Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 10

La música de piano empezó a sonar en el salón de ballet llenando sus oídos. Vio cómo las niñas empezaron a danzar sin ningún ritmo, unas iban para un lado lanzando patadas y otras simplemente no estaban interesadas. Como su hija.

Edward se acuclilló, poniéndose a la altura de Azul cuando la vio acercarse.

La niña vestía un hermoso tutú rosa y zapatillas de bailarina. Se suponía que era su tercera clase de ballet, sin embargo por su rostro contrariado y poca participación sabía que su hija no estaba feliz en ese lugar.

― ¿Por qué no practicas con tus demás compañeras?

Azul arrugó la nariz y negó con la cabeza.

― No me gusta, es aburrido.

Los hombros de Edward cayeron. Él consideraba que no era necesario que su niña practicara ballet ni nada que no la hiciera feliz.

Por muy hermosa y femenina que luciera su pequeña, no podía obligarla a estar en un lugar que no era para ella.

― ¿Quieres irte?

― Sí, me quiero ir ―respondió segura.

― Entonces, vámonos.

Tomó su diminuta mano y caminaron hacia la salida del salón, bajo la atenta mirada de las mujeres que estaban esperando por sus niñas, entre ellas, Tanya que esperaba por sus sobrinas.

La rubia los interceptó en su paso.

― Hola, Edward. Me da gusto verte de nuevo por aquí. ¿Por qué se van?

Abrió la boca tomando una gran bocanada de aire. Tanya hablaba demasiado rápido y terminaba mareando a cualquiera.

― Nos vamos porque sí. ―No era precisamente una respuesta concreta, solo pensó que era la mejor opción.

― Pensé que llevaríamos a las niñas a comer pizza, en eso quedamos.

― Papi me quiero ir ―su hija tiró del pantalón, llamando su atención.

Apenas le echó una mirada y se concentró en la rubia.

― No Tanya, no quedamos en nada. Fuiste tú quién hiciste planes sin siquiera preguntar.

― Oh… ―vociferó la rubia con decepción― pensé que podíamos ser amigos.

― Papá, me está doliendo el pecho ―Azul insistió, tirando de la mezclilla del pantalón―. Creo que no estoy respirando bien.

Edward no lograba concentrarse en lo que la rubia seguía hablando, porque su niña ocupó su atención, la tomó en brazos y la sostuvo con él.

La examinó rápidamente con la mirada y la vio perfecta: diminuta y hermosa como era.

― Te decía que si me esperas unos minutos, podemos llevar a las niñas por un helado. ¿Verdad que te gustan los helados, preciosa? ―Tanya intentó sonar maternal.

Azul la ignoró y volvió su rostro hacia él. Acunó su cara con sus pequeñas manos, incluso arrastró los deditos por su creciente barba, lo estaba viendo de una forma reprobatoria que sabía lo que significaba.

― Papá Edward Cullen, se me está subiendo la presión justo en este momento.

― Azul ―pronunció el nombre― sabemos que no tienes nada.

― ¿Le pasa algo a la niña? ―Tanya se interesó.

Azul no soltó el rostro de su padre, sino que pegó su frente a la suya.

Él resopló. Sabía que su hija no permitiría que fijara sus ojos en nadie más y menos en Tanya.

― Me estoy sintiendo mal, papá, mírame.

Echó el cuerpo hacia un lado, dejándolo flácido y colgante, incluso cerró los ojos.

― Dios ¿le sucede algo? Parece que está a punto del desmayo.

― Tanya, debo irme ―pronunció caminando más allá de las puertas de cristal y sin importarle dejarla con la palabra en la boca.

― Ya bájame ―pidió Azul cuando estaban en la acera.

― ¿Así que ya te sientes bien? ―gruñó, poniéndola sobre los pies.

― Los malestares desaparecen rápido ―le explicó encogiéndose de hombros―. Vámonos.

Lo había pensado y seguiría sosteniendo que su hija era un ser altamente peligroso.

― ¿Por qué te cae mal Tanya?

Luego de algunos minutos de caminar soltó la pregunta.

― La señora se ríe mucho contigo y no me gusta.

Algo que siempre le sorprendía de Azul era su sinceridad. Ella no se andaba con frases a medias, su hija diría lo que se le preguntaba sin importar si era bueno o no.

En esa parte le recordaba a Bella. Su mujer era claridosa como ninguna otra.

― ¿Es por ella qué no quieres volver a las clases de ballet?

― No. No es por ella, es porque realmente no me gusta el ballet, no estoy cómoda bailando de forma lenta.

― ¿Te gustaría practicar algún deporte o gimnasia?

― No. Prefiero aprender otro idioma, me gustaría hablar japonés y tal vez más adelante tocar el saxofón.

De nueva cuenta no le sorprendió su respuesta. Azul iba varios pasos adelante de los niños de su edad, tenía una visión diferente y una manera distinta de captar las cosas.

― Buscaremos clases de japonés. Seguro que debe haber para niños o tal vez lo busquemos en línea, quizá sea mejor que aprendas desde casa.

― ¿No estás enojado?

Edward arrugó el entrecejo, mirándola.

― ¿Por qué habría de estarlo? ―Preguntó.

― Porque fui maleducada con la señora Tanya. Mamá y tú me dicen que debo ser amable cuando las personas me saludan y no fui con ella. ¿Crees qué debo disculparme?

Se inclinó un poco solo para sostenerla en sus brazos de nuevo.

― No has sido maleducada, solo le has dejado claro que no la quieres cerca de mí.

Los diminutos labios rosas de Azul se fruncieron en una mueca.

― Pero la señora Tanya no entiende señales, papi. No está captando que necesito tu atención todas las veces que ella esté presente.

― ¿Sabes? ―cosquilló la barriga de Azul con sus largos dedos―. No debí dejar que mami te leyera tantos libros de Debi Gliori.

Azul empezó a reír felizmente por las cosquillas. Entretanto él vio la cara contorsionada por la risa; enrojecida y con ojitos casi cerrados, mostrando sus diminutos dientes blancos.

La abrazó muy fuerte. Sin duda ver reír a su hija era lo que más disfrutaba de ser padre.

.

Vestida en su preciosa ropa de bailarina y montada en una silla estaba su hija.

Por supuesto que Azul le contaría a Bella con pelos y señas el encuentro con la señora frondosa. Lo había hecho los otros días ¿por qué hoy sería la excepción?

Se mantuvo callado, observando desde donde estaba parado frente a la estufa, tan solo escuchando cómo su niña hablaba sin tomar ninguna bocanada de aire.

Había contado más de treinta palabras por minuto.

― ¿Tú crees mami que está orillando a papi a salir a comer pizza? ―La niña explicó mientras restregaba el trapo limpio sobre la superficie de la mesa―. Luego cambió a comer helado, eran pretextos para llevárselo.

― ¿Y qué más pasó? ―Bella preguntó sin quitar sus ojos de él.

― Casualmente me sentí mal.

― ¿De nuevo la presión?

― Sí, mami. Esos achaques son propios de mi edad.

Edward no pudo evitarlo y soltó una fuerte carcajada. Caminó hacia su hija, la sostuvo en sus fuertes y tatuados brazos.

La levantó por encima de la cabeza al mismo tiempo que el cabello cobrizo y despeinado de Azul caía cubriendo su bonito rostro. No paraba de reír.

― ¿Quiero saber de dónde se te ocurren tantas cosas juntas, Azul? ―Preguntó él―. Porque simplemente eres tan perfecta.

― Tú eres perfecto para mí ―dijo entre risas―. No existe otro papi mejor que tú.

― ¿Escuchaste eso Bella? Soy el mejor.

Bella le sonrió. La conocía y sabía que no era una sonrisa feliz cómo las que siempre tenía para él.

Decidió enviar a Azul a guardar los juguetes y libros que había esparcidos en la sala de estar. Y lentamente anduvo hacia su mujer, le frotó los brazos para ganar su atención.

― No estarás celosa, ¿verdad?

Bella meneó la cabeza, negando. Soltó un inaudible suspiro.

― He aprendido a lidiar con mujeres como Tanya, créeme que no se trata de ella.

― Entonces, ¿qué es?

Vio a su mujer mordisquearse el labio inferior sin quitar sus ojos de él. Sintió como su sangre empezaba a caer hacia sus pies.

Algo muy malo debería estar pasando para que Bella se quedara pensativa.

Dio otro paso a ella y le sostuvo la barbilla con sus dedos.

― Mis padres piensan venir a pasar unos días con nosotros ―reveló ella logrando que su corazón volviera a latir con normalidad―. Así que, aquí tendrás a tus suegros. Qué genial es tener a mis dos hombres conmigo ¿no?

No. Definitivamente no era genial y mucho menos divertido. Charlie lo odiaba desde que los descubrió en la cama, seguía aferrado a vivir del pasado y no quería dar vuelta la página.

En estos años intentó de todo y no pudo congeniar con él. Parecía que lo aborrecía, así qué Bella podía no decir que tener a los dos bajo el mismo techo era genial.

Era una completa locura.

A parte Charlie era el hombre que Azul más amaba después de él.

Era su rival.

Su competencia.

― Es una broma ¿verdad? ―escupió sus pensamientos en voz alta.

― Mi amor… ―Bella alargó los brazos colgándose a su cuello. Sabía lo que significaba, lo iba a chantajear―. Prometiste ser paciente con papá ―habló melosa, restregando las tetas en su pecho― además eso quiere decir que tendremos tiempo para nosotros y salir alguna noche.

Envolvió los brazos en la cintura de ella y la acercó un poco más.

― Nena, tu padre me odia.

― No es así, Edward. Papá te adora, es consciente de que eres mi todo.

Levantó una ceja, mirándola.

Charlie lo odiaba. Sabía que solo venía a tentar contra su paciencia y robarle la atención de sus chicas.

Y eso de ninguna jodida manera lo iba a permitir.


Noticias: he decidio alargar esta historia algunos capítulos más. Ojalá les guste la idea y me dejen saber si están de acuerdo. Les agradezco mucho sus favoritos, follows y lecturas.

*Tengo nueva historia "Regresa" por si gustan darle una oportunidad. Es Family&Hurt/Comfort.

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