Peace could be an option
Capítulo 50
«Nada»
Mystique cerró con fuerza el último cajón del escritorio de Bolivar Trask. Se sentía frustrada, estaba convencida que Industrias Trask tenía una estrecha relación con grupos anti-mutantes y que incluso eran quienes se dedicaban a estudiarlos. Sin embargo ningún documento dentro de la oficina del CEO parecía incriminarlos.
Un cuadro de Trask entregando una pierna prostética a una niña en silla de ruedas llamó su atención. Era algo tan cliché que no quiso guardar muchas esperanzas, pero el tamaño de la fotografía era excesivo para la pared en la que había sido colocada. Y como si se tratara de una puerta movió el retrato para encontrar detrás una lectora de huellas digitales. Transformó sólo uno de sus dedos, ganando el acceso a lo que a todas luces eran los archivos más confidenciales y resguardados de la compañía.
Los documentos no se encontraban dispuestos en cajones tradicionales, sino más bien en una serie de vitrinas retráctiles iluminadas. Comenzó su búsqueda una vez más, deteniéndose unos instantes ante lo que parecía ser el diseño de una gran cabeza robótica que parecía más una idea salida de una historia de ciencia ficción futurista que un proyecto real.
«Pruebas de armas, autopsias…» Se detuvo ante el encabezado del documento y tomó el grueso archivo.
Recorrió las hojas con sus ojos ámbar clavados en las fotografías, sintiendo como su corazón comenzaba a acelerarse, había buscado respuestas por años y al fin las encontraba. Una gruesa lágrima recorrió su mejilla cuando vio el rostro sin vida de Azazel, por un momento su mente la llevó a esa fatídica noche de verano en 1963. Sin control real sobre su mano continuó pasando las hojas, encontrándose con el resto de los mutantes con los que convivió por varios meses a las orillas del lago Leech.
Al fin luego de tanto pudo al menos encontrar cual fue su destino.
―Doctor Trask.
―Un segundo ―respondió con la voz del mencionado ante el llamado inesperado de la asistente.
Tomó la forma del pequeño hombre y salió a darle el encuentro.
―Agregamos unos nombres a la reunión en París ―explicó, extendiéndole un papel mecanografiado.
―Gracias. ―Elevó la mirada al momento de hablar luego de tomar el documento y aunque estaba actuando las palabras eran sinceras, le acababa de entregar lo que necesitaba para dar su siguiente paso.
―¿Le pasa algo, señor? ―preguntó la mujer con preocupación, deteniéndose antes de retirarse cuando notó el rastro de una lágrima sobre la mejilla de su jefe.
―No, no es nada ―se apresuró a responder, limpiándose con la mano derecha―. ¿Te importaría tipear mi itinerario? No quiero perderme nada ―pidió.
Pronto Mystique tendría la venganza por la que tanto había estado esperando. Por años se dedicó a seguir pistas, a no llamar la atención más de lo debido, a no dejar que la rabia del momento la cegara y no le permitiera ver la figura mayor. Pocos de los que atacaron el hotel sobrevivieron, pero quienes planificaron la ofensiva aún se encontraban con vida. Trask sería el primero, él no sólo participó con Wide Awake, sino que fue quien le arrebató la posibilidad de despedirse de Azazel al querer estudiar los cuerpos de los mutantes que cayeron.
. .
El encierro no era algo que atormentara a Erik, menos en las condiciones casi glamorosas en que lo mantenían si hacía la comparación con su infancia. Pero siempre que se acercaba la fecha de aniversario de su "captura" le costaba mantenerse sereno, pronto serían nueve años desde que se entregó para que la atención se alejara por completo de Abby y su hijo. No se arrepentía, aunque la duda y el temor siempre rondaban en lo más profundo de su ser, no tenía manera de confirmar que su sacrificio no fue en vano.
Sintió los pasos de un guardia, pero no abrió los ojos, debía tratarse del hombre que le traía el almuerzo. Desde que lo transfirieron a la celda debajo del Pentágono interactuaban muy poco con él, llevaban una rutina estricta por temor a que pudiera hacer algo a pesar que no había metal alguno a una distancia que pudiera controlar.
Extrañaba la sensación que le transmitía usar su don. Llevaba dos años distanciado de cualquier material que pudiera controlar y no tenía a otra persona que culpar más que a él mismo. Destruyó tres celdas a modo de declaración de que en realidad no estaba siendo contenido y que más bien él les estaba permitiendo que restringieran su libertad. Pese a que no trató de escapar era de esperar que trataran de resolver el inconveniente, aunque le sorprendió que llegaran a utilizar plástico, vidrio y cemento al grado de no necesitar metal alguno para crear la instalación en la que estaba siendo confinado.
Giró el rostro al sentir la bandeja de plástico deslizarse hasta el costado de su colchón. Entrecerró los ojos con curiosidad al notar un papel acomodado sobre su comida advirtiéndole que tuviera cuidado con el vidrio. Al elevar la mirada notó a un joven vistiendo el uniforme de los guardias, pero la sonrisa traviesa que se expandió sobre su rostro dejó más que claro que no se trataba de uno de los trabajadores del Pentágono.
Erik se puso de pie y observó al joven colocar las manos sobre el vidrio que funcionaba como techo de su celda y desde dónde en raras ocasiones era observado como si se tratara de un animal encerrado. El vidrio comenzó a vibrar con fuerza hasta que en un momento cedió, obligándole a cubrir su cabeza mientras los pedazos de cristal caían alrededor.
La alarma se activó de inmediato, pero Erik la ignoró, impulsándose para sujetarse de uno de los bordes del techo y lograr salir. Su vista estaba clavada sobre la puerta que sabía se abriría con un contingente de guardias listos para tratar de retenerlo. Cuando lo transfirieron tuvieron la extraña cortesía de explicarle lo que ocurriría si trataba de escapar nuevamente.
―En tres segundos esas puertas se van a abrir y veinte guardias dispararán contra nosotros ―explicó, dando un vistazo hacía atrás, donde el joven que sin dudas era mutante se encontraba.
Era obvio que estaba ahí para liberarlo, pero él no estaba seguro de querer eso. Sin embargo luego de nueve años quizás podía hacerlo sin poner en peligro a su familia, cualquier relación con él debía haberse enfriado tanto que no podrían asociarlos y necesitaba saber si estaban a salvo.
―Lo sé ―replicó el muchacho, apareciendo en un instante junto a él―. Es lo que estoy esperando ―declaró confiado.
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó Erik al sentir una mano sobre su cabeza.
―Sosteniéndote para evitar el latigazo ―respondió con naturalidad y una extraña velocidad al hablar.
―¿Qué?
―Latigazo ―repitió extendiendo la palabra como si le hablara a alguien con deficiencia auditiva.
Erik desvió los ojos hacía el joven con cierta preocupación, pero se mantuvo erguido. Vio la puerta abrirse y a los guardias aparecer ordenándoles que no se movieran, pero luego casi como por arte de magia estaba en un elevador con una horrible sensación en el estómago. Sintió al joven detrás de él y tuvo que verlo dos veces al notar que llevaba una ropa totalmente distinta al uniforme que vestía segundos atrás. No comprendía por completo cuál era el poder mutante que poseía, pero sin dudas era de mucha utilidad.
Tuvo que bajar la mirada para concentrarse en recomponerse. Los años en encierro lo debilitaron más de lo que pensaba pese a que siempre utilizó el espacio de su celda para tratar de mantener su cuerpo activo y fuerte en medida de lo posible.
El muchacho comenzó a preguntarle la razón por la que estaba encerrado, la insistencia e impertinencia con que lo hizo le dejó claro que se trataba de un adolecente que no estaba muy enterado de las cosas. ¿Cómo se le ocurrió liberar a alguien sin saber la razón de su encierro? No podía estar actuando solo, incluso con poderes entrar sin ser detectado al Pentágono requería cierta preparación y planificación.
Fue cuando luego de más parloteo y algunas respuestas de su parte que el muchacho soltó el comentario de que alguien le había revelado que controlaba el metal. Iba a indagar más, pero al momento en que lo escuchó decir que su mamá había conocido a un hombre que podía hacer eso sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
No podía tratarse de Darryl, no sólo era muy viejo sino que no podía ver los llamativos ojos azules que heredó tanto de él como de su madre. Y aún así la sensación de incomodidad no lo abandonó, con un rápido cálculo en su cabeza y un intento de adivinar la edad del muchacho, recordó a Magda, la mujer con que convivió unos meses, pero que lo abandonó por su incapacidad de dejar la venganza de lado.
No pudo sopesar más sus ideas ya que en cuanto las puertas del elevador se abrieron vio un fantasma del pasado.
―¿Charles? ―preguntó con sorpresa.
Recibió como respuesta un fuerte puñetazo en la cara que lo tomó completamente desprevenido.
―También me alegra verte, viejo amigo ―habló sosteniendo su rostro, dejando que el ataque pasara sin represalia, aunque no lo admitiría, sabía que lo merecía luego de Cuba―, y caminando ―añadió guardando su sorpresa al ver al telépata de pie, quizás Raven se equivocó al ser mensajera de las malas noticias sobre el estado de salud de su hermano.
―No gracias a ti ―espetó Charles ante las palabras de Erik, si lo recalcaba era porque sabía que la bala que lo hirió en la espalda dejó secuelas, ¿lo estuvo espiando? ¿Sabía el estado en que lo dejó y no tuvo la decencia de al menos dar la cara?
―Eres la última persona en el mundo que esperaba ver hoy ―confesó el alemán poniéndose de pie.
―Créeme, no estaría aquí si no fuera necesario ―replicó Charles de inmediato―. Si te sacamos de aquí lo haremos a mi manera, sin muertes.
―No tengo el casco ―recalcó Erik con una expresión más relajada, incluso con el tenso reencuentro disfrutaba la compañía de su viejo amigo―. No podría desobedecerte aunque quisiera.
―No volveré a entrar a tu cabeza de nuevo ―anunció Charles con desagrado, conteniendo la furia mientras acortaba el espacio que los distanciaba―. Necesito tu palabra, Erik.
Erik sólo asintió como respuesta, tratando de imaginar qué podía estar sucediendo para que Charles decidiera sacarlo de prisión y no por los canales diplomáticos.
El grito de los guardias ordenándoles que se quedaran quietos redirigió por completo la atención del grupo. Fue en ese momento que Erik notó que Charles venía en compañía de otro hombre, uno de apariencia fuerte y mirada no muy amistosa.
―Charles ―llamó al ver que el telépata no estaba usando sus poderes―. Congélalos, Charles.
―No puedo.
La revelación lo tomó por sorpresa, ¿por qué no podía hacerlo? Sin embargo ese no era el momento ni lugar para buscar respuestas, no pensaba dejar que lo mataran o que lo recluyeran nuevamente, no cuando aceptó su peculiar liberación. Tomó control de las mesas y múltiples objetos metálicos cercanos, con toda la intención de ignorar el pedido de Charles cuando se percató de lo que estaba por hacer.
Pero no tuvo la oportunidad de actuar. El joven que lo liberó intervino y los guardias que momentos antes dispararon se encontraban inconscientes en el suelo como si un huracán los hubiera golpeado a la vez que desvió las balas para que impactaran contra la pared. ¿Se tele transportaba? ¿O era una velocidad asombrosa? Fuera cual fuera la respuesta el muchacho emitía una gran confianza sobre sus poderes y a su vez parecía dominarlos con maestría pese a su corta edad.
Cruzó miradas con Charles, pero éste sólo comenzó a caminar hacia la salida sin decirle palabra. La relación de amistad que tuvieron jamás sería la misma aunque le doliera. Reparar las fisuras les costaría una vida de dedicación y con sus ideas tan opuestas eso jamás ocurriría.
Sintió la mirada del otro hombre sobre él y se percató de cuál era su mutación al observarlo: tres protuberancias que parecían huesos salían entre sus nudillos cual largas garras de un animal.
. .
Erik se observó en el espejo del pequeño baño del avión privado de Charles. Había olvidado la vida de lujos y comodidades bajo las que su amigo creció y de las que sacaba provecho. Hank fue quien le entregó algo de ropa para que se cambiara luego de una rápida huída en carro hasta el aeropuerto, la verdad era que no esperaba ver al mutante de pelo azul ahí y mucho menos sin su notoria mutación.
«¿Para qué me liberó?» No podía dejar de pensar en las posibles razones, sabía que se enteraría pronto, pero nunca le agradó estar en desventaja y la falta de información sin dudas lo ponía en una posición vulnerable.
Cuando terminó de abotonarse la camisa se encaminó al área de asientos del avión encontrándose sólo con el mutante de las garras quien le impidió tomar el periódico que hablaba sobre una firma de paz en Paris. La mirada que le dedicó transmitió de forma clara que no le agradaba y que no iban a ser amigos, algo curioso considerando que él no recordaba haberlo visto en su vida.
―Te imaginas si fueran de metal ―soltó con holgura al dirigirse a un asiento cercano―. ¿Y a ti de dónde te sacaron? ―preguntó sin esperar respuesta. No era un adolecente como los que ayudó a reclutar antes o como Peter, el joven que lo liberó.
―Vas a encontrar esto difícil de creer, pero tú me enviaste. Tú y Charles en el futuro ―reveló, provocando que Erik le dirigiera la mirada, completamente desconcertado.
―¿Vienes del futuro? ―cuestionó casi con sorna, en un intento por ocultar su sorpresa.
―Controlas el metal ―recalcó el otro hombre―. ¿Vas a considerar tan imposible lo que te digo?
―¿Y por qué estás aquí? ―Notó cómo la pregunta le incomodó, algo curioso considerando lo suelto que fue para revelarle que es del futuro.
―Hay que impedir que Mystique asesine a Trask ―anunció con recelo.
―¿Y qué conseguiríamos con eso? ―cuestionó controlándose para no indagar sobre el que Mystique hubiera asesinado a alguien, sabía que estaba dispuesta, pero incluso con la determinación que parecía tener la última vez que la vio le costaba imaginarlo.
―Salvarnos a todos, mutantes y humanos.
―Parece que Trask es una persona con mucho peso ―replicó ante la declaración casi apocalíptica.
―El desgraciado es importante, pero la pieza clave es Mystique ―respondió Logan desviando la mirada―. Fue capturada y con sus poderes crearon las armas que sirvieron para destruirnos, armas que pueden replicar las habilidades de otros mutantes.
Erik soltó una risa y dirigió la vista al techo.
―¿Te parece gracioso?
―En absoluto, sólo me rio ante la ironía de que haya sido Charles quien me esté liberando para ayudarlo a detener un futuro en que los humanos tratan de destruirnos.
―Es más complicado que eso.
―Seguramente, pero dudo que esos detalles sean de importancia para todos los mutantes muertos ―rebatió endureciendo la mirada. Las guerras eran siempre complejas, con muchos actores de por medio en un juego de pujas de poder, pero nada de eso era relevante para las personas que quedaban atrapadas en medio y se volvían una estadística.
―No fueron sólo mutantes los que han sufrido ―recalcó Logan―. Los humanos que nos ayudaron y los que cargaban el gen aún sin haber desarrollado poderes…
―¿De qué año vienes? ―Erik trató de indagar de forma cortante, no quería saber nada sobre los humanos.
―Eso no es de importancia.
―Dices que te enviamos Charles y yo, ¿había alguien más? ―preguntó, suavizando su tono.
―Otros mutantes ―respondió levantando una ceja, esperaba una pregunta como esa pero no lo pensativo que se puso de improvisto.
―¿Abby? ―No había pronunciado el nombre de su esposa en voz alta por años y le costó mucho hacerlo sin sentir que el sólo mencionarla la pondría en peligro, pero necesitaba saber.
―¿Quién? No había ninguna Abby ―contestó Logan un tanto confundido, ¿de quién estaba hablando Magneto?
―Abigail Stirling ―insistió casi con un gruñido.
―¿La doctora Stirling? No tenía idea que se conocían ―respondió con sorpresa, el nombre inicial con el que preguntó demostraba cercanía―. Ella no estaba con nosotros, se retiró hacía el norte cuando las cosas comenzaron a salirse de control poco más de una década atrás. Está en un lugar tan remoto y favorable a sus poderes que la pequeña comunidad en la que vive no es un objetivo principal, al menos no mientras hayan otros mutantes en zonas más accesibles.
―Siempre quiso irse al norte ―susurró Erik con una mezcla de alivio, pero a la vez algo de rabia. Sabía que Abby no gustaba del conflicto, pero ¿abandonar a tantos que podría ayudar cuando estaban siendo exterminados? No quiso indagar más sobre su familia en ese momento, era incómodo preguntarle a un completo extraño―. ¿Qué es lo que necesito saber? ―preguntó, si iba a detener un genocidio mutante debía informarse.
. .
Despegaron momentos después de que Logan terminara de contarle a Erik el desastroso futuro de los mutantes y la razón por la que había sido enviado. Detener a Mystique era una prioridad, aunque dudaba que Charles estuviera dispuesto a hacerlo a cualquier precio y más aún a tomar las medidas necesarias para no solamente retrasar el genocidio mutante unos cuantos años o décadas.
La mirada penetrante de Charles no pasó desapercibida para Erik. No le había dirigido la palabra, pero podía sentirlo gritar en su mente pese a no poseer los poderes telepáticos que él tenía o al menos tuvo.
―¿Cómo los perdiste? ―se animó a preguntar.
―El tratamiento de mi columna afecta mi ADN ―respondió de inmediato, sentía que iba a explotar en cualquier momento al tener a Erik frente a él.
―¿Sacrificaste tu don para poder caminar? ―No trató de esconder el tono de decepción en su voz.
―Sacrifiqué mi poder para poder dormi… ―La respuesta quedó entrecortada y la voz de Charles falló momentáneamente―. No lo comprenderías ―soltó desviando la mirada, el sólo recordar le dolía.
―También he perdido cosas.
―Seca tus ojos, Erik ―lo interrumpió de forma brusca, no pensaba escuchar esa excusa viniendo de un monstruo―. No justifica lo que has hecho.
―No tienes idea lo que he hecho ―intervino de forma peligrosa. Charles no tenía idea lo que había tenido que sacrificar.
―Me quitaste cosas muy importantes ―lo acusó.
―Tal vez debiste luchar más por ellas ―soltó Erik, no sólo como réplica a Charles sino para sí mismo, si hubiera peleado más los últimos años pudieron haber sido muy diferentes.
Eso fue la última gota antes que Charles se pusiera de pie, dispuesto a pelear. Ambos hombres se sentían abandonados, sus posturas los obligaron a separarse, pero no por ello encontraron cómo llenar el vacío que el otro dejó. Para Erik no sólo era el sentimiento de haber sido rechazado, sino todas las pérdidas que sufrió de los mutantes que estuvieron bajo su protección y que estaba convencido que con Charles a su lado seguirían vivos. La rabia le hizo tomar control del avión por unos segundos, retorciéndolo como si fuera una pequeña lata, pero la voz de Hank llegó a sus oídos a tiempo y dejó de manipular el metal.
Charles se retiró a la cabina del piloto sin responderle nada, dejándolo aún con mucho que decir, pero sin forma de expresarlo.
. .
Erik colocó el tablero de ajedrez en frente de Charles listo para una partida. Luego de pensarlo mucho consideró que esa era la manera más sencilla de expresar que no tenía intenciones de pelear y a la vez que deseaba tratar de reconectar. Por algún lado debía de empezar. La negativa inicial no lo sorprendió, era de esperarse. Sin embargo, el que al menos tratara de sonar cortés en la elección de palabras ya era un avance si lo comparaba con como estuvieron horas antes.
―No he bebido desde hace diez años―comentó, sirviéndose un vaso de la misma botella de whiskey que Charles lo hizo minutos antes. Tomó un trago y decidió hablar―. No asesiné al presidente.
―La bala se curvó en el aire, Erik ―replicó el telépata, manteniendo la atención en el exterior del avión.
―Porque intentaba salvarlo ―explicó y vio la expresión de su amigo mutar en el acto.
―¿Por qué tratarías de salvarlo? ―cuestionó Charles, dirigiéndole la mirada.
―Porque era uno de nosotros. ―La respuesta consiguió al menos tumbar uno de los tantos muros que los separaban, o quizás era la reacción más natural ante la sorpresa de enterarse que Kennedy había sido mutante.
―Debes pensar que soy un idiota ―dijo tras unos instantes de vacilación―. Siempre dijiste que vendrían por nosotros.
―Nunca imaginé que usarían el ADN de Raven para hacerlo ―confesó con cierto pesar. Pese a que era capaz de imaginar muchas cosas, eso era algo que ni en sus peores pesadillas pudo concebir.
―¿Cuándo la viste por última vez? ―preguntó Charles y vio a Erik tomar asiento en frente de él.
―Unos días antes que me capturaran ―respondió, tratando de ocultar su incomodidad ante el recuerdo de Raven embarazada.
―¿Y cómo estaba?
―Enfocada, decidida, leal… ―No a él para el momento en que se separaron, leal a la idea de no tener que ocultarse y temer.
―¿Cómo? ―interrumpió Charles, eso no era lo que estaba preguntándole―. ¿Cómo estaba?
―Ella… ―Erik no sabía la forma correcta de responder. No era su lugar revelar los aspectos personales de la vida de Raven, menos considerando que en la realidad no tenía idea qué decidió hacer con el bebé que esperaba―. Entendí por qué significaba tanto para ti. ―A pesar que Raven trazó su propio camino paralelo al de él, reconocía la tenacidad que poseía―. Deberías estar orgulloso, Charles ―agregó al verlo tomar un trago de su vaso, una pista de que no estaba complacido con lo que escuchaba―. Está ahí afuera, luchando por nuestra causa.
―Tu causa ―rectificó Charles de inmediato, sin dejar que continuara hablando―. La niña que crié no sería capaz de asesinar.
―No la criaste, creciste con ella ―aclaró Erik, no le gustaba el paternalismo de Charles―. No iba a ser una niña para siempre, por eso se fue.
―Se fue por qué la convenciste de hacerlo ―acusó, inclinándose sobre la mesa en la que descansaba el tablero de ajedrez.
―Ese no es mi poder ―rebatió Erik sonriendo ligeramente al ver los ojos de Charles desviarse reflejando pesar―. Ella tomó una decisión.
―Y ahora sabemos a dónde la lleva esa decisión. ―replicó. La sola idea de su hermana como una asesina le era inconcebible, incluso luego de que siguiera a Erik y lo abandonara en Cuba―. Va a asesinar a Trask, la van a capturar y luego nos eliminarán. ―La mención del desastroso futuro borró la expresión de confianza del rostro de Erik. Eso le trajo un corto segundo de satisfacción, sin embargo el miedo trató de colarse casi de inmediato; no sólo significaba la pérdida de incontables vidas, sino era un golpe más a esos ideales de coexistencia que aún guardaba en el fondo de su ser.
―No si llegamos a ella primero ―aseguró Erik con convicción―. No si cambiamos la historia mañana ―agregó enfocado, dispuesto a todo con tal de evitar ese horrendo futuro. Su elección de palabras le hizo rememorar algunas de las sensaciones que tuvo cuando partieron a Cuba más de una década atrás―. Lo siento, Charles ―se disculpó, era una disculpa que llevaba años en espera para ser dicha―. Por lo que pasó, realmente.
Charles se removió en su silla con incomodidad y terminó de un trago lo que quedaba del whiskey en su vaso. No esperaba esas palabras y mucho menos la facilidad con la que estaba dispuesto a aceptarlas a pesar de todo el sufrimiento que tuvo que soportar.
―No juego desde hace tiempo ―comentó, quizás cuando todo terminara podrían hablar, pero por el momento ya habían conversado suficiente.
―No seré duro contigo ―anunció con confianza y una media sonrisa―. Puede que al fin vaya a ser una pelea justa.
―Tú mueves primero.
Erik usó su don para mover uno de los peones y esperó la respuesta de Charles. Volver a trabajar al lado de su amigo le generaba confianza en que podrían detener a cualquiera, pero no podía olvidar que el telépata no poseía sus poderes en ese momento y que jamás estaría dispuesto a ensuciarse las manos. Muchas cosas estaban en juego, no podían ir lento, debían atacar y desaparecer la amenaza, no sólo detenerla temporalmente. Si el ADN de Raven era tan peligroso, por el bien de los mutantes, Mystique debía morir.
Notas de autora: Inicialmente había querido llegar hasta aquí antes que saliera Apocalipsis… Ya ven cómo la vida no nos deja tener lo que queremos siempre xD
No he querido re-narrar toda la película, no tiene sentido, sólo opté por colocar las escenas en dónde podía agregar un poco de contenido en el aspecto de pensamientos y razones de las acciones. También para mostrar que la relación Erik-Raven no es exactamente la misma a un nivel más profundo pese a que hacia el exterior el diálogo ha sido casi al mismo. Y hablando de diálogos, la mayoría de los de las películas son traducciones mías de la versión en inglés con una ligera ayuda de una versión en español, algunas expresiones tienen su dificultad para traducir y decidí no hacerme un mundo y simplemente buscar la alternativa oficial que se dio en español.
Abby sigue o al menos seguía viva en el futuro para cuando conoció a Logan. Cómo es su relación con Erik es una buena pregunta que quizás nunca responda xD Si se muere o ha muerto es por tema de edad, ya para el 2023 andaría de 85 años, ella nació en 1938. No es horriblemente vieja, pero ese futuro no tiene el mejor ambiente disponible para disfrutar el retiro.
