Cosmos Congelado

Capítulo 24

Una disculpa por el capítulo anterior, pero era necesario y además una catarsis para mí. Espero que este capítulo compense el previo, pues, como les prometí, hay todo tipo de acción. Sí, también ese tipo de acción, jejeje.

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La inercia de Degel lo hace romper de nuevo varios árboles a su paso, su cuerpo lanzado con tremenda fuerza decenas de metros atrás, ocasionado por el terrible golpe que le diera Gordon de Minotauro. Después de rodar sobre suelo y finalmente quedarse quieto, el Santo de Atena se siente mareado, sacudiéndose la cabeza en un esfuerzo por detener las vueltas que el mundo da a su alrededor. Ya no porta su casco, en algún momento de la pelea el espectro logró arrancárselo de un golpe, y ahora tiene una enorme herida en la cabeza de la que mana sangre pareciera a raudales, tanto que ya no puede abrir su ojo derecho, pues esta se ha secado sobre el párpado, densos coágulos superpuestos en una plasta gelatinosa que lo mantienen tuerto. Gruñendo, Degel se incorpora al sentir que el espectro se acerca a él.

-Siempre pensé que los caballeros de Atena eran débiles, pero al menos tenía la esperanza de que un caballero dorado me diera más batalla… qué decepcionante es ver lo equivocado que estaba.

Degel levanta la mirada de un solo ojo, y una sonrisa se le escapa, pues Gordon tampoco está en las mejores condiciones: bufando, su sapuris está casi congelado, igual que los árboles y el suelo a su alrededor, excepto por los puños y antebrazos del espectro, los que siguen vibrando ferozmente.

-En cambio he de admirar que sigues en pie, espectro, me has durado más que incluso algunos jueces del inframundo. Pero creo que esto ya se ha prolongado demasiado.

Degel lanza un poderoso Polvo de Diamantes que deja todo el lugar a una temperatura muy por debajo de los cero grados, congelando de inmediato al espectro, pero antes de que Degel pueda bajar más la temperatura, los puños de su enemigo vuelven a vibrar intensamente, resquebrajando el hielo a su alrededor, aunque en esta ocasión las cuarteaduras del sapuris en su pecho y hombro son evidentes. El espectro, respirando agitadamente, sonríe con malicia.

-Ya deberías hacerte a la idea de que no podrás vencerme así.

Dicho esto, se lanza hacia el Santo de Atena, listo para asestar un fuerte golpe a su rostro, pero Degel se mueve apenas unos centímetros, evitando el ataque, y él mismo golpea con todas sus fuerzas el pecho resquebrajado, rompiendo en mil pedazos congelados el peto del sapuris y atravesando los huesos con su puño, enterrándose en lo profundo del ancho tórax, el ataque inesperado haciendo que Gordon abra los ojos de par en par, no sabe si de sorpresa o de dolor. O de ambos. El caballero dorado sonríe cansadamente mientras sangre caliente le baña el antebrazo.

-Debes saber que la paciencia es una virtud. Siempre supe que eventualmente lograría congelar y romper tu sapuris, sólo era cuestión de tiempo.

Escupiendo sangre, el espectro le toma del cuello con una mano y sonríe de nuevo, riendo por lo bajo.

-Te crees demasiado inteligente, pero aún no me has vencido, caballero, y has sido sumamente imprudente en tu ataque. ¡Te romperé el cuello antes de que puedas hacer algo!

Sus puños empiezan a vibrar, haciendo vibrar con él el sagrado metal, pero con su mano libre Degel lo toma del antebrazo ofensor y, haciendo un magnánimo esfuerzo, rápidamente congela el miembro amenazador. Degel sonríe, a punto de ironizar de nuevo la situación del enemigo, sin embargo se da cuenta de que la vibración del antebrazo no se ha detenido, y el Santo de Atena abre mucho los ojos al sentir el dolor creciendo en su nuca. Gordon grita del esfuerzo.

-¿Qué no lo has entendido? ¡Aún no me has vencido!

Degel siente cómo la vibración en la profundidad del puño lesiona su cuello a la vez que lucha por romper el hielo, por lo que el Santo Dorado de Acuario cierra los ojos con fuerza para acallar el dolor, mientras concentra su cosmos en ambos puños, sobre el antebrazo y pecho enemigos, logrando bajar la temperatura a mayor velocidad, y empezando a congelar el corazón del espectro desde adentro. Gordon abre los ojos de par en par al notar el ataque.

-Yo creo que sí…

Dando lo máximo de sí, en un par de segundos Degel baja la temperatura hasta el cero absoluto, congelando desde lo profundo el cuerpo del espectro, incluyendo su puño, y aún cuando sabe que no hay manera de que la vibración supere ese estado de inmovilidad, usando toda la fuerza que le resta, Degel rompe el puño congelado, convirtiéndolo en mil pedazos de cristal. Una vez liberado del puño, el Santo de Atena extrae su mano del peto y da un paso hacia atrás, permitiendo que el cuerpo congelado caiga a un lado, partiéndose igualmente en pedazos.

Esta vez está seguro de que el sapuris destrozado no podrá vibrar más.

-Te lo dije, Gordon… sólo era cuestión de tiempo.

Respirando agitadamente, cual si hubiera corrido kilómetros, Degel se deja caer de rodillas, esforzándose por recuperar el aliento, mientras su mano derecha, la que golpeara el pecho del espectro, presenta un temblor fino y un dolor exquisito; el hombre voltea a ver el miembro y trata de levantar la mano, pero se da cuenta que le es imposible, además de que el dolor se incrementa.

-Creo… debe de estar rota…

Sin pensarlo dos veces, crea una férula de hielo, muy parecida a la que Elsa portaba, el recuerdo arrancándole una sonrisa cansada, y casi de inmediato, abre los ojos de par en par, recordando súbitamente su misión y preocupación iniciales.

-¡Elsa!

Con extrema dificultad, Degel se incorpora y trata de lanzarse hacia adelante para correr en ayuda de la albina, pero después de un par de tambaleantes pasos sus fuerzas ya no dan más y se desploma sobre la densa capa de hielo, cayendo desmayado, sus últimos pensamientos dirigidos a la fuente de su amor y angustia.

-E-Elsa…

Casi de inmediato, una intensa luz brilla frente a él, y aparentemente de la nada aparecen tres figuras que salen de la luz, una de ellas corriendo hacia él para caer de rodillas a su lado, tan pronto sus cristalinos ojos azules se posan sobre la figura derrumbada.

-¡Degel! - Elsa nota la sangre cubriendo gran parte del rostro amado, las cuarteaduras en la armadura y la férula en la mano. Sin pensarlo dos veces, con dificultad da la vuelta al enorme cuerpo y posa la cabeza del herido sobre su regazo. – ¡Oh, Degel! ¡Por favor despierta!

La hermosa mujer lo sacude suavemente, sin obtener respuesta, y siente cómo su pecho se oprime por la angustia. En ese momento, un delicioso viento fresco la rodea, haciendo que su cabello se eleve y baile suavemente sobre su cabeza platinada, y a Elsa se le ilumina el rostro de alegría ante la llegada de su adorado amigo y Espíritu del Aire.

-¡Gale! – Casi de inmediato, el Espíritu del Fuego se lanza desde una rama cercana para caer en medio de ese bello remolino de hojas secas y cabello plateado, para deslizarse hacia el hombro de Elsa, y después frotar su fría mejilla contra la de ella en un tierno saludo de bienvenida, ampliando aún más la sonrisa de la albina. - ¡Oh, Bruni! Me alegra mucho saber que los dos están bien. – la pequeña salamandra da un lengüetazo de saludo y gira sobre sí mismo, evidentemente extasiado al tenerla de vuelta.

Asmita, ya con los ojos cerrados, sonríe ante la tierna escena, reconociendo de inmediato a los espíritus del bosque de algunas de sus tantas reencarnaciones, permaneciendo en silencio a unos pasos del grupo para darles su espacio, pero después de un par de minutos, finalmente se acerca a Elsa y le posa una mano en el hombro. La joven se sobresalta de forma evidente, sintiéndose aún más sorprendida al ver que Bruni, a diferencia de lo celoso que habitualmente se muestra, en esta ocasión sólo le dirige un lengüetazo al hombre rubio, sin animadversión aparente, como si lo reconociera. Asmita le sonríe al espíritu a forma de saludo y dirige su atención a la joven arrodillada.

-No se preocupe, su Alteza, Degel está bien, sólo agotado. Dele unos momentos y despertará. – Elsa asiente, agradecida, a pesar de lo cual su mano continúa posesivamente sobre el pecho del herido. – Tengo que llevar a este hombre frente a Sísifo para que reciba sus nuevas órdenes y su consiguiente castigo. Pero nos veremos en el castillo de su hermana, si no tiene usted inconveniente.

Deuteros se tensa ante la información.

-Pero fue Sísifo quien me ordenó cuidar de ellos, Asmita. No puedo regresar ahora mientras Degel y ella permanecen fuera del castillo. Sabes bien que no puedo desobedecer sus órdenes.

Asmita voltea ligeramente su rostro hacia él, con un gesto de seriedad, casi de enojo.

-Y podemos ver que los has cuidado muy bien, Deuteros. Sísifo no tiene la facultad de contravenir una orden dada por la mismísima Atena, por lo que no te preocupes. Esta acción no será tomada como desobediencia. – Con otro gesto, le ordena que abra la puerta de las dimensiones para poder regresar pronto, y regresa su mirada a Elsa. – Su Alteza, ¿está segura de que no quiere acompañarnos por esta vía?

Elsa niega con la cabeza.

-No, gracias, tengo que cuidar de Degel y ver cómo están los Northuldra, además, sólo estamos a una hora del castillo, no tardaremos en llegar. – Como si quisiera agregar algo más pero no se atreviera, Elsa le dirige una mirada cargada de significado a Deuteros, y Asmita asiente en respuesta.

-Entiendo. No se preocupe, aún cuando Sísifo tiene que encontrarse con Deuteros, como le asegurara previamente, este hombre no entrará al castillo. Arendelle y su hermana no correrán ningún riesgo. Puede viajar con tranquilidad.

A pesar de que todavía le inquieta la extraña habilidad del caballero de leer sus pensamientos, Elsa de todas formas le regala una enorme sonrisa en señal de agradecimiento.

-Mi hermana y yo, y todo Arendelle, estaremos eternamente en deuda contigo, ¡ah! y Asmita…

El hombre inclina la cabeza, en señal de atención.

-Te agradezco mucho tu llegada oportuna y… y tus palabras.

Asmita le sonríe bellamente y se hinca ante ella en señal de respeto, una rodilla en el suelo, un puño en el pecho.

-No tiene absolutamente nada que agradecer. El que le estará eternamente agradecido soy yo, pues es tiempo de entregar mi vida a la causa, y me alegra de sobremanera saber que en este ciclo finalmente podré alcanzar el Nirvana.

La joven quiere protestar, decir algo más, ante las palabras ominosas del caballero, pero este se levanta y camina hacia Deuteros sin mirar atrás, para que después ambos desaparezcan en la misma luz brillante que la llevó hasta ahí.

Tan pronto los Santos de Atena se retiran, Elsa regresa su atención a su amado, y crea un paño de escarcha para limpiarle los enormes coágulos sobre su párpado y el resto de la sangre seca de la cara, mientras lo llama de nuevo con extrema dulzura.

-Despierta, amor mío, ya estoy a tu lado.

Después de varios minutos sin resultado, y azuzado por tan divina voz y el contacto frío del paño, el hombre finalmente abre lentamente los ojos y sonríe al ver a la blanca beldad inclinándose frente a él.

-Algo me dice que debería de empezar a darles verdadero crédito a las leyendas nórdicas, pues ahora tengo a una hermosa Valkiria ante mí que ha venido para llevarse mi alma al Valhalla…

La joven ríe suavemente ante sus palabras.

-Deberías de dejar de bromear de esa manera. Ya veo que gustas de asustarme.

Degel le sonríe aún más ampliamente.

-Asustarte no, mi amor, protegerte. Pero también ya veo que soy malo para eso. – Degel acaricia suavemente la mejilla mancillada, y le pasa el pulgar por su labio roto, haciéndola estremecer. - ¿Cómo estás? ¿Qué fue lo que pasó?

Elsa está a punto de contarle el ataque de Deuteros, pero siente una presión en el pecho, que le impide ser honesta con su amante. ¿Qué necesidad existe ya de platicar la terrible experiencia que tuvo, si parece estar todo controlado? ¿Qué necesidad hay de que el hombre que ama la vea como una mujer mancillada, manchada en su honor? Esforzándose por ser fuerte, la joven cierra los ojos y se obliga a sí misma a sonreír, mientras un temblor fino se apodera de su mano.

-Nada, mi amor, me debí haber perdido y me atacó un espectro, que, aunque no me fue tan fácil de vencer, de todos modos acabó mordiendo el polvo. Por eso no pude llegar a tiempo. Perdona que tuvieras que luchar solo.

La sonrisa de Degel se amplía.

-Tu poder es extraordinario, y nunca deberías dudar de él. Aunque te costara trabajo, sabía que lograrías alzarte vencedora. – el hombre le sonríe, orgulloso, para después esforzarse en mover la cabeza y buscar alrededor con la mirada. - ¿Has sabido algo de Deuteros? Él también se está demorando.

La joven tiembla un poco al escuchar el nombre, pero se obliga igualmente a recuperar la compostura.

-Otro de tus compañeros, Asmita, vino por él. Parece que Sísifo reclama su presencia.

Una ceja de corte dividido se levanta.

-¿Asmita? ¿Aquí? Eso… eso es muy extraño.

Tratando de fingir indiferencia, Elsa se encoje de hombros.

-Bueno, no lo sé. ¿A lo mejor tenían algo importante qué discutir?

-¿Y qué te dijo Asmita?

Realmente no había pensado lo que le diría al peliverde, además de no querer confesarle que el Santo Dorado llegó a rescatarla, tampoco quería hablar de la segunda plática que tuvieran los dos, y que aún la tiene impactada. ¿Debería confesarle que Asmita le ha dicho que ahora son esposos? Aunque había prometido que no volvería a tener miedo, la duda aún se siembra en ella. ¿Debería de alegrarse o sobrecogerse ante la idea de que ahora son un matrimonio? No es que no le agrade la posibilidad, pero no sabe cómo reaccionaría Degel al enterarse de esa novedad, ¡si ni siquiera ella está segura cómo debería reaccionar ella misma!

-¿Elsa?

Degel trata de llamar su atención, pero la mente de la joven albina se encuentra demasiado absorta en sus dudas como para escucharlo. Además, el recuerdo del beso robado por parte del hermoso rubio la hace sonrojar, creando aún más confusión en su atribulada mente. Fue sólo un beso, después de todo, y ella realmente no lo buscó… pero tampoco lo rechazó… ¿Se puede considerar infidelidad si fue contra su voluntad, aunque realmente tampoco se haya negado? Elsa se sobresalta al sentir la cálida mano de Degel sobre la suya.

-Amor mío, ¿Te encuentras bien?

Sacudiendo la cabeza, la hermosa albina se enfoca en su amante.

-N-nada… sólo… Asmita sólo vino por Deuteros, se presentó conmigo y… y me trajo a tu lado.

Degel se le queda viendo por un momento, percibiendo que hay mucho más allá de eso, pero decide no presionar. Ya platicarán con más calma tan pronto estén de regreso al castillo, pues ayudar a los Northuldra, saber que la gente inocente del pueblo de Elsa está a salvo, apremia antes que cualquier otra cosa. El hombre se incorpora dificultosamente, ayudado por la albina, quien de todos modos lo reprende, preocupada.

-No deberías levantarte, Degel, tus heridas…

Pero el Santo de Atena, finalmente hincado, niega con la cabeza, mientras toma fuerzas para tratar de ponerse de pie, Elsa quedando igualmente hincada frente a él.

-No te preocupes, amor mío, esta vez mis heridas no son de gravedad, sólo un par de costillas rotas.

-Y un brazo roto. – Elsa le señala el cabestrillo de hielo.

El hombre le sonríe, tratando de restarle importancia.

-Más bien una mano rota, pero nada más.

-Y un cráneo roto. – Usando el pañuelo de escarcha ya lleno de sangre, la hermosa albina le toca la herida en la cabeza, desde donde todavía salen hilillos de sangre que corren a lo largo de la frente y las mejillas ahora limpias del Santo de Atena. Degel respinga un poco ante el contacto, pero aprovecha la cercanía para tomarla de la cintura.

-Esto es más escandaloso de lo que realmente me afecta. No le des mucho pensamiento.

El contacto de la cálida mano la hace estremecer, y ella se pega a él, una sonrisa traviesa dibujándose en sus labios.

-¿Ah no? Si recuerdo bien, hace un par de días un hombre me dijo que no pasaba nada con él, que estaba bien y que dejara de preocuparme, y al momento siguiente, ese mismo hombre guapo y testarudo cayó desmayado al mar.

Degel ríe un poco ante las palabras, al tiempo que hace presión con su mano sobre la espalda baja de ella para obligarla a pegarse aún más a su cuerpo.

-¿Te parece que soy guapo?

Con una sonrisa traviesa dibujada en sus rojos labios, Elsa se encoje de hombros, mientras le rodea la nuca con ambas manos.

-No puedo contestar algo así, cuando el segundo calificativo, y el más importante, fue ignorado a propósito. No pienso inflar tremendo ego.

Degel sonríe aún más, mientras aprovecha para inclinarse y besarla suavemente.

-Puedes tener la certeza de que el calificativo no fue ignorado, y también te aseguro que ese hombre testarudo, gracias a los cuidados de una hermosa mujer, ha aprendido de sus errores. Creo que no lo volverá hacer.

Elsa sonríe bajo sus labios, mientras lo besa en cada pausa de su conversación.

-No creo ni un poco en una promesa tal… pero empiezo a darme cuenta de que esa angustia forma parte de amar a un guerrero tan terco como tú: tendré que cuidar de ti, todas las veces que me necesites.

-Eso me encantaría…

Degel profundiza el beso, mientras le rodea la cintura con los brazos, un poco incómodamente al utilizar el brazo lesionado. Sin embargo, aún cuando el corazón de Elsa late acelerado ante el contacto con él, esta vez es distinto: en esta ocasión un cierto miedo se apodera de ella al sentir dolor sobre su labio roto con tan apasionado beso, pero principalmente al sentir la enorme mano explorando su espalda, que le recuerda levemente a unas manos igual de posesivas, pero aún más agresivas y, dudosa de las sensaciones tan confusas, la joven presiona con ambas palmas el enorme pecho para alejarlo de ella.

-D-Degel… creo que no es el momento. Tenemos… tenemos que hablar…

El Santo Dorado inspira profundo, y cierra los ojos, tratando de controlar sus ansias, pero sin realmente soltar su cintura, sin separar del todo su cuerpo del de ella, mientras apoya su frente en la de Elsa.

-Sí, entiendo… perdóname si te he lastimado. Dime, amor mío, ¿qué te ha dicho Asmita que te tiene tan preocupada?

Elsa se separa un poco más de él para escudriñar los ojos violetas que tanto le gustan.

-¿Por qué crees que es algo que me ha dicho Asmita?

-Porque conozco a mi compañero, y sé que, cuando él se presenta, es porque algo muy serio está ocurriendo. Sus palabras te tienen alterada, puedo sentir tu corazón acelerado, y no es por lo que estábamos haciendo. Puedo sentir tus manos temblando.

Por una razón que no entiende, pero que se parece mucho a la vergüenza, Elsa no quiere aceptar frente a su amante la verdadera razón de su miedo, y le ofrece en cambio, otra verdad que ha compartido con el santo de cabellos dorados, y que también la tiene en angustia.

-Asmita… llegó para confesarme que, frente a los ojos de tu diosa Atena, tú y yo estamos casados.

Degel abre mucho los ojos ante sus palabras, su rostro una expresión de absoluta sorpresa, y por varios segundos se queda sin habla, completamente congelado, sin poder reaccionar, el agarre de su abrazo aflojándose levemente, hasta que en su cerebro finalmente se registran los cristalinos ojos de la albina llenándose de un silencioso dolor.

-Elsa…

La joven trata de sonreír y lo empuja de nuevo para liberarse un poco más de su aún fuerte agarre, al grado de que sus manos ahora apenas cubren los adorados codos, mientras Elsa pudorosamente desvía la mirada hacia un lado.

-No digas nada, Degel. Me esperaba una reacción así, de modo que no debes preocuparte. Entiendo que fue todo muy inesperado, y realmente no platicamos al respecto, así que podemos pretender que no pasó nada. Ese matrimonio carece de valor legal, así que…

Pero antes de que pueda seguir hablando, Degel la vuelve a rodear con sus brazos, sorprendiéndola mientras la presiona fuertemente contra su pecho y esconde su rostro en el blanco cuello de ella, la respiración agitada y cálida de él sobre su suave piel la hace estremecer.

-Te lo suplico, no digas nada más. No es necesario que excuses nada más.

-¿Degel?- Elsa vuelve a hacer presión sobre su pecho hasta lograr que la suelte, buscando los ojos violeta con los suyos. - ¿Qué quieres decir?

La sonrisa de Degel es amplia, y aunque se percibe un pequeño dejo de inseguridad, aún así todo su rostro se ilumina de felicidad.

-¿Es que acaso no es obvio? Lo que quiero decir es que, si tú me aceptas, con todo lo imperfecto y humilde que soy, yo acepto de todo corazón el regalo que Atena nos ha dado a los dos. Pero por supuesto será sólo si tú me aceptas.

Ante las palabras que no esperaba oír, pero que ansiaba con todo su corazón, Elsa sonríe imitando tanta dicha, y súbitamente se lanza sobre él, sus brazos rodeándole el cuello, sintiéndose enormemente aliviada por la respuesta del caballero.

-¡Oh Degel! ¡Por un momento me asustaste! Pensé que me rechazarías, pensé que no aceptarías esa revelación. Todo está pasando tan rápido...

Degel la aprieta más contra su cuerpo, sintiéndose increíblemente dichoso y bendecido, agradeciendo a Atena desde lo más profundo de su corazón el regalo que, sin reconocerlo, había anhelado con tanta fuerza.

Aún le resulta increíble la capacidad de Sasha de conocer el corazón de todos sus caballeros.

-¿Cómo podría rechazarte? Mi alma y mi cuerpo son tuyos desde que hicimos el amor en Ahtohallan. Quizás incluso mucho antes de eso. Eres mía en cuerpo, pero ahora, gracias a Atena, también lo eres en alma.

-¡Oh, Degel! ¡Yo también te amo! – Elsa lo besa apasionadamente, decididamente ignorando el dolor que el labio roto le deja, demasiado desesperada por sentirlo y sentir su amor, y él le responde con el mismo fervor. Sin embargo, después de unos segundos se separa de ella, ambos agitados con tan intensa caricia, el hombre buscando la mirada cristalina de su amante.

-Hay… hay algo que debemos hablar primero, Elsa. Debes de estar completamente consciente de lo que implica que aceptes ser mi esposa.

Elsa le regala una amplia sonrisa, tratando de acallar sus miedos.

-No seas tonto, Degel. Te acepto tal y como eres, no debes de tener la más mínima duda. – Como para reforzar sus palabras, Elsa lo besa de nuevo con gran intensidad, buscando reconfortarlo. Sin embargo, Degel, después de unos segundos, de nuevo la separa de él, buscando con fervor sus ojos azules.

-Te entiendo, y te lo agradezco, te aseguro que esa misma devoción puedes esperar de mí. Pero Elsa, hay algo más.

Notando la seriedad de sus palabras, la joven albina busca la mirada violeta, y nota la seriedad detrás de ellos, por lo que, sin emitir ninguna palabra, suelta un poco el agarre que tiene sobre su cuello, y asiente para indicarle que continúe. El hombre inspira profundo, un poco dudoso, preocupado por la respuesta de su amada. Pero determinado a ser honesto con ella, pues sabe que no puede ser de otra manera. Inspirando profundamente, Degel se arma de valor para hablar.

-Tú sabes que en mi corazón eres lo más importante, eres tú quien ocupa todo mi ser, pero debes estar consciente de que, aún cuando eres mi adorada esposa, y por lo tanto mi deber es contigo, mi primer deber es con el mundo entero, y por lo tanto, con Atena.

-Degel…

El Santo de Atena levanta una mano para impedirle que hable, y él poder continuar.

-Sabes que te amo con toda mi alma, Elsa, pero no puedo abandonar mi misión, aunque eso signifique alejarme de ti. Aunque signifique no cumplir mis deberes como tu esposo. A pesar de que eso me parta el corazón.

Degel inspira profundo para continuar hablando, buscando palabras para explicarse, pero Elsa le posa unos dedos sobre los labios, efectivamente silenciándolo.

-Te conocí con ese deber sobre los hombros, Degel, y te he aceptado no sólo a pesar de él, sino precisamente porque me enorgullece que mi… - Elsa titubea un momento, pero después una enorme sonrisa ilumina su rostro ante las palabras que va a pronunciar, - me enorgullece enormemente que mi esposo haya escogido salvar al mundo por encima de todo. No debes temer, pues pelearé a tu lado cuando me necesites, y si es necesario, te esperaré todo el tiempo que requieras, como tu esposa abnegada.

La sonrisa de Degel es una de las más bellas que la joven haya visto jamás. Como respuesta a sus palabras, el hombre la atrae hacia sí, sellando con un beso el pacto entre los dos.

Ella por su parte le rodea el cuello para corresponder a la caricia, y Degel profundiza el beso, emocionado al ver la inmediata respuesta de su diosa, la madurez que esta le ha mostrado, mientras suavemente le acaricia un turgente seno, disipando con sus dedos la tela mágica que lo cubre, mientras susurra bajo los suaves labios.

-Dime, diosa mía, ¿qué he hecho de bien, para lograr que la mujer más hermosa del planeta sea mía?

Disparado por las palabras, y sumando el profundo beso sobre su labio roto que le produce dolor, un recuerdo terrorífico se cierne sobre su mente como un vendaval, poniendo en pausa los pensamientos alegres de la albina, mientras la voz de Deuteros retumba en su cabeza y en su corazón.

La mujer más hermosa… Finalmente vas a ser mía…

-¡No!

Elsa no puede evitarlo, el terror que la invade de forma súbita e inesperada provoca que reaccione empujando a Degel desde el poderoso pecho. Este reacciona apretando con más fuerza, pensando que es parte de su juego, parte del preámbulo. Sintiendo como las manos de la joven lo empujan, él se estira para besarle el cuello.

-No te dejaré escapar. Eres mía… sólo mía…

Desafortunadamente, las palabras, aunque dichas con fervoroso amor, sólo condicionan hundirla más en el terror, y Elsa empuja aún con más fuerza a Degel mientras ella misma brinca hacia atrás, cayendo de sentón sobre la nieve, un blanco seno expuesto al aire frío. Pero pareciera que la albina beldad no se da cuenta, sus ojos perdidos en el dorado peto de su amado sin realmente verlo. Degel, tomado por sorpresa, la suelta de inmediato, ojos violetas abiertos de par en par.

-¿Elsa?

Pero la joven no puede escucharlo, mientras su mente recuerda y reproduce la terrorífica sensación de las manos invasivas, los labios que queman, la presión de un miembro ávido sobre su vientre.

No hay nadie por aquí, su Majestad…

-¡No! – la joven cierra los ojos y se tapa los oídos con fuerza, mientras se encoje sobre sí misma. De pronto, se siente rodeada por poderosos brazos que la retienen, que buscan contener el sufrimiento de su torturado ser, como Degel ya una vez hiciera por ella. Sin embargo, en vez de ser reconfortada, los amorosos músculos se sienten como una cárcel que la envuelve y la amenaza, recordándole vívidamente su impotencia y desesperación por liberarse de músculos igual de endurecidos que la sujetaban con violencia, provocando que su grito se vuelva más desesperado. – ¡No! ¡Noooo!

-¡Elsa!

Sin poder reaccionar a tiempo, Degel ve como rápidamente sus propios brazos se van congelando, así como todo su cuerpo, incluyendo la sagrada armadura dorada de Acuario, y se siente abrumado y fascinado a la vez por el despliegue de enorme poder de la albina, capaz de congelar la Armadura Dorada de los Hielos Eternos, al mismo tiempo que agobiado por el evidente terror que debe de estarla envolviendo. Cuando el hielo finalmente llega a su cuello, el hombre se da cuenta de que Elsa está temblando, su poder creando una tormenta de nieve alrededor de ellos. Todo ha pasado en un par de segundos, desde estar tocando el cielo con sus labios, con su confesión, hasta encontrarse de lleno con el abrumador poder del Quinto Elemento, y Degel ahora entiende la profundidad del desasosiego de su amada.

-Elsa… - El Santo Dorado de Acuario hace una última súplica al precioso Quinto Elemento, antes de cerrar los ojos, hasta que el hielo lo cubre completamente.

Pareciera que su última palabra, dicha con tanta suavidad, logra atravesar el ataque de pánico en el que se encuentra envuelta la aterrada albina, por lo que esta abre los ojos de par en par, como si despertara de una pesadilla, y se ve rodeada por los brazos congelados de Degel.

-¡Degel! ¡No!

La Reina de las Nieves se abraza a la estatua de hielo de su amado, recordando fielmente cuando abrazó la estatua congelada de su hermana menor, cuando siente como el hielo se deshace bajo sus dedos, y Degel le sonríe, ahora sólo cubierto de escarcha.

-Tranquila, amor mío. Sabes que no puedes lastimarme. Pero pensé que te sentirías más segura si te dejaba ser y lograbas congelarme completamente. Pensé que te sentirías con más control si te dabas cuenta que yo ya no podía moverme. ¿Ahora estás mejor?

Elsa se encuentra sumamente sorprendida, al darse cuenta de que, en efecto, no tiene nada que temer pues puede desplegar todo su poder al lado de este hombre, a quien nunca logrará lastimar. Pero también porque no puede creer la increíble sensibilidad de este caballero, lo mucho que la entiende, tanto que le ha permitido congelarlo de pies a cabeza, sólo para asegurarse de que ella no se siente amenazada por él. Sin poder evitarlo, ella se abraza a él con fuerza, llorando inconsolablemente, no sabe si de miedo por la terrible experiencia que vivió con Deuteros, o de agradecimiento por tener a su lado a Degel. O quizá, por los dos. El hombre la abraza con más fuerza, para que pueda sentir su respaldo.

-¿Está bien, amor mío. Estoy aquí, yo te sostendré. Quieres hablar de esto? ¿De lo que te asustó de esta forma? - Su llanto aún corriendo libre, la joven esconde su rostro sobre el pecho dorado de su amado, mientras niega con la cabeza, negada a articular palabra. Degel suspira, apesadumbrado, pero sin sorprenderse: ya había imaginado esta respuesta. – ¿Prefieres que lo hablemos regresando al castillo?

Como era de esperarse, la joven asiente en silencio, mientras sus hombros tiemblan por el llanto, y Degel se acomoda para quedar bien sentado sobre la nieve, para después acomodar sobre su pecho a su adorada diosa nórdica, y así permitirle mayor libertad. Elsa, sin dejar de llorar, no lo decepciona y se hunde más en su abrazo, tratando de aprovechar la oportunidad que este fantástico hombre le brinda para poder liberar todo su terror. Degel, también en silencio, recoge los pedazos del corazón roto de su amada, mientras observa con gran resentimiento la mejilla amoratada de la joven, casi apostando que esa lesión tiene mucho que ver con la reacción tan inesperada que Elsa está teniendo. Suspirando apesadumbradamente, Degel dirige su mirada hacia el norte, al mismo tiempo mandando una silenciosa disculpa.

Los Northuldra tendrán que esperar un poco más.

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A/N: Okaaaay! Espero que este capítulo lo sientan mejor que el anterior. Como prometí, todo tipo de acción… a pesar de que no tan intensa y tan violenta como en capítulos anteriores, espero que aún así les haya gustado. Ya están emocionados de ver a Kristoff? Oh dios! Qué dirá cuando se entere de que su prometida está rodeada de hombres tan bellos! Y también, pensándolo bien, que bueno que Anna no estaba vestida de pintura por todo su cuerpo, como en la película de la Momia! La recuerdan, por que ella definitivamente que ha sido tocada por otro chico precioso! Uff! Veremos cómo se desenvuelve eso.

En otras cosas, permítanme contestar unos preciosos comentarios:

Annaurda: SSiiii! Qué bueno que llegó Asmita! Aunque la verdad hubiera querido que Elsa se salvara solita, pero pensé que sería poco creíble dado lo poderoso que es Deuteros y la falta de entrenamiento de la misma Elsa, incluso en lo relativo a su poder, es por eso que tuvimos que recurrir a otro ser aún más poderoso: el bello Asmita. Aunque te he de confesar que también lo traje porque me encanta el muchacho, jijiji.

interesante cuestionamiento el que haces, pues Gea, siendo uno de los dioses más antiguos del panteón griego, sería excelente candidata, pero lamento decirte que no, la reencarnación de Elsa es así como se menciona, como el Quinto Elemento, un ente canalizador de los poderes más grandes del mundo, conocidos en la Antigua Grecia como los cuatro elementos: Agua, Fuego, Tierra y Aire, por eso se considera un elemento perfecto. Se hablaba de él desde épocas presocráticas, donde los griegos decían que era una "sustancia brillante que respiraban los dioses", y según Aristóteles, el quinto elemento, la quintaesencia, o el éter, como él lo conocía, era "una sustancia divina e indestructible", era "el alma del mundo y toda la vida emanaba de él", y aunque Albert Einstein apenas recientemente trató de descartar la existencia de dicho elemento, incluso ahora las llamadas Ciencias Ocultas creen en él (aunque el descubrimiento del Campo de Higgs vuelve a replantearlo y hasta menciona científicamente haber demostrado su existencia… oh dios mío! Elsa sí que puede existir! jujujuju). Es por eso que la creencia del quinto elemento es independiente del panteón griego. Incluso, no sé si alguna vez llegaste a ver la película de Bruce Willis y Milla Jojovich titulada, precisamente, "el Quinto Elemento", donde Milla es la reencarnación de este elemento (como Elsa), que llega como poder máximo para salvar al mundo de un archivillano extraterrestre. Esa es la esencia del Quinto Elemento. Es por eso que Elsa, en esta historia, se vuelve de nuevo ente catalizador de los cuatro elementos para ayudar a salvar el mundo, la salvación ahora en manos de Atena y sus caballeros.

Uff! Perdoname! Creo que me emocioné contándote toda esta investigación! Ay niña! Espero no haberte aburrido con tanta historia, es que a veces me emociono de más cuando estoy aprendiendo algo nuevo… jejeje. Aunque te agradezco como no tienes idea! Me hiciste investigar a mayor profundidad para tratar de explicarte mejor… y bueno, es súper interesante! Disney sí que hizo su tarea para dotar a Elsa de una reencarnación que le ajustara!

Muchas gracias por tu comentario! Espero que estés bien de salud y de todo, nos vemos en el siguiente capítulo!

AleSinsajo: muchas gracias por tus preciosos comentarios! Aunque ya te contesté por inbox, quería agradecerte aquí, pues el recibir tus palabras me alienta mucho a seguir escribiendo. Te mando un abrazo!