Peace could be an option
Capítulo 64
Erik abrió los ojos de golpe, encontrándose bajo una fuerte iluminación artificial y envuelto por un potente olor a químicos. Sin moverse, trató de inspeccionar su situación, percatándose que se hallaba en el interior de una pequeña celda con gruesas paredes de vidrio. Distinguió a su esposa sentada en la celda contigua, pero ella tenía la atención dirigida hacia las sombras de la habitación que contenía las jaulas donde habían acabado.
Tomó la decisión de ponerse de pie, sintiendo como su cabello rozó contra el techo de la diminuta prisión. Abby le dirigió la mirada por un instante, pero sus ojos volvieron de inmediato a fijarse con intensidad en la penumbra, donde el suave tinte intermitente de dos puntos rojos revelaba que alguien se encontraba con ellos.
―Debo disculparme por el alojamiento, no esperaba tenerlos aquí tan pronto.
La voz masculina con acento inglés habló desde las sombras. Sin embargo, no transcurrieron más de unos segundos antes que las potentes luces sobre las celdas disminuyeran su intensidad y permitieran a la pareja recluida apreciar el espacio que los contenía.
Abby dejó escapar un suave gruñido cuando notó que su captor era un hombre de piel muy blanca y dientes afilados, vestido de azul, con el accesorio más ridículo que jamás hubiera visto: una capa larga hecha girones, que por algún motivo se mantenía erguida unos centímetros sobre los hombros antes de caer hasta el suelo. Detrás de él, se podía distinguir las paredes angulares y cobrizas de una caverna e incluso la presencia de unas grandes raíces carnosas que parecía estaban abriéndose camino desde el suelo.
―Es un placer poder al fin estar en la presencia de Magneto ―habló nuevamente el hombre, acercándose hasta quedar a un metro en frente del mutante al que se dirigía ―. Aunque debo admitir que, tras los eventos en Washington, no esperaba que alguien con un discurso tan potente decidiera recluirse.
―¿Quién se supone que eres? ―cuestionó Erik apretando los puños en un intento por tomar control de algún metal cercano.
―Nathaniel Essex, no creo que sea un nombre que reconozcas, aunque sé que tienes amistad con Charles Xavier, sin dudas él debe estar familiarizado con mis viejas publicaciones ―respondió, bajando la mirada para enfocarse en las manos de Erik y sonreír ante la ausencia de una ofensiva en su contra―. Tengo que decepcionarte, no voy a ser apuñalado por ninguna viga de metal, pese a que estemos rodeados por una cantidad razonable de ellas.
―¿Con quién trabajas? ¿El gobierno? ―indagó Erik.
―No. Soy un investigador independiente, jamás permitiría que mi trabajo acabara cual atracción principal de circo como lo hizo Trask ―respondió señalando a una pequeña apertura al centro del techo de las celdas. Ese punto, que se encontraba conectado a una tubería plástica, desde donde el olor a químicos que llenaba las celdas era más evidente―. Mi propósito es distinto por supuesto; no busco destruir los avances de la evolución humana, sólo deseo perfeccionarlos.
―Tienes una manera curiosa de demostrarlo.
―No es un efecto permanente o que vaya a dañarlos, pero comprenderás que debo velar por la seguridad de mis instalaciones, son considerablemente más frágiles que un estadio.
―Esto pudo haberse evitado ―intervino Erik, tratando de serenarse―. Si tu propósito no es dañar a otros mutantes esta celda es completamente innecesaria.
―Perfeccionar una especie no es un camino sencillo ―aclaró Essex―. Debes recordar que me encuentro en compañía de una vieja conocida tuya y sé que no distingues entre la verdadera evolución y los experimentos fallidos.
―¿Qué hiciste con los niños del orfanato? ―preguntó Abby, las palabras le recordaron a Fabián y el desprecio que tenía contra Leslie o Thomas por no poseer dones llamativos o útiles en combate.
―Doctora Stirling, sería más importante indagar por lo que planeo hacer con ustedes ―respondió el hombre, sonriendo de forma en que sus afilados dientes quedaron completamente visibles―. La realidad es que pocos mutantes poseen poderes que valga la pena señalar como una verdadera evolución de la raza humana. Más aún, contados son los que han dado el paso de combinar sus genes de forma natural. Mi trabajo busca replicar esto para luego mejorarlo, tener individuos base adecuados me es sumamente útil.
Essex se quedó en silencio y dirigió la mirada hacia la entrada del área de las celdas desde donde el sonido de varias pisadas los interrumpió. Emma Frost se acercó encabezando un grupo de cuatro hombres idénticos, incluso en sus vestimentas, que llevaban a Alex Summer inconsciente. Sin mucho cuidado lo depositaron en una celda al lado de la de Erik tras abrirla usando su palma sobre un tablero a unos metros.
―Siniestro, debiste avisarme que habían despertado. No era mi intención interrumpir, aunque Alex requería un descanso luego de nuestra charla. ―habló la mujer, sonriendo suavemente antes de dirigirse a Abby―. No esperaba volver a verte, comprenderás la sorpresa que tuve cuando reconocí tu nombre en la lista de participantes del simposio.
―No sabía que te interesaban las ciencias ―replicó Abby.
―Emma es una gran ayuda ―intervino Essex―. Mi trabajo requiere de mucho compromiso como para ausentarme asistiendo a eventos, pero aun así es importante estar al día con los avances que puedan presentarse ―explicó.
―¿Qué tenemos que ver nosotros en esto? Dudo que quieran una exposición en glaciología ―interrumpió Erik, tenso con la inesperada presencia de Frost.
―Deseaba contactarte luego de Washington, pero parecía que habías desaparecido del mapa. Sabíamos que el gobierno, Wide Awake, los purificadores o la ridícula iglesia de la humanidad tampoco sabían de tu paradero y honestamente estaba intrigado en averiguar qué estabas planeando ―respondió Essex con bastante ánimo.
―¿La iglesia de la humanidad? ―cuestionó Abby ante el nombre.
―No quieres saber de ellos ―intervino Emma―, en el gran esquema de las cosas son intrascendentes. Su única utilidad son sus redes para localizar mutantes, algunas veces dan con especímenes interesantes, como tu primo.
Las palabras de Emma captaron de inmediato la atención tanto de Abby como de Erik.
―Ah, Steven. Mucho potencial, pero tan poco control ―agregó Essex―. No estaba muy interesado en él, hasta que Emma logró hacer la asociación hace unas semanas. No sólo es una prueba de que la mutación en tu familia tiene ciertas inclinaciones, lo que deja en duda el mismo término, pero saber de la existencia de un niño con la mezcla de esos genes y los de un mutante como Magneto…
―No metas a mi hijo en esto ―interrumpió Erik, clavando la mirada sobre el otro mutante.
―Sería una pena mantenerlo alejado de sus padres ―comentó Essex negando con la cabeza―. No esperaba que el plan luego de azuzar a las masas fuera retirarte a vivir en familia. Una acción muy por debajo de mis expectativas, pero como ya había mencionado, lo más importante al final son los genes y ahí estoy por mucho satisfecho.
―No esperen un rescate por parte de su amigo telépata. Rediseñamos el lugar con ayuda del casco que tomaste de Sebastian ―advirtió Emma con una sonrisa de superioridad―. Siempre pensé que se trataba del material, pero resultó que la resistencia mental se da por el diseño.
―Por eso Charles no pudo sentir a Steven todo este tiempo ―habló Erik, clavando la mirada sobre la rubia―, hasta que lo permitieron.
―Siempre tan perceptivo ―afirmó Emma―. No le presté atención al apellido de Steven inicialmente, pero cuando vi la lista de participantes al simposio, con Abby entre ellos, pude hacer la relación. Sabía que debían haber tenido algún tipo de contacto y era una forma de encontrarte. Tremenda sorpresa me di cuando vi que estabas acompañándola al evento.
―Nos ahorraron mucho tiempo, pero también nos pusieron en una posición complicada, no sólo teníamos que albergar dos mutantes con habilidades fuertes en lugar de uno, sino que el Sr. Summers vino de sorpresa ―agregó Essex con humor―. Pero por ahora deberán de disculparme, tengo asuntos urgentes que atender, espero puedan encontrar algo con qué entretenerse hasta nuestro próximo encuentro.
―Y no se preocupen, pronto serán una familia reunida ―agregó Emma, manteniendo la mirada sobre Erik a espera de alguna respuesta, pero al no recibirla decidió retirarse detrás de Essex―. Recuerda dispensar el gas antes que nuestro huésped despierte ―añadió de mala gana, sin siquiera voltear, dirigiéndose a los cuatro hombres idénticos que se habían mantenido en silencio a un lado de la cueva después de depositar a Alex en la celda.
―¡Sí! ―respondieron al unísono, previo a mascullar algo en voz muy baja y dispersarse por un área de la cueva donde parecía había unas válvulas―. ¿Y cuál de estas era?
Abby dirigió una mirada desesperada en dirección a Erik, pero él no dio respuesta al pedido silencioso por una salida. Sólo habían mencionado a Darryl, incluso sin nombrarlo, y no sabían que estaban viviendo como una familia normal; eso significaba que no los habían tenido bajo vigilancia, incluso desconocían de la existencia de Edie. Pero estando recluidos eso no les serviría como ventaja, era cuestión de días o incluso horas para que sus dos hijos acabaran en esa prisión.
―Mencionó que Charles podía conocerlo, ¿tienes idea por qué? ―habló Erik tras varios minutos.
―No realmente ―respondió Abby, confundida por la inesperada pregunta, dudaba que eso fuera a ayudarles de alguna manera―. Recuerdo el mismo nombre de la tesis de Charles, este debe ser algún descendiente.
―Dijo que debía conocer alguno de sus viejos trabajos.
―Charles escribió todo un apartado citando a un Essex obsesionado con la selección natural de Darwin y cómo podía aplicarse a seres humanos―ahondó, sintiendo un escalofrío, recordaba esa sección bastante bien por el conjunto de ideas extremas―, pero el hombre era un inglés de la era Victoriana.
―Hay mutantes que pueden expandir su vida y Essex no se ve particularmente joven.
―Parece un vampiro muy mal vestido ―opinó ella, bajando la mirada―. Puedo sentir el agua recorriendo las tuberías, incluso la concentración dentro de las raíces en las paredes.
―Pero no puedes controlarla, lo sé.
―Erik… ―llamó ella en voz baja, acercándose a la pared de vidrio que los separaba.
―Tenemos que enfocarnos en salir ―dijo, revisando con la mirada el techo de su celda, el lugar donde estaba conectada la tubería que debía dispensar el gas que estaba bloqueando su don.
―¡Erik! ―Abby levantó la voz. Claro que quería salir de ese lugar para poder ir por sus hijos, pero necesitaba calmarse, escuchar que podían hacerlo, que no sería una labor imposible.
―Voy a arreglarlo ―aseguró él, colocándose frente a ella pese a que estaban divididos por el vidrio.
―¿Arreglar?
―Esto es consecuencia de Washington.
―No seas ridículo. Con Emma y mi primo aquí las cosas hubieran sido igual.
―Nunca debí haber liberado a Emma ―soltó en un momento de frustración, golpeando el vidrio con el puño, al sentir la carga de la culpa colándose en sus pensamientos―. Necesitamos encontrar una manera de escapar, eso es lo único que importa en este momento ―insistió con urgencia, alejándose.
Encontrarse encerrado en el laboratorio de un científico loco era una situación que no deseaba repetir luego de su infancia y era exactamente donde había acabado. Además, estar en una celda que dispensaba un gas que bloqueaba su poder era demasiado cercano a otro de los horrores que presenció de chico. Sin embargo, era capaz de soportar el embate de sus malas experiencias pasadas, el problema era que ya no se trataba sólo de él, su familia estaba en peligro y todo por las consecuencias de sus acciones. Antes había sido muy joven como para poder hacer algo cuando lo separaron de sus padres, pero no dejaría que nadie le volviera arrebatar a su familia.
En ese momento una nube blanquecina llenó la celda de Alex a la vez que los cuatro hombres idénticos que lo depositaron ahí vitorearon al unísono. El evento captó la atención de Erik, que no dudó en acercarse al vidrio que lo separaba del joven para observar con atención y notar lo rápido que el gas se diluía en el ambiente pese a estar contenido.
―A ustedes les toca en una hora ―habló uno de los cuatro, dirigiéndose a la pareja encerrada―. No crean que van a poder escapar, nadie escapa ―añadió riendo un poco, a la vez que los otros tres hombres idénticos caminaron hacia él, chocando y fusionándose hasta que sólo quedó el que habló.
Varios minutos transcurrieron hasta que Alex comenzó a moverse. El joven soltó un gruñido y llevó las manos a su cabeza, dejando claro que la charla a la que Emma se refirió debió haber transcurrido en buena medida con ella presionando su presencia sobre la mente de él.
―Esta es una muy mala broma ―masculló cuando abrió los ojos y notó a Erik observándolo con detenimiento.
―¿Esperabas a Charles o Hank?
―No realmente ―respondió y con esfuerzo se puso de pie, notando que en la celda que seguía de la de Erik estaba Abby―. ¿Sigues con este tipo? ―cuestionó, elevando una mano como saludo.
Abby se sintió nerviosa de improvisto. En su tiempo en la mansión de Charles nunca se acercó mucho a los otros mutantes, pero podía decir que tenían una relación cordial. Estar cerca de Alex despertaba sentimientos de incomodidad, la decisión de irse con Erik en Cuba y dejarlos varados en una playa era un tema no resuelto que cargaba por una década.
―¿Puedes usar tus poderes? ―indagó Erik.
―No, es por el gas. No es muy efectivo en espacios abiertos, el efecto se pierde rápido, por eso nos tienen en estos escaparates.
―¿Qué quería saber Emma? ―preguntó Erik.
―Sobre la mansión y la escuela, estaba muy interesada en eso.
―Supongo que no tienes algún plan de escape en el que quieras añadirnos.
―Aún no, pero Charles sabe dónde estamos ―aseguró Alex, masajeando su cabeza―. Si te sirve de algo, creo que nos encontramos bajo tierra, quizás en una de las viejas minas de la zona. ¿No puedes controlar algo de lo que extraían?
―También estoy afectado por el gas, en caso no lo recuerdes ―contestó Erik―. Aunque eso podría darme una ventaja mayor cuando el efecto se vaya.
―No te va a servir ―intervino Abby―. De esta zona extraían arena, esquisto y grava, nada de eso tiene un contenido metálico especialmente alto. Además, no creo que estemos en una mina, esos materiales se extraen a tajo abierto.
―¡Hey! Dejen de cuchichear ―gritó el hombre que Emma dejó encargado de dispensar el gas―. No hagan nada gracioso o van a acabar como comida para peces ―amenazó, inflando el pecho con confianza.
―Dudo que eso vaya a complacer a tu amo ―replicó Erik, notando el miedo del mutante ante la mención de Essex.
―¡Estaría muy complacido si él da la orden! ―rebatió, acercándose hasta quedar frente a la celda de Erik―. ¿Crees que eres fuerte? No tendrías tiempo de reaccionar contra mí.
―¿Por tus duplicados? ―asumió Erik, mostrando una sonrisa burlona que de inmediato provocó que el mutante generara una docena de copias.
―Esto es sólo una muestra ―bramó el original―. De qué sirve levantar estadios si eres un blanco fácil ―agregó, mezclándose con sus clones.
―Abre la celda y podemos comprobar si soy un blanco fácil ―ofreció Erik.
―¿Crees que soy idiota? Sé a lo que estás jugando ―dijo de inmediato, volviendo a fusionarse con sus copias.
Abby no comprendía que había tomado posesión de Erik para provocar al mutante que estaba haciendo de guardia. Sabía que debía estar desesperado y dispuesto a probar cualquier alternativa, pero acabar masacrado a golpes por una docena de hombres no iba a ayudarlos. Sin embargo, tras ese pequeño incidente, su esposo se quedó en silencio, sentado en medio de su celda con la mirada dirigida hacia un punto distante de la cueva donde ella no podía percibir nada interesante.
Cuando estaba por cumplirse la hora anunciada para otra ronda de gas, Erik se puso de pie y extendió su mano derecha.
Tanto Alex como Abby se sorprendieron, pero en lugar de ver la caverna colapsando ante la presión del metal cercano, sólo se sintió un ligero temblor y el chirrido proveniente de algunas vigas o tuberías tratando inútilmente de liberarse de las paredes.
―¿Cómo hiciste eso? ―cuestionó el guardia visiblemente asustado―. No, no. Recién va a cumplirse el tiempo ―agregó, corriendo con desesperación a las válvulas.
Erik maldijo y consiguió forzar una tubería para que golpeara al hombre en el brazo, haciendo que perdiera el balance. Tres copias del guardia se generaron al instante y dibujaron una sonrisa de confianza al encontrarse con una versión debilitada de Magneto.
Abby observó la escena y decidió sumarse; sí Erik tenía cierto grado de control, ella también debía encontrarse en el mismo estado. Brotando de la tubería rota, un poco de agua comenzó a acumularse y sin perder el tiempo la utilizó para generar una fina capa de hielo que imposibilitó a las copias y el original retomar su camino para dispensar el gas.
―Bloquea las válvulas ―indicó Erik mirando de soslayo a su esposa.
Abby asintió y con mucho esfuerzo logró mover el agua para crear una capa de hielo sobre las válvulas, impidiendo que pudieran ser utilizadas.
Erik aprovechó la distracción y cambió su estrategia, no se encontraba en capacidad de controlar grandes cantidades de metal, pero sí podía dominar objetos más pequeños si lograba dar con ellos. Las vigas que recorrían la caverna eran demasiado sólidas y pesadas, pero los pernos sosteniendo las uniones de las tuberías eran del tamaño perfecto.
―Mierda, Emma va a volver a gritarme ―se quejó el desesperado carcelero, tratando de huir por la entrada de la caverna mientras sus copias aún intentaban acercarse a las válvulas.
El hombre no llegó lejos, un par de pernos salieron volando en su dirección como si se tratara de proyectiles. Los impactos hicieron que callera al suelo dejando escapar un quejido ahogado. Como precaución Erik no perdió tiempo y repitió la operación contra las copias.
―¡Erik! ―gritó Alex al percatarse que los pernos no habían sido sólo para inhabilitarlo.
―No podemos arriesgarnos ―respondió ante lo que sabía era una queja por sus acciones.
La discusión no llegó lejos ya que ambos notaron el cadáver del guardia siendo arrastrado por el suelo sobre una capa de hielo. Abby estaba dirigiendo el cuerpo hacia el tablero que fue usado para abrir la celda de Alex. La mano del hombre se encontraba rodeada por una esfera de hielo que al llegar a su objetivo lo elevó como si se tratara de un muñeco.
―Eso es perturbador ―comentó Alex.
Abby ignoró las palabras y siguió concentrándose. Levantar el peso de un cuerpo nunca le había sido tan difícil, no podía esperar para salir de esa celda y que el efecto del gas disminuyera con más velocidad. Llevando más agua hasta la muñeca del otro brazo del hombre, controló los movimientos para tratar de presionar la palma contra el tablero, pero necesitaba un control mayor para poder extender los dedos. Con un gruñido exasperado dejó caer el cuerpo.
―Podemos esperar a que mis poderes regresen ―opinó Alex, con su don reventar la celda no requeriría mucho trabajo.
―No sabemos cuánto va a tomar y qué tanto ruido vayas a generar.
Abby tomó aire y volvió a enfocarse, necesitaban salir para poder ir con sus hijos. Un cinturón de hielo sujetó al hombre a una altura adecuada como si se tratara de un andador, así no tendría que cargar con el peso del cuerpo y podría concentrarse en manipular la extremidad. Con cuidado envolvió nuevamente la muñeca con hielo, pero desde ahí generó pequeños hilos de agua que rodearon los dedos para extenderlos. Trató una vez, pero al tener agua de por medio la palma no fue reconocida.
―Expande la mano y déjala caer ―aconsejó Erik al ver lo cerca que estaban de poder abrir al menos una de las celdas.
Si bien no era una mala idea, Abby ya se había cansado de dejar las cosas a la suerte con los intentos iniciales. Con los dedos en posición extendida congeló una capa de hielo que cubría la parte superior que no iba a ser escaneada y lo aseguró enterrando el agua congelada debajo de las uñas.
Erik notó la acción y observó con cautela a su mujer. Debía estar bastante desesperada para estar manipulando un cadáver y tratarlo de esa manera sin ningún tipo de problema. En ese instante era algo útil, pero sabía que cuando regresara la calma Abby tendría muy malos recuerdos de sus acciones.
―¡Listo! ―anunció Alex, presionando la puerta de su celda para salir―. Dejen que vea como abrir las suyas ―agregó, avanzando hasta el panel y tratando de ignorar el cuerpo que acababa de caer al suelo.
En cuanto Erik y Abby lograron respirar el aire sin el pesado olor a químicos del exterior, comenzaron a sentir que retornaba el control sobre sus dones.
―Voy a asumir que tampoco tienes idea de la ruta de salida ―habló Erik dirigiéndose a Alex.
―No, me trajeron inconsciente ―asintió, antes de fruncir las cejas―. ¿Qué vamos a hacer con tu primo? ―preguntó mirando a Abby que no supo qué responder―. ¿Estamos aquí para rescatarlo? Charles me contó que es peligroso y que tuviera cuidado, la idea no era hacer contacto a menos que fuera necesario.
―En este momento no sabemos si Steven fue capturado o si está aquí por voluntad propia ―dijo Erik dirigiendo la mirada a la salida de la prisión―. Supongo que cuando nos lo crucemos nos enteraremos.
Notas de autora: Esta vez no me tomé tanto tiempo en continuar, esperemos que pueda seguir así. Tengo ya escritos los siguientes dos capítulos, solo necesito betearlos y el que sigue de esos está en proceso de escritura.
Hace mucho que quería poner a Siniestro, aunque sea para un arco de historia pequeño, es una pena que en las películas nunca lo hayan usado, sólo mencionaron el nombre de Essex y ya. También extrañé escribir a Emma y pese a que no voy a enfocarme sobre ella, por ahora anda con Siniestro que salvando diferencias tiene una perspectiva de superioridad con la que comulga.
