Peace could be an option

Capítulo 57


Erik consiguió tener tranquilidad luego de la invasión de vecinos la noche del martes, ya que al día siguiente los únicos visitantes fueron su familia política y Phil. Aprovechó el tiempo en la importante labor de absorber lo más rápido posible la rutina que Abby había creado en su hogar. No era ideal en el sentido que no estaban yendo al colegio o al trabajo, pero aun así le servía para apreciar la personalidad de sus hijos y la forma en que interactuaban entre ellos o con su madre.

A primera vista Darryl no requería demasiado esfuerzo para ser entendido, pero no le tomó mucho para comprender que la dificultad con su hijo se encontraba cuando había que seguirle el paso. Abby era bastante hábil adelantándose a las ocurrencias del niño, pero incluso a veces se veía superada por los rápidos cambios de tema y su mente dispersa. Según lo que su esposa le explicó, Darryl parecía haber llegado a un pico de hiperactividad por la emoción de tenerlo en casa y esperaba que volviera a sus niveles normales pronto.

Su hija era una historia diferente. Donde el hermano mayor brillaba en espontaneidad y soltura, Edie tomaba la ruta opuesta, prefiriendo un perfil bajo donde pudiera observar en silencio a los demás. Abby le comentó que la pequeña adoraba tocar el piano y que era bastante buena, pero detestaba que otros estudiantes la miraran practicar, esa fue una de las razones por las que acabó aceptando el instrumento en casa. También no le pasó desapercibido que Edie quería saber más de él y que a pesar de ser joven no estaba satisfecha con lo que sus padres le ofrecieron por respuesta de los años de ausencia. La única razón por la que no expresaba el descontento era para no atraer la atención u ocasionar alguna fricción con el deleite de su hermano.

Pero, quizás lo más resaltante para Erik era que sus hijos parecían tener una relación bastante cercana a pesar de poseer personalidades tan opuestas. Darryl era disperso y aun así recordaba llevar a su hermana o al menos invitarla cuando se le ocurría ir a algún lado o comenzar un juego. Edie era capaz de predecir a su hermano mayor mejor de lo que Abby podía y solía estar preparada para acompañarlo o hacerle recordar que si pensaba ir a atrapar ranas al río necesitaba llevar una red y quizás un frasco.

Esa mañana, Erik había pensado en tratar de insertarse en la rutina matutina en lugar de ser un mero espectador, tenía cuatro días antes que sus hijos y esposa comenzaran a ocupar muchas de sus horas fuera de casa y debía sacar provecho. Sin embargo, sus planes de tratar de poner la mesa o incluso servir el desayuno se vieron truncados cuando se encontró con Abby revolviendo con furia el refrigerador.

―¡Darryl! ¡Ven acá en este momento! ―gritó ella cerrando de golpe la puerta― ¿Qué hiciste con las salchichas? ―preguntó enojada al verlo llegar corriendo con expresión despreocupada y el cabello revuelto.

―Las usé de carnada ayer cuando fui con Phil a atrapar ranas ―explicó con desfachatez―. No les gustaron, así que se las di a los peces.

Abby trato de replicar, pero sólo tartamudeó un par de palabras incoherentes, su cerebro era incapaz de comprender a su hijo en momentos como ese.

―Después de desayunar vamos a ir a reponerlas ―intervino Erik al ver que si Abby no llegaba a decir algo el niño terminaría por asumir que todo estaba bien.

―¿Tengo que ir? ―se quejó Darryl al escuchar a su padre―. Comprar es aburrido y la chica de los embutidos me odia desde que me comí todas sus muestras.

―La próxima vez no te lleves la comida sin preguntar ―respondió sin dejar de mirarlo. No se trataba de un niño irrespetuoso o malintencionado, simplemente no pensaba antes de actuar―. Ve a alistarte.

Darryl se retiró con un quejido, arrastrando los pies como queja ante semejante castigo.

―¿Estás seguro de que quieres llevarlo? Manejarlo estando solo…

―Es mi hijo ―replicó Erik un tanto extrañado ante el comentario―. Y aunque no tengo mucha experiencia con niños creo que puedo manejar a uno en una tienda por menos de una hora.

―Compra dos docenas de Bratwurst ―indicó ella, tratando de confiar en que Erik sabía lo que estaba haciendo.

―¿Bratwurst? ―cuestionó extrañado a la mención de una de las tantas salchichas de origen alemán.

―Eran para un estofado, a los niños les gusta.

―¿Ahora cocinas platos alemanes? ―preguntó tratando de disimular la sonrisa.

―A veces, y ya sé que no es necesariamente lo que tú comías. ―Estaba consciente que la comunidad judía tenía sus propias tradiciones luego que vivieron en Chicago por un tiempo―, pero en la escuela tuvieron la brillante idea de pedir que se llevaran platos típicos de la región de los padres. Ese día de milagro conseguí la carne para las hamburguesas de alce, pero Edie comenzó a pedirme cosas que tú hubieras comido.

―Sabes que consumes animales peculiares, ¿no? ―La primera vez que visitó la casa de sus padres, acabó en una parrillada con carne de búfalo.

―En Europa comen ciervo y no te veo cuestionando eso ―se defendió ella, provocando que él riera ligeramente.

―De cualquier manera, no es bueno que Darryl piense que puede andar lanzando la comida el río sólo por entretenimiento ―explicó, retomando una postura más seria―. Y no estoy cuestionando la educación que les has dado.

―Sabe que no debe, pero a veces siento que su cerebro acumula información y luego decide no usarla.

―No ha tenido necesidades grandes, que no es algo malo, pero no es excusa ―opinó él. Durante su infancia jamás se le hubiera ocurrido hacer algo así e incluso estaba seguro de que sus padres le hubieran dado una tunda como castigo a pesar de que los golpes no eran parte usual de su forma de educar.

Cuando terminaron el desayuno y luego de Abby repitiéndole treinta veces a Darryl que se portara bien y a Erik que no lo perdiera de vista, padre e hijo abandonaron la casa en el automóvil con dirección al supermercado. El descontento inicial del niño se esfumó cuando se dio cuenta que le tocaba estar completamente solo con su padre y podía acaparar toda su atención.

―Y una vez en las montañas mamá atrapó a un hombre oso en el aire ―contó Darryl con emoción moviendo las manos sin control―. Edie cree que era gato por el salto que dio, pero yo creo que era muy peludo para serlo ―opinó el pequeño―. No sé qué le pasó, mamá se lo llevó envuelto en nieve y ya no lo vimos más.

―¿Dónde estaban ustedes? ―preguntó ligeramente preocupado por el relato. Un mutante hostil podía sin dudas ser un peligro si tomaba por sorpresa a Abby, pero una parte de él no sabía si estaba escuchando los recuerdos de un niño o su imaginación.

―En la cabaña, mamá nos mandó ahí cuando el hombre oso se estaba acercando, creo que no sabe que lo vimos ―respondió y se cruzó de brazos―. Yo creo que fue su culpa que regresáramos antes de tiempo a casa.

―¿Tu mamá te entrenaba en ese lugar?

―Sí, para que pueda usar mis poderes sin que nadie me vea y aprenda a controlarlos.

Erik estacionó lo más cerca a la entrada que pudo y se dejó guiar por su hijo hasta la sección de embutidos. Ahí la muchacha que atendía le lanzó una mirada poco amistosa a Darryl cuando lo notó recorrer las tres vitrinas de la sección de un lado al otro, mirada que depositó sobre Erik cuando le dijo su pedido.

La joven abrió el gran escaparate desde su lado y casi mascullando se adentró. Las salchichas que Erik ordenó se encontraban en la parte más cercana a la vista de los clientes, obligándola a apoyarse en el borde para poder acceder a ellas debido a su corta estatura. Cuando le entregó las dos docenas de Bratwurst, Darryl se colocó junto a su padre y señaló un jamón en una posición casi igual de inaccesible.

Erik se dejó llevar en venganza de la actitud poco agradable de la muchacha. Podía comprar un poco para el desayuno del día siguiente y estaba convencido que tendría un buen sabor a mezquindad. Sin embargo, no fue capaz de prever a su hijo escabulléndose al otro lado de los escaparates y empujando a la joven dentro de la sección de embutidos, cerrando la vitrina y sellándola en un extremo con una ligera capa de hielo.

Lo irreal de la escena lo tomó por sorpresa y sólo logró actuar cuando los gritos de la muchacha trajeron a un par de sus compañeros de trabajo que lograron liberarla tras un ligero forcejeo. Sin esperar por el jamón tomó a su hijo de la mano, pasó por la caja dejando un billete de cinco dólares y prosiguió hasta llegar al automóvil. Tomó algo de aire y giró el rostro para ver a su hijo que lo miraba expectante.

―Jamás vuelvas a hacer algo como eso. ―Le tomó todo su autocontrol no explotar en ese momento―. ¿Cómo se te ocurre usar tus poderes para algo así? ¿Cómo se te ocurrió empujar a la muchacha?

―Los embutidos son blandos ―se excusó, no era como si fuera a hacerse daño―, y el hielo no iba a aguantar mucho ―explicó haciendo un puchero―. En la tele dijiste que ya no teníamos que ocultarnos más…

―¿Lo escuchaste? ―cuestionó Erik, tranquilizándose un poco―. Tu madre dijo que los mandó a sus cuartos antes del discurso.

―La señora Kravitz tenía el volumen muy alto.

―No me refería a cosas como esto ―replicó Erik y cerró los ojos, preguntándose qué era lo que su hijo había interpretado con sus palabras o qué tan profundo había llegado. Sin embargo, ese no era el momento para conversarlo―. Y no importa que haya dicho ese día, tu madre tiene razón, no puedes andar usando tus poderes, ¿entiendes?

―Sí, sólo quería que vieras ―asintió Darryl bajando la mirada.

―No puedes hacer estas cosas sólo porque sales conmigo.

―A veces lo hago con mamá, pero ella lo siente y lo detiene ―explicó en voz baja.

―¿Nadie lo ha notado? ―cuestionó extrañado.

―No entiendo ―dijo el niño elevando la mirada.

―Cuando usa su don para contrarrestar lo que vas a hacer, ¿nadie le pregunta por qué se mueve extraño?

―Mamá no necesita mover las manos para eso, sólo lo hace cuando estamos en las montañas y mueve cosas muy grandes ―aclaró el pequeño bajo la mirada atenta de su padre que se veía sumamente interesado.

―Yo no puedo detenerte como ella lo hace ―habló Erik tras unos breves momentos―. Si quieres volver a salir conmigo tienes que prometer no usar tus poderes en público ―pronunció las palabras con firmeza, pero en el fondo sentía como si estuviera rasguñando un pizarrón con las uñas.

―Lo prometo ―respondió Darryl de inmediato―. ¿Estás molesto?

―No, no realmente ―respondió, la verdad estaba más preocupado de que alguien los descubriera y luego verse en la necesidad de desaparecer testigos.

―¿Entonces no le vas a decir a mamá? ―preguntó con emoción y un brillo de alegría en sus ojos.

―No he dicho eso ―dijo al encender al auto―. Abby va a saber.

―¡No! No va a querer comprarme la tarjeta coleccionable de este mes. ¡Me voy a perder al Capitán América saltando del tanque Nazi! ―rogó de forma muy dramática.

Erik no respondió ante la mención tan relajada del partido político que arruinó su vida. Su hijo sobreviviría la pérdida de lo que en sus ojos era no sólo una tontería, sino además basado en una gran mentira. Jamás comprendería cómo alguien pudo hacerse un símbolo cuando nunca puso pie en alguno de los campos de exterminio. Steve Rogers liberó soldados y peleó contra el Tercer Reich, pero no fue quien abrió las puertas de Auschwitz, Majdanek o Treblinka.

. .

Tal y como Darryl predijo, cuando Abby se enteró de lo ocurrido se negó a comprarle la tarjeta coleccionable que tocaba, además no dejó que Phil lo visitara ese día o saliera a jugar y lo mandó a la cama sin postre. Normalmente ella se sentía mal si se veía obligada a reprenderlo por usar sus poderes, era injusto pese a ser necesario, pero en esa ocasión el castigo estuvo enfocado sobre la total falta de respeto hacía la muchacha de la tienda.

Luego de la cena recibieron una corta visita del oficial Clancy avisándoles que había recibido una queja contra Darryl, pero que sin testigos no pasaría de eso. Erik pudo notar que el hombre no parecía tomar el reporte con mucha seriedad e incluso estaba conteniendo la risa mientras les aconsejaba hablar con su hijo en caso realmente hubiera hecho algo.

―Hayden no se toma muy en serio las travesuras de Darryl, pese a que esto sobrepasa todo lo que ha hecho antes ―comentó Abby cuando se recostó junto a Erik en la cama―. Yo pensaba que iba a aprender a controlarse al ser amigo del hijo del sheriff, pero no, Hayden cree que es saludable que los niños sean traviesos.

―Quizás debería preguntarle si está contratando ―bromeó Erik, la ironía de alguien como él trabajando para la seguridad en Estados Unidos era sencillamente exquisita.

―No se te ocurra, seguro que te contrata ―pidió ella con terror.

―Gale me comentó que podría comenzar a trabajar con él la próxima semana si me interesa.

―¿Vas a aceptar? Cuando te lo sugerí no era para que lo hicieras, sólo era una idea.

―Necesito un trabajo y no me molesta―replicó con tranquilidad.

―Estoy segura de que puedes encontrar algo mejor ―agregó ella. No quería rebajar a su cuñado, pero Erik era un hombre bastante inteligente, hábil y ambicioso, pese a que esas características las había invertido de forma poco tradicional toda su vida.

―Carezco de los estudios para acceder a buena parte de las ofertas laborales más interesantes, pero insisto que no es un problema. ¿A ti te incomoda? ―preguntó dirigiendo la mirada directamente sobre ella.

―No, sólo… Pensé que quizás a ti te molestaría que yo estuviera enseñando en la universidad y tu ayudando a Gale ―explicó ligeramente incómoda al notar por primera vez la diferencia real entre la educación que tenían, incluso temía preguntarle si siquiera acabó el colegio pese a que dominaba varios idiomas y en general aparentaba ser una persona culta.

―No olvides la parte en que me molesto porque tienes estudios universitarios. ¡Ah! Y un PhD en proceso ―añadió con burlón, apoyándose sobre su codo cuando decidió girar en dirección a ella―. Que yo no haya decidido ocupar mi tiempo estudiando formalmente no quiere decir que haya algo malo con que tú lo hagas o que debas rebajarte a mi nivel.

―Hay muchas cosas que no sé de ti ―susurró con pena―. A veces hablo y me doy cuenta de que quizás debí tener más tacto.

―No es algo fácil de tener en mente y no me ofendo ―respondió pensando bien en la elección de palabras―. Mi vida no es algo sencillo de contar, ni algo que disfrute recordando, pero no tiene nada de malo que quieras saber. No tienes que hablar alrededor mío pensando en que soy de cristal, no vas a decir nada que me rompa ―explicó. Dudaba que pudiera indagar algo de su pasado al grado de hacerlo sufrir más de lo que ya había sufrido.

―No es tan sencillo preguntar y a veces me cuesta entender qué puede incomodarte ―explicó avergonzada por la poca experiencia que tenía al leerlo en ese aspecto.

―Tendrías que ser adivina o haberlo vivido ―dijo, no era su culpa no poder imaginar―. Las tarjetas de Darryl, por ejemplo.

―¿Steve Rogers? ―cuestionó sorprendida, asumía que el hombre debía de ser una figura querida por las personas que sufrieron bajo el régimen Nazi.

―Ustedes lo ven como un gran héroe ―comentó, conteniendo lo mejor que pudo un bufido―. Yo no creo en héroes, ni siquiera considero heroico al ejército rojo cuando liberó el campo. ―En su mente tenía claro que nadie lo salvó, si sobrevivió fue por la suerte de que los poderes políticos y militares llegaran en el momento adecuado―. Mi padre fue un héroe de guerra y al final eso importó poco, cuando decidieron que nosotros éramos el enemigo…

―No debí ―susurró ella encogiéndose un poco al sentir que era su culpa que todo eso estuviera saliendo a la luz.

―No, tienes razón en que deberías de saber más de mi ―interrumpió y con la mano le hizo una seña para que comenzara a satisfacer su curiosidad.

―¿Acabaste el colegio? ―preguntó en un tono suave, atreviéndose aceptar la invitación.

―No, pero mi madre se aseguró de seguir mi instrucción hasta la misma noche en que… ―Erik se detuvo en seco ante el recuerdo y optó por pronunciar su lugar de partida y no el nombre del infierno al que sería llevado―, hasta la noche en que tuvimos que dejar Varsovia.

―Perdón ―se disculpó al notar que si bien le dio una respuesta honesta no le era tan sencillo expresarse y que era imposible indagar en su infancia sin destapar recuerdos agradables―. Es sólo que es extraño que no sepa cosas tan básicas de ti, pese a que entiendo por qué.

―Deberías saberlas, aunque sea incómodo ―admitió y su mente comenzó a dirigirse a un espacio más moderno de sus recuerdos que sabía podían arruinar la relación con ella si afloraban sin control―. Más ahora que estamos empezando una vida juntos sin secretos.

―No se te vaya a ocurrir decirme todo lo que has hecho sólo para ver si me asusto y hago que te vayas ―pidió, temblando un poco al reconocer un brillo oscuro en los ojos de él.

―Lo que hice antes de estar contigo es una historia diferente, pero lo que hice estando contigo.

―Tengo una buena idea de qué hiciste ―aseguró cerrando los ojos y apretando fuertemente el puño que descansaba sobre el pecho de su marido―. No necesito los detalles sangrientos.

―Sabes una parte e imaginas un buen pedazo de lo demás, pero no puedes ir tan profundo como para comprender todo lo que soy capaz de hacer.

―Sé lo que puedes hacer ―aseguró con bastante convicción―. Los mutantes en Las Vegas y los hombres que estabas buscando ahí, la mutante en Riverside, los soldados en el hotel…

―Pero esos son los que tienen los detalles sangrientos ―recalcó con cierto pesar, una parte de él quería creerle cuando dijo que sabía hasta donde podía llegar―. Lo que tu mente completa sobre mí son las cosas grandes, lo que hice por los mutantes, no lo que hice de forma más discreta pensando en tu seguridad y la de Darryl ―confesó, notando cómo las cejas de ella se fruncían anticipándose a lo que escucharía―. Puede que haya sido suerte que nunca te asociaran conmigo, pero también tomé medidas para evitar que Wide Awake hablara con alguien que nos identificara.

―¿De qué estás hablando? ―se atrevió a preguntar, pero no pudo contener el tinte de temor en su voz.

―Para mí es sencillo crear eventos que parezcan accidentes y no levanten sospechas.

―¿A quién mataste? ―preguntó al ver que él no estaba hablando de forma directa.

―El hombre que nos casó, el que hizo la partida de matrimonio falsa y la mujer que te atendió luego de que naciera Darryl ―enumeró casi como si se tratara de un listado de compras. La expresión horror de su esposa ganó intensidad gracias a su absoluto silencio―. No podía arriesgarme a que llegaran a ellos y te mencionaran, dos sin dudas nos recordarían si alguien preguntaba y el otro me hubiera vendido sin pensarlo dos veces.

―¿Qué pensabas que iba a hacernos la pobre mujer? ―cuestionó Abby sentándose de golpe en la cama, tomando algo de distancia.

Wide Awake peinaría la zona y sin dudas mencionaría que estuvimos ahí, no podía permitir que sospecharan que existías o que teníamos un recién nacido.

Abby pensaba recriminarle, pero los recuerdos de la noche en que Darryl nació afloraron, recordándole las palabras de los hombres que la encontraron en el bosque: "¡Se están reproduciendo!". ¿Qué tipo de persona hablaba así al ver a una mujer embarazada? Quería gritarle a Erik, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta.

―Lo entiendes, ¿no? ―habló él luego de esperar que explotara y que nada ocurriera.

―No, no puedo entender cómo puedes ser tan paranoico ―susurró. No mentía, no podía meterse en la cabeza de Erik para comprender cómo era capaz de llegar a pensar que un grupo paramilitar acabaría interrogando a una viejecita que vivía en la mitad de la nada.

―Cuando quieren erradicar a un grupo no se van a detener sólo porque es complicado ir a tocar puerta por puerta.

―No son Nazis ―soltó con incredulidad ante la comparación tácita.

―Es cierto que no poseen la maquinaria para hacer un barrido de cada lugar, pero no te engañes, si hubieran nacido un par de décadas antes en Alemania es bastante seguro los colores que blandirían ―aseguró Erik y luego soltó un suspiro―. No tengo idea por qué se ha formado un aire de misticismo alrededor de ellos, como si hubieran sido especiales. Siempre escucho de los actos inhumanos que cometieron, pero no hay nada de inhumano en lo que hicieron, cada uno era una persona normal. Lo único resaltante es que sirvieron a un régimen que actuó rápido y con eficiencia.

Abby bajó la mirada, no podía mirar a su esposo de frente. No sabía si era repulsión por los actos generados por el miedo tan intenso que él llevaba consigo o si era vergüenza de su lado ante el privilegio de no tener la capacidad de imaginar los horrores que vivió siendo tan joven.

―Mi familia huyó de Varsovia con la promesa de ayuda para ocultarnos en una granja. La dueña del lugar nos vendió a las autoridades para que regresaran a su madre; entiendo que se la llevaron para que cooperara en caso algo así ocurriera ―narró Erik, tratando de no adentrarse en detalles―. Al final mi familia, la mujer y su madre terminamos en Auschwitz ―añadió, consiguiendo que Abby se horrorizara aún más―. Estoy dispuesto a cambiar, a controlar el impulso de no confiar, pero no hay nada que pueda hacer con mis acciones pasadas.

―Creo… ―susurró ella con incomodidad―. Creo que hubiera preferido que no me dijeras nada.

―De una u otra forma es mejor que sepas, lo último que necesitas es sorpresas si algo sale a la luz. ―Erik se sentó en la cama para acortar la distancia entre ellos, pero no se atrevió a tocarla.

―¿Por qué confiaste en mí al inicio? ¿Confías en mí? ―preguntó llena de dudas.

―Claro que confío en ti ―aseguró de inmediato, colocando una mano sobre el hombro de ella―. Hay gente en la que confío, aunque son pocos y temo que sólo contigo no llevo una relación antagónica. ―Charles y Raven eran las otras personas con las que sentía podía bajar la guardia hasta cierto nivel, pero en esos momentos era risible llamarlos amigos.

―No se te ocurra ser así de honesto con nuestros hijos ―pidió Abby dejándose caer y fijando la mirada en el techo de la habitación.

―¿Quieres que me vaya? ―preguntó él. No especificó se refería a la habitación o alejarse por completo de sus vidas.

―No.

―¿En qué piensas? ―indagó, el que no hubiera gritado o que aún lo quisiera ahí lo dejaba aliviado, pero a la vez confundido.

―En que hay algo muy malo conmigo ―respondió cerrando los ojos―. Sé que lo que hiciste es horrible, sé que no debería querer tenerte cerca de mí o los niños, pero…

―Eres una buena persona ―intervino Erik, viendo a dónde estaba dirigiéndose.

―¿Lo soy? ―cuestionó, dirigiéndole la mirada―. A veces me cuesta tanto dejar que Darryl salga y juegue como un niño normal, pienso que en cualquier momento algo podría pasar y cuando use mis poderes voy a tener al vecindario huyendo como si se hubiera abierto una puerta al infierno. ―Trataba de no imaginar demasiado lo que haría si alguien trataba de tocar a sus hijos, pero esos cortos periodos en que lo visualizaba la aterraban, ella no quería volverse lo que su mente dibujaba.

―Si algo pasara ahora yo me encargaría ―aseguró él recostándose para poder envolverla con sus brazos.

―No me hace sentir mejor ―dijo con amargura. El que Erik ya se viera condenado a ser catalogado de monstruo si alguien forzaba su mano, no significaba que ella estuviera dispuesta a aceptarlo o que la tranquilizara en lo más mínimo.

―Creo que arruiné el resto de días que tenías libres ―comentó tratando de aligerar el ambiente.

Abby sonrió ligeramente y negó con la cabeza. No era una noche para ser recordada con cariño, pero de alguna manera era liberador poder tener a alguien con quien hablar y a la vez poder tener acceso a una parte de Erik que siempre estuvo en silencio.


Notas de autora: Había más que pensaba poner en este capítulo, pero estas dos escenas se extendieron más de la cuenta y al final no quiero distraer la atención de ellas agregando más cosas. Darryl es una bala perdida que está sobrepasando la raya por tratar de brillar más en frente de su papá, es travieso, pero eso de andar empujando gente no es parte de su repertorio habitual. Erik no es fan de Steve Rogers o de que el mundo vea a los Nazi como si hubieran sido superhumanos y que por eso avanzaron tanto. No, eran gente normal haciendo cosas que cualquier humano tiene la capacidad de hacer, lamentablemente.

Los asesinatos de bajo perfil que Erik realizó son algo que Abby no imaginó jamás. El nivel de paranoia que uno debe tener para eso es infinitamente alto y ella no podía llegar a eso, aunque se esforzara, pese a lo que le ha tocado vivir con Erik, su vida en general ha sido buena y tranquila.