Desde esa conversación con Luka, Marinette descubrió con pesar que siempre tendrá algo que guardarse con él sin importar la vida en que se encuentren. Probablemente el único alivio que encuentra esta vez es que nadie se aprovechará de la frustración del músico para sacar provecho de alguna manera. Lo que no termina de aliviar su sentimiento de culpa, ya que, además y desgraciadamente, eso tampoco lo llevará a obtener respuesta a otras preguntas de mayor importancia para él. Para compensarlo tendrá que buscar una manera de que encuentre esa verdad en el futuro, lo que irremediablemente aumenta su lista de pendientes. Posible solución a la mano o no, eso tendrá que dejarlo para después. En estos momentos Marinette debe concentrarse en un desempeño mejor que el que ha tenido hasta ahora en la competencia. De ello depende no sólo su carrera actual, sino el mundo entero.
— No he llegado hasta aquí sólo para arruinarlo —murmura para sí pasando distraídamente su mano por la tela de su traje.
Por alguna razón, que ella no desea reconocer consciente, el gesto la ayuda a tranquilizarse. El diseño para esta ocasión es una alusión innegable a Ryuko. Marinette lo escogió para la competencia que tiene lugar en Japón con la esperanza de que una parte de su amiga japonesa la acompañe en un momento tan importante de esta vida en su país natal. Sobre todo porque necesita mantenerse firme y centrada, Kagami siempre supo manejarse hasta en las situaciones más difíciles. No la desanima que sea altamente probable que Kagami Tsurugi no sea su amiga en esta vida, porque eso no significa que no lo haya sido en la pasada. Su amistad, haya o no tenido lugar para la lógica de esta línea del tiempo, la intentó reflejar en lo posible en este traje aunque no quiso parecer tan obvia en su referencia a Long y la transformación que le es propia. Pese a sus precauciones, y eso que lleva unos cinco trajes por delante sin ser detectada, no confía que vaya a salirse con la suya tan fácil. Resulta insuficiente para Marinette que cada transformación varíe lo suficiente según el portador. Siempre está la posibilidad de que Fu o la misma Orden la contacten más tarde. Quizá venga siendo hora de tratar su peculiar condición con ellos, dado que sospecha que está relacionada con los prodigios de alguna forma. Eso sería otro problema más a la lista de pendientes que no para de crecer desde que regresó. Marinette suspira con pesar.
— Todo va a salir bien, Mari —le dice su entrenador al advertir su agitación—. Lo vas a lograr. Las rusas no serán un problema. No lo fueron para ti ni siendo las anfitrionas.
He ahí una preocupación de la que sí puede ocuparse en este momento.
— No es fácil cuando toda Francia espera a que las supere una vez más. Nunca es demasiado seguro —se lamenta Marinette en un intento por distraerse—. Al menos no estamos en casa, aquella vez fue un caos.
Cuando la Unión Internacional de Patinaje sobre Hielo la invitó al Grand Prix Junior por su destacada participación en algunos eventos y competencias locales, fue la sensación del país por unos días. Luego, cuando resultó que seguía acumulando puntos para el Grand Prix de los Senior. Bueno, la cosa se descontroló. La promocionaron como la buena suerte de Francia en el patinaje libre individual. Casi casi se sintió devuelta en el traje de Ladybug con la responsabilidad de salvar a toda una nación, aunque en esta ocasión ésta no esté necesariamente en peligro. De nada le sirvió para sentirse mejor pensar que su país lo estaría muy probablemente en el futuro, en especial si ella no aprovechaba la oportunidad que se le presentaba. Tal parece que nunca se librará de este círculo vicioso de la superheroína en ninguno de sus intentos de vivir.
— Eso es lo de menos —recibe como respuesta—. Tienes que centrarte en ti, el resto se resolverá sólo. La final está a unos puntos de distancia.
Marinette acepta sus palabras e intenta meditar un poco. Para cuando le llega su turno, ella ya ha hecho las paces con su dilema, igual que siempre. Le ofrecieron una caja que no pidió, ni esperaba recibir. Aceptó la responsabilidad que conllevaba usar su contenido, aunque había una vaga y casi inexistente posibilidad de rechazarla. Ahora debe lidiar con las consecuencias. Para cuando se coloca en el centro de la pista, se siente ligera y capaz de todo. El resto del mundo se ha desvanecido junto a sus miedos e inseguridades, sólo quedan su objetivo y los medios necesarios para alcanzarlo. La diferencia es que no espera refuerzos, el gato negro jamás saltará junto a ella en esta ocasión, ni el resto de los portadores. Por ende toma posición y espera pacientemente a que la música empiece como si estuviera analizando la nueva situación con el recién akumatizado. Al sonido del primer acorde comienza a deslizarse y de un giro se instala por completo en el pasado. Al tomar vuelo en la curva, el aire le da de lleno en la cara y una vez más está balanceándose por los techos de París. Primer axel, dos, tres y por un momento está esquivando algún ataque. Un desplazamiento del brazo y está lanzando su yoyo en alguna dirección precisa. Un cambio de posición y su amuleto de la suerte en turno cae en sus manos. En resumen, su realidad se desdibuja para recrear un escenario que no existirá jamás, pero que perdurará en su memoria por siempre como un recuerdo de tiempos mejores. Tal vez debió de haber elegido la gimnasia, por eso de despegar los pies del suelo y prácticamente desafiar a la gravedad, pero sus recuerdos la empujaron en otra dirección, en esta dirección. A ese grado el pasado tiene más peso que su propio juicio. Pronto la música acaba y, con ella, su pequeña epifanía. De vuelta a la realidad, Marinette se dirige al público que aplaude reconociendo su buena ejecución, o quizá no y sólo lo hacen sus compatriotas o sus fans. A su alrededor llueven peluches, flores y los colores de la bandera francesa. La diferencia de quién la vitorea importa poco, está satisfecha consigo misma y su desempeño. Se le nota en la cara.
— Te darán una calificación alta —la recibe su entrenador una vez sale de la pista y se prepara para caminar con los patines—. Clasificarás para las finales en el lugar de honor, estoy seguro.
Marinette asiente con la cabeza. Se encuentra sin aliento, pero aún no es tiempo de descansar. Acepta de su entrenador un peluche de conejo que le regaló un anónimo al principio de sus salidas a las competencias. Alguien que ahora se cuenta como uno de sus primeros fans seguramente. Atesora a la pequeña criatura de tela no sólo por eso, sino porque le recuerda a Fluff. Una razón de peso para tenerle preferencia entre los tantos regalos que le han hecho desde que se hizo notar al público. A decir verdad, cualquier cosa que le recuerde a los prodigios seguirá el mismo destino. Adicionalmente en este caso, el peluche le permite imaginar que Fluff y Alix la acompañan y la guían en este salto inesperado en el tiempo. Recuerdos y más recuerdos, eso es lo que la mantiene en marcha hoy en día. Tanto así que, cuando la cámara la enfoca mientras aparecen en el tablero las calificaciones que le corresponden, no puede evitar sonreír ampliamente y, levantando con una mano al pequeño conejo, cierra el puño de la que le queda libre en dirección a su entrenador. Éste, acostumbrado a su extraña manera de celebración, le corresponde haciendo chocar el suyo con el de ella. Ganamos. La palabra hace eco en la mente de Marinette produciendo una sensación reconfortante. Sospecha que decirla en voz alta la hará sentir mucho mejor, pero no es el momento. Aún no es tiempo. Quizá la deje salir al exterior cuando quede claro que ella es la ganadora del Grand Prix de este año. Antes sería muy inapropiado.
§
A ratos Marinette quisiera no haber ganado nada. Desde que regresó con la sexta victoria a casa, la prensa del deporte, y quizá la farándula, no la han dejado ni respirar. Una multitud de cámaras y micrófonos, que más que personas, parece seguirla como enjambre de abejas a donde quiera que va. No debería de importarle demasiado. Las cámaras la siguen en la pista y en algunos eventos a que asiste, además de ser modelo ocasionalmente, pero sigue siéndole particularmente difícil hacerse a la idea. Tal vez porque en realidad jamás se enfrentó a una situación así anteriormente. Debió de haber considerado seriamente que su vida daría un giro inesperado al traer a casa el olor de un primer lugar de un campeonato internacional ganado… dígase que con estilo. Cada vez que se siente de ánimo Marinette les dirige una sonrisa y saluda al aire lo mejor que puede sin reconocer más que su nombre en medio de la inentendible lluvia de sonidos que le lanzan. Otras tantas veces se limita a ignorarlos. Pedirles privacidad es una pérdida de tiempo. Y es que ha sido inevitable que le vean como una fuente inagotable de noticias. Repentinamente su dieta, su rutina de ejercicios y entrenamiento y sus hábitos son objeto del interés público por más que ella asegure que nadie que no se dedique a lo que ella hace debe seguirlos puesto que son especializados. Si no es eso, es su ropa. Han desmenuzado su guardarropa y lo que sea que use será convertido en tendencia. Todo gracias a su escueta y poco interesante relación con la Firma Agreste que lo único que ha hecho es fotografiarla con sus seis últimos atuendos de competencia y co-diseñar con ella una línea de ropa juvenil. Marinette no se puede creer aún que caminando por la calle vea personas con algo puesto alusivo a las transformaciones que ella conoció de Pollen, Kalkki, Sass, Dussu, Trixx y Long. Eso sí, la nostalgia es para ella. Nadie se entera de más porque aún no hay héroes y quizá no los haya nunca. Hubiera querido inspirarse en algo más, pero fue… difícil. No ha llegado muy lejos y siente que Gabriel Agreste ya se siente amenazado. Quizá cometió un error al diseñar esos trajes de esa manera. Exagerado de su parte, si piensa que ni siquiera el Maestro Fu o la Orden han aparecido exigiendo que la memoria le sea borrada.
Detalles aparte, siempre intenta actuar lo mejor posible hasta que se encuentra a salvo de tanto desconocido que dice querer saber de ella. Su refugio: su habitación, con la ventana del balcón cerrada y las cortinas corridas. No es como si esperara visita de una gato negro, ni de nadie con habilidades parecidas. Las únicas personas con las que trata suelen venir a ella. Sus padres, porque vive con ellos el día a día lo más normal que puede. Luka, porque encuentra práctico pasarse antes o después de la escuela por la panadería y charlar un rato en la trastienda. Hasta ahí llega su pequeño círculo de amistades. Cosa que sus fans y público en general encuentran alarmante, pero que le digan a ella ¿de dónde saca más tiempo para socializar? En la escuela apenas si la conocen, pero logra pasar de año más por sus estudios independientes y la figura pública que es que porque realmente asista y sea parte de la experiencia educativa escolar. A estas alturas ya debería de estar acostumbrada a que hablen de ella hasta por los codos en todas partes. Lo único que tiene que cuidar es que nadie manche su imagen, porque entonces adiós financiamiento y adiós posibilidad de recuperar los prodigios. Así que no puede renunciar, ni escapar, aunque quisiera. De lo que no pudo escapar en concreto, por ejemplo, es de la invitación de los Bourgeois, más precisamente del Alcalde, para desayunar. Todavía no es la campeona mundial, aunque casi nadie lo dude a estas alturas, pero políticamente es correcto y benéfico que el Alcalde celebre a los ciudadanos destacados de París. Claramente Marinette Dupain-Cheng se cuenta entre ellos desde hace unos cuatro años. Pero lo que definitivamente desanima a Marinette es que asistir a una reunión con los Bourgeois significa tratar con Cloé. Y no es que en esta vida la hija del Alcalde quiera hacerle la vida miserable, al contrario. Parece que ser alguien importante hace de Marinette alguien digno del círculo tan selecto que Cloé cree tener como amigos. Lo complicado es que Marinette logre borrar su mala opinión de ella en nombre de la paz y la defensa contra el futuro Hawkmoth. Porque, si no mal recuerda, Ladybug era la ídolo de Cloé y no le dio muchos motivos para seguir siéndolo. Ése es un lujo que no puede permitirse esta vez. Conclusión: Marinette debe resignarse esperando de todo corazón que a la hija del Alcalde no se le ocurra que por esta vez es buena idea hacerla de anfitriona durante el desayuno ofrecido en el hotel de su padre.
Afortunadamente, y como siempre que llega al famoso hotel por una invitación parecida, la recibe una persona diferente, madura y a leguas mucho más agradable, aunque no por ello menos importante. Una mujer esbelta y alta, de cabello rubio ligeramente platinado y ojos verde oscuro, cuya aspecto ligeramente fatigado no puede ocultar el maquillaje la espera cerca de la entrada, sin estar al alcance de la vista de los paparazzis que la siguen, con una sonrisa amable en la cara.
— Madame Graham de Vanily, es una grata sorpresa encontrarme con usted —saluda Marinette haciendo una ligera reverencia con solemnidad—. Mis pensamientos están con su hermana y su familia.
Las puertas del hotel se cierran tras ellas, dándoles privacidad. Marinette entiende enseguida que esta recepción no fue planeada por el Alcalde, más aún apostaría a que no está informado de su existencia. Si Amélie está aquí, es porque Émilie no ha mejorado. Eso sólo quiere decir que Marinette no ha llegado a tiempo y no lo hará para cuando logre ingresar en la mansión Agreste. Lo siente por Adrien, por Amélie y por Félix… también por Gabriel Agreste.
— Es muy amable de tu parte, Miss Marinette —corresponde Amélie en el mismo tono que ella ha empleado, ofreciéndole una alhajero del tamaño de un contenedor de algún prodigio, pero muy diferente. El corazón de Marinette da un vuelco—, pero hoy es tu día. Émilie no olvida cuando le pediste permiso de hacerle un pequeño homenaje y ella te sugirió el motivo de tu siguiente traje. Ella te envía un obsequio a modo de agradecimiento… y despedida. Dijo que entenderías perfectamente si te decía que es ahora o nunca, aunque yo no sobreviva. Sugeriría que vayas a colocartelo al tocador antes de entrar en el comedor. No te preocupes por los demás, te ganaré tiempo. Contigo estarán a salvo.
Marinette la escucha atónita, pero se las arregla para obedecerla cuanto antes. Mientras corre en dirección al baño más cercano miles de preguntas agolpan su mente. Hace unos tres años, Émilie Agreste quiso conocerla personalmente dada su fama de diseñar cosas geniales. Fue una relación no muy profunda. La señora Agreste la acompañaba en alguna de las sesiones fotográficas a que la invitaba su marido y a veces coincidían en algún evento benéfico o público. Nada demasiado íntimo ni personal hasta que Marinette diseñó el traje de Pollen y Émilie entendió algo. A su regreso de la segunda competencia, ella visitó a Marinette llevando puesto el prodigio del pavo real en una visita al set en que por casualidad coincidieron. Marinette tuvo que fingir demencia, pero logró señalar el broche de Dussu sin problemas. El resultado fue su cuarto traje de competencia, ganando el título en su tierra natal. Por lo anterior, es comprensible su anticipación ante la perspectiva de lo que pueda significar este obsequio de parte de ella. Sin perder más tiempo, Marinette se encierra en el primer cubículo que encuentra en tan sólo entrar a los baños y abre la caja. Sus sospechas se confirman cuando el prodigio del pavo real la saluda desde el interior. Para cerciorarse de que es auténtico, Marinette lo toma entre sus manos para sentir el flujo mágico de la joya. El prodigio está dañado sería mejor no usarlo, pero debe esconderlo lo mejor posible. Nadie debe saber que ella lo tiene, o querrán quitárselo. Es entonces que ella se percata de un anillo plateado, simple, pero especial. Es tal y como lo recuerda. Sospechando de qué se trata, Marinette lo desliza en su dedo. Algo le dice que no durará tanto tiempo en él.
— ¿Fathom? —aventura Marinette audiblemente aliviada y contra su voluntad después de atravesar la puerta de baño y avanzar unos cuantos pasos en dirección al comedor.
El mencionado la mira fingiendo desconcierto sin esfuerzo. Desde su encuentro casual Marinette no lo había vuelto a tratar. Lo que no había sido significativo para ella hasta que se dio cuenta de un pequeño problema. Creía que no tenía nada contra Adrien Agreste porque recuerda a Chat Noir con cariño y nostalgia, sin problemas, pero poco tardó en comprobar con sorpresa que no podía, ni puede, siquiera pensar, mucho menos imaginar estar cerca del chico, sin pensar en lo que ocurrido con Chat Blanc… increíble. Así que comprobar que no se encuentra a solas con Adrien es un alivio inimaginable para ella, por más que Félix seguramente no lo comprenda.
— Cuidado, Marinette, no hieras mis sentimientos confundiéndome con mi primo —lamenta Félix en respuesta adoptando una expresión dolida—. No me perdería la oportunidad de estar contigo aunque fuera un momento y de la manera que sea. Quiero ser algo más que tu fan número uno. Lo sabes.
— Lo haces sonar más patético de lo que te parece, Fathom —observa Marinette segura de lo que está viendo y poco dispuesta a cooperar en su jueguito—. Ahórrale la vergüenza a Agreste.
— Me hieres en lo más hondo, cariño. ¿Qué no ves que estoy enamorado de ti?
Marinette lo mira sin sorprenderse ante la supuesta revelación. A decir verdad Félix está ridiculizando la situación al máximo tanto que Marinette sospecha que está a nada de desternillarse de la risa. Ella misma no puede evitar reír. No sabe si es parte de un plan suyo o Félix está queriendo tomarle el pelo. Eso la lleva de vuelta al día en que se le declaró vestido de Adrien, tal y como hace ahora, en la terraza de algún edificio parisino. Actuó tan inapropiado que… supo que no era quien pretendía ser. Ahora que lo piensa le hubiera gustado que fuera real. Marinette reconoce que recibir una declaración así hubiera sido emocionante de haber sido auténtica y genuina.
— Fathom tú y yo sabemos que… —empieza pero se queda sin palabras al caer en cuenta de su cercanía.
En lo que ella pensaba, Félix se las ha arreglado para acorralarla como aquella vez sólo que ahora se encuentran en un hotel. Sus rostros están muy cerca el uno del otro. La diversión y la broma han pasado por los ojos verde oscuro de Félix para dar paso a una profundidad insospechada, como si quisiera hablar en serio de algo importante. Es entonces que ella comprende lo que ocurre: ha caído en su trampa y no sabe hasta qué punto le está confirmando lo que él ya sospechaba.
— Mi confesión te ha dejado sin palabras, amor. Venga, no seas tímida... —Marinette le tapa la boca sin mucha delicadeza.
No. Eso no se va a repetir.
— Sé que no lo dices en serio, Fathom. Lo comprendo —susurra Marinette con cuidado al tiempo que lo empuja sin mucha brusquedad para alejarlo de ella y al ver que no abandona su resolución añade—. Déjate de tonterías. Esto de cambiar de lugares nunca les ha funcionado, por más parecidos que sean. Además, no debería importarte ni yo decírtelo, pero dado el caso creo que es necesario. Tu primo no es mi tipo —mastica Marinette con mucha cautela y una buena dosis de recelo.
Se está jugando la excepción con Argos, si es que llega a hacerse con el prodigio; que por cierto no está muy lejos de él. Con todo, debe dejar algunas cosas claras. Mentirá si es preciso. Primero lo primero, superar un trauma que no ha tenido lugar en esta vida. Segundo, sacrificar su relación con Adrien hasta nuevo aviso. Tercero, no crear malentendidos en un futuro con Kagami. Ella terminará junto a Félix, no Marinette. Así que, manos a la obra.
— Me prefieres a él por la razón que sea —conjetura él armando su rompecabezas imaginario.
Lo dice genuinamente intrigado como si fuera lo único que ha logrado concluir de todo lo que ha ocurrido entre ellos. Marinette entorna los ojos. No puede ser.
— Nada especial. Me sé el nombre de una persona o dos que lo harían también —contesta fastidiada en un vano intento por desviar la atención.
— No me interesa el resto —rebate Félix determinado a no sé qué que Marinette teme averiguar.
— Debería, hombre. ¿A quién no? —farfulla ella a regañadientes—. Tendrás tus grandes defectos, pero eres admirable en otras cosas, como el resto de nosotros. Eres un ge…—se interrumpe de golpe. No debe dejar ver más cuánto lo conoce o qué tan bien lo hace. Tiene una mejor idea—. Como muestra de mi buena voluntad y honestidad, te daré este anillo en prenda —toma su mano derecha sin ceremonia ni pedir permiso y desliza el anillo en el dedo anular porque es el primero que ve—. Cuídalo bien, Fathom. Los regalos de tu tía y mis exvotos de paz no se tratan como moneda de cambio —lo mira con intención, espera que jamás se entere a qué se refiere ella.
Félix la observa con una mezcla de incredulidad y maravilla, algo que nunca vio en él en su otra vida.
— No sabía que te gustara tanto, Marinette. ¿Me estás proponiendo matrimonio? —comenta con una sonrisa de medio lado.
Marinette vuelve entornar los ojos. Su capacidad de recuperación, cambio y adaptación la superan, aunque las admira. Con su gesto es imposible para ella no pensar que él es guapo a su manera, porque tendrá casi la misma cara de Adrien, pero son diferentes.
— Sigue soñando, Fathom. No soy una serrucharrelaciones —exclama fingiendo mucho horror mientras se aleja de él lo más rápido que puede, dejando a Félix intrigado. Acaba de regarla—. Si viene alguien, yo ya no estaba aquí cuando llegaste.
Al alejarse, en la cabeza de Marinette se formulan más preguntas de las que ya tenía. Olvida convenientemente que ha revelado demasiado a una persona que no dudará en investigar por su cuenta. ¿Cuándo se conocieron exactamente Kagami y Félix? Parece que comenzaron con el pie izquierdo así que ¿cómo lograron enamorarse, si además Félix es un inepto social? Recuerda cuando se enteró de que Adrien era fan empedernido suyo como Ladybug y por ello Félix le coqueteó abiertamente a ella al grado de querer besarla cuando se encontraron por primera vez. Estaba enojado con su primo, así que bien pudo haberle querido arruinar la oportunidad. De haberlo logrado, y en el menos desagradable de los escenarios, Félix hubiera sido su primer beso, pero hubiera quedado registrado bajo el nombre de otro. Extrañas formas de actuar tiene Fathom. Debe asegurarse de echarse a la bolsa tanto a él como a Cloé ahora que al menos la primera se ve dispuesta a no despreciarla sólo porque sí. No puede darse el lujo de ganarse un enemigo de los más peligrosos. Aunque su problema actual es Félix. Será difícil, sino es que imposible, ganárselo como aliado. Duda que darle el anillo sea suficiente, lo que realmente quiere es el prodigio. Así que debe hallar una manera de mantenerlo neutral como mínimo. ¿Podría hacer que Adrien le ayude con eso sin involucrarse tanto con él? ¿Sería eso justo? ¿Alguien volvería a aprovechar la situación…? Debe hacerse con el prodigio de la mariposa cuanto antes también. ¿El padre de Félix ya habrá muerto? Comprobar que ignora esa información la aterra de improviso. ¿Y si interviene en su pequeña acción del anillo? Ugh, esto pinta horrible para Marinette. Bueno, sólo queda confiar en que todo salga bien. Félix es fuerte y hasta puede contra tres akumatizadas y dos superhéroes en una ronda. Por él no debe preocuparse, mas sí por ella. Lo que debe ocupar su mente ahora es: ¿Cómo acercarse a los Guardianes para arreglar el prodigio de Dussu? El resto se resolverá solo, como suele decir su entrenador.
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