Peace could be an option
Capítulo 48
―Ya deberías de darte por vencido ―comentó Abby con una ligera sonrisa cuando Gale se sentó al lado de ella buscando cobijo del calor de medio día debajo de la única mesa con sombrilla fuera de la gasolinera.
―Darryl puede asaltar la tienda si quiere ―replicó su cuñado con voz cansada―, pero Clint no es un niño. ¡No puede ponerse a pelear por tonterías! ―se quejó, mirando de forma severa a su joven asistente que se encontraba a sólo unos pasos en medio de una extraña y acalorada discusión con Darryl sobre quién tenía prioridad al momento de elegir postales y estampillas para enviar a casa.
―Acaba de cumplir dieciocho, quizás esperas mucho si crees que va a venir a sentarse con nosotros todo el tiempo ―opinó Abby acomodando su cabello en un moño alto que permitiera que su cuello recibiera algo de aire fresco.
―Lleva menos de un mes con su novia ―explicó negando con la cabeza―, no necesita mandarle una postal de cada lugar en que hacemos una parada, al menos Darryl se las manda a sus abuelos.
Abby rió un poco como respuesta, era extraño ver a Gale fastidiado por algo que hasta podía ser visto como gracioso, aunque con el intenso calor de esos días no podía culparlo por su falta de paciencia.
―Entonces es tu culpa por separarlo de su chica tan pronto ―comentó con una media sonrisa.
―Es el único sin niños, mis otros trabajadores iban a ponerme mil excusas para evitar estar una semana lejos de casa.
Abby dirigió la mirada hacía su hijo cuando sintió cómo el dependiente de la tienda anexada a la gasolinera comenzó a reprender a Clint por molestar al niño que sólo quería escribirle a sus abuelos. Darryl era travieso, pero sabía también en qué momento era buena idea aprovecharse de su corta edad y sus grandes ojos azules para poner a algún adulto de su lado. No quería reprenderlo, sabía que era la forma en que estaba exteriorizando los sentimientos confusos al tener que abandonar a sus abuelos e irse a vivir al otro lado del país. Ella misma seguía con dudas sobre si estaba haciendo lo correcto, sabía que podía cuidar de sus hijos y no estaría totalmente sola, pero abandonar el techo de sus padres la hacía sentirse expuesta.
«Como si ellos pudieran hacer mucho si un tanque se estacionara en el jardín» pensó con cierto pesar ante lo ilógico de sus sentimientos. Ella era la de los poderes y estaba a muy pocos pasos de subirse a su auto y dar media vuelta para esconderse detrás de sus progenitores.
―Tu letra es más bonita ―habló Darryl, dirigiéndose a su hermana menor que se había mantenido cerca de él todo el tiempo.
Edie no peleaba con Clint por conseguir la mejor postal, pero igual que su hermano estaba extrañando a sus abuelos y también quería que les llegara el pequeño ejército de postales mostrándoles la ruta que tomaron para poder llegar a su nueva casa en Old Town, Maine.
―Pongan lo que quieran, pero yo voy a llenar la dirección ―indicó Abby, pese a que no calculó entre sus gastos el uso constante del correo, quería que los mensajes llegaran, sus papás iban a apreciarlo bastante.
―Hay que partir pronto para poder alcanzar temprano el próximo hotel de camino y descansar bien ―comentó Gale desviando la mirada hacía Abby―. A menos que desistas y nos dejes parar en Chicago.
―No pienso pisar Chicago ―replicó en un tono que dejaba claro que no cedería. Abby no quería regresar a esa ciudad, demasiados recuerdos y a la vez un temor tonto que alguien podría reconocerla y asociarla de alguna manera con todo lo ocurrido con Kennedy.
Debido a la negativa para pasar por Chicago, la ruta que tomaron los obligó a iniciar el recorrido manejando hacia el sur, entrando a Wyoming para recién ahí poder comenzar la travesía en dirección al estado más al norte de la costa atlántica americana.
―Entonces hay que movernos ―aceptó él poniéndose de pie y comenzando a caminar hacia el pequeño camión que estaban usando para su mudanza a través de medio país y que manejaba en compañía de Clint.
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Abby no tuvo la energía o ánimos para detener a Darryl cuando lo vio rodar sobre el largo asiento delantero de su Chevrolet Impala azul para luego abrir la puerta y salir corriendo sin rumbo aparente. Observó a su hijo desaparecer entre los arbustos de la casa de su hermana y sólo rogó que no se metiera en problemas, esperaba que al menos pasaran unas semanas antes de tener que atender reclamos sobre su pequeño hiperactivo.
El claxon del camión de la mudanza sonó con fuerza a unos metros de distancia, provocando que Hannah saliera apresurada a su encuentro. Su expresión de júbilo desbordante reflejaba que llevaba un buen par de horas esperando por la inminente llegada de su hermana y sobrinos.
―¡Gale! ―gritó Hannah mirando por unos instantes el camión cuando su esposo, sentado en el asiento del conductor, volvió a tocar el claxon―. ¡No es un juguete! Llévalo a la casa para estacionarlo, mañana lo descargamos ―agregó moviendo una mano con fuerza en dirección al final de la calle.
―¿Vas a ayudarnos? ―preguntó Abby sonriendo al bajar de su auto y darle un fuerte abrazo a su hermana.
―No realmente ―respondió Hannah encogiéndose de hombros cuando se separaron―. Y tú tampoco deberías, debes estar agotada, deja que Gale y sus muchachos se encarguen.
―Podría estar peor ―opinó Abby. Fueron tres largos días manejando por las carreteras con la presión constante de no separarse de Gale, su asistente y el camión, pese a que cada día tenían paradas predispuestas que habían planificado y marcado en los mapas.
―Voy a asumir que no dejaste a Darryl en el camino ―comentó Hannah al dar un vistazo al interior del impala en donde sólo estaba su sobrina mirándola con algo de impaciencia―. Tus primas están terminando de arreglar el cuarto para que te quedes con ellas ―explicó, abriendo la puerta para que Edie bajara.
La niña le sonrió y la abrazó, pero no corrió a la casa sino se quedó al lado de su mamá.
―No voy a esperar a tu esposo o a Clint para que me ayuden con las cosas de aquí ―soltó Abby sonriendo―. Alégrate que sólo separé ropa para cuatro días de viaje.
―Que conste que esto cuenta como ayuda para la mudanza ―replicó Hannah dirigiéndose a la maletera―. Gale va a llevar a Clint a su casa luego que aseguren el camión, le voy a decir que vaya por unas pizzas también, Princess logró robarse la carne del asado que pensaba preparar.
―¿Completa? ―preguntó Abby riendo un poco, había escuchado que la pastor alemán de su hermana estaba bastante educada en el día a día, pero ignoraba cualquier comando cuando olfateaba carne.
―Logré quitársela, pero ahora es de ella, está toda babeada.
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Tras asegurarse que Edie estuviera bien instalada en el cuarto de las gemelas y que Darryl no hubiera convencido a Vincent para huir por la ventana de la habitación que compartirían por unas noches, Abby cerró la puerta del cuarto de invitados de la casa de su hermana y se dejó caer sobre la cama. La cena con su familia fue agradable, incluso con la discusión sobre cómo debían repartirse la pizza ya que de alguna manera una vegetariana se coló en el pedido y nadie estaba dispuesto a comérsela voluntariamente. Hannah mandó a todos a descansar temprano, incluidos los adultos ya que tenía la esperanza que con un par de horas de sueño su esposo o hermana decidieran acompañarla para ver la llegada del primer hombre a la luna. Abby estaba interesada, pero no sabía si despertarse cerca de las tres de la mañana le sería posible luego de su agotadora mudanza y realmente quería descansar.
No tendría mucho tiempo libre para instalarse con calma. Las reparaciones en la casa que compró ya habían comenzado y podría mudarse en pocos días, aunque eso no significaba que Gale y sus trabajadores no estarían rondando la vivienda por varias semanas más para terminar los últimos detalles. Debía matricular a sus hijos en el colegio y el preescolar, además de no olvidar que ella tendría que hacer lo mismo en la universidad, sumado a preparar las lecciones para la materia que debía impartir como parte de su programa doctoral. También debía recordar que el cumpleaños de Darryl sería en unos días e iba a tener que esforzarse en hacerle algo bonito para que no sintiera con tanta fuerza la ausencia de sus amigos de Montana y sobretodo de sus abuelos.
Abby tomó aire tratando de relajarse mientras su mano apretó con fuerza el anillo que llevaba colgando del cuello. Desvió la mirada hacia una de las maletas que no acabaron en el camión de mudanza y se obligó a ponerse de pie para hurgar en el fondo hasta encontrar la casaca de cuero marrón que Erik le dejó. Se recostó nuevamente y se aferró con fuerza a la prenda, cerrando los ojos, tratando de sentir el aroma de su viejo dueño. No sabía por qué lo hacía, pero cada vez que sentía el estrés de las responsabilidades presionarla termina actuando como un infante buscando refugio en su cobija de bebé o algún juguete. Todo sería más sencillo si él se hubiera quedado, o al menos le gustaba imaginarlo, cada día que pasaba sus hijos crecían y ya no le era sencillo distraerlos para no tener que dar explicaciones claras sobre el paradero de su padre.
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Hannah le extendió a Abby una taza de té cuando se sentó a su costado frente al televisor. Gale se encontraba en un estado muy similar a un coma en el dormitorio, así que tratar de arrastrarlo para ver la llegada del hombre a la luna iba a ser imposible.
―Si la transmisión se corta me voy a dormir ―amenazó Abby bostezando, escuchando las voces provenientes del televisor y la animación del módulo espacial junto con el contador de tiempo.
―Es un momento histórico, no puedes estar dormida mientras ocurre.
―¿Es histórico porque vamos a la luna o porque llegamos antes que los rusos? ―preguntó Abby, molestando a su hermana que prefirió ignorarla.
―Vas a tener que mejorar tu actitud cuando conozcas a tu nueva vecina ―comentó Hannah tras meditarlo unos momentos―. La señora Kravitz es una de esas mujeres sin nada mejor que hacer que pegar la nariz en la ventana, se alimenta de los chismes.
―¿Y no pensaste en advertirme de ella antes que comprara la casa? ―cuestionó levantando una ceja.
―Recién me di cuenta cómo era cuando Gale comenzó las reparaciones ―respondió entrecerrando los ojos―. No se me pasó por la cabeza que los vecinos pudieran ser problema.
―No necesariamente lo va a ser, aunque voy a tener que estar atenta. ―Ella controlaba sus poderes y no los usaba en público, pero en unos años alguno de sus hijos podría desarrollar un don y eso sin dudas complicaría las cosas.
―¿Has pensado cómo vas a manejar la ausencia de Erik? ―se atrevió a preguntar Hannah.
―Como siempre ―respondió. Su historia era sencilla, con Erik en Europa para arreglar asuntos pendientes luego de haberse ido del continente muy joven por la guerra―. Sólo me preocupa qué voy a decirle a los niños cuando crezcan más y comiencen a insistir por más información y detalles.
―Edie no va a insistir aunque tenga curiosidad y dudas ―opinó Hannah, su sobrina era tímida y trataba de evitar las confrontaciones―. Darryl por otro lado creo que te va a dar un par de años extras, es un pequeño disperso.
―Eso espero ―susurró, no quería mentirles más, pero no podía contarles la verdad mientras fueran tan pequeños―. ¿Y has hablado sobre Erik con tus vecinos?
―No realmente. En Great Falls no me podía contener el sacarle en cara a algunas personas que estabas casada, pero luego de todo… ―contestó bajando la mirada, Erik había caído de gracia para ella.
Quedaron en silencio incómodo y sólo se dedicaron a ver la pantalla transmitiendo borrosas imágenes de la superficie lunar, el Apollo 11 y su tripulación descendiendo.
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Llevaban una semana en Old Town, pero el jardín de la nueva casa estaba inundado de niños corriendo de un lado a otro como hubiera ocurrido en Great Falls. Abby no comprendía de dónde habían salido ya que Hannah le aseguró que aunque eran niños de la comunidad que alguna vez había visto en el colegio de su hijo, no eran exactamente cercanos a él. Sin embargo no hubo mucho tiempo para tratar de investigar cómo llegaron a la fiesta de cumpleaños de Darryl.
Abby había puesto una mesa de bocaditos en el jardín de su nueva casa junto con algunas sillas, pero se vio obligada a pedirle a su hermana otra mesa más y todas las sillas que fuera capaz de prestarle. También tuvo que mandar a su cuñado a la tienda por más bocaditos, refrescos y una torta de cumpleaños extra. Le alegraba ver que su hijo consiguiera entablar amistad rápido con los niños locales, pero le incomodaba las miradas inquisitivas de las madres de algunos; sabía que la estaban juzgando por la mezcla de dulces caseros y de tienda que demostraba que no había calculado bien el número de asistentes.
―La decoración es adorable, es una pena que recién se mudaran y sólo tuvieras tiempo para arreglar un pedazo ―comentó una mujer alta y con porte de estrella de Hollywood―. Lindsay Harrison, vivo al final de la otra cuadra, más cerca al río ―se presentó, esgrimiendo una suave sonrisa que parecía cincelada de forma permanente en su rostro.
―Abby Eisenhardt ―respondió, extendiendo la mano derecha, la cual fue tomada con fuerza al instante.
―Mucho gusto, mi esposo debe llegar pronto para poder presentarse también. Va a estar encantado de tener una familia nueva en la comunidad y un amigo más para poder ver los partidos de los niños.
―Mi esposo no está en el país ahora lamentablemente ―explicó Abby, tratando que no se notara el fastidio que le daba tener que comenzar a mentir tan pronto.
―Oh, qué pena ―exclamó la mujer llevándose una mano al pecho, luego de posar los ojos sobre el anillo de matrimonio de Abby, como si quisiera confirmar que tuviera uno―. Pobre Darryl, aunque seguro le traerá un regalo que compense su ausencia ―agregó, sonriendo ante el anillo de compromiso que Abby aún llevaba pese a las quejas de los hombres de su familia.
―¡Lindsay! ―llamó otra mujer acercándose con entusiasmo―. Te guardé un muffin de chocolate, creo que podríamos usarlos para la venta de caridad de este año ―habló, sonriéndole a Abby―. Tienes que participar, son deliciosos.
―Quizás por eso es que ya no hay, tonta de mí, pensé que no tuviste tiempo para hornear suficientes ―intervino Lindsay con una ligera risa.
Abby sólo levantó una ceja, logrando contener cualquier réplica que pudiera ser tomada de mala manera. En otras circunstancias trataría de convencerse que estaba juzgando muy rápido a Lindsay, pero no le cabían dudas de que estaba frente a la abeja reina local y por algún motivo la mujer estaba tratando de dejar claro su posición en la cima.
―Dirijo varios comités ―explicó Lindsay con mucho orgullo―. Estoy segura que podrás unirte a alguno, somos una comunidad muy activa, tu hermana debe haberte comentado.
―De forma muy ligera ―mintió. No, Hannah no le había advertido sobre la hermana perdida de Marilyn Monroe, porque pese a que Lindsay tenía el cabello negro, el estilo de peinado e incluso la ropa que llevaba estaban muy influenciados por la difunta actriz.
―Te perdiste el evento del mejor jardín, Lindsay lo ganó de nuevo ―intervino la mujer que trajo el muffin―. Aunque aún sigue viéndose hermoso pese al calor del verano.
―Podría darte algunos consejos de decorado para la próxima fiesta que hagas ―ofreció Lindsay, provocando que Abby juntara los labios muy fuerte ante las palabras.
La sirena de una patrulla de policía estacionándose redirigió la atención de las mujeres lo suficiente como para que Abby pudiera disculparse para averiguar qué estaba ocurriendo. Una parte de ella agradecía la ayuda para escapar de una conversación que no quería, pero imaginaba que de alguna manera su hijo se las había arreglado para ser traído por la justicia aunque no llevaba más de veinte minutos desde la última vez que lo vio.
Un policía descendió del vehículo, dejando que un niño algo subido de peso bajara de la parte posterior.
―Anda, ve a buscar a tu amigo ―habló el hombre, mirando como el pequeño se alejaba en dirección a donde un grupo de niños estaban reunidos―. ¡Ralph! ¡El regalo! ―gritó en vano segundos después, tomando el obsequio en mano y luego mirando los alrededores hasta cruzar miradas con Abby―. Usted debe ser la mamá de Darryl, ¿Abigail?
―Abby es suficiente ―asintió ella.
―Oficial Clancy, Hayden ―se presentó y extendió el paquete―. Mi hijo salió corriendo y se olvidó.
―Gracias, aún no abre sus regalos así que lo pondré con los otros.
―Hay bastantes niños ―comentó el oficial con una sonrisa.
―No tengo idea de dónde salieron ―admitió Abby―. Yo sólo esperaba a los amigos de su primo si soy honesta.
―Su hijo hace amigos con facilidad ―declaró el hombre con cierto entusiasmo―. ¿Este año entró a primer grado?
―Sí, justo ayer lo terminé de matricular.
―Espero que le toquen varias clases con Ralph ―comentó el oficial―. Mi hijo es un poco callado y tranquilo, creo que Darryl puede ser una buena influencia.
―No me quejaría si la influencia es a la contra ―rió ella.
―Los niños son traviesos por naturaleza y es mejor que lo sean. Tener amigos y ser activo abre muchas puertas a largo plazo ―explicó él con una sonrisa―. Yo debo regresar al trabajo ―agregó, antes de dar un último vistazo en dirección a su hijo―. Bienvenida a Old Town ―dijo como despedida.
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Edie tomó con fuerza la mano de su mamá cuando la profesora la invitó a pasar al aula. Era su primer día en el preescolar y no estaba para nada entusiasmada con la idea de quedarse en un lugar lleno de niños que no conocía por medio día, a diferencia de su hermano ella no había logrado hacer amigos durante el mes y medio que llevaban viviendo en Old Town.
Abby sonrió con suavidad, tratando que su hija no sintiera que la estaba apresurando a dar el paso aunque tenía los minutos contados si quería llegar a tiempo a la universidad. A veces le costaba comprender cómo sus hijos eran tan diferentes, Darryl saltó del automóvil cuando lo dejó en su colegio y de inmediato se acopló a un grupo de niños con los que había entablado amistad en el verano.
―Voy a estar aquí para recogerte en unas horas ―dijo, sabía que eso no era lo que Edie quería, pero la pequeña tendría que armarse de valor.
―¿Tú también vas a ir a clases? ―preguntó elevando la mirada.
―Sí, aunque no sólo voy a ser alumna, también voy a enseñar ―respondió, notando algo de confusión en el rostro de su hija.
Edie asintió y soltó a su madre, pero no tomó la mano de la profesora cuando esta se la extendió. La joven mujer sólo sonrió pese al rechazo y casi en un susurro le aseguró a Abby que iba a estar bien y que no se preocupara.
Abby suspiró y trató de sacudir la sensación de nerviosismo que la invadía. Sus hijos estaban bien, le tocaba preocuparse por ella. La universidad de Maine estaba a tan sólo unos diez minutos manejando y no tendría mucho tiempo para pensar si se le estaba olvidando algo.
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Sus nuevos colegas y compañeros de estudio se mostraron mucho más abiertos a su presencia que durante su experiencia de pregrado años atrás. Seguía siendo la única mujer dentro de su especialidad, pero el ambiente universitario en general se encontraba mucho más balanceado entre ambos sexos. Podía notar la curiosidad que sentían por ella, pero eso no tenía nada de malo, lo comprendía.
Ser alumna era algo sencillo, incluso tratándose de un doctorado. Sabía lo que debía hacer, lo que se esperaba de ella y lo que debía esperar de la universidad y profesores. Pero el dictar una clase en frente de un aula llena de estudiantes de primer año era algo distinto. Tenía experiencia previa, sin embargo aún no era capaz de sacudir la ansiedad que le provocaba el tener que estar preparada para responder las posibles dudas de cerca de cuarenta estudiantes.
Cuando entró al aula el barullo cesó y sintió cómo las miradas intensas de algunos de los alumnos se posaron sobre ella. Para su sorpresa pudo notar la presencia de varias muchachas. No significaba que fueran a ser geólogas, sabía que pocos de los presentes estaban realmente interesados en la profesión, y era tan sólo una materia general para varios programas, pero aún así la hizo sentirse un poco más cómoda.
Se presentó usando su apellido de soltera, había decidido que al menos en el ámbito laboral seguiría siendo Stirling. No había publicado mucho aún, pero con el doctorado esperaba hacerlo y aunque el apellido falso de Erik, Eisenhardt, no debía de estar en una lista policial, la hacía sentirse más segura.
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Abby sobrevivió a su primer día de clases y manejó de regreso a Old Town para esperar a Edie a la salida. La niña se veía tranquila y según su profesora le fue bastante bien. Pese a que no le gustaba participar respondía correctamente cuando le hacían preguntas directamente y parecía absorber conceptos mucho más rápido que sus compañeros.
Con Darryl tendría que esperar a una reunión de padres a menos que lograra dar con quien fuera el tutor o tutora de su hijo, el colegio era mucho más formal y organizado que el preescolar y simplemente se quedó esperando afuera hasta que él saliera.
―¿Podemos llevar a Phil a su casa? ―preguntó Darryl acercándose con un niño de expresión relajada que Abby no recordaba haber visto merodeando por el jardín de la casa.
―Claro… ―aceptó Abby sonriendo.
―Soy Phil Coulson ―se presentó, antes de darle su dirección y saltar con Darryl a la parte posterior del automóvil, provocando que Edie trepara hacia el asiento delantero.
―Tenemos que hacer un proyecto ―comentó Darryl asomando la cabeza al lado de la de su madre cuando ella se sentó en el asiento del piloto.
―¿Proyecto sobre qué?
―Lo que queramos ―respondió Phil―. Mi papá enseña historia en la universidad, pero está un poco ocupado.
―Tú también enseñas, nos puedes ayudar ―agregó Darryl con una gran sonrisa.
―¿Y no has pensado que yo también estoy ocupada? ―replicó Abby arqueando una ceja.
―Te dije ―intervino Phil cuando Darryl soltó un quejido―. Hay que hacer sobre el águila calva.
―Pero no tenemos ningún águila para mostrar ―se quejó el pequeño.
―Yo he visto un nido cerca al río ―comentó Phil, logrando que la sonrisa regresara al rostro de Darryl.
―¡No van a ir al río por un águila! ―exclamó Abby alarmada, podía imaginarlo perfectamente y no le gustaba para nada―. Van a hablar de cómo están en peligro de extinción y lo importante que son para nuestra historia.
Notas de autora: Esta ha sido una larga espera y no puse todo lo que prometí. El personaje de Marvel es obviamente Phil, pero voy a patear para más adelante al personaje que no toco desde el comienzo del fic que dije que pondría, este tiempo pensando detalles me hizo darme cuenta que iba a haber un pequeño problema si lo mostraba ahora. También voy a agregar un cap extra antes de empezar Days of Future Past, no quería saturar este o volverlo un capítulo inmenso.
Abby está en un programa doctoral. No, no se necesita tener una maestría para hacer un doctorado, al menos no en la mayoría de los casos, aunque es cierto que puede ser de utilidad. Abby enseña una materia mientras le toca estudiar y tiene el apoyo de su hermana para que le vea a los niños cuando no estén en clases (Que es la otra cosa por la que ya tiene más capacidad de trabajar con libertad, los niños en el colegio y actividades extra curriculares le dan tiempo a los padres) Por aquí Darryl cumplió los 6 y Edie tiene 4 a punto de los 5 (es de finales de Septiembre).
