Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

Capítulo 13

Mi brazo estaba en llamas. Las llamas ardían a través de mi cuerpo, tan intensas y devoradoras, que temí que detuvieran mi corazón.

Tenía miedo de que ya lo hubieran hecho porque me estaba quemando viva, gritando mientras me presionaba contra el piso, tratando de escapar del dolor, alejarme de lo que estaba pasando, pero invadían cada parte de mí. Podía sentirlo, a él succionando mi sangre dentro de él, rompiendo pedazos de mí con cada trago. No se parecía en nada a cuando Sasuke me había mordido. El dolor no cedió. No se fue. Se intensificó con cada latido que pasaba. Él gimió, mordiendo más fuerte, clavando sus dientes inferiores en mi piel. Justo como un Craven. Justo como antes. Como aquella noche cuando era demasiado pequeña y joven para luchar, demasiado indefensa.

El carruaje se detuvo con un chirrido, haciendo que Chaney me soltara. Llegó un momento de alivio cuando el ardor disminuyó lo suficiente como para que mi cerebro volviera a funcionar. Mi respiración salía en jadeos mientras mis dedos se tensaban alrededor del mango del cuchillo. El cuchillo. Todavía lo sostenía. No era una niña. Ya no estaba indefensa.

Muévete, Saku. Muévete.

Chaney se aferró a mi brazo una vez más, y el dolor fue como un carbón caliente contra mi piel, empujándome más allá del impacto del dolor antes de que pudiera arrastrarme hacia abajo de nuevo. Bajé el cuchillo, clavándolo en su espalda, una y otra vez hasta que finalmente lo sintió, finalmente reaccionó con un bramido de rabia mientras levantaba su boca. Se tambaleó hacia atrás y hacia un lado, buscando el cuchillo. Agarrándolo por el hombro, lo sostuve, clavando el cuchillo en la herida, en su pecho, en su rostro, dondequiera que pudiera alcanzar, y él se volvió salvaje, tan salvaje como yo. Una nueva ola de dolor estalló a lo largo de mi brazo, mi mejilla, y luces brillantes y deslumbrantes bailaron una vez más a través de mi visión. Grité mientras algo parecía desgarrarse dentro de mí. Mis sentidos se estiraron, uniéndose al Ascendido. Nada. Nada. Nada más que mi dolor, mi rabia. Pulsaba y palpitaba dentro de mí, a través de mí, por el lazo y por todo el carruaje, convirtiéndose en una tercera entidad tangible mientras deslizaba el cuchillo a través de su mejilla. Chaney se echó hacia atrás, gritando. La sangre brotó y salpicó, saliendo de sus ojos y oídos. No me detuve. Ni siquiera cuando sonó un estruendo desde el techo del carruaje. Ni siquiera cuando creí oír gritos desde fuera. Hice tantos agujeros en el Lord como pude, hasta que brotaron tantas goteras, que mis manos estaban resbaladizas con su sangre, mi sangre, y seguí clavándole el cuchillo, una y otra vez…

La puerta del carruaje se abrió de golpe, arrancada de sus bisagras. El aire frío entró con la noche, y la noche estaba furiosa. Me inundó, su intensidad era tan impresionante, que me abrumó, apagando mis sentidos. Y luego Chaney se había ido, junto con el peso aplastante y la colonia pesada y demasiado dulce, pero no podía detenerme. Cegada por la rabia, el dolor y un viejo pánico demasiado familiar, seguí apuñalando el aire, la noche, la figura que llenaba la puerta abierta, y luego lo que apareció sobre mí. Hasta que una mano atrapó mi muñeca…

—Está bien. Shh, está bien, Saku. Detente. Mírame —exigió una voz— Mírame, Princesa.

Princesa.

Un Ascendido no me llamaría así.

Con la respiración entrecortada, mi mirada salvaje giró alrededor del carruaje, deteniéndose cuando lo encontré. Se cernía sobre mí, con las mejillas manchadas de sangre.

—Indra —susurré.

—Sí. Sí —Sonaba destrozado y sin aliento— Soy yo.

—Yo... yo no quería ir con él —le dije, necesitando que supiera que yo entendía, que realmente veía a los Ascendidos por lo que eran, incluso antes de despertarme en el carruaje— Tenía a un niño y yo...

—Lo sé. Encontré la daga de lobo junto a los establos. Sabía que no la habrías dejado atrás si hubieras tenido la opción —Suavemente, me quitó el cuchillo de la mano, colocándolo en el banco. Las líneas normalmente llamativas de su rostro parecían borrosas— Y yo aquí pensando que haría esta gran entrada, rescatándote. No estoy seguro de que necesitaras ser rescatada.

No estaba tan segura de eso. Mi mirada rodante aterrizó en el cuchillo ensangrentado. Incluso tan aturdida como estaba, por más que mis pensamientos estuvieran confusos, sabía que no habría matado a Chaney. Ni siquiera estaba segura de cuánto lo había herido. Se habría recuperado rápidamente, y me habría mordido de nuevo. Él habría seguido mordiéndome, alimentándose de mí y...

—Hey, quédate conmigo —La suave voz de Sasuke se entrometió, poniendo fin a la espiral de pánico antes de que incluso me diera cuenta de que me estaba cayendo en ella. Sus dedos tocaron mi barbilla, apartando mi mirada del cuchillo. Sus ojos vagaron por mi cara, deteniéndose donde mi mandíbula palpitaba brutalmente, y luego bajó la mirada. La tensión se apoderó de su mandíbula— Él te lastimó.

Levantar la cabeza me costó más esfuerzo del que pensaba. Estaba extrañamente pesada mientras miraba hacia abajo. La parte delantera de mi túnica estaba rasgada, manchada de rojo.

—Estás sangrando —dijo, su voz ronca mientras tocaba la piel debajo de la esquina de mi labio.

Eso también dolía, pero luego sus manos cuidadosamente despegaron la manga izquierda de mi túnica. Se quedó tan quieto como las estatuas dentro del castillo Teerman, como si él también estuviera hecho de la piedra caliza de la que estaban hechas.

Sus ojos eran como fragmentos de ónix brillante.

—¿Te mordió en algún otro lugar?

—No —Tragué secamente, la rigidez filtrándose fuera de mis músculos— Dolió. Se sintió como una mordedura de Craven —Un temblor me estremeció— No se sintió nada como...

Sus ojos se encontraron con los míos, y pasó un largo momento mientras me miraba como si… como si le importara, como si fuera a hacer cualquier cosa para tomar el dolor que sentía.

—Él quería que doliera.

—Bastardo —susurré, dejando caer mi cabeza hacia atrás.

Sasuke deslizó su mano debajo de mi cabeza antes de que pudiera hacer contacto con el duro suelo. Quería darle las gracias, pero mi rostro dolía, mi cuerpo entero dolía, y mi brazo palpitaba y palpitaba.

—Él podría haberte matado —dijo, y por primera vez desde que lo conocía, pensé que sonaba cansado— Eres sólo mitad Atlántica.

Algo sobre eso era importante, algo que Chaney había dicho. Pero mis pensamientos eran como volutas de humo esparcidas.

—La sed de sangre lo habría consumido, y no se habría detenido. Casi siempre debe haber otro vampiro con ellos para lograr que se detengan. Y a veces, eso ni siquiera es suficiente. No pensé... —Su exhalación fue raída, destrozada— No pensé que estuvieras viva cuando te alcanzara.

Una vez más, parecía preocupado, pero esa tenía que ser la lesión en la cabeza que definitivamente había adquirido. O tal vez era la adrenalina que se desvanecía. O quizás la pérdida de sangre.

—¿Por qué? —preguntó.

—Él tenía… a ese chico. Tenía que hacer algo —obligué a mi lengua a moverse. Mis párpados estaban demasiado pesados. Todo era demasiado pesado, incluso mientras sentía a Sasuke tomarme en sus brazos, levantándome del piso del carruaje— Era la única forma en que dejaría ir al chico.

—Pero no lo hizo —dijo Sasuke mientras mis ojos se cerraban, y caí en el olvido— No dejó ir a ese chico.


El viaje de regreso a la fortaleza fue un torbellino de imágenes borrosas, pedazos de sueños rotos y estrellas en movimiento. El rostro de Sasuke estaba tan cerca del mío que pensé que me besaría, pero me parecía un momento extraño para eso. Hubo sonidos. Voces que reconocí, algunas teñidas de preocupación. Luego un sabor extraño en mi lengua que me recordó a especias, cítricos, nieve y Sasuke. Un calor como el sol de verano invadió mis venas, y cuando el calor comenzó a filtrarse en mis músculos y extenderse por mi piel, creí escuchar el goteo de agua y olí algo dulce, como lila. Pero Sasuke era un susurro pesado contra mi piel, y luego no hubo nada.

Cuando volví a abrir los ojos, la confusión se apoderó de mí. Reconocí las vigas expuestas del techo y el aroma oscuro de especias y pino que permanecía en la manta a mí alrededor, pero no recordaba cómo había regresado aquí. Mi mirada se desvió hacia la luz gris que se colaba por la pequeña ventana. La última cosa que recordaba era a Sasuke sacándome del carruaje. Había imágenes inconexas, cosas que no tenían sentido por mucho que lo intentara.

—¿Saku?

Con el corazón latiendo de repente contra mis costillas, volví la cabeza hacia el sonido de su voz. Sasuke estaba cerca de la chimenea, levantándose de una silla. Estaba vestido como lo había estado la última vez que lo vi, todo de negro. Solo faltaban las espadas. Merodeó lentamente hacia la cama, su rostro limpio de manchas de sangre.

—¿Cómo te sientes?

Tuve que tirar de las telarañas que ahogaban mis pensamientos para responder esa pregunta.

—Yo... me siento bien.

Y lo hacía. Sentía como su hubiera pasado una noche entera en un sueño reparador.

Se detuvo en el borde de la cama con una ceja enarcada.

—No suenas como si eso fuera algo bueno.

—No lo entiendo. Debería…

Mi siguiente aliento se quedó atrapado en mi garganta mientras sacaba mis brazos de debajo de la manta. Las mangas sueltas del camisón se deslizaron hacia abajo para revelar… piel que era más rosada rojiza de lo normal en dos puntos, pero no de un tono enojado, no rasgada. Lentamente, me llevé los dedos a la boca y luego a la mandíbula. La piel tampoco estaba hinchada ahí. Solo sentía un leve dolor cuando tragaba. Bajé mis manos a la suave manta mientras el sabor cítrico especiado y a nieve florecía en la parte posterior de mi boca.

—¿Saku?

Tragué de nuevo.

—¿Cómo me puse este camisón?

Hubo un latido de silencio, y cuando volví a mirar a Sasuke, sus dos cejas estaban arqueadas. Parecía tomado completamente con la guardia baja.

—¿Tú... tú lo hiciste?

Parpadeó y luego negó con la cabeza.

—No. Tayuya lo hizo. Pensamos que te sentirías mucho más cómoda.

Eso significaba que Tayuya estaba viva.

—¿Eso es todo lo que tienes que preguntar? —dijo.

Mi mirada volvió a las leves heridas punzantes en mi brazo.

—Me diste tu sangre.

—Lo hice.

—¿Estaba tan mal herida?

—Estabas magullada y sangrando, y eso es lo suficientemente malo —dijo, y lo miré una vez más— También había un bulto preocupante en la parte posterior de la cabeza. Naruto no creía que fuera tan serio, pero yo... no me arriesgaré —Su mandíbula se flexionó— Y no podemos arriesgarnos a quedarnos aquí para darte tiempo para que te recuperes. Otros vendrán por ti.

Otros.

—Nos estaban siguiendo —dije, aclarándome la garganta— Lord Chaney me dijo que habían descubierto que...

—Lo sé —dijo, y apareció un atisbo de sonrisa— Tuve una pequeña conversación con el vampiro, y puedo ser muy persuasivo a la hora de obtener información.

Los fragmentos de lo que Lord Chaney había dicho se fueron reconstruyendo lentamente.

—Él... vio la marca de la mordedura en mi garganta, y supo que yo había aprendido la verdad —Mis cejas se fruncieron— Dijo que no podía entender cómo el Duque o la Duquesa nunca se habían alimentado de mí, cómo se resistieron sabiendo qué era yo. Dijo que mi sangre es potente.

Apretó la mandíbula.

—Para un vampiro, la sangre Atlántica sabría a buen vino. Un Atlántico de sangre pura sería como...

—¿Whisky añejo?

Esbozó una pequeña sonrisa.

—Muy añejo y suave.

Negué con la cabeza.

—Bueno, supongo que los Teerman se resistieron porque sabían que la Reina y el Rey estarían molestos. Además, expondría la verdad sobre ellos —Jugué con el borde de la manta— Chaney estaba herido.

—Kidomaru consiguió un buen golpe antes de que el cobarde se escapara.

Desearía haber visto eso, pero algo más que Chaney había dicho se abrió paso lentamente hacia la superficie.

—Le dije… le dije que sabía por qué me necesitaban viva. Insinuó que no estaba en lo cierto.

Sasuke sonrió.

—Por supuesto que lo haría. Dudo que la Reina o el Rey quieran que sepas la verdad o que la creas. Quieren que estés dispuesta, que no luches con ellos, que puedan mentirte hasta que te tengan donde quieren. Si no hubiera sido herido, probablemente te hubiera dicho que todo era mentira. Habría trabajado para ganarse tu confianza.

—¿Pero el atractivo de mi sangre fue demasiado?

Sasuke asintió. Mi estómago se retorció con náuseas.

—Cuando vi a Lord Chaney, siempre me pareció... amable —dije— Y más mortal que el Duque o Shimura.

—Los Ascendidos son maestros en ocultar su verdadera naturaleza.

Pero también Sasuke.

Mi corazón tropezó sobre sí mismo, todavía incapaz de pensar que todos los Ascendidos fueran así. Pensé en la Duquesa, que me había dicho que no perdiera ni un momento más pensando en Lord Shimura cuando le pregunté si me castigarían o no. Tal vez había una razón por la que nunca la había visto a ella y al Duque tocarse. El hecho de que ella fuera un vampiro no significaba que estuviera protegida de su crueldad. Y luego pensé en Sasori.

En el silencio y en mi desesperación por no pensar en mi hermano, pensé en el caballero, Sir Terrlynn. Inherentemente, sabía que él era el que había hablado mientras estaba frente a la fortaleza, el que había destripado al Descendiente.

—¿Mataste al caballero?

—Hice lo que él había hecho. Lo abrí y lo dejé sangrar. Era un vampiro, pero no estaba exento de dolor —Los ojos de Sasuke ardían con fuego dorado— Y luego lo maté.

—Bien —susurré.

Un destello de sorpresa cruzó por su rostro.

—Hubo muy poca dignidad en su muerte.

Eso era cierto.

—¿Pero ahora está muerto?

Sasuke asintió.

—Al menos fue una... muerte relativamente rápida —No me sentía ni remotamente mal porque el caballero hubiera sufrido. Y tal vez debería preocuparme por eso. Probablemente lo haría más tarde. Tomé una respiración profunda— ¿A cuántos se perdieron? ¿Cuántos nombres se agregarían a las paredes?

—Murieron cuatro, además de la señora Tulis. Seis heridos de gravedad, pero sobrevivirán.

Me dolía el corazón.

—¿Qué hay del chico? Él está bien, ¿verdad?

Su mirada se volvió cautelosa, y de repente recordé lo que había dicho Sasuke. No dejó ir al chico. Me incorporé sobre mis codos.

—El chico está bien, ¿verdad? Esa es la única razón por la que bajé mi daga. Chaney dijo que dejaría ir al chico.

—Hizo lo que hacen todos los Ascendidos. Mintió —La tensión rodeó su boca mientras me estremecía— La única bendición fue que fue una muerte rápida. Su cuello estaba roto. No se alimentó de él.

Durante varios momentos, no podía pensar. Ni siquiera podía hablar mientras la imagen de la mirada amplia y aterrorizada del chico llenaba mi mente. El horror y el dolor se apoderaron de mí.

—¿Por qué? —Un nudo obstruyó mi garganta— ¿Por qué haría eso? ¿Por qué matarlo y ni siquiera alimentarse de él? ¿Cuál era el punto?

—Estás pidiendo una respuesta a algo que ni siquiera yo puedo comprender completamente —respondió en voz baja— El vampiro lo hizo porque quería y porque podía.

Cerrando los ojos, apreté mis labios mientras mi corazón se apretaba y se retorcía. Las lágrimas quemaban la parte de atrás de los ojos, y quería… quería gritar. Quería enfurecerme por la inutilidad de todo.

No sabía cuánto tiempo me tomó recuperar el control, no romper a llorar o caer de cabeza en la rabia inducida por la impotencia. Hice todo lo que pude para salvar a ese chico, y no significaba nada. Nada. Todavía sería solo otro nombre agregado a una lista larga e interminable de ellos. ¿Y para qué? ¿Y el hijo de los Tulis? Sabía en el fondo de mi corazón que él también estaba muerto. Exhalé irregularmente mientras me recostaba, pasando mis manos por mi rostro. Mis mejillas estaban húmedas.

Sasuke permaneció callado, silencioso y atento. Cuando volví a abrir los ojos, le pregunté:

—¿Cómo se llamaba?

—Renfern Octis —me dijo.

—¿Y sus padres? —pregunté con voz ronca.

—Sus padres murieron hace algún tiempo. Su madre por un Craven, y su padre por enfermedad. Su tío y su tía lo cuidaban.

—Dioses —susurré, mirando las vigas— Yo... vi al caballero llevárselo. No podía quedarme ahí y ver cómo sucedía.

—Esperaba que lo hicieras, pero no hubiera esperado nada menos de ti.

Mi mirada vidriosa se posó en él. Las palabras no fueron dichas con molestia. Creí detectar respeto en ellas.

—Por eso me diste mi daga.

Sasuke no dijo nada.

—¿La... la tienes?

Él asintió. Empecé a pedirla de vuelta, pero Sasuke dijo:

—No importa cuántas muertes haya visto, nunca se vuelve más fácil —Bajó las pestañas, protegiendo su mirada— Nunca es menos impactante. Me alegro por eso, porque creo que si alguna vez deja de sorprenderme, podría dejar de valorar la vida. Entonces, le doy la bienvenida a esa conmoción y al dolor. Si no, no sería mejor que un Ascendido.

Lo que le había dicho el otro día amargaba en mi lengua.

—Sé que no eres como ellos, como los Ascendidos. No debería haberte dicho eso.

Sasuke me miró fijamente durante tanto tiempo que empecé a preocuparme. Pero luego dijo:

—¿No vas a preguntar si te convertirás en un Craven ahora? ¿No estás enojada porque te di mi sangre?

—Sé que no me voy a convertir en un Craven —Me senté fácilmente y me apoyé contra la cabecera— ¿Usaste una compulsión?

—No para hacerte beber. Fuiste sorprendentemente amigable con eso, lo que me hizo preocuparme aún más —me dijo, y repentinamente me sentí agradecida por no tener recuerdos de eso— Una vez que empezaste a sentir los… efectos de mi sangre, sí utilicé una compulsión para ayudarte a dormir. Supuse que lo apreciarías.

Teniendo en cuenta cómo había reaccionado la última vez, sí lo apreciaba. Metí una pierna debajo de la manta.

—No estoy molesta. No me duele, y habría sentido mucho dolor —Volví a mirarme el brazo, todavía sorprendida de no ver más que marcas débiles— ¿Con qué frecuencia puedes darme tu sangre? Quiero decir, ¿pasaría algo si continuaras haciéndolo?

—Espero no tener que seguir haciéndolo, pero no pasaría nada si lo hiciera —Frunció los labios— O al menos, no lo creo.

—¿Qué quieres decir con que 'al menos' no crees eso?

—Los Atlanticos no suelen compartir su sangre con los mortales, ni siquiera con los medio Atlantes —Se sentó en el borde de la cama— De hecho, está prohibido.

—¿Es por su linaje?

—Nuestra sangre no tiene mucho impacto más allá de sus cualidades curativas y afrodisíacas para los mortales. Pero no eres completamente mortal. Me imagino que puede fortalecer la parte de ti que es Atlántica, al menos temporalmente —Me miró de nuevo— Pero existe la preocupación de que compartir la sangre de uno con aquellos que tienen sangre mortal pueda eventualmente conducir a una Ascensión.

—Oh —Podía ver por qué eso sería una preocupación— ¿Te meterías en problemas si fuera descubierto?

—No tienes que preocuparte por eso.

—Pero lo hago —espeté.

Enarcó una ceja.

—¿Entonces estás preocupada por mí, Princesa?

Mi piel enrojeció.

—Si algo te sucede, eso pondría en peligro lo que yo quiero.

Su cabeza se inclinó mientras me estudiaba. Pasó un período de silencio demasiado largo.

—Nadie que haya visto lo herida que estabas cualquiera de esas veces dirá que te di mi sangre.

Era bueno saberlo.

—¿Pero qué pasaría?

Él suspiró.

—Naruto tenía razón. Sí haces muchas preguntas.

Entrecerré los ojos.

—La curiosidad es un signo de inteligencia.

Sasuke sonrió ante eso.

—Eso es lo que he escuchado —El hoyuelo desapareció— El Rey y la Reina no estarían contentos, pero como soy su hijo, probablemente me gritarían, y eso es todo.

No estaba segura de sí estaba diciendo la verdad o no.

—Pensé que estarías enojada —admitió.

—¿Cómo puedo enojarme cuando te aseguraste de que no tenga dolor? —pregunté, y realmente no lo estaba— No me hizo daño. No te hizo daño, ¿verdad? Sólo me alegro de no tener un dolor de cabeza punzante y... —Miré las marcas débiles— Que no tendré otra cicatriz.

Dos dedos presionaron bajo mi barbilla y levantaron mi mirada hacia la suya.

—Tus cicatrices son hermosas —dijo, y hubo un movimiento rápido e hinchado en mi pecho que no podía desinflarse sin importar lo que mi cerebro le gritara— Pero me niego a permitir que tu cuerpo vuelva a tener cicatrices.

Mi corazón empezó a latir con fuerza una vez más.

—Dices eso como si lo dijeras en serio.

—Porque lo hago.

Quería que eso fuera cierto, y eso era suficiente advertencia.

Me aparté de su agarre.

—¿Cuándo... cuándo nos vamos?

—Neji está explorando, asegurándose de que no haya tráfico inesperado en las carreteras del oeste. No puedo irme hasta que esté seguro de que no hay amenazas inmediatas para el torreón —explicó, y eso tenía sentido— Espero que podamos irnos por la mañana o al día siguiente a más tardar.

Asintiendo, cerré los ojos. Cuando comencé a ver el rostro de Lord Chaney, cambié mis pensamientos más allá de eso a lo que había aprendido antes de que llegaran los Ascendidos. Probablemente había descubierto de qué línea de sangre descendía, una línea de guerreros.

La necesidad de levantarme, de moverme, de hacer algo, volvió a golpearme, pero esta vez, tenía un propósito.

—¿Los heridos tienen dolor?

Las cejas de Sasuke se fruncieron.

—Se les ha dado lo que tenemos a mano para aliviar su dolor. Tayuya se fue para conseguir más.

—Puedo ayudarlos —Me arrastré al otro lado de la cama y aparté la manta.

Se levantó.

—Saku…

—Puedo ayudar —repetí, poniéndome de pie— Sabes que puedo. ¿Por qué no debería? —Levanté las cejas cuando él no respondió— No hay una buena razón por la que no debería hacerlo.

—¿Aparte de que acabas de ser herida? —sugirió.

—Estoy bien, gracias a ti —Mis manos se abrieron y cerraron a mis costados— Sabes que odiaba no poder usar mis habilidades antes, verme obligada a no hacer nada cuando puedo ayudar a la gente. No me hagas eso.

—No estoy tratando de hacerte eso.

—Entonces, ¿qué estás tratando de hacer? —exigí— Esta es tu gente. Quiero ayudarlos. Déjame hacer eso.

—No lo entiendes —Se pasó una mano por el pelo— La gente de aquí no te conoce. Ellos no...

—¿Confían en mí? ¿No les gusto? Eso ya lo sabía, Sasuke. No necesito ninguna de esas cosas. No es por eso por lo que quiero usar mis habilidades.

Sasuke se quedó en silencio y me miró durante tanto tiempo que me preparé para una discusión.

—Entonces deberías cambiarte —dijo, dándose la vuelta— Me pondré celoso si alguien más ve lo bonitas que son tus piernas.