a ser preparado. Erik se reunió con Abby y el resto de la familia que se acercaron para saludar a un hombre bastante mayor. Rápidamente captó su atención por sus facciones bastante distintas a las del resto, a pesar de poseer los mismos ojos azules, no era capaz de discernir de dónde era.
―¿Trajiste a Jack? ―preguntaron a coro con emoción las pequeñas.
―No, y no se llama Jack, es un Yak ―respondió elevando la voz el anciano en un inglés difícil de entender.
―Papá ―llamó la madre de Abby acercándose a él para tomarlo del brazo y guiarlo―. Te quiero presentar a Erik, vino con Abby.
El hombre le dirigió una mirada que rápidamente se distinguió como hostil. Erik por su lado no le dedicó ninguna sonrisa o intento de saludo, a diferencia del resto de la familia no fue capaz de fingir química con ese hombre.
―¡No me agrada! ―declaró sin restricción el anciano mientras la madre de Abby reía y se disculpaba.
―No seas así abuelo ―se quejó Hannah―. No le hagas caso, son cosas de la edad ―aseguró mirando a Erik.
Tras el pequeño encuentro no muy amistoso, Abby decidió que era un buen momento para mostrarle la casa a Erik. No estaba entre sus planes llevarlo al segundo piso, pero era mejor que se mantuviera alejado de su abuelo. Pasaron un espacio que servía como una pequeña sala o cuarto de juegos y le señaló en orden la puerta que dirigía al que había sido el cuarto de Chloe, el baño y el cuarto de Hannah.
―Mentiría si te dijera que me sorprendió la actitud el abuelo ―dijo ella deteniéndose en el corredor―. Aunque no esperaba que le fueras a caer mal.
―No me ofende, a decir verdad tampoco me agradó ―confesó sin sentirse mal por decirlo, cuando cruzaron miradas sintió como si el hombre pudiera ver reflejado en sus ojos todo lo que había hecho.
―El abuelo es complicado, creo que es cosa de la edad, con tanto años encima ya no le importa ser educado ―explicó tratando de encontrarle sentido a la actitud―. Este es o era mi cuarto ―anunció abriendo la última puerta.
Erik entró con curiosidad, no esperaba tener la oportunidad de ver la habitación de Abby, así que no iba a desperdiciar su suerte, quería conocer un poco más de su pasado. Paseó la mirada por las paredes para luego ser atraído por el juego de dormitorio y los delicados trazos que decoraban la madera, era un trabajo exquisito que contrastaba con el resto de la casa.
―Lo hizo el abuelo ―intervino Abby cuando notó dónde estaba dirigida la atención de Erik―. Se dedicó a la carpintería por muchos años, a las tres nos regaló un juego de dormitorio cuando cumplimos seis y ya podíamos decirle qué cosas nos gustaban para inspirarse en los trazos.
―El juego de cinceles de la pared es de él ―comentó, no necesitaba preguntar.
―Sí, se lo heredó a mi papá para que siguiera la tradición familiar, pero él no es muy artista, puede que Gale sea su salvación aunque no tiene entrenamiento para trabajar con tanto detalle ―explicó, notando como él seguía observando con mucha atención el contenido de su habitación―. ¿Me estás analizando?
―Puede ser ―asintió con una media sonrisa ―. No está sumamente ordenado, pero creo que es porque dejaste cosas a medio empacar ―dijo, señalando unas cajas en la esquina―. Tienes un gusto peculiar de películas ―agregó levantando una ceja al notar un afiche de Drácula y una criatura gigante similar a una lagartija bípeda gorda.
―Las películas de horror y monstruos no tienen nada de peculiar ―se defendió casi ofendida.
―Y creo que ya comprendí por qué no querías quedarte con los vestidos, no tienes mucho espacio ―prosiguió ignorando su queja cuando notó el pequeño vestidor anexado a la habitación.
―¿Qué vestidos? ―interrogó Hannah, asomándose casi de manera juguetona―. Veo que estás admirando la muestra de que Abby es la hija preferida.
―¿Vamos a seguir con eso hasta que nos muramos? ―atajó la aludida de inmediato―. Ese vestidor tiene una ventana adentro, no es más grande que tu ropero. En todo caso, a ti te dejaron usar uno de los roperos del corredor, eso sí es injusto.
―Di lo que quieras, a ti te dieron el cuarto con vestidor ―canturreó Hannah dirigiéndose a la puerta de la que fue su habitación.
―No imaginé esa faceta tuya ―intervino Erik con humor acercándose a Abby―. ¿Peleando por espacio para guardar ropa?
―Ella es la que se pelea conmigo ―aseguró ella indignada para luego dirigirse a la puerta―. Que Alexis y Zoe duerman en mi cuarto.
―¿Y dónde se supone que vas a quedarte tú? ¡Oh! ―replicó Hannah ante la propuesta hasta que dejó escapar una risita al recordar la presencia de Erik.
―Al abuelo nadie lo va a mover del sillón y Vincent es fácil de acomodar ―continuó Abby tratando de ignorar la mirada traviesa de su hermana―. Luego de la barbacoa me voy con Erik a un hotel y regresamos mañana.
―Mañana vamos a hablar mucho ―le aseguró Hannah antes de cerrar su puerta lentamente para dejarlos solos.
. .
La ventaja de las barbacoas era que cada quien podía huir con su plato a cualquier parte de la casa. Con el bisabuelo que había dejado claro que le desagradaba Erik lo mejor era mantenerlos en extremos opuestos. La cena transcurrió sin mayores inconvenientes y en cuanto terminaron Abby anunció casi en la puerta de salida que pensaba ceder su cuarto a las gemelas y que regresarían al día siguiente.
Erik manejó relajado hasta encontrar un hotel y cuando pudieron al fin recostarse en la cama Abby clavó los ojos sobre él. Sabía que no estaba ahí para llevarse bien con su familia, lo hacía por ella, pero tenía miedo de que terminaran espantándolo.
―¿De dónde es tu abuelo? ―se animó él a preguntar, pese a que no le agradaba no podía dejar de pensar que era incapaz de reconocer algunas de sus facciones.
―¿El abuelo? ―repitió Abby extrañada, no pensaba que tuviera curiosidad por él―. Salió de algún pueblo que no aparece en ningún mapa en el Tíbet ―respondió, repitiendo la manera en que siempre escuchó la historia.
―¿Del Tíbet? ―Eso no lo había imaginado, pero explicaba por qué le era difícil distinguir su procedencia, jamás había conocido a alguien de ahí―. ¿Cómo llegó a América? ―prosiguió indagando con una sincera sensación de curiosidad.
―Su papá fue el de la idea según me contó ―explicó acomodando mentalmente sus ideas―. Su mamá murió cuando él nació, pero era una mujer inglesa, no me preguntes qué hacía en el Tíbet. Cuando cumplió los doce se embarcaron con destino a la isla de la que ella había venido, pero creo que no tenían una idea muy clara o los estafaron y acabaron en California ―prosiguió riendo un poco por cómo funcionaba el destino―. Ninguno sabía mucho inglés, sólo unas cuantas palabras, pero consiguieron trabajo como carpinteros. Hasta donde sé fue la actividad familiar por al menos cinco generaciones.
―¿Y cómo llegó a Montana? ―Al parecer Abby no era la única con una historia peculiar en su familia.
―Eso fue culpa de la abuela ―respondió riendo abiertamente―. La abuela Elizabeth fue una mujer bastante inusual, aunque falleció el año en que nacieron las gemelas, ella si te hubiera caído bien ―agregó sonriendo cálidamente al recordarla―. Se conocieron cuando su familia ordenó un juego de muebles, se enamoraron y tuvieron problemas para que aceptaran su relación. Un carpintero con un inglés tan básico no era un buen partido para una familia de una buena posición económica. Así que le dieron un ultimátum, que dejaran de verse o que se fuera de la casa y creo que es obvio que decidió ella ―prosiguió sonriendo un poco―. El abuelo estaba solo, su padre había fallecido para ese momento así que cuando se encontró con la abuela en la puerta de su carpintería con una propaganda de periódico que hablaba de expandir la frontera agrícola en Montana y dos boletos de tren no le tomó mucho decidirse.
Erik escuchó atentamente y no pudo evitar sentir que le estaba narrando la trama de alguna novela. Abby no había mencionado años, pero sabía que debía de tratarse de principios de siglo o finales del pasado eso implicaba que el territorio de Montana podía haberse visto como una película de vaqueros.
―Llegaron y consiguieron un terreno para su casa y la granja ―siguió contándole muy animada, le gustaba hablar de su abuela aunque no lo hiciera seguido―. Lo que no calcularon al tomar la decisión era que la abuela no sabía hacer nada aparte de tejer. Sé que las primeras cosechas se les malograron y que a ella le tomó tiempo aprender a cocinar, no me preguntes cómo sobrevivieron, pero al final aprendieron a llevar la granja y ahora el abuelo se pelea con los grandes ganaderos que quieren comprarle sus tierras.
―Tienes una familia un tanto curiosa ―se animó a comentar―. Supongo que lo heredaste de ahí.
―Yo no soy curiosa ―negó ante la idea de compararse con sus abuelos ―. Pelearme con un montón de idiotas para sentarme en salón de clase no se compara con ir a la nada a empezar una vida desde cero.
―Quizás no ―admitió acomodándose mejor junto a ella―. Pero ahora has detenido tu carrera por estar conmigo.
―Es diferente, no estamos yendo a la nada y al menos los dos hablamos bien inglés ―recalcó riendo un poco.
―Podría ser peor ―dijo en voz baja, jugando con un mechón del cabello oscuro de ella―. Dices que lo entiendes y hasta cierto punto te creo, pero temo que lo que estés imaginando como peor escenario no es ni la mitad de lo que podría ocurrir.
Ella no le respondió, era completamente posible que tuviera razón, pero lo único que quería en ese momento era estar con él y que el mayor problema fuera tener que responder preguntas de sus hermanas o mantenerlo alejado de su abuelo. Sabía que cuando acabara Acción de Gracias Erik regresaría a seguir armando su grupo de mutantes y quién sabe qué medidas tomaría cuando estuvieran más organizados, pero no quería pensar tan a futuro.
. .
El día de Acción de Gracias trascurrió como estaba previsto, los preparativos en la casa de Abby eran una locura, parte de la familia materna iba a llegar después de almuerzo para pasar la cena con ellos y eso significaba que mucha gente estaría presente. Erik y Abby optaron por almorzar por su lado en el hotel para evitar el mayor tiempo posible el contacto con el bisabuelo.
Poco después de las dos de la tarde decidieron que era un buen momento para reunirse con la familia y ayudar un poco con los últimos preparativos. Gale y Matthew rápidamente acompañaron a Erik, lo más probable es que sus esposas los obligaran ya que estaban convencidas de que terminaría volviéndose un miembro más de la familia.
―No me agrada ―soltó el abuelo de Abby casi matándola de un susto cuando estaba terminando de llevar los cubiertos a la mesa del comedor.
―¡Abuelo! No hagas eso ―pidió con la mano en el pecho―. ¿Y puedo saber por qué no te agrada Erik?
―A mi no me engaña, puedo verlo en sus ojos ―declaró con confianza y una mirada desaprobatoria―. Podrías conseguirte otro.
―¿Qué ves en sus ojos? ―preguntó cruzándose de brazos y levantando una ceja, a veces su abuelo podía decir cosas sin base sólo para justificarse.
―No es bueno, te va a traer problemas ―aseguró mirándola fijamente―. ¿No lo notas? Al menos los que venían de la guerra se mostraban incómodos con lo que tuvieron que hacer, él no.
Abby pensaba ahondar en esa conversación, tenía una idea de lo que estaba diciéndole, pero al notar a Erik mirándolos a unos cuantos metros no fue capaz de hablar. El anciano se giró, avanzando hasta pasar junto al novio de la mayor de sus nietas.
―Tú ya te acostumbraste e incluso diría que lo disfrutas ―comentó para espanto de Abby que sólo atinó a abrir la boca, una cosa era ser maleducado y otra era buscar formas de antagonizar.
Erik le mantuvo la mirada, pero no respondió, dejó que el hombre se alejara refunfuñando.
―Lo siento mucho, no tengo idea qué tiene ―se apresuró a decir Abby cuando logró reaccionar.
―Es demasiado honesto sencillamente, no sabe guardarse sus opiniones ―explicó Erik con una mirada casi gélida. Eran pocas las personas que eran capaces de ver con tanta facilidad detrás de su máscara de calma y seriedad. Las palabras hicieron eco en su mente, era cierto que ya se había acostumbrado, pero se equivocaba al decir que disfrutaba lo que había hecho, sencillamente era la única forma de conseguir lo que quería.
Abby decidió mantenerse el resto del día con Erik para asegurarse de que su abuelo no volviera a tener oportunidad de soltarle otra frase no muy amistosa. Pero para suerte de ella una comitiva de vehículos estacionó frente a la casa, eso iba a mantener al abuelo entretenido, pero también podía acabar gastando la poca paciencia que Erik conservaba.
El hermano mayor de Beth había llegado junto con su esposa, sus cinco hijos, las parejas de tres de ellos y sus seis nietos. En un solo instante la cantidad de personas se duplicó y la relativa tranquilidad de la casa se acabó. Entre tanto caos las presentaciones fueron rápidas y ninguno se detuvo demasiado para tratar de interrogar a Erik, excepto por la menor de las primas que acababa de llegar y aún estaba soltera a pesar de ser dos años mayor que Abby.
Lo primero que Erik notó de esta nueva rama de la familia era que cuando hablaban entre ellos lo hacían en español. Abby le comentó que la esposa de su tío era Mexicana y que vivían cerca a la frontera en California, así que la lengua materna de sus primos era en español, aunque hablaban inglés perfectamente.
―Yo podría darte unas clases si gustas ―intervino la prima soltera de Abby lanzándole una mirada juguetona a Erik.
―No es necesario, sé español ―replicó él sonriéndole cuando notó que Abby lo tomó del brazo casi posesivamente.
―Escuché que habías preparado uno de los platos, deberías ir a ver si hay alguna fuente donde ponerlo ―soltó Abby mirándola fijamente, recibiendo como respuesta una risita.
―Recuerdo que me considerabas controlador ―comentó Erik mirándola a su lado y como sus manos no soltaban su brazo―. Pero olvidaste mencionar que eres posesiva.
―¿Por qué crees que no está casada? ―cuestionó haciendo una mueca cuando ya se había alejado lo suficiente.
―¿Por ser demasiado amistosa? ―preguntó con inocencia fingida, sabía a que se estaba refiriendo, no le pareció a primera vista, pero la conocía por unos minutos nada más. También le tomó por sorpresa el comentario viniendo de Abby dadas sus propias circunstancias―. Temo que vas a tener que protegerme de tu abuelo y además tu prima ―bromeó relajado, ahora que había tantas personas no le estaban prestando mucha atención a él.
―Y de la comida… ―susurró ella pensativa―. Ten cuidado con la comida, mi tía tiene una horrible costumbre de hacer todo sumamente picante y no exagero.
La cena se dio a estilo buffet, eran demasiadas personas para sentarse a la mesa de la manera tradicional, pero eso no evitó que se hicieran los brindis acompañados de algún comentario sobre buenas fechas para realizar matrimonios. La comida fue bastante variada y abundante, con platos tradicionales de la fecha, pero con el pavo la estrella de la ocasión.
Richard aprovechó para tomar algunas fotografías con la familia que ya luego revelaría y les enviaría copias. Cuando le preguntó a Abby donde debía mandarlas ella sólo le respondió que le guardara un juego que seguramente pasaría pronto por ahí nuevamente y aprovecharía para recogerlo. El comentario alegró al hombre, aunque ella sabía que posiblemente estaba mintiendo, no tenía idea cuándo regresaría a visitarlos.
Bien entrada la noche Erik y Abby decidieron retirarse para poder comenzar el camino de regreso al hotel del amigo de Frost. Hubieron algunas quejas para que se quedaran un día más o incluso un par de horas extras ya que asumieron que iba a pasar la noche en la ciudad antes de partir, pero Abby se las arregló para conseguir salir sin herir demasiado los sentimientos de su familia.
Erik tomó el lugar del piloto en el auto de alquiler y avanzó con dirección a la carretera, sólo para detenerse unos minutos después.
―¿Se te olvidó algo? ―preguntó Abby extrañada, revisando con la mirada que no faltara la mochila que habían traído como único equipaje.
―¿Quieres quedarte? ―Erik soltó la pregunta tras pensarlo unos instantes, sabía que Abby no iba a disfrutar su estadía en el hotel gracias a la compañía de los antiguos asociados de Shaw―. No tienes que venir si no quieres.
―Ya te había dicho que quiero estar contigo ―respondió girándose para verlo de frente―. Cuando quiera irme te lo diré ―agregó con mucha confianza en sus palabras, aunque en el fondo algo le decía que eso no iba a ser tan sencillo como lo hacía sonar.
Erik se quedó observándola en silencio, indeciso. Aunque ella quisiera quedarse en ese momento era sólo cuestión de tiempo para que cambiara de opinión y tratara de convencerlo de alejarse de todo lo que planeaba armar a favor de los mutantes. Le podría hacer un favor, mientras más tiempo estuvieran juntos le dolería más separarse, pero aún guardaba la esperanza de que abriera los ojos y se diera cuenta de lo mucho que podía ayudar a la causa.
―Es mejor que descanses, ya conozco la ruta y en unas horas vas a tener que manejar ―habló, poniendo en marcha el vehículo luego de optar por dejar que el destino decidiera qué tanto tiempo estarían juntos.
Notas de autora: Oficialmente el capítulo más grande hasta el momento, pero era mejor soltar todo aquí que dividirlo. Mucha información, mayormente sobre Abby y su familia, decorada con cosas de la época (El restaurante al que van existe y es "obligatorio" pasar por ahí si visitan Great Falls xD) En esos años los niños no tenían tanta supervisión adulta, así que se podían salir del carro sin problemas, ni cinturón de seguridad llevaban. Si pasan por mi cuenta en DeviantART, en la carpeta de Scraps dentro de mi galería encontraran el plano de la casa de Abby por si le interesa, también subiré ahí algunas cosas más, posiblemente postee el árbol genealógico para evitar confusiones. Ya llegará su momento para que Erik hable un poco de su pasado con Abby, pero el de él es más complicado y doloroso de relatar. Ya en Las Vegas Abby mencionó que no le gustaba la comida picante, ha probado bastante y no la convence (Una tontería yo adoro el picante :P) y al abuelo no le cae bien Erik… no es que lo culpe, Erik tiene una faceta oscura detrás de la máscara de hombre serio y controlado que suele usar.
En un tema aparte que me puso bastante triste la semana pasada, R.I.P. Alan Rickman. Hizo que amara a mi personaje favorito de Harry Potter aún más con su actuación, me encantó como el Sheriff de Nottingham y me hizo reír en Galaxy Quest. Esta ha sido una pérdida muy lamentable, más por su edad y todo lo que podía dar en esta etapa de su vida como actor y persona.
