Peace could be an option

Capítulo 51


Abby podía sentir a sus hijos espiando desde lo más alto de la escalera, inseguros si podían bajar para salir a jugar debido a su mediocre trabajo conteniendo las lágrimas. Cuando prendió el televisor para ver las noticias mientras doblaba la ropa recién lavada lo último que esperó fue ver a Erik en un altercado en Paris. No eran las mejores imágenes, pero reconocía sus movimientos y sin dudas reconocía su don en acción.

No sólo ya no estaba en Estados Unidos, sino que había permitido que lo filmaran a él, a Raven y a Hank. No comprendía por qué estaban peleando y casi pudo morirse cuando por unos instantes pareció que Hank lo había ahogado en una fuente. Sabía que su teléfono comenzaría a sonar pronto con sus padres buscando una confirmación y que Hannah llegaría en cualquier momento, lo que no tenía decidido era cómo actuaría. ¿Estaban a salvo? ¿Debía esperar e informarse más? ¿Hacer las maletas y manejar sin parar hacía el norte del continente? Dudaba que alguien la asociara con Erik e incluso dudaba que alguien pudiera reconocerle la cara debido a la calidad de las imágenes, pero sabía que eso sólo valía para la gente del común, el gobierno era una historia aparte.

«Está vivo» pensó sintiendo cómo ya casi no podía contener el llanto. Por años guardó la esperanza, pero la realidad era que no podía saberlo.

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Erik ignoró la desagradable sensación del hilo cerrando la herida de su cabeza y se concentró en las imágenes que se proyectaban sobre la pared del cuarto de hotel que alquiló. Había tomado el rollo del proyector antes de ir tras Mystique en lo que fue un intento fallido de actuar por el bien mayor.

Lo que Trask había creado eran abominaciones, máquinas de guerra altamente avanzadas y letales. El armamento que cargaban era impresionante, pero lo que más le perturbó era que estuvieran diseñadas para representar una figura humanoide. Lo que Trask estaba creando no eran sólo armas para eliminar a los mutantes en forma discreta, era para hacerlo con un mensaje claro: los humanos son superiores.

Se detuvo en uno de los gráficos y endureció la mirada. Junto a una fórmula química se encontraba la imagen de una mano femenina con uñas largas que logró reconocer tras unos instantes pese a no tener una foto del rostro de su dueña. Yumi había sido el nombre de la mutante con el don que le permitía generar veneno a través de sus dedos. Ella falleció en el ataque del hotel, luego de años su paradero dejó de ser un misterio para él lo que significaba que los otros debían de haber corrido con la misma suerte: sus cuerpos usados como material de laboratorio.

La mención de la mujer de piel azul en las noticias hizo que redirigiera su atención. Salir en televisión nunca fue parte del plan, Abby debía estar viéndolo al otro lado del Atlántico y no iba a estar feliz. Pero cualquier idea sobre su esposa fue desplazada al instante cuando la cámara mostró a un oficial recolectar una muestra de sangre del suelo, una muestra de la sangre de Raven.

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Charles trató en vano de enfocarse, de encontrar a Raven entre el mar de mentes al que podía acceder gracias a Cerebro. Era inútil, su telepatía se encontraba como sus atrofiadas piernas cuando comenzó a tomar el suero creado por Hank: débil y casi inservible. Sin embargo, no se trataba sólo de un impedimento físico, tenía miedo, no estaba preparado para dar el primer paso. Él no sólo leía las mentes, también podía sentir las emociones de las personas y en un mundo lleno de dolor era insoportable.

«Erik»

Por un instante logró dar con una persona en la que no había pensado en una década, pero que la fuerza de sus pensamientos terminó guiándolo hasta ella. Fue sólo un instante en el que se encontró en una cocina viendo la espalda de una mujer de cabello oscuro que estaba revolviendo el contenido de una olla.

―Abby ―pronunció Charles con cierta sorpresa. Nunca se enteró que fue de ella y en su reencuentro con Erik muchas otras cosas tomaron prioridad como temas de conversación.

Giró el rostro y vio a una niña sentada en una mesa, observando con atención a un niño que tenía la mitad del cuerpo colgando a través de una ventana mientras hablaba entusiasmado con alguien en el exterior. Charles sintió cómo la respiración le falló por un momento al ver el perfil del pequeño cuando impulsó su cuerpo al interior de la cocina, porque aunque su expresión era totalmente distinta podía reconocer las facciones de Erik sin ningún tipo de duda.

La curiosidad y la falta de control de su don jugaron en su contra. Pudo confirmar que se trataba del hijo de su viejo amigo, pero la forma en la que lo descubrió fue en una sobrecarga de recuerdos de Abby que lo llevaron en retroceso hasta el día en que nació el pequeño, sintiéndose invadido por todo el dolor, sufrimiento y desesperación del momento.

―¡Charles! ―El llamado de Logan se ahogó con el grito del telépata y las pequeñas explosiones ocasionadas por la sobrecarga al sistema de Cerebro.

No podía hacerlo. La desesperación invadió a Charles recordándole por qué optó tomar el suero realmente. Sabía que podía fallar como lo hizo, pero una pequeña parte de él había tenido la esperanza de aún poder hacerlo.

―No es la máquina ―señaló Logan cuando Hank se retiró a revisar el generador.

No, Cerebro no era el problema e incluso su poder tampoco. Pero tratar de explicarlo le era demasiado doloroso.

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Erik caminó en la oscuridad de la noche hasta que entró al Pentágono totalmente decidido. El lugar que había sido su prisión aún contenía bajo llave una parte importante de Magneto: su casco. Podía sentir el singular material del que estaba hecho llamándolo, indicándole el camino por los corredores del edificio del Departamento de Defensa americano. Su avance cargado de confianza le valió evitar miradas de sospecha de los pocos trabajadores que aún se encontraban a esa hora, a veces el no tratar de ocultarse era la mejor manera de adentrarse en un territorio hostil.

El casco era sólo un detalle del plan que ya había comenzado a ejecutar. Cuando regresó de Europa su primera parada fueron los laboratorios Trask en las afueras de Nueva York, ahí adecuó el cargamento de Sentinelas para poder tomar control sobre ellos y ser él quien hiciera una declaración al mundo al día siguiente. El despliegue de poder que los humanos pensaban hacer no ocurriría, de eso iba a asegurarse.

Despachó a los guardias que resguardaban su objetivo con suma facilidad y abrió la pesada puerta de la bóveda en donde no sólo encontró su casco sino también otros objetos que debieron haberse perdido en Cuba. Extendió la mano usando sus poderes para volver a tomar la posesión que más lo representaba como Magneto.

Abandonó el Pentágono como si fuera una persona más que recorrían el lugar en horas de visita y se dirigió a las afueras de Washington DC con dirección a Virginia. Sabía dónde debía estar al día siguiente y la hora en que actuaría, pero faltaba la vestimenta adecuada, uno no podía declarar una guerra vistiendo una camisa y lentes oscuros.

Casi pudo escuchar el bufido que Abby le daría si estuviera con él. Su esposa dejó claro desde el inicio que su vestimenta de Magneto era ridícula y demasiado llamativa. El casco lo modificó poco antes que se dejase capturar, quizás también debía optar por un cambio en los tonos encendidos que usó con anterioridad. Debía resaltar y ser recordado, pero no podía permitirse causar risa por su atuendo, incluso consideró que para el asalto a la Casa Blanca lo más adecuado sería incorporar algo de protección.

Al mundo entero lo vería, no podía fallar, por su propio bien y el de todos los mutantes. Ya no podían ocultarse más, incluso los que deseaban hacerlo no tendrían opción pronto, no con la existencia de máquinas como las que Trask creó. Si todo salía bien sería un nuevo inicio, uno en el que podría sentirse a salvo de ir a buscar a su familia.

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Abby colgó el teléfono luego de una corta charla con su familia en Montana. Su papá estaba furioso con el anuncio que se haría en unos momentos acerca de las medidas que el gobierno tomaría contra la "amenaza mutante". Inicialmente la reaparición de Erik no les sentó bien, pero parecía que había quedado en un segundo plano ante la posibilidad que se instituyera alguna ley restrictiva contra los mutantes en Estados Unidos.

La clase que debía dictar ese sábado fue cancelada para que la comunidad universitaria pudiera escuchar en vivo las declaraciones de Nixon. Ella decidió regresar a casa pese a que varios de sus colegas iban a ver la transmisión en uno de los auditorios. Parecía el preámbulo de una guerra según lo que su papá le comentó y en cierto aspecto podía ser exactamente de eso: una guerra entre humanos y mutantes.

Si se trataba de la apariencia física, ella y su hijo estaban a salvo por el momento, eso no los iba a delatar. Sin embargo, era inocente esperar que no se invertiría todos los recursos necesarios en encontrar la manera de identificar a todos los mutantes.

«Si es que no la hay ya» pensó Abby, mordiendo su labio al ver como sus hijos estaban sentados en el sillón frente al televisor, esperando ver el anuncio que tenía a los adultos tan alterados.

―¿No van a salir a jugar? ―preguntó, no los quería ahí, pero tampoco deseaba que acabaran en otra casa y se vieran expuestos a los comentarios que se hicieran ahí.

―Todos van a ver al presidente ―respondió Edie, desviando la mirada en dirección a su hermano―. ¿Van a venir por Darryl?

―¿Qué? ¡No! ―respondió Abby sorprendida y aliviada que su hijo parecía no haber escuchado―. ¿Por qué piensas eso?

―Porque molesta a la señora Kravitz.

Abby sólo dibujó una media sonrisa como respuesta ante lo que sonaba como una idea disparatada. Darryl disfrutaba aterrorizar a la mujer haciendo uso de su don de forma disimulada, lo suficiente como para que el esposo de ella viviera disculpándose y hasta considerando mandar a recluir a su mujer en un sanatorio por estar viendo cosas que no existen. No importaba cuantas veces tratara de hacer comprender que no debía seguir haciéndolo, que no siempre iba a estar ella alrededor para controlar cualquier cosa que pudiera escapársele, su hijo simplemente no comprendía.

"El mundo no volverá a ser el mismo de nuevo" Anunció Nixon en el televisor luego de un discurso extremadamente corto.

La expresión tranquila que Abby gustaba guardar alrededor de sus hijos se borró de inmediato. Una cortina cayó al suelo detrás del escenario donde estaba el presidente, revelando ocho robots visiblemente armados como si se trataran de un avión militar. Los aplausos y gritos de apoyo del público frente a la Casa Blanca sólo consiguieron tensarla más, la respuesta contra los mutantes era bastante sencilla, los eliminarían y tendrían la aprobación de la población.

―¡Genial! ―exclamó Darryl saltando en el sillón al ver como se activaron y se elevaron varios metros.

Lo que siguió fue el caos absoluto. Cada uno de los robots extendió sus armas y comenzó a disparar contra el público. En la imagen desenfocada que transmitía la televisión no se escuchaba otra cosa que los gritos aterrorizados de las personas que trataban de huir por sus vidas. El sonido de disparos inundo la tranquila sala de Abby de inmediato con un sonido al que sus hijos eran mayormente ajenos y que lo más cercano que conocían era la descarga de un rifle de caza en el bosque.

―Mami ―llamó Edie, mientras que su hermano se quedó quieto con la mirada sobre su madre como si esperara una explicación.

―¡A sus cuartos! ―ordenó levantando la voz como pocas veces lo hacía.

―Pero… ―Darryl trató de hablar, pero Abby simplemente apagó el televisor.

―No hagan que me repita ―insistió, señalando a la escalera que llevaba a la segunda planta de la casa―. Se quedan ahí hasta que los llame y ni se les ocurra salir por las ventanas. ―Ambos corrieron a sus habitaciones obedeciéndola, aunque Abby dudaba que fueran a quedarse tranquilos por más de unos minutos antes que comenzaran a tratar de convencerla para regresar con ella.

Prendió el televisor y bajó el volumen, comenzando a cambiar por los tres canales que debían tener la transmisión, pero era lo mismo, ninguna de las cámaras estaba enfocando lo que ocurría. No comprendía por qué comenzaron a atacar, incluso si hubiera habido un mutante presente lo poco que pudo ver mostró a los robots disparando en diferentes direcciones.

Los disparos cesaron momentáneamente, pero sólo dejaron paso a un fuerte estruendo que presidió la pérdida casi total de la visibilidad de las cámaras. Era como si una gruesa capa de polvo se hubiera elevado por los aires en un instante. Abby no comprendía qué estaba ocurriendo hasta el paso de uno de los robots cerca a una de las cámaras de televisión hizo la suficiente presión en el aire como para que se pudiera la silueta de un hombre aterrizando.

―Erik ―susurró incrédula caminando en círculos frente a la pantalla.

Los disparos continuaron, aunque en una proporción menor. Erik había controlado a los robots, estaba convencida de ello, y estaba peleando contra alguien.

―Vas a matarme ―masculló de forma entrecortada cerrando los ojos. Aún no se había recompuesto de la impresión de verlo en Paris y nuevamente estaba perfilándose para ser capturado por las cámaras.

No sabía que pensar o sentir en ese momento. Si estuviera sola gritaría con todas sus fuerzas o quizás tomaría el carro y manejaría como una maniaca hasta la capital ya sea para reencontrarse con Erik o darle la paliza más grande de su vida. Pero sus hijos estaban en casa y era más que seguro que tratando de escuchar, aunque el volumen era bajo.

"Construyeron estas armas para destruirnos" Habló Erik luego de enfocar todas las cámaras hacía él y lo que parecía ser una gran caja fuerte rota llena de agentes del Servicio Secreto tratando de proteger a Nixon de múltiples pistolas que flotaban apuntándoles.

―¿Qué estás haciendo? ―preguntó al aire, dejándose caer sobre el sillón antes de cubrirse la boca con las manos incapaz de dar crédito a lo que veía y escuchaba.

"Pero vine a decirles, a decirle al mundo: hacen bien en temernos. Somos el futuro. Nosotros heredaremos esta tierra. Y cualquiera que interfiera sufrirá el mismo destino que estos hombres que ven detrás de mí" Prosiguió, señalando a los que a todas luces terminarían muertos en unos instantes.

―No, no, no ―repitió Abby poniéndose de pie de golpe, elevando la voz―. ¿Estás demente? ¿Cómo puedes ser tan estúpido? ―gritó con dirección al televisor. Ya era bastante malo el despliegue de poder que estaba mostrando, pero amenazar a la humanidad y al presidente de los Estados Unidos era una puerta que no iba a poder ser cerrada―. ¡Ciego! ¡Testarudo! ¡Egoísta! ―exclamó llevándose las manos a la cabeza.

Cuando escuchó el llamado de Erik para que los mutantes dejaran de ocultarse, no pudo más que negar con la cabeza imaginando con terror lo que sucedería en sólo unas horas si un buen número decidía atender su llamado. Caos, caos como el que sólo había leído en libros de historia e incluso peor. Humanos aterrorizados señalando con o sin motivo a otras personas y mutantes usando sus poderes para defenderse o como bandera de liberación.

Nixon emergió de entre los hombres, enfrentándose a Erik y dejando a Abby sorprendida. No esperaba que ninguna persona se atreviera a dirigirse así a su esposo, pero las reacciones que estar entre la espada y la pared provocaban no eran fáciles de predecir. Nuevamente se encontró negando con la cabeza, el presidente no iba a ser un cuerpo más entre el montón, iba a ser ejecutado primero y a vista de todos.

Vio a Erik distraerse por un sonido y luego, aprovechando el descuido, Nixon disparó, provocando que cayera el suelo sujetando el cuello.

―¡Erik!

Abby gritó su nombre, dejando de lado cualquier otro sentimiento que no fuera desesperación. Decir que estaba molesta con él era quedarse corto, estaba poniendo a todos en peligro con sus acciones, pero incluso así no lo deseaba muerto por un instante. Comenzó a llorar cayendo de rodillas frente al televisor, viendo como Nixon había sido en realidad Raven y que tras unos instantes le propinó una patada en la cabeza que terminó por dejarlo fuera de combate, completamente expuesto y a merced de la gente que amenazó segundos antes.

La puerta de su casa se abrió de golpe momentos después. Abby vio a Hannah correr hasta donde estaba, dándole un fuerte abrazo que terminó por conseguir que rompiera en llanto por completo.

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Erik se elevó por el aire, dándole una última mirada a Mystique, Raven. Corrigió el nombre en su mente, ella había conseguido lo que él no, deshacerse de la toxicidad de la venganza.

«Ve a Maine, Old Town» una voz le aconsejó «Te está esperando» prosiguió, mostrándole la imagen mental de una casa en un barrio tranquilo.

―No es seguro ―replicó, molesto consigo mismo, había demasiada atención sobre él.

«Confía en mí» insistió Charles con seguridad. Por lo que pudo ver cuando se conectó con su yo del futuro y la oleada de recuerdos de Abby gracias a Cerebro, Erik tenía una posibilidad, aunque fuera pequeña, de poder alejarse de todo el caos y destrucción que siempre lo rodeaba. No podía predecir qué ocurriría, pero estaba dispuesto a abrir esa puerta para su amigo.

Erik no pensaba que pudiera borrarle la memoria al mundo entero y aunque las cámaras de televisión no podrían producir una imagen clara de su rostro, el Pentágono sin duda saltaría ante la oportunidad de repartir fotografías con su cara impresa. Pero confiaba en Charles y en ese momento ya no le importaba su derrota, sólo quería ir con su familia y eso significaba encontrar a Abby y al hijo que dejó de ver cuando sólo era un bebé.

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Tras cerciorarse que no hubiera nadie en la calle o algún vecino observando por las ventanas, Erik tomó la decisión de descender frente a la casa que Charles le mostró. Avanzó despacio entre las sombras que se proyectaban sobre el camino a la puerta debido al alumbrado de la calle. Era tarde, probablemente las tres de la mañana y aún había una luz encendida al interior en la primera planta. Sabía que Abby no estaría feliz, seguramente no era capaz siquiera de dormir gracias a él, era tonto pensar que no hubiera visto las noticias.

Pudo haber entrado abriendo el seguro, pero tocó y esperó.

Sintió un movimiento brusco al otro lado de la puerta y luego la vio. Abby abrió con furia la entrada a su casa, mirándolo con tal intensidad que por un momento pensó que iba a atacarlo.

―¿¡Qué haces disfrazado de Magneto!? ―espetó furiosa al verlo.


Notas de autora: Este capítulo lo he sentido un poco más como compilación de pedazos de escenas, pero estas eran las partes que necesitaba mostrar. Erik va a matar a Abby del disgusto uno de estos días, pero al fin están juntos de nuevo :P (Su último momento juntos fue en el cap 44, que publiqué a inicios de año… al menos no los he torturado tanto teniéndolos distanciados)

Nueva etapa para el fic. No planeo usar tantos capítulos para llenar entre películas, pero quiero traer cosas del pasado de Erik, otro villano de los X-Men famoso que sólo ha sido medio mencionado alguna vez en las pelis y bueno, a Erik como hombre de familia. También esta es la etapa en que quiero introducir a otro familiar de Abby que ya he mencionado alguna vez en el fic, pero que tiene su propio oneshot "Monstruo" que está entre mis otras historias por si les interesa leerlo.