Peace could be an option

Capítulo 69


Una ráfaga de viento surgió con fuerza empujando la nieve fresca de los techos. Erik resopló y se sacudió con la mano que tenía libre, notando que Abby ni siquiera parecía haberse percatado de la fina capa de nieve depositada sobre su gorro. Cruzaron la calle cuando el semáforo cambió, con ella sujetándose del brazo de él, caminando a paso lento con dirección a un restaurante que les habían recomendado.

El centro de Bangor era una imagen pintoresca en invierno gracias a las nevadas. Los edificios de ladrillo rojo resaltaban entre el paisaje blanco y las luces amarillas alumbrando la noche daban un aire de calidez. La temperatura era baja, pero el frío no era tan intenso como para generar una sensación incómoda si uno llevaba la ropa adecuada.

Llegaron al local que buscaban después de tomar la ruta que delineaba el río, en una calle pequeña escondida del barullo de la ciudad. Consiguieron una mesa rápido gracias a que tenían una reservación y de inmediato se despojaron de las prendas invernales, innecesarias dentro del lugar con calefacción.

Los platos que pidieron estaban apetitosos y frescos, pero la cerveza artesanal acompañante era el atractivo principal del local, el punto que le daba una ventaja con la competencia. Aun así, si bien la bebida era agradable, Erik seguía prefiriendo un buen vino tinto acompañando la carne roja.

―Sigo sin entender por qué te atraen tanto las películas de devastación ―dijo Erik, ya relajado en medio de la cena. La salida de esa noche empezó en el cine, con la función de Infierno en la Torre.

―¿No entiendes por qué me gustan o no entiendes cómo es que me gustan, aunque prefiero la rutina y la tranquilidad?

―Detalles más, detalles menos ―replicó sonriendo.

―Supongo que aprecio los beneficios de la estabilidad, pero encuentro interesante ver el caos del que no deseo participar.

―En mi opinión, las películas americanas exageran muchas cosas.

―Podríamos ver algo de cine británico ―ofreció ella―. O de otros países si encuentras función con subtítulos bien traducidos.

En Boston o Nueva York había opciones de expandir el horizonte cinéfilo, pero la barrera del idioma era un punto problemático. Erik era políglota y podía disfrutar de buena parte del cine europeo, pero cuando trataron de ir a una función subtitulada se dio cuenta que mucho del sentido de las expresiones había quedado perdido por culpa de un traductor flojo o inexperto.

―Al menos debería llevarte a ver algo en alemán, aunque no entiendas nada, necesito que te convenzas de que el idioma no está compuesto por gritos.

―No es mi culpa que así lo presenten acá.

―Actores vociferando en inglés con un intento forzado de acento no es alemán.

―Cuando Edie se vuelva más fluida y converse contigo quizás me puedas convencer ―dijo Abby, riendo un poco. Su hija había expresado interés en aprender una segunda lengua y optó por uno de los idiomas con el que tendría alguien en casa con quien practicar.

―Es bueno que tenga actividades fuera de casa o la escuela.

―Lo sé, no tienes que seguir repitiéndomelo, tuve un momento temporal de ceguera cuando casi cancelo todas sus actividades.

―Darryl también necesita que dejes de estresarte tanto cuando sale, lo nota, por eso regresa antes de lo usual.

―Eso no es tan fácil ―susurró con pesadez―. Pensé que con un par de meses me recuperaría, pero no puedo sacudir la preocupación. ¿Cómo lo haces? Eres mucho más paranoico que yo, pero los niños no se dan cuenta.

―Para ti nunca ha tenido sentido ocultar tus emociones, no lo has necesitado. Aun así, en esta ocasión tú me estás superando, nuestros hijos pueden defenderse hasta cierto grado y lo demostraron, eso me da tranquilidad.

―Y a mí me preocupa aún más.

―A mí me preocupa más los cabos sueltos ―expresó, viendo cómo Abby frunció las cejas esperando a que mencionara a Frost, pero decidió no hacerlo―. ¿Cómo está Maxwell? ―preguntó, alejándose del detalle conflictivo.

―Mal, supongo, pese a que trate de negarlo.

―No imaginé que Charles optaría por usar su don de esa manera. Tenía la idea de que poco a poco Steven comenzaría a recuperarse, como si fuera la mente de un recién nacido.

―Creo que el problema es que para permitir que no estuviera postrado en una cama necesitaba mantener la mente intacta, sólo aprisionó en una esquina todo lo que hacía a Steven, Steven.

Erik sintió un escalofrío recorrer su espalda. Seguía convencido de que el destino del primo de Abby era el camino más cruel, no sólo para él sino para sus padres que por años lo verían andar por su casa moviéndose como un muñeco vacío.

―Charles me aseguró muchas veces que todo iba a estar bien, pero sigo sintiéndome intranquila. ―Ya lo había conversado con Erik en varias ocasiones, siempre con la esperanza de llegar a un punto en que pudiera relajarse.

―No vas a volver a sentirte como antes de que Siniestro entrara en nuestras vidas ―dijo Erik con una expresión seria―. Hay cosas que podemos hacer al respecto, pero involucran cambios grandes.

―No creo que sea sencillo convencer a Darryl o incluso a Edie de que una mudanza es lo mejor.

―Siempre puedes sobornarlos ofreciéndoles un perro.

―Sabes que es malo criar niños a base de sobornos, ¿no? ―cuestionó Abby, riendo un poco.

―Temo que estoy sumamente desinformado sobre la crianza de niños.

―No me tientes a ofrecerte uno nuevo para que practiques.

―¿Y si estuviera interesado?

―¿Quieres tener un tercero? ―preguntó ella visiblemente sorprendida―. La diferencia de edad con Edie sería grande.

―Eso no creo que sea muy relevante ―respondió―. La pregunta sería si tú quieres. Pensaba proponerlo en un momento más especial, pero ya que lo mencionaste…

―Mi cumpleaños es en unos días, espero que tu idea de sorpresa no fuera esta conversación.

―No, pero aún no me respondes.

―No lo sé, tendría que pensarlo un poco. Tantas cosas se me vienen a la mente; el trabajo, mi edad, el espacio en la casa…

―Todo eso es secundario a si quieres que tengamos otro bebé.

―Es un milagro que tuviéramos dos ―dijo Abby, contemplando la facilidad con la que su mente le estaba mostrando un sinfín de posibles complicaciones.

―Es que no los planeamos ―respondió Erik con humor, no necesitaba una respuesta clara en el momento y al menos sabía que no era una idea a la que estuviera cerrada―. Aunque si decidimos tener otro deberíamos tratar de calcular para que nazca en primavera.

―Qué considerado, tenemos como medio año para decidir ―comentó, dejando escapar una risa.

. .

Phil bateó con fuerza la pelota de béisbol, consiguiendo que se alejara por sobre la pista de carreras donde el equipo de atletismo estaba teniendo sus propias pruebas. Con una sonrisa amplia observó cómo el entrenador asentía complacido y realizaba unas anotaciones sobre una tabla con nombres. Era algo habitual para ocupar su tiempo de las vacaciones de verano, sólo que ese año optó por animarse a juntarse al equipo oficial de la escuela.

Darryl, sentado en una banca cercana, dejó escapar una risa cuando escuchó a la madre de uno de sus compañeros de clase quejarse de cómo su pobre bebé iba a acabar con una contusión si es que seguían dejando que las prácticas de atletismo se hicieran a la vez que las de béisbol. Él ya había acabado su entrenamiento y sólo esperaba a que su amigo acabara para ir a refrescarse antes de regresar a casa.

―¡Darryl!

Al momento en que escuchó su nombre, el niño supo que algo andaba mal. Pudo ver a Julie, la mamá de Phil, acercarse a paso apresurado, con su automóvil mal estacionado a unos pasos detrás de ella.

―¿Phil? ¿Sabes dónde está Phil? ―La voz entrecortada y el maquillaje corrido provocaron que Darryl sólo pudiera asentir como respuesta y señalara en dirección a su amigo en medio del campo.

Había pasado un año desde el accidente donde casi los secuestraron, pero la sensación que lo envolvió al ver el aspecto de la mamá de su mejor amigo lo hizo recordar de inmediato esos momentos tensos. Sabía que era diferente, más cuando el entrenador detuvo todo al ver a la mujer entrar al campo, pero sin duda reconocía que algo muy malo había ocurrido.

No pudo hablar con Phil en ese momento, ni enterarse de qué estaba ocurriendo. Sólo pudo ver cómo Julie llevó a su hijo hasta el automóvil sin decir palabra y momentos después estalló en llanto, abrazando con fuerza a Phil.

―Recoge tus cosas y trae las de Phil también ―dijo la mujer que se había quejado de la contusión hipotética que podía recibir su hijo―. Voy a llevarte a tu casa.

Darryl iba a quejarse, pero notó que las prácticas habían acabado de golpe y cómo los pocos adultos presentes estaban recolectando no sólo a sus hijos sino a los que regresaban a casa por su cuenta.

. .

Erik llegó a casa luego de un día pesado en el trabajo. Pese a que por momentos se encontraba a solas o con Gale prefería no usar sus poderes en absoluto por mera seguridad, aunque era una batalla interna. Sin embargo, el peso de la rutina comenzaba a sentirse y moldear sus días alejándolo del uso de su don casi de manera natural.

Y aún así no podía decir que se sintiera descontento, había encontrado un espacio donde usar su poder de una forma mucho más significativa; con su hija. No se trataba de grandes demostraciones, a diferencia de Abby no tenía un espacio especial alejado de ojos curiosos a donde llevarla, pero guiarla para mostrarle cómo moldear el metal era sin dudas una experiencia que lo llenaba.

También descubrió un aspecto desconocido de su don. En algún momento Abby había considerado peculiar su capacidad de moldear metales no ferrosos como el oro, comentando que debido a eso su don no podía compararse a un imán. Nunca trató de ahondar en el aspecto científico de su habilidad, eso le recordaba demasiado a Shaw, pero el poder sentir las energías que generaba su hija hizo que se adentrara en una investigación personal.

Para él, manipular el metal se trataba de una relación directa con el material, pero con Edie logró percatarse de las fuerzas externas que realmente se encargaban de ejercer los cambios. Electromagnetismo fue la conclusión a la que llegó y con eso logró ver un universo nuevo de posibilidades abrirse frente a él. Para su sorpresa Abby recibió la teoría con entusiasmo, al parecer ver a su hija con supuestos poderes magnéticos mover objetos no ferrosos la había estado atormentando, pero no quería decir nada para evitar confundirla.

―Abby ―Erik llamó al sentir el sonido de la tetera silbando con fuerza.

Frunció las cejas al entrar a la cocina y tras apagar la hornilla notó el azucarero fuera de lugar y un par de tasas de té frío sin tomar sobre el repostero. Iba a volver a llamar a su esposa, pero sintió sus pasos apresurados acercándose. Cuando la vio notó que se encontraba tensa.

―¿Qué pasó?

―Robert falleció hace unas horas.

Erik se tomó un instante para relajarse, cuando vio a Abby se había preparado para recibir malas noticias relacionadas a ellos de forma directa. La muerte del padre de Phil iba a ser un tema delicado, recordaba que había una fiesta de cumpleaños ya planificada para el día siguiente, pero al menos no era nada remotamente cercano a lo que su mente imaginó por unos instantes.

―No se sabe con certeza que fue, pero cuando estaba acabando una de sus clases se desmayó y no pudieron hacer nada por él.

―¿Un ataque cardíaco?

―Probablemente ―asintió ella, desviando la mirada para asegurarse de no tener a ninguno de sus hijos cerca husmeando―. Yo estaba en mi oficina en el edificio del costado, noté el alboroto, pero no se me ocurrió ir a ver qué pasaba.

―¿Cómo te enteraste?

―Por Hayden, me llamó para avisarme. Es horrible y para colmo un día antes del cumpleaños de Phil, Barbara está llamando a los invitados para cancelar.

―¿Julie necesita ayuda con algo?

―Me pidió que Phil se quedara a dormir, no debe demorar mucho en llegar. Tiene que ir a Bangor, Hayden la va a acompañar para hacer el papeleo y no tiene idea hasta que hora vaya a estar fuera.

―¿Le has dicho a los niños?

―Sí, pero no como me hubiera gustado. Darryl llegó de sus prácticas de deportes preocupado, vio a Julie cuando se llevó a Phil para decirle, Edie estaba cerca y no pude suavizar el tema.

―No hay nada que suavizar ―replicó frunciendo las cejas―. Estoy seguro de que lo hiciste con tacto y merecen la verdad, sobre todo si Phil va a quedarse la noche.

―Yo sé, es sólo que es la primera persona cercana que pierden ―respondió, acercándose para un abrazo.

―Eso es culpa de tu abuelo.

―No le desees la muerte a mi abuelo ―se quejó ella negando con la cabeza, pero permitiendo que él la rodeara con los brazos―. Es una bendición que siga vivo y activo a pesar de su avanzada edad.

―Fue un comentario fuera de lugar ―admitió Erik―, pero la longevidad de tu abuelo es algo que no puedo sacudir cuando hay mención de fallecimientos.

―Aun así, que te deteste desde que te conoció no es excusa ―insistió ella, su abuelo era el más vocal de la familia al expresar su antipatía hacia Erik, era una suerte que gracias a la distancia rara vez estuvieran dentro de la misma habitación.

Cuando el timbre sonó, ambos se separaron, pese a que no era inusual que algún vecino llamara a la puerta, sabían que se trataba de Julie y Phil. Al acercarse a la puerta pudieron ver la cabeza de sus hijos asomarse por la escalera, dudando si debían bajar o no, era una situación nueva y difícil con la que no tenían experiencia.

. .

―¿¡Vas a mudarte!?

La voz de Darryl se elevó más de lo que pretendió y de inmediato se tapó la boca, era tarde y se suponía que debían de estar dormidos. Phil que se encontraba recostado boca arriba, ocupando la cama que se guardaba debajo de la de Darryl, sólo dejó escapar un poco de aire en un intento por mantener a raya la mezcla de emociones del momento.

―Mamá no me ha dicho, pero la escuché hablar con mi abuela. No recuerdo mucho de cuando nos mudamos, pero fue por el trabajo de papá y ahora…

―¿Sabes a dónde?

―Manitowoc.

―Ahí vas por fiestas, ¿no? Junto al lago Michigan.

―Casi toda mi familia vive ahí.

Darryl desvió la mirada y notó en el reloj de su mesa de noche que era un poco más de las doce. Se impulsó para sentarse en la cama y bajó la mirada hacia donde se encontraba su amigo.

―No tengo tu regalo aquí, mamá guardó todo.

―Está bien, no tengo muchos ánimos de celebrar.

―Lo sé, pero había pensado en darte otra cosa también ―explicó, abriendo el cajón de su mesa de noche―. Papá siempre acaba discutiendo con mamá cuando la ve, no tengo idea por qué, así que pensé que era mejor si tú te la quedabas.

El comentario causó gran curiosidad en Phil, quien por unos momentos logró distraerse lo suficiente como para esbozar una amplia sonrisa cuando recibió el obsequio. Ambos coleccionaban tarjetas de diversos temas, pero lo que Darryl le estaba entregando era algo especial.

―¿Estás seguro?

Darryl asintió. El capitán América era un héroe muy reconocido y por ironías de la vida la preciada tarjeta que estaba regalando había venido con una revista que Erik le compró cuando aún era un bebé, en la época en que decidió separarse.

―Yo quiero poder acomodar mi colección en la sala sin miedo a que papá aparezca y la vea, no creo que me la quite, pero no me gusta que se ponga de mal humor. Además, tú tienes más tarjetas de él, la vas a disfrutar más.

―¡Gracias!

La energía del agradecimiento se disipó rápido del semblante de Phil.

―No quiero mudarme ―dijo, bajando la mirada de improvisto―. No quiero cambiar de colegio.

Un silencio incómodo llenó la habitación. Darryl no sabía qué decir, tenía suficiente edad como para comprender que era una decisión que no podrían influenciar sin importar qué hicieran. Recordaba que en la tarde su mamá le dijo que era importante que escuchara a Phil y le hiciera compañía, pero le era difícil sólo escuchar sin poder hacer nada más.

―No quiero tener que hacer nuevos amigos ―añadió Phil.

―Sirve para los trabajos grupales en la escuela ―habló Darryl―. Pero en vacaciones podrías venir, no es que ya no vayamos a ser amigos porque te mudas… podemos mandarnos postales o algo, eso hago con mis abuelos.

―Tu letra es horrible ―soltó Phil, aunque un atisbo de sonrisa se dibujó en su rostro―. Mejor es el teléfono.

Mantener una amistad a distancia no era sencillo, la dinámica cambiaría, muchos de los eventos pequeños de día a día ya no serían capaces de compartirlos. Aún así, se conocían bien y tenían un vínculo fuerte que no deseaban simplemente romper por culpa de una mudanza.

. .

El velorio de Robert ocurrió dos días después de su fallecimiento, dando tiempo a que algunos familiares viajaran y evitando que el ya triste cumpleaños de Phil empeorara. La casa de los Coulson se llenó de arreglos florales y de un sinfín de amigos, vecinos, estudiantes y parientes que se congregaron por diferentes momentos de la tarde para despedirse del hombre ya que el cuerpo lo trasladarían a Manitowoc para la sepultura.

Cuando regresaron a casa en la noche, Erik se aseguró que sus hijos se hubieran cambiado y que estuvieran en sus camas antes de dirigirse a su habitación para quitarse el terno. Notó que Abby recién estaba despidiéndose de Julie en el teléfono, asegurándole que se encargaría de alimentar a su gata hasta que regresara en unos días para poder mudarse.

―¿Te dio fecha de regreso? ―preguntó cuando la vio colgar.

―No, nada exacto. Todo está ocurriendo tan rápido que dudo que ella misma sepa cuánto se va a tomar.

―¿La mudanza es definitiva?

―Sí. El seguro de vida de Robert puede cubrir los gastos si planifica sus finanzas, pero quiere estar cerca de su familia.

Erik asintió y caminó hasta quedar detrás de Abby, ayudándole con el cierre de la espalda del vestido que llevaba puesto. La vio cambiarse a un camisón de seda y dejarse caer sobre la cama.

―Uno de los hermanos de Robert va a irse por carretera con algunas cosas mañana temprano, los demás se van en avión ―dijo ella.

―¿Va a llevarse el Corvette?

―Sí, Robert pasó demasiado tiempo arreglando ese auto junto con Phil, Julie no va a venderlo ―explicó Abby―. A Darryl no va a sentarle bien distanciarse de su mejor amigo.

―Pueden escribirse o llamarse. Además, con la edad que tiene podríamos mandarlo de visita en las siguientes vacaciones.

―Lo sé, pero no es lo mismo ―replicó, pensativa―. Sé que lo conversamos un poco y estuve en contra de sobornar a los niños para mudarnos, pero quizás ahora no sería una mala opción.

―¿No serían más cambios para los niños?

―La situación ha cambiado un poco.

―¿Hay algo que no me has contado? No creo que cambiaras de opinión sólo por Robert.

―Hace unas semanas te conté que un grupo de canadienses vino para ver una presentación sobre mi investigación. Nadie hizo una oferta oficial, pero comentaron que estaban interesados en trabajar conmigo, podría contactarlos y ver que pueden ofrecerme.

―Eran de Alberta, ¿no?

―Justo encima de Montana ―añadió ella sonriendo.

―Diría que estaríamos más cerca de tus papás, pero ya hicimos ese viaje antes, es más rápido volar desde aquí que manejar desde Alberta.

―Sólo nos demoramos porque era invierno.

―¿Y tu hermana? ―preguntó Erik, si bien la mayoría de la familia de Abby vivía en Montana, Hannah quedaría sola.

―Las gemelas están decididas a ir a la universidad y no van a quedarse en Maine, supongo que Vincent hará lo mismo cuando le toque. Es cuestión de tiempo para que Hannah y Gale regresen a Montana o se establezcan donde alguno de sus hijos acabe.

―Yo preferiría que nos mudáramos a Europa del este ―confesó Erik, notando la expresión de horror de su esposa―. Aunque el idioma sería un problema.

―¿Sólo el idioma? No creo que reciban con los brazos abiertos a gente con pasaporte americano.

―Podríamos usar documentación falsa, cambiar tu nombre a Abigél o Avigeya para estar más acorde a la zona ―soltó con expresión seria antes de permitirse reír.

―No deberías bromear con eso ―pidió Abby, negando con la cabeza a cómo sonaban las variantes de su nombre.

―Con esa actitud supongo que tendrá que ser Alberta ―aceptó, recostándose a su lado en la cama―. ¿Qué tan amigable es para criar niños?

―No lo sé, supongo que igual que aquí.

―¿Qué tan amigable es para tener un bebé? ―preguntó, especificando su interés.

Abby sonrió y giró para darle un beso.

―No sé si debería preocuparme qué puedas pensar en eso luego de haber estado en un velatorio.

―Ya tenía interés previo, y lo veo natural ―intervino Erik―. Por algo hay tantos nacimientos luego de una guerra, la muerte hace que uno piense en el otro extremo, aunque no es algo para anunciar a Darryl de inmediato.

―En eso último al menos sí estoy de acuerdo.


Notas de autora: Este capítulo transcurre en 1975, el primer pedazo en enero y luego en julio. Creo que en alguna nota comenté que hice a Phil un año mayor que el del MCU (Mi Phil es de 1963) y estoy moviendo el año de fallecimiento de su papá también, en el MCU la fecha es 7 de julio de 1974 (Así que no soy yo la criatura cruel que decidió todo esto el día previo a su cumpleaños) Phil acaba de cumplir tristemente los 12.

Hay planes para un tercer bebé, pero por los eventos del capítulo la atención se distrajo, y también hay planes de una nueva mudanza. Abby anda de 37, Erik de 43, no padres super jóvenes, pero tampoco es como que fuera a ser el primer bebé, si fuera en épocas modernas estarían bastante normal para el nivel de educación de ella al menos.

Y otro año más va a pasar pronto, este 1ero de Mayo se cumplen 8 años desde que comencé a publicar. Entre cambiar de país, trabajar noches una temporada y luego mudarme de provincia para estudiar una maestría, esta cosa ha ido un poco lenta. Esperemos que pronto pueda acabar el fic, no falta mucho en cuestión de cantidad de capítulos viendo todo lo que ya he escrito, pero nunca se sabe qué tanto vaya a demorarme.