Peace could be an option
Capítulo 44
Erik se levantó con cuidado de la cama antes del amanecer y comenzó las preparaciones finales para lo que sin dudas sería un evento que no recordaría con alegría. Las separaciones eran duras, dejaban una dolorosa marca que incluso el tiempo no llegaba a sanar. Él conocía bien la sensación, en su caso nunca tuvo la opción de despedirse, jamás volvió a ver a sus seres queridos. No sería igual con Abby, ella seguiría viva y a salvo, quizás podrían reencontrarse en el futuro, pero esa pizca de esperanza lo atormentaría incansablemente, de eso estaba convencido. Saber que su esposa e hijo estaban de alguna forma a su alcance, pero no poder acercarse a ellos se volvería una tortura que probaría su convicción.
Cuando tuvo todo listo volvió a recostarse en la cama a esperar, aprovechando el poco tiempo que le quedaba para observar a Darryl dormir pacíficamente en su lugar favorito; entre él y Abby.
―No va a desaparecer si dejas de mirarlo.
Las palabras rompiendo el silencio lo obligaron a dirigir la mirada hacia su esposa, en unos instantes comprendería lo errada que estaba.
―Tengo pasajes para Great Falls ―explicó, provocando que Abby frunciera las cejas al percatarse que esa no sería una mañana tranquila―. Volarás con Darryl en unas horas.
―Querrás decir volaremos ―rectificó, sintiendo como un frío inesperado la invadió, entumeció su cuerpo, al ver en los ojos de Erik que no se trataba de un error en la elección de palabras.
―Nunca se enteraron de tu existencia, no te buscan a ti ni a Darryl.
―Eso no lo sabes…
―Saben de un mutante con tu don, pero no de ti ―insistió, tratando que su voz se mantuviera calmada―. Hasta antes del asesinato de Kennedy no tenían pistas y no hay motivos para pensar que mi presencia en Dallas te hizo visible, sólo me buscan a mí.
―¿Y crees que eso me hace sentir mejor? ―espetó molesta poniéndose de pie, ¿acaso pensaba que para ella su seguridad no importaba?
―No podemos vivir así por más tiempo, no es adecuado para Darryl ―volvió a insistir, usando de forma temprana una carta que sabía no había forma de superar―. No van a dejar de buscarme y con el tiempo van a encontrarme, yo lo hice con Shaw y no tenía los recursos que ellos poseen.
―Podemos ir al norte, nadie va a buscarte en una villa perdida en el Yukón. ―No era una sugerencia, sino el preámbulo de una súplica.
―Sé que esto no es lo que quieres ―aseguró, levantándose y caminando hacia ella luego de rodear la cama―. Pero es la forma en la que van a estar más seguros. ―Le costó decirlo, admitir en voz alta que él no podía cuidarlos y que lo único que conseguía con su presencia era exponerlos.
―¿Y si te equivocas? Si nos dejas solos… ―La desesperación comenzó a colarse entre sus palabras.
―Tú puedes encargarte ―interrumpió, recordando el hotel, muy consciente de los poderes de ella―. Pero no se dará el caso, cuando estés en Great Falls me aseguraré de atraer toda la atención.
―Si es mutante... ―Abby no completó la idea, dejó de hablar cuando sintió la mano de Erik acariciar su rostro.
―Tú también lo eres y cultivaste tu don sin atraer la atención de nadie ―replicó con suavidad.
―No quiero esto ―declaró ella cerrando los ojos con fuerza.
―Sabes que es lo mejor, no podemos criar a Darryl así cuando hay una opción de que pueda crecer tranquilo. ―Sabía que presionar por el lado del bienestar de su hijo era la ruta más rápida.
―¿No somos suficiente? ―preguntó volviendo a abrir los ojos, pero sin el valor suficiente para encarar su mirada.
―Lo son ―aseguró ante tal pregunta―. Pero la verdad es que no me necesitan, no hay nada que pueda ofrecerles que tú no puedas conseguir sin mí, lo único que mi presencia aporta es una sombra muy peligrosa.
―No digas tonterías. ―Ella lo necesitaba, lo quería cerca y no por algún deseo utilitario como sería el rol tradicional de aportar el dinero para el hogar―. Si vamos a Canadá…
―Quizás la primera vez que lo propusiste hubiera funcionado ―aceptó él, meses antes, incluso antes del ataque al hotel hubiera podido ser una opción―, pero ahora necesitan alguien a quien cazar. ―Tuvieron la oportunidad de desaparecer en paz, pero él la ignoró, arrastrando a Abby con él.
La vio cerrar los ojos nuevamente, dejando que las lágrimas brotaran en un silencioso llanto. Sabía que ella lo comprendía, que entendía que él sería buscado de forma incansable y esa no era la vida que deseaba para Darryl. Un padre ausente traía su propia carga impuesta por la sociedad, pero al menos les permitiría estabilidad y seguridad.
Erik la abrazó con fuerza, sintiendo una punzada de culpabilidad en el pecho, si bien aún creía que luchar por los suyos era importante, nunca fue su deseo poner a su esposa e hijo en peligro. También recordaba la única vez que Abby le reprochó sus acciones antes de partir a Dallas. Ella no lo expresaba abiertamente, pero sabía que lo culpaba por el desarrollo de los eventos que los llevaron a huir ya en dos ocasiones y las circunstancias que la hicieron vivir aislada por meses dándole medias verdades a su familia.
―Va a ser un viaje largo ―explicó, obligándose a romper el silencio que los había envuelto―. Te llevaré al aeropuerto, pero es mejor que no ingrese contigo. ―Era por seguridad, los aeropuertos podían haber sido avisados sobre su existencia y aunque dudaba que alguien tuviera una buena fotografía de su rostro no deseaba dejarlo a la suerte.
Erik trató de separarse para seguir explicándole los arreglos que había hecho en un intento por suavizar algunos de los obstáculos que encontraría, pero ella se sujetó con más fuerza.
―No tenemos mucho tiempo y es mejor que no pierdas el vuelo ―habló Erik con suavidad en un intento por que ella le prestara atención, pero consiguiendo el efecto contrario, Abby sólo enterró el rostro más contra su pecho como si de alguna manera con eso conseguiría evitar la separación―. Conseguí una acta de matrimonio con Eisenhardt de apellido, no vuelvas a usar el Lehnsherr bajo ningún concepto. ―No trató de pedirle que quemara la acta original, pese a que eso le daría más tranquilidad, ni tampoco se extendió explicando de dónde o cómo obtuvo una falsa con el apellido que no atraería a la policía con el tiempo―. Saqué algo de dinero para que lleves contigo, luego te haré llegar más. ―Nunca estuvo seguro si alguien estaba atento a sus cuentas, pero ya no le importaba.
―No quiero tu dinero ―susurró ella negando con la cabeza.
―Entiérralo en el jardín de tus padres si te hace sentir mejor ―replicó tajante con el tema. Estaba seguro que Abby no tendría problemas para mantenerse, más con el apoyo de su familia, pero si ocurría algún accidente deseaba poder darle la tranquilidad de estar cubierta en ese aspecto.
La tomó por los hombros y forzó la separación.
―Hice la maleta, pero supongo que debes querer revisarla ―informó, desviando la mirada hacia el objeto que descansaba mostrando su contenido sobre el sillón.
―No he dicho que voy a irme ―intervino Abby levantando la mirada.
―Es cierto ―aceptó él―. Pero tampoco te has negado.
―Erik… No puedes, si te atrapan van a matarte. ―Si la estaba alejando no era porque pensaba atacar. No, para eso tomaría la opción de ir al Yukón y asentarse ahí temporalmente hasta que decidiera era un buen momento para tomar la ofensiva.
―Depende de quién sea quien me atrape, sólo Wide Awake me matarían al verme ―respondió, no quería tener que discutir lo que pensaba hacer con ella, pero tampoco quería impulsarla a cometer una tontería.
Abby desvió la mirada a la cama donde Darryl aún dormía y luego hacia la maleta. Con pesadez avanzó hacia el objeto y con una mano revisó de forma lenta las pocas posesiones que Erik había decidido empacar. Sólo había una muda de ropa para ella, las cosas del bebé, el cuadro con la foto que se tomaron en Chicago y un sobre marrón donde estaban el acta falsa de matrimonio que acababa de conseguir, junto con la real, la partida de nacimiento de Darryl y las fotografías de Las Vegas. Moviendo un poco más el contenido encontró en el fondo la casaca de él que le gustaba tanto.
―Supuse que no ibas a querer que la botara y es muy ligera para que la lleve en este clima ―habló cuando notó que ella detuvo su mano por varios segundos.
―No hay muchas cosas ―comentó Abby, cerrándola con facilidad―. Te dije que tu casco ocupaba mucho sitio ―soltó tratando de sonreír.
―Nunca te gustó ―concedió él.
―Ya te había dicho que era ridículo.
―Hay algo más ―intervino Erik, volviendo a acercarse para quedar frente a ella acariciando su cuello―. Nunca te di algo para que colgaras aquí ―comentó tomando con una mano la cadena de oro que formó a partir de los anillos falsos que usaron durante su estadía en Las Vegas.
―No quiero un regalo ―respondió ella frunciendo las cejas, si pensaba darle algo bien podían quedarse juntos.
―No es un regalo ―explicó y se quedó en silencio por unos instantes hasta que consiguió obligarse a dar el paso―. No pueden encontrarme con esto, sospecharían ―dijo, retirando el anillo de matrimonio que llevaba en su mano izquierda, haciendo que quedara colgando de la cadena.
Él reaccionó a tiempo para sostener a su esposa antes que cayera al suelo de rodillas rompiendo en llanto.
Hasta ese momento Abby había escuchado y de alguna manera aceptado la situación aunque no le gustara, pero la argolla de matrimonio fue el golpe de gracia que bastó para que la ola de emociones se desbordaran. Separarse era inevitable y recién con ese gesto pudo sentir que no iba a haber vuelta atrás ni el despertar de un mal sueño.
Erik maldijo el haber decidido que la mejor ruta era anunciar que debían separarse horas antes del vuelo a Great Falls. Pensó que sería más fácil, que así no habría oportunidad para que las inseguridades se colaran y lo dejaran vulnerable a reconsiderar su decisión. Al final lo único que estaba consiguiendo era lastimar a Abby más al no poder siquiera concederle tiempo para asimilar la idea e incluso despedirse sin presiones.
Era extraño verla llorar así, sin siquiera tratar de contener las lágrimas o cuidándose de no hacer ruido, sujetándose tan fuerte como si su vida dependiera de ello. Pero lo que más le dolía a Erik era saber que el único culpable era él y no sólo por lo cruel de la despedida sino por sus acciones desde el inicio.
Al final era lo mejor, él sólo sería un lastre. Abby podía seguir su vida, reconstruir lo que él había destruido y criar a Darryl sin su ayuda.
La tomó por el rostro para acomodarse mejor y la besó, ese sería el último beso que le daría, uno que quedaría en su memoria y recordaría con intensidad gracias al sabor que las lágrimas de ella dejaron en sus labios.
. .
Abby bajó del taxi que tomó a su llegada a Great Falls y comenzó a recorrer el pequeño sendero hacia la puerta de la casa de sus padres. Llevaba a Darryl en brazos mientras que el taxista estaba abriendo la maletera para ayudarla con su poco equipaje. Tocó el timbre y esperó, acomodando al bebé que se revolvía incómodo tratando de desenvolverse de la manta que lo cubría del frío viento invernal de la temporada.
Beth abrió la puerta y de inmediato su rostro se iluminó al ver a la mayor de sus hijas. Sin embargo la expresión de alegría se esfumó en un instante, porque aunque notó al bebé que llevaba en brazos, las lágrimas que comenzaron a brotar de los ojos de Abby robaron toda su atención.
―¡Richard! ―llamó con fuerza apresurándose a abrazar a su hija cuidando de no aplastar al bebé―. ¿Qué pasó? ¿Dónde está Erik?
La mujer no recibió respuesta y de alguna forma pese a que preguntó no esperaba obtenerla en ese instante en la puerta.
―¿Abby? ―La voz de su padre llamándola sólo provocó que el llanto se intensificara―. ¿Beth, qué pasó? ¿Dónde está Erik? ―Repitió las preguntas de su esposa sin querer, con más de veinticinco años de matrimonio era inevitable que imitaran mucho el uno del otro.
―No lo sé, encárgate del taxi ―respondió Beth comenzando a llevar a Abby al interior de la casa.
Richard avanzó hacia el taxi donde el dueño del vehículo se había quedado con la maleta en mano a una distancia prudencial cuando su pasajera comenzó a llorar.
―¿Cuánto le debo? ―preguntó el padre de Abby al recibir la única maleta.
―Nada, me pagó antes de bajar ―respondió el hombre con una expresión de alivio. Por un momento pensó que iba a tener que interrumpir un asunto familiar que obviamente no le incumbía o peor, que le iban a cerrar la puerta y tendría que decidir entre esperar o dejar la maleta en la puerta sin avisar.
. .
Abby se recostó en su vieja cama y cerró los ojos con fuerza tratando de relajarse e imaginarse en épocas felices, cuando era más joven y su única preocupación real era tratar de sacar buenas calificaciones en la escuela. Su habitación aún se encontraba casi como la había dejado cuando partió a la universidad años atrás. Pensó que quizás estando casada sus padres al fin se animarían a empaquetar sus pertenencias y mandarlas al ático, pero tampoco lo habían hecho con los cuartos de sus hermanas y ellas llevaban más tiempo de casadas.
No pudo evitar recordar la primera vez que Erik visitó su casa y le dio un rápido tour que incluyó su vieja habitación. Se removió incómoda, no quería pensar en él, se suponía que debía de descansar mientras su mamá cuidaba a Darryl y le permitía el tiempo en soledad que tanto necesitaba.
Aún no comprendía cómo logró llegar a Great Falls sin desmoronarse en el camino. En estado normal el viaje en avión con un bebé ya era una experiencia abrumadora incluso para personas que tienen algo de experiencia en el asunto. Darryl lloró en varias ocasiones, pero se las ingenió para calmarlo con relativa rapidez, recordaba bien que respondió a la incomodidad de su hijo sin mucho afecto en el proceso, casi como si su mente se hubiera apagado y estuviera funcionando en modo automático.
No pudo explicarle a sus padres qué ocurrió, pero tuvo suerte que no insistieron en ese momento. Trataron que comiera algo y la mandaron a dormir como si aún fuera una niña. Sin embargo no se quejó, simplemente obedeció casi con emoción al sentir el peso de tomar decisiones removerse de sus hombros aunque fuera por unas horas.
Apagó la luz de la lámpara y dejó que la oscuridad la envolviera. Tenía un hijo por el que velar, pero aprovecharía al máximo el tiempo que sus progenitores le estaban regalando, lo único que quería era dormir sin tener que preocuparse por nada.
. .
Abby se despertó con pesadez a la mañana siguiente, sintiéndose un tanto desubicada pese a que reconocía la habitación en la que se encontraba. Su cerebro le mandó una descarga de alerta cuando vio el reloj y notó que eran más de las ocho. Pasaron más de doce horas desde que puso su cabeza sobra la almohada, había estado tan agotada que durmió profundamente ignorando por completo el horario de comer de su bebé. Sin siquiera arreglarse un poco se apresuró a salir de la habitación y dirigirse a la primera planta para encontrar a su madre.
―¡Tía Abby! ―gritaron al unísono sus dos sobrinas, lanzándose sobre ella con una gran sonrisa dibujada en sus caras.
―Zoe, Alexis ―susurró confundida. Por un momento pensó que sus padres habían llamado a su hermana para contarle de su extraña llegada, pero borró el pensamiento de su mente, ellos no eran así, no necesitaban una reunión familiar para encarar un problema―. ¿No deberían estar en Billings? ―preguntó, haciendo un gran esfuerzo por sonreír.
―No, ahora vivimos aquí ―respondió una de las gemelas bajando la mirada mientras la otra comenzaba a llorar.
―¿Dónde están mis nietas favoritas?
La voz del padre de Abby la interrumpió antes de que procesara lo que acababa de escuchar o pudiera tratar de abrazarlas.
―Vamos a lavarnos para tomar desayuno juntos ahora que su tía despertó ―indicó el hombre, cargando a las dos pequeñas antes de hacerle una seña a la mayor de sus hijas para que fuera a la cocina mientas él se llevaba a sus nietas al baño.
Abby entró a la cocina y se encontró con su madre terminando de preparar el desayuno con ayuda de Hannah. Localizó rápido a Darryl, se encontraba dentro de un corral para bebés a una esquina, jugando con Vincent muy entretenido y al parecer sin hambre.
Antes de poder decir una palabra tuvo que usar toda su fuerza para mantener el balance y no irse contra el piso con su hermana encima. Sintió el abrazo casi asfixiante que la envolvía y se dio cuenta que ella no era la única con problemas en ese momento.
―Hablaremos después del desayuno, cuando las niñas salgan a jugar ―informó Beth, caminando hacia el comedor con una pequeña torre de panqueques sobre un plato.
Richard regresó con sus nietas y las sentó para que desayunaran justo a tiempo para que recibieran en sus platos una porción de huevos revueltos con tocino y un vaso de leche. De inmediato se quejaron, ellas querían empezar con los panqueques con miel, pero Beth se limitó a decirles que debían terminar lo que tenían en frente primero.
Hannah y Abby no cruzaron palabras luego del abrazo, simplemente movieron el corral al comedor y volvieron a colocar a los bebés ahí para poder vigilarlos mientras comían. Ambos ya habían desayunado, Darryl por su parte tomó su primera leche de fórmula sin quejarse o sin siquiera notar la diferencia, Abby no dijo nada, sus papás debían creer que lo alimentaba así, era lo que la mayoría de mujeres hacía en esa época.
―Creo que es un buen momento para anunciarte que va a haber otro bebé en la familia ―habló Beth, dibujando una sonrisa en su rostro―. Chloe está embarazada, vino hace unos días a contarnos.
―Se tomó su tiempo ―comentó Hannah, ganándose una mirada recriminatoria de parte de su madre―. Cree que tiene dos meses. Estaba como loca tratando de contactarte para contarte, seguro que va a venir en cuanto sepa que estás acá ―agregó, sintiendo la penetrante mirada de su madre intensificarse.
―Bueno, no es la única nueva adquisición para la familia ―intervino Richard de inmediato al notar la tensión―. Tu primo George tuvo su primera bebé hace poco, tuvieron problemas para contactarnos ya que habíamos estado sin hablarnos por un buen tiempo.
―Madeline Bass, es un bonito nombre ―añadió Beth―. Ojalá la podamos conocer, aunque Maxwell vive más cerca, de cualquier manera nos enviarán fotos.
―No creo que Maxwell tenga mucho tiempo libre ―opinó Richard con algo de desgano―. Ayer hablé con él por teléfono y me comentó que está teniendo problemas con Steven. No especificó mucho, pero ya tiene veinte y no asiste a la universidad y dudo mucho que sepa hacer algo de trabajo físico.
Abby se mantuvo en silencio escuchando hablar a sus padres. Una parte de ella quería gritarles que no le importaba si su primo estudiaba o no, o si la nieta de la difunta gemela de su papá llegaba a conocerlos, incluso el anuncio de que volvería a ser tía le sabía amargo. Pero no dijo nada, se mantuvo callada, no pensaba armar una escena con sus sobrinas sentadas a la mesa. Lo único que en ese momento podía sacarla del hoyo de la autocompasión en la que Erik la había dejado era averiguar qué estaba ocurriendo con Hannah y por qué las gemelas le dijeron que ahora vivían en casa de sus abuelos.
Cuando Alexis y Zoe terminaron de comer, Hannah les ofreció que podían salir a jugar en la nieve y ellas aceptaron de inmediato. Era sólo una excusa para que se alejaran y no estuvieran presentes para la conversación que seguiría, a diferencia de Vincent o Darryl ellas podían comprender un poco que la familia estaba en un mal momento.
―¿Qué pasó con Gale? ―preguntó Abby sin dar más vueltas y evitando que su hermana le hiciera la misma pregunta sobre Erik.
―Me quiere dejar ―respondió Hannah con un hilo de voz.
―¿Qué? ¿De qué estás hablando? ―cuestionó sumamente confundida. Conocía a Gale desde que eran pequeños y sabía que adoraba a su hermana.
―Gale aceptó un empleo en Alaska ―explicó Richard de inmediato―. Nadie ha hablado de divorcio.
―¡Se está yendo, es lo mismo!
―Es un contrato por un año con una paga extremadamente buena ―comentó Beth dando los detalles que su esposo no estaba ofreciendo―. Con lo que ahorre quiere abrir su propio negocio y dejar de depender de otros.
―No nos falta dinero, no tiene que irse ―se quejó Hannah a la defensiva―. ¡No entiendo cómo pueden estar de su lado!
―No estamos del lado de nadie ―aseguró Richard en un mediocre intento por calmar a su hija.
―Quiere asegurarse que si algo le ocurre a futuro ustedes van a estar cubiertos ―insistió Beth―. Sabes que su trabajo tiene riesgos, sin pensar en lo peor, bien podría verse incapacitado de trabajar por meses si es que tiene un accidente.
―¡No entiendo cómo pueden pensar que esté bien que se vaya a vivir por su cuenta! Que nos deje… que me deje por un año. ―Hannah hacía lo mejor que podía para evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos―. ¡Seguro también van a encontrar aceptable que Erik no esté aquí!
Abby cerró los ojos por un instante, no esperaba que su hermana fuera a lanzarle la atención paternal de esa manera. Aunque viendo el problema matrimonial en el que se encontraba Hannah, comenzó a encontrarle sentido a que sus padres no hubieran comenzado una caza de personas para encontrarla a ella por los meses en el que el contacto que tuvieron por teléfono fue mínimo.
―¿Qué pasó con Erik? ―preguntó Beth luego de intercambiar miradas con su esposo.
Abby no sabía cómo responder.
―¿Tuvo problemas con algún negocio? Maxwell me comentó que podía ayudar si ese era el caso ―añadió Richard sin darse cuenta que acababa de revelar que al menos algo le había comentado a su hermano sobre la llegada de Abby.
―No, ningún problema con ningún inversionista ―respondió ella negando con la cabeza, no pensaba mantener las medias verdades de Erik―. Es complicado y largo de explicar.
―Alexis y Zoe van a quedarse jugando hasta que les de hambre, tenemos tiempo ―aseguró Hannah con curiosidad, tomando su mano como señal de que estaba ahí para apoyarla.
Abby soltó un suspiro y comenzó a contarles cómo conoció a Erik. Tendría que revelar que era un mutante, pero no pensaba entrar en detalles sobre las peleas, mucho menos con el incidente de los misiles en Cuba o lo ocurrido cuando nació Darryl. Ya bastante angustia les había causado los últimos meses como para alterarlos con información que no iban a servirles para nada. Su familia eran humanos normales, buenas personas que no recurrían a la violencia para resolver sus problemas y quería que eso se mantuviera.
―¡No tuvo ni la decencia de traerte hasta aquí! ―Hannah no pudo contenerse cuando su hermana mayor terminó de contarles lo que a todas luces era una versión muy resumida de la verdad en donde estaba ocultando muchas cosas aún―. No puedo creer que me haya agradado.
―Lo importante es que estás aquí y a salvo con Darryl ―intervino Beth acercándose a su hija para darle un abrazo.
―No pensé que las cosas estuvieran mal por casa ―se animó a decir Abby bajando la mirada―. Si hubiera sabido…
―Todos tenemos nuestros problemas y debemos priorizarlos, es difícil ayudar a alguien cuando tú estás también necesitado ―interrumpió Beth―. Y es mejor tratar de ver las cosas en una luz positiva, incluso en los peores momentos. Yo por ejemplo estoy feliz de tener a todos mis nietos viviendo aquí.
Abby desvió la mirada hacia su padre que seguía en silencio. Sabía que estaba molesto, podía leer su rostro, pero le costaba comprender si era consigo mismo por no ser capaz de darse cuenta de quién era Erik realmente o si era rabia contra su hijo político directamente.
―¿Dónde estuvo cuando era niño? ―preguntó el hombre, sorprendiendo a Abby por el interés en la infancia―. Me dijo que era Alemán, asumí que…
―No fue hijo de Nazis ―aseguró de inmediato ella cuando comprendió la pregunta, aunque aún no entendía la razón por la que la formuló―. Sobrevivió en uno de los campos.
―¿Y aún así es capaz de volverse un…?
―¡Richard! ―Beth lo interrumpió. No importaba lo que opinaran o si comprendían o no las acciones de Erik. Durante todo lo que Abby les contó en ningún momento sintió que su hija estuviera rechazando a su esposo y no pensaba tensar la relación con ella cuando más los necesitaba―. Ha sido una mañana complicada, es mejor si nos damos un tiempo para pensar las cosas y para llamar a Chloe, siempre se queja que la dejamos fuera de las conversaciones familiares.
―No creo que esta vaya a ser una que hubiera querido participar ―comentó Hannah.
―¿Estamos hablando de la misma Chloe? ―replicó su padre negando con la cabeza y tratando de dibujar una expresión calmada en su rostro―. Voy a ver si las gemelas quieren que las lleve por un chocolate caliente.
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Vivir nuevamente en casa de sus padres, con su bebé y con su hermana sumada a sus tres hijos era una experiencia inusual para Abby, pero no desagradable en lo más mínimo. Se sentía a salvo, tenía más que el apoyo suficiente para cuidar a Darryl y poder cuidar de sí misma mientras trataba de decidir qué haría. Un mes en una casa llena no se volvió un infierno como muchos esperarían, lo más incómodo que le tocó fue tener que encarar a su abuelo y el obvio rechazo que expresó contra Erik, aunque eso ya lo había hecho público desde que lo conoció.
Pero esa mañana de finales de Febrero despertó sintiéndose sumamente mal y casi de inmediato entró en pánico cuando reconoció algunos de los síntomas que si bien eran más agudos se sentían horriblemente similares a cuando quedó embarazada con Darryl.
«No puedo tener tan mala suerte» pensó encerrada en el baño, recordando sus últimos días con Erik.
Notas de autora: ¡Feliz año nuevo! Logré sacar este capítulo antes del cambio de año :D
Erik y Abby están separados finalmente, era inevitable, pero me costó hacerlo. Es en este tipo de capítulos donde siento que le falta algo de emoción a mis personajes, pero no los veo llorando desconsolados a todo volumen por tres hojas o reventando objetos contra las paredes. Hay varios detalles en la conversación con la familia, Madeline Bass es la mamá de Bobby por ejemplo, el primo Steven es del que escribí en el oneshot "Monstruo". La vida en casa de los Stirling no es color de rosa, pero se las arreglan, aunque queda que se enteren que viene un nuevo integrante :P Lo triste de todo es que de ese bebé Erik no va a estar ni enterado, en su mente sólo tiene a Abby y Darryl.
X-Men Dark Phoenix saldrá para Junio y yo espero poder acabar al menos todo lo concerniente a Days of Future Past para ese momento. No son tantos capítulos, por como tengo pensado el fic la segunda película va a pasar rápido, sólo tengo que llegar ahí y no falta mucho, queda ver en qué anda Erik y acomodar a Abby en su nueva vida durante el espacio de 9 años hasta que Erik salga de prisión en el 73.
