Peace could be an option

Capítulo 46


―¡Tía Abby! ―llamó Zoe, dando saltos al entrar a la casa.

―¡Tienes correo! ―agregó Alexis, siguiendo a su hermana.

La llegada de sus sobrinas fue el aviso de que ya no tendría la casa sólo para ella por más tiempo. Las pequeñas habían ido a ver La espada en la piedra por tercera vez al cine, en esa ocasión acompañadas por su madre y abuelos. Abby podía haberlas llevado como las veces anteriores, pero no se sentía bien y prefirió quedarse cuidando a Darryl y Vincent.

El tiempo a solas le sirvió para relajarse y pensar, sólo habían pasado tres días desde que luego de una consulta con el médico de la familia recibió la confirmación de que estaba embarazada. No sabía qué hacer, incluso sólo con Darryl iba a ser difícil encontrar trabajo y necesitaba hacerlo, no podía permitirse ser una eterna carga económica para su papá. Pero debía aceptar la realidad, una mujer en espera tenía pocas oportunidades laborales, iba a tener que planear su independencia a mediano plazo, un par de meses no iban a ser suficientes para rearmar su vida.

―¿Qué me llegó? ―preguntó, cuando las niñas se sentaron junto a ella en el sillón de la sala.

―No sé, mamá lo tiene ―respondió una de ellas antes de distraerse con la televisión.

Abby negó con la cabeza, acababan de llegar del cine y ya tenían los ojos clavados en la pantalla. Aunque no las culpaba, justo habían regresado cuando estaba viendo Lassie y sabía que las gemelas habían estado rogando por un perro por meses.

―¿Te inscribiste a alguna revista? ―preguntó Hannah al entrar a la sala y extenderle la correspondencia a su hermana mayor.

―No ―respondió Abby extrañada, pensando que por el tamaño y peso más parecía un libro―. ¿Volviste sólo con las gemelas?

―No, papá está afuera hablando con el vecino y mamá se quedó con él para que no discutan ―explicó Hannah riendo un poco―. El hombre comenzó a hablarle sobre comunistas.

Abby no comprendió qué era lo gracioso, pero no le dio mayor importancia y abrió el pesado sobre con curiosidad. Frunció el ceño cuando vio que se trataba de dos revistas y que una de ellas era la asociada a los Scouts. ¿Quizás estaban reclutando niños desde antes que pudieran caminar? pensó extrañada, no había otra razón para que le mandaran el número de Febrero. Pero fue cuando tomó la segunda revista y vio un avión rojo que su cerebro le hizo sospechar quién envió el sobre pese a que al leer el remitente no lo reconoció.

―¿Estás bien? ―preguntó Hannah acercándose a Abby―. De la nada te has puesto blanca.

―Sí ―asintió ella―. Sólo necesito sentarme ―pidió, caminando hasta el comedor en lugar de aprovechar el sillón de la sala que estaba mucho más cerca.

―Abby ―insistió Hannah con preocupación.

―Estoy bien ―aseguró Abby, dejando las revistas sobre la mesa y tomando asiento.

Hannah no le creyó, pero no comprendía cómo un par de revistas podían haber transformado el ánimo de su hermana en un instante. Sin pedir permiso tomó el sobre, pensando que quizás si sabía quién lo había enviado entendería, pero no tenía idea de quién se trataba. Sin embargo su acción un tanto brusca provocó que una de las revistas cayera al suelo y dejara que algo de su contenido oculto viera la luz.

―¿Son billetes? ―preguntó Hannah sin saber qué pensar cuando se agachó para recoger lo que botó―. ¡Abby, está lleno de billetes de cien! ―exclamó desconcertada hasta que comprendió que debía de tratarse de Erik―. ¿Él lo mandó?

―Sí ―respondió, recordando que él quería enviarle dinero―. El avión rojo de la portada es como el juguete de Darryl, es de Erik.

Abby tomó las revistas y sacó todo el dinero que Erik mandó bajo la mirada sorprendida de Hannah que nunca había visto en su vida tanto dinero junto, aunque en la realidad ella tampoco. Contó en silencio y apretó los puños tratando de controlar el impulso de soltar un grito, ella le dijo que no quería su dinero, pero él no tuvo mejor idea que mandarle diez mil ocultos.

―Podrías comprar una casa ―susurró Hannah sin saber qué más decir.

―Voy a enterrarlo en el jardín ―replicó Abby molesta―. ¡Se lo advertí! ―exclamó cuando vio la expresión desconcertada de su hermana.

―No hagas tonterías, vas a necesitarlo ―pidió. Ya no veía a Erik con buenos ojos, pero sabía que ese dinero podía ayudar mucho a su hermana, a su sobrino y al bebé que nacería en unos meses.

―No lo puedo usar aunque quisiera ―soltó Abby apoyando la cabeza sobre sus manos en un intento por calmarse―. Es demasiado dinero, en cuanto haga mis impuestos voy a tener a la IRS sobre mí.

―No lo deposites, ni lo declares, pero no lo entierres en el jardín… El tío Maxwell podría ayudarte.

―¡Esto es el colmo! ―El grito exasperado de su padre hizo que ambas hermanas se distrajeran por unos instantes―. ¡Voy a necesitar poner una reja en la propiedad! ¡Va a salirme carísimo! ¡Cómo se le ocurre insinuar que soy un comunista por no tener mi bandera en el jardín! ¡Es pleno invierno!

―Sólo ignóralo ―pidió Beth, aunque su atención se volcó sobre sus hijas y el pequeño montículo de billetes que yacía sobre la mesa del comedor―. ¿Me quieren explicar de dónde sacaron eso?

. .

Abby levantó la mirada y la dirigió hacia sus dos hermanas, sabía lo que querían preguntar o al menos el tema de conversación en el que se enfocarían si las dejaba. Almorzar en un bonito restaurante con Hannah y Chloe no eran algo que le disgustara, al contrario, pero aún no se sentía lista para hablar a fondo sobre Erik y no sabía si en algún momento lo estaría.

Suspiró con cansancio, no debió de haber dejado que la convencieran de acompañarlas hasta Billings para que las gemelas y Vincent se despidieran de su papá, estaba atrapada a horas de casa a merced de dos mujeres muy curiosas y hambrientas por detalles. Pero le fue imposible negarse, sabía que Hannah necesitaba el apoyo moral a pesar de que por momentos deseaba decirle que estaba siendo ridícula y que no tenía nada de malo que Gale fuera a Alaska por un periodo.

―Yo no puedo esperar a ver cómo será la boda de Elizabeth Taylor, me imagino que como si fuera de la realeza ―comentó con entusiasmo Chloe, la famosa actriz estaba a días de casarse con Richard Burton.

―El matrimonio del siglo lo están llamando ―añadió Hannah.

―¿No sería su cuarto esposo? ―preguntó Abby, recordaba a Mike Todd debido a las noticias sobre su muerte en un accidente aéreo, pero sabía que habían habido más.

―El quinto ―acotó Chloe riendo un poco cuando un mesero bastante joven se acercó con la orden y se quedó quieto por unos momentos al ver que llevaba tres filetes a la parrilla, pero cada uno con un acompañamiento distinto―. La ensalada fresca en mía ―informó, viendo como casi perdió el balance de la bandeja, parecía que era su primer día en el trabajo.

―El mío el que lleva vegetales a la parilla ―habló Abby.

―El de puré y bien cocido es para Hannah ―se apresuró a intervenir Chloe con una gran sonrisa y haciendo énfasis en el nivel de cocción.

―Si te hubieran dado un pedazo de carne casi crudo de chica también lo pedirías así ―replicó la mujer con fastidio.

―No, en realidad optaría por pollo, comer carne bien cocida es un desperdicio ―aseguró la menor de las hermanas con buen humor, viendo como el joven mozo procedía a servirles el vino que habían ordenado.

―Luego de comer podríamos ir a un par de tiendas a ver cosas de bebés ―opinó Hannah―. Vincent destrozó la mitad de su ropa y eso que le heredé cosas de las gemelas, no hay mucho para volver a usar.

―Aún hay tiempo ―comentó Abby, no quería ir a comprar cosas para bebés, al menos no sin Erik. Era tonto porque sabía que eso no iba a ocurrir y que lo normal era que lo hiciera con sus hermanas o con su mamá, pero le costaba tratar de actuar como si todo estuviera bien.

―No sé tú, pero a mí ya se me empieza a notar y seguro que un día amanezco con una barriga enorme y ahí no voy a querer ir a comprar nada ―intervino Chloe, intercambiando miradas con Hannah.

―Si quieren preguntar algo háganlo ―soltó Abby al notarlas. No es que quisiera responder, pero sabía que era inevitable, ocurriría en algún momento antes de regresar a Great Falls.

―Yo sólo me preguntaba si vas a seguir usando los anillos ―dijo Chloe―. El de compromiso es bastante llamativo ―acotó.

―¿Por qué me los quitaría? ―cuestionó Abby extrañada.

―Bueno, sé que no estás divorciada pero… ―Hannah no supo cómo continuar sin sonar áspera.

―Si los guardas podrías abrir la puerta a alguna oportunidad ―comentó Chloe.

―Sigo casada con Erik, que me quite o no el anillo no cambia eso ―replicó Abby más confundida que ofendida.

―No sé si recuerdas a Christian Blake, pero su esposa falleció hace un año y lo dejó con una niña adorable ―intervino Hannah con cautela―. Siempre le gustaste a Christian y sé que cuando se enteró que volviste comenzó a preguntar sobre ti, supongo que sabe que te casaste y por eso no se ha aparecido por la casa.

―No me interesa ―respondió Abby frunciendo el ceño―. ¿Están sugiriendo que haga como que Erik no existe o que se murió y me busque otro marido?

―Sé que no suena muy bien, pero sería una ayuda muy grande y podrías criar a Darryl y al bebé sin muchas complicaciones ―explicó Chloe, tomando algo de su vino.

―Además es buen prospecto. No estudió en la universidad, pero tiene su propio taller de mecánica, logró independizarse y poner su propio negocio, no me vas a decir que eso no es atractivo ―completó Hannah, convencida que su hermana mayor debía de ver las ventajas.

―¿Cómo lo que está tratando de hacer Gale? ―cuestionó Abby afinando la mirada y dejando que el fastidio comenzara a notarse, una cosa era responder preguntas y otra era recibir consejos del tipo que le estaban tratando de dar.

Chloe casi se atragantó ante el comentario y vio como Hannah soltó el cubierto dejándolo caer sobre su plato con visible molestia.

―¡Abby! Eso no es muy amable ―opinó la menor de las tres, pero sabía que ya era tarde.

―¿Y sugerirme que le sea infiel a Erik lo es? ―cuestionó Abby incrédula.

―¿Vas a decirme que sigues enamorada de él? El tipo es una mentira andante, no te merece ―soltó Hannah casi escupiendo las palabras―. No va a volver, provocó que tuvieras problemas, por lo poco que has hablado hasta te puso en peligro junto con Darryl.

―Hannah, te voy a decir lo mismo que le dije a papá hace unas semanas ―habló Abby luego de tomar aire, recordando como una conversación casual con su padre tomó un rumbo muy similar a la que se encontraba en ese momento―. Erik no tiene justificación y puede ser muchas cosas, pero es mi esposo y el padre de mis hijos. Piensa lo que quieras de él, pero guárdate los comentarios, más si planeas soltarlo cerca de Darryl o este bebé ―continuó, colocando una mano sobre su vientre que aún se mantenía plano―. No sé qué voy a decirles sobre su padre, pero lo último que necesito es que la familia hable mal de él, ya bastante van a tener que soportar de terceros.

Hannah se mordió el labio superior conteniendo una réplica que sin dudas quería soltar.

―No quiero discutir ―pidió Abby suavizando la mirada―. Sé que te preocupas, pero no necesitas tratar de arreglarme la vida, sólo… Sólo sigue haciendo lo que has estado haciendo.

―¿Pero dejando de buscar marido de reemplazo? ―intervino Chloe con una medio sonrisa.

―¿Sabes que ser la menor sólo te da puntos de decir lo que quieras con papá y mamá, no? ―cuestionó Abby levantando una ceja.

―Sólo papá, dejó de ser la bebé de mamá cuando se casó, ya está en las mismas condiciones que nosotras ―explicó Hannah dejando que una sonrisa regresara a su rostro―. ¿Y ya tienen a su Beatle favorito? ―preguntó tras darle una mirada a Abby, cambiando el tema por completo.

Abby devolvió el gesto y trató de olvidar la discusión para concentrarse en temas más sencillos como el famoso grupo musical. El único problema era que ninguno de sus integrantes le parecía realmente atractivo, al menos no en comparación con Erik, pero no iba a decirlo.

―Paul ―opinó ella tras decidir, a lo que sus hermanas la miraron como si hubiera escogido mal, ambas preferían a John.

. .

Abby cerró el libro de ciencias de cuarto año de primaria y dejó que su cabeza golpeara la mesa en la que había estado leyendo. Era viernes por la noche y sólo unas horas antes Hannah había llegado a la casa con la esposa del director de la escuela en la que ambas estudiaron. Sin previo aviso la mujer le comentó que necesitaban un reemplazo de urgencia para un profesor que había tenido un accidente de tráfico y que estaría incapacitado de trabajar por dos meses. En un primer momento pensó que se trataba de una broma, sabía que Great Falls no era exactamente una ciudad donde sobraran los candidatos para llenar plazas, pero ser maestro debía requerir algún tipo de título especial. Sin embargo por cuestiones salariales no habían hecho esfuerzo por mantener en planilla posibles reemplazos y se encontraban en una situación desesperada.

Pensó en negarse, pero antes de que pudiera hacerlo la mujer le insistió, explicándole que su esposo iba a tener más problemas si dejaba a los alumnos sin ningún tipo de educador que permitiéndole a alguien con un título universitario enseñar por dos meses. Prosiguió asegurándole que los padres no se quejarían y que estaba más que segura que podría dictar las clases por ese corto periodo o al menos hasta que la escuela consiguiera un suplente de forma oficial.

Aceptó con ciertas dudas, pero el dinero no le vendría mal y la experiencia tampoco, más considerando que su familia la consideró loca cuando les comentó que pensaba buscar un trabajo de mesera a medio tiempo. Fue su mamá quien le sugirió que dictar clases de nivelación a niños con problemas en la escuela sería mucho más provechoso y menos estresante físicamente. Sin embargo tener que revisar un libro para niños con temas que llevaba tiempo sin estudiar y que iba a tener que simplificar mucho distaba de ser una labor sencilla, menos si debía estar lista en sólo un fin de semana. Había enseñado antes, pero a gente de su edad que tenían interés por aprender o al menos por no reprobar y siempre a grupos pequeños o individualmente.

―¡Abby!

El fuerte grito de su madre con un tono de desesperación la hizo ponerse de pie en un instante y correr a la primera planta sintiendo la adrenalina invadirla. Cuando llegó a la cocina se dio con los llantos aterrados de sus sobrinas, a su padre histérico llamando por teléfono al doctor de la familia y a Hannah desmayada sobre el suelo siendo sujetada por su madre.

―¿¡Qué pasó!? ―preguntó tomando a sus dos sobrinas para tratar de calmarlas y rogando que Darryl y Vincent siguieran durmiendo tranquilos en el segundo piso a pesar del ajetreo.

―Las noticias ―logró articular Beth en medio de su desesperación.

Abby cargó a las niñas y avanzó a la sala donde la televisión estaba encendida. En las noticias se hablaba de una situación de emergencia, un terremoto de 9.2 grados de intensidad había golpeado Anchorage, Alaska y los daños eran devastadores. Gale llevaba sólo dos semanas en el mencionado estado, había partido sin lograr arreglar las cosas con su esposa, pero convencido de que estaba haciendo lo correcto para sostener a su familia a largo plazo.

―Está viniendo ―anunció Richard, regresando al lado de su esposa para levantar a su hija y llevarla al sillón de la sala.

―¡No la muevas! No sabes qué pudo golpearse ―pidió Beth, pero el hombre ya estaba avanzando con Hannah en brazos―. Lleva a las niñas arriba ―pidió dirigiéndose a su hija mayor.

Abby dudó por unos instantes, preocupada, pero no había sangre en el suelo que delatara una herida mayor, aunque un golpe en la cabeza siempre podía ser serio. Fue el llanto de sus sobrinas incrementándose y un ligero jalón en su cabello lo que provocó que comenzara a moverse obedeciendo a su madre.

Optó por llevar a las niñas a la que había sido la habitación de Chloe y que las gemelas estaban utilizando temporalmente. Cuando trató de colocarlas sobre una de las camas no consiguió que la soltaran, se habían aferrado con toda la fuerza que tenían.

―No voy a irme ―les aseguró abrazándolas, tratando que su voz sonara lo más tranquila posible―. Sólo quiero sentarme con ustedes.

Necesitó de un par más de intentos para conseguir que Alexis cediera por unos instantes. No era ideal, pero le fue suficiente para cargar a Zoe y acomodarse en la cama, dejando suficiente espacio para que la otra niña retomara su agarre en una posición más cómoda.

No sabía qué decirles, no tenía idea si Hannah se había golpeado al caer y lo último que necesitaban era que les mintiera y perdiera la confianza que le tenían.

―Papi dijo que iba a volver ―sollozó una de las gemelas.

―Gale no estaba en Anchorage ―habló Abby, eso al menos podía decirlo con seguridad―. Su papá estaba más adentro, cerca al centro, Alaska es muy grande.

―¿No se va a ahogar? ―preguntó Zoe entre lágrimas.

―¿Ahogarse? ―repitió Abby confundida, comprendiendo momentos después que debían de haber escuchado sobre los tsunamis que vendrían luego del terremoto―. Su papá no está cerca al mar. ―En realidad estaba confiando que la mayor preocupación de Gale fuera el tener que sobrevivir aislado por un par de semanas con la compañía que lo contrató. El problema de eso recaía en que estaría aislado y por ende incomunicado, iban a ser días horrendos sin noticias de él.

―¿Pero y si es una ola muy grande? ―insistió la pequeña.

―¿Puedes pararla? ―intervino Alexis clavando sus brillantes ojos azules sobre su tía.

―No estoy ahí ―respondió sintiéndose mal ante el tipo de pedido, ya no era un inocente conejo de nieve lo que querían sino una muestra mayor de poder que en sus mentes podía salvar a su papá―. Pero el mar no va a llegar a la mitad de Alaska.

En ese momento la puerta de la habitación de abrió, Beth entró con una expresión más calmada para decirle a las gemelas que su mamá estaba bien y que quería verlas. Las niñas saltaron de los brazos de Abby cual pequeños resortes y salieron corriendo.

―No escuché el automóvil del doctor ―comentó Abby sintiendo una ola de alivio.

―Hannah despertó y se ve bien, no creo que se haya golpeado, pero una revisión no le vendría mal ―respondió, sentándose junto a su hija―. Es una cosa tras otra ―se lamentó, dejando que la frustración escapara de sus labios.

―Gale debe estar bien. Alaska es enorme, no estaba en la costa y seguro que está viviendo en alguna vivienda pre construida, tendría que tener muy mala suerte para salir con algo más que unos golpes ―intervino Abby, aunque sabía que su madre no estaba refiriéndose sólo al destino de su hijo político.

―Cuando recién dejaste de comunicarte con frecuencia estaba tan molesta por las llamadas esporádicas o las evasivas, por la falta de atención en las fechas importantes, por tener que poner alguna excusa cuando Maxwell no recibió su tarjeta de cumpleaños ―habló Beth dirigiendo su atención a su hija―. Se siente tan tonto ahora.

―No es tonto, debí haber hecho muchas cosas de forma distinta, sabía que estaba preocupándolos, pero no encontraba forma de solucionarlo ―replicó Abby bajando la mirada―. Dejé que Erik me arrastrara cuando debí de haber presionado para sacarlo a él del caos en el que estaba.

―¿Sabes algo de él?

―No y dudo que me entere de nada, pronto voy a tener que comenzar a pensar qué excusa voy a poner para su ausencia ―respondió, dejando ver la angustia que eso le traía.

―Lo que sea que decidas decir vamos a apoyarte.

―No creo que papá y Hannah quieran subirse a un bote que no despotrique contra Erik ―comentó Abby con amargura.

―Van a hacerlo ―aseguró su madre―. Ambos están así porque estaban fascinados con Erik y la caída les ha dolido.

―¿No te agradaba? ―preguntó Abby confundida, Erik siempre mostró una faceta muy positiva con su familia.

―Claro que sí, pero tu hermana estaba deslumbrada y tu padre pensó que habías encontrado la aguja en el pajar con alguien como él ―explicó Beth sonriendo―. Yo sólo estaba feliz de verte feliz.

―Era feliz incluso con todo lo que ocurrió.

―Hasta ahora no me has contado qué pasó cuando Darryl nació y no he querido indagar con tu padre cerca, pero viendo que estás embarazada sería bueno saber qué podríamos esperar con este bebé.

―Quisiera decir que fue fácil y supongo que si quitas los factores externos lo fue ―respondió tratando de no recordar mucho el momento.

―Ojalá hubieras regresado antes.

―¿Arrastrando a Erik? ―preguntó soltando una sonrisa triste, debió de haber hecho exactamente eso―. Papá lo hubiera pateado al enterarse de todo.

―Quizás, aunque creo que buena parte del resentimiento que le tiene es el que no esté contigo cuando dices que no podía quitarse de la cabeza la idea de que en algún momento la gente como ustedes va a ser perseguida ―explicó con tristeza y preocupación―. Nosotros no podríamos hacer nada si una locura como esa llega a darse.

―Puedo cuidarme bastante bien ―aseguró Abby, pero comprendía el punto.

―Darryl seguramente tendrá poderes ―prosiguió Beth, su esposo había estado hablando con ella muchas noches y estaba aterrorizado de que alguien dañara a su familia y él se encontrara sin capacidad de protegerla.

―Aquí es donde me dices que papá se sentiría mejor si Erik se escapa y vive oculto en el bosque vigilando en caso algo vaya a ocurrir ―soltó Abby resoplando desconcertada cuando su madre sólo le respondió con una sonrisa que afirmaba que su padre estaría perfectamente de acuerdo con tener a Erik cual perro guardián en las cercanías.


Notas de autora: No he saltado mucho en el tiempo aquí, espero poder hacerlo en los que vienen sino esto va para largo xD

Drama en la familia, cuando algo malo viene suele venir en masa y los Stirling lo están viviendo en estos momentos, suerte que en medio de todo son una familia unida y aguantan golpe. Abby tiene dinero, aunque no es fácil que lo use, consiguió un trabajo temporal que le servirá de plataforma a futuro y tuvo un par de momentos familiares para que se vea un poco más la opinión que tienen sobre Erik. Y sí tanto Abby como Chloe están tomando pese a estar embarazadas, en la época incluso lo recetaban (cabe decir que tampoco es que dijeran que era bueno llegar a nivel de alcohólico)