Peace could be an option

Capítulo 65


El canto de Roberta Flack interpretando Killing me Softly fue interrumpido de golpe, la cinta del cassette se había enredado cuando Alexis trató de rebobinar a su parte favorita. Zoe gritó con horror cuando su hermana abrió apresurada la casetera y la cinta escapó casi como una serpentina de cumpleaños.

Las gemelas se encontraban en la sala de la casa de sus primos, estaban ahí para cuidarlos mientras sus padres llevaban a Vincent, su hermano menor, a una revisión con un doctor en Bangor luego de que acabara con el brazo enyesado días atrás. La ciudad se encontraba a media hora de camino, pero su madre aprovecharía para hacer unas compras que tomarían tiempo, así que les tocó quedarse en caso algo ocurriera.

Darryl asomó la cabeza hacia la sala al escuchar el barullo de sus primas, pero cuando vio que todo el drama era por una cinta decidió retomar su asiento en la mesa de la cocina y enfocarse en asuntos más importantes. Con las vacaciones de verano, Sears había mandado un grueso catálogo para promocionar sus artículos y junto con su hermana y Phil se encontraban revisándolo.

―¿Crees que mamá vaya a comprarnos bicicletas nuevas si pedimos patines también? ―preguntó Edie.

―No perdemos nada tratando ―respondió Darryl―. ¿Cuáles quieres? ―indagó, luego de encerrar en un círculo el par que le gustó y poner sus iniciales a un lado.

―Pero dile a tu mamá que la bicicleta es más importante ―recalcó Phil.

―Ya sé, pero estaba pensando que si mamá no lo compra puede que papá sí ―explicó el muchacho, tras encerrar los patines que su hermana le señaló.

En ese momento, una de las gemelas entró corriendo a la cocina, se acercó a su primo sin decir nada y le quitó el lapicero de la mano.

―¡Oye! ―Darryl se quejó al verla regresar a la sala a toda velocidad―. ¡Estaba usando eso!

―Es una emergencia ―gritaron a dúo las gemelas, tratando de arreglar el cassette, volviendo a enroscar la cinta con ayuda del lapicero.

―Es el cassette que le regaló Daniel ―dijo Edie―. El que siempre escucha.

Daniel era un muchacho un grado más adelante que las gemelas y llevaba un par de meses tratando de acercarse a Alexis y aunque ella estaba interesada, no quería apresurarse. Pese a que ellas habían cumplido los dieciséis y acabaron con buenas notas su primer año en la secundaria, su vida social cargaba ciertos retos únicos ya que pocos podían distinguirlas rápido. Zoe era la más impaciente a la espera de que su hermana aceptara a Daniel. Llevaba dos meses de relación con Mike, un chico que estaba entrando a su último año de secundaria, y se moría por salir en citas dobles en alguna ocasión.

―¿Lo arreglaste? ―preguntó Zoe, luego de ver como toda la cinta regresó dentro del cassette.

―Creo, aunque hay un pedazo que quedó arrugado ―dijo Alexis, lamentándose, pero aliviada cuando pudo volver a escuchar la música.

Un claxon tocando dos veces alertó a Zoe que Mike estaba afuera, esperándola.

―¿No se supone que nos iban a cuidar? ―preguntó Darryl, asomándose por la ventana para ver el auto de segunda mano que manejaba el muchacho.

―Ya están grandes, sólo es por precaución ―replicó Zoe―. No vamos lejos, debo regresar en un par de horas. ―Dando un par de brincos llegó hasta la puerta y luego salió caminando con tranquilidad.

Alexis observó como su hermana se alejó con Mike y soltó un suspiro. Sus primos tenían once y nueve, aún en una etapa en la que no tenían muchas cosas en común y aunque no le disgustaba pasar tiempo con ellos sabía que no se iba a entretener mucho. Pensando en qué hacer, se le ocurrió una alternativa en la que todos saldrían satisfechos.

―¿Quieren ir a la heladería? ―ofreció.

La ciudad de Bangor era por mucho el centro más atractivo para los adolescentes de Old Town y alrededores, a pesar de esto, algunos locales del pueblo todavía lograban congregarlos. La heladería se encontraba cerca de la sala de cine y su extenso estacionamiento. Mientras a los más pequeños les gustaba por el simple hecho de poder comer un helado servido en un cono, los mayores usaban el espacio exterior para pasar el rato en grupo.

―Pensé que tenían prohibido manejar ―comentó Darryl, aunque de inmediato se alistó para salir.

―No, sólo no puedo salir a carretera ―explicó Alexis. Consiguió su licencia oficial al cumplir años, pero aún llevaba restricciones―. Phil, ¿tus papás no van a tener problemas con eso?

―No, mientras no me dejes abandonado en la heladería y tenga que llamar para que me recojan.

―Ni que estuviera tan lejos ―comentó la joven riendo.

―¿Estás planeando abandonarme? ―cuestionó Phil, pero eso no impidió que ya estuviera junto a la puerta con su mejor amigo, listos para ir por la camioneta a la casa de Alexis a una cuadra.

El grupo de cuatro abandonó la casa, con Darryl y Phil al frente, mientras que Alexis y Edie los seguían un par de pasos detrás. Desde la acera del frente, entre los grandes arbustos que decoraban una de las casas, un hombre corpulento, de estatura baja, los observaba con cautela. Llevaba cerca de una hora ahí, tratando de identificar cuál era el objetivo que debía secuestrar y llevar con Siniestro. Las instrucciones no habían sido claras, sólo tenía la dirección y cuando llegó se encontró con la sorpresa de que tenía tres posibles candidatos que rodeaban la edad referencial que Emma Frost mencionó.

Slab se mantuvo oculto y decidió esperar a que regresaran, por lo poco que pudo escuchar de los niños, sólo estaban yendo por un helado. Debía decidir qué hacer si no identificaba a su objetivo, aunque siempre podía llevarse a los tres. Lo principal era tener paciencia y conseguir que nadie lo viera, su vestimenta sin dudas provocaría que algún vecino decidiera acercársele a preguntar qué deseaba en el barrio.

Sin embargo, pese a que creía que nadie lo había notado, estaba equivocado. La señora Kravitz llevaba un buen par de minutos observándolo desde su ventana, ocultándose con la cortina.

―¡Abner! ―llamó la mujer con urgencia―. Llama a la policía, hay un hombre muy extraño en la calle del frente.

―Gladys, deja de espiar a los vecinos ―replicó el aludido, sin despegar la vista de su periódico.

―¡No es un vecino! Es un hombrecillo extraño con chaleco como el de los trapecistas de los circos ―insistió la mujer, pero no consiguió llamar la atención de su marido.

. .

Edie tomó su helado de vainilla y se sentó junto a Phil en una banca. A unos pasos estaba su hermano, escuchando al hijo de Lindsay contarle sobre el viaje que tuvo a Disney y lo mucho que se divirtió. Ellos también tenían planes para ir al parque de atracciones, había escuchado a su mamá conversarlo un poco con su papá, pero aún no tenían fecha. Además, estaba segura de que llevarían a Phil y eso requería mucha más planificación para coordinar con sus papás.

―Podemos pedir de nuevo que nos dejen tener perro ―dijo Edie cuando su hermano se sentó junto a ellos tratando de que su helado de chocolate no siguiera derritiéndose sobre su mano―. Como se están demorando con Disney.

―¿Crees que funcione? Porque igual quiero ir a Disney también.

―Yo prefiero el perro ―susurró Edie.

―¿Han probado con un gato? ―intervino Phil―. Mi mamá no quería mascotas, pero acabó quedándose con la gata que apareció el año pasado.

―Un gato estaría bien ―opinó Edie.

―Pero los gatos no son tan divertidos ―se quejó Darryl―. Podemos tener un gato y un perro, la casa es grande. ―Elevó la mirada y comenzó a buscar por los alrededores hasta que localizó a su prima hablando con un muchacho afuera de la heladería―. Podríamos decirle a la tía Hannah que nos preste a Princess para que mamá vea que podemos cuidarla, Vincent se queja que sus hermanas casi no ayudan con ella.

―Creo que a papá no le gusta Princess ―comentó Edie, recordando el día en que Erik llegó.

―¿Hasta qué hora vamos a quedarnos? ―preguntó Phil, acabando el último bocado de su cono―. Tu prima acaba de sentarse con ese grupo de la secundaria ―observó, Alexis reía acompañada de unos chicos y chicas ―. Está con Daniel, quizás vamos a tener que caminar de regreso.

―Si se demora mucho vamos con ellos ―dijo Darryl con una sonrisa―. Ahí nos llevan a la casa rápido, los de secundaria no les gusta pasar tiempo con niños.

Los tres rieron, pero al cabo de una hora terminaron sentándose al costado de su prima para presionarla a que los llevara de regreso. Edie no estuvo muy cómoda en los minutos que demoró Alexis en despedirse, sentía que los adolescentes la observaban y juzgaban por invadir su espacio, pero Darryl y Phil aceleraron el proceso bastante al intentar hablar con los chicos mayores.

―No los vuelvo a sacar ―amenazó Alexis cuando ya se encontraban en la camioneta, en esa ocasión no le permitió a ninguno sentarse en el asiento del copiloto―. ¡Daniel va a pensar que soy rara! ―exclamó sufriendo, no necesitaba a su primo tratando de hacer vida social con el grupo de chicos un año mayor que ella.

Los niños no respondieron, pero no demoró para que una ligera risa se les escapara, exasperando a su prima.

. .

Slab casi no pudo contenerse cuando vio la camioneta regresar. ¿A dónde habían ido por el helado? ¿El estado vecino? Estaba en un pueblo diminuto y tenía más de dos horas esperando que regresaran para poder actuar. La decisión estaba tomada, se llevaría a los tres, sólo requería deshacerse de la chica mayor y lo más práctico sería robarles el vehículo.

Cuando la camioneta estuvo a punto de doblar para estacionarse frente al garaje, actuó.

Alexis estaba sumamente molesta con sus primos, o quizás era vergüenza, pero eso no evitó que notara a un hombre calvo, de poca estatura y torso cubierto por un chaleco acercarse a toda velocidad. Giró el timón con fuerza, provocando que el buzón de correo de su tía saliera volando y los niños que llevaba en la camioneta cesaran de golpe las risas y cuchicheos.

―¡Sujétense! ―gritó la adolescente, cuando el hombre que logró evadir golpeó con fuerza el pavimento donde había terminado, quebrándolo.

Manejó la camioneta en reversa por cerca de una cuadra, con el hombre persiguiéndolos de forma amenazadora. Si tenía dudas de que estaban en peligro con eso las había eliminado. Frenó de golpe y aceleró, tocando de forma insistente el claxon para que alguno de los vecinos saliera a ayudarlos o al menos presenciara que algo estaba ocurriendo.

Slab logró hacerse a un lado al último momento antes de que la camioneta le pasara por encima. Maldijo por el alboroto que la muchacha al volante había provocado, se suponía que debía de tratar de no llamar la atención. Incrementó el tamaño de uno de sus brazos y logró sujetarse de la parte trasera del vehículo, siendo arrastrado a toda velocidad mientras trataba de subirse a la tolva.

―¿Quién era? ―gritó Darryl cuando pudo articular algo coherente.

―No lo sé y no importa ―replicó Alexis acelerando por un desvío, tratando de volver a la heladería.

―¡Edie! ―llamó Darryl preocupado al ver que su hermana estaba en completo silencio, con las piernas recogidas sobre el asiento.

―Estamos bien, sólo tenemos que ir a un lugar con mucha gente ―aseguró la mayor sobresaltada, podía manejar en dirección a la estación de policía, pero Old Town no contaba con muchos efectivos y luego de ver cómo el hombre golpeó el pavimento estaba segura de que no era una persona normal.

―¡Cuidado! ―Fue Phil quién lanzó la advertencia, siendo el único que se percató del sonido de algo pesado y en movimiento encima de la camioneta.

Slab consiguió llegar a reposicionarse y con un puñetazo reventó la luna frontal, provocando que Alexis pisara con fuerza el freno y cerrara los ojos para protegerse de los vidrios. Por la velocidad que llevaban, el mutante salió disparado contra un grupo de arbustos, el desvío que tomaron era una zona desprovista de casas y con densa vegetación.

―¡Ale!

Alexis abrió los ojos despacio. Reconoció la voz de sus primos llamándola como lo solían hacer cuando eran más chicos y pronunciar el resto de su nombre se les hacía pesado. Sintió un fuerte dolor recorrer sus brazos y expandirse hasta su espalda baja, pero encontró algo de alivio al ver que podía mover todas sus extremidades.

―¿Están bien allá atrás? ―preguntó, girando la cabeza.

―Yo sí ―dijo Darryl, apresurándose a revisar a su hermana que sólo asintió―. ¿Phil?

―Sí, estoy bien.

Alexis trató de volver a encender la camioneta, pero tenía problemas para coordinar el embrague con el encendido. Tras tres intentos simplemente entendió que necesitaban alejarse a pie.

―Tienen que ir a avisar ―pidió Alexis, moviéndose de forma ligera para que los vidrios que cayeron sobre ella no la rasparan más. Tenía algunos cortes ligeros, pero era el dolor de los músculos de sus brazos lo que más la incomodaba―. No sé dónde está el tipo raro, pero yo me voy a demorar en salir, tienen que adelantarse.

―Debe estar muerto, lo vi salir volando ―dijo Phil tras cruzar miradas con Darryl, ninguno de los dos parecía inclinado a abandonarla momentáneamente, pese a que era para ir por ayuda.

―Igual ―insistió Alexis―. No sé en qué estaba pensando al tomar este atajo, es más corto, pero no hay nadie cerca.

―Yo me puedo quedar ―habló Edie en voz baja.

Trataron de discutir cuál era la mejor forma de manejar el accidente. Cabía la posibilidad que con el escándalo que hicieron, podían esperar unos minutos y ver si algún vecino preocupado decidió subirse a su automóvil y tratar de seguir la ruta para asegurarse que estuvieran bien. Pero no lograron llegar a un consenso ya que el hombre que los atacó gruñó desde los arbustos.

―¡Mocosos del infierno! ―bramó, sacudiéndose varias ramas de encima―. ¡No saben en el lio que se han metido!

Alexis les gritó para que corrieran, incluso llegó a impulsarse hacia el asiento trasero para empujarlos fuera de la camioneta. Darryl tomó la mano de su hermana y comenzó a alejarse, sabía que Phil venía detrás. En ese momento se percató que el hombre avanzó en dirección a ellos, ignorando a su prima que seguía aun dentro de la camioneta.

―Corran ―indicó.

―Pero… ―Edie dudó, no quería dejar a Alexis sola.

―No la busca a ella ―aseguró, internándose en el bosque que conocía tan bien por los años que llevaba viviendo en Old Town.

. .

Alexis tomó una gran bocanada de aire y consiguió maniobrar su cuerpo para terminar de trasladarse al asiento posterior, después de empujar a sus primos había quedado colgando a la mitad. Comenzó a dudar de no haberse roto los brazos, pero el dolor era intenso sólo si lo flexionaba o tensaba en formas específicas. Observó con desesperación la dirección que Darryl había decidido tomar, no tenía idea si lo hizo a propósito o si por el caos del momento no se percató que se iban a alejar más de la civilización.

Caminó de regreso por la ruta, tratando de salir del desvío que tomó, y no se demoró en distinguir a lo lejos las luces de un vehículo de la policía. Esforzándose, comenzó a correr mientras gritaba para llamar la atención. Tuvo suerte que la patrulla la notara y retrocediera a toda velocidad para darle el encuentro.

―¿Dónde están los otros niños? ―preguntó el sheriff Clancy, a la vez que de su radio se escuchaba la confirmación del envío de una ambulancia y del resto de la pequeña fuerza de policía local.

―Huyeron por el bosque, el hombre los siguió ―explicó Alexis, dejándose arrastrar a la parte trasera de la patrulla―. Intenté ir por el camino de tierra para llegar al centro del pueblo, pero nos alcanzó.

―¿Estás herida? ―preguntó el sheriff revisando de forma rápida el par de cortes superficiales que tenía.

―No, no. Sólo me duelen los brazos.

―¿Era un hombre pequeño, musculoso, calvo, vistiendo un pantalón y chaleco marrones?

―Sí. ¿Cómo...?

―Gladys Kravitz llamó histérica como un minuto antes de que recibiéramos otras llamadas confirmando que no se había vuelto loca ―explicó el sheriff, usando la radio que llevaba sobre el hombro para informar que dejaría a Alexis en su patrulla y comenzaría la persecución―. En unos momentos debe llegar la ambulancia y los otros oficiales ―agregó, abriendo la cajuela del vehículo para extraer una escopeta―. Voy a ir por tus primos y Phil, tú no vayas a pensar en seguirme.

―Darryl se internó en el bosque con los otros ―dijo, señalando en la dirección―. No hay nada hacia allá por kilómetros.

―Sé a dónde está yendo ―declaró el hombre.

. .

Phil se asomó desde el interior del Chevy destartalado que usaban como base de juegos en medio del bosque. No se encontraban tan lejos de sus casas, pero cuando tomaron la decisión de huir, como si fuera por instinto, terminaron en el lugar que conocían tan bien. A pesar de la hora, aún tenían luz, siendo verano gozaban de días sumamente largos. Si fuera de noche hubieran podido perder al mutante calvo, conocían la zona tan bien que incluso sin iluminación podían desplazarse, pero su perseguidor había conseguido mantenerse cerca gracias a notarlos moverse a la distancia.

―¿Qué vamos a hacer? ―susurró Phil, agazapándose junto a sus amigos―. No lo veo, pero no creo que lo hayamos perdido.

―¿Por qué nos atacó? ―preguntó Edie, cerrando a los ojos―. Quiero a mamá.

―Vamos a estar bien, solo tenemos que… ―Darryl de quedó en silencio, no sabía cómo salir del problema en el que estaban.

―Mi casa está más cerca, si llegamos podemos llamar a Ralph para que le diga a su papá ―opinó Phil.

―¿Y si nos alcanza? No hay tantos arbustos y árboles por donde vives ―dijo Darryl, inseguro.

―Podemos seguir el riachuelo y si aparece usas el agua ―propuso con entusiasmo―. Yo sé que tu mamá no le gusta, pero esto es una emergencia y no es como que mucha gente pudiera verte.

Darryl observó a su amigo en silencio y asintió tras unos momentos de duda, nunca había usado sus poderes de forma seria. Su mamá trataba de entrenarlo cuando los llevaba a los lugares donde hacía investigación, pero siempre lo había visto como un juego. Sin embargo, no tenían muchas opciones y su hermana se veía más asustada a cada minuto que pasaba.

Los tres salieron de su escondite tratando de no hacer ruido, pero Edie soltó un gemido en cuanto notó al hombre calvo, oculto detrás de un árbol. Había estado esperándolos, quizás decidiendo cómo capturarlos sin correr el riesgo de que acabaran dispersándose en direcciones distintas.

―¡Corran! ―gritó Darryl, moviendo los brazos en dirección de su atacante.

El agua de un charco cercano salió a toda velocidad contra la cara de Slab, golpeándolo con fuerza y tumbándolo al suelo al tomarlo por sorpresa. Los tres niños se quedaron quietos un instante, antes de vitorear por un momento.

―¡Al fin! ¡Sólo te necesito a ti! ―declaró Slab, poniéndose de pie. Ese debía ser el niño que estaba buscando.

Darryl retrocedió un par de pasos y gracias a la subida en sus niveles de confianza, decidió que se enfrentaría al hombre. Recordaba haber visto a su mamá encargarse de un mutante mucho más grande y de apariencia más peligrosa, sólo tenía que imitarla y adaptarse un poco ya que no estaban en medio de las montañas en invierno. Atrajo el agua del riachuelo cercano y la dirigió a presión contra el mutante, tratando de envolverlo para poder después congelar todo y dejarlo atrapado.

Sin embargo, la velocidad con la que Abby manejaba su elemento superaba por mucho al intento de su hijo. Pese a que Slab se encontraba un tanto confundido sobre cómo capturar al niño, no le tomó mucho trabajo agrandar uno de sus brazos y golpear con fuerza el suelo, asustando a Darryl lo suficiente como para que perdiera la concentración.

―¡Ven aquí pequeñajo! ―gritó, aprovechando el momento para correr al no encontrarse rodeado por agua.

Slab fue interceptado antes de llegar con Darryl. El viejo Chevy salió volando en su dirección, aprisionándolo contra el tronco de un árbol.

Edie dejó escapar un grito agudo y se tambaleó cayendo al suelo sentada. Cuando vio al hombre casi sobre su hermano entró en pánico y pudo sentir una conexión sumamente fuerte con el vehículo, casi como si fuera una extensión de su cuerpo. No pensó en lanzar el Chevy, pero fue el resultado de desear que su hermano se mantuviera a salvo.

―¿Tú hiciste eso? ―preguntó Phil sorprendido, tratando de ayudarla a que se pusiera de pie―. Tenemos que irnos.

―¿Edie? ¿Por qué no habías dicho nada? ―cuestionó Darryl, acercándose.

―No sabía ―respondió ella, sumamente confundida y asustada.

Los gritos del sheriff llamando sus nombres los alertaron de la presencia cercana del papá de Ralph. Sin dudarlo comenzaron a hacer ruido para atraerlo, no tenían idea por cuanto estaría deshabilitado el mutante.

―¡Niños! ―llamó el sheriff Clancy cuando logró encontrarlos―. Sabía que iban a venir aquí ―agregó, sintiéndose aliviado al verlos en una pieza.

―No debiste haber venido, humano ―soltó Slab desde detrás del Chevy que aún lo aprisionaba―. No creas que voy a dejar que salgan vivos de aquí ―agregó, haciendo que su torso se expandiera lo suficiente como para liberarse. Siniestro siempre recalcaba la importancia de evitar testigos, más aún si se trataba de autoridades.

―¡No te muevas! Manos sobre la cabeza y de rodillas ―ordenó el sheriff, apuntando con la escopeta―. Ustedes tres quédense detrás de mí.

Los niños obedecieron y Slab sólo soltó una carcajada.

―Sólo voy a repetirlo una vez más, manos sobre la cabeza y de rodillas ―insistió el sheriff, era todo lo que pensaba ofrecerle tras declarar que tenía intenciones de matarlos.

Slab escupió hacia un costado y corrió, agrandando su mano para usarla como escudo contra los perdigones que salieron al instante en su dirección. Ignoró el dolor en su extremidad y tras cerrar el puño trató de golpear al sheriff, pero este logró esquivarlo con un salto hacia el costado. A pesar de no haber acertado, el mutante sonrió confiado al distinguir la escopeta descartada, fuera del alcance del policía.

Los niños ya se encontraban en el suelo, con los ojos cerrados y cubriendo sus oídos con fuerza tras la descarga de los perdigones, pero aun así lograron sentir un segundo disparo. Phil abrió un ojo con cuidado, notando al papá de Ralph con una pistola en mano y el mutante, inmóvil, sobre sus piernas.

―¡Phil! ¡Cierra los ojos! ―ordenó, tratando de quitarse el cuerpo que había caído sobre él luego de un certero disparo. Cuando el hombre trató de abalanzarse sobre él, extrajo su pistola y apunto directo a su rostro―. Los tres, mantengan los ojos cerrados. ―insistió, llamando luego por radio a los otros oficiales para avisarles que el sospechoso había sido abatido.

Hayden Clancy respiró profundo, en sus años en Old Town lo peor que había tenido que atender como sheriff eran disputas entre vecinos. Sacudió la sensación de la adrenalina invadiendo su cuerpo, tratando de mantenerse enfocado. Cuando era más joven sirvió en el ejército: en Vietnam, como muchos de su generación, pero pensaba que los días en que le quitaría la vida a alguien habían acabado.

―¿Están bien? ―preguntó, acercándose a los tres, revisándolos de forma rápida mientras los guiaba a unos pasos de distancia para que un árbol cubriera un poco de la escena―. ¿Qué demonios pasó aquí? ―soltó al aire al percatarse del lodo que se había formado donde Darryl trató de usar sus poderes y que el Chevy se encontraba bastante lejos de su ubicación original, incluso previo a que el hombre al que disparó se liberara.


Notas de autora: Suerte para la señora Kravitz que Siniestro no fue en persona, tremendo susto le daría: el conde Drácula en persona navegando el vecindario xD En edades, las gemelas cumplieron 16 hace poco, Darryl 11 un mes antes, Edie anda de 9 a punto de cumplir los diez. Alexis y Zoe siguen siendo cercanas, pero en medio de todo tienen sus vidas individuales también y a nivel personal les es importante que las distingan.

Finalmente, Edie desarrolló sus poderes. En un primer momento pensaba hacer que recién sucediera cuando estuviera más grande, pero por cómo se fue desarrollando la idea de este arco de la historia decidí que encajaba bien.