39


Bella

—¿Una galleta? —Rose pregunta, tendiéndome el plato.

Tomo una en forma de calabaza y regreso la vista a mi celular. Ella va a sentarse junto a Emmett.

Edward: Le ayudé a Alice con el postre. Ese es esfuerzo suficiente.

Bella: Hiciste más que yo. Yo sólo compré pays.

Edward: Creí que la Sra. Cope les cocinaría.

Bella: Carmen les da el día libre en las festividades.

Edward: ¿No se supone que la comida es algo muy importante en las festividades?

Bella: Si, pero no quiere ser una tirana. Como sea, ¿ya les dijiste que irás a Nueva York?

Emmett lanza una carcajada y se golpea el muslo. Lo miro. Su estado de humor burbujeante no es bueno para mí ni para mi corazón roto. Este limbo en el que Edward y yo estamos es incómodo, es doloroso.

Edward: No.

Edward: No lo soltaran. Insistirán todo el tiempo y Alice estará sobre mí.

Bella: ¿Se los dirás? ¿O no? Suena como a un "no."

Edward: Tal vez más tarde.

Bella: ¿Saben que tienes…

Me detengo y borro el mensaje, reformulándolo.

Bella: ¿Saben que existo?

Edward: En realidad no.

Ouch. Una puñalada más. No he dejado de pensar que probablemente yo fui la que nos movió muy rápido, pisé el acelerador y estampé nuestro coche en el muro, justo como no quería que sucediera. La culpa me carcome día y noche. Sé que lo arruiné. Yo fui la causante del gran fiasco. Pido demasiado todo el tiempo. Lo quiero todo justo en el momento en que lo quiero. Y toda mi vida había funcionado… hasta ahora. Hasta que alguien llegó y puso un freno. Hasta que alguien dijo: "nos estamos apartando, Bella." Hasta que alguien desapareció de la noche a la mañana para siempre. Hasta que alguien decidió que para querer a alguien era necesario un itinerario.

Bella: Bueno.

Edward: ¿Puedo decírselos ahora?

Bella: ¿Decirles qué?

—¡La cena está lista! —Carmen entra a la sala, alisándose las arrugas inexistentes de su vestido—. ¡Y alguien robó mis galletas de canela! —masculla, mirando feo a Rosalie y quitándole el plato de las manos.

—¿Dónde está papá? —Emmett pregunta, sacudiéndose las migas del pecho.

—Arriba. Bajará en un momento—resuelve Carmen, sentándose a mi lado y alcanzando su teléfono de la mesa de centro.

—Pues muero de hambre—señala Emmett—. ¿Podemos esperarlo en la mesa?

—No, tendremos una conversación antes—Carmen anuncia.

Él gime, lanzando su cabeza hacia atrás.

—Podemos platicar mientras cenamos, ¡andando! —aplaude, saliendo de su asiento. Carmen le lanza una mirada y comienza a hablar, pero la ignoro cuando otra respuesta llega.

Edward: Decirles que tengo una novia. Eso es lo que eres, ¿cierto?

Y Edward no ha dejado de coquetear o lanzar comentarios similares. Al parecer, no fue suficiente la vergüenza que me hizo pasar frente al empleado del supermercado. Hizo lo mismo cuando el repartidor de pizza inició una conversación. Edward salió de su casa y fue directo a mi puerta, ignorándolo y luego pasó su brazo por mis hombros. El chico captó la indirecta y se fue. Me pregunto por qué no hizo lo mismo con el repartidor del restaurante thai.

—Estás arruinando mis posibilidades. Deja de hacer eso, es molesto—le dije, cerrando la puerta.

—¿Posibilidades? Eres mi novia. No necesitas posibilidades.

Idiota posesivo.

Bella: No tienes una. No te olvides de eso.

Decidimos que cortar todo tipo de contacto no era bueno. Ni para él ni para mí. Me estaba volviendo loca sin saber de él durante toda una semana. Escuchar los ruidos dispersos provenientes de su casa hacían que quisiera saltar del sofá y cruzar el jardín para investigar lo que estaba haciendo. Él fue al bar desde la noche del miércoles, pero eso no significó que el asunto mejorara.

No puedo tenerlo lejos, me estoy enamorando demasiado. A pesar de que él no esté en ese punto todavía. Simplemente no puedo detener este tren bala que viene hacia mí cada vez que la pantalla de mi celular se ilumina con un mensaje suyo. O cada vez que lo veo. Cada vez que su mano atrapa la mía.

El pecho se me aprieta y mi mano pica por tocarlo.

Edward: Claro que la tengo. Cuando mamá nos pida escribir las cosas por las que estamos agradecidos te pondré en la lista.

Bella: Nosotros también hacemos eso.

Ignoro la mayor parte de su comentario y asiento de vez en cuando a la conversación que Carmen comenzó simplemente para quitármela de encima.

Edward: Escribiré "estoy agradecido por Bella, que da segundas oportunidades y tiene fe en mí."

Los ojos se me llenan de lágrimas y mantengo la vista pegada al teléfono, no deseando que los tres pares de ojos en la sala se posen en mí. Pestañeo, alejando la humedad.

Bella: ¿Por qué nunca me dices cosas como esas a la cara?

Edward ha prestado especial atención a ser amable y romántico a través de mensajes. No es como si fuera completamente indiferente cuando estamos juntos, pero es diferente. No dice mucho, sólo toca. Edward habla con su cuerpo. Y con sus ojos y sonrisas.

Edward: No soy bueno con las palabras.

Bella: Me haces sentir estúpida.

Edward: ¿Por qué?

Eleazar llega finalmente, sentándose en su sillón de terciopelo azul y Nabi corre tras él. Kitty está perdida en algún lugar de la casa. Raro que un gran ser vivo como ella pase desapercibido.

Bella: Siento que estoy más adentro que tú.

Edward: Deja de decir eso. Por favor.

Bella: Hice un gran esfuerzo por ti. Ahora ya no huyo cuando discutimos. Sólo creo que deberías intentarlo también.

Edward: Sé que debería. Sólo me siento extraño.

Bella: ¿Por qué?

Edward: No soy muy hablador.

Odio esto. Odio que él esté confesándome todas estas cosas importantes y trascendentales mediante mensajes. Edward prefiere arreglar problemas frente a frente, yo no. Yo prefiero que me diga cosas amorosas a la cara.

Bella: ¿Lo serás? ¿Por mí? No te juzgaré, aunque creas que algo sonó mal. Me muero por escuchar esas cosas.

Él tarda en responder, a pesar de que vio el mensaje tan pronto como llegó. Las burbujas del chat aparecen y desaparecen. Segundos después llega su respuesta. Me muerdo la uña del pulgar.

Edward: Lamento ser un baboso. Pero lo intentaré. Te lo debo.

—Andando entonces—Carmen comenta, molesta—. Se comportan como si estuvieran famélicos. Los niños de África no se comportarían como ustedes.

—Madre, no seas insensible—Emmett la reprende.

Ellos avanzan hacia el comedor, pero me quedo pegada a mi lugar.

—Tierra llamando a Bella—Rose chasquea sus dedos frente a mi cara—. ¿Vienes?

—Eh, sí. En un minuto—respondo.

Ella se encoge de hombros y sigue a Emmett.

Bella: Te extraño.

Edward: También te extraño. Quiero dormir contigo. ¿Puedo ir esta noche?

Bella: Sigo sintiendo que me estás dando migajas.

Puedo imaginarlo pasándose la mano por el cabello o exhalando ruidosamente, las aletas de su nariz dilatadas.

Edward: Si seguimos estando alejados seguirás sintiéndote así todo el tiempo.

De acuerdo, él tiene un punto. Tenemos que alimentar esto. Pero duele. Moriría por dormir con él otra vez, por regresar el tiempo y estar entre sus brazos hasta quedarme dormida, cuando todo era más simple, pero justo ahora estoy tan sensible. A pesar de nuestra charla de hace casi dos semanas en mi cocina, mi mente sigue registrando sus palabras como "no te quiero."

Bella: Una vez que estemos en NY.

Edward: Estar en otra ciudad no cambiará las cosas, Bella.

Trata de convencerme, de hacerme entender lo que ya sé y que me rehúso a aceptar en voz alta.

Bella: Lo sé.

Edward: Iré esta noche. No me importa. Ya me cansé de esto. No tengo la energía.

Si, yo también estoy cansada. Y lastimada.

Cierro los ojos, tratando de escuchar a mi corazón.

Bella: Ok. Sólo esta noche.

—¡Bella! —Carmen me llama y resoplo, haciendo mi camino hacia el comedor lleno de comida de Acción de Gracias.

—Finalmente—dice Emmett, tendiéndome el trozo de papel en donde escribiremos las cosas por las que estamos agradecidos.

Edward y yo nos despedimos por el momento y luego inclino mi cabeza y cierro mis ojos cuando Carmen comienza a orar. Mis pensamientos se van hacia papá y Edward. Las dos personas que cambiaron mi año completamente, son una dualidad en mi mente. Me muerdo la boca y obligo a mi mente a recordarlos vívidamente. Pérdida y ganancia. Dolor y amor. Mi mala racha con Edward no es importante ahora, no puedo pensar en otra cosa más que en amor y alegría cuando él aparece en mi cabeza.

El trozo de papel con agradecimientos se queda debajo de nuestros platos durante la cena y Rose murmura en mi oído sobre planes de boda.

—Esta semana estaremos visitando locaciones—dice—. Y también elegiremos a los músicos. Queremos reservar al cura también—anuncia.

—Bien—asiento—. ¿Necesitas de mi ayuda con algo? Ya sabes, antes de que me vaya a Nueva York.

Me mira mal.

—Bella, te vas el jueves.

—¿Y? Muchas cosas se pueden hacer en seis días—observo.

Rose sonríe, rodando los ojos.

—Bueno, también tengo que rentar los muebles del salón, mantelería, sillas… todo eso—asiente, pensativa—. Puedes ayudarme con eso.

—De acuerdo—acepto, alisando la servilleta en mi regazo.

Cuando es hora del postre, Rose y yo nos ofrecemos a limpiar la mesa y a servirlo. Ella se inclina, susurrando en mi oído.

—Y mi mamá está estresándome—dice—. No deja de decir que quiere que me haga unos análisis médicos.

Le frunzo el ceño mientras quito la cubierta del pay.

—¿Análisis? ¿De qué? ¿Para qué?

—No lo sé—se encoge de hombros, alzando sus manos—. No ha querido decirme qué tipo de estudios. Está actuando muy extraño.

—¿Quién está actuando muy extraño? —pregunta Emmett, entrando a la cocina con un plato sucio que olvidamos.

—Mi mamá—ella responde.

—¡Ja! ¿Cuándo no?

Rose le rueda los ojos y luego él toma los platos para el postre. Decidimos seguirlo al comedor y dejar nuestra plática para después.

xxx

Edward ya está en casa cuando yo llego. La luz de su habitación está encendida así que quito el seguro de la puerta del jardín y subo las escaleras. Él llega mientras estoy en el baño, preparándome para dormir.

—Estoy aquí—anuncia, dando un toque a la puerta.

—Bien—respondo, colocándome los pantalones de pijama.

Él está sentado en el borde de la cama, deslizando su pulgar por la pantalla de su celular cuando salgo. Me mira y deja el dispositivo sobre la mesa de noche.

—¿Te divertiste? —pregunta, tronando su cuello.

—Si—miento—. Preguntaron por ti y les dije que probablemente pasaremos las fiestas separados—le hago saber, trepando a la cama.

Edward se acuesta y se gira, enfrentándome.

—¿Eso quiere decir que seguiremos en el limbo para Navidad? —inquiere. Me encojo, aunque no pueda verme.

—Sólo lo dije por si acaso.

—Mmm—murmura—. Alice me preguntó por ti también—agrega luego de un largo rato al mismo tiempo que entrelaza sus piernas con las mías.

Su confesión me toma desprevenida.

—¿Alice sabe de mí?

—Si, pero no todo. Le hablé de ti cuando el gran desastre con Lauren sucedió. Quería un consejo y…—Edward alcanza mi mano derecha y entrelaza nuestros dedos. Su voz es baja y suave—. Sólo le dije que lo estábamos intentando. Es todo lo que le he estado diciendo por estos meses.

—Oh, bueno—comento sólo por decir algo—. ¿Qué cenaste? —pregunto.

—¿Además de pavo? —pregunta y asiento con la cabeza, puedo escuchar la sonrisa en su voz—. La guarnición de papas de mamá y Rigatoni. Alice y yo hicimos pays. Te traje un poco.

—Gracias—desenredo nuestros dedos y me acerco a él, alcanzando su mejilla y rascando levemente su quijada—. Carmen también te envió algo.

—Mmm—ronronea, deslizándose hasta estar pegado a mí y delinea mi perfil con su nariz, hasta que sus labios están peligrosamente cerca. Su respiración calienta mis labios.

—¿Está todo listo para el viaje? —pregunto en un susurro.

Necesito continuar con esta conversación, no debo besarlo ni dejar que me bese porque si lo hace me romperé. Lo quiero completo, de todas las maneras posibles, y sigo pensando que no lo tengo. Mi pecho se oprime.

—Si—responde—. Menos la maleta—sonríe.

—Siempre puedes no llevar una—comento, nerviosa.

Edward lleva su mano a mi espalda y la frota. Nos tocamos en silencio, acariciando rostros y cabello. Él apoya su frente en la mía y me atrevo a zambutir mi mano por debajo de su playera térmica para rascar su cintura. Él gime bajito, en su garganta.

Mi lengua se siente demasiado grande para mi boca, está ansiosa por decir las palabras que están desbordándose en mi corazón, es un momento perfecto para hacerlo. Si tan sólo supiera que serán bien recibidas.

Edward también explora mi espalda, piel contra piel, y sube su mano. Su pecho retumba con un ronroneo cuando nota que no llevo un brasier y suspira. Su aliento huele a menta y me hace cosquillas en el rostro.

—Te extraño—susurra—. Y me odio.

—¿Por qué?

—Porque siempre lo echo a perder—dice, tallando sus piernas con las mías.

Bufo.

—Fui yo la que lo arruinó. Siempre me excedo.

Su ceño se frunce, puedo sentirlo contra el mío.

—No lo hiciste, sólo… me gustaría ser así de valiente—confiesa y acerca su regazo al mío. Siento su dureza, pero él sólo parece ignorarla y sigue acariciando mi espalda con la punta de sus dedos—. Llevar mi corazón en la manga.

—No es tan bueno como parece.

—¿Por personas como yo? —comenta.

—No—respondo, sólo para no hacerlo sentir mal, pero es justo la respuesta correcta.

Nos mantenemos en silencio y cierro los ojos en la profunda oscuridad. El cielo está cerrado, así que la luz de la luna no entra por la ventana esta noche.

—¿Puedo besarte? —pregunta en un susurro.

Acabo de decidir no hacerlo hace unos minutos, pero soy yo la que borra la distancia y él no pierde el tiempo. Sus labios capturan los míos y abre la boca, su aliento chocando con el mío y su mano en mi espalda me lleva más cerca. Edward gime contra mi boca cuando muerdo su labio inferior y al sacar mi mano de los confines de su playera, la paso por su abdomen haciendo mi camino hacia arriba, queriendo jalar su cabello.

Lo necesito.

De todas las formas posibles.

Y estoy dispuesta a intentar olvidar el desastre. Quiero olvidar, quiero fingir que nada malo ha pasado, que somos los Edward y Bella de siempre, que harán el amor luego de que él se metió en los nervios de ella, que lo harán sólo porque están solos y aburridos. Lo quiero así.

Me apoyo en mi codo, impulsándome y alcanzo el dobladillo de mi playera. Él me detiene cuando la llevo a mitad de mi torso.

—¿Quieres hacerlo? ¿Estás segura? —sus ojos parecen perforarme, a pesar de que no sé en dónde están.

Asiento con la cabeza primero, dándome tiempo para pensarlo dos veces.

—Si—respondo y termino de sacar mi playera.

Lo siento moverse frente a mí y cuando me jala a él, su pecho desnudo se une al mío. Acarició sus hombros anchos, beso su barbilla y asalto su cuello. Él me hace espacio mientras desabrocha los botones de su pantalón de pijama.

Me alejo, sacándome los míos, junto a mi ropa interior y en la densa oscuridad trato de apoyarme en la cama para encontrar equilibrio, pero me encuentro con su muslo y noto que ya está completamente desnudo. Lo toco, tratando de encontrar su boca y él muerde mi dedo cuando la encuentro.

—¿Quieres estar arriba? —pregunta, sujetándome del trasero.

—No—respondo, dejando un beso en la base de su garganta—. Hazlo tú.

Edward nos gira y alejo el cabello de mi rostro. Nuestras cabezas chocan en la oscuridad y reímos mientras él apoya sus antebrazos a cada uno de mis lados.

Talla su nariz con la mía, hay una sonrisa en su boca.

—Eres tan bonita—comenta.

—Ni siquiera estás viendo mi rostro.

—No…—beso—necesito…—beso—verte…—beso—para decirlo.

Lo encierro entre mis piernas y lo animo a moverse. Él besa mi cuello y se guía dentro de mí. Edward deja salir un gemido y luego enreda su mano en mi cabello. Entra y sale suavemente, al tiempo que acaricio su pecho y lo beso.

—¿Se siente bien? —susurra contra mi boca y asiento en silencio, enterrando mis dedos en su espalda.

—¿Quieres que vaya lento, cie…Bella?

—Mmm—murmuro. Me esfuerzo en ignorar el hecho de que él tuvo que corregirse porque sabe que él llamándome "cielo" fue lo que me confundió y me hizo creer que me quería como yo lo hago.

No me quiere. No me quiere. No me quiere.

Las palabras se repiten en mi mente, grabadas en mi inconsciente.

Lo hará, lo hará, intento convencerme, lo está haciendo.

Froto su espalda mientras él continúa moviéndose y gimiendo en su garganta.

No me quiere. No ahora. No como yo lo hago.

Lo hará.

Dile que lo quieres.

Vas a arruinarlo.

Eres demasiado, Bella, siempre arruinando todo.

Edward entierra su rostro en la almohada, el costado de su rostro se roza con el mío y se detiene abruptamente.

—¿Qué pasa? —pregunta, saliendo de mí.

Estoy llorando. Cerrar los ojos con fuerza no evitó que las lágrimas salieran y ahora él se ha dado cuenta.

—Nada—miento, tomándolo por la nuca y tratando de acercarlo a mí para reanudar lo que estaba haciendo.

—No… ¿qué pasa? —insiste, estirando su brazo y entorno los ojos ante la repentina luz de la lámpara de noche—. Ay, Bella—se lamenta y me lleva a su pecho, enredando sus brazos a mí alrededor.

—Lo siento, no pasa nada—intento asegurar contra su piel.

—No, yo lo siento—responde, su mano izquierda sujetando mi cabeza—. Lo lamento. Sólo… quisiera poder arreglarlo.

—Está bien. Estará bien—mis lágrimas están formando un charco en su hombro y lo escucho tragar.

—Lamento haberte lastimado. Sólo… te lo recompensaré—insiste—. Me arreglaré.

No digo nada más. Mi corazón lastimado quiere pedirle que me quiera, que lo haga ahora, pero no es así como funciona, así que me estiro en la cama, alejándome de él y atrayendo las mantas hacía mí.

—¿Quieres que me vaya? —él pregunta, al tiempo que alcanza su playera.

—No… sólo… no, no te vayas—resuelvo—. Sólo deberíamos dormir.

Él me observa por un buen rato, pero desvío la mirada.

—Bien—se rinde, tendiéndome mi ropa.

Nos vestimos en un silencio incómodo y pesado. Edward apaga la lámpara, alcanza mi mano y besa el dorso, pero no agrega nada más.


¡Hola!

Aun no lo perdona, nenas. Simplemente prefiere tenerlo de cualquier forma, antes de no tenerlo nunca. Ya se viene Nueva York, ojalá puedan resolver algo ahí. Bella merece ser feliz y Edward necesita superar sus miedos. Lamento que, al parecer, todas hayamos pasado por lo mismo: no ser elegidas, ser la segunda opción, o no llegar ni a eso.

Muchísimas gracias, ya casi llegamos a los 1000 rr, ¿qué? Sigo sin creermelo jaja.

Nos seguimos leyendo.