Flufftober 3: Under the rain/Bajo la lluvia
Ella siempre lo había mirado desde lejos. Bueno, exactamente, no siempre
Habían sido buenos amigos desde la infancia, desde que ella recordaba; fué el primero en invitarla a jugar cuando llegó al vecindario en Tokio (y también el primer amigo por el cual recibía un regaño)
Pero nunca pudo evitar sentirse lejos de él. Ya fuera porque de verdad era inalcanzable o porque ella careciera de valor para decirle lo mucho que lo apreciaba no sólo como un amigo; si no, como un poco de algo más
De acuerdo, demasiado de algo más
Ella era dos años menor que él, desde que se matriculó en la preparatoria donde asistía, pudo ver que en realidad era bastante popular con las chicas de todos los cursos, desde su generación hasta tercero. Aquella situación la hizo más tímida para decircelo. Habiendo tantas opciones ¿Había una posibilidad?
Mientras espaciaba en las puertas de la escuela, no se dió cuenta del momento en el que llegó tras ella —Princesa ¿Aún no vas a casa?— oyó su voz, siempre agradable. Su timbre se había vuelto aún más masculino, grave y profundo con el tiempo
—H-Hak— musitó dándose la vuelta a verlo. Tenía el uniforme de la escuela más una acolchada chaqueta larga —Estaba esperando a que la lluvia pare— respondió nerviosa. El latido de su corazón se disparó con su presencia, aún parecía tan lejano a pesar de todo
De que eran amigos de la infancia
De que tenían un montón de recuerdos juntos
Del hecho de que la llamara "princesa" no como un apelativo amoroso, más bien como una forma de dirección respetuosa al mismo tiempo de burlona, una contradicción divertida. Ya que en una ocasión se le escapó revelar el hecho de su padre comprando todo el vecindario
Sus divagaciones la despistaron dejando sus ojos en blanco. No era la primera vez que Hak veía a Yona perderse así. Sin mucha palabrería bajó la mochila de sus hombros quitándose también la chaqueta —No puedes quedarte aquí para siempre— musitó con un semblante tranquilo; le colocó la chaqueta en los hombros insinuandole ponersela
Yona instantáneamente reaccionó al sentir la tibieza de la prenda sobre sus hombros. Era una sensación adormecedora de la que no quería despertarse; aún así fué también en detonante de su sonrojo prominente —¿Qué haces?
—No deberíamos quedarnos aquí— el muchacho se encogió de hombros ayudándola con el gorro de la chaqueta —Así que vámonos
—¡Pero vas a mojarte!
—Hm... No hay gran problema, apenas es una llovizna— sin esperarla comenzó a caminar con pasos largos hacia la salida. No teniendo otra opción, Yona echó la carrera para perseguirlo
Aunque seguía pareciendo inalcanzable, por alguna razón siempre permanecían juntos
—¡Hak, espera!
Fin.
