Peace could be an option

Capítulo 37


Erik no tenía idea de cómo proceder, su esposa estaba inconsciente y el bebé lloraba con fuerza. Sin embargo sabía que no podían quedarse ahí, por el momento no había enemigos en el área, pero era ridículo pensar que la situación no cambiaría con el paso de las horas.

Se obligó a sí mismo a tomar decisiones.

No conocía nada sobre alumbramientos, jamás había estado presente en el nacimiento de un bebé o en los momentos que seguían al evento. Aún así, sabía que el cordón debía ser anudado para luego cortarlo. Su mente lo asaltó con numerosas advertencias; no sabía si debía esperar un poco más o por el contrario necesitaba apurarse porque el bebé llevaba demasiado tiempo conectado a la placenta, tampoco tenía acceso a utensilios esterilizados o por lo menos a alguna tijera medianamente limpia.

Los llantos del bebé le dificultaban concentrarse, pero logró tener un momento de lucidez que le permitió manipular el metal de su anillo de matrimonio para transformarlo en una pequeña cuchilla sumamente filosa. Anudó lo mejor que pudo el cordón y procedió a cortar, rogando que nada malo ocurriera a consecuencia de no usar un utensilio adecuado.

El metal regresó a su forma usual alrededor de su dedo y sin perder más el tiempo acomodó al bebé sobre el pecho de Abby para levantarla y salir del bosque. Sin embargo cuando la elevó ligeramente en sus brazos, sintió que no era seguro para el recién nacido, su esposa estaba inconsciente, no había forma que lo sujetara. Maldijo en voz baja y contuvo la furia que estaba resurgiendo desde lo más profundo de su ser. No podía permitirse entrar en desesperación o peor aún desquitarse con el bebé que con su constante llanto sólo conseguía alterarlo.

Meditó la situación lo mejor que pudo y dado que no pensaba separarse de Abby para buscar algo donde cargar al bebé por separado, decidió usar sus poderes para atraer el metal de las cercanías. Armas de todo tipo, municiones y hebillas flotaron frente a él, mezclándose. Erik continuó moldeando el metal con precisión, asegurándose de conseguir una superficie lisa para la media esfera cóncava en la que depositaría al recién nacido para tener la seguridad de que no fuera a caer al suelo.

Estuvo a punto de colocar al bebé sobre el frío metal, pero decidió que era mejor envolverlo en su camisa primero para tratar de darle algo de comodidad. Fue en ese momento que se percató que se trataba de un niño. Se quedó observándolo por unos momentos, un niño siempre era un evento importante en las familias ya que ellos eran los que podían hacer que el apellido continuara. Su padre hubiera estado feliz, pese a que para la comunidad judía el pequeño no sería reconocido como uno de ellos, la tradición dictaba que la madre era de quien se heredaba el ser considerado y aceptado como judío.

«Tampoco llevará mi apellido» se recalcó a sí mismo. No le importaba cuantas trabas y quejas pusiera Abby, legalmente le pondrían Eisenhardt o cualquier otro apellido, así estaría más seguro.

Colocó a su hijo sobre el metal y usando sus poderes lo hizo levitar a su lado. Estuvo a punto de cargar a Abby para salir del bosque, pero su mirada se dirigió a la placenta. No podía dejarla ahí, no tenía idea qué tanto habían visto los militares, quizás si la suerte estaba de su lado nadie sabía sobre el pequeño que acababa de nacer y de ser así les sería un poco más sencillo tratar de desaparecer. Decidió que era mejor llevársela y descartarla en el camino.

«¿El camino a dónde?» se preguntó aferrándose aún al frágil control que había logrado mantener sobre sus emociones.

La respuesta no importaba, tenían que irse, pero primero debía de asegurarse de no dejar pistas en el hotel y rogaba para que los pocos documentos que tenían siguieran a salvo dentro de la caja fuerte de la habitación principal.

. .

Raven no podía creer que Erik la había dejado sin decir palabra. ¡Tenían que perseguir a los soldados que se llevaron los cuerpos! No podían desperdiciar valiosos minutos. El camión que trasladó los cuerpos sin vida de sus compañeros mutantes partió varios minutos antes de la llegada de Magneto, dándole suficiente ventaja como para haber logrado evitar al amo del magnetismo en la ruta de salida de la península.

Pese a esto, no se atrevió a seguir al hombre cuando se adentró en el bosque, comprendía que debía de haber sentido algo en esa dirección y por la expresión de su rostro debía de estar relacionado con Abby. Pensó en la mujer y cerró los ojos, no la había visto cuando los militares cargaron los cuerpos, quizás aún estaba con vida. Rechazó la idea de inmediato, era una ilusa al pensar aunque fuera por un instante que una mujer embarazada podía haber sobrevivido el ataque, ataque que Azazel no logró sobrevivir pese a toda su experiencia y destreza. Pero su mente le recalcó que se trataba de una mutante con un gran dominio sobre su don y según lo que escuchó conversar a los soldados cuando estaba oculta entre ellos, los refuerzos que debieron llegar por el lago fueron diezmados por una inmensa ola.

Varios minutos transcurrieron hasta que notó movimiento proveniente del bosque y cuando afinó la mirada logró reconocer que se trataba de Erik y no se encontraba solo. Se sorprendió al escuchar el llanto de un bebé, no sabía qué pensar al respecto, la escena era sencillamente demasiado irreal considerando todo lo que había ocurrido.

―¿Está…? ―No se atrevió a terminar la pregunta, Erik llevaba a Abby cargada en los brazos.

―Está viva ―respondió él, dirigiendo su atención al hotel.

―Tenemos que irnos ―urgió la joven mutante, incapaz de enfocarse en el hecho de que Abby había dado a luz en el bosque y había un recién nacido llorando sin tregua―. Aún podemos darles el alcance.

―Pronto ―aseguró Erik, pero no le dirigió la mirada―. No podemos dejar pistas, tenemos que quemar el hotel.

―¡Erik! ¡No podemos perder más tiempo! ―le reclamó elevando la voz, consiguiendo que el llanto del bebé aumentara.

―¿Crees que vas a poder seguirlos? ―cuestionó él con una aterradora calma que ocultaba muy bien el infierno que realmente estaba dominando su interior―. Si hay sobrevivientes ya deben de haberse alejado de las rutas habituales, no los vas a encontrar a menos que sepas su lugar de destino.

―¡No podemos dejar que escapen! ¡Los mataron a todos! ―insistió dolida al imaginar lo que seguramente harían con ellos―. Azazel… ―susurró negando con la cabeza, tratando de pensar cómo convencer a Erik―. Estaban dirigiendo el ataque desde Walker, lo escuché por la radio de uno de los soldados, seguramente van a juntarse con ellos, podemos atravesar el lago y recuperar tiempo perdido ―informó, convencida que Erik podía utilizar algo de metal para sobrevolar sobre la extensión de agua que los separaba del pequeño pueblo.

―Si quieres ve ―contestó Erik, comenzando a caminar hacia el interior del hotel―. No me malentiendas Mystique, esos hombres tienen sus días contados ―prosiguió sin perder la compostura al percatarse de la expresión de desconcierto de ella―. Pero eres una ilusa si crees que vas a conseguir venganza atacándolos sin un plan, podrías encontrar a los soldados, pero necesitas controlar tu impulsividad si es que quieres llegar hasta los que organizaron el ataque.

Raven lo observó en silencio y bajó la mirada conteniendo las lágrimas. ¿Qué más podía hacer? Ella no tenía un don que le permitiera matar múltiples personas manipulando un elemento, necesitaba a Magneto si quería que todos los culpables pagaran.

―Síguelos, si no los encuentras ve al club en Dallas y trata de contactarte con Angel ―habló él deteniéndose unos momentos tras meditarlo. Raven no iba a quedarse a esperarlo y si ella actuaba sin pensar podía complicar las cosas a futuro, además quería saber si la bailarina exótica seguía con vida o también había sido atacada ―. No los enfrentes, trata de averiguar lo más que puedas. En dos semanas búscame en Milwaukee y de ahí veremos cómo proceder ―ordenó, confiando que eso bastaría para mantener a la joven mutante ocupada.

―¿Y si no estás ahí? ―preguntó ella.

―Estaré ahí ―sentenció. Milwaukee era una de las ciudades en las que había señalado un lugar de encuentro para el grupo en caso se separaran, pero jamás pensó que se vería obligado a usarlo luego de una situación como en la que se encontraba.

Raven asintió y sin decir una palabra tomó la figura de un soldado y se alejó en medio de la noche.

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Sin Mystique presionándole, Erik avanzó con cuidado por los derruidos y oscuros corredores del hotel con dirección a la habitación que ocupó junto a Abby en la planta más alta. Ignoró la sangre, los agujeros de bala en las paredes y todo el caos a su alrededor, lo único que en ese momento le importaba era borrar cualquier rastro de la identidad de su esposa o del bebé.

Las escaleras que llevaban a su habitación se encontraban empapadas, con las tuberías cercanas rotas aún dejando escapar el agua y fragmentos de hielo incrustados en el marco de la puerta reflejando la poca luz de luna que se colaba por las múltiples ventana rotas. Erik prosiguió, tratando de imaginar qué había ocurrido exactamente, necesitaba saber si la identidad de Abby se había vista comprometida o si los soldados no fueron capaces de verla como para poder dar una descripción.

Cuando llegó a la habitación principal fue recibido por una brisa proveniente de un gran agujero en la pared. Se detuvo un momento para tomar una bocanada de aire y controlar sus impulsos agresivos, los soldados no sólo habían entrado al hotel disparando, también utilizaron explosivos.

Sintió como la fuerza en los brazos comenzó a fallarle luego de la larga caminata que realizó y se apresuró a colocar a su esposa sobre el derruido colchón de la cama y al bebé a su lado, esperando que el contacto con su madre lo calmara un poco. El continuo llanto de su hijo comenzó a preocuparle, ¿por cuánto tiempo más iba a llorar? No podía enfocarse en atenderlo hasta que estuvieran relativamente seguros, necesitaba que Abby despertara y se hiciera cargo.

Observó a su mujer en silencio, preguntándose cómo había logrado arreglárselas para sobrevivir y dar a luz en medio del caos que se había desatado. Hasta ese momento estaba convencido que Abby no era una sobreviviente, que si ella hubiera vivido en Europa durante la guerra seguramente estaría muerta. Pero contra todo pronóstico, y en un momento en que estaba muy vulnerable, logró mantenerse con vida.

Su mente le obligó a enfocarse en la labor más apremiante en el momento y se acercó a la caja fuerte de la habitación. Respiró aliviado al ver que no había sido tocada por los soldados. Con prontitud la abrió y tomó los documentos que guardaba en su interior: su pasaporte como Erik Lehnsherr y el que tenía como Eisenhardt, la licencia de conducir de Abby, papeles referentes a sus cuentas bancarias y las de Shaw y el acta de matrimonio.

La sensación de alivio fue pasajera, casi de inmediato sintió un vuelco en el corazón y giró con urgencia hacia donde horas antes se había encontrado una de las mesas de noche. Rebusco entre los pedazos de mobiliario y encontró los marcos de plata en donde Abby había colocado las fotos que les tomaron en Las Vegas. Trató de no refregarse demasiado el hecho de haber permitido que esas imágenes existieran y peor aún estuvieran a la vista de cualquiera. Las guardó junto a la documentación en un pequeño bolso y se dirigió al vestidor de la habitación para buscar algo de ropa.

Le tomó más tiempo de lo esperado cambiar la ropa sucia y ensangrentada de Abby por algo limpio, pero no por ello olvidó hacerlo con delicadeza. A primera vista su esposa se veía en buen estado y sin ninguna herida evidente, pero había dado a luz en un bosque y no tenía idea si eso podía traer algún tipo de consecuencia negativa.

Envolvió a su pequeño en una de las cobijas que Abby había tejido y luego se vistió con la primera camisa que encontró. Escogió un par de prendas más para llevarse, entre ellas la casaca que le gustaba a su esposa y guardó todo en una pequeña maleta. No podían darse el lujo de llevar muchas cosas, pero no sentía que eso iba a ser un problema, ninguno de los dos tenía afecto especial al hotel y su contenido.

Erik se acercó al agujero de la pared y elevó varios de los vehículos abandonados por los militares. Con cuidado se las arregló para conseguir los tanques de combustible y verter el contenido por la habitación, asegurándose de que cuando prendiera una llama todo ardería con velocidad.

A pesar de su cansancio, colocó al bebé sobre el metal para transportarlo y volvió a tomar a Abby en brazos. La maleta y el bolso los seguían siendo arrastrados por las partes de metálicas.

Se detuvo en el cuarto que debía de haber sido para su hijo y observó con tristeza el sencillo decorado de la habitación. Pese a que Abby no quería quedarse en el hotel, había terminado de arreglar el espacio para la llegada de su pequeño y le dolía tener que destruirlo todo para mantener a su familia a salvo.

Era culpa de los humanos. Su miedo y odio hacia lo diferente estaba obligándole a destruir la estabilidad de su hijo. No podrían vivir sin temor a que alguien los encontrara, incluso él tuvo algo de tranquilidad cuando era un infante antes de que el partido Nazi tomara control de Alemania.

El sonido de sus dientes frotándose fuertemente entre ellos le hizo percatarse de lo tenso que se había puesto. No había mucho que pudiera hacer en ese momento fuera de recolectar algunos objetos para el bebé y proceder a empapar con gasolina esa habitación también.

. .

Abby abrió los ojos con incomodidad, se sentía totalmente desorientada. Le tomó unos instantes procesar qué había ocurrido, pero su sentido del oído reaccionó con rapidez ante el llanto de un bebé, su bebé. Los recuerdos del ataque y el nacimiento de su hijo la golpearon de inmediato, bombeando una ola de adrenalina por su cuerpo al reconocer que no se encontraba en el bosque, sino más bien en un vehículo en movimiento.

Había estado recostada, pero se irguió abruptamente buscando con desesperación a su recién nacido. Lo vio envuelto en una manta, llorando a todo pulmón, al alcance de sus manos.

El automóvil frenó de golpe, pero a ella no le importó, sólo estiró sus brazos para tomar a su bebé.

―Abby ―llamó Erik al sentir que su esposa estaba despierta, girando desde su posición en el asiento del conductor―. Estás a salvo, los dos están a salvo ―se apresuró a decir, percatándose que ella no comprendía dónde estaba en ese momento.

―Erik ―susurró al reconocerlo y de inmediato sus ojos se llenaron de lágrimas.

Él se apresuró a descender del vehículo luego de estacionarse a un lado de la oscura autopista. Abrió la puerta trasera con prontitud y fue recibido por uno de los brazos de Abby que lo rodeó con fuerza, halándolo hacia ella.

―¿Estás bien? ―preguntó Erik. Y no se refería a cómo se sentía, eso era algo que podían tratar luego, en ese momento quería asegurarse de que no necesitara atención médica.

Ella negó con la cabeza en un primer momento, pero luego asintió con energía y se separó ligeramente para posar la mirada sobre el bebé que había quedado casi aplastado entre sus padres.

―No ha dejado de llorar ―informó Erik con pesar. No había tenido oportunidad de siquiera tratar de calmar a su hijo, no era que supiera cómo hacerlo, pero comprendía que el bebé debía de necesitar sentirse seguro o comer.

Abby meció al pequeño, tratando de calmarlo. Tenía tres sobrinos a los que había cuidado en algún momento, pero el niño que llevaba en brazos se mostraba mucho más complicado de apaciguar. Sin embargo no se alteró, el sólo tenerlo a salvo entre sus brazos le daba una infinita tranquilidad. Casi de forma instintiva se liberó de la ropa que cubría su pecho y colocó al pequeño en posición para que amamantara por primera vez.

―¿Dónde estamos? ―preguntó cuando luego de varios intentos el bebé logró comenzar a comer adecuadamente y quedaron en total silencio ante la ausencia de su llanto.

―No te preocupes por eso ahora, trata de no pensar en lo que ocurrió ―respondió Erik cerrando los ojos con alivio al ver que ambos parecían estar bien―. Estamos a salvo, de eso voy a encargarme ―aseguró. Había esperado que se quebrara en llanto, pero por el momento parecía que ella misma había bloqueado buena parte de lo que debía haberle ocurrido.

Abby observó a su esposo con detenimiento, tenía tantas preguntas, pero decidió hacerle caso a Erik, en ese momento lo más importante era su bebé lo demás podía esperar.

―¿Estás segura que estás bien? ―preguntó él tras varios minutos en que se dedicó a observar en silencio como el pequeño comía.

―Eso creo ―respondió, pero la verdad era que no estaba segura―. Me siento extraña, pero creo que eso debe ser normal ―explicó, dirigiendo la mirada a su vientre que si bien ya no estaba sumamente abultado aún se veía hinchado―. Demora unas semanas en contraerse por completo… si es que tengo suerte.

―Estamos cerca de un poblado, hay una partera que vive en las afueras, podríamos ir a que los revisen a ambos, sólo para estar seguros ―ofreció Erik luego de meditarlo unos momentos. El bebé había nacido dos semanas antes de lo previsto y que Abby se sintiera relativamente bien no disminuía el hecho que había parido sola en un bosque.

―¿Es seguro? ―preguntó ella llena de dudas y comenzando a sentir como el cansancio regresaba a su cuerpo.

―Debería serlo ―aseguró. Pese a que había estado llevándola a Florida para revisiones del embarazo, también ubicó posibles opciones más cerca al hotel en caso hubiera una emergencia. El lugar al que pensaba llevarla estaba suficientemente aislado como para asumir con bastante certeza que no encontrarían militares esperándolos―. Yo estoy aquí, nada malo va a pasarles.

Las palabras le fueron difíciles de decir, era su culpa lo ocurrido y eso estaba carcomiéndolo. Él era quien arrastró a Abby al hotel, también el que decidió tomarse su tiempo para diseminar al grupo en lugar de hacerlo de inmediato en cuanto supo del embarazo y por supuesto él decidió encontrarse con Sean pese a lo avanzado del embarazo de Abby, dejándola expuesta.

―Descansa ―pidió, dándole un beso en los labios―. Debemos de llegar en unas horas ―agregó, cerrando la puerta trasera y volviendo al asiento del conductor.

Arrancó el automóvil y continuó el avance por la carretera, quería llegar antes del amanecer, mientras más pudiera alejarse bajo el manto de la noche, mejor. Observó por el espejo retrovisor como Abby parecía estar susurrándole cosas al bebé con una sonrisa en el rostro y por un momento se olvidó por completo de las circunstancias en las que se encontraban. Sin embargo cuando regresó la atención a la carretera sus ojos le resaltaron el casco que descansaba en el asiento del copiloto, recordándole que aunque una parte de él quisiera desaparecer con su familia, tenía una responsabilidad mayor que no podía olvidar.

―¿Le pusiste nombre? ―preguntó Abby de improvisto.

―No ―respondió él, recién percatándose del detalle―. Tú ibas a escogerlo ―le recordó.

―Darryl ―anunció Abby sonriendo, era uno de los nombres para niño que había llegado a su lista de finalistas y le pareció adecuado ahora que veía el rostro de su bebé―. Darryl Lehnsherr.

Erik no objetó de inmediato, lo último que Abby necesitaba era comenzar a discutir por el apellido.

. .

Llegaron a la casa de la partera en la madrugada, el lugar se encontraba rodeado de grandes extensiones de cultivo y a kilómetros de cualquier otra vivienda en todas las direcciones. Erik se sorprendió cuando la mujer de avanzada edad los recibió sin que él se viera obligado a ofrecerle ridículas sumas de dinero o incluso insistir por ayuda.

―¿Cómo se les ocurrió viajar tan cerca a la fecha de parto? ―les reprendió cuando Erik le hizo creer que eran una pareja que tuvo la desgracia de verse con un parto prematuro cuando estaban yendo a visitar a unos familiares en otro estado―. Dame al pequeño ―indicó la mujer tras una rápida revisión en el automóvil―. Carga a tu esposa, es mejor que no camine hasta que me asegure que no hay ningún desgarro ―pidió dirigiéndose a Erik.

Erik acató el pedido, aunque cada molécula de su cuerpo quería protestar en contra de permitir que una extraña cargara al pequeño y por la expresión de Abby supo que no era sólo él quien se estaba controlando en ese momento. Ingresaron a la vivienda y fueron conducidos a una pequeña habitación al costado de la sala que había sido adecuada como un sencillo consultorio.

―¿Hace cuánto nació? ―preguntó la partera, revisando a Darryl que por el momento no había comenzado a llorar aún.

―Cerca de las nueve… creo ―respondió Abby cuando Erik se vio imposibilitado de responder, él no había estado ahí―. Fue muy caótico, no nos fijamos en la hora ―agregó, sintiendo como la mentira fluía sin problemas por sus labios y notando la expresión de aprobación de su esposo.

―El pequeño está bien ―anunció la mujer con seguridad, depositando al pequeño en un viejo moisés que parecía no haber sido usado por un buen tiempo―. Un poco bajo de peso, pero si nació con dos semanas de anticipación es comprensible.

Abby sonrió ante las palabras y sintió como la invadía una inmensa tranquilidad, pero al momento de dirigir la mirada hacia Erik notó cómo él parecía tener la mente en otro lado. No podía culparlo, le pidió que no pensara en lo ocurrido y ella estaba tratando de hacerlo con todas sus fuerzas, enfocándose solamente en Darryl, pero eso no quería decir que él no lo estuviera haciendo.

―Recuéstate ―indicó la mujer al acercarse a Abby.

Erik se mantuvo en silencio durante toda la revisión, recibiendo casi sin reacción las buenas noticias. Tenían que seguir alejándose y más importante aún, debía asegurarse que nadie los siguiera o identificara.

―Necesitas descansar y mucho ―opinó la mujer clavando la mirada en el rostro de Abby―. Duerme cuando el bebé lo haga, vas a tener que pedirle a tus parientes que te ayuden en todo lo posible mientras se queden con ellos.

―Mi cuñada no tendrá problemas ―respondió Abby, mintiendo nuevamente, ella sólo tenía dos cuñados y ninguno de ellos sabía siquiera freír un huevo.

―Pueden quedarse lo que queda de la noche si gustan ―ofreció la mujer tras meditarlo unos momentos―. Siempre tengo una habitación lista por si alguno de mis hijos decide visitarme de improvisto.

―Gracias, pero es mejor que partamos, creo que podemos llegar a nuestro destino en unas horas y va a ser más sencillo descansar bien ahí ―respondió Erik tratando de sonar lo más amable posible y realmente deseando que la mujer no los estuviera tratando tan bien.

Erik llevó a Abby junto con Darryl al automóvil para que se acomodaran mientras él regresaba a la casa para pagarle por sus servicios a la partera. Vio a la mujer terminando de limpiar sus instrumentos y decidió entablar una conversación ligera con ella sobre consejos para cuidar al recién nacido mientras ella terminaba de guardar sus instrumentos.

―Tengo unos paquetes de fórmula y estoy segura que también algún biberón ―ofreció con amabilidad―. Ese niño va a necesitar un buen alimento estos primeros días.

―Eso sería estupendo ―replicó él con algo de sequedad antes de decidirse a actuar.

En la parte más alta de la escalera que llevaba al segundo piso, el clavo de uno de los cuadros que decoraba la pared se aflojó, dejándolo caer. La mujer se sobresaltó con el sonido por un instante, pero casi de inmediato se dirigió a limpiar el pequeño desastre con una escoba y recogedor en mano.

Erik vio como la mujer subió hasta casi llegar a su objetivo y sin pensarlo dos veces tomó control del metal que llevaba sobre ella: un sencillo anillo de matrimonio y un crucifijo que colgaba de su cuello. La haló con tal fuerza y sin aviso previo que consiguió desestabilizarla lo suficiente como para que rodara violentamente por las escaleras.

Se acercó en silencio a cerciorarse de que estuviera muerta y por un momento sintió remordimiento. Contuvo el impulso de cerrarle los ojos, debía parecer un accidente: la mujer trató de limpiar los vidrios rotos de la escalera y perdió el balance, eso es lo que debía aparentar.

«Si hubiera sabido que éramos mutantes no nos hubiera tratado bien» le recalcó su mente para convencerle que había tomado la decisión correcta.

Sin decir palabra salió de la vivienda usando sus poderes para cerrar con seguro la puerta. Se subió al automóvil y encendió el motor para retomar la ruta.

Abby y el bebé se encontraban dormidos en la parte trasera, completamente ajenos a lo que había tenido que hacer para asegurar que nadie pudiera seguirles el rastro. Por el momento sólo quedaba tomar una decisión inmediata, ¿a dónde irían? Montana estaba descartada, la familia de Abby debía de ser un último recurso, además que no estaba completamente seguro que el gobierno no supiera de la existencia de ellos. Milwaukee tampoco era una opción, pensaba reunirse ahí con Raven, pero no expondría a su familia en el proceso. No, necesitaba un lugar donde pudieran pasar desapercibidos y en ese momento la única opción que contemplaba posible era ir a una gran ciudad y mezclarse entre la población.


Notas de autora: He comenzado a trabajar tiempo completo con un horario que no es malo, pero que cuesta acostumbrarse, espero poder ser más constante con la escritura nuevamente. Sobre si el bebé es judío o no, si bien experta no soy, por lo que he leído hasta hace un par de décadas uno era judío si ambos padres o la madre lo eran (o si uno se convierte) y dado que Abby no lo es el bebé tampoco (No he pensado exactamente qué religión tiene ella o qué tan creyente es, pero por la época y nacionalidad debe ser cristiana, posiblemente protestante) Ser judío no es sólo un tema religioso sino también étnico por lo que es todo un lio la verdad. Creo que recién en los 80s parte de la comunidad judía en Estados Unidos dejó de lado lo de la madre y consideran judíos a cualquiera que tenga un padre que lo sea (Sin importar si es el papá o la mamá) En el comic de Magneto's Testament, Jacob le pregunta a Erik si Magda es judía (cuando ve que él tiene una foto de ella) Erik no llega a contestarle, pero se deja entre dicho que es un tema importante… al Erik actual no le importa mucho, pero ya eso lo desarrollaré más adelante.

El bebé se llama Darryl… no es un Dixon, pero el nombre me gusta y aunque no estaba entre el top 10 de la época si era relativamente común usarlo. La leche materna es mejor, pero en esos años se creía lo contrario; mientras menos natural lo veían como superior.

Erik mató a la partera por paranoico, nunca se sabe si en unos días algún militar pasaba y le preguntaba sobre hechos raros y le comentaba sobre la pareja con el bebé. Pero como siempre, Abby no va a saber nada de esto. La relación no sobreviviría si se entera de todo lo que Erik hace. ¿A dónde se van a dirigir ahora? ¡Falta poco para lo de Kennedy!

Sobre mi encuesta del bebé, ganaron las opciones de que no nacería (que crueles que son) y que sería una niña mutante xD Por el momento es niño, quien sabe si mutante… la niña será para el próximo embarazo supongo, uno en que Abby no tenga que parir en un bosque de preferencia :P