NA: ¡Hola! No he escrito mucho desde el último one shot que subí hace unos días, pero como no quiero volver a desaparecer, he decidido seguir publicando los capítulos de esta historia que ya tenía escritos. ¡Espero que os guste!
Capítulo 4.
En cuanto nos sentamos a cenar, Harry no tardó en preguntarme si yo sabía algo de por qué su amor platónico había sido llamada al despacho de la directora sin motivo aparente, pero solo pude decirle que no tenía ni idea al respecto. La cosa tampoco mejoró cuando procedí a contarle mis nulos avances con la chica durante aquella tarde.
No entré en detalles, solo le dije que habíamos ido a dar una vuelta por el pueblo. Yo hacía mucho que conocía su gusto por Parkinson, por supuesto, pero era con Ron con quien él conversaba en cuanto a chicas se trataba, así que no sabía cómo se tomaría la noticia de que había ido a un balneario con ella. ¿Querría saber cómo se veía ella en bañador? ¿Cómo era su cuerpo bajo aquella fina tela que se le había pegado a la figura en cuanto había saltado al agua? Era mejor evitar posibles preguntas embarazosas como esas, así que desvié la conversación a otros temas alegando que le pegaría un puñetazo en la cara como pretendiera hablar de Pansy Parkinson las veinticuatro horas del día. Que no era sano obsesionarse tanto con alguien, sobre todo si ese alguien apenas soportaba su presencia.
—¿Vas a venir tú a hablarme de obsesión? —inquirió con un deje de sarcasmo en la voz, y acto seguido estuve a punto de darle un puñetazo en la cara de verdad—. Mira, ahí viene tu obsesión andante.
Sabía de quién se trataba antes incluso de girarme.
Draco había venido a sentarse a mi lado en cuanto terminó la cena.
—Hola, preciosa.
Él rodeó mi cuerpo con su brazo y yo respondí apoyando la cabeza contra su cuello. Harry se fue poco después, dándonos espacio para estar a solas después de toda la tarde sin vernos.
—¿Sabes qué ha pasado con…? —pregunté al cabo de un minuto.
Él me besó en la frente.
—No, no ha bajado a cenar.
Pero eso ya lo sabía, ya que no había dejado de mirar en dirección a su mesa para comprobar si volvía de su visita al despacho de McGonagall o no.
Debía admitirlo: Lo cierto es que parecía yo más preocupada que Harry o que su propio amigo.
—Es Pansy, seguramente haya mirado mal a algún niño de primero y solo la hayan llamado para recordarle que no puede ir por ahí intimidando a los alumnos, pero ¿qué pueden hacer contra eso? Es la forma que ha tenido de mirar a todo el mundo prácticamente desde que llegamos a Hogwarts.
Fruncí el ceño.
—Conoces a Parkinson desde que nacisteis —dije.
Él me miró con extrañeza.
—¿Es una pregunta? —parecía genuinamente confundido.
—No, es solo que… ¿no siempre fue así?
Era raro, pero siempre había imaginado que su mal humor había nacido con ella, que había formado parte de su personalidad desde siempre. Se había esforzado tanto por caerle mal a todo el mundo que, a pesar de que me consideraba una persona poco o nada prejuiciosa, había conseguido que yo misma asumiera que siempre había sido igual de desagradable que ahora.
—No, qué va. Recuerdo muy bien que era una niña que se reía y jugaba mucho con los demás. No le costaba socializar ni nada por el estilo. Además, solo se ponía de mal humor cuando sus padres no le dejaban comer más helado de la cuenta, pero supongo que eso es normal cuando eres un niño un poco caprichoso.
—Pansy Parkinson… ¿reía?
Parecía una pregunta estúpida, pero lo cierto es que yo no la había visto reír ni una vez en su vida. Al menos, no de forma irónica o sarcástica, o porque hubiera presenciado cómo alguien se daba de bruces contra el suelo de repente.
—Sí, de hecho, recuerdo que era una niña bastante… ¿risueña? Sí, creo que esa palabra la describía bien. Puedes llamarme loco, pero su compañía era bastante agradable. ¿Por qué crees que me hice su amigo? Porque de niña no tenía nada que ver con la persona que es hoy. Fue en Hogwarts cuando cambió radicalmente. Los chicos y yo seguimos siendo sus amigos porque con nosotros no es… tan dura… como con los demás. —Dirigió la mirada hacia la mesa de los Slytherin, específicamente al sitio que ella siempre ocupaba en la esquina y que ahora estaba vacío, y me dio la sensación de que algo se removió un poco en su interior—. Así que… bueno, no, no siempre fue así como es ahora.
Estaba a años luz de ser su amiga, pero me dieron ganas de llorar cuando fui realmente consciente de algo.
Pansy Parkinson había pasado por algo, y no lo sabía, pero podía imaginar la magnitud de ese algo que la había cambiado para siempre.
Sea lo que fuera, debió de haber sido algo duro.
Porque uno no cambia de la noche a la mañana, así como así, y de eso estaba segura porque yo misma había pasado por ahí. Lo había visto. Lo había visto con mis propios ojos. Mi madre… nunca volvió a ser la misma después de lo de…
Cerré los ojos con fuerza. Había estado a punto de pensar en su nombre. Y sabía muy bien que no podía permitírmelo, porque generalmente el dolor que me invadía al hacerlo provocaba que tuviera que hacerme un ovillo en el suelo para evitar la horrible sensación de estar partiéndome en pedazos.
Después de tantos años.
La angustia que sentía era igual o mayor después de tantos años.
Casi podía ver a la Hermione Granger de ocho años metiéndose dentro de su armario porque su anchura era del tamaño de sus hombros y esto la hacía sentir que la mantenía de una pieza. Fuera, en la inmensidad de su habitación, siempre tenía la sensación de ir a romperse de un momento a otro.
Sí, podía verla llorando hasta quedarse dormida de puro agotamiento.
Ahora, echando la vista atrás… estaba agradecida de haberlo superado. De haber salido adelante, por mucho que siguiera doliendo.
Y me felicitaba. Felicitaba a la niña que había sido antes por mantenerse fuerte ante las adversidades. Por agarrar con fuerza la oportunidad que le habían dado de ingresar a un mundo completamente nuevo para ella, un mundo extraño y lleno de magia, y recomponerse de tanto dolor.
Pero era consciente de que no todas las personas que pasaban por algo terrible tenían o podían ser fuertes en todo momento.
Y Pansy, tal vez…
Tal vez no era tan fuerte como quería aparentar.
—¿Mi amor?
Volví al presente en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Hmm?
—¿Te apetece ir a mirar las estrellas?
Sabía que se refería a nuestro sitio especial, pero, por primera vez, no estaba de humor para eso.
—Mis compañeras de habitación empezarán a extrañarse si paso tantas noches fuera —dije, sorprendiéndome a mí misma poniendo excusas cuando por lo general adoraba quedarme a dormir en ese lugar, con los brazos de Draco a mi alrededor durante todas esas horas, con su respiración en mi nuca y sus latidos del corazón contra mi espalda. Pero por mucho que odiara admitirlo, aquella noche necesitaba dormir sola—. Ya sabes, no siempre puedo decir que estuve estudiando en la biblioteca.
Después de eso Draco no insistió más.
Y la noche se hizo muy, muy larga bajo las pesadas consecuencias de mis pensamientos.
Pasaron tres días antes de que Pansy reapareciera de nuevo.
Nadie sabía dónde había estado durante todo ese tiempo, y tampoco quiso hablar con sus amigos cuando le preguntaron al respecto.
¿Habría sido castigada de alguna forma por su "casi enfrentamiento" con Thomas Greene y su pandilla cuando estábamos volviendo del balneario? ¡Si en realidad no había pasado nada! Y los que realmente deberían haber sido amonestados eran ellos por insultarla en primer lugar.
Aquella mañana, un día después de su regreso, la miraba a través de la mesa de la biblioteca de una forma diferente a como lo había hecho todos esos años antes. Porque ahora tenía la sensación de conocerla de verdad, ahora sabía que había algo más profundo y complejo en su forma de ser, aunque yo aún desconociera muchas cosas. Era como si, de alguna manera, estuviera tratando de ver lo que escondía en su interior.
Ella no me dedicó ni una sola mirada de soslayo, inmersa como estaba en la lectura de su periódico. Solo en una ocasión me encontré tentada a leer por encima un artículo que parecía hablar de Harry, porque aún recordaba lo que me había dicho Pansy sobre que solo glorificaban a Harry Potter por sus hazañas en contra de Voldemort, pero me detuve a mí misma porque, de ser eso cierto, estaba segura de que era una cosa de los periodistas y no de mi amigo.
Draco le metió un dedo en las costillas a Pansy y esta rebotó en el sitio como si le hubieran dado una descarga eléctrica.
—¿Qué haces, imbécil? —le espetó.
—Recordarte que las vacaciones de Navidad son en menos de una semana —respondió este sin sentirse insultado ni un poquito—. ¿Ya tienes tu vestido para la fiesta?
Ella respondió con un resoplido y pegó la frente al periódico. Claramente no estaba de humor para eso. Pero Draco había organizado una fiesta en su mansión para celebrar la primera Navidad que ya no estaban bajo el yugo de un sádico narcisista o de unos padres autoritarios que ganarían medallas de oro si participaran en competiciones de malas decisiones. ¿No era divertido pensar que tendríamos toda la mansión para nosotros? Él y sus amigos ya eran mayores de edad y el Wizengamot había decidido que todos ellos tuvieran acceso a las cuentas bancarias de sus progenitores, ya que al estar en Azkaban no podían ejercer de padres, y de todas formas no iban a necesitar todo ese dinero nunca más. ¿No era justo que los hijos que habían sido obligados a hacer cosas terribles gastaran el sucio dinero de sus padres como más les apeteciera? Además, aún no habían tenido ocasión de celebrar en condiciones que no tenían cargos pendientes con la ley. Eran jóvenes y libres, por mucho que eso molestara a unos cuantos.
—Sabes que no voy a dejar que te escaquees —insistió mi novio—. Además, ahora tienes la oportunidad de quedarte todo el tiempo que quieras, ¿recuerdas cuánto te fastidiaba que tu madre no te dejara quedarte hasta el final de las fiestas que organizaba mi familia?
Pansy cerró el periódico con furia y lo dejó sobre la mesa con un golpe sordo.
—¡Ya basta! —chilló esta en la quietud de la biblioteca, sobresaltándonos no solo a nosotros, sino también a todos los que estaban a nuestro alrededor—. Iré a tu maldita fiesta, ¿de acuerdo? ¿Qué es lo que quieres, que me lleve a tu novia de tiendas? ¡Excelente! Arriba, Granger, tenemos que ir a comprar dos estúpidos vestidos para una estúpida fiesta.
Su arrebato me había dejado tan descolocada que no supe cómo había conseguido ponerme de pie para ir tras ella, no sin antes interrogar a Draco con la mirada y recibir un encogimiento de hombros en respuesta.
Por el camino, no dejaba de pensar qué habría sido lo que habría provocado aquella desmesurada reacción. No lograba entender qué cosa tan horrible había dicho Draco para conseguir tal enfado.
No logré encontrar los motivos, pero tampoco me atreví a preguntárselos directamente. Nadie en su sano juicio le habría dirigido la palabra a Pansy Parkinson estando en ese estado. La mayoría ni siquiera se aventuraban a mirarla a los ojos los días en los que parecía estar de buen humor, que tampoco eran muchos, por lo que ahora todos se apartaban a su paso.
Yo me mantuve callada hasta que llegamos a la sastrería de su elección. La chica tras el mostrador, después de mirar por un instante la ferocidad reflejada en su rostro, se apresuró a hacernos pasar a una sala rodeada de espejos a pesar de no tener la cita previa necesaria que indicaba un cartelito en la entrada.
Cuando un hombre llegó seguido de un costurero volador lleno de alfileres y algunas cintas métricas, Pansy se desnudó y dejó que este le tomara medidas.
Me quedé allí, sentada en un bonito sofá de terciopelo violeta, admirando sin apenas darme cuenta su bonita ropa interior ciñéndose a la perfección a las curvas de la muchacha. Era menuda, pero su pecho tenía el tamaño adecuado y su cintura de avispa daba paso a unas caderas que iban en concordancia al resto de su cuerpo. Su trasero era, además, sorprendentemente firme. No me había dado cuenta de esto cuando la vi en bañador aquel otro día, en el balneario.
—Media vuelta, cielo —le dijo el sastre, y Pansy se giró hacia mí.
Su rostro parecía haberse relajado un poco, pero ahora había algo más en su expresión… algo de lo que solo me percaté cuando fui capaz de separar mis ojos de su cuerpo y mirar arriba.
Aparté la vista. Volví a mirar su rostro y, de nuevo, miré hacia otro lado.
¿Qué era aquello que veía en su mirada? ¿Curiosidad? Una curiosidad llena de arrogancia, por supuesto, pero curiosidad al fin y al cabo. Y ¿por qué? ¿Por qué me miraba como si quisiera ver en lo más profundo de mi ser solo por haberme quedado mirándola? Era como si de repente hubiera visto algo en mí, algo fugaz, que le hubiera llamado la atención.
Cuando el hombre terminó su trabajo, Pansy dio instrucciones precisas sobre cómo quería que fuera su vestido y, después, fue mi turno de desnudarme.
Intenté no mirarla a través de los espejos.
Siempre había tenido claro que las comparaciones son odiosas, pero no pude evitar hacerlas en ese momento. Mi pecho estaba un poco más caído que el suyo, mi vientre no era igual de plano y, bajo mis caderas llenas de estrías, mis muslos se rozaban.
Espera, ¿me estaba sintiendo insegura de mi cuerpo?
La voz se me quedó atorada en la garganta cuando el hombre, después de medirme de arriba abajo, me preguntó qué tenía en mente para mi vestido.
Por un momento se produjo un silencio bastante incómodo en la habitación, y era consciente de ello, pero una parte de mí no podía dejar de escudriñarse en el espejo, y a cada segundo que pasaba encontraba mil defectos más.
«Basta», pensé. «¡Basta!».
Y como si ella hubiera podido escuchar mis súplicas, se puso de pie de un salto y empezó a darle indicaciones al hombre.
Tela de encaje roja, con mangas caídas y escote corazón, bien entallado hasta la cintura, desde donde empezaría a caer suelto hasta los tobillos.
Exigió también que tuviera un poco de cola por la parte de atrás y algo extra que le diera brillo al vestido, tal vez en forma de broche o cinturón.
Fui vagamente consciente de haberme vuelto a vestir, y mucho menos de salir de nuevo a la calle, pero ahí estaba, viéndolo todo a cámara lenta hasta que una mano apareció de repente y empezó a agitarse delante de mi cara.
—¿Qué demonios te pasa? La gente nos está mirando.
«¿Y por qué deberían?», pensé, pero luego se alzó una pequeña ráfaga de viento y sentí un frescor inusual en el rostro.
¿En qué momento había empezado a llorar? Debía de parecer estúpida, llorando sin un motivo aparente. Aunque por supuesto que tenía motivos, pero ella no los sabía.
—No… no es nada —me apresuré a mentir.
—Bueno, pues si no es nada haz el favor de parar, nos está mirando todo el mundo —ordenó.
Me sequé las lágrimas casi con rabia y clavé los ojos en los suyos.
—¿Y qué? Todo el mundo llora.
—Yo no lloro —replicó.
Estuve a punto de decir algo que rebatiera eso, pero luego lo pensé mejor y cerré la boca. Sabía que ella me había visto llorar a mí en múltiples ocasiones, como cuando solo saqué un notable en un examen de Pociones en el primer año en Hogwarts o cuando no encontraba a Draco por ninguna parte durante la batalla y creí que lo había perdido para siempre. Pero lo cierto es que yo nunca había visto a Pansy Parkinson llorar. Ni llorar, ni reír (reír de verdad), ni mostrar demasiado entusiasmo por algo… era como si estuviese constantemente reprimiendo sus emociones. Así que, bueno, no podía decir que lo que aseguraba fuera mentira.
A lo mejor no fingía y era verdad que no tenía sentimientos. Tal vez lo que fuera que le pasara durante el primer año en Hogwarts le había arrebatado cualquier oportunidad de sentir algo que no fuera aburrimiento o, en algunos casos, rabia.
Pero yo sí sentía, y sentía muchas cosas. Sentía empatía porque estaba convencida de que la chica tenía un pasado trágico, sentía pena porque no pudiera (o creyera que no podía) mostrar emociones delante de los demás, y sentía gratitud por haber intervenido por mí en la sastrería.
En ese momento había necesitado un momento para mí, para recomponerme, y de alguna manera se había dado cuenta de mi llamado de auxilio y había saltado a socorrerme.
¿Lo habría hecho siendo consciente de que me estaba ayudando o simplemente se había aburrido de esperar a que reaccionara y se había tomado la libertad de elegir mi vestido para terminar de una vez y poder irse de allí?
—Gracias por lo de antes —dije, porque de una u otra forma me había ayudado y siempre me había caracterizado por ser agradecida—. Por lo del vestido, quiero decir. No tenía ni idea de cómo quería que fuera. Creo que tienes muy buen gusto.
Ella resopló, como si aquello fuera evidente.
—Sí, lo tengo. La pregunta es, ¿tienes tú el dinero para pagarlo? Porque va a costar una fortuna.
Sonreí. El reguero de lágrimas en mis mejillas se iba secando poco a poco.
—Soy una heroína de guerra —respondí, un poco incómoda de repente.
No me gustaba llamarme a mí misma "heroína de guerra", pero estaba claro que lo era, ¿no? Al menos eso era lo que el Wizengamot había determinado, y con esa excusa había abierto una bóveda en Gringotts a mi nombre y había cubierto de oro hasta las paredes de la misma. La de Harry simplemente la habían ampliado para que cupieran las toneladas de monedas que iban a soltar allí. El dinero ya no era un problema para ninguno de los dos.
A Pansy no le impresionó mi respuesta.
—¿Lo eres? ¿Y quién lo dice?
Fruncí el ceño, confusa.
—Tengo un título en el que literalmente pone que lo soy.
—¿Sí? Pues como heroína de guerra deberías exigir tu lugar, porque te recuerdo que estás pasando desapercibida para todos. Se habla más de tu romance "prohibido" con Draco que de tus hazañas en contra de Voldemort.
No respondí, pero pensé en ello durante todo el camino de vuelta.
«Exigir mi lugar».
Nos separamos en cuanto llegamos al castillo y yo fui directa a buscar a Draco.
Cuando lo encontré, esperándome en un banquito de piedra cerca de la entrada a mi sala común, me recibió en sus brazos y yo me acurruqué allí, en su pecho, sentada en sus piernas. Él era mi lugar seguro, siempre lo había sido, y en ese momento necesitaba un poquito de la paz que me proporcionaba para no terminar llorando de nuevo.
Tenía sentimientos encontrados con algunas cosas, aunque no lograba identificarlas del todo. ¿A qué le tenía miedo? ¿Por qué mi cuerpo de repente reaccionaba llenándose de ansiedad cuando estaba cerca de Pansy? ¿Tal vez porque era la única que me decía las verdades a la cara? A lo mejor una parte de mí siempre había sabido que el mérito de salvar al mundo mágico no estaba siendo repartido a partes iguales entre Harry y yo, a pesar de no leer los periódicos. ¿O es que quizás odiaba que se hablara de mi relación con Draco? ¿Era temor a no ser capaz de convencer a Pansy de que Harry era un buen partido y decepcionar a mi amigo?
Era todo muy confuso en mi cabeza, y por más que lo intentara no lograba pensar con claridad.
—Mi amor —me susurró Draco en la coronilla.
Hice un gemidito, señal de que aún no estaba dispuesta a separar mi mejilla de su pecho, cuando él continuó:
—¿Has leído el periódico últimamente?
Yo creía que ya nadie leía el periódico hasta que Pansy me hizo saber que los Slytherins lo hacían para enterarse de lo relativo a sus padres en Azkaban. En realidad, tenía sentido. Ya no había que enterarse de posibles emboscadas de Voldemort, ni de quiénes habían sido sus últimas víctimas o a quién había torturado. La gente se había relajado en ese aspecto, ya nadie vivía pegado a los medios de comunicación para conocer las últimas noticias porque ya no había noticias que contar… Excepto…
Me separé de él como un resorte al caer en la cuenta.
—¿Por qué? ¿Hay algo sobre…?
Me horrorizaba que mi novio hubiera leído algo escrito por un completo desconocido sobre nuestra relación. ¿Qué dirían? ¿Inventarían algo cruel? Yo era una heroína, pero él, para muchos, aún era un villano. ¿Me convertía eso a mí en una traidora? ¿Por eso los periodistas me habían echado a un lado, tal y como aseguraba Pansy?
Draco me dio un tranquilizador beso en la frente. Luego, se sacó un periódico del interior de su túnica (supuse que el que Pansy había dejado abandonado en la biblioteca por la mañana, porque él nunca compraba la prensa) y lo dejó sobre mi regazo.
Esperaba encontrarme con un titular horrible sobre nosotros como pareja.
Me sorprendió ver que no era nada relacionado a nuestra relación.
Aunque sí que era horrible, tanto que tuve que leerlo varias veces antes de asimilarlo por completo.
"AMANDA PARKINSON, BRUTALMENTE ASESINADA EN SU CELDA DE AZKABAN".
¿Me dejas un review? :)
Cristy.
