—Gracias. Cómo... ¿cómo es que dices que te llamas? —pregunta Bélgica una vez han salido.

—Alba.

—Alba, ¿cómo el amanecer?

—No, es un nombre gaélico que se escribe igual que el latín.

—Al menos no lo olvidaré —le sonríe.

—Ah... hum... bueno tal vez deberías.

—¿Olvidarlo? ¿Por?

—No creo que me vuelvas a ver.

—Ohh...

—Pero ha sido divertido mientras ha durado.

—¿Por qué no te voy a volver a ver?

—Soy un humano, moriré pronto.

—Pfff... ya, claro. Eres el hermano de England.

—¿Y qué piensas de mí?

—Que eres muy bueno para contar historias.

Escocia sonríe porque le gusta haberle dado esa impresión.

—No parece ser que nadie nunca se aburra a tu alrededor.

—No lo haces.

—No, ahora mismo no. Siento que podría pasarme la vida escuchando a alguien contarme todas esas cosas.

—¿Por? No son nada del otro mundo.

—Bueno, no sé... quizás no... solo me ha dado esa impresión —ella se encoge de hombros—. ¿Qué piensas tú de mí?

—Oh, no puedo decirte eso.

—¿Por?

—Te enamorarías de mi —bromea... no bromea. Bélgica se ríe y se sonroja un poco.

—Nah, ¿crees que soy así de fácil de enamorar?

—No. Pero yo sé las palabras correctas.

—¿Cómo vas a saber las palabras correctas si me acabas de conocer?

—Mi madre es una bruja, ¿recuerdas? Sé algo de magia.

—¿Y-Y por magia sabrías que decirme para enamorarme?

Yes.

—¿Y con esa misma magia tuya no sabrías que hacer para pedirme que me casara?

—No... No funciona así.

—Yo creo que estas fanfarroneando y no tendrías ni idea de que decirme —Ella entrecierra los ojos.

—Tal vez —se encoge de hombros y sonríe.

—Y solo me lo dices para impresionarme...

—Y tu solo porque la curiosidad te carcome.

—¡Es que no puedo creer que haya unas palabras específicas que alguien pueda decirme para enamorarme!

—Pues las hay.

—No te creo.

—Es difícil de creer.

—Y aun así tú estás muy seguro. ¿No vas a decirme qué palabras son?

—Es que es peligroso.

—¡Eso dices tú!

Escocia se ríe porque la frustración.

—¡Pues quiero saber!

Se muerde el labio porque no debería hacer esto, pero... Ella le mira con esos ojooos. De pie junto a la cocina donde se supone que está preparado lo de la cena pero lo ha olvidado por estar distraiiiida.

—No eres una princesa, eres una reina. Y eso significa que tú mandas. Y a menudo a la gente a tu alrededor se les olvida. Eres una mujer fuerte en un mundo de hombres, que se ve obligada a pelear y trabajar tres veces lo que un hombre necesita trabajar para que se le escuche y se le considere y aun así lo haces. Lo trabajas. Porque tus ideas y opiniones son fuertes y válidas y merecen ser escuchadas. Al menos tanto como las de los demás... y además siempre son interesantes porque tiendes a tener una muy buena visión global y a considerar los intereses de todo el mundo y no solo los tuyos. Reinas como una madre, con cariño, cuidado y preocupación, a menudo desde las sombras, pero eso no te resta valor.

Bélgica, que esperaba ñoñerías románticas como las que le diría Francia, es tomada bastante por sorpresa.

Ya... ya. Te advirtió.

Sí... sí.

So? —pregunta al no obtener respuesta.

Es que hasta le cambia la cara, él sonríe de ladito.

—¿¡P-Piensas eso de... m-mi?!

—Sé eso de ti.

Bélgica se sonroja un poquito sin saber cómo y ella misma sin haber descubierto aún algunas de esas cosas del todo... pero suena exactamente como querría ser.

—Ahora no te obsesiones con eso.

—Pero... lo que acabas de decir... E-Es... bonito.

—Lo sé, pero es más importante el hecho de que es cierto.

—N-Nadie lo... suele notar —Sonríe un poquito.

—Lo sé —asiente

Es que los ojitos de corazón que te pone. Ya, ya... se gira a la cocina a ver qué es lo que hacen.

Terminan de ponerlo todo, ya, ¡ya van! Bélgica se le acerca.

Escocia mes hace algunos comentarios sarcásticos con todo el cinismo como si no se hubiera comido él el pollo.

Bélgica se ríe un poco con esos comentarios... ¡como si no supiera que tú te has comido el pollo!

Él la mira porque las risitas le hacen sonreír y entonces no suena serio.

—Estás maltratando a nuestro personal de cocina...

—Solo un poco de tortura psicológica.

—Inmerecida.

—Nada que no puedan soportar viviendo con Italy.

—Oh, no seas malo. Romanito no es tan terrible.

—¿No lo es? ¿Les preguntamos?

Bélgica le mira de reojo... y luego los mira a ellos.

—Vale, pregúntales.

—La verdad... no puedo hacerlo contigo aquí, no me van a responder sinceramente.

—¿Y si me escondo?

—Me han visto contigo.

—Veo que es casi imposible conseguir que hagas lo que uno quiere —medio protesta un poco, riendo.

—Nah, es que no sabes.

—¿No sé?

—No sabes hacerlo —Aun, diría yo... Shut up.

—Es que tú me has dicho que... sí les preguntamos y te digo que si ¡y me dices que no! —medio protesta.

—Es que van a decirte lo que tú quieres oír... pero... a ver, cual tiene más cojones aquí.

—Van a decir la verdad...

—A ver... —llama a uno y le pregunta quien le da más miedo, si él o los dueños. Evidentemente... dicen que él—. ¿Ves? Mentiras.

—¡No son mentiras!

Of course yes.

—¡No es verdad!

—Hasta tú sabes que Austria da más miedo que yo.

—Tanto que nadie sería capaz de admitirlo —Bélgica aprieta los ojos.

—Y eso que yo soy un macarra.

—¿Lo eres? No lo pareces.

—Ugh, joder ¡Lo soy! Esto es, maldita sea, culpa tuya.

—¿Mía? ¿Y yo qué hice?

—Es... tengo que irme.

—¿Por?

—Se está haciendo tarde.

—Pero han dicho de quedarse a cenar...

—Ya, ya, pero... Ugh, vale, vale.

—¿Por qué repentinamente ya no quieres?

—No, no, sí que... vale. A cenar y luego nos vamos.

—Hmmm... vale, vale.

Escocia se calma un poquito.

—¿No has dicho que pasarán la noche aquí? No se pueden ir, es inseguro.

—Y tú has dicho que nos meterías en las mazmorras y aquí estamos. Sinceramente, lo más peligroso que puede haber ahí a fuera... soy yo.

—¡Qué va!

—Oh, sí, ya oíste a tus criados, doy más miedo que Italy.

—¿No estabas tú argumentando en contra de eso?

Yes, pero a los resultados me remito.

—¿Cuáles resultados? A mí no me parece malo.

—Cuando les preguntamos a ellos dijeron que yo, a eso me refiero.

—Pero tú has dicho que solo ha sido por mi... ¡esto es un pez que se muerde la cola!

—Nah, esto es que solo lo uso según me convenga —se ríe.

—Como todo.

—Exacto

—Como todos.

—También —asiente sonriendo.

—Aun así, es peligroso. Y esta es mi casa. Y no voy a dejarte ir hasta mañana, si quieres puedes irte... con el alba, Alba.

—¿Y cómo lo vas a impedir? ¿Vas a atarme a una cama?

—A-Atarte a una... ohh... quizás, sí, para evitar que te vayas.

Se ríe.

—O te mande a una celda —ella sonríe.

—Soy bueno escapando.

—Tendré que vigilarte yo... —para tener trece años... te echa una miradita que debes reconocer.

Escocia parpadea y se sonroja porque no... se la esperaba ahora. Traga saliva. Nunca dijo nadie que fuera a ser SU cama.

Ya, claro... nadie dijo nunca que ella no fuera Bélgica.

Sí, pero... ¡pero!

Bélgica sonríe un poco al verle la cara. Él carraspea súper nervioso y no la mira, vacilando intentando cambiar de tema.

—Puedo mandar a alguien más a vigilar a tu hermano...

—Un... hum... niñera, claro.

—¿Niñera?

—Para que le cuide —te está tomando el pelo para liarte como siempre.

—Parece bastante grandecito para necesitar una niñera...

—¿Qué hago yo aquí entonces?

—¿Estás diciendo que eres mi niñera?

—No, tú pareces mucho más adulta hasta que yo. Soy la de él.

—Tsk... insisto que no parece requerir una.

—Eso es porque no nos conoces.

—Ya oigo sus historias —se ríe.

—¿Ves? Es una muestra clara que alguien responsable no nos dejaría sin supervisión.

—Insisto, voy a vigilarte.

—¿Encerrándome? No va a funcionar.

—Quizás no te encierre... quizás te haga contarme historias toda la noche.

—Oh, mierda, mi único punto débil —eso querrías tú. Ella es tu punto débil, en general.

—¿Las... historias?

Yes.

—Me parece perfecto.

Escocia traga saliva porque... no, no puede pasarse la noche contándole historias.

¿Poooor?

Porque está cambiando el continuo tiempo.

Ah, no, eso... no me lo digas a mí. Explícaselo a Bélgica. Las personas de la cocina salen al fin con la comida.

—No... creo que sea posible.

—¿Pooor? —pregunta.

—Es... difícil explicarlo, pero sería un poco... estaría mal visto que pasara la noche contigo a puerta cerrada.

—Puede ser en la sala de estar... O en el jardín. Hace calor... a esta hora es muy bonito y fresco.

—La gente es muy malpensada y no quiero que tengas problemas con France.

Ella se ríe.

—¡Hablo en serio!

France no es celoso.

—No me arriesgaré.

Ella suspira y Escocia aprieta los ojos.

—Será mejor que vayamos a cenar.

—Esto me cuesta más a mí que a ti.

—No sé a qué te refieres. Pero está bien, si se tienen que ir, se tienen que ir. Quizás podríamos vernos en alguna reunión diplomática en alguna otra ocasión.

—Probablemente no.

—Pues... vale —ella aprieta los labios.

—No suelo ir a... esas reuniones, es lo que digo.

—Bueno, entonces... no.

—No suenas muy feliz.

—Pues... —le mira de reojo entrando al salón—. Es igual.

Escocia suspira. Ella entra y se va a sentar a su sitio un poco enfurruñada.