Peace could be an option
Capítulo 54
El mal humor de Erik amenazaba con aflorar de forma peligrosa con cada segundo que pasaba en la parte posterior del camión de Gale, incómodo entre cajas y diversos materiales de construcción. Cuando el hombre sugirió llevarlo hasta Boston oculto para poder pretender que llegaba como una persona normal desde Europa, aceptó la idea sin imaginar el poco control que tendría sobre los pormenores del plan.
El diseño de la casa de Abby no contaba con una conexión directa al garaje, lo que complicó bastante el plan para transportarlo fuera del pueblo. Hannah sugirió meterlo en una caja para que nadie lo viera, pero él se negó rotundamente, no pensaba ser humillado de esa forma sólo para complacer a la mujer. Fue Abby quien al final decidió desalojar las cosas viejas que tenía acumuladas en el ático y dejarlas a un lado del camión momentáneamente, cubriendo lo suficiente para que él pudiera escabullirse por una de las ventadas del lado de la casa sin ser visto.
Sin embargo, los inconvenientes no terminaron ahí, si no deseaba llamar la atención tendría que cambiarse. A pesar de no llevar el casco, la capa o la armadura, su vestuario podía detonar los recuerdos bastante frescos de alguna persona que estuvo viendo la televisión el día anterior. Fue así como acabó con una sudadera negra muy holgada con capucha y unos pantalones deportivos grises, igual de mal entallados, pertenecientes a Gale. Y como si eso no fuera suficiente, antes de irse, Abby le entregó un sobre con dinero para que lo usara al llegar a Boston, sólo que gracias a que se trataban de billetes de cien reconoció que se trataba de parte del dinero que él le envió años atrás.
El sonido de un golpeteo en la ventanilla que comunicaba la cabina con el área de carga del camión llamó su atención. Era Gale explicándole que ya estaban en la carretera y que iba a buscar un lugar donde detenerse sin llamar mucho la atención para que pudiera sentarse al frente con él.
―No es necesario ―dijo Erik, acercándose hasta la pequeña ventanilla para poder asegurarse que estuviera escuchándole―. No vayas a detenerte y mucho menos volcar el camión ―advirtió sin dar mayores explicaciones.
Usando sus poderes abrió un espacio suficientemente amplio para poder deslizarse al frente del vehículo. Se sentó en el asiento del copiloto sin decir palabra, aunque le costó ocultar la sorpresa al ver que el otro hombre seguía manejando en total control y con la mirada al frente.
―¿Vas a cerrarlo, no? ―preguntó Gale tenso, apretando el timón con fuerza entre sus dedos―. No tengo idea qué podría decirle a la aseguradora como excusa.
―Pensé que te asustarías ―comentó Erik, no es que planeara ocasionar un accidente, había estado listo para tomar control del camión.
―¿Crees que no vi que levantaste un estadio? ―respondió un tanto ofendido, sólo un idiota, un demente o alguien capaz de igualarlo en poderes no le tendrían miedo y Gale no se consideraba en ninguno de los tres grupos.
―Supongo que estás acostumbrado a ver a Abby usar su don ―asumió, devolviendo la cabina del camión a su estado original.
―¿Abby? Es muy extraño verla, Darryl lo hace cuando no hay gente ajena a la familia cerca ―explicó, desviando la mirada hacia Erik sólo por un instante―. Pero jamás los he visto hacer algo demasiado llamativo.
―En Boston llévame hasta el aeropuerto ―indicó Erik luego de unos momentos en que ambos quedaron en silencio.
―¿No basta con que estés en la ciudad y esperes a que te recojan?
―Tengo que averiguar si no ha habido retrasos en los vuelos desde Europa y a qué horas suelen llegar ―explicó, con lo ocurrido en Washington cabía la posibilidad que muchos viajes se vieran interrumpidos. Salir de Paris días antes fue complicado y presentía que algo similar hubiese ocurrido en los Estados Unidos―. ¿Qué planeas hacer con las cajas que sacaste de la casa de Abby? No pensé que fuera capaz de acumular tanto en diez años.
―Hay una asociación que recibe donaciones de segunda mano ―respondió Gale, volviendo a desviar la vista hacia Erik por un instante―. La mayoría no son cosas de Abby. El año pasado hice unas renovaciones en mi casa y se ofreció guardarlas por un tiempo para que no tuviera que gastar en un depósito, al final se quedaron en su ático olvidadas.
Erik sólo asintió en silencio y dirigió la mirada hacia la carretera, el viaje tomaría unas cuatro horas si no se topaban con ningún contratiempo. Repasó mentalmente el orden en que haría las cosas, debía asegurarse de saber qué vuelos habían llegado desde Europa en las últimas veinticuatro horas, así como cualquier incidente del que debiera de estar al tanto para hacer creíble su historia.
Gracias a la ropa que le prestaron se vería obligado a hacer dos visitas distintas a tiendas. La primera para conseguir algo menos informal que no gritara que estaba fuera de lugar vistiendo ropa deportiva. La segunda para las compras que tenía en mente bajo la excusa que Abby soltó antes: sus maletas se perdieron y necesitaba reponer su vestuario. También iba a tener que buscar un hotel para poder alistarse con comodidad e incluso pasar la noche, Abby no iba a salir detrás de ellos, dejaría que pasen unas horas para darle tiempo a él de prepararse.
―Entonces ―habló Gale, llamando la atención de Erik―. ¿Eres como el líder de los mutantes?
―No lidero a nadie en estos momentos ―respondió, curioso que entre todos los temas que podría tocar para tratar de no viajar cuatro horas en silencio optara por ese.
―Abby dice que los poderes se manifiestan en la pubertad o un poco antes, pero Darryl recién va a cumplir diez…
―Tienes un hijo un poco mayor que Darryl, ¿Vincent? ―Erik recordaba que las gemelas tenían un hermano menor―. ¿Crees que es mutante? ―preguntó, al final Gale no parecía estar hablando sólo para hacer tiempo.
―No lo sé, pero está entrando a la edad.
―¿Te preocupa que pueda ser mutante? ―cuestionó Erik, tratando de no sonar hostil.
―¡Claro que me preocupa! Estuve viendo la televisión ayer ―replicó levantando la voz―. Abby dice que si algo pasara ella se encargaría, pero no tengo idea qué pueda hacer si una de esas cosas aterriza en medio de la calle.
―Te sorprenderías. ―En pocas ocasiones había sido testigo de Abby usando sus poderes para pelear, pero estaba convencido que no había visto ni la mitad de su potencial.
―No debería ser ella la que tuviera que preocuparse por eso ―dijo Gale removiéndose un tanto incómodo―. Ella es parte de mi familia, ¿cómo se supone que me quede al margen si algo ocurre? La verdad es que no creo que podría hacer mucho, pero tú... si algo pasara tú podrías cuidarlos.
―Abby no agradecería la idea de que debe ser protegida; no has visto lo que puede hacer si está dispuesta a defenderse ―explicó Erik, tratando de no enfocarse el punto que otros mutantes ya le habían recalcado antes sobre la falta de disposición de ella para el combate―. Pero si algo pasara intervendría, mantenerlos a salvo siempre ha sido mi prioridad ―agregó, sintiendo incomodidad ante sus propias palabras, muchas cosas que afectaron a su esposa e hijos fueron ocasionadas por él y no necesariamente de forma indirecta.
―Hannah te detesta, mis suegros comparten el sentimiento, aunque son mucho más discretos ―replicó al escuchar las últimas palabras que sin dudas hubieran hecho que Hannah explotara gritándole que era un descarado.
―¿Y tú? ―indagó Erik.
―No lo sé ―respondió Gale con honestidad. Abby nunca relató detalles específicos sobre su tiempo con Erik, pero si mencionó el conflicto con grupos armados anti-mutantes y eso le hizo cuestionarse cómo actuaría si él o uno de sus hijos tuviera alguna habilidad que los volviera un blanco. Quería pensar que estaría a la altura de la situación y no tomaría la ruta violenta, pero por más que lo pensaba no era capaz de asegurarlo.
. .
Abby observó a Darryl y Edie a través del espejo retrovisor, estaban en silencio, pero podía ver que se encontraban ansiosos. Estaba convencida que podía manejar hasta Boston sin tener que dar mayores explicaciones y con eso obligar a Erik a retomar la charla juntos, pero si bien eso era más justo con ella, no lo era con sus hijos.
―Sé que no esperaban conocer a su papá así ―habló, abriendo la puerta para que se iniciara una conversación.
―¿Si estaba en Europa por qué hay que fingir que acaba de llegar de Europa? ―preguntó Edie frunciendo las cejas.
―Llegó hace unos días desde Europa, pero tuvo otras cosas que hacer primero ―respondió, no tenía idea cómo explicarse, pensó que quizás estarían expectantes sobre qué harían en Boston o tendrían dudas sobre el carácter de Erik―. Es complicado.
―¿Papá es malo? La tía Hannah estaba molesta.
―¿Qué? ¡No! ―Abby respondió al escuchar las palabras de su hija. No le costó decirlo porque no consideraba a Erik una mala persona, claro que tampoco podía decir que fuera un ángel ni en sus mejores días―. Su papá ha tenido una vida complicada, pero siempre se ha preocupado por nosotros. A Hannah no le gustó la forma en que decidió hacer las cosas.
―¿Phil puede venir a comer en la noche? ―preguntó Darryl, como si no hubiera escuchado las dudas de su hermana.
―No sé si vamos a regresar hoy, pero Phil puede venir cuando regresemos ―aceptó Abby, su hijo quería compartir la noticia con su mejor amigo―. Sólo no abrumes a tu papá tratando de sacarlo por las calles.
―¿No le gusta la gente? ―cuestionó Darryl extrañado, cuando llegó a Old Town lo primero que hizo fue salir a conocer el lugar y a los otros niños.
―Depende de la persona, pero creo que los primeros días va a preferir estar con nosotros.
―No le gustó Princess ―intervino Edie.
―¡Pero yo quiero un perro! ―se quejó Darryl de inmediato.
―No sé qué pasó con Princess ―admitió Abby recordando el momento, fastidiada al darse cuenta que al menos Edie lo tenía muy presente―. Y que su papá haya regresado no significa que vayamos a tener perro.
Ambos niños se quejaron ante la negativa a tener mascota, pero no iba a dar su brazo a torcer. Con algo de esfuerzo podía ingeniárselas para tener uno desde el aspecto económico, pero no veía manera de incluirlo dentro de su horario sin consumir las pocas horas de descanso que tenía a la semana y que realmente necesitaba. Sus hijos tratarían de hacerse cargo, sin embargo, ninguno era suficientemente responsable y la carga terminaría recayendo sobre ella.
―¿Papá es un mafioso? ―cuestionó de improvisto Edie.
―¡No! ¿De dónde sacas esas ideas? ―replicó Abby, un poco preocupada, era obvio que Edie no veía en luz positiva a Erik.
―Tienen foto en Las Vegas ―respondió en voz baja.
―Los mafiosos son de Nueva York ―interrumpió Darryl―, y son italianos.
―¿Qué han estado viendo cuando sus primas los cuidan? ―preguntó Abby desconcertada, tratando de no distraerse demasiado de la ruta, lo último que necesitaba era un accidente.
. .
Abby había quedado en encontrarse con Erik en la entrada principal de la biblioteca pública de Boston a las cuatro de la tarde. Escogió ese lugar ya que era muy visitado por turistas y cualquiera podría darle las indicaciones para llegar, además no se vería sospechoso que estuviera esperándolos ahí en solitario. Por otro lado, a ella le daba acceso a un espacio cercano donde estacionar gracias a la Iglesia de la Trinidad que se encontraba cruzando la calle, ahorrándole los interminables minutos de buscar parqueo en medio de una gran ciudad.
Logró distinguir a Erik entre la pequeña multitud de personas y sujetando a sus hijos en cada mano, pese a los reclamos del mayor, comenzó a caminar en su dirección. Por un breve instante pensó en llamarlo, pero borró la idea de su cabeza en cuanto escuchó a un grupo de hombres hablando sobre lo ocurrido el día anterior en la capital. Fue en ese momento cuando notó que las personas alrededor se mostraban nerviosas. La ciudad seguía activa, pero sus habitantes no parecían creer que el peligro había acabado, y cómo culparlos luego del llamado de Magneto a que los mutantes se dejaran de ocultar.
Sintió su cuerpo tensarse con cada paso que daba y apretó con más fuerza las mano de Darryl para asegurarse que no fuera a salir corriendo de un momento a otro. Quería confiar en Charles, pero no tenía idea qué es lo que había hecho o lo que podía hacer para mantener a Erik y a ellos a salvo. Que ella no estuviera enterada que hubieran publicado la cara de su esposo como un criminal en algún lado no significaba que fuera cierto.
―Abby.
La voz de Erik pronunciando su nombre la regresó a la realidad, había caminado hasta él de manera automática. No pudo evitar quedarse en silencio observándolo, a pesar de que no se encontraba vestido de forma tan elegante como cuando estuvieron en Las Vegas, había conseguido resaltar lo atractivo que era. El conjunto de prendas que llevaba eran de colores sobrios que lo hacían distinguirse a la vez que no destacaba brutalmente de entre la multitud.
―¿Papá asaltó una tienda? ―preguntó Edie antes de que Abby pudiera decir algo.
―Sólo compré algunas cosas ―respondió Erik sonriendo un poco, en esta ocasión preparado para cuando Darryl se lanzó para darle un abrazo―. Ustedes también se arreglaron ―recalcó mirando a su familia. No podía estar seguro con sus hijos, sabía poco de moda infantil, pero su esposa llevaba un abrigo bien entallado cubriendo un vestido rojo, labios pintados sutilmente y el cabello suelto decorado con unas ondas bien marcadas que no podían tener más de unas horas de vida.
Abby cerró los ojos un instante ante el comentario, podía recordar perfectamente la mirada de fastidio que le dedicó su hermana al verla salir bien vestida para el encuentro. Quería convencerse que lo hizo porque era lo normal, nadie iba a recoger a un pariente al aeropuerto vistiendo su pijama y con la cabeza revuelta, pero la realidad es que quiso arreglarse para el momento en que Erik la viera. Era tonto, él ya había pasado una noche en la casa incluso, sin embargo, no fue capaz de ignorar el deseo por verse atractiva luego de esos largos años separados.
―Tengo una habitación en el Fairmont ―mencionó Erik, señalando con la cabeza el hotel que se encontraba a menos de una cuadra de distancia―, pero pensé que podríamos conocer la ciudad y quizás buscar un buen restaurante para cenar ―propuso, colocando una mano sobre la cabellera de su hijo.
―¡Yo quiero KFC! ―pidió Darryl emocionado.
―Estamos cerca del barrio chino podemos comer ahí ―intervino Abby, estaba segura que Erik no iba a tolerar el pollo frito o las pocas opciones del menú. Además, por su lado, lo último que necesitaba era un lugar con un área de juegos para niños del cual se demoraría dos horas en sacar a su hijo―. Aunque no quiero dejar el auto por aquí.
―Es temprano, podríamos dar una vuelta por la ciudad antes de ir a comer ―propuso Erik, consiguiendo que Darryl asintiera de inmediato―. Harvard está cruzando el río ―comentó, notando de inmediato la expresión de fastidio de Abby ante la mención de la universidad.
―Está en sentido contrario al barrio chino ―recalcó, no es que estuviera demasiado resentida con la casa de estudios que no la aceptó años atrás como para negarse a siquiera ver su campus, pero un montón de edificios viejos no iban a entretener a Darryl.
―Igual tendríamos que regresar por el hotel.
―Tú manejas ―dijo Abby aceptando, entregándole las llaves de su auto.
―Por cierto ―habló él mientras caminaban con dirección al estacionamiento de la iglesia―. Noté bastante gente… peculiar. ―No sabía muy bien cómo describir a un par de grupos de personas que había visto mientras esperaba a su familia.
―¿Peculiar?
―Coloridos, de cabello largo no muy arreglado, ropa ancha y guitarras ―describió, tratando de no sonar despectivo ya que sus hijos estaban escuchando. Por lo que había visto no eran pocos y sin miedo a equivocarse podía asegurar que estaban consumiendo algún tipo de drogas en público.
Abby pasó buena parte del tiempo en que manejaron por la ciudad tratando de explicarle a Erik lo que ella conocía sobre el movimiento Hippie. Se sorprendió un poco que jamás los hubiera notado antes, si bien hubo una explosión en sus números a finales de los sesenta, estaban activos desde los cincuentas.
Erik por su lado tenía problemas para comprender cómo un grupo de personas antisistema con inclinaciones en contra de la guerra habían logrado posicionarse de forma tan abierta en un país como Estados Unidos. Sabía que la visión de su esposa podía estar distorsionada, ya que era una perspectiva externa, pero le costaba creer que se encontrara tan lejos de la realidad. Por un momento un pensamiento ridículo pasó por su cabeza al recordar a Charles y cómo lo instó a buscar a su familia, quizás el telépata había dedicado parte de los últimos años a lavarle el cerebro a muchas personas y por eso había una masa de pacifistas invadiendo las calles. Trató de borrar la idea, pero en el fondo comenzó a creer que si se fijaba bien encontraría a alguno de los hombres que estuvieron frente a él en La Casa Blanca tocando la guitarra en una esquina en Washington DC
Boston no era un lugar especialmente interesante para dos niños pequeños, menos para Darryl que sólo se emocionó al pasar por el frente del acuario a pesar de que no iban a realizar una parada en el lugar. Con un par de horas recorriendo las calles sin una dirección exacta, Abby decidió que era buen momento para buscar un restaurante y terminaron estacionando cerca de un local de comida china que tenía el frontis decorado con linternas de papel.
Abby no se opuso cuando Darryl anunció que iba a comer con palillos, a pesar de que nunca lo había hecho antes, sólo se aseguró que la mesera trajera cubiertos extras para cuando se rindiera o le diera demasiada hambre. Ella por su lado no pensó si quiera en tratar, no comprendía cómo casi todo un continente se las arreglaba para comer con comodidad de esa manera y aunque no compartió sus opiniones no se sorprendió cuando Erik tampoco optó por unirse a su hijo en el experimento.
―Ya regreso ―anunció Darryl cuando la mesera terminó de colocar la orden sobre la mesa.
El niño corrió hasta una mesa cercana antes que su madre pudiera tratar de detenerlo. Ahí le sonrió a la pareja que estaba comiendo con palillos y les pidió que le enseñaran como usar los suyos. Abby sólo reaccionó a disculparse a medio camino de recuperar a su hijo, pero la pareja no se molestó, al contrario, parecían más que felices en instruir al pequeño en el uso correcto de los palillos.
Erik esperó junto con Edie en la mesa, notando cómo la pequeña había dejado de mirarlo con desconfianza y sólo se enfocaba en la comida que tenía en frente. Sus mejillas tomaron un ligero tono rosa, como si estuviera nerviosa o avergonzada, algo que le causaba mucha curiosidad dado que, aunque Darryl había llamado la atención no era como si estuviera compartiéndola con el resto de la familia. No trató de aprovechar el momento para hablar con ella, un restaurante no era el mejor lugar para las preguntas que pudiera tener, pero le costaba imaginar qué había hecho Abby para criar a dos niños que fueran tan diferentes.
. .
Erik no sólo había alquilado una habitación en el hotel Fairmont, sino dos. Abby se mostró bastante recelosa de permitir que sus hijos durmieran en un cuarto separado hasta que pudo ver que se encontraban conectados por una puerta interior.
―¿No estás exagerando? ―cuestionó él cuando ella terminó de mover una cómoda contra la puerta del cuarto en el que se quedarían sus hijos.
―Si no lo hago, Darryl va a recorrer todo el hotel mientras dormimos ―explicó ella, sabía que podía parecer loca, pero su hijo no comprendía lo que era quedarse quieto―. El restaurante tuvimos suerte que no decidiera ir directamente a la cocina a ver cómo preparaban la comida.
―En realidad estaba más preocupado que tú decidieras hacer eso cuando estábamos por irnos ―comentó con algo de gracia. Luego que pagaron la cuenta los ojos de Abby se quedaron pegados en uno de los cocineros que quedó expuesto al momento en que mantuvieron las puertas de la cocina abiertas para sacar una gran orden para una numerosa mesa de comensales.
―¿No viste su cuchillo? ¡Era perfecto! Podía llevar lo que cortó hasta la olla sin tener que mover la tabla de picar ―replicó ella emocionada, nunca pensó que un cuchillo de carnicero podía usarse para cortar vegetales y lo iba a implementar.
―Si sigues hablando de cuchillos nuestra hija va a convencerse que es por influencia mía ―dijo, con intención de llevar la conversación hacía el obvio rechazo de la pequeña hacía él.
―Temo que hasta que no comprenda plenamente qué está pasando no va a aceptarte ―confesó con algo de molestia, debía conversar con Edie, pero no sabía cómo encontrar las palabras adecuadas―. Cuando estábamos viniendo preguntó si eras un mafioso.
―¿Y qué le dijiste? ―inquirió, levantando una ceja.
―Que no lo eras. Darryl tampoco cree que lo seas, aunque sólo porque no eres italiano, no sé de dónde saca esas cosas ―respondió negando con la cabeza.
―No parece muy convencida ―recalcó, aunque no se sentía particularmente ofendido. La niña parecía ser capaz de percatarse que algo no estaba bien a diferencia de su hermano mayor y no había nada de malo en ello.
Cuando Erik dejó su billetera y llaves sobre la mesa de noche como aviso de que pensaba alistarse para dormir, Abby se aseguró que la puerta que la separaba de sus hijos estuviera bien cerrada. No sólo debía de tener una conversación real con ellos, sino también con Erik, necesitaban aclarar un par de detalles para nada pequeños sobre qué era lo que esperaba de él si pensaba integrarse a sus vidas.
―¿Qué planeas hacer ahora? ―preguntó ella luego que ambos se cambiaran y se recostaran juntos.
―¿No es un poco tarde para preguntarme eso? Cuando me dejaste entrar asumí que no te importaba ―replicó con una media sonrisa, pero no le dio oportunidad a responder―. Charles ganó, no tiene sentido que insista más.
―¿De qué hablas? No es que quiera que dirijas una turba de mutantes descontentos, pero luego del discurso que soltaste…
―Eso fue antes que Raven me dejara inconsciente y Charles me controlara ―recalcó con algo de molestia―. Quizás es lo mejor ―murmuró pensativo. Horas antes, cuando estuvo haciendo sus compras en la ciudad pudo ver los encabezados en el periódico y parecía que Trask pasaría una larga temporada en prisión, eso debía ser un cambio importante para evitar el oscuro futuro del que Logan había venido.
―No suenas a ti.
―Han pasado muchos años, tuve tiempo para pensar.
―¿Lo de Washington fue una recaída entonces? ―cuestionó incrédula, Erik no podía haber decidido abandonar todo su sistema de creencias y miedos sólo porque Raven le quitó el casco y lo dejó expuesto.
―¿Sabes dónde estuve todos estos años? ―preguntó.
―No ―respondió, desviando la mirada―, ni siquiera sabía si estabas vivo.
―Bajo el pentágono hay una celda especial ―explicó sin ahondar en mayores detalles sobre su alojamiento―, los días simplemente pasaban hasta que un mutante me liberó. ―Prosiguió y por un momento su mente se enfocó en el joven y la posibilidad de que estuviera emparentado con él―. Charles y Hank fueron los que articularon el rescate.
―¿Charles?
―A mí también me sorprendió ―confesó, su viejo amigo era la última persona que esperaba ver en ese momento―. No fue por iniciativa de ellos. Otro mutante, con una historia fascinante, fue el que los instó a hacerlo.
No tenía razones para ocultarle a Abby el motivo por el que fue liberado, las circunstancias que lo llevaron a París o lo que propició su ataque en Washington. Nunca sintió que necesitara justificarse, pero quería que comprendiera las causas detrás de sus acciones e incluso la decisión de aceptar su derrota. Claro que tratar de explicar que todo inició por un mensajero de un futuro distópico iba a requerir mucha confianza y no sabía si luego de nueve años su esposa aún estaría dispuesta a dársela.
―Es una locura ―susurró Abby, tratando de procesar la información que acababa de escuchar―. ¿Esperas que te crea? ―cuestionó mirándolo fijamente―. ¿Le creíste? ―La expresión seria de él sólo significaba que lo había hecho.
―Tuve mis dudas iniciales y aunque no pedí detalles, ya que dudo hubiera podido dármelos, el que tú te replegaras al norte demuestra que hay cierta verdad. Vienes amenazando con eso casi desde que nos conocimos ―respondió con honestidad, esperando que no se le ocurriera preguntar por el destino de sus hijos, no tenía la respuesta―. Debo confesar que me sorprendió que realmente lo hicieras.
―Si lo que dices es verdad no debería sorprenderte tanto ―replicó Abby, aún indecisa sobre su capacidad de aceptar las palabras de Erik.
―Hay cosas que han cambiado, quiero creer que va a ser lo suficiente.
―¿Qué planeas hacer? ―repitió la pregunta que inició la conversación, aún no tenía una respuesta concreta.
―No lo sé ―admitió Erik dirigiendo la mirada hacia la puerta que separaba la habitación en donde dormían sus hijos―. Ganarme la confianza de Edie puede que ocupe buena parte de mi tiempo.
―Erik. ―Abby podía comprender que su esposo no tenía más intenciones de armar una operación pro mutante, pero quería escucharlo salir de su boca y no sólo asumirlo.
―Quiero quedarme con ustedes ―admitió, regresando la mirada hacia Abby―. Claro que no tengo idea qué haría, no es que pueda buscar un trabajo sin problemas como si tuviera experiencia previa. Además, soy consciente que mi presencia va a levantar muchas preguntas y cambiar el estilo de vida que llevan.
Abby sonrió y lo abrazó con fuerza, no le importaba tener que lidiar con que alguien se diera cuenta de alguna inconsistencia en su historia con tal que se quede con ellos.
―Gale te puede dar trabajo si realmente quieres ―bromeó, para luego darle un beso.
―Eso haría tan feliz a tu hermana ―replicó él cuando sus labios se separaron.
Notas de autora: Me costó, pero al fin pude terminar el capítulo. No es extremadamente grande, pero es un poco más extenso que los últimos que he escrito, así que espero que compense un poco la espera. Ya con esto puedo al fin decir que se reunieron de nuevo y esperemos que Erik no lo malogre hasta Apocalipsis al menos. ¿Prefieren a Darryl o a Edie? ¿Ambos? xD
Con esto fuera del camino me concentraré más en volver a darles sus momentos de pareja e intimidad, que con toda la carga mental que llevaban no estaba entre sus prioridades.
