Disclaimer, Maleficent y todos sus magníficos personajes no me pertenecen, son propiedad de Disney. Esta historia solo es publicada con fines recreativos.

Bueno espero algún día terminar con esta historia y aunque me demore no la dejare inconclusa ya tengo definido un total de 16-17 capítulos y algunos están más avanzados que otros.

Como siempre agradezco los comentarios y la infinita paciencia de las pocas personas que siguen esta historia.

XI Domhnall

Las primeras gotas de agua comenzaban a caer sobre los tejados de Domhnall vaticinando una fuerte tormenta, razón por la cual las personas comenzaban a acelerar el paso camino a sus hogares o en el caso de los viajeros en búsqueda de alguna posada para pasar la noche, una sombra negra se deslizaba con agilidad entre los puestos callejeros y afanosos transeúntes, su destino una vieja y desvencijada posada ubicada en una calle lateral, pero bastante frecuentada por comerciantes, viajeros y soldados de todos los rincones del reino, el Poni saltarín era de lejos uno de los lugares con clientela más variada de la ciudad.

Poco antes de que la lluvia comenzara a castigar a los habitantes de la ciudad Diaval llego a su destino, como si llevara toda una vida y no un par de semanas viviendo en el lugar.

Entro a la posada saludando animadamente a un par de personas que estaban sentadas en varias de las mesas y se dispuso a tomar su lugar habitual en el fondo de la estancia, comenzó a comer del guiso de vegetales y carne que ofrecía el limitado menú y repaso sus movimientos para la próxima semana felicitándose a sí mismo por sus magníficas habilidades de espía.

Mientras disfrutaba de sus alimentos recordaba que lo más difícil de aquella misión fue el primer paso a través de las puertas de la ciudad, aunque en aquel momento era consciente que los riesgos de infiltrarse eran demasiado altos en especial si los rumores de que las entradas y murallas de aquel emplazamiento humano contaban con una suerte de encantamiento que avisaba a la guardia la presencia de cualquier criatura mágica eran reales, o sobre los métodos a los que tendría que recurrir para conseguir información en un país donde todos rehuían de las criaturas sobrenaturales.

Aquellas preocupaciones nunca se las contó a Maléfica, sospechando que aquellas cuestiones rondaban la cabeza del hada oscura y que no ganaría nada preocupando a la mujer.

Descubrió que el encantamiento en las murallas existía pero este estaba bastante debilitado al punto que sus propios conocimientos y magia le dieron las herramientas para sortear aquel problema, tras conocer y analizar con mayor calma aquella medida de seguridad llego a la conclusión que criaturas como el "trío maravilla" eran completamente capaces de superar un obstáculo como aquel, también que aquella barrera era bastante antigua, aunque sentía curiosidad sobre las razones que llevaron a los humanos a crear un sortilegio protector de aquella naturaleza, había decidido no investigar nada al respecto por el momento su prioridad era obtener información sobre el futuro rey.

Otro de los problemas apremiantes era el conseguir una razón válida para visitar y pasar temporadas en Domhnall, aunque a la larga aquello resulto ser algo bastante sencillo gracias a los amigos y contactos que había estado haciendo en varias de las aldeas consiguió un método para entrar y salir de la ciudad sin levantar mayores sospechas.

Ahora era el asistente de un granjero y todo el mundo lo conocía con el nombre de Dima un joven que se encontraba en la búsqueda de trabajos y encargos menores antes de regresar a sus tierras de cultivo con algunos ingresos adicionales, aquella era una práctica común y cientos de personas recurrían al mismo método para generar ingresos, un hombre como él no llamaba la atención ni se destacaba, aquel anonimato le permitió moverse con bastante facilidad entre los humanos los cuales eran incapaces de notar su verdadera naturaleza mágica.

Durante aquellas semanas el dragón se movió con total libertad dentro de las murallas de la ciudad, los primeros días los dedico a conocer el lugar, descubrir los mejores sitos para recolectar información, rutas de escape y sobre todo una manera de infiltrase en palacio, mientras Diaval degustaba una buena cerveza (estaba seguro que esa era la razón por la que aquella posada era tan popular) no pudo evitar sonreír al pensar en sus actividades para los próximos días, contra toda expectativa había conseguido un trabajo temporal en el castillo, eso le daría oportunidad de conocer al dichoso Stefan ver como se desenvolvía en su medio y si encontraba la ocasión deshacerse del "problema".

—Deja esa sonrisa Dima, es escalofriante –dijo Mirtle, la posadera, con una mirada suspicaz interrumpiendo las divagaciones del hombre– ¿algo bueno te paso?

—Hola Mirtle –contesto animadamente Diaval, estaba tan distraído que fue incapaz de notar a la mujer– desde mañana trabajo en el castillo.

—¿Permanente? –pregunto la mujer, mientras le rellenaba la jarra de cerveza– no te emociones demasiado chico aunque la paga es bastante generosa el principito suele ser alguien insufrible y ni hablar del resto de la nobleza.

—¿En serio? –Diaval disimulo su verdadero interés en el asunto, no se esperaba que aquella mujer supiera algo en relación al monarca– solo estaré trabajando en el palacio por unos días, ya sabes los preparativos de la coronación y toda esa parafernalia, me gustaría saber a quién evitar ¿tan malo es el jefe de jefes? ¿Salgo corriendo en la dirección opuesta?

—De los señores la mayoría son pasables si te quitas de su camino y respondes de manera complaciente con un "si señor", "como su señoría guste" o "tiene toda la razón" –contesto la cantinera con tono apagado– el verdadero problema es Stefan, siempre con una actitud de falsa amabilidad listo para atacar al que le dé el mínimo motivo, es astuto y maneja bien esas tonterías de la burocracia, pero hay algo que no está bien o eso he escuchado…

—Ya veo, supongo que todo está bien si lo evito –el tono del hombre era mucho mas serio que el que manejaba minutos antes, al parecer las cosas que había escuchado un par de meses atrás parecían ser ciertas y no solo lo decía por las palabras de la cantinera.

—Pero no te preocupes hombre que conociendo tu suerte a lo mejor y consigues un trabajo fijo –dijo con un tono coqueto y animado–. Lástima que estas enamorado de alguien más y que estoy casada de lo contrario intentaría ligar contigo que feo no eres –finalizo la mujer alegremente mientras comenzaba a escuchar las réplicas del pelinegro, en definitiva amaba su trabajo.

Los siguientes días fueron bastante agitados para Diaval los preparativos para la coronación no daban tiempo de tomarse ningún descanso, el palacio era un hervidero de actividad entre la limpieza concienzuda do todos sus rincones, el alistamiento de las habitaciones en las que se recibirían los invitados destacados, la preparación de los platos mas elaborados, la elección de la decoración adecuada, sin contar todas las actividades cotidianas que implicaba el funcionamiento de un lugar como aquel.

Entre las funciones que desempeño el dragón estuvieron varias relacionadas con la limpieza, mover objetos pesados y ayudar con la madera utilizada para mantener los fuegos encendidos, las cosas positivas de aquel periodo fueron la comida ya que en aquel lugar servían productos de calidad inclusive para los empleados de mas bajo rango, el ambiente no estaba tan mal y sobre todo el acceso a información privilegiada.

Aunque los trabajos que llevaba en palacio eran tediosos y pesados (era consciente que para un humano las cosas no eran tan fáciles) la información era de primera y sobre todo aquellos días encargado de esas tareas comenzó a conectarse con personas que le ayudarían sin saber a conseguir información para proteger su hogar.

Diaval tenía bastante claro a cuales otros sitios acudir y algunos rumores interesantes sobre posibles disidentes dentro de las mismas cortes, aparentemente Henry no era popular entre todos los suyos y esta aversión podría influir sobre la posición de estos señores respecto al nuevo rey y el futuro de la guerra contra los páramos.

Durante aquellos días logró hablar con varios de los empleados y siervos de diferentes señores mientras cumplía con los encargos o en los periodos de descanso o comida, sin contar que era bastante hábil para escuchar a hurtadillas, gracias a esas actividades logró un mayor entendimiento de la complicada política del reino una mirada mas completa qué la dada por los chismes de aldeanos o soldados menores.

Con el paso de los días consiguió un panorama mas completo de las dinámicas que alimentaban la insensata guerra de los humanos con los páramos, ellos no solo deseaban aquellas tierras con sus minerales y piedras, veían la posibilidad de expandir otros negocios relacionados con la venta de algunas plantas o criaturas mágicas, la sola idea de poner sus manos sobre aquellas riquezas alimentaba las mas decadentes fantasías de los gobernantes de aquel reino sin contar que la familia real parecía estar obsesionada con Maléfica y comenzaba a creer que existía alguna razón detrás de aquel desvarío, nadie perpetuaba una guerra tan duradera y desgastante solo por aquel tipo de promesas.

Aquella sería la última tarde de trabajo y el dragón se encontraba en un armario de almacenamiento oculto ubicado en un salón de lectura, una de las mucamas le había pedido el favor de que buscara unas pesadas cajas que contenían un juego de candelabros que solo eran utilizados cuando un marques de un reino vecino llegaba de visita.

Diaval estaba impaciente por su pronta salida y estaba comenzando a planear su regreso a casa antes del invierno, estaba seguro que por aquel año no lograría nada más y solo lamentaba el no conocer al príncipe, pero la información conseguida en aquella visita era invaluable y una base para infiltrarse ya fuera en el corazón de la corte o con los mismos enemigos de la corona si era necesario.

Una vez apiladas las cajas y con todo asegurado estaba listo para salir del polvoriento armario, entregar el último encargo, comer algo (nunca rechazaría una buena comida) y salir hacia la libertad, se encontraba justo en la puerta del armario cuando dos voces provenientes del salón se comenzaron a escuchar, por lo que decidió quedarse callado casi seguro de que el lugar donde se encontraba solo era conocido por los empleados.

—¿Los preparativos para esta noche están listos? El Rey esta impaciente –exclamo una voz joven, por su acento Diaval pudo notar que era un noble.

—Todos los preparativos están completados Sir. Patric –contesto con voz parca y áspera un segundo hombre, Diaval reconoció la voz de uno de los caballeros de alto rango– recuerde estar vestido para la ocasión, la última vez fue demasiado llamativo y nuestra única responsabilidad es con el futuro rey no con un niñato mimado.

—No te creas demasiado campesino yo solo comunico los deseos del rey y saco algo de diversión por el camino –el noble hablo con molestia– o acaso alguien de tu clase no es capaz de cumplir con sus labores, antes de que lo olvide él quiere cambiar el lugar de esta noche ahora quiere ir al palacio de Azur.

Unos pasos suaves y el sonido de la puerta se escucharon, Diaval se mantuvo en total silencio consiente de que el caballero permanecía quieto en su lugar, el dragón escucho el sonido de varias cortinas al ser removidas y los pasos rápidos y seguros de alguien que busca cualquier oyente no deseado, para su buena fortuna el caballero ignoraba la existencia de aquel armario y después de su rápida inspección salió de la habitación maldiciendo al noble con el que acababa de hablar y al condenado príncipe y sus caprichos.

Pasados unos minutos seguro de que nadie lo relacionaría con aquella conversación salió con total tranquilidad de su escondite sin ser notado, retomo su trabajo mientras caminaba por los pasillos de la servidumbre sonriendo de manera macabra satisfecho de que una pequeña casualidad le concediera la posibilidad de conocer la verdadera cara del futuro rey, su mirada se endureció con su nuevo plan de acción y por un segundo el fuego brillo en sus ojos al pensar que si no lo le agradaba el sujeto simplemente lo mataría estaba seguro de que nadie lo relacionaría con los páramos, se decía a si mismo que aquel había sido su día de suerte.

Diaval camino entre los humanos simulando ser uno más de ellos, sonreía con total naturalidad mientras participaba en las charlas sin importancia de la servidumbre, ayudo a repartir las raciones de comida de los trabajadores y disfruto la comida, cada vez que le preguntaban la razón de su buen humor simplemente contestaba que estaba bastante emocionado por su futuro pago y su próximo regreso al hogar, bromeando de que tal vez su amada al fin quisiera casarse, nadie fue capaz de sospechar las verdaderas razones tras su animado comportamiento y simplemente vieron a un hombre bastante feliz que contaba sus monedas.

El atardecer se acercaba cuando los trabajadores salieron del palacio, Diaval se deslizó con bastante agilidad entre las personas que caminaban por una de las calles principales de Domhnall y antes de desaparecer de la vista de todos sus conocidos tomo sin sentir mayor culpa la bolsa con el dinero de uno de los capataces que peor le había caído, no pensaba gastar sus propias monedas en el lugar al cual se dirigía, sonrío nuevamente al estar seguro que el hombre en cuestión solo se enteraría del robo cuando se encontrara en una de las tabernas de la ciudad.

Sin perder el tiempo y seguro que pronto tendría la cobertura de la noche acelero el paso a través de calles menos transitadas, haciendo gala de unos reflejos inhumanos y contando con bastante practica tomo prestadas algunas prendas de vestir de varias cuerdas y ventanas, él estaba acostumbrado a hacer aquellas cosas no solo por su trabajo de espía, durante sus viajes como nómada había aprendido aquella manera de desenvolverse entre los humanos en especial si no contaba con dinero.

Aprovechando la soledad en una pequeña plaza y la presencia de una carreta que le dio la privacidad necesaria procedió a cambiar toda su ropa, los pantalones claros, la camisa de seda blanca, el chaleco azul y un par de botas de montar lo hacían ver como un honrado y exitoso comerciante.

Se dirigió a un barril lleno de agua y con bastante agilidad limpio su cara, brazos y manos, acomodo su lustroso cabello negro y reviso su propio reflejo con suficiencia en aquel momento nadie relacionaría a Diaval con Dima, un pordiosero, un soldado o cualquiera de las personificaciones que había realizado en aquella ciudad, las personas solo verían a un comerciante de mirada altanera y con eterna expresión de desagrado en el rostro.

Finalmente, centro su magia en un par de monedas de oro las cuales moldeo creando un par de gruesos anillos de oro, algo que delatara una supuesta posición acomodada, tomo un viejo costal vacío del carro y guardo sus prendas ya que esas serían necesarias en caso de verse en la necesidad de salir de manera apresurada de la ciudad una opción bastante probable si debía encargarse del futuro rey.

Por aquella noche Diaval sería Petrov de Rávena un opulento comerciante de pieles y lujos traídos de tierras lejanas, camino con bastante tranquilidad por la zona roja de Domhnall con su cabeza en alto y con una mirada llena de desprecio ignorando a casi todas las personas que se cruzaban en su camino, con pasos seguros se acercó a una edificación cuyas puertas y ventanas estaban pintadas de color azul e identificado con un letrero de madera con la figura de un loto.

Después de cruzar unas floridas palabras con el guardia del lugar logro ingresar sin mayores complicaciones, adentrándose en una gran sala llena de la "exclusiva" clientela del lugar y de mujeres vestidas con vaporosas y exuberantes vestimentas que se movían alegremente entre los asistentes del lugar.

Diaval se movió entre las personas mientras buscaba una mesa que le permitiera tener una buena vista de la entrada principal y de la puerta hacia las habitaciones internas, esperando que el príncipe no cambiara de planes a última hora, antes de pensar en alguna otra cosa fue rodeado por un grupo de anfitrionas las cuales comenzaron a servirle alcohol mientras entablaban conversación, tratando de captar un cliente más.

Aunque Diaval (Petrov por aquella noche) fue amable con las propinas se mantuvo fiel a su nuevo papel procurando el mantener cierta distancia con las mujeres alegando que ninguna de las presentes se comparaba con las damas provenientes de su tierra Rávena, que la única razón por la que visitaba ese burdel era que un amigo le había hablado maravillas sobre una anfitriona nativa de su amada ciudad.

Las horas fueron pasando envueltas en una agradable neblina de alcohol y opio a medida que el lugar se llenaba de comerciantes, caballeros y nobles de bajo rango sin que el dragón divisara a su presa, unos minutos antes de que emprendiera su camino rumbo a su vieja posada seguro de que el príncipe habría cambiado sus planes un grupo de tres hombres ingreso a estancia.

En el centro de la comitiva se encontraba el futuro de rey de Domhnall el joven Stefan que miraba fascinado las mujeres del lugar mientras intercambiaba palabras con sus acompañantes, y saludaba de manera cortes a una de las anfitrionas que lo dirigió a la parte trasera con una de sus favoritas, aparentemente aquella no era la primera vez que visitaba el lugar.

En aquel momento el dragón solo pudo sonreír ante su buena fortuna.