Peace could be an option

Capítulo 58


Darryl dejó de comer con entusiasmo sus Magic Puffs cuando se percató que algo no estaba bien esa mañana. Con una expresión preocupada dio una ligera patada en dirección a su hermana y la observó a espera de una confirmación. Edie asintió, también lo había notado, pero a diferencia de su hermano su sentido de alerta no estaba por dispararse sólo porque sus progenitores casi no habían dicho palabra alguna durante el desayuno.

―¿Van a divorciarse? ―preguntó Darryl con preocupación, elevando la voz y rompiendo el silencio de golpe.

―¿Divorciarnos? ―repitió Erik confundido.

―Nadie va a divorciarse ―aseguró Abby.

―No se están hablando ―insistió el pequeño, convencido que estaba viendo el inicio del final del matrimonio de sus padres.

Abby desvió la atención hacia Erik y soltó un suspiro. Era cierto que estaban más callados de lo usual, pero esperaba que sus hijos no se dieran cuenta, tampoco era como si fueran un par que parloteara de forma constante. La charla de la noche anterior la hizo despertar un tanto incómoda y podía sentir que Erik se encontraba igual, si no peor; desde que despertaron la había observado de forma intensa, casi como si estuviera esperando que de un momento al otro cambiara de opinión y decidiera botarlo.

―Tuvimos una conversación larga en la noche, sólo estamos cansados ―explicó Erik. No era una verdad completa, pero lo que discutía con su esposa en privado no era asunto de sus hijos.

―Pero…

―Hay muchas cosas que aún tenemos que conversar, eso es todo ―intervino Abby antes que la imaginación de su hijo siguiera desbordándose―. Su padre y yo no vamos a separarnos, ni estamos peleados.

Darryl torció el labio, indeciso si creerles o no. Si algo le preocupaba de sobremanera era la idea de que su papá volviera a desaparecer por cerca de otra década. Tomó un bocado de su cereal y decidió no insistir más por el momento, quizás de verdad sólo estaban cansados, ya lo conversaría con su hermana.

. .

Abby vio a sus hijos escabullirse al jardín trasero a media mañana, sabía que debían estar preocupados, pero no tenía nada que decirles que pudiera atenuar sus temores sin generar otros peores. Sin mucho que hacer decidió ir al estudio, una pequeña habitación al lado de la entrada, para ver qué estaba haciendo Erik; dudaba que su modesta colección de novelas de misterio o los tomos relacionados a su profesión fueran a llamarle la atención.

―Has publicado varios artículos ―comentó él al momento en que la notó, había estado revisando un estante que a primera vista tenía revistas científicas de diversos títulos en desorden.

―Todos son parte de mi investigación mayor o de alguna colaboración.

Erik sonrió al acordarse que estuvo presente cuando ella vio su primera publicación en una de las visitas que hicieron a Montana, pero su expresión se tornó seria cuando, a través de la ventana, distinguió al tío de Abby de pie sobre la acera. Sintió sus músculos tensarse ante lo que presagiaba como malas noticias, a pesar de que logró reconocer al hombre, la expresión cansada y atuendo desalineado no eran parte de la imagen que recordaba.

Maxwell no se mostró sorprendido al ver a Erik cuando su sobrina lo invitó a pasar y tras indagar sobre si los niños estaban presentes en casa en esos momentos, reveló que el motivo de su visita era para hablar con Magneto. Abby no sabía qué pensar al escuchar ese nombre salir de la boca de su tío, pero aun así se dirigieron a la sala para conversar.

―Creo que mi suegro necesitaba descargar la frustración con alguien ―comentó Erik con aparente calma, conteniendo con maestría el impulso de comenzar a interrogar al hombre.

―Richard no lo dijo específicamente, pero con lo que sabía no me costó rellenar los vacíos ―explicó Maxwell con la mirada baja.

―No entiendo por qué estás buscando a Erik ―dijo Abby preocupada, era la primera vez en que había visto al hombre sin una camisa perfectamente planchada.

―En realidad estoy buscando a mi hijo.

―¿Steven? ―preguntó ella incapaz de comprender.

―Escapó de casa luego de la transmisión en Washington ―confesó con pesar, cubriéndose el rostro con ambas manos.

―Tu primo es mutante. ―A Erik sólo le tomó un instante llegar a la conclusión.

―No seas ridículo ―intervino Abby, pero la expresión derrotada de Maxwell y la ausencia de una corrección la dejaron sin palabras.

―Lo que me interesa saber es por qué tuvo que escapar ―cuestionó Erik.

―Erik. ―Abby lo llamó en un susurro al sentir como el ambiente se tornaba tenso.

―Siempre tuvo todo lo que quiso, podía ir y venir dentro de la propiedad como gustara ―respondió Maxwell en voz baja―. Teníamos miedo de lo que haría, por eso la única regla era que no saliera.

―Tienes miedo de tu hijo ―increpó Erik poniéndose de pie, olvidando por completo que se trataba de un familiar de su esposa o que sus hijos estaban en el jardín y se acercarían si sentían que algo estaba ocurriendo en la casa.

―¡Erik! ―Abby elevó la voz y se colocó frente a él, tomándolo con fuerza de las muñecas.

―No lo entiendes, soñaba con que Steven fuera como Abby ―agregó Maxwell elevando la mirada―, pero siempre fue un niño problemático y cuando vio lo que podía hacer…

―¿No te gustó el don con el que nació? ―espetó Erik, pero no hizo intento alguno por soltarse del agarre de su esposa.

―Mató a su hermana y lo único que hice fue cubrirlo. ―Maxwell posó los ojos sobre su sobrina, viendo cómo la expresión de confusión regresaba―. Susan no murió en un accidente.

―Tenían ocho ―dijo Abby, soltando a Erik para poder girar―. Lo que sea que haya pasado fue un accidente ―aseguró, imaginando que su primo perdió el control de sus poderes debido a su juventud.

―He cubierto cuatro asesinatos para no perder al único hijo que me queda vivo.

―¿Cuatro? ―repitió ella comenzando a sentirse sumamente nerviosa.

―¡Lo disfruta! ―Explotó Maxwell sujetándose la cabeza con desesperación―. Cada uno de ellos, en los últimos años nunca dejó escapar la oportunidad de recordárnoslo.

―Necesito que me expliques que ha estado pasando ―pidió Abby acercándose al hombre, temiendo que se lastimara.

―¿Sabe quién soy? ―preguntó Erik desde su posición, más preocupado por las consecuencias de su identidad que el estado emocional del hermano de su suegro.

―No, no ―respondió Maxwell negando con la cabeza luego de haber gastado lo último de energía que le quedaba en su exabrupto anterior―. Nunca le dije nada sobre Abby o sobre ti.

―¿Por eso dejamos de verlo? ―indagó Abby. Tenía muy pocos recuerdos de su primo o de su melliza, fue cuando ella murió que sus tíos decidieron no volver a llevarlo de visita a Montana o que la familia fuera a verlos a Boston.

―No podía permitir que se les acercara, incluso antes de descubrir lo que es él ya disfrutaba haciendo daño a otros.

Maxwell narró con angustia cómo su hijo había desaparecido de casa seis días antes, dejando el cuerpo de una de sus empleadas tendido en la sala. Reprimiendo las lágrimas explicó que pudo escuchar los gritos finales de la pobre muchacha a través del teléfono; en el momento del discurso de Magneto había llamado a la casa para hablar con su hijo, presagiando que el mensaje podría detonar lo peor de él.

Trató de no justificarse, pero en lugar de comenzar con lo ocurrido con Susan o los poderes de Steven, inició con Thomas. El difunto primo de Abby era un poco mayor que ella, pero abandonó sus estudios de derecho y contra los deseos de sus padres se enlistó en el ejército, falleciendo en la guerra de Corea. La pérdida de su hijo lo dejó a él y a su esposa en un luto permanente que sólo se agudizó cuando Steven tomó la vida de su melliza con sus propias manos, no había forma de que perdieran en prisión al único hijo que les quedaba.

Steven siempre tuvo problemas, era un niño agresivo y nunca trató de siquiera ocultarlo. Peleaba constantemente en la escuela y en casa su actitud no mejoraba, Susan era víctima constante de las agresiones. Fue en una de esas peleas que sus poderes se mostraron por primera vez y en lugar de sentirse asustado o confundido los utilizó sobre su hermana. Luego de eso encontró un gusto particular por la sensación que le daba drenar la vida a otro ser humano, recordando de forma especial como la suave y delicada piel de su melliza desaparecía entre las pústulas y el calor.

―¿Papá sabía? ―preguntó Abby casi en un susurro.

―Nunca me atreví a decirle y Donna me rogó que tampoco lo hiciera.

―¿Él sabe de Abby? ―intervino Erik, apretando los puños con fuerza.

―No. Yo sabía que Abby era especial y pensé que quizás con el tiempo mi hijo… ―Maxwell no acabó la frase―. Steven es peligroso, si lo ven no dejen que los toque.

―¿Qué puede hacer? ―indagó Erik con genuina curiosidad.

―No estoy seguro, pero cada una de sus víctimas parecía que hubiera sido hervida, no es algo que tome un segundo en suceder ―explicó y cerró los ojos tratando de bloquear cómo su mente le recordaba lo que su hija debió haber sufrido―. Me preocupa Edie en especial ―agregó y se apresuró a terminar su idea al ver el rostro aterrorizado de su sobrina―. Steven trató más de una vez de asesinar otras niñas, dice que son sus favoritas.

―No viniste buscando a tu hijo ―acusó Erik tras unos instantes en que la sala quedó en silencio―. Tampoco viniste a advertirnos sobre lo peligroso que es, quieres que me encargue de él si me encuentra ―soltó asqueado, el hombre estaba optando por la salida cobarde.

―¡Es un monstruo! ―Maxwell se quebró en ese momento y las lágrimas escaparon sus ojos―. Debí haber hecho algo cuando aún era un niño, incluso antes de saber que tenía poderes, pero pensé que mejoraría y ahora… Ahora temo por lo que pueda hacer.

―Temes cargar en tu conciencia a la gente que pueda morir en sus manos ―replicó Erik elevando la voz.

―¡Suficiente! ―Abby volvió a colocarse frente a su esposo―. No sirve de nada discutir sobre quién tiene la culpa o qué se pudo haber hecho diferente.

―Él tiene razón ―habló Maxwell a pesar de la intervención de su sobrina―. Luego de Thomas pensamos que no podríamos tener más hijos, tratamos por años en vano hasta que nacieron los mellizos. Debimos ser más estrictos, pero dejamos que hiciera lo que quisieran pensando que con el tiempo aprenderían, Steven en especial.

―No hay mucha diferencia entre un asesino común y uno con poderes ―recalcó Erik sin empatía alguna―, pero créeme que alguien sacará provecho cuando se enteren de lo que hace tu hijo.

―Steven no sabe nada, Donna tampoco y yo no pienso hablar si es que me contactan ―aseguró Maxwell cuando se dio cuenta a dónde estaba tratando de llegar Erik con sus palabras.

―No necesitan tu permiso para contactar al resto de tu familia, es normal pensar que podría refugiarse con ellos.

―No saben cómo te ves ―intervino Abby dirigiéndose a Erik, tratando de ignorar la sensación de terror que estaba colándose poco a poco al imaginar que Wide Awake podría llegar a la puerta de su casa por culpa de su primo―. Asumiendo que algún policía venga no va a ser alguien que pueda reconocerte y no necesariamente va a ocurrir.

―El gobierno se encuentra enfocado en tratar de encontrar la posición más conveniente a todo lo ocurrido, hay un grupo fuerte peleando por mantener la cohesión y no hacer distinciones con los mutantes ―explicó Maxwell. En sus días tratando de encontrar a Steven, había usado a muchos de sus contactos intentando no revelar sus motivos reales, usando como excusa el deseo de información para tomar decisiones en sus inversiones en momentos de clara inestabilidad social―. Ha habido algunos choques entre gente que se opone, pero hasta ahora no se ha escuchado de casos de mutantes que hayan generado algún problema o que hayan sido perseguidos por atreverse a mostrarse abiertamente.

―Eso cambiará cuando haya sangre y estás seguro de que tu hijo es capaz de matar ―recalcó Erik.

―Hay mucha confusión en estos momentos y mi hijo no es capaz de elevar un estadio por los aires, no va a llamar la atención a ese nivel ―replicó en un instante, ignorando con quién estaba tratando o que en esos momentos era una visita―. Perdón ―se disculpó de inmediato al percatarse de lo que había dicho―. No sé qué hacer, para mí no ha sido una revelación absoluta la existencia de personas con poderes, pero jamás pensé que me vería en esta situación. No es sólo que Steven haya escapado o lo que pueda hacer, soy consciente que esto puede ponerlos en peligro a ustedes.

Abby se quedó en silencio, tratando de calmarse y pensar en qué debía de hacer o decir. Tenía miedo por sus hijos y Erik; sabía que su esposo estaba dispuesto a comenzar una nueva vida, pero si algo hostil se presentaba en la puerta no iba a hacerse para un lado. Hannah, Gale y sus sobrinos eran otra preocupación, vivían a menos de una cuadra y le aterraba imaginar que pudieran quedar en medio de una lluvia de balas y explosiones. Sin embargo, tampoco era capaz de ignorar la desesperación del hombre que tenía al frente, era su tío y lo quería lo suficiente como para no abandonarlo por completo a su suerte o resentirlo a pesar del error descomunal que cometió.

―Si Steven no aparece por cuenta propia o se hace ver no hay mucho que podamos hacer ―habló tras meditarlo unos momentos―. Nosotros no tenemos capacidad para buscarlo o llamar su atención ahora ―agregó acercándose a su tío―. Si viene aquí o logras averiguar dónde está puedo contenerlo para que hables con él, si eso pasa vas a necesitar tener una idea de qué hacer con él.

―Abby, tu primo es…

―Puedo contenerlo ―aseguró, notando la dura mirada de su esposo.

―¿Y cuándo decida que no quiere ser contenido? ―preguntó Erik. No dudaba de la habilidad de Abby, pero no podía quedarse al costado de él eternamente.

―Estoy segura de que ustedes dos habrán pensado en una solución que no implique reunir a la familia para un funeral ―respondió y dirigió la mirada hacia la mesa donde descansaba el teléfono―. Quizás hay alguien que podría ayudarte ―susurró, bajando la mirada con incomodidad: estaba a punto de buscar el teléfono de Charles en la guía de números para dárselo a su tío, pero se veía incapaz de ser ella quien lo llamara.

―¿Un amigo? ―preguntó Maxwell, notando el cambio en el tono de su sobrina.

Abby asintió y de soslayo pudo notar como Erik parecía haberse relajado un poco, era bastante obvio con quien pensaba contactar a su tío. Se disculpó por mandarlo a que se comunicara con un desconocido sin ser presentado de forma previa, pero llevaban años sin hablarse y era mejor enfocarse en Steven desde el inicio. Maxwell comprendió y no trató de indagar, si alguien podía ayudarlo a encontrar a su hijo no iba a ponerse exigente. Con un número de teléfono y la dirección de una escuela en el condado de Westchester, el tío de Abby se disculpó profusamente y luego se despidió.

―A tu hermana va a encantarle esto ―soltó Erik con una risa sardónica, sentándose de vuelta en el sillón cuando quedó solo con Abby―. Aunque dudo que Steven vaya a quitarme el puesto de su persona más odiada.

―No bromees ahora ―pidió ella, sentándose a su lado, con la mirada en el techo de la sala.

―Sabes que si tu primo aparece puede que el funeral vaya a ser necesario ―recalcó Erik, tratando de no sonar insensible, pero quería que Abby no se dejara llevar por esperanzas sin sustento.

―Lo sé, pero con Charles presente…

―¿Quieres que le lave el cerebro? ―cuestionó él un tanto sorprendido.

―No, no lo sé. Quizás no es tan malo como el tío Maxwell lo hace sonar.

―Debe ser peor ―opinó él, provocando que la mirada de ella se le clavara encima―. Los padres suelen disminuir los problemas que generan sus hijos y tu tío parece estar convencido que tu primo disfruta matando, hay poco que se pueda hacer con eso.

―Pero tú… ―Se sentía horrible por siquiera sugerir que eran similares, pero no pudo evitarlo.

―He asesinado a mucha gente y estoy dispuesto a no hacerlo más, pero no creo que sea el caso de tu primo ―explicó sin sentirse atacado por la comparación―. Nadie me obligó, yo decidí hacer justicia con mis propias manos y aunque creo que lo merecían no puedo decir que disfrutara matándolos o el proceso al que los sometí para conseguir información, sólo eran un medio para mis objetivos. De haber tenido un poder como el de Charles quizás mi lista de muertos sería bastante más reducida.

―Papá va a explotar cuando se entere ―susurró Abby negando con la cabeza―. Hace unos años falleció mi otro primo, el hijo de su hermana. Casi no tenían contacto luego de que mi tía y su esposo fallecieron, pero tanto él como mí tío estaban devastados en el funeral.

―¿La melliza de tu papá? Alguna vez la mencionó, dijo que su hijo fue a vivir con la familia de su cuñado.

―Algo de contacto tuvieron los últimos años; tuvo una niña, Madeleine, es de la edad de Darryl, pero nunca concretamos ninguna reunión para que se conocieran y no llevé a los niños al funeral ―explicó y dejó escapar aire con fuerza―. Luego de esto no creo que el tío Maxwell vaya a poder ayudarnos mucho.

―¿En qué nos tenía que ayudar? ―indagó Erik con verdadera curiosidad.

―Conseguirte papeles y esas cosas, conoce todo tipo de gente y podría hacerlo de forma legal ―respondió.

―No requiero ayuda de tu tío, puedo arreglar esos temas por mi cuenta ―aseguró, sintiéndose un tanto ofendido de que lo creyera incapaz de solucionar detalles de ese tipo o que pensara que no había comenzado a considerar sus opciones para aparentar ser un ciudadano con historial limpio―. Si no estoy equivocado no debes de haber tenido problemas con el acta de matrimonio que te proporcioné.

―No, nadie jamás me ha dicho que haya algo extraño con ella, se ve igual de real que la original ―asintió Abby.

―¿No quemaste la verdadera? ―preguntó Erik casi saltando de su lugar.

―No, me la llevé cuando nos separamos ―respondió y se apresuró en defenderse―. ¡Tú sabías que me la llevé!

―Asumí que ibas a quemarla, no que pensabas pasearte con ella por medio país ―replicó un poco exasperado―. ¿Dónde está?

―No te pienso decir. ―Era una tontería, pero la idea de deshacerse de ese trozo de papel le dolía.

―No me obligues a quemar la casa ―amenazó Erik, ese documento podía ser la ruina para ellos si alguien lo llegaba a leer.

―Di lo que quieras, sé que no lo vas a hacer ―replicó rodando los ojos ante la amenaza carente de fuerza―. Eres demasiado paranoico como para quedarte tranquilo a menos que veas el papel en llamas directamente.

―Debí de haberla quemado junto con el hotel ―agregó él frotándose las cejas.

. .

En los días que siguieron Maxwell llamó a su sobrina para informarle que había hablado con Charles en persona, pero que el telépata no pudo ofrecerle mucha ayuda inmediata a pesar de su buena disposición. Por lo que entendió, el hombre se encontraba en medio de las reparaciones a una máquina con la que podría localizar a Steven, pero que por el momento sólo podía mantenerse atento y confiar en que nada malo aparecería en los noticieros.

La televisión nacional había comenzado una curiosa campaña en donde la mutante de piel azul se estaba volviendo el rostro representante de los mutantes. El gobierno negaba tener gran conocimiento sobre la recién descubierta minoría e insistían que tenían informes de hechos aislados durante los últimos años, pero que nunca los asociaron a un grupo de personas o incluso jamás pudieron comprobarlos como reales. De forma contraria a Raven, las menciones sobre Magneto comenzaron a recortarse poco a poco, siempre era mencionado en el recuento de los incidentes, pero en cuestión de días parecía que lo habían vuelto una nota al pie de página.

Los únicos disturbios que llegaron a volverse noticia se centraron en Texas y Oklahoma, donde diversos grupos de pocos miembros se volcaron a las calles para dejar claro que pensaban pelear para defenderse de los mutantes. Entre discursos de odio y provocaciones, también se escuchaban gritos de conspiración que aseguraban que el gobierno sabía de Magneto por años e incluso lo recluyeron por un tiempo. Sin embargo, la mayoría de la población quería retomar su vida normal y concentrarse en mantener un frente unido contra los peligros provenientes por parte de la Unión Soviética.

Por su lado Erik había comenzado a trabajar con Gale en su empresa de construcción y gracias a su corto periodo en Chicago tenía suficiente conocimiento como para poder justificar su presencia como algo más que un simple favor que el jefe estaba haciéndole a su cuñada. No disfrutaba el trabajo, pero tampoco podía quejarse, el pequeño grupo era eficiente, amigable y ninguno de los integrantes trató de ahondar demasiado en su historia. Sin embargo, no podía quejarse, lo más estresante a lo que su nueva vida lo estaba exponiendo era a verse sometido a los tiempos de su esposa debido a que sólo contaban con un automóvil.

Esa tarde tenían a una cita con el médico para que Abby pudiera conseguir una receta y empezar a tomar anticonceptivos. La idea no terminaba de asentarle bien del todo, pero le constaba entender por qué; no es que quisiera más hijos y tampoco creía que se tratase de algún remanente religioso de su infancia. Quizás simplemente necesitaba tiempo para acostumbrarse a todo lo que podía implicar tener una vida familiar normal y hacerse la idea de que había formas accesibles con las que podían tomar control de cuánta decendencia tener.

Se estacionó en uno de los espacios cercanos a la biblioteca central de la Universidad de Maine a esperar, pese a que eso obligaba a que Abby tuviera que caminar un poco cuando la recogía. No había sido idea suya, aunque no levantó ninguna queja cuando su esposa se lo propuso, al menos así podía evitar verse acorralado por algún conocido de Abby que saliera a la misma hora que ella. Cuando lo presentó en su trabajo notó de inmediato que su presencia había alborotado el lugar y que iba a costarle mucho no acabar siendo interrogado si no se cuidaba.

―¿Me demoré mucho? ―preguntó Abby después de acomodarse en el asiento del copiloto y darle un beso.

―No, llegué hace menos de cinco minutos ―respondió él y le extendió el sobre con el pago que Gale le entregó al terminar el día de trabajo para luego encender el auto.

―¿Y esto?

―Gale prefiere pagar quincenal en vez de semanal

―¿Por qué me lo estás dando? ―insistió confundida.

―Tú manejas el presupuesto ―respondió enarcando una ceja sin quitar la vista del camino. Jamás se le hubiera ocurrido quedarse con el dinero, asumía que era lo normal que quien se encarga de la casa y los gastos viera las finanzas a ese nivel o al menos así había crecido con sus padres―. En Chicago también te entregaba el dinero.

―Lo sé, pero ahí yo estaba todo el tiempo en la casa.

―Me ofrecería a ser yo quien lleve el presupuesto si es que te molesta hacerlo, pero estoy seguro de que la casa y nuestros hijos no estarían muy contentos por un par de meses ―añadió, no era sólo pagar servicios y comida.

―No, está bien ―asintió, guardando el sobre en su cartera―. Y en Chicago sólo manejaba lo que tú ganabas, no el resto de tu dinero.

―¿Quieres hablar de eso? ―preguntó con una sonrisa de medio lado―. Puede que aún sea capaz de acceder a buena parte sin que nadie lo note.

―No se te ocurra ―replicó ella negando con la cabeza―. Además, no lo necesitamos.

―Podría ser un buen fondo para la universidad de Darryl y Edie ―insistió Erik divertido―. O podríamos comprar otro auto; no te quejas, pero sé que debe incomodarte tener que coordinar conmigo todo el tiempo.

―No gracias ―aseguró riendo un poco―. No necesitamos ese dinero, pero creo que ir a ver autos no es una mala idea, sólo lo había estado evitando por Lindsay.

―¿Qué tiene que ver ella?

―Su esposo, Jerry, maneja el concesionario de autos ―respondió y soltó un suspiro―. Cuando compré este se la pasó visitándome todos los días por una semana para asegurarse que todo estuviera bien, le aterraba que me quejara con su esposa.

―Deberías haber sido más amable con el hombre ―comentó riendo un poco. El día que conoció a casi todo el pueblo, Jerry llegó con Lindsay al final de la reunión y la mujer no dejaba de ordenarle que hacer.

―Podemos ir a la salida del médico ―ofreció ella.

―¿Tienes algún modelo en mente?

―Quizás, pero no sé si Jerry tenga uno o pueda conseguirlo ―respondió con una gran sonrisa en el rostro.


Notas de autora: El primo Steven va a ser un dolor de cabeza a futuro (pueden leer sobre el en mi one-shot "monstruo"). El otro primo que se murió es el abuelo de un personaje canon de las pelis y decidí mencionar un poco en qué va ese lado de la familia. La pequeña Madeleine se apellida Bass, pero ese es su nombre de soltera ya casada es Drake.

Ha sido un capítulo que empezó un poco tenso, pero se fue desinflando. Las cosas siguen moviéndose en el mundo, aunque Erik haya decidido asentarse, y por más que aún haya cierto aroma a peligro, la vida continua y cosas simples tienen que ser atendidas. Tener libertad para movilizarse en USA debido a las distancias y pésimo transporte público te obliga a comprarte auto y como los dos trabajan en sus propios horarios pues necesitan el extra.

¡Feliz Navidad! Espero que, pese a que el 2020 no ha sido el mejor año, puedan disfrutar las fiestas (con las medidas de seguridad en su sitio) con suerte para mediados del 2021 las cosas comienzan a volver a la normalidad.