N/A: ¡Hola a todos, JkAlex está devuelta, perras! XD

No me disculparé por la tardanza en actualizar esta historia, seguramente ya están cansados de esto. Así que, en lugar de eso, ¡simplemente les traigo este largo capítulo de 16.000 palabras! Espero que lo agradezcan correctamente con sus comentarios.

La razón por la cual pude publicar este capítulo fue porque tengo una semana, una maldita semana, de vacaciones. Es horrible y apenas tengo tiempo para sentarme a escribir algo, pero me alegro de al menos haber terminado este capítulo. Espero les guste.

Y sin más preámbulos... Let's go!


Capítulo 8

Perros y Gatos. Campistas y Cazadoras 2.0

Percy Ojo de Halcón

Percy no podía creer lo que escuchó. Y a juzgar por la expresión conmocionada de Andy y Grover, ellos tampoco. Él no podía culparlos, estaba tan sorprendido como ellos.

—Thalia... esa es una acusación muy grave—señaló Quirón, sus cejas frunciéndose con seriedad.

— ¡¿Crees que no lo sé, Quirón?! —espetó ella, aparentando los puños—. Sé lo que vi anoche.

— ¿Estás segura de que fue su espada? —preguntó Grover, inseguro—. Quiero decir, estaba oscuro y pudiste haberte confundido.

Ella lo miró como si él fuera un idiota.

— ¿Cuántas espadas mitad acero y mitad Bronce Celestial conoces? Sé lo que vi, chico-cabra.

—Yo también estoy segura de que lo era—apoyó Annabeth, con una expresión sombría en su rostro—. Una hoja hecha de acero y Bronce Celestial con una guarda en forma de alas como el caduceo de Hermes. Era la espada de Luke.

—Quirón—dijo Thalia, volteando a mirar al viejo centauro—. ¿Cuándo fue que Luke llegó al campamento?

Quirón frunció el ceño y apretó los labios con preocupación.

—Anoche—respondió él—. Alrededor de la media noche.

—El mismo momento en que Capucha Negra escapó a través de ese portal—señaló Andy.

—Ese portal... —murmuró Percy. Él volteó a mirar a Annabeth y Thalia—. ¿La espada de Luke puede crear portales?

Annabeth negó con la cabeza.

—La espada de Luke es especial. Es similar a tu cuchillo, Percy. Puede lastimar tanto a mortales como inmortales. Pero nunca lo he visto crear portales.

—Tú lo has dicho, nunca lo hemos visto—dijo Thalia con recelo.

—Thalia, ¿en serio crees que él es Capucha Negra? —cuestionó Grover.

—No quiero reconocerlo, pero hay demasiadas coincidencias—señaló Annabeth, frunciendo el ceño de manera pensativa—. No quiso venir con nosotros a la misión. Capucha Negra usaba su espada y era un espadachín habilidoso. Él desapareció anoche alrededor del mismo tiempo que Luke llegó al campamento. Todo concuerda.

Thalia asintió.

—Y por si eso no fuera poco, ¡él estaba herido en la misma mano donde Percy lo atravesó con su cuchillo! —exclamó ella—. ¡¿Cómo explicas todo eso?!

Todos se vieron sorprendidos por eso, especialmente Percy. Todos los hechos apuntaban a que, posiblemente, Luke era Capucha Negra.

Percy no quería creerlo. Luke había sido alguien que lo había recibido con los brazos abiertos cuando salió del árbol. A pesar de no tener recuerdos, Luke aun así estuvo a su lado, apoyándolo como un amigo.

—Cuando Luke llegó anoche, dijo que fue atacado por monstruos en su camino al campamento—habló Quirón—. Tenía numerosas heridas por su cuerpo, nada que no podía curarse con un poco de ambrosía.

— ¿Y la herida en su mano? —inquirió Thalia.

—Un perro del infierno.

Thalia frunció el ceño, viéndose escéptica.

—Que conveniente. El cuchillo de Percy está hecho de colmillo de un perro del infierno.

—Tal vez no sea mucho para probar su inocencia, pero Luke trajo un mestizo anoche. Un chico de quince años llamado Samuel. El chico estaba siendo perseguido por una manada de perros del infierno y Luke intervino para salvarlo. He allí la razón de sus heridas.

Eso llamó la atención de los presentes, quienes miraron al viejo centauro con curiosidad.

— ¿El chico tiene quince años? —inquirió Andy—. Es sorprendente que haya sobrevivido tanto tiempo solo por su cuenta.

—No es sorprendente, tenemos nuestro propio caso aquí—dijo Thalia, pasando un brazo alrededor del hombro de Percy—. E incluso se hizo de una reputación como el "Boogeyman" de los monstruos.

Percy se sintió sus orejas arder. No sabía si era porque todos voltearon a verlo o por la cercanía del cuerpo de Thalia.

—De todos modos, hasta que tengamos pruebas más contundentes sobre la identidad de Capucha Negra, no encararemos a Luke—intervino Quirón.

Thalia bufó, molesta.

—Ciertamente, eso no les impidió tenderme una trampa cuando pensaron que fui yo quien robó el Rayo Maestro de mi viejo.

Andy volteó a mirar a Annabeth, quien apartó la cabeza con las mejillas teñidas de rojo.

—En esta ocasión es diferente, Thalia—dijo Quirón—. Capucha Negra no solo asesinó a una cazadora, sino que también le declaró la guerra a Artemisa, lo que lo convierte en un enemigo del Olimpo. Sabes lo paranoicos que pueden ser los dioses. Si llegan a descubrir que Luke es un posible enemigo, actuarán en consecuencia sin dudarlo.

Thalia no dijo nada y apretó los labios en una fina línea.

—Pero mantendremos a Luke bajo vigilancia—continuó Quirón—. Annabeth tiene razón. Hay demasiada coincidencia entre la aparición de Capucha Negra y las acciones de Luke.

— ¿En serio lo trataremos como un... sospechoso? —preguntó Grover, desanimado.

Quirón frunció el ceño con tristeza.

—Hasta que probemos lo contrario, me temo que sí.

—Yo me encargaré de vigilarlo—dijo Thalia.

—No—intervino Annabeth—. Ya tienes las manos llenas con encargarte de que las cazadoras y los campistas no se maten entre ellos. Yo vigilaré a Luke.

Thalia hizo una mueca, pero no discutió.

—Bien—asintió Quirón—. Creo que no hace falta decirlo, pero ni una sola palabra de esto, especialmente a las cazadoras. Están dolidas por la pérdida de una de sus hermanas. Buscarán venganza ante la más mínima oportunidad. Ahora vayan y descansen. Ha sido una noche larga para ustedes. Pueden saltarse las actividades matutinas.

Todos asintieron en señal de acuerdo y salieron de la Casa Grande. El sol ya comenzaba a iluminar el campamento, alumbrando la blanca nieve que se acumulaba sobre los techos de las cabañas.

Grover ser veía desanimado, con los hombros caídos y la mirada gacha.

—No puedo creer que Luke... —murmuró él.

Andy se acercó a él y colocó una mano sobre su hombro.

—Aún no lo sabemos con certeza, Grover.

—No quiero creerlo. ¡Conocemos a Luke desde hace años! Fue él quien me enseñó como hablar con las ninfas...

—Andy tiene razón—concordó Annabeth—. Luke es nuestro amigo. Hasta demostrar lo contrario, él aún está de nuestro lado.

—Yo tampoco quiero creerlo, pero aun así tendremos un ojo encima de él—dijo Thalia.

Annabeth volteó a mirarla, frunciendo el ceño con molestia.

— ¿Por qué insistes tanto en vigilarlo? ¿Tanto desconfías de él? ¡Él también es tu amigo!

—Y es precisamente porque es mi amigo que elijo darle el beneficio de la duda—dijo Thalia, mirándola con dureza—. Si fuera alguien más, iría ahora mismo a atravesarlo con mi lanza para sacarle respuestas. Pero es Luke de quien estamos hablando. Lo conozco desde que éramos niños. Es uno de los pocos a los que puedo llamar familia. Confío en él...

Annabeth apretó los labios en una fina línea y apartó la mirada.

Mientras caminaban por el campamento, pudieron ver que las cazadoras ya se habían instalado en la cabaña ocho. Algunas se habían quedado dentro, mientras que otras se habían dirigido al campo de tiro con arco y disparaban flechas con una precisión que dejaron anonadados a los hijos de Apolo, ya que cada flecha golpeaba en la diana.

—Supongo que se están instalando bien—comentó Andy—. No entiendo por qué estaban tan preocupados con que las cazadoras estén en el campamento.

Uno de los hijos de Apolo se acercó para hablar con una de las cazadoras, pero ella respondió con bastante brusquedad, disparando una flecha a escasos centímetros del pie del campista. Eso no pareció gustarle a sus hermanos y hermanas, quienes se acercaron y comenzaron a discutir con la cazadora, quien rápidamente fue respaldada por las demás.

Annabeth volteó a mirar a Andy.

—Tuviste que abrir la boca, ¿verdad?

—Cállate—espetó ella por lo bajo.

—Sabía que esto no era una buena idea—dijo Grover—. Ni siquiera llevan una hora en el campamento y ya comenzaron a pelear.

— ¿Acaso te esperabas otra cosa? —replicó Thalia.

— ¿No deberías detenerlos? —preguntó Andy.

Thalia hizo una mueca, viéndose reacia a hacerlo.

Percy la golpeó con el codo, causando que ella lo mirara con molestia.

—Bien, bien. Lo haré—gruñó ella, exasperada—. Annabeth, ve a las cabañas y avisa a todos sobre el partido de Captura la Bandera.

—Está bien—asintió ella—. ¿Serás la capitana?

Thalia sonrió de manera engreída.

—Obviamente. Conmigo, Luke y Percy, será un partido interesante.

— ¿Crees que podré enfrentarme a las cazadoras? —inquirió Percy—. Son bastante hábiles.

—Te has enfrentado a enemigos peores. Un grupo de niñas scouts eternamente pubertas y engreídas no son nada para ti.

—Gracias por el voto de confianza... supongo.

—Y Annabeth—Thalia volteó a mirarla—. También advierte a los campistas que, si provocan a las cazadoras, se las verán conmigo.

—Está bien—asintió ella. Se volteó y miró a Andy, Grover y Percy—. Vengan conmigo.

— ¿Eh? ¿Por qué? —se quejó Andy—. Estoy cansada y tengo sueño. Iré a dormir en mi cabaña un poco hasta el almuerzo.

—Yo igual—dijo Percy—. Y considerando que también soy un... hijo de Poseidón, supongo que debo ir a instalarme en la cabaña tres.

Todos lo miraron, ligeramente sorprendidos, causando que Percy los mirara con confusión.

— ¿Qué?

—Nada—dijo Andy, mirándolo fijamente—. Es la primera vez que aceptas dormir en la cabaña tres.

—Bueno, podría volver a dormir en la Casa Grande. Pero no me apetece tener de roomie al Oráculo. Les juro que había ocasiones donde veía esa cosa en la esquina de mi habitación observándome.

Grover se estremeció levemente.

—No digas eso. Ahora tendré pesadillas.

—Además... —Percy volteó a mirar a la cabaña tres, un edificio bajo y gris construido con rocas de mar llenas de caparazones y corales incrustados—. Ahora que lo veo bien, la cabaña tres no se ve tan mal.

—Claro, si te gusta el olor a sal y pescado—dijo Thalia con sorna.

Percy la empujó juguetonamente y se percató de que Andy aún seguía mirándolo.

— ¿Qué?

Ella movió su pie de un lado a otro, como si estuviera dudando.

—Es solo que... Será agradable tener un poco de compañía en la cabaña tres por primera vez.

Percy se frotó la nuca, sin saber muy bien cómo responder. Se formó un silencio ligeramente incómodo entre ambos antes de que Annabeth intervinieran.

—Bueno, pueden ir a dormir luego. Ahora ayúdenme a avisar a los campistas.

— ¡Delego esa tarea al capitán G-Man! —exclamó Andy, palmeando el hombro de Grover y comenzando a correr hacia su cabaña.

—Te encargamos esta importante responsabilidad, amigo. Buena suerte—dijo Percy, palmeando el hombro de Grover mientras seguía a Andy hasta la cabaña tres.

—Esos dos son parecidos en más de un sentido—comentó Annabeth, observándolos irse con el ceño fruncido con molestia.

—Son hijos de Poseidón, ¿qué esperabas? —dijo Thalia.

Annabeth la miró con recelo.

—Supongo lo sabrías muy bien. Tienes experiencia en convivir con un hijo de Poseidón.

—Cierra el pico, Annabeth. Te vi bastante pegada a una hija de Poseidón durante el baile.

Annabeth no respondió, simplemente apartó la mirada y comenzado a caminar hacia las cabañas, arrastrando a Grover con ella.

Thalia tomó eso como una victoria y fue hacia el campo de tiro con arco, donde los hijos de Apolo y las cazadoras estaban a punto de practicar puntería los unos con los otros.


A pesar de que la noche había caído hace varias horas, los pasillos del hospital aún tenían las luces encendidas, todo con el objetivo de que las enfermeras y los médicos pudieran rondar durante sus guardias nocturnas para verificar a los muchos pacientes que estaban internados. Aunque las habitaciones de los pacientes tenían las luces apagadas con el objetivo de que pudieran dormir lo más cómodos posible.

En uno de los muchos pasillos, tres enfermeras avanzaban hacia una de las habitaciones que se encontraba al final del pasillo, los únicos sonidos audibles fueron la de sus tacones golpeando el piso y el susurro entre ellas.

¿Estás segura de que está aquí? —cuestionó una de ellas, quien se veía más joven que las otras.

¿Acaso no puedes olerlo? —replicó la segunda enfermera—. Su olor inunda todo el hospital, ¡obviamente está aquí!

Sabes a lo que me refiero. ¿Estás segura de que es... él?

Hubo un ligero flaqueo en la voz de la enfermera, como si estuviera insegura y temerosa.

Eso no importa—declaró la tercera enfermera. Ella sonrió, enseñando unos colmillos puntiagudos y prominentes—. Incluso si no es él, aún será un buen aperitivo.

El hambre brilló en sus ojos al igual que la segunda enfermera, pero la primera, la más joven, solo se veía inquieta y ansiosa.

Las tres avanzaron hasta el final del pasillo, donde se detuvieron frente a una habitación que estaba cerrada.

217. Es aquí—señaló la segunda enfermera.

¿Está solo? —preguntó la tercera.

No. Hay una niña con él. Pero no importa, solo es una mortal.

Y... ¿si está despierto? —musitó la primera enfermera—. He escuchado sobre él... sobre las cosas que ha hecho y los monstruos que ha matado.

Oh, por favor—gruñó la segunda enfermera, volteando a mirarla—. ¿No me digas que en serio crees todo eso? Él es solo un semidiós.

Un semidiós que caza monstruos. ¿No debería de ser al revés? Muy pocos han vivido cuando se encontraron con él y todos coincidieron en una sola cosa; Si lo ven, huyan.

Ella miró de manera temerosa la puerta cerrada, como si tuviera miedo de lo que hubiera del otro lado.

Son solo exageraciones—rechazó la tercera enfermera—. Es imposible para un solo semidiós adolescente haber matado a los monstruos que dicen que mató.

No estoy segura...

Ambas enfermeras pusieron los ojos en blanco ante la actitud temerosa e indecisa de su compañera.

Bien—gruñó la segunda enfermera—. Quédate aquí. Tal vez te dejemos un pie o una mano cuando hayamos terminado con él.

La primera enfermera se vio animada al escuchar eso.

Oh, ¿pueden dejarme la lengua? Son realmente deliciosas.

De acuerdo—aceptó la tercera enfermera—. Solo asegúrate de que ningún médico o enfermera venga.

Eh... nosotros somos enfermeras.

¡Es solo una tapadera! ¡Sabes a lo que me refiero!

Viéndose molesta, la tercera enfermera entró a la habitación, acompañada de la segunda enfermera.

Antes de que la puerta se cerrara, la primera enfermera pudo ver dentro de la habitación. Las luces estaban apagadas, pero las cortinas de las ventanas estaban abiertas, dejando entrar la brillante luz de luna que iluminaba levemente la habitación, donde se pudo observar a alguien, un adolescente, durmiendo en una de las camas.

Cuando la puerta se cerró, la primera enfermera se acercó y puso su oído en la puerta con la intención de escuchar lo que estaba sucediendo adentro. Hubo un silencio por casi un minuto entero, antes de que se oyera el sonido de muebles cayéndose, la cama rechinar por el piso, el sonido de forcejeos, gruñidos de dolor y el estridente sonido de la ventana de vidrio romperse, junto con el grito de terror que se hizo cada vez más lejano hasta desaparecer.

La primera enfermera se apartó alarmada cuando algo chocó contra la puerta y seguidamente, la puerta se abrió bruscamente, destrozando el picaporte. Dos cuerpos se estrellaron contra el piso con gruñidos de dolor. La primera enfermera reconoció a su compañera, quien había revelado su verdadera apariencia, la de una empusa.

Forcejeaba con la persona que estaba encima de ella, un adolescente que sostenía un cuchillo a escasos centímetros de su cuello. La empusa volteó y se percató de que su compañera estaba allí, observando la escena con conmoción.

¡No te quedes allí sin hacer nada! —le gritó, con pánico en su voz—. ¡Ayúdame!

Centímetros antes de que el cuchillo se clavara en su cuello, el adolescente fue empujado por la primera enfermera, quien rápidamente se subió encima de él, envolviendo sus manos alrededor de su cuello y comenzando a estrangularlo. El adolescente era más joven, más pequeño que ella, por lo que su peso y tamaño jugaron a su favor mientras aplicaba más fuerza con la intención de ahogar al niño, quien hacía vanos intentos de liberarse mientras se sacudía.

Ahora, al verlo debajo de ella, luchando por respirar, por sobrevivir, se dio cuenta de que no tenía que tener miedo de él. Era solo un semidiós y, al igual que muchos otros antes que él, moriría por sus manos.

La sensación de triunfo y placer que sintió al verlo tan vulnerable mientras intentaba respirar fue tan embriagadora que no se percató de que el semidiós dejó de intentar quitar las manos de su cuello y, en su lugar, estiró la mano hacia su rostro y la agarró en la cara con ambas manos.

Lo último que ella vio antes de que todo quedara oscuro fue la mirada feroz e iracunda del semidiós y sus pulgares que se incrustaron en sus ojos.

La segunda enfermera lo vio todo. Vio como el semidiós clavó sus pulgares en las cuencas oculares de su compañera, quien gritó con dolor y agonía mientras la sangre comenzaba a escurrir, manchando las manos y el rostro del semidiós.

La enfermera fue silenciada de manera abrupta cuando el semidiós giró brutalmente la cabeza de la enfermera con un gruñido de esfuerzo. Se escuchó el fuerte sonido de algo romperse y el cuerpo de la enfermera cayó inerte en el piso antes de comenzar a desvanecerse en polvo dorado.

El semidiós lentamente se levantó y recogió su cuchillo, que tenía el aspecto de lo que parecía ser un afilado diente unido a un mango de madera atado por tiras de cuero. Él volteó a mirar directamente a la única enfermera que quedaba, quien estaba en shock por lo que había presenciado.

Fue entonces cuando recordó las palabras de su difunta compañera;

Si lo ves, huye.

Y eso fue lo que hizo. O al menos, lo intentó.

Estaba bastante herida debido a su anterior pelea, así que comenzó a arrastrarse hacia la habitación por donde habían salido. Ella volteó para observar al semidiós y se arrepintió de haberlo hecho.

Él se acercaba lentamente a ella, sus manos y rostro estaban manchados de sangre mientras empuñaba su extraño cuchillo. Con cada paso que él daba, su miedo solo aumentaba, al igual que la incredulidad que sentía ante su actual situación.

Ella era el monstruo. Una empusa. Debería de ser ella quien esté persiguiendo y aterrorizando a este joven semidiós, no al revés.

No... No...—dijo ella, con lágrimas en los ojos mientras se arrastraba—. No quiero morir... No quiero morir... Aléjate de mí... ¡Aléjate!

Ella atravesó la puerta, y sus ojos se posaron en la pequeña niña que había estado escondida detrás de la cama.

Esa niña... Él hizo todo esto para protegerla. Si lograba agarrar a esa niña y usarla de rehén, podría llegar a escapar. Usó todas las fuerzas que le quedaba para levantarse y correr directamente hacia la niña, quien retrocedió espantada. Cuando estuvo a punto de agarrarla, la empusa gritó de dolor y cayó de bruces sobre el piso. Miró su pierna y vio que el extraño cuchillo del semidiós le había atravesado completamente la rodilla.

Intentó levantarse, pero el semidiós la agarró bruscamente por la parte trasera de su cabeza y luego comenzó a estrellarla contra el piso varias veces. Los huesos de su rostro se rompieron y la sangre salpicó el piso. Ella fue volteada y el semidiós comenzó a golpearla con tanta fuerza y brutalidad que le arrancó los dientes. Cuando su rostro estuvo completamente manchado de sangre, desfigurado e imposibilitando abrir completamente sus ojos, ella sintió que el semidiós envolvió sus manos alrededor de su cuello y apretó con fuerza.

La empusa usó sus garras para arañar las manos del semidiós en un intento de liberarse, pero el semidiós no se inmutó y en su lugar solo aplicó aún más fuerza con un gruñido de esfuerzo. Era mucho más fuerte de lo que aparentaba y la fuerza de su agarre era sofocante.

Ella lo miró directamente a los ojos, aterrorizada. Aquellos ojos verdes como el mar… expresaban una ira y rabia tan pura que era abrumadora e implacable. Era como observar directamente a los ojos de una bestia enloquecida e imparable.

Ella dejó de forcejear y solo pudo susurrar una última palabra antes de morir.

Monstruo...

Soltó un último jadeo y su cuerpo quedó inerte. Poco a poco, comenzó a convertirse en polvo dorado.

Estando de rodillas, el semidiós observó sus manos manchadas de sangre. Su expresión, anteriormente iracunda, se volvió una de triste entendimiento, como si se hubiera percatado de lo que realmente había hecho.

Tal vez lo soy... —él alzó la mirada y sus ojos verdes como el mar atravesaron directamente con la mirada a quien lo observaba—. Tal vez lo somos.


Percy se despertó con el corazón palpitando fuertemente en su pecho, sintiéndose sofocado.

Otra vez había soñado con su pasado. Lo supo porque pudo verse a sí mismo. Era él quien había matado a aquellas empusas. Y todo para proteger a una niña. Reconoció a esa niña; Sammy. Ese era su nombre. Había visto su rostro en la fotografía que Thalia guardaba en su billetera.

¿Qué pasó con aquella niña? ¿Dónde estaba ahora? ¿Por qué no la había visto?

— ¿Percy? —llamó una voz, sonando somnolienta.

Él volteó para observar a Andy, durmiendo en la litera de al lado. Su cabello estaba despeinado, más que de costumbre.

—Lo siento. ¿Te desperté? —preguntó él.

Intentó levantarse, pero sintió que algo enorme y pesado le impedía moverse. Cuando bajó la vista, vio a la Sra. O´Leary acurrucada sobre él. Su enorme cuerpo casi le asfixiaba y le impedía moverse.

"Así que es por eso que no podía respirar bien" dedujo él.

—Hablabas en sueños—dijo Andy, frotándose los ojos mientras se sentaba en su cama—. ¿Pesadillas?

Percy forcejeó bajo el enorme peso del perro del infierno. Liberándose de su opresión y sentándose en el borde la cama.

—No... Más bien un recuerdo, lo cual no sé si es peor.

—Eso es... bueno, ¿no? Recordaste algo.

Pensó en su sueño. En la manera en la cual no solo mató a aquellos monstruos, sino que los masacró sin mostrar piedad o duda. Ver aquella mirada de puro miedo en el rostro de un monstruo, miedo hacia él, era algo difícil de digerir.

"Si lo ves, huye"

"Monstruo..."

"Tal vez lo somos"

—Desearía no haberlo hecho—murmuró él.

Andy no supo qué responder. Y no tuvo que hacerlo, ya que Percy salió de la cabaña, acariciando la cabeza de la Sra. O´Leary y dispuesto a distraer su mente con algo más. Y tenía la manera perfecta de hacerlo.


— ¡Arriba! ¡Derecha! ¡Defiéndete! ¡Ahora pasa a la ofensiva!

Percy hizo todo lo posible en seguir las instrucciones de Luke mientras él dictaba el ritmo de la pelea. Sus espadas chocaban constantemente, manteniendo a ambos en un equilibrio entre ataque y defensa, aunque Percy podía decir con certeza que Luke se estaba conteniendo. Era obvio, después de todo, solo se trataba de un entrenamiento.

— ¡Bien, Percy, bien! —elogió Luke, quien detuvo un mandoble que iba a su hombro—. Mantén la muñeca firme y los pies ligeros, pero asegúrate de pisar fuerte para tener una base estable.

—Sí, claro—gruñó Percy, haciendo un gran esfuerzo por desviar los ataques de Luke—. Solo tengo que mantenerme firme mientras peleo con el mejor espadachín del campamento con una espada desequilibrada.

Luke era un muy buen instructor de combate con espadas. Tenía una precisión y fuerza que solamente se lograba con años de entrenamiento. Percy había escuchado que Luke era considerado el mejor espadachín en los últimos 300 años. Y en estos últimos meses bajo su tutela, podía comprender por qué decían eso.

—No sigas un patrón en específico—instruía Luke durante el combate—. Cambia el estilo de tus ataques o serás fácil de predecir.

Luke hizo un movimiento rápido de desarme y la espada de Percy rebotó a varios metros en la arena. La hoja de la espada de Backbiter estaba a centímetros del cuello de Percy. Él no apartó la vista de la hoja mitad acero, mitad Bronce Celestial. Thalia tenía razón. No se había percatado de ello antes, pero ahora lo vio. La espada de Luke era la misma que Capucha Negra empuñó anoche.

—Si tu oponente es el mar, debes de ser una montaña—dijo Luke—. Y si tu oponente es la montaña, debes de ser el mar.

—No sabía que eras poeta—se burló Percy—. ¿Seguro que eres hijo de Hermes y no de Apolo?

—Significa que debes ser versátil, adaptarte a tu oponente. No importa si se trata de un perro del infierno o un semidiós, debes de adaptarte durante una lucha. Ya sea en contra de garras y colmillos o espadas y lanzas. Esa es la clave para salir victorioso en una pelea. Tienes que tener en mente que tu oponente podría atacar de una manera en la que no te lo esperas. Y estar preparado para actuar en consecuencia.

—Sí, sí, lo que tú digas, maestro Yoda. La palabra yo te tomaré.

Luke lo miró de forma interrogante y al tener la espada sobre el cuello de Percy fue cuando cometió el error de confiarse.

Actuando con rapidez, Percy agarró el brazo extendido de Luke y lo atrajo hacia él para propinarle un fuerte rodillazo en el estómago, causando que se encorvara y Percy aprovechara para tirarlo al suelo barriendo sus pies.

Antes de que Luke pudiera levantarse, Percy tenía su rodilla contra su pecho y Backbiter contra su cuello.

—Maldición—gruñó Luke con un quejido de dolor—. Sigues siendo muy bueno en el combate cuerpo a cuerpo. Has estado entrenando.

Percy se levantó y le extendió su brazo para ayudarlo. Todo eso sin que su sonrisa triunfante dejara su rostro.

—Algo así—dijo Percy—. Desde el día que desperté, los hijos de Ares me desafiaron a pelear durante dos semanas hasta que fui a Nueva York con Thalia. Clarisse ha sido la más insistente en pelear conmigo.

—Tal vez sea porque le gustas—dijo Luke, levantándose con la ayuda de Percy—. Siempre les has gustado a las chicas que tenían un tornillo suelo.

Luke fue a una banca que estaba a lado de la arena de duelo. Metió la mano dentro de una pequeña nevera portátil, sacó un par de botellas de agua y le lanzó una a Percy. Él la atrapó en el aire, la abrió y dio un profundo sorbo, inmediatamente se sintió revitalizado y listo para otra ronda.

—Has mejorado estos últimos meses, definitivamente tienes talento en la espada—dijo Luke dando un sorbo a su botella de agua—. Ahora puedes seguirme el ritmo durante una pelea.

—Sí, pero aún no puedo derrotarte en un duelo de espadas—él fue y recogió su espada que estaba en el suelo—. Sin mencionar que cualquier espada que elijo me parece desequilibrada.

—No te angusties. Pasé años perfeccionando mis movimientos, pero estás avanzando mucho más rápido que lo que yo lo hice. Y aún tienes mucho por mejorar. Tienes un talento para esto y yo te ayudaré explotarlo. Y no te preocupes, te encontraremos una espada adecuada.

—Gracias, Luke.

Ambos se sentaron en el banco de madera a tomar un respiro del intenso entrenamiento. Del otro lado de la arena, los hijos de Apolo y las cazadoras de Artemisa practicaban tiro al arco bajo la mirada de Thalia, quien vigilaba que no comenzaran a pelear como ya había pasado durante la mañana.

—Los campistas están algo tensos por la llegada de las cazadoras—comentó Percy.

—Sí... Siempre es así cuando ellas llegan.

Percy se percató de la mirada de disgusto que tenía Luke al observar a las cazadoras. Todos en el campamento les disgustaban las cazadoras, era como ese primo molesto que tenías que soportar en las reuniones familiares. Pero en el caso de Luke, su disgusto, parecía algo más... personal. Su ceño fruncido hacía resaltar aún más su cicatriz, dándole un aspecto más sombrío.

—Puedo ver que no te agradan—dijo Percy.

Luke soltó un bufido y arrugó su botella de agua para luego lanzarlo dentro de la nevera.

—Eso es quedarse corto. Las detesto—escupió él con desagrado—. Actúan superiores a todos, desprecian a los hombres por el simple hecho de ser hombres y a todos aquellos quienes no comparten sus ideales o los de su diosa. No las quiero en el campamento, solo traen problemas y dejan familias separadas.

Percy lo miró, curioso.

— ¿A qué te refieres?

—Míralas con cuidado, Percy. Así como las ves, doncellas con increíbles habilidades en la caza y el combate, también son un grupo de chicas que han dejado atrás su humanidad para seguir a una diosa.

— ¿Su humanidad?

Luke asintió de manera sombría.

—Las cazadoras no sienten ningún tipo de apego hacia el mundo mortal, solo hacia ellas mismas y a su diosa. No les importa los mortales, ni siquiera los semidioses. ¿Ves a aquella cazadora rubia que sostiene el arco?

Percy miró a la cazadora, parecía no tener más de quince años. Se veía casi igual a las demás, cabello trenzado, parka plateada con pantalones de camuflaje y botas, junto con la misma expresión endurecida que parecían tener todas las cazadoras.

— ¿Qué hay con ella?

—Su nombre es Susan Philips, una hija de Tique que llegó con su hermano Steve al campamento hace 3 años. Un par de semanas después de que llegaron, también lo hicieron las cazadoras. Ella no dudó en unírseles, dejando atrás a su hermano. El chico solo tenía trece años y se sintió abandonado por todos, su padre, su madre, su propia hermana... no recuerdo la cantidad de veces en las que tuve que consolarlo y decirle que no estaba solo.

Percy podía imaginarlo. Si había algo que compartían todos los campistas y semidioses era que, en cierta forma, todos se sentían abandonados, ya sea por sus padres mortales o piadosos. Él también se sentía de esa manera. Desde que salió del árbol hace cuatro meses, ni siquiera sabía quién era su madre y su padre Poseidón no había aparecido ni una sola vez para hablarle, a pesar de que había señalado de que era un hijo suyo.

—Un par de meses después de que su hermana se unió a las cazadoras, Steve recibió una misión para probar su valía; capturar al Jabalí de Erimanto y traerlo al campamento—continuó Luke, con una mirada lejana en su rostro—. Le aconsejé que no aceptara. Que era demasiado joven e inexperto para emprender aquella misión. Pero él no me escuchó, estaba determinado en probarles a todos lo que valía, tan enojado con su hermana por abandonarlo, que aceptó la misión—Luke bajó la mirada con pesar—. Han pasado tres años desde aquello y Steve nunca volvió. Lo más probable es que haya muerto.

Percy volteó a mirar a Susan, quien chocó los cinco con otra cazadora cuando su flecha golpeó por quinta vez consecutiva el centro de la diana.

Luke apretó los puños con ira.

—Y cuando se lo dije a Susan la siguiente vez que las cazadoras volvieron al campamento, lo único que dijo fue: "Bien. El mundo está mejor con un hombre menos en él". No le importó abandonar a su hermano a su suerte, y ciertamente tampoco le importó que probablemente haya muerto. El tiempo que pasó con las cazadoras la corrompió. Eliminó todo rastro de humanidad que había en ella, dejando nada más que un cascarón vacío de lo que una vez fue, moldeada por las creencias de las cazadoras y de Artemisa. Es por eso que no las quiero aquí, su presencia solo trae problemas para todos nosotros.

Percy volteó a mirar a las cazadoras, quienes se la pasaban bien mientras practicaban el tiro con arco. Tenía que reconocer que Luke tenía algo de razón. Las cazadoras se veían diferentes a cualquier campista, ese ligero brillo plateado dada una señal de ello, junto con una actitud distante y algo despectiva hacia todos aquellos que no eran parte de su grupo.

— ¡Oye, Percy!

Él volteó para mirar a Nico y a un campista que no conocía. Nico se acercó a ellos casi corriendo, mientras que el campista miraba a todos lados con curiosidad.

—Hey, Nico, ¿cómo te va? —saludó Percy—. ¿Ya te han mostrado el campamento?

Nico asintió, viéndose emocionado.

—Sí, Luke me mostró todo el campamento, ¡incluso me dio esto! —él metió la mano dentro de su abrigo y sacó un cuchillo de Bronce Celestial—. ¡¿No es genial?!

Percy volteó a mirar a Luke.

— ¿Le diste un cuchillo a un niño de diez años? —cuestionó él.

Luke simplemente se encogió de hombros.

—El chico necesita protección ahora que forma parte de este mundo.

—Él tiene razón—dijo el campista—. Me hubiera gustado tener un cuchillo para defenderme a su edad.

Percy volteó a mirarlo. El campista parecía tener alrededor de quince años. Su cabello era negro y corto, pero a la vez algo despeinado. Tenía unos profundos ojos azules y una cicatriz que cruzaba de manera oblicua sobre su ojo derecho, rajando parte de su ceja.

—Oh, él es el chico con el que me encontré anoche cuando venía al campamento—explicó Luke.

—Querrás decir el chico a quien salvaste su trasero de una manada de perros del infierno—señaló el chico con diversión.

Se acercó a Percy y le tendió la mano.

—Gusto en conocerte, soy Samuel Johnson. Puedes llamarme Sam.

Percy le estrechó la mano.

—Un gusto, Sam. Soy Percy.

Luke puso una mano en el hombro de Sam.

—Antes de venir aquí conmigo, Sam sobrevivía por su cuenta—explicó él—. Es impresionante que lo haya hecho. No muchos sobreviven por su cuenta en las calles.

Al verlo a los ojos, Percy sintió una extraña cercanía. Y que aún sostenía su mano con firmeza y no parecía tener intenciones de soltarlo.

—Eh... ¿Me devuelves mi mano?

—Oh, lo siento—dijo Sam, viéndose apenado mientras lo soltaba—. Es solo... que he escuchado mucho de ti. Especialmente estos últimos meses.

Percy arqueó una ceja, confundido.

—Pensé que solo habías llegado al campamento anoche.

—Y lo hice. Pero no escuché de ti de otros campistas, sino de los espíritus de la naturaleza. Son bastante chismosos, en especial las ninfas.

—Ya veo... ¿Y qué decían? —preguntó con curiosidad.

—Oh, pues... —Sam le dio una mirada dubitativa—. Decían que un semidiós había vuelto de la muerte. Alguien a quien ellos llaman "El asesino de monstruos". Tienes una reputación bastante única. Las ninfas con las que hablé decían que eras como el Boogeyman para los monstruos. Muchos de ellos están... algo inquietos de que hayas vuelto. Por lo que descubrí, los monstruos te tienen odio y terror por igual.

—Wow... —murmuró Nico, mirando a Percy con los ojos abiertos como si estuviera mirando a una celebridad.

Nuevamente, Percy sintió una sensación de inconformidad crecer en su pecho al escuchar sobre su pasado. Luego del sueño que tuvo, podía llegar a entender por qué lo veían así.

—Tal vez todo eso sea cierto—intervino Luke—. Percy puede tener una reputación bastante... única en el mundo mitológico. Pero él no es diferente a ti o a mí. Nosotros sabemos lo que es vivir en las calles y siempre luchar.

—Sí... —reconoció Sam con una mirada lejana en su rostro—. Sé muy bien lo que es eso. Vivir perseguido, estando en constante peligro y luchar para sobrevivir día a día.

Luke asintió con simpatía.

—Pero ahora ya no tendrás que hacer eso. Los campistas somos bastante acogedores con los nuevos. Después de todo, somos familia lejana, ¿no? Nos cuidamos unos a los otros.

Una leve sonrisa estiró de los labios de Sam, quien se vio conmovido por las palabras de Luke.

Percy miró de soslayo a Luke, sintiéndose conflictivo, pero salió de sus pensamientos cuando Nico le jaló de la camiseta de manera tímida.

—Oye, Percy... —habló él, removiéndose incómodo mientras miraba sus pies—. Ahora que he conseguido un cuchillo al igual que tú, ¿crees que podrías enseñarme?

Percy se vio sorprendido por su solicitud. Era la primera vez que Nico actuaba de manera tímida e insegura por algo. Normalmente, era más energético y animado.

—Claro, amigo—dijo él—. Cuando quieras.

La actitud de Nico dio un giro de 180° grados al escucharlo.

— ¡Genial! ¡Entonces ahora mismo!

Él le sonrió de oreja a oreja y Percy volvió a sentir la misma punzada de anhelo y nostalgia. Solo que, en esta ocasión, una imagen de una persona destelló en su mente. La imagen de la niña de su sueño.

"Sammy..."

Inevitablemente, también pensó la manera en la cual mató a esos monstruos.

"Si lo ven, huyan"

"Monstruo"

"Tal vez lo somos"

Percy frunció el ceño con molestia y frustración. Incluso ahora, no podía dejar de pensar en ese sueño. Y, con ello, un creciente e irrazonable temor se instalaba en su pecho. Un temor de que aquella niña Sammy también lo haya visto de esa manera, como si fuera un monstruo.

Él negó con la cabeza, no queriendo pensar en ello y miró a Nico.

—Bien, entonces comencemos con...

— ¡Oye, Prissy!

Todos voltearon para ver a alguien acercarse al ruedo de arena. Era una chica alta y corpulenta, con su camiseta del campamento con las mangas arrancadas, mostrando sus fornidos brazos. Su cabello castaño estaba atado detrás de una bandana y sus ojos castaños miraban fijamente a Percy con un fuerte ceño fruncido mientras se acercaba.

—Clarisse—reconoció Percy.

—Así que es verdad—dijo ella, mirándolo de arriba abajo como si lo estuviera evaluando—. Has vuelto. Bien. Necesitaba un nuevo muñeco de prácticas, el anterior terminó en la enfermería.

Clarisse se tronó los nudillos, dispuesta a comenzar una pelear.

—No voy a pelear contigo, Clarisse—dijo Percy.

— ¿Por qué? ¿Acaso tienes miedo?

—Me da más miedo Nico con un cuchillo que tú. Solo no quiero pelear sin sentido.

—Bueno, no tienes opción—Clarisse se acercó hasta estar cara a cara con Percy—. No creas que he olvidado lo que me hiciste pasar en el verano. Estuve semanas en la enfermería por tu culpa.

Los ojos de Percy se endurecieron cuando la miró directamente a los ojos.

—Y volverás a estarlo si no retrocedes.

Ella le sonrió de manera desafiante y algo desquiciada.

—Tendrás que obligarme, Prissy.

Hubo un duelo de miradas entre ambos, con el aire volviéndose cada vez más tenso.

Cuando ambos estuvieron a punto de iniciar una pelea, fueron interrumpidos por los campistas, quienes comenzaron a pasar rápidamente a su lado y aglomerarse alrededor del campo de tiro, susurrando emocionados.

—Agh, ¿ahora qué? —se quejó Luke, levantándose y yendo al campo de tiro.

Percy lo siguió, esperando ver otra disputa entre cazadoras y campistas, pero cuando llegó, apartando a los campistas para ver mejor, definitivamente no esperaba ver lo que parecía una especie de competencia.

Las cazadoras y, por lo que pudo deducir, los de la cabaña de Apolo habían decidido hacer una competencia para ver quién era mejor.

— ¡Muy bien, todos cállense! —ordenó Thalia, golpeando la punta de su lanza en el piso y provocando una fuerte descarga eléctrica que silenció a los presentes—. Mejor. Ahora, ¿estás seguro de que quieres hacer esto, Michael?

— ¡Puedes apostar tu trasero a que lo estoy! —exclamó el hijo de Apolo que sostenía un arco en su mano.

A diferencia de la mayoría de los hijos de Apolo, Michael tenía el cabello negro y ojos marrones. También era un chico muy alto, llegando a medir más de 1.90. No había muchos campistas que hacían que Thalia mirara hacia arriba para hablarlos, ya que ella era la chica más alta de todo el campamento con su altura de 1.78.

—Los hijos de Apolo somos tan buenos arqueros, si no mejores que las cazadoras —afirmó Michael, mirando con molestia a las cazadoras—. No voy a soportar que vengan aquí y hagan de menos nuestras habilidades. ¡Y la mejor manera de demostrarlo es ganándolas en aquello que afirman ser mejores que nosotros!

Sus palabras fueron recibidas por los gritos y exclamaciones de apoyo de parte de la cabaña siete.

Thalia volteó a mirar a las cazadoras.

— ¿Ustedes qué opinan?

Las cazadoras se miraron entre ellas y, pareciendo tener un acuerdo tácito, Zoë dio un paso adelante.

—Aceptamos el desafío. Pero, una vez que reclamemos la victoria, exigiremos que el campo de tiro con arco sea de uso exclusivo para las cazadoras en el tiempo que nos alojemos en el campamento.

Michael volteó a mirar a sus hermanos y hermanas de la cabaña siete, quienes asintieron en señal de acuerdo.

—Tienes un trato, cazadora—dijo él.

—De acuerdo—suspiró Thalia, viéndose resignada—. Si están tan deseosos por presumir sus músculos los unos a los otros, entonces me aseguraré de que esto termine sin incidentes.

Una gran cantidad de campistas comenzaron a acercarse, colocándose detrás de los dos competidores. Incluso Quirón había venido para observar.

—Quirón, ¿estás seguro de que esto está bien? —preguntó Annabeth con recelo.

—Bueno, es solo una sana competición—dijo él, aunque su cola se agitaba de manera inquieta—. Esto es mucho mejor que ver a los campistas y cazadoras intentar resolver sus conflictos con... métodos más violentos. No tenemos los fondos suficientes para reparar otra vez una cabaña incendiada.

—Muy bien, ¿están listos? —preguntó Thalia, parándose en medio de ambos competidores.

Michael Yew, hijo de Apolo y representante de la cabaña siete. Y Zoë Nightshade, teniente de las cazadoras de Artemisa.

Ambos asintieron en señal de acuerdo.

—Mira con atención, Percy—le dijo Luke por lo bajo—. Todos dicen que soy el mejor espadachín en los últimos 300 años. Bueno, ocurre lo mismo con Michael en lo que respecta al tiro con arco.

Percy no apartó la mirada cuando Michael fue el primero en dar un paso al frente, sosteniendo su arco. Colocó la flecha y retrajo la cuerda. La diana estaba ubicada a 50 metros de distancia, una distancia que sería imposible para muchos alcanzar con un arco simple. Pero los semidioses no eran normales, y mucho menos un hijo de Apolo en lo que respecta a la arquería.

Michael soltó la cuerda y la flecha voló a una velocidad casi imperceptible hasta terminar estrellándose en el centro de la diana. Los campistas jadearon con asombro y aplaudieron impresionados, algunos incluso restregándoselo en la cara a las cazadoras, quienes fruncieron el ceño con molestia.

—Reconozco que tienes habilidad, muchacho—dijo Zoë, viéndose imperturbable ante la demostración de puntería de Michael—. Pero tal hazaña es algo que cualquier cazadora de Artemisa experimentada puede realizar.

Con la misma facilidad que Michael, pero con una elegancia propia, Zoë colocó la flecha en su arco plateado y retrajo la cuerda. No tardó más de tres segundos en apuntar y disparar. La flecha voló y se estrelló en la diana continua a la de Michael, impactando exactamente en el mismo lugar.

Las cazadoras no aplaudieron, simplemente miraron a los campistas con una expresión altanera.

—Esto aún no ha terminado, cazadora—gruñó Michael, mirando con desafío a Zoë antes de colocar otra flecha.

—Estoy consciente de eso, muchacho—replicó ella, también colocando una flecha—. Esto terminará cuando reconozcas la superioridad de una cazadora de Artemisa.

Ambos siguiendo disparando flechas con una precisión sobrehumana. Por cada flecha que Michael impactaba en el centro de la diana, la flecha de Zoë también hacía lo mismo. La emoción entre los presentes se elevó cada vez más cuando vieron que, incluso si había unos pocos centímetros de diferencia entre cada flecha, ninguno de ellos había fallado el círculo central de la diana.

—Wow... —exclamó Percy por lo bajo cuando vio a Michael golpear el centro de su diana con su décima flecha—. Es impresionante.

Luke se cruzó de brazos con una sonrisa orgullosa en su rostro

— ¿Verdad? Te apuesto 10 dracmas a que Michael gana esta.

Zoë no se vio perturbada por la precisión del disparo de Michael. Ella se mantuvo serena y enfocada mientras colocaba otra flecha y volvía a disparar sin dudar un solo segundo. Su décima flecha terminó incrustándose en el centro de la diana.

Michael chasqueó la lengua con molestia.

—Últimas tres flechas—propuso él.

Zoë aceptó con un asentimiento.

Ambos lanzaron las últimas tres flechas, pero no hubo ningún cambio en el marcador. Ambos aún seguían atinándole al círculo interno de la diana, sin atinar fuera de él en ningún intento.

La expresión de frustración se hizo evidente en el rostro de Michael. Incluso Zoë frunció el ceño con molestia.

—Muy bien, no llegaremos a una conclusión si seguimos así—intervino Thalia—. Obviamente, esto es un empate. Los hijos de Apolo y las cazadoras de Artemisa tienen la misma habilidad en el tiro con arco.

Los campistas, especialmente la cabaña siete, y las cazadoras comenzaron a protestar.

— ¡Entonces que sigan disparando flechas hasta que uno falle! —recomendó uno de los campistas.

Thalia negó con la cabeza.

—No. Ya demostraron de que tienen el mismo talento con el arco. Entonces es hora de que demuestren su precisión con otra arma. Así que propongo el lanzamiento de lanza... ¡Y yo me ofrezco como voluntaria!

Thalia agarró su lanza y, sin perder un solo segundo, lo lanzó con una notable fuerza. La lanza surcó el aire, dejando atrás una estela de luz debido a la electricidad embutida en ella y terminó estrellándose contra la diana. A diferencia de las flechas que se incrustaron en la diana, la lanza la atravesó completamente y la destruyó en pedazos.

Con un chasquido de sus dedos, la lanza de Thalia volvió a sus manos y ella lo incrustó en el suelo con una sonrisa triunfante y petulante.

— ¿Quién se enfrenta a mí?

Zoë simplemente miró con indiferencia la diana destrozada que estaba a cincuenta metros antes de darle a Thalia una mirada plana.

—Estás consciente de que ninguna cazadora empuña una lanza, ¿verdad?

La sonrisa de Thalia flaqueó. A sus espaldas, escuchó un bufido de diversión de Andy, quien se tapó la boca cuando Thalia volteó a mirarla con un ceño fruncido.

—Entonces, si no usan lanzas, solo queda una opción—Thalia apuntó al arma enfundada de la cazadora—. Lanzamiento de cuchillos.

Zoë parpadeó, ligeramente desconcertada, y miró su cuchillo enfundado en su pierna.

—No tenía conocimiento de que los campistas entrenaban en el lanzamiento de cuchillos—dijo ella, arqueando una ceja.

Thalia sonrió de manera desafiante.

—Cierto, pero no estoy hablando de cualquier campista—Thalia volteó y exclamó—. ¡Percy, trae tu trasero aquí!

Todos los campistas voltearon a mirar a Percy, quien se vio sorprendido.

— ¿Yo? —inquirió él, apuntándose a sí mismo.

Thalia puso los ojos en blanco.

—Sí, tú. ¿Acaso hay otro Percy en el campamento?

Sorprendentemente, un campista alzó la mano de manera dudosa.

Thalia lo miró, incrédula.

—No jodas... ¿En serio te llamas Percy?

—Percival, para ser más exactos—corrigió él con una sonrisa nerviosa—. Pero algunos me llaman Percy para abreviar.

—Oh, bueno... Pero me refería al hijo de Poseidón. Percy, ven aquí.

Dudoso, Percy se acercó a ella bajo la atenta mirada de todos los presentes.

—Thalia, ¿estás segura de esto? —cuestionó él.

—Bastante segura—asintió ella con confianza—. Nunca te he visto fallar en un solo lanzamiento de cuchillo.

—Eso fue antes de que perdiera la memoria.

—Tu cuerpo sabrá qué hacer. Ya lo has demostrado estos últimos meses y sé que volverás a hacerlo ahora.

Ella le dio una palmada en la espalda, aunque lo hizo tan fuerte que causó que él trastrabillara.

Cuando los ojos de Percy y Zoë se encontraron, ella rápidamente apartó la mirada. Percy lo encontraba extraño. Donde todas las cazadoras lo miraban con cautela, desconfianza, e incluso desprecio, Zoë hacía todo lo posible para evitar su mirada.

—Si esto ha pasado de una competencia de tiro con arco a una de lanzamientos de cuchillos, entonces tengo en mente a la cazadora perfecta—ella volteó y llamó—. ¡Phoebe!

Una cazadora dio un paso al frente y se acercó. Tenía la constitución de una luchadora, con el cabello rojo rapado a los lados. Percy la reconoció como la misma cazadora que lo había ayudado a curarse después de su batalla contra Capucha Negra y su ejército de monstruos.

— ¿Es este tu mejor lanzador? —se burló ella, mirándolo de manera despectiva—. Dudo de que pudiera atinarle a un elefante a un metro de distancia.

—Tal vez si tú eres el elefante tendría un buen incentivo para atinar—replicó él, entrecerró los ojos en dirección a la cazadora.

Para su sorpresa, ella se tensó, su expresión se volvió en una de cautela y su mano se dirigió sutilmente hacia el cuchillo enfundado que tenía en su pierna.

—Phoebe... —dijo Zoë en un tono de advertencia, viéndose igual de tensa y cautelosa.

Phoebe apartó la mirada y chistó de manera molesta.

—Bien, bien. Terminemos con esto. Selecciona tu distancia, muchacho—ella prácticamente escupió la última palabra, como si el simple hecho de decirlo le provocara un mal sabor en la boca.

Percy no sabía qué decir. Nunca había participado en una competición de lanzamiento de cuchillos. O al menos, no lo recordaba. Dijo el primer número que se le vino a la cabeza.

—Eh... ¿20 metros?

Las cazadoras se miraron entre ellas, susurrando de manera incrédula. Phoebe, en cambio, simplemente sonrió con confianza.

—Has sentenciado tu propia derrota, muchacho—dijo ella.

Fue a caminar hacia las dianas, donde un campista había reemplazado la que Thalia había destruido.

— ¿Dije algo malo? —inquirió Percy, mirando confundido a Thalia y Zoë.

—No, no has dicho nada malo, Perseo—respondió Zoë—. Pero normalmente las cazadoras practicamos nuestro lanzamiento de cuchillos a una distancia de 10 metros. 15 es lo más alto. La distancia que propusiste es algo inaudito para un novato.

Lo único que Percy pudo responder fue:

—Oh...

Percy y Phoebe se posicionaron frente a sus respectivas dianas. Los campistas y las cazadoras formaron un semicírculo a su alrededor, mirando de manera expectante.

—Hagamos esto simple—dijo Thalia, actuando como mediadora y arbitro—. Tres cuchillos, tres tiros. El mejor de tres se lleva la victoria.

Percy y Phoebe se miraron de manera desafiante y asintieron en señal de acuerdo.

Phoebe desenfundó su cuchillo de caza y sostuvo la punta de la hoja entre sus dedos. Sin dudarlo, ella lanzó el cuchillo con fuerza y terminó incrustándose en el centro de la diana.

Las cazadoras aplaudieron y Phoebe volteó a mirar a Percy con una sonrisa engreída.

— ¿Puedes superar eso, muchacho?

Ella fue y chocó los cinco con una de sus compañeras cazadoras, actuando como si ya hubiera ganado la competencia.

Percy miró su cuchillo de diente de perro del infierno. Desde que había despertado del árbol, su cuchillo, junto con la voz de Thalia, eran lo único que le daban una sensación de familiaridad. Abrazó ese sentimiento, dejándolo que lo confortara y miró la diana a 20 metros de distancia.

No era momento para inmiscuirse en sus pensamientos ni en sentimentalismos. Así que desconectó su cerebro y dejó que su cuerpo actuara por sí mismo. Antes de darse cuenta, él ya había arrojado su cuchillo, el cual giró en el aire y terminó incrustándose en el centro de la diana.

Los campistas jadearon con asombro y aplaudieron con emoción. La sonrisa triunfal de las cazadoras se desvaneció, volviéndose una de incredulidad, especialmente la de Phoebe, quien tuvo una expresión amarga en su rostro cuando se acercó al punto de lanzamiento.

—Suerte de principiante, es todo—declaró ella.

— ¿Es así? —cuestionó Percy, aceptando su cuchillo que un campista le había traído y girándolo entre sus dedos antes de sostenerlo con firmeza—. Averigüémoslo.

Phoebe entrecerró sus ojos, aceptando el desafío. Ella volvió a sacar un segundo cuchillo y lo arrojó, esta vez con más fuerza y terminó incrustándose nuevamente en el centro de la diana hasta la mitad de la hoja.

—Tu turno, muchacho.

Percy no necesitó que se lo dijeran dos veces. Dejó que su cuerpo actuara y lanzó. El cuchillo terminó incrustándose en el centro de la diana una vez más bajo la vista asombrada de los campistas, quien jadearon con asombro.

—Muy bien, último tiro—declaró Thalia.

Phoebe le dio una mirada de soslayo a Percy ante de arrojar su cuchillo que terminó incrustándose justo en medio de la cruz que estaba en el centro de la diana. Las cazadoras aplaudieron con júbilo, y los campistas hicieron una mueca al verlo, reconociendo que era un tiro muy difícil, incluso para un arquero experimentado.

—Puedes retirarte ahora y ahorrarte la humillación—sugirió Phoebe, cruzándose de brazos con una sonrisa de petulante en su rostro—. Tendrás que hacer un tiro mejor que eso para ganar, lo cual es imposible.

— ¿Imposible? — cuestionó Percy, mirando fijamente su propia diana—. Ya veremos eso.

Se preparó para lanzar su cuchillo, teniendo una vista fija en su objetivo. Cuando estuvo a punto de lanzarlo, lo pensó mejor y bajó su cuchillo. Las cazadoras tomaron eso como señal de rendición y celebraron, chocando los cinco entre ellas y dándole miradas victoriosas a los campistas.

— ¿Percy? —llamó Thalia, viéndose confundida cuando Percy comenzó a alejarse.

—Oye, muchacho, ¿a dónde vas? —cuestionó Phoebe con burla—. ¿Acaso admites la derrota?

—Hacer un tiro mejor que ese es imposible... —reconoció él, dándoles la espalda—. Así que supongo que tendré que apostar por algo más.

— ¿De qué estás hablando?

—De esto.

Percy se detuvo cuando estuvo a más de diez metros de distancia y sostuvo su cuchillo con la punta de sus dedos, dándole la espalda a la diana, que estaba a más de 30 metros.

Los campistas y cazadoras lo miraron, algunos con incredulidad y otros con escepticismo.

—Espera, no me digas que él va a... —murmuró uno de los campistas.

—Es imposible que lo logre—rechazó una de las cazadoras.

— ¡Vamos, Percy, puedes hacerlo! —gritó Annabeth.

— ¡Sí, demuéstrales quién es el jefe! —apoyó Andy.

Thalia y Luke no dijeron nada, pero se veía que tenían total fe en él.

Sorprendentemente, no fue el único apoyo que recibió.

— ¡Ve a por ello, Percy! —exclamó Nico con júbilo.

— ¡Enséñales a esas cazadoras quién manda! —dijo Michael.

— ¡Ya hazlo, maldita sea! —gruñó Clarisse.

Percy sonrió con confianza. Volteó y arrojó su cuchillo sin dudar. Todos vieron como el arma giró en el aire y, bajo la mirada asombrada de todos, la hoja se incrustó hasta la empuñadura en la cruz ubicada el centro de la diana.

—Los campistas ganan—declaró Thalia con una sonrisa de suficiencia.

Los campistas estallaron en vítores y aplausos, acercándose a Percy y palmeándolo en la espalda. Las cazadoras miraban con los ojos abiertos e incrédulos, especialmente Phoebe, quien se cruzó de brazos y apartó la mirada con una mueca molesta en su rostro.


Cuando el sol comenzó a ponerse en el horizonte, Percy volvió a la cabaña tres, dispuesto a darse una ducha para quitarse todo el sudor y la suciedad de una tarde de entrenamiento.

Luego de terminar su competencia con las cazadoras y como le había prometido a Nico, Percy le había enseñado lo que sabía sobre cómo empuñar un cuchillo. Ni siquiera sabía cómo enseñar, pero se las ingenió para que al menos el niño supiera como sostener un cuchillo y que no se sacara un ojo accidentalmente con él. También habían conseguido una funda de cuchillo para ambos de la armería del campamento.

Luke los había dejado poco después, diciendo que tenía cosas que hacer como capitán de cabaña y prepararse para el partido de Captura la Bandera que tendrían mañana por la noche con las cazadoras. A regañadientes, Clarisse también se había ido, diciéndole a Percy que volvería por una revancha.

Sorprendentemente, Sam se quedó con ellos en la arena. Parecía bastante interesado en el entrenamiento de espadas, por lo que le pidió a Percy algunos combates amistosos y unos consejos. Habían quedado para volver a encontrarse mañana a la misma hora para continuar con el entrenamiento. Nico se autoinvitó, pero ninguno de los dos le pudo decir que no al emocionado niño de diez años.

Cuando salió de la ducha que había en la cabaña tres, vistiendo nada más que unos vaqueros y secándose el cabello con una toalla, se sorprendió de ver a Andy entrar por la puerta. Ambos se miraron sin decir nada en un incómodo silencio. Los ojos de Andy bajaron y se posaron en la cicatriz que Percy tenía en su pecho.

Al darse cuenta de que lo había estado mirando por varios segundos, Andy apartó la mirada con vergüenza.

—L-lo... lo siento—farfulló ella—. Olvidé que ahora tú también vives aquí.

—Descuida—dijo Percy, colocándose una camiseta naranja del campamento—. Supongo que tendremos que establecer algunas reglas si vamos a vivir en la misma cabaña. Como horarios de ducha o turnarnos acerca de la limpieza.

—Está bien, será bueno tener un poco de ayuda para mantener este lugar más habitable.

—Sí, puedo ver que la limpieza no es tu fuerte—señaló Percy, mirando las múltiples prendas de ropa esparcidas por la cabaña.

Agradeció de que al menos Andy tuviera la decencia de guardar su ropa interior, a diferencia de Thalia, a quien claramente no le importaba.

—De todos modos, ¿qué es eso? —Percy señaló un pequeño pizarrón blanco de madera de 16 pulgadas, junto con un borrador adherido a la pared por un hilo.

En ella tenía varios nombres escritos con un marcador negro.

Ares

Ethan Nakamura

Sr. D

Prof. Jordan

—Mi lista de mierda—explicó Andy.

— ¿Tienes una lista de mierda?

— ¿Tú no?

Percy miró la pizarra en la pared. Se acercó y usó el marcador que estaba en la saliente de la pizarra para escribir en ella.

—Ahora sí.

En la pizarra podía leerse.

Lista de mierda de:

Andy:

-Ares

-Ethan Nakamura

-Sr. D

-Prof. Jordan

Percy:

-Sr. D

Andy se rio al verlo, era bueno que tenía algo más en común con Percy aparte de su parentesco.

—Oye, ¿qué es eso? —preguntó ella, señalando algo que estaba en el fondo de la cabaña.

Percy miró y reconoció que era una alberca hecha de roca de mar con un surtidor esculpido en el centro que tenía la forma de una cabeza de pez. De su boca salía un chorro de agua salada, y debía de estar caliente, ya que servía para calentar toda la cabaña y la inundaba de un aroma a mar que le provocaba una sensación de calma.

—No lo sé—respondió él—. Creí que siempre estuvo allí.

—Pues definitivamente no lo estaba en el verano.

Andy se acercó y lo miró con detenimiento.

—Es un regalo... de nuestro padre.

Percy miró la pequeña alberca, sin saber cómo sentirse al respecto. Un regalo de bienvenida, ¿quizás? ¿Era esta la manera en la cual un dios le decía a su hijo "Bienvenido de entre los muertos"?

¿Y si ni siquiera era para él, sino para Andy? Después de todo, ella ya había visto a Poseidón una vez, que era más de lo que Percy podía decir.

Andy metió la mano dentro de la alberca y sacó una moneda hecha de oro; un dracma.

Percy miró fijamente la moneda, comprendiendo el significado de aquella alberca.

—Supongo que es un regalo para ti—dijo él, con leve resentimiento filtrándose en su voz.

Andy miró la alberca y luego a Percy de manera apenada.

—Percy, yo...

—No tienes que decir nada, Andy—interrumpió él—. Está bien. Así podrás mantenerte en contacto con tu familia mortal. No has hablado con tu mamá desde que fuimos a Maine, ¿verdad?

Andy asintió, aun viéndose apenada.

—Deberías hablar con ella—sugirió Percy—. Debe de estar preocupada.

—Lo haré más tarde—dijo ella, dejando el dracma en la alberca—. Ahora es la hora de la cena.

Justo cuando lo dijo, un cuerno sonó a lo lejos. Era la señal para la cena.

—Bueno... —dijo Andy, yendo hacia la puerta—. ¿Tienes hambre? Porque el jamón ahumado del campamento es realmente delicioso.

Agradeciendo el cambio de conversación, Percy se dispuso a acompañarla.

—Oye, ¿y la Srta. O´Leary? —Andy miró por la cabaña, buscándola—. Estaba aquí hace unas horas.

—Tal vez haya ido a pasear. Le gusta hacer eso. Volverá cuando tenga hambre.

—Genial. Entonces andando. Fórmate al final de la fila.

Percy miró las demás literas vacías antes de mirar a Andy, confundido.

—Solo somos nosotros dos.

—Ah, ah, ah—ella negó con el dedo, sonriendo con condescendencia—. Eres el campista más nuevo, por lo que vas al final de la fila. No importa que seas un adulto de veinte y tantos años en el cuerpo de uno de dieciséis. Eres el nuevo, así que sigue las órdenes de tu capitana, novato.

— ¿Capitana? —inquirió Percy.

Andy puso sus manos en su cintura, infló el pecho y alzó la barbilla.

—Así es. He sido capitana de la cabaña tres desde hace casi dos años. Soy la única de nosotros dos que ha ido a una búsqueda y también soy la campista con mayor antigüedad en esta cabaña. Eso me hace la capitana.

—Andy, he estado en este campamento por más de seis años—le recordó Percy.

— ¿Y cuántos de esos años has sido un campista? —replicó ella con una sonrisa de suficiencia—. Ser un árbol no cuenta.

Percy suspiró con resignación.

—Entonces guía el camino, capitana.

Andy sonrió en señal de triunfo y salió por la puerta, aun con el pecho inflado y la barbilla en alto.


Después de despertar del árbol aquella noche hace más de cuatro meses, Percy nunca se tomó la molestia de mirar con atención al campamento. No se había percatado de que el pabellón del comedor tenía una vista hermosa hacia el lago. Tal vez porque nunca había almorzado o cenado allí, ya que siempre lo hacía en la Casa Grande cuando Thalia le traiga algo para comer.

Tal vez sea el hijo de Poseidón en él, pero aquella vista del lago abriéndose al mar era extrañamente relajante. Sentía que podía quedarse mirándolo durante horas y no cansarse.

Deseaba haberse percatado de ello cuando salió del árbol. En aquel tiempo, se sentía realmente abrumado por todo. Despertar en medio de una sangrienta batalla y no recordar nada, ni siquiera su nombre. Tampoco ayudó el hecho de que los campistas los hacían sentir realmente incómodo con sus miradas y susurros, como si fuera una especie de bicho raro. Incluso sin sus miradas, él ya se sentía de esa manera. Como si no encajara y si no perteneciera allí.

Ahora, mientras se encontraba sentado en el pabellón del comedor, los susurros continuaban, pero las miradas eran diferentes. Donde muchos expresaron miedo o recelo hacia él en el pasado, ahora fue reemplazado por curiosidad. O al menos, lo fue en el caso de los campistas.

—No les hagas caso—le dijo Andy, quien estaba sentado a su lado en la mesa de Poseidón—. Ellos siempre murmuran cuando aparece un hijo de los Tres Grandes. Ocurrió con Thalia, luego conmigo y ahora contigo.

— ¿Y qué me dices de ellas?

Percy ladeó la cabeza con dirección a la mesa ocho, la de Artemisa. Las cazadoras, a pesar de estar inmiscuidas en su propia mesa ignorando a los demás campistas, de vez en cuando lanzaban a Percy miradas de cautela y recelo, como si estuvieran preocupadas por algo.

—Eh... ¿Les robaste su presa? —sugirió Andy, sonando insegura—. Por lo que me han dicho, las cazadoras saben guardar rencor.

Percy negó con la cabeza, viendo como sus ojos se encontraron con los de la misma cazadora que lo curó anoche, Phoebe. Ella entrecerró los ojos y apartó la mirada.

—No... esto es algo más—dijo él, inseguro—. Es como si estuvieran... alertas de que explote o algo así. No lo entiendo.

—Bienvenido a la vida de un semidiós. El 30% del tiempo no sabes lo que ocurre.

— ¿Y el otro 70%?

—Pues el 20% es sobre sentirte un marginado en el mundo de los mortales. Y el 50% restante es sobre los monstruos intentando matarte. O en tu caso, sería matarlos. ¿No es así? Señor Boogeyman.

Andy codeó a Percy en el costado de manera juguetona, causando que él pusiera los ojos en blanco. Estaba comenzando a odiar ese apodo.

Quirón golpeó sus pezuñas sobre el piso de mármol, silenciando toda conversación. Luego, levantó su copa en alto y exclamó:

— ¡Por los dioses!

— ¡Por los dioses! —repitieron los campistas, alzando sus propias copas.

—Y en esta ocasión, no brindamos solo por los dioses—continuó Quirón, haciendo un ademán hacia la mesa ocho—. También lo hacemos por las Cazadoras de Artemisa, quienes han decidido honrarnos con su presencia. Les damos la cordial bienvenida, cazadoras.

—Bienvenidas... —murmuraron los campistas, no viéndose tan entusiastas como Quirón.

Zoë simplemente asintió en dirección a Quirón, ignorando a los campistas.

—Han pasado tres años desde la última vez que las cazadoras no han visitado. Y, en honor a ellas, mañana celebraremos el tradicional partido de Captura la Bandera. Capitanes de cabaña, seleccionen a los campistas que desean participar. Doce cazadoras, doce campistas.

La cabaña de Ares, o los pocos campistas anuales que se había quedado, fue la primera en estallar con emoción. Y no solo ellos, todos los demás campistas compartieron su emoción. Incluso las cazadoras se veían ligeramente entusiastas.

—Y, por último, pero no menos importante, tenemos a tres nuevos campistas entre nosotros. Campistas, den la bienvenida a Nico y Bianca Di Angelo. Junto con Samuel Johnson.

A diferencia que las cazadoras, Nico, Bianca y Sam tuvieron un recibimiento más cálido, llenos de aplausos y palmadas en los hombros en señal de bienvenida. Ellos se encontraban sentados en la mesa once junto a Luke, quien le estaba explicando los aspectos más fundamentales del campamento.

Fue en ese momento donde las ninfas emergieron de los árboles del bosque y las náyades salieron del lago. Los espíritus de la naturaleza se acercaron al pabellón del comedor llevando bandejas que contenía uvas, manzanas, queso, pan y barbacoa.

Cuando una ninfa y una náyade que parecían tener alrededor de diez años colocaron las bandejas de comida en la mesa tres, ambas se quedaron paradas a un lado de la mesa, mirando a Percy con detenimiento y asombro mientras lo rodeaban.

Luego, para su sorpresa, la náyade lo pellizcó en la mejilla.

— ¡Oye! —espetó él, abofeteando su mano.

La náyade se apartó y, junto con la ninfa, se fueron del comedor dando brincos entre risitas a reunirse con los demás espíritus del bosque.

— ¿Qué demonios fue eso? —cuestionó Percy, sobándose la mejilla.

—No les hagas caso—dijo Andy, sonando ligeramente exasperada—. Están emocionadas de ver a otro hijo de Poseidón en el campamento. Cuando fui reclamada, no me dejaban en paz. ¡Una vez llenaron la cabaña tres con almejas y algas! ¡Tarde una semana entera en limpiarlo!

Cuando Percy estuvo a punto de darle un bocado a la parte más jugosa de la barbacoa, observó como todos los campistas se levantaban e iban al brasero de bronce que estaba en medio del pabellón.

—Oh, cierto, nunca comiste con nosotros—se percató Andy—. Sígueme.

Percy la siguió y, al acercarse al brasero, se percató de que todos los campistas arrojaban una porción de su comida al fuego.

—Es una ofrenda a los dioses. Le damos la parte más deliciosa de nuestro plato. Es nuestra manera de mostrar respeto—le explicó Andy, antes de arrojar una porción de jamón ahumado—. Poseidón.

Percy fue el siguiente y, luego de unos segundos de incertidumbre, arrojó la porción de queso que no iba a comer.

Pero, a diferencia de Andy, él no dijo el nombre de Poseidón.

¿Por qué habría de hacer una ofrenda a los dioses? Y mucho menos a su padre. Desde que había despertado, él no lo había visto ni una sola vez y no había conocido a un solo dios que se mereciera su respeto. Bueno, estaba Bast, pero ella no era una diosa griega.

Antes de irse, Percy pudo jurar que, entre las llamas del brasero, pudo ver un par de llameantes ojos castaños mirarlo fijamente que lo dejaron perplejo por un segundo.

"Percy"

—… cy... ¡Percy!

Él parpadeó, confundido, y miró a Andy, quien lo observaba confundida.

— ¿Pasa algo?

Percy volteó a observar el brasero, pero aquel par de ojos había desaparecido y solo vio al fuego arder.

—No... no es nada.

Él volvió a sentarse en la mesa tres, y por suerte, nadie volvió interrumpirlo cuando se llevó el pedazo más jugoso de barbacoa a la boca.

El almuerzo transcurrió en silencio, principalmente porque Andy y Percy no tenían mucho de qué hablar, a diferencia de las demás mesas, quienes charlaban con sus hermanos y hermanas. La única excepción era Thalia, quien almorzaba sola en la mesa uno al ser la única hija de Zeus.

En algún momento, durante el almuerzo, la Srta. O´Leary llegó al pabellón. Percy se sorprendió cuando vio a cada mesa darle una pequeña porción de su cena al perro del infierno, quien tenía una pila de comida frente a ella mientras comía a un lado de la mesa tres.

—Oye, Andy—habló Percy, rompiendo el silencio.

— ¿Sí? —habló ella, con la boca llena de jamón ahumado.

— ¿Cómo es él? Me refiero a nuestro... papá.

—Oh... —Andy movió las uvas que estaba en su plato con su tenedor, como si estuviera considerando qué decir—. Pues... la primera vez lo que vi lo llamé egoísta en su cara.

Percy la miró y arqueó una ceja.

— ¿Llamaste egoísta a uno de los tres dioses más poderosos del Olimpo?

—Sip—admitió Andy, sin un ápice de vergüenza—. Fueron las primeras palabras que le dije. Y déjame decirte que tenía todas las razones para hacerlo.

Percy se rio entre dientes.

—Supongo que ser irrespetuoso con los dioses es algo de familia—comentó él.

Para su confusión, Andy lo miró con sorpresa y luego apartó la mirada con una pequeña sonrisa en su rostro.

—Sí... supongo que sí—ella se recompuso—. En fin, Posei... nuestro papá, es... alguien complicado. Solo hablé con él una vez el Olimpo luego de devolver el Rayo Maestro con Thalia y Annabeth. Esa vez admitió de que no fue el mejor de los padres y que cometió errores, errores que haría lo que fuera por enmendar—Andy lo miró de reojo—. Supongo que se refería a ti.

Percy reflexionó sobre aquello. Poseidón... su padre... ¿Sentía que había cometido errores con él? ¿Cómo demonios se supone que debería tomar eso? Como algo bueno, ya que pensaba que debería de haber estado allí para él, como un padre. O como algo malo, debido a que Percy solo había sido una vergüenza para él.

Pensar en eso solo hacía que se sintiera aún más perdido y confundido sobre qué pensar de su padre.

—Cuando tu árbol fue envenenado, él realmente se molestó, ¿sabes? —dijo Andy—. Estaba dispuesto a repartir su ira divina a aquellos quienes consideraba culpable. Y el Sr. D encabezaba esa lista.

—Me hubiera gustado ver eso—comentó Percy, dándole una mirada ceñuda al Sr. D, quien estaba sentado en la mesa doce junto con Grover, unos cuantos sátiros y unos chicos rubios regordetes.

—Sí, a mí también. Admito que no me cae bien el Sr. D, pero no es el dios que encabeza mi lista de mierda.

Ella lanzó una mirada fugaz a Ares, quien estaba sentado en la mesa cinco, viendo como sus hijos se batían en pulseadas, con Clarisse ganando todas ellas.

Andy miró al lago, observando como las olas lamían la arena de la playa, arrastrando la capa superficial de nieve que la cubría.

—Nuestro papá es alguien bastante temperamental, como el mar—continuó ella, con una mirada lejana en su rostro—. Algunas veces es tranquilo y relajante, pero en otras ocasiones es salvaje e impredecible. Supongo que es porque él es el dios del mar.

—Ya veo...

Percy no volvió a preguntar más sobre su papá. El solo hecho de pensar en él causaba un extraño sentimiento en su corazón que no podía descifrar del todo.


Una vez hubo terminado la cena, los campistas se dirigieron al anfiteatro para reunirse alrededor de una gran fogata. Las cazadoras fueron rápidamente a su cabaña, no queriendo socializar con ningún campista más de lo necesario.

Percy se sentó en uno de los escalones de piedra, escuchando como los campistas de la cabaña de Apolo dirigían el coro. Todos los miembros de la cabaña siete parecían tener un talento innato en la música, ya que cantaban y tocaban las flautas de pan, liras y tambores como una gran orquesta. Se dejó guiar por las canciones de campamento, que hablaban sobre los dioses y héroes de antaño.

Se sorprendió cuando vio a Luke dar un paso al frente y comenzar a cantar sobre como las cosas no podrían ser peores cuando tus padres rigen el universo. También comenzó a cantar sobre su padre, Hermes, y sobre aquello que lo caracterizaba siendo el mensajero de los dioses y sus calzados alados.

—Él siempre canta esa estúpida canción.

Percy alzó la vista para ver a Thalia sosteniendo un par de tazas humeantes. Por el olor, era chocolate caliente.

Ella se sentó a su lado y le ofreció una taza que él aceptó con gusto.

—Lo hace bastante bien—comentó Percy, dándole un sorbo al chocolate.

—Y esa es la peor parte. El desgraciado tiene una buena voz.

— ¿Y tú? ¿También cantas?

—No cuando estoy sobria. Dame unos packs de cervezas y te cantaré hasta en japonés. Aunque solo me sé canciones de anime.

Percy se rio entre dientes. Ambos se quedaron observando como los campistas cantaban alrededor de la fogata mientras bebían su chocolate caliente y unas galletas oreos que Thalia había traído de contrabando.

—Hay algo que te preocupa—señaló Thalia.

— ¿Tú crees? —cuestionó Percy.

—Sí. Siempre tienes esa mirada melancólica en tu rostro, pero cuando estás preocupado frunces el ceño. Te hace ver lindo.

—Oh...

Percy no se había percatado de que estaba frunciendo el ceño.

—Sí. Así que, ¿qué tienes en mente? —ella lo empujó suavemente con el hombro—. ¿O tengo que sobornarte con una bolsa de patatas fritas para saber qué hay en esa cabeza de alga tuya?

—Acepto con gusto esas patatas. Pero si realmente quieres saber... tuve un sueño hoy. Un sueño de mi pasado.

Se lo contó. Desde cómo masacró de una manera brutal y despiadada a aquellos monstruos y hasta su preocupación con respecto a la niña de sus sueños, Sammy.

Al mencionarla, Thalia frunció el ceño y bajó la mirada. El fuego de la hoguera bailó en sus ojos y ensombreció su rostro.

—Ese fue el día en que ustedes se conocieron—dijo Thalia, sonando algo vacilante—. ¿Recuerdas algo más?

Percy negó con la cabeza, sintiéndose frustrado y preocupado.

—Cuando me vi matar a aquellos monstruos, yo... desperté. Y me alegro de haberlo hecho.

Thalia lo miró, confundida.

— ¿Por qué? —preguntó ella.

Percy miró las llamas de la hoguera, donde las chispas ascendían hacia el cielo estrellado. La luna se encontraba en lo alto, brillando intensamente.

"Si lo ven, huyan"

"Monstruo"

"Tal vez lo seamos"

—Porque tengo miedo—admitió él—. No sé por qué, pero tengo miedo de que aquella niña, Sammy, me hubiera mirado de la misma manera en la que me miraron esos monstruos. Con miedo y terror. Como si el monstruo fuera yo.

Lentamente, Thalia colocó una mano sobre la de Percy. Su mano era cálida y suave al tacto.

—No eres un monstruo, Percy—dijo ella con convicción—. Sí, puedes dar miedo a veces. Pero no eres un monstruo. Si lo fueras, no hubieras salvado a Sammy aquella noche en el hospital.

— ¿Cómo estás segura de eso?

—Porque Sammy me lo dijo.

Percy la miró, perplejo.

— ¿Qué? ¿Cuándo?

Thalia bebió de su taza de chocolate y se acurrucó dentro de su chaqueta de cuero, como si sintiera frío a pesar de estar tan cerca de la hoguera.

—Fue cuando nos encontramos por primera vez con las cazadoras de Artemisa —explicó ella—. Artemisa nos ofreció la oportunidad a Annabeth, Sammy y a mí de unirnos a su caza. Todos tuvimos nuestras razones para rechazarla. Pero la razón de Sammy fue diferente. Ella rechazó unirse a las cazadoras por ti, Percy. Nos dijo que no abandonaría a la persona que la salvó cuando había perdido toda esperanza.

Percy miró el fuego de manera contemplativa, inmiscuyéndose en sus pensamientos.

—Supongo que se refería al sueño que tuve—supuso él—. Esa noche que los monstruos nos atacaron.

Thalia negó con la cabeza.

—No. Ella no se refería a eso. La vida de Sammy no fue... fácil. Ella perdió a su padre y quedó en manos de su tía que la maltrataba y golpeaba. Un día, ella terminó en el hospital por culpa de su tía. Y fue allí donde ustedes se conocieron. Tú... fuiste un poco duro con ella, pero nos dijo que fue justo lo que necesitó para seguir adelante. Desde entonces, ella viajó contigo—Thalia le apretó la mano con firmeza y lo miró directamente a los ojos—. Percy, esa niña te adoraba como a un héroe. Sé con absoluta certeza que ella nunca te vio como un monstruo. Tú lo eras todo para ella.

Una sonrisa estiró de los labios de Percy a la vez que un cálido sentimiento surgía en su corazón. Así que había salvado a alguien. Era diferente en el caso de los semidioses, ellos eran su propia gente. Su familia, en cierta forma. No sería extraño que quieras proteger a tu familia. Pero él había salvado a una niña mortal cuando no tenía que hacerlo. Pensar en eso lo hacía sentir un poco más optimista sobre recordar su pasado.

—Ya veo—asintió él—. Me gustaría recordarla. Hasta ahora solo tengo un vago recuerdo de ella. Oye, Thalia, sé que ella es solo una mortal y no puede estar aquí en el campamento, pero... ¿Sabes dónde está ella ahora?

A través de sus manos juntas, Percy sintió a Thalia tensarse y la vio permanecer tan quieta como una estatua. Su rostro parecía esculpido en mármol, ya que no traicionaba ninguna emoción. Era la primera vez que Percy la veía de esa manera.

— ¿Thalía?

Ella soltó su mano y dejó la taza a un lado mientras se levantaba.

—Sígueme—fue lo único que ella dijo.

Percy la vio irse hasta que salió del anfiteatro.

Él no tardó mucho en seguirla.


Ambos se detuvieron en la cima de la Colina Mestiza. Desde allí, podían llegar a observar la totalidad del campamento que había caído bajo el velo de la noche. La hoguera ardía intensamente en medio del anfiteatro, un punto luminoso en medio de la oscuridad del campamento donde los campistas aún estaban cantando. Percy aún podía escuchar los distantes ecos de sus voces.

Pero Thalia no se detuvo a mirar el campamento, ella se acercó al enorme árbol de pino que se elevaba en la cima de la colina más alta del campamento; el Árbol de Percy. Y junto a al árbol, una pequeña lápida de mármol con un nombre escrito en ella.

" Sammy"

Al leerlo, Percy sintió una punzada de frío en su corazón. Cuando se acercó y arrodilló frente a la lápida, sintió un nudo formarse en su garganta mientras pasaba los dedos por las palabras talladas en el mármol.

— ¿C-Cómo...? —su voz salió ahogada y entrecortada—. ¿Qué fue lo que pasó?

—Monstruos—fue la respuesta inmediata de Thalia.

Percy volteó a mirarla. Thalia tenía los puños apretados y miraba al suelo, rehuyendo de su mirada.

—Pero... ¿Y la barrera? —inquirió él, sonando afligido—. Se supone que luego de que yo muriera me convertí en este árbol, el cual daba una barrera que impedía que los monstruos entren.

—La barrera no apareció hasta un día después de que moriste—explicó Thalia, aun sin mirarlo a los ojos—. Lo siento mucho, Percy.

Él permaneció en silencio mientras seguía mirando la lápida, sintiéndose cada vez más angustiado. Se supone que él se sacrificó para que los demás pudieran salvarse, pero incluso con eso no pudo salvar a todos.

Con el pasar de los días, las piezas del rompecabezas que era su memoria, su propia vida, comenzaban a formar una imagen lúgubre y trágica. Pocas eran las cosas buenas que descubría de su pasado, y todas ellas estaban opacadas por las cosas malas. Por cada cosa que descubría, su deseo de querer recuperar su memoria era cada vez menos. Y eso lo hacía sentir culpable, porque sabía lo mucho que Thalia y los demás deseaban que recuperara su memoria. Lo mucho que deseaban que él fuera el mismo de antes.

Pero... ¿Quería él volver a ser el mismo de antes? Esa versión de sí mismo que vio en sus sueños, alguien lleno de una ira y rabia implacable que no mostraba piedad alguna. ¿Quería volver a ser esa persona?

Ahora ya no estaba tan seguro.

Cuando se dispuso a irse, escuchó el sonido de pasos que se acercaban del otro lado de la colina. Percy y Thalia se tensaron y llevaron sus manos a sus respectivas armas cuando vieron a una figura emerger de las sombras, pero se relajaron cuando vieron quién era.

—Artemisa—reconoció Thalia, viendo como la diosa atravesaba los límites del campamento—. Si estás aquí, supongo que no pudiste convencer al viejo.

Las facciones de la diosa se arrugaron con molestia.

Artemisa aún tenía la apariencia de una niña de doce años. Su cabello castaño rojizo, que esta vez se encontraba trenzado sobre su hombro, parecía brillar en la oscuridad de la noche iluminada por la luna de invierno. Y su ceño fruncido, junto con sus ojos amarillo-plateados, le daban una apariencia hermosa, pero intimidante.

Ella los miró a ambos de manera inquisitiva, deteniéndose en Percy hasta el punto de que lo hizo sentir incómodo.

—Padre se niega a reconocer la amenaza que se cierne sobre nosotros—dijo Artemisa con frustración.

— ¿Incluso con todo lo que ha ocurrido? —preguntó Thalia, arqueando una ceja—. ¡Por el amor de los dioses, un titán ha escapado de su prisión! ¿Acaso eso no es suficiente para hacerlo entrar en razón?

—Prometeo, a pesar de ser un titán, no representa una amenaza directa para el Olimpo. No es un titán que se destaque por su habilidad para la guerra o para causar el caos.

— ¿Y sobre Percy teniendo un sueño sobre él queriendo encontrar el Fuego del Olimpo y aliándose al Señor de los titanes?

—Respecto a eso... —la diosa le dio a Percy una mirada de reojo—. Padre no está totalmente convencido de la... credibilidad de ese hecho.

—O sea que no confía en mí—dijo Percy, frunciendo el ceño.

—Básicamente, sí. Lo lamento, Perseo.

—Genial—gruñó Thalia, sonando exasperada—. Justo cuando necesitamos que el viejo actúe paranoico, no lo hace.

—Padre es alguien... difícil de convencer.

—Querrás decir cabezota—un rayo sonó sobre sus cabezas, pero Thalia solo puso los ojos en blanco—. Sí, sí, ya a la chingada.

Percy la miró y arqueó una ceja, ya que no entendió qué dijo Thalia.

—Español—aclaró ella—. Tengo una compañera de universidad que es Mexicana y me enseñó un par de insultos en su idioma natal. Te sorprendería saber la elocuencia que tienen los hispanohablantes a la hora de mandar a la mierda a alguien.

—De todos modos—intervino Artemisa—. Hasta que le demuestre a padre prueban contundentes de la amenaza de los titanes, seguirá haciendo oídos sordos ante mis advertencias.

— ¿Y cómo planeas hacer eso? —cuestionó Percy—. ¿Capturar a un titán y llevarlo al Olimpo?

Artemisa negó con la cabeza.

—Me temo que no es tan simple, Perseo. Por ahora, lo mejor que puedo hacer es asegurarme que los titanes siguen presos en sus respectivas prisiones. Al menos, a las prisiones que puedo acceder.

— ¿Tienes en mente algunas? —preguntó Thalia.

—La antigua prisión de Prometeo en el Monte Charleston, el punto más alto de las montañas Spring en Nevada. Allí será un buen comienzo. Tal vez encuentre algunas pruebas que convenzan a padre. Y tal vez encuentre una pista que me lleve al paradero de ese semidiós.

Hubo un destello de odio en los ojos de Artemisa y las facciones de Thalia se ensombrecieron. De los tres, Percy fue el único que no se vio afectado. Tal vez sea porque, en el fondo, él no tenía ninguna animosidad verdadera por Capucha Negra.

A pesar de que él fue el responsable del envenenamiento de su árbol, también fue, indirectamente, el causante de que pudiera haber salido de él. Percy estuvo atrapado durante años dentro de ese árbol, ya sea que moría o saliera de él, al menos podría fin a esa interminable oscuridad.

Y en cuanto al asesinato de aquella cazadora, Percy no podía pensar mucho sobre ello. Sí, sentía empatía por su muerte y respetaba el luto que tenías las cazadoras por la pérdida de una de sus hermanas. Pero luego de lo que había visto hoy de cómo eran las cazadoras con los campistas y lo que le había dicho Luke, no podía evitar mirar las cosas desde una perspectiva diferente.

—Ya veo. Tiene sentido—terminó diciendo, mirando con cautela a la diosa—. ¿Planeas ir ahora?

Ella negó con la cabeza.

—No. Para esta misión, necesitaré a mis cazadoras. Así que partiremos en un par de días. Por ahora, permaneceremos en el campamento. Además, hay un asunto importante que debo de atender junto a mis cazadoras.

Percy entendió a qué se refería.

—Evelyn Foster. Ese era su nombre, ¿no?

Artemisa asintió.

—Ella merece un entierro digno. Y me aseguraré de que lo reciba. Justo con una merecida justicia por su asesinato a sangre fría, pero... no dejaré que mi sed de venganza nuble mi juicio en el incumplimiento de mis deberes como diosa de las doncellas. No otra vez.

Al decir eso, Artemisa le dio a Percy una leve mirada de soslayo que él casi perdió.

El sonido de una caracola se escuchó por todo el campamento, dando a entender de que los campistas debían de regresar a sus respectivas cabañas.

—Bueno, es hora de ir a la cama—dijo Thalia, ahogando un bostezo—. Mañana será otro largo día.

Ella comenzó a bajar por la colina, dirigiéndose hacia las cabañas.

Percy se dispuso a acompañarla, pero por el rabillo del ojo se percató de que Artemisa lo seguía mirando con la misma atención que cuando llegó.

—Eh, ¿ocurre algo? — preguntó él, dudoso.

Artemisa lo miró por unos segundos más, sus ojos se veían vidriosos bajo la luz de la luna y Percy sintió una creciente incomodidad, hasta que ella finalmente habló:

—Han pasado seis años desde la última vez que te vi. Y no has envejecido ni un solo día. La intervención de Poseidón ha sido una bendición para ti. Pero... no eres el mismo.

Percy arqueó una ceja, confuso.

— ¿A qué se refiere?

Thalia, intrigada por la conversación, se detuvo.

—A pesar de que tienes el mismo aspecto de hace seis años, puedo ver que no eres el hombre que una vez conocí—dijo Artemisa—. Luces diferentes. Más confundido, vulnerable y... perdido. Cuando moriste y luego volviste, no solo perdiste tus recuerdos, sino también parte de tu alma. Perdiste aquello que te hace ser quién eras.

Percy apartó la mirada. La luz de la luna reflejaba la ligera aflicción en su rostro, pero se convirtió en sorpresa cuando escuchó las siguientes palabras de la diosa.

—Y me alegro por ello. Me alegro de que ya no seas aquel hombre que era conocido como el "Asesino de monstruos". Alguien que era considerado un monstruo por los mismos monstruos.

Nuevamente, Percy sintió aquellos sentimientos arremolinarse dentro de él; ira, vergüenza y miedo era los que predominaban. Y cada uno de ellos se sentía como una fría punzada en su pecho.

Artemisa se acercó a él y, aunque Percy era mucho más alto que la joven diosa que aparentaba doce años, él se sintió mucho más pequeño.

—Aprenderás, Perseo, que el olvido es una bendición otorgada a los mortales. Y, aunque puedas rechazarlo, olvidar quién fuiste es un destino mucho mejor del que te habría deparado si tu alma no hubiera quedado ligada a este mismo árbol.

Percy volteó a mirar al árbol de pino donde había estado dentro por más de seis años.

—Poseidón... mi padre... fue el responsable, ¿no es así? —preguntó él.

Ella asintió, sin apartar la mirada de él. Y, por extraño que le parecía, aquellos ojos amarillo-plateados provocaban un extraño sentimiento de nostalgia en él.

—Hace seis años, él evitó que tu alma fuera al Inframundo, interviniendo al convertirte en un árbol. Hades y mi padre, Zeus, no estuvieron muy contentos con esa decisión. Hades exigió que tu alma fuera enviada al Inframundo y recibieras tu juicio como cualquier otra alma, pero Poseidón se negó fervientemente. Al igual que Atenea y Hermes. Es la primera vez en siglos que Poseidón y Atenea estaban de acuerdo en algo.

— ¿Qué? —jadeó Percy, sorprendido—. Entonces... ¿Cómo es que no estoy en el Inframundo?

—El destino de tu alma se decidió a votación en el Consejo Olímpico—explicó Artemisa—. Solo había dos opciones. Que tu alma fuera al Inframundo y que fuera juzgada, o que permanecieras dentro del árbol. Al descubrir que era tu alma la que le daba forma a la barrera que protege al Campamento Mestizo, el voto fue casi unánime en favor de que permanecieras dentro del árbol. El único que votó en tu contra fue Hades, alegando de que toda alma mortal debe de seguir el orden natural de las cosas, sin excepciones.

—Ya veo...

Percy se sintió sorprendido y perplejo. Su padre y todos los dioses olímpicos, a excepción de Hades, quisieron que él se quedara dentro del árbol. ¿Era debido a que, gracias a él, el campamento tenía una barrera? ¿Qué los hijos de los dioses estaban a salvo? ¿O era debido a una deuda o agradecimiento por algo que él había hecho en el pasado por ellos y que no recordaba?

"Así que a eso se refería Apolo cuando dijo que votó por mí" dedujo él.

Volteó a mirar a Thalia y, a juzgar por la expresión en su rostro, era la primera vez que ella se enteraba de esto.

—Espera... —dijo Percy, percatándose de algo—. Si mi alma era la que brindaba protección al campamento, ¿entonces cómo es que la barrera aún existe después de que yo saliera del árbol?

Artemisa fue y colocó una mano sobre la corteza del árbol.

—Este árbol fue creado a partir de tu propia esencia, Perseo—dijo ella—. Una esencia ya de por sí poderosa, que fue manipulada, moldeada y forjada utilizando el poder divino de uno de los tres dioses más poderosos. Y debido a los años que pasaste dentro de él, eso ocasionó que una pequeña parte de tu esencia impregnara el árbol. Y ahora, gracias al poder del Vellocino de Oro, ya no necesita de tu alma para poder dar forma a la barrera que protege al campamento. O al menos, esa es la conclusión a la que llegó mi hermano Apolo.

—Uh... Entiendo—musitó, aún algo confuso, pero entendió lo fundamental.

—Así que Percy permaneció dentro de ese árbol durante seis años porque ustedes los dioses lo decidieron así—señaló Thalia, mirando de manera acusatoria a Artemisa—. ¿No pudieron dejarlo descansar en paz? Él se merecía... ¡Se merece un lugar en los Campos Elíseos después de lo que ha hecho! ¡¿Y ustedes decidieron negarle eso?!

—Fue debido a esa decisión de los dioses que el campamento mantuvo su barrera y los semidioses gozan de la protección que poseen—replicó Artemisa, mirándola con dureza—. Deberías de estar agradecida por ello.

—Corta la mierda, haces sonar como si fueron los dioses quienes crearon esa barrera—Thalia resopló con burla—. No trates de endulzar tus palabras, hermana. Ni darte un crédito que no te mereces. Poseidón solamente convirtió a su hijo en un árbol, pero la barrera existe gracias a Percy. Punto. Y ustedes lo mantuvieron así, no por la bondad de vuestro corazón inmortal, sino porque es conveniente para el Olimpo.

Percy miró a Thalia, sorprendido por su arrebato. Era un sentimiento extraño, pero a la vez agradable, ser defendido de una manera tan ferviente por alguien. Y que Thalia esté dispuesta a plantarle cara a una diosa, y no a cualquier diosa, sino a una diosa olímpica, solo hacía que aquel sentimiento de calidez en su corazón fuera aún mayor.

Todos escucharon un fuerte trueno retumbar sobre sus cabezas que hizo que Percy diera un leve respingo, mientras que Thalia permaneció imperturbable, como si esperara tal cosa.

Artemisa alzó la vista al cielo estrellado, el cual comenzaba a llenarse de nubes, antes de posar su mirada en Thalia.

—Ten cuidado con tus palabras, Thalia—advirtió ella—. Hay dioses que no serían tan indulgentes ante tal fragante falta de respeto.

Thalia frunció el ceño con molestia.

—Ustedes, los dioses y sus estúpidos egos pueden metérselo por el...

—Hey, Thalia, tranquila—intervino Percy, colocando una mano en su hombro —. Está bien. No me importa lo que hicieron.

— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo puedes decir eso?! —exclamó ella, mirándolo con incredulidad—. ¡Ellos decidieron tu destino, Percy! ¡Te negaron tu entrada a los Campos Elíseos solo porque les era conveniente! ¡¿Acaso eso no te molesta?!

—No me importa—repitió él, dándole una sonrisa confortante—. Estoy vivo. Y estoy aquí con ustedes... contigo. Eso es lo que importa, ¿no crees?

Poco a poco, la ira de Thalia fue desvaneciéndose de su rostro y Percy la sintió relajarse bajo su toque. Incluso el aire mismo pareció haberse vuelto más ligero.

—Sí... supongo que sí—reconoció ella, aunque aún tenía una expresión amarga en su rostro.

Artemisa los observó a los dos fijamente, su expresión parecía tallada en mármol cuando Percy volteó a mirarla.

—Gracias por, eh... votar por mí—dijo él, sonando vacilante.

—Descuida, Perseo. Aunque no lo sepas, indirectamente nos has ayudado mucho a mí y mis cazadoras en el pasado en tu cruzada contra los monstruos.

—Supongo que sí he hecho algo bueno.

Las facciones de Artemisa se suavizaron y una leve sonrisa estiró de sus labios.

—Lo has hecho. Y nunca lo dudes.

Percy le devolvió la sonrisa.

—Es bueno saberlo.

Thalia observó a ambos con extrañeza, su mirada fue de Percy a Artemisa y entrecerró sus ojos al ver a la diosa.

—Bien, creo que es hora de irnos, Percy—intervino ella, pasando un brazo sobre su hombro y acercándolo—. Si nos quedamos más tiempo, las arpías vendrán por nosotros. Y Quirón se molestará conmigo si vuelvo a freírlas con un rayo.

Ambos comenzaron a bajar por la colina, Thalia aún con su brazo rodeando los hombros de Percy. Ser la más alta de los dos tenía sus ventajas.

Artemisa los miró a ambos irse, su expresión nuevamente volviéndose indescifrable.

Alzó la vista al cielo, donde la luna que representaba uno de sus muchos dominios fue cubierto por las nubes, oscureciendo la noche y reflejando su creciente inseguridad y agobio. Sentimientos que comenzaron a brotar en su corazón la noche anterior desde el momento que cruzó miradas con aquel par de ojos verdes como el mar. Un par de ojos que habían atormentado su mente con culpa y remordimiento durante más de seis años.


Cuando llegaron, se dieron cuenta de que todos los campistas ya estaban en sus respectivas cabañas. La hoguera que había en medio de las cabañas ardía constantemente, iluminando levemente el lugar. Percy pudo jurar que vio a alguien sentado a un lado del fuego, avivando las llamas con un palo. Pero cuando miró detenidamente, ya no había nadie allí.

—Vaya día, ¿eh? —comentó Thalia, sacando humo por su boca debido al cigarrillo que estaba fumando.

—Ni que lo digas—dijo Percy, sin importarle el olor a humo. Se había acostumbrado luego de vivir por meses con Thalia.

Recordó todo lo que había sucedido desde que llegó al campamento hace menos de un día. Todo lo que había descubierto. Tenía mucho que procesar y dudaba que pudiera hacerlo con solo una noche de sueño. Eso, si es que lograba dormir y no volver a tener sueños que lo despertaban abruptamente.

Thalia se detuvo frente a la puerta de la cabaña uno, con la mano en el picaporte, como si estuviera considerando algo.

—Oye, Percy—dijo ella, volteando a mirarlo—. Tengo un pack de Coca-Colas en mi nevera y algunas bolsas de patatas fritas. Quieres... ¿Quedarte conmigo esta noche?

Percy arqueó una ceja.

— ¿No está contra las reglas quedarse en una cabaña que no es la tuya?

—No tienen porqué entererarse.

Tal vez sea por la escasa luz que proporcionaba la fogata, pero Percy pudo ver un extraño brillo en los ojos de Thalia. Parecían brillar con mayor intensidad que de costumbre.

—Claro. La comida suena bien. Y... la compañía mejor.

Thalia puso los ojos en blanco, pero cuando entró a su cabaña sus labios se estiraron en una sonrisa.

Cuando Percy pasó a su lado, los ojos de Thalia miraron su espalda hasta que lentamente comenzaron a bajar hasta un punto en específico. Ella negó con la cabeza, divertida por sus efímeros pensamientos antes de cerrar la puerta.

...

..

.


Especial N° 2

La reputación de Percy

—Gusto en conocerte, soy Samuel Johnson. Puedes llamarme Sam.

Percy le estrechó la mano.

—Un gusto, Sam. Soy Percy.

Luke puso una mano en el hombro de Sam.

—Antes de venir aquí conmigo, Sam sobrevivía por su cuenta—explicó él—. Es impresionante que lo haya hecho. No muchos sobreviven por su cuenta en las calles.

Al verlo a los ojos, Percy sintió una extraña cercanía. Y que aún sostenía su mano con firmeza y no parecía tener intenciones de soltarlo.

—Eh... ¿Me devuelves mi mano?

—Oh, lo siento—dijo Sam, viéndose apenado mientras lo soltaba—. Es solo... que he escuchado mucho de ti. Especialmente estos últimos meses.

Percy arqueó una ceja, confundido.

—Pensé que solo habías llegado al campamento anoche.

—Y lo hice. Pero no escuché de ti de otros campistas, sino de los espíritus de la naturaleza. Son bastante chismosos, en especial las ninfas.

—Oh, déjame adivinar—Percy rodó los ojos—. Todos ellos hablaban sobre mí siendo como un "Asesino de Monstruos" o El Boogeyman para ellos.

—Bueno, sí—admitió Sam—. Pero esa no es la razón por la cual todos en el mundo mitológico te conocen.

— ¿En serio? —preguntó Percy, interesado—. ¿Entonces cómo es que me conocen?

—Por tu trasero.

Percy quedó perplejo por unos instantes, tal vez por unos mintos, él no lo supo con certeza. Su cerebro tardó en procesar lo que Sam le había dicho.

—Disculpa... ¿Qué?

—Tu trasero es bastante famoso entre los espíritus de la naturaleza. Dicen que es como un "Sex Symbol".

Percy volteó a mirar a Luke, conmocionado y escéptico.

—No está hablando en serio, ¿verdad?

Luke se remoció incómodo en su lugar, rehuyendo de su mirada.

—Pues... verás...

— ¡Tiene razón! —exclamó alguien a espaldas de Percy.

Él volteó para observar como Thalia se acercaba a ellos, acompañada de Annabeth y Andy.

—El chico nuevo tiene razón, Percy—dijo Thalia—. Si hay una manera de reconocerte, es por tu perfecto trasero. En ese sentido, eres como Nightwing.

Para su mayor conmoción, Thalia le dio una fuerte palmada en su trasero, causando que Percy diera un respingo.

— ¡¿Q-qué demonios, Thalia?! —exclamó él.

—Dioses, he querido hacer eso desde que tuve 14 años—dijo ella, mirando la mano con la que había palmeado el trasero de Percy.

Por el rabillo del ojo, Annabeth se percató de que Andy tenía una mirada molesta en su rostro mientras cruzaba los brazos.

— ¿Que te pasa? —preguntó ella.

—No es justo—refunfuñó Andy, mirando a Percy. Más específicamente, su trasero—. Ambos somo hijos de Poseidón, ¿por qué no puedo tener un trasero como el suyo?

Annabeth negó con la cabeza, pero no le replicó por su comentario. Despues de todo, ella también estaba celosa del trasero de Percy.

...

..

.


¡Y eso es todo por ahora, mis adorables lectores!

Espero les haya gustado. Fue un capítulo bastante largo de escribir, pero aborda muchas cosas y quería tomarme mi tiempo para expresarlas lo mejor posible sin causar confusiones.

La sospecha hacia Luke de ser un traidor y por qué todos piensan eso.

Los sueños de Percy sobre su pasado como "Asesino de monstruos" y su actual posición como un hijo de Poseidón, junto con su relación con Andy, su media-hermana.

El hecho de que Thalia le mintió a Percy sobre la muerte de Sammy.

Y, un punto importante, es la manera en la cual las cazadoras observan a Percy. Ahora que ellas saben que él es el "Asesino de monstruos", actúan de manera precavida y recelosa hacia él porque ellas más saben las historias que rondan sobre él en el mundo mitológico.

Esos son los puntos importantes de este capítulo. En el próximo sabrán la amenaza principal que nuestros queridos héroes deberán afrontar, así que manténganse alerta.

Y lo prometido es deuda. He hecho el primer fanart de Andy Jackson. Ahora tal vez entiendan por qué piensan que ella y Percy son tan parecidos. Si desean saber cómo se ve, vayan a mi cuenta de Pinterest bajo del nombre de JkAlex18- Allí están todos los fanarts que he hecho de mis fics.

En fin, como siempre, les invito a dejar un comentario sobre el capítulo. Siempre los estoy leyendo.

Y sin nada más que decir... ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!