Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

Resumen: Menma y Minato, dos hermanos que desde hace diez años viven con su abuelo Iruka, disfrutan de la paz que Kohona tiene el privilegio de gozar durante ya una década gracias al sacrificio de dos shinobis legendarios. Sin embargo, apenas saben sobre sus padres. Han sido huérfanos desde que tienen memoria y, a pesar de que todos a su alrededor conocían a sus progenitores, nadie tenía la fuerza ni el valor de recordar a aquellos a quienes tanto habían querido.

Cansados de apenas saber sobre sus padres, deciden investigar ellos mismos sobre el pasado y el incidente que los llevó a donde están ahora. Naruto Uzumaki y Sasuke Uchiha son un verdadero misterio para los hermanos, pero el deseo de reconectar con ellos les traerá más de lo que pudieron haber imaginado.

Advertencias: Omegaverse, mención de Mpreg, yaoi… Y no sé qué más XD

Notas: Este fic es un Narusasu, con Naruto!Alfa y Sasuke!Omega. Aunque se hacen un par de referencias a Boruto, realmente no tiene nada que ver. Además, muchos de los eventos de Naruto no ocurren u ocurren de manera diferente. Por ejemplo, Sasuke nunca se fue con Orochimaru por poder, pero sí mató a su hermano por venganza para enterarse después de la verdad.

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Sin importar el tiempo

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Capítulo 1

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Corrió sin detenerse, sus piernas llevándole de tejado en tejado en dirección a la casa donde vivía con su abuelo y su hermano. El sol brillaba en lo alto del cielo, el calor de la tarde haciéndole desear que no se encontraran en verano. El sudor resbalaba por su frente, brillando con el reflejo de la luz del día mientras continuaba moviéndose.

Al fin distinguió su casa y, de un salto, bajó a la calle y se limpió el sudor de la frente. Menma Uchiha, un joven de trece años recién cumplidos, caminó sonriente hasta las escaleras que lo guiarían a la puerta del apartamento donde vivía. Dejando escapar un suspiro, tomó la perilla de la puerta y la giró, sin sorprenderse de que no estuviera enllavado, y entró a la casa.

Llevaba todo el día yendo de un sitio a otro con sus amigos, y se moría de ganas por echarle algo a su hambriento estómago y, ya que no tenía dinero para comprar ramen o alguna otra cosa, optó por regresar a casa, su amigo Shikadai recordándole que lo esperarían mañana a la misma hora para ir a entrenar un rato.

Quitándose los zapatos, observó a su alrededor. No veía a su hermano por ninguna parte, pero sabía que estaba en casa porque sus zapatos estaban en la entrada. Dejó los suyos propios a un lado, se irguió y caminó hacia la cocina, dispuesto a hacerse algo sencillo de comer, como un sándwich o algo.

Sacando el pan de molde del gabinete donde sabía que su abuelo lo guardaba, tomó dos rodajas y las colocó en un plato. Luego agregó jamón, lechuga y unas rodajas de tomate. Sirviéndose un vaso de agua para refrescar su garganta, tomó su bocadillo y se dirigió a la sala. Ahí, se dejó caer sobre el colchón, dándole un mordisco a su sándwich.

—Hermano. —escuchó una voz a sus espaldas. Al girarse, sus ojos se toparon con la mirada color ébano de su hermano menor, Minato, que lo miraba con reprobación. —Sabes que al abuelo no le gusta que comas en el sofá. Siempre lo ensucias.

Menma se encogió de hombros, dándole otro mordisco a su comida. El menor negó con la cabeza, resignado, y se acercó para sentarse al otro extremo del sofá con los brazos cruzados.

—No se dará cuenta. —aseguró el mayor, tomándose su agua de un solo trago y exhalando satisfecho. —Está tan cansado con lo de la próxima graduación que ni lo notará al venir.

Su hermano volvió a negar con la cabeza. Luego, se recostó contra el respaldar del sofá y su vista quedó fija en el techo.

— ¿Qué se siente? —preguntó, y Menma solo volteó a verlo con una mueca de confusión. —Estar por graduarte, convertirte en genin.

El mayor hizo un gesto pensativo mientras consideraba la respuesta, dándole otro mordisco a su emparedado distraídamente.

—No lo sé. Me alegra ya no tener que pasar todo el día en la academia y poder comenzar a trabajar como ninja, pero… No lo sé. —repitió, imitando a su hermano y observando el techo.

—Todos los demás estarán ahí con sus padres. —comentó de pronto el ojinegro, llevando los brazos detrás de la cabeza para estar más cómodo.

Menma parpadeó, sus ojos azules desviándose hacia una pared vacía, arrugando las cejas ante las palabras de su hermano.

—Es natural, supongo. El abuelo irá también.

—El abuelo es el director de la Academia, tiene que ir a cada graduación. —le recordó el menor secamente, a lo que Menma suspiró.

—Bueno, sí, pero también estará ahí por mí. Y lo estará por ti cuando te gradúes.

Uchiha Minato era dos años menor que Menma, así que aún le faltaba algún tiempo para que llegara a graduarse. En contraste con hace algunos años, ahora la Academia Ninja no graduaba estudiantes menores de doce años, sin importar lo prometedores que fueran. Esto gracias a la iniciativa del Séptimo Hokage, quien decidió que debían hacer cambios a sus sistemas para que no volviera a haber más niños soldado como en antaño.

A Minato no le molestaba eso, le gustaba la Academia, le gustaba estudiar. Al contrario de Menma, él sí ponía atención en cada clase y se esforzaba por siempre salir bien en sus exámenes. Era tanta su dedicación que era quien tenía las mejores notas de su grupo, a pesar de que esto realmente no le importaba. A él le gustaba aprender, no lo hacía por una calificación que, al final, no definiría que tan bien o mal le iría en su vida como shinobi algún día. Si hubiera nacido hace unos veinte años atrás, puede que lo hubieran dejado graduarse a su edad actual, tal vez un poco antes, pero tampoco es como si se estuviera muriendo de ganas por salir a hacer misiones clase D como para siquiera sugerir que lo dejaran graduarse antes.

—Desearía que mamá y papá también estuvieran ahí. —murmuró entonces el menor, su mirada tornándose triste.

Menma se giró para mirarlo, su sándwich ya inexistente, y se sintió afligido por no poder levantarle el ánimo a su hermanito. Para Menma, Minato era lo más importante del mundo. Era su hermano menor y, aunque técnicamente este fuera más habilidoso que él en casi todo, siempre sería su hermanito y, si pudiera, lo protegería de todo y de todos.

Lamentablemente, no podía combatir la soledad y la añoranza que ambos sentían cada vez que pensaban en sus padres. Minato en especial sentía el vacío de no tenerlos en su día a día, y por más que Menma lo intentara, jamás podría ocupar el lugar correspondiente de sus padres en su corazón.

—Yo también. —comentó al final.

Sí… Él, como todo niño, quería que sus padres estuvieran presentes en los momentos más importantes de su vida. Lamentablemente había cosas que no podían ser, y no les tocaba más que apañárselas y sonreírle al nuevo día.

—Apuesto a que nuestros padres eran de los mejores en la Academia. —soltó de pronto el mayor.

Ambos chicos no sabían mucho sobre sus padres. El abuelo de ambos, Iruka, había sido como un padre para su padre, a pesar de que no estuvieran emparentados por la sangre. Él los había conocido a ambos desde que eran unos niños, incluso fue su profesor en la Academia. Sin embargo, casi nunca hablaba sobre ellos. Menma y Minato comprendían que para él debía ser doloroso recordar y, a decir verdad, tampoco preguntaron mucho, pero sí deseaban saber más sobre sus padres. Querían conocerlos, saber cómo eran… No solo tener que conformarse con viejas fotografías e historias sin contar.

—Puede ser. Eran los shinobi más poderosos de su generación, según dicen. —Minato habló distraídamente, sus cabellos color ónix desparramados sobre el respaldar del sofá.

— ¡Seguro que sí! Apuesto a que desde la Academia eran geniales. —su sonrisa se tornó melancólica. —Me gustaría ir a visitarlos antes de graduarme.

Minato entonces se irguió en su lugar, volteándose para encarar a su hermano.

—Vayamos. —sugirió. —Hace mucho que no vamos a verlos. Tal vez la tía Sakura nos acompañe.

Más animado, Menma también se giró a encarar a Minato.

— ¡Sí! Podríamos ir el fin de semana…

— ¡Estoy en casa!

Ambos jóvenes dirigieron la vista hacia la puerta de la casa, observando como su abuelo Iruka se quitaba los zapatos y los ponía a un lado con una expresión cansada. A pesar de ello, les sonrió a ambos chicos cariñosamente antes de acercarse a la parte de atrás del sofá para revolverles las oscuras cabelleras a ambos.

— ¡Hey! —se quejaron al mismo tiempo, Menma riendo y Minato haciendo un puchero.

— ¿Adónde planean ir el fin de semana? —les preguntó, poniéndose en evidencia de haber escuchado el final de su conversación anterior, apoyando los codos en el respaldar del sofá.

—A visitar a mamá y papá.

Un destello de tristeza brilló en los oscuros ojos del mayor, una pequeña sonrisa dibujándose en su rostro ante la ilusión con la que hablaban ambos niños.

—A visitar a sus padres, ¿eh? —suspiró Iruka.

Ambos chicos, sintiendo la tensión que emanaba el cuerpo de su abuelo, apretaron los labios.

—Le preguntaremos a la tía Sakura si nos acompaña. —le informó Menma.

Iruka enderezó la espalda, rodeando el sillón para luego sentarse en medio de ambos Uchihas. Colocó sus codos en sus rodillas y entrelazó sus manos, apoyando su barbilla sobre ellas. Estaba llegando a casa apenas y realmente no tenía energías para otro desgaste emocional. Lo que más quería en ese momento era tirarse a la cama y no despertar hasta el día siguiente.

—Seguro que Sakura querrá ir con ustedes. Hace mucho que no los visitan. —comentó con tono ausente el moreno, las arrugas de su rostro acentuándose como si en un par de minutos hubiera envejecido diez años.

Minato lo observó en silencio, detallando la expresión distante de su rostro y su mirada perdida. Menma, por otro lado, frunció el ceño molesto consigo mismo por hacer sentir mal a su abuelo. No era a propósito, nunca lo era pero, si seguían así, jamás podrían hablar de sus padres nunca.

Todo el mundo parecía reaccionar de manera muy similar. La tía Sakura comenzaba a juguetear con su cabello y desviaba la mirada si alguno de sus padres salía en el tema de conversación, la mirada de Kakashi se perdía por momentos para luego cambiar de tema abruptamente, e Iruka siempre parecía ser consumido por la tristeza.

Era como si todos hubieran perdido una parte vital de sus vidas. No solo ellos, el resto de los de su generación actuaban parecido. Nadie hablaba de sus padres. Los aldeanos solo hacían comentarios ocasionales sobre el Séptimo Hokage y su esposo, el Hokage de las Sombras. Pero ellos no los conocían realmente, no podrían responder sus dudas, no podrían ofrecerles consuelo. A lo mucho, solo llegaban a escuchar historias de sus batallas, o de lo poderosos que eran, o de lo mucho que sacrificaron por la aldea… Pero nada que en verdad satisficiera su curiosidad.

Luego de un momento en silencio, Iruka se puso de pie y desapareció por la puerta de la cocina. Menma lo siguió, y su hermano lo siguió a él.

Vieron sin decir nada como su abuelo se servía un vaso de jugo de naranja del refrigerador y luego se lo tomaba de una sola vez, suspirando y dejando el vaso vacío al lado del lavaplatos.

—Abuelo. —Menma fue el primero en hablar. Siempre era él, mientras que Minato era el callado de los dos, que se limitaba a observar la situación en silencio. —Nosotros en verdad… Queremos saber sobre nuestros padres.

Observaron al mayor apretar los puños y cerrar los ojos con fuerza, para luego relajarse y tomar el vaso que recién había ocupado para servirse un poco más de jugo.

—Sabemos que no es fácil hablar de ellos. —insistió el Uchiha mayor. — ¡Pero nunca nadie nos cuenta nada sobre ellos! ¡Queremos saber sobre nuestros padres! —su máscara de tranquilidad se rompió y terminó gritando sin intención.

La mano de Minato se presionó contra su hombro, recordándole sin palabras que su abuelo también sufría y que no merecía que le hablaran así. Menma relajó los hombros y, antes de poder disculparse, Iruka suspiró, derrotado, y se llevó la mano a la cabeza, tratando de tomar una decisión.

—Lo sé. —respondió al final. —Ustedes deberían tener el derecho a saber todo sobre sus padres. Lamento que mi incapacidad para controlar mis sentimientos sea lo que se los impida.

Ambos chicos respiraron profundo, pero Menma no había terminado con el tema.

—Solo queremos saber cómo eran. —musitó en voz baja, su mirada azulada clavándose en su abuelo. — ¿Nos querían? ¿Qué les gustaba? ¿Cómo se enamoraron?

Iruka sonrió con tristeza y se sentó en una se las sillas del comedor, apoyando un codo en la mesa y la barbilla en su mano, su mirada tornándose melancólica, como cada vez que el tema giraba en torno a Uzumaki Naruto y Uchiha Sasuke.

Se quedó en silencio, meditando por algunos segundos lo que diría, hasta que al final habló.

—Por supuesto que ellos los querían. —respondió sin dudar. —Aún recuerdo lo feliz que estuvo Naruto cada vez que se enteró que iba a ser padre.

— ¿De veras?

Iruka asintió, su vista perdiéndose en sus pensamientos, recordando a aquel niño revoltoso que tanto problemas le había dado cuando aún era su alumno, pero que a pesar de todo llegó a querer con todo de sí, como si fuera su propio hijo, sin importar que no fuera tan mayor que él.

— ¿Y mamá? —la voz de los chicos lo trajo de vuelta a la Tierra y, por sus miradas expectantes, supo que en verdad ansiaban su respuesta.

Se lamentó en lo profundo de su corazón no haber podido hacer esto antes. Pero la realidad era que recordar dolía demasiado. Los chicos merecían saber todo sobre sus padres y él había pasado años actuando como un inmaduro, escapando la mención de aquello que le hacía sufrir al rememorar.

—Sasuke siempre fue muy reservado con sus sentimientos. —le contestó, una pequeña sonrisa en sus labios. —Pero él y Naruto siempre fueron muy felices juntos. Compartían un lazo muy especial, tan profundo que pocos llegan a comprenderlo. Eran como polos opuestos, siempre discutiendo por las cosas más pequeñas pero, a pesar de eso, siempre estuvieron juntos.

— ¿Cómo es que ambos eran pareja si eran tan diferentes? —habló Minato por primera vez desde que la conversación había iniciado.

—Tal vez por eso precisamente. Se complementaban el uno al otro. —la mirada del Umino volvió a perderse y ambos hermanos lo tomaron como señal de que, por hoy, tal vez fuera suficiente.

Observaron en silencio como este se levantaba y se sujetaba la cabeza con gesto cansado, caminando fuera de la cocina posiblemente en dirección a su habitación. Eso estaba bien. El hombre merecía su descanso, así que Menma y Minato intentarían ser lo más discretos posibles para no perturbarlo.

Se dirigieron miradas tentativas, cada uno decidiendo lo que haría a continuación como un grito les hizo dar un respingo.

— ¡Menma, qué te he dicho de comer en el sofá!

Minato puso los ojos en blanco mientras su hermano huía cobardemente de la ira de su abuelo. En fin, al menos la vida no era aburrida.


Acarició con delicadeza el marco de la retratera, sus ojos negros fijos en la fotografía enmarcada.

En ella había un joven de rebeldes cabellos rubios de unos diecisiete años, sonriendo alegremente para la foto mientras le pasaba un brazo por el cuello a otro joven de la misma edad, este de cabello negro azabache que caía enmarcando su rostro y una expresión de molestia a la vez que jalaba la oreja del rubio para apartarlo.

Era una imagen sencilla y tan bien conservada que nadie imaginaría que fue tomada hace más de quince años, y de las pocas que conservaba de sus padres.

En la imagen parecían un par de viejos amigos y, a decir verdad, a Minato no se le ocurría cómo uno de ellos podía mostrar una sonrisa tan alegre mientras el otro fruncía así el ceño.

Su mente divagó, preguntándose cómo esa pareja había sido a esa edad. Tenía tanta curiosidad, deseaba tanto saber… La necesidad de conocer más sobre sus propios padres era grande, tan gigantesca que temía que lo consumiera algún día. Tenía tantas preguntas, y ninguna respuesta.

Minato, al contrario de Menma, no recordaba ni el más mínimo detalle de sus padres. Había sido demasiado pequeño en aquel entonces, de apenas un año. No es que Menma recordara mucho. En sus palabras, lo único que se le venía a la cabeza eran imágenes borrosas de sí mismo siendo cargado sobre fuertes hombros, sus manos aferradas a rubios mechones, y una noche siendo arropado por manos gentiles y un aroma a tranquilidad y hogar llenándole los pulmones. No era mucho, era prácticamente nada, y seguía siendo más de lo que Minato recordaba.

Menma tenía tres años cuando ambos quedaron huérfanos, y desde entonces su único propósito en la vida había sido cuidar de él y nunca permitirle sentirse solo. Pero, a pesar de lo mucho que lo intentaba, no podría llenar jamás el vacío que sabía prevalecía en los corazones de ambos.

Unos toques en su puerta lo distrajeron y, segundos más tarde, una cabellera negra y un par de ojos azules como el cielo se asomaron dentro de su habitación.

—Hey, ¿sigues despierto? —le preguntó el mayor tontamente. Era obvio que, si la luz estaba encendida y él no estaba entre las sábanas, entonces no estaba durmiendo.

Aunque, a decir verdad, tal vez debería pensar en dormirse, ya que pronto sería medianoche.

— ¿Qué tienes ahí? —sin pedir permiso, entro al cuarto y se sentó junto a su hermano en la cama, su mirada curiosa dirigiéndose a la retratera entre las manos de Minato. —Oh. —musitó al reconocer la fotografía.

Minato suspiró, permitiendo que le quitara la retratera de su agarre. Menma observó la fotografía con la mandíbula apretada, su rumbo de pensamiento probablemente desviándose de manera parecida a los de Minato minutos atrás.

—Eres idéntico a mamá. —soltó un comentario.

Minato sonrió imperceptiblemente.

—Lo dices cada vez que vemos las fotografías.

—Pero es que en serio lo eres.

Sacudiendo la cabeza de lado a lado, le quitó la retratera y la colocó en su mesita de noche, donde normalmente la dejaba.

—Tú te pareces a papá, pero tienes el cabello de mamá.

—Je, lo sé. Aunque no me hubiera molestado ser rubio. Así yo sería igual a papá y tú igual a mamá. —se dejó caer sobre el colchón, obteniendo una queja de su hermano menor.

—Ya vete a tu propia habitación. —le lanzó una almohada.

Menma apenas tuvo chance de esquivarla y rodó por la cama hasta caer de bruces al suelo, soltando un lamento por el golpe.

¿Y estos eran los genin de la nueva generación?

Levantándose del suelo, Menma observó a su hermano con cara de pocos amigos, a lo que este le sacó la lengua en respuesta.

— ¡Bien, me voy! —se dio la vuelta enfurruñado y salió de la habitación, dejando la puerta abierta solo para fastidiar a su hermano.

Este se levantó de mala gana y cerró la puerta, echando el seguro para no correr riesgos de que su hermano fuera a despertarlo con alguna broma pesada. Suspirando, apagó la luz del cuarto, quedando solo la lámpara de noche junto a la fotografía de sus padres.

Se sentó en la orilla del colchón y, por última vez, sus ojos se posaron en el retrato.

—Buenas noches, papá. Buenas noches, mamá. —musitó como era costumbre. Todas las noches les deseaba las buenas noches a sus padres, aunque estos no pudieran responderle. A veces imaginaba que lo hacían, solo para darse a sí mismo algo de consuelo.

Estiró el brazo y, luego de apagar la luz, se metió entre las sábanas, listo para otra noche libre de sueños y pesadillas.

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N/A: Okay, entonces… Este fic ha estado en mis borradores por meses. Tengo escrito como el 60% xD (Ok, no, estoy exagerando). La cosa es que llevaba escrito una parte, pero no tenía idea de cómo comenzarlo y no sé qué tal habrá quedado XD

No daré spoilers, peeeero de verdad que me está gustando este fic. No será un fic con muchos enredos en la historia, sino más bien algo bastante sencillo, pero espero que les guste 😊

Y sí, sí volví a escribir otro Narusasu omegaverse porque de verdad me gustan por alguna razón XD También me gustan los Sasunaru, pero sí tengo preferencia por el Narusasu. Lo que sí es que no me gusta leerlos cuando tienen las personalidades así de seme y uke tan arraigadas. Los prefiero lo más parecido a lo canon posible, incluso con Sasuke siendo esos 2cm más alto que Naruto XD Pero bueno, ya no los entretengo con mis gustos xd

¡Nos vemos en el próximo capítulo!