Peace could be an option

Capítulo 43


Erik salió con una toalla sujetada a la cintura luego de darse una ducha caliente. Ese día la temperatura en las afueras de Pittsburg aún era tolerable, sin embargo el pronóstico hablaba que seguiría bajando con rapidez y los fuertes vientos helados que golpeaban las ventanas eran tan sólo el preámbulo. A él no le molestaba el frío de forma especial, pero si podía escoger prefería el calor y sobre todo la ausencia de hielo y nieve, le costaba comprender cómo Abby recibía con alegría la llegada del invierno por razones no relacionadas a sus poderes.

Se estaban quedando en un hotel al sur de la ciudad, pasarían fiestas ahí y luego retomarían el camino. Aún estaba pensando hacia dónde irían, aunque al menos tenía unas dos semanas para tomar la decisión. Darryl ya había recibido la vacuna que le tocaba por lo que realmente no tenían nada específico por hacer, excepto tratar de aparentar relativa normalidad, algo difícil considerando que era la mañana del 24 de Diciembre.

Se terminó de vestir con rapidez, notando que su esposa tenía una expresión extraña en el rostro mientras leía sentada en la cama una de las revistas que habían venido con la habitación. Trató de descifrar qué era, pero la mezcla de desconcierto, molestia, tristeza y hasta alegría fue demasiado para él.

―¿Qué estás leyendo? ―preguntó con interés.

―Un artículo que habla sobre Radcliff, aunque es de unos meses atrás.

―¿Radcliff?

―Es la escuela "hermana" de Harvard donde van las mujeres ―explicó aún tratando de asimilar lo que había leído―. Obviamente no es tan conocida como Harvard, yo misma no había escuchado de ella hasta que comencé a buscar dónde estudiar.

―¿Y por qué tienes esa cara? ―indagó, ya bastante más tranquilo al comprender que no era ninguna noticia seria.

―Están comenzando a recibir títulos de Harvard, aunque aún con la firma del decano de Radcliff. Cuando estuve viendo mis opciones la descarté rápido porque aunque podía tomar clases en Harvard no me iban a dar un título de ahí.

―¿Te molesta? ―preguntó con curiosidad, él hubiera ignorado la noticia de algo que descartó en su pasado.

―No, es sólo… No lo sé ―respondió pensativa―. Al menos mi papá podrá dejar de odiar un poco a su alma mater por no dejarme estudiar ahí. Aunque la verdad sólo la consideré en un inicio por él y mi tío.

―¿Son de Harvard? ―Sabía que ambos tenían estudios superiores, pero jamás le interesó ahondar más.

―Sí. Cuando fui a ver mis opciones de estudios y sugerí Harvard la asistenta de la escuela se río y me dijo que me estaba confundiendo, que las mujeres iban a Radcliff. Mi papá estaba como una furia por eso, creo que recién se percató en ese momento que no había estudiado con mujeres y que en realidad hasta las tenían en otro campus.

―Nunca te lo pregunté, ¿dónde fue que estudiaste? ―Era tonto, pero sólo sabía lo que había estudiado, no dónde lo hizo.

―La universidad de Clark en Worcester, Massachusetts. Ahí admitían mujeres desde inicios de siglo.

―¿No debiste pelear por ir a Harvard? ―preguntó, aunque estuvo seguro que no pudo ocultar por completo el tono de crítica.

―Seguiría peleando hasta ahora ―resopló como respuesta cerrando la revista―. No estaré trabajando, pero al menos me gradué ―agregó, poniéndose de pie y extendiéndole un papel.

―No hay necesidad de hacer una cena navideña ―habló él tras una rápida mirada a la lista de compras que le dio―. Además, el horno no funciona.

El cuarto que alquilaron venía incluido con un espacio pequeño adaptado como una cocina, no tenía refrigerador, pero si el mencionado horno, sumado a cuatro hornillas y algunos implementos de cocina como ollas y platos.

―No me importa, no lo necesito ―insistió encogiéndose de hombros―. Tú eres el que siempre me recuerda que debemos actuar con normalidad y eso implica tratar de hacer algo por Navidad, ya bastante con que te niegues a que decore.

Erik decidió no discutir, saldría, haría las compras rápido y regresaría. De cualquier manera ya era costumbre de él rondar la zona en la que se quedaban todas las mañanas y noches buscando evidencia que alguien los estaba vigilando. Hasta el momento se encontraba tranquilo, nada parecía indicar que los habían descubierto.

Subió al carro de segunda mano que compró cuando pasaron por Detroit, el que tomó para salir de Chicago lo descartó rápido, sólo le iba a traer problemas con la policía cuando el dueño diera el aviso de que había sido robado. Prendió el motor tomándose su tiempo, aparentando tener la vista en la lista de compras, pero en realidad observando por algo que llamara su atención, pero al no encontrar nada comenzó a manejar con dirección al centro comercial a unos cuantos kilómetros de distancia.

. .

Luego de que Erik saliera Abby se dirigió a la ventana, esperando a que partiera. Sabía lo que estaba haciendo, la razón por la que se demoraba tanto desde que encendía el auto hasta que comenzaba a moverse, pero no se había atrevido a preguntarle qué haría si encontraba actividad sospechosa. ¿Atacaría? ¿Se irían lo más rápido posible tratando de despistar a quien los estuviera siguiendo?

Suspiró con pesadez y se criticó duramente el sentirse mejor estando en un hotel de camino que en el departamento en Chicago. Era más feliz viajando con Erik que teniendo que aguantar a los vecinos que le tocaron, pero esa no era una opción ni siquiera a corto plazo, tenían un bebé, necesitaban estabilidad. Recordó que en Great Falls también había sido feliz, tener una casa no le molestaba en absoluto, incluso realmente quería poder materializar la imagen de un hogar en un bonito suburbio. Quizás el problema era visualizar a Erik como esposo, padre y empleado sin una agenda oculta que les fuera a explotar encima de improvisto.

Se acercó a atender a Darryl cuando éste despertó y comenzó a llorar en busca de comida. Su bebé estaba a unos días de cumplir los cinco meses y pronto tendría que comenzar a darle alimentos sólidos. No quería pensar en las complicaciones que eso podía traer, ya no iba a ser tan sencillo como encontrar un momento tranquilo para alimentarlo, y era algo que no podían descuidar si querían que siguiera tan saludable como lo era hasta ese momento.

Cuando terminó de amamantar a Darryl lo acomodó en el sillón de un cuerpo que se encontraba frente a la televisión a un lado de la cama y con unos cojines se aseguró de que no fuera a caerse. Cuando se convenció que estaba dormido corrió al baño para asearse. Era más sencillo hacer sus cosas cuando estaban en el departamento y tenían la cuna, pero aún así desde que nació Darryl sólo era capaz de darse una ducha tranquila cuando Erik se quedaba con el bebé.

. .

Erik regresó unas horas después con las compras. Dejó una pesada bolsa en la cocina y se dirigió con una caja envuelta hacia su hijo, bajo la mirada curiosa de su esposa.

―¿Y eso? ―preguntó ella, revisando tener todo lo que necesitaba para los mini enrollados de pollo que haría como reemplazo del pavo tradicional.

―Lo vi al pasar por una tienda ―respondió, acercándose a Darryl que aún se encontraba descansando en el sillón, flanqueado por cojines para no caer al suelo.

―¿Le compraste un regalo de navidad? ―indagó, tratando de contener la sonrisa, Erik no era adepto a los regalos navideños.

―No celebro navidad ―replicó, colocando el paquete envuelto en papel marrón frente al pequeño―. No necesito un día especial para comprarle algo a mi hijo.

―Sabes que es tradicional que lo abra a las doce o mañana… ―prosiguió ella risueña, no quería hacer que se sintiera incómodo, pero era tan extraño que le costaba ignorarlo.

Erik no respondió, no era un regalo de Navidad a pesar de la fecha, no lo compró con esa intención. Cuando consiguió todos los artículos en la lista que le dio Abby, pasó frente al escaparate de una juguetería y un objetó llamó su atención, logrando resaltar en medio de las luces y guirnaldas que comenzaba a aborrecer.

Tomó al pequeño para sentarlo y ayudarlo a abrir el paquete al momento en que se percató que era un bebé aún muy pequeño como para abrirlo sin ayuda. A pesar que podía tomar objetos con las manos, carecía de la fuerza o destreza para desenvolver un regalo.

―Es un biplano, un Fokker ―habló cuando Abby se sentó en el brazo del sillón y miró con curiosidad el pequeño avión rojo―. Mi padre me compró uno parecido cuando era niño, es el modelo que siempre quiso pilotear

―¿Fue piloto? ―La pregunta se le escapó. Indagar sobre la vida de Erik era algo que requería más tacto del que usó en ese momento, pero el saber tan poco de sus suegros provocó el desliz.

―No ―respondió, quedándose un momento en silencio, decidiendo qué tanto se sentía a gusto compartiendo―. Mi padre estuvo en el sexto ejército del imperio alemán durante la Gran Guerra. Salvó a un Mayor Bávaro y lo condecoraron con la Cruz de Hierro, pero no accedieron a darle entrenamiento como piloto, se tuvo que resignar con verlos a la distancia. ―Le costó relatar ese pequeño pedazo de la historia de su progenitor, más cuando aún estaba convencido que el orgullo que su padre sintió como soldado fue lo que condenó a la familia, lo que hizo que se quedaran en Alemania hasta que fue muy tarde.

―¿Ya estaba casado con tu madre durante la guerra? ―Sabía que no era sencillo para él, pero también estaba segura que cualquier palabra o actitud cargada de lástima sería mal recibida. Lo mejor era hablar como lo haría como con cualquier otra persona cuando deseaba conocer un poco más sobre su pasado.

―Nací en 1930 ―respondió frunciendo las cejas ante la pregunta, ella sabía su edad―. Si crees que estaban casados debes de pensar que tenía muchos hermanos mayores.

―Pudieron tomarse su tiempo antes de tenerte ―replicó a la defensiva, se había olvidado que la Primera Guerra acabó en 1919, eso dejaba al menos diez años de vacio―. Además, no tengo idea cuántos hermanos tuviste.

―Sólo una. ―No se lo preguntó, pero decidió seguir hablando sobre su familia―. Tres años mayor ―completó, entregándole el avión a Darryl que parecía muy interesado en su nuevo juguete―. Ruth… ―Llevaba años, décadas, sin pronunciar el nombre de su hermana y sintió un escalofrío al hacerlo. Recordó la última vez que le habló, cuando se acercó emocionado para mostrarle un trozo de carne que había conseguido para que su madre les preparara una cena decente. Ella no llegó a comer esa noche, el gueto de Varsovia estaba hundido en la enfermedad y su hermana fue una de las tantas víctimas.

―¿Y tus abuelos? ¿Los conociste? ―preguntó Abby, le era difícil llevar la conversación, era casi como caminar a ciegas en un cuarto que sabía estaba lleno de cristales que podía romper con cualquier movimiento.

―No, a ninguno, murieron antes que yo naciera, Europa no tuvo la suerte de este país ―respondió sin mala intención en la comparación, la Gran Guerra barrió con la población Europea, la segunda simplemente tomó la posta dos décadas después―. Hubiera sido interesante ver si tu abuelo hubiera seguido vivo de haber echado raíces en Europa ―añadió recordando al hombre.

―Puedo asegurártelo ―bufó ella, notando que esa era su forma de decir que ya no deseaba hablar más sobre su pasado―. La vida en Montana no es sencilla y era peor cuando él se estableció.

―No es un mal lugar ―comentó mirándola.

―¿Quieres ir? ―Abby no pudo impedir que su voz dejara entrever la emoción.

―No por ahora, pero no es una mala opción cuando me asegure que nadie nos sigue ―respondió, notando lo entusiasmada que recibió la noticia, pero no quería que ahondara mucho en el tema―. ¿Vas a querer hacer algo el domingo? Estoy seguro que debe haber algún restaurante agradable donde podamos llevar a Darryl ―ofreció, el veintinueve sería su primer aniversario.

―Preferiría no salir la verdad, no conocemos los restaurantes de aquí ―respondió luego de pensarlo un poco. Quería celebrar la fecha, pero aún no se sentía tan confiada como para poder estar cómoda en medio de un local con su bebé expuesto.

―No va a pasar nada ―aseguró al comprender por qué se estaba negando―. Pero si no quieres puedo traer algo de comida.

―Eso me gustaría más ―respondió sonriéndole, viendo cómo él se apuraba a sacar las hélices frontales del avión de la boca de Darryl.

. .

Abby se observó en el espejo del baño tratando de tomar una decisión, tenía algo de tiempo antes que Erik regresara con la cena. Asomó la cabeza por la puerta asegurándose que Darryl siguiera dormido y con sumo cuidado para no hacer ruido comenzó a rebuscar en su estuche de maquillaje. Nunca fue adepta a pintarse diariamente, pero llevaba meses sin siquiera sentirse con ánimos para ponerse algo de color en el rostro. Era su aniversario y aunque no pensaban salir sentía que podía darse un momento para ella, sólo rogaba que el bebé no despertara a la mitad y acabara quedándose a medio maquillar.

Si debía escoger una sola pieza entre todos sus cosméticos sería el delineador de ojos o quizás la máscara de pestañas, ambos lograban que sus ojos azules resaltaran más de lo usual. Con cuidado comenzó a delinear sus ojos, pese a no ser una experta tenía un pulso firme y si nadie la apuraba era capaz de realizar un buen trabajo.

Ya se había colocado una base para emparejar el color de su rostro, pero se detuvo antes de ponerse sombras en los párpados o pintarse los labios. No iban a salir, sólo quería arreglarse un poco para la ocasión.

Peinó su cabello dejándolo suelto, a ella le gustaba así y a Erik también, los peinados laboriosos aunque podían ser bonitos no eran algo que le llamara mucho la atención. Y de alguna manera era especial dejarlo caer en su forma natural, incluso desde antes que Darryl naciera lo había sujetado en una cola casi de forma permanente, primero por el calor del verano y luego por simple comodidad para atender la casa.

No pasó mucho tiempo desde que acabó de alistarse hasta que su esposo regresó con la cena. Por la forma en la que cerró la puerta se dio cuenta de inmediato que no estaba del mejor humor pese a que cuando salió parecía estar teniendo un buen día.

Erik iba a quejarse de algo, pero su mirada se posó sobre Abby y se quedó en silencio. Sonrió de medio lado al verla, no esperaba que se arreglara.

―¿Segura que no quieres salir? ―preguntó acercándose.

―Segura ―asintió, rodeándolo con los brazos a la altura del cuello para luego juntar sus labios con los de él―. ¿Qué compraste? ―indagó al sentir el olor de la comida cuando dejaron de besarse.

―Croquetas de pollo, Beef Stroganoff y postre ―respondió levantando ligeramente las bolsas que llevaba en las manos.

―¿Vendían eso en el restaurante? ―indagó Abby, ella le sugirió que fuera al local en que comieron una vez antes de llegar al hotel.

―No, busqué un mejor lugar ―explicó, dejando que la molestia se notara en su tono de voz. Pese a que no saldrían, no quiso comprar comida de un simple restaurante de camino.

―¿Sabes que no vas a conseguir que te den comida para llevar en cualquier sitio no? ―cuestionó arqueando una ceja y negando con la cabeza―. Aunque les pagues extra ―agregó, porque seguramente eso fue lo que hizo o al menos trató de hacer, algo no fue bien por la expresión que llevaba.

―En el primer restaurante me recomendaron que comprara comida congelada para TV si es que no deseaba cenar ahí ―relató luego de soltar un bufido, había visto esa comida en el supermercado y jamás gastaría su dinero en algo así―. Tuve suerte en el segundo intento, ya estaba preparado para que pudieran negarse ―prosiguió, en esa ocasión comenzó la conversación usando toda su carisma, soltando que sabía que no era algo que hacían, pero que quizás podrían acomodar su pedido.

―Esto no es comida ―comentó Abby al abrir una de las bolsas, encontrándose con unas velas.

―Para algo de ambiente ―respondió tomándolas―. Incluso con la luz tenue puede que sea más improbable que Darryl se despierte.

La cena fue bien, Darryl se despertó sólo una vez cuando estaban terminando de servir la comida en los platos y arreglar la mesa. La comida aunque no estaba recién salida de la cocina del restaurante, aún estaba caliente y no había perdido su sabor. No hablaron mucho, ninguno quería provocar que el ambiente tranquilo se rompiera, eran raras las noches en que podían disfrutar del momento sin estar agotados física o mentalmente.

Cuando terminaron decidieron que no limpiarían nada hasta la mañana siguiente.

Abby comenzó a acercarse a donde Darryl para llevarlo a la cama, pero Erik la detuvo.

―Deja que duerma ahí, no lo despiertes ―susurró, el bebé dormía plácidamente en el sillón con su barrera de cojines.

―No es una cuna ―replicó, aunque no opuso resistencia cuando Erik comenzó a guiarla hacia la cama.

Pasaron semanas luego de instalarse en Chicago para que volvieran a tratar de tener algo de intimidad, pero sus encuentros en la cama podían contarse con los dedos de una mano desde el nacimiento de Darryl. Al principio era esperado, parir un bebé desgastaba el cuerpo y se necesitaba tiempo para recuperarse, pero luego ambos parecían estar simplemente agotados o con la mente en otro lugar. Ninguno expresó algún sentimiento de queja, la razón por la que estaban viviendo en Chicago sobrepasaba con creces lo que una pareja normal debía de pasar.

Pero el viajar les dio un respiro, ambos se sentían mejor y con más ánimo de estar junto al otro para algo más que dormir o cuidar al bebé como venían haciéndolo. Era extraño, se estaban moviendo por precaución, pero incluso así la sensación de libertad los había invadido, salir del departamento fue quitarse un peso de encima.

Abby agradeció la luz tenue porque aunque su cuerpo se había recuperado bastante bien, su vientre llevaba unas ligeras marcas por todo lo que se estiró durante su embarazo. Sabía que estaba siendo ridícula, que no eran algo llamativo o que debieran importar aunque lo fueran, pero Erik era un hombre que se percataba de los detalles y sin dudas las notaría si es que no lo había hecho ya.

―Antes eras más ansiosa ―le susurró al oído, la primera vez que estuvo con ella se sorprendió un poco, tenía la idea que sería más dócil, que sólo se dejaría llevar por él.

―Eso es porque eres un controlador ―replicó en voz baja riendo un poco. No importaba cuánto había tratado, Erik era quien marcaba el ritmo y no le incomodaba realmente, aunque jamás se quejaría si él soltara riendas.

―No lo sabes disfrutar ―se defendió, recorriendo con una de sus manos el torso de ella, descendiendo hasta llegar a la cadera para aferrarse y poder acomodarse. En ese momento si Darryl despertaba y comenzaba a llorar optaría por el método de crianza de dejar que al bebé llorar hasta que se cansarse, no pensaba dejar que algo los interrumpiera.

. .

Erik no supo muy bien cómo actuar cuando Abby lo tomó de las manos luego de encender la radio y trató de bailar con él. Habían pasado distintas celebraciones juntos, pero era la primera vez que se le presentaba una situación como esa, incluso cuando estuvieron en Las Vegas no pusieron pie en ninguna pista de baile. No era que no supiera hacerlo, al menos si le ponía algo de música decente, pero el acto tan espontáneo lo tomó por sorpresa.

―Es mi cumpleaños, no puedes escapar ―habló ella riendo al sentir el cuerpo tieso de Erik.

―¿Vas a gastar tu regalo en hacerme bailar? ―preguntó. Él le ofreció darle lo que pidiera mientras fuera razonable y sí, bailar lo era, sin embargo no estaba preparado.

―Sí ―asintió divertida. No pensaba torturarlo por mucho rato y el único público que tenían era el bebé, aunque a Erik no lo encantara la idea sabía que le era tolerable.

Él cedió, pero bajo la condición de escoger la música, prefería morir antes que bailar el twist. Optó por buscar algo de música lenta, ella no se quejaría y eso al menos podían disfrutarlo ambos. No era muy adepto al baile, en realidad prefería evitarlo. Pese a que durante sus años buscando a Shaw se volvió muy hábil fingiendo interés para conseguir información, su nivel de actuación no era tan bueno al llevarlo a la pista de baile. No era que fuera una persona descoordinada, simplemente no le gustaba la idea de tener a alguien tan cerca en lo que él veía como una situación que no controlaba totalmente. Sin embargo con Abby se sentía suficientemente en confianza como para poder encontrarle algo de encanto.

―Te compré algo ―anunció cuando ella decidió dejarlo escapar.

―¡Oh! Pensé que me dejaste obligarte a bailar a modo de regalo ―comentó un poco sorprendida.

―Creo que esto no se considera exactamente un regalo ―explicó, revelando una caja con un túnel de fudge en su interior decorado con una vela que se apresuró en prender―. Si no recuerdo mal este fue el que pediste en Las Vegas.

La vio sonreír por el detalle y luego soplar la vela tras un segundo de cerrar los ojos, posiblemente para pedir un deseo. Tenía una idea de qué pidió y sintió un nudo en la garganta porque sería él quien destruyera sus ilusiones al día siguiente, pero dejaría que su cumpleaños terminara bien y al menos tuviera ese recuerdo. Había tenido más que tiempo suficiente para pensar en qué pasos debía seguir y sin importar cuánto revisara las alternativas sencillamente sólo sentía que había una que garantizaba de alguna manera la seguridad de su familia: Abby debía regresar a Montana con Darryl y él no iría con ellos.

Ya había hecho los arreglos necesarios, sólo faltaba informárselo. Sabía que se enojaría con él por actuar a sus espaldas, por querer separarse de ella y por el poco tiempo que le daría para asimilarlo, pero confiaba que pese a todo la parte lógica de su cerebro no podría negar que él estaba en la razón.


Notas de autora: Este es el fin de 1963 y el inicio de 1964.¡Cuántos capítulos han pasado para avanzar poco más de dos años dentro de la historia! Pero no se preocupen, pronto viene el salto de tiempo, aunque no será tan drástico como el de las películas, hay un par de momentos que necesito mostrar para no generar una lluvia de información como bienvenida a Days of Future Past.

Esto debía de ocurrir, lamentablemente. No soy fan de separarlos, pero el canon manda y Erik necesita los eventos de DoFP para que se le bajen los niveles de Magneto en la circulación :P La fecha del cumpleaños de Abby es 15 de Enero por si lo quieren poner en el calendario.

No estoy segura si la hermana de Erik era mayor o menor, a mi me pareció mayor, pero no es que estuviera confirmado. El pasado de mi Erik, como ya lo he mencionado antes, es una mezcla de lo poco que se vio en la película con una fuerte dosis del comic "Magneto's Testament", condimentado con un par de detalles de otros comics y revuelto en la olla de la adaptación xD Si Erik está un poco más comunicativo sobre su pasado es porque tiene suficiente confianza con Abby y porque ya la idea de la separación estaba en su cabeza y quería dejarle algo que sabe siempre sintió curiosidad.