Quinta parte:

Pasatiempos para dos... y medio

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Estaba en una pequeña habitación hecha de madera, por las decoraciones y muebles en ella no podía precisar si pertenecía a un hombre o una mujer. Por un lado, la tapicería en los muros era claramente femenina, los adornos sobre la discreta mesa también apuntaban hacia la misma idea. El amarillo se consideraba femenino, pero había varios objetos en rosa. ¡El rosa y sus variantes eran el color de cualquier fuerza de seguridad!, desde las correctoras escolares, hasta los tonos más oscuros para los soldados imperiales. Lo que mostraba un gusto masculino. Había otros objetos en el suelo, visiblemente hechos de metal, más apropiados para las zonas de entrenamiento comunes que para un lugar personal.

Detuvo el análisis del sitio cuando una puerta frente a ella se abrió revelando a una joven desconocida. Incluso con el estilo de cabello corto más extraño que había visto en una cabellera castaña, su postura revelaba seguridad y control. Sumado a eso la desconocida usaba un pequeño atuendo de ropa que apenas cubría las regiones más pudorosas del cuerpo, revelando un par de piernas en buena forma. No al grado de la chica pelirroja, pero agradables a la vista. Todo eso quedaba opacado por la gran sonrisa de dicha que adornaba su rostro.

—¿Querías hablar conmigo, Nabiki?—preguntó con aquella voz que, a fuerza de repetición, ya no le resultaba desconocida.

—Sí, hermana. Te hemos agradecido tantas veces en estos días que resultaría irritante decirlo de nuevo, pero mi hermano y tú nos han dado el regalo más maravilloso de todos los tiempos.

—¿Hermano?

—Y me siento honrada de llamar a tu prometido así. Sé que no es oficial, pero para mí y Kasumi es familia plena ahora.

—Entiendo—respondió simplemente.

—Pero no es para comentar la posición de tu prometido en la familia que te llamé. Trataré de explicarte un poco antes. En esa época, el golpe por perder a nuestra madre fue más fuerte para Kasumi y para mí. No digo que tú la amaras menos, es solo que por tu edad fue más como explicar el concepto de "muerte" para que comprendieras la partida de mamá. En mis días más tristes pedía en todos los templos que conocía para que ella volviera. Yo rogaba para poder hablar con mamá de nuevo, solo unas cuantas palabras, sentir su calor al abrazarme, escuchar su voz diciendo mi nombre. En mis plegarias ofrecía cualquier cosa por solo un minuto más. Y ahora. ¡Ahora he tenido horas con mamá! ¡Días completos! Fue difícil apartarme de ella, ya que creí que si lo hacía despertaría como tantas otras veces en mis sueños. Ahora estoy aquí para cumplir la promesa que hice.

—¿Cuál promesa, hermana?

La sonrisa en el rostro de la llamada Nabiki no cambió, pero sus ojos se iluminaron de una forma muy extraña.

—Acabo de decírtelo, Akane. Prometí que haría cualquier cosa por ese milagro, por eso: te daré lo que quieras: mis secretos, mis contactos, mi forma de hacer dinero, o haré dinero para ti. ¿Quieres un plan para alejar a las rivales?, lo crearé para ti. ¿Quieres un diccionario para entender cada cosa que hace tu prometido?, ¡puedo hacerlo! Deseas que te llame "mi señora" como simbolo de respeto por el resto de mi vida, solo dilo. ¡Cualquier cosa! Si no puedo dártelo en este momento lo aprenderé para ti o lo crearé para ti. Todo capricho o fantasía que tengas la cumpliré hasta que quedes satisfecha. Solo dímelo y...

Moviéndose más rápido de lo que se creía capaz, interrumpió el discurso de la otra chica. Con una fuerte palmada en la mejilla.

¡Slap!

Ella no apoyaba la violencia física de ninguna manera, pero tuvo que estar de acuerdo en que era la forma de romper el parloteó fanático de la chica.

La joven de cabello cafe no se alteró mucho por el golpe, en cambio, dijo:

—No me esperaba tanto entusiasmo, pero ¿quieres hacer algún juego travieso de disciplina? Si es el caso, creo que...

¡No! ¡Quiero que dejes de ofrecerte como una especie de muñeca! ¡Reacciona, Nabiki!—dijo con aquella voz ajena y agregó—: Lo que dices, la forma en la que me estás mirando me asusta mucho.

No podía ver su propio rostro, pero el brillo maniático en la otra joven se apagó lentamente. En cambio, pudo observar otra emoción más genuina.

Culpa.

—Lo- lo siento, Akane. No-no quería lastimarte ni nada. He pensado durante días en este milagro y me abruma. ¡Siento que me lo quitarán en cualquier momento si no hago algo para compensarlo! Siento que no lo merezco. ¡Tengo miedo!

Los sentimientos que acompañaron a esas palabras fueron tan claros como dolorosos de ver. Esa chica estaba asustada, era un temor por no ser adecuada o indigna de una situación fuera de su control. Una parte separada de su mente pudo identificarse con esos sentimientos.

De nueva cuenta percibió como su cuerpo se movía. Aunque la chica de cabello corto cerró los ojos asustada. No hubo ninguna otra muestra de violencia. En cambio, sus brazos rodearon a la otra mujer en un abrazo y se escuchó decir:

—También tengo miedo, Nabiki. Gracias por decirme cómo te sentías. Pero no tienes que hacer nada, ni decir nada, solo sé tú misma.

De alguna manera se alegró por decir las palabras correctas. No pudo verlo, pero percibió las sacudidas y escuchó el sonido de un llanto ajeno.

Ella misma sintió la humedad recorrer sus propias mejillas.


—¡Mai! ¡Mai!

La mirada asustada de Reeo le ayudó a enfocarse. Fue otro sueño, pero ahora estaba despierta.

—Reeo. Estoy bien.

—Creí que estabas descansando normalmente, pero tus ojos cerrados se llenaron de lágrimas. Y no despertabas. ¡El eco distante te estaba lastimando!

Mai contempló el rostro asustado de Reeo y lo comparó con aquella joven, quien supuso, era la hermana de la heroína. Ambas personas estaban superadas por eventos que comprendían muy poco. Incluso separadas por el tiempo, los sentimientos eran los mismos. Aquello volvió a la legendaria Akane mucho más humana y cercana a sus propios sentimientos. Todavía no podía abrazar a Reeo sin volverse una idiota balbuceante, de modo que hizo lo más atrevido que podía en ese momento.

Acarició con suavidad su mejilla y sonriendo le dijo:

—El eco no me lastimaba, Reeo. Incluso creo que comprendo un poco más a Akane y la carga que llevaba. Te contaré la visión mientras desayunamos.

Tras su ruidosa salida de la academia, ambas se habían refugiado en una pequeña casa en los límites de la capital. Reeo le informó sombríamente que era uno de los refugios de su padre para traer a sus amantes. Cuando su madre le sugirió abiertamente pasar un tiempo indefinido en esa casa fuera de la vista pública, Reeo no cayó en la trampa de supuesta bondad. Fue una forma astuta de bloquear las infidelidades de su esposo y ocultar a su inadecuada heredéra.

Por su parte, Mai no tuvo que hacer ningún esfuerzo para desaparecer. Varios pregoneros pagados por su madrastra informaron con palabras endulzadas que la enfermedad del puntilleo rojo había podrido la mente de su querida hija hasta el punto de perderla en la locura. Se anunció una búsqueda de su paradero con una recompensa mínima. De su padre no esperaba nada, se había convertido en una marioneta sin voluntad desde que conoció a esa mujer.

Con los puentes de sus vidas anteriores quemados, podían concentrarse en lo que les importaba.

Adaptarse a su nueva rutina fue incómodo, pero tolerable. Mai tenía una ligera crisis de abstinencia al ser apartada de su santuario, en tanto que Reeo ajustaba sus entrenamientos para hacerlos en solitario. Tenía relativa libertad para moverse o salir durante el día, pero de noche fue necesario mostrar que la vivienda estaba ocupada. Gracias a sus lecciones en la academia, mantener su residencia actual en orden no fue un problema.

Mai transformó las modestas habitaciones de lectura en un pequeño librario equipado con textos de todos tipos, pero la gran mayoría estaban enfocados en tradiciones medicinales y algunos libros sobre magia.

Por su parte, Reeo vació una de las habitaciones más grandes de la casa, adaptándola para volverse un modesto cuarto de pociones. Varios transportes con suministros llegaban por las tardes llenando las repisas y estantes del sitio con plantas e ingredientes de todo tipo.

Cuando Mai preguntó por los costos de aquellas remodelaciones, Reeo simplemente dijo:

—El dinero es para resolver problemas, no para crearlos.

Pero al final del mes, la constante fuga de capital llamó la atención de los distantes padres de Reeo cuando aparecieron en la vivienda sin avisar. La joven de cabello negro sonrió y dijo:

—Los milagros normales ocurren. Esos dos no han estado de acuerdo en nada durante años. Tal vez me excedí un poco con los gastos. Escóndete, esto puede ser ruidoso.

La pequeña rubia solo se cambió a la habitación lateral al comedor y se colocó en uno de los muchos lugares con mirillas a observar.

La máscara de paciente indiferencia de Reeo no se alteró con los reclamos iniciales de su padre.

—Naturalmente que busco un remedio para mi situación. La humillación de aquella loca no ha abandonado mi mente desde que llegué. No puedo olvidar lo que me hizo en el área común de la academia...

—Es solo una tontería juvenil—indicó su madre con calma— no debería afectarte tanto.

—Te has rodeado de tantos remedios como para atender a una aldea pequeña— agregó el padre con voz molesta.

Reeo se preparó para devolverle la broma de la academia a Mai.

—¿Indiscreción de juventud, la llamas, madre? Es mucho más que eso, en cada ocasión que cierro los ojos recuerdo ese evento. Mi rostro arde por emociones que no debo expresar en público. Recuerdo su rostro sonriente y... la sensación que me causó no puedo ponerla en palabras. ¡Y lo llamas trivial! Ese asunto está grabado con fuego en mi mente y no puedo apartarlo. No puedo dejar de recrearlo en mi mente, ni de culparme por no reaccionar como quería.

El sonido de algún tipo de caja cayendo al suelo interrumpió el discurso de Reeo.

—¿Qué fue eso?— preguntó el padre de Reeo.

—Alguna caja con ingredientes mal colocada— mintió la morena con facilidad y agregó—: si tuviera ayuda con este asunto podría ir más rápido, pero debo hacer todas estas labores mundanas yo sola.

—¿Todos estos gastos son para buscar algún alivio para esos recuerdos?

—Lo son. Quiero algún remedio para limpiar mi memoria. Si los rumores corren, solo di que trato de encontrar una opción honorable de vida tras el desastre.

Tras beber un poco de vino. El padre de Reeo dijo:

—Tiene su mérito. Difundiremos los rumores de tu cambio de vida, pero diremos que también es un confinamiento para arreglar tus problemas de apariencia. Mi paciencia con tu aspecto ha llegado a su límite. Nunca has tenido la figura adecuada para ofrecerte en matrimonio y tu costumbre de comer como campesina no ayuda. Perderás peso para volverte adecuada de una buena vez.

—Ella no tiene problemas de peso, querido. Es fuerza pura, ha ganado cada competencia física en la academia desde los ocho años. Si pusieras un mínimo de atención en tu familia, sabrías que Reeo tiene la figura de un soldado de choque imperial y no de una doncella adecuada. Es demasiado... imponente para que los atolondrados candidatos que eliges se acerquen. Fuera de la academia ella puede dejar de lado esas costumbres obsesivas con los deportes y la espada para florecer adecuadamente.

La discusión sobre los métodos para "arreglar" a Reeo continuaron por un tiempo hasta que al final ambos padres acordaron patrocinar los ajustes para su inadecuada hija.

Resignado a los gastos, el padre de Reeo salió a toda prisa, sin embargo, su madre se detuvo el tiempo suficiente para avisar de forma cortante.

—Tu método para desviar dinero retrasará los planes de tu padre por un tiempo, pero sé de buena fuente que ya está construyendo otro lugar para llevar a sus mujerzuelas. Cuando esté listo, te mudarás de nuevo y este lugar podrá recuperar dinero como la adecuada tienda de un sanador.

Sin esperar una respuesta, la mujer salió en persecución de su esposo.

Reeo se mantuvo de pie luchando con la dolorosa costumbre de gobernar sus emociones. Cada persona que conoció hacía una burla de su apariencia: cuando fue rolliza, era una cerda de engorda y cuando fue atlética, era una luchadora vistiendo de estudiante. Nunca fue adecuada a los ojos de nadie.

El hecho de que sus padres tuvieran otro momento de concordancia para remarcarle lo inadecuada que era, no debería doler, pero lo hacía.

Tenía que ganar balance, el asunto de ser romántica con Mai se había torcido al final. Controlar sus respiraciones era lo primero que debía hacer.

Sus pensamientos se cortaron cuando un par de brazos delgados la rodearon por la cintura.

—Nunca mencionaste que tus padres fueran deficientes de la vista—dijo Mai sin soltar su agarre y añadió— deben tener cuidado al viajar de noche con una visión tan corta. Podrían caerse de algún puente y morir.

—Mai... yo.

—Cómo alguien tan cercano a ti puede ser tan ciego a la hermosa persona que eres está más allá de mi entendimiento.

—Yo no.

—Creo que tienes problemas similares. ¿No puedes ver la aturdidora lindura que eres?—con una risita Mai agregó—:puedo arreglarlo. ¿Nunca notaste un patrón común en todas las "bellezas destinadas" de mis libros? Todas son valientes, fuertes, atléticas e indomables como tú. Siempre fuiste la heroína de todas mis lecturas. Ya no tengo miedo de decirlo, me has gustado desde que te conocí. Si otros no pueden ver la joya que realmente eres es mi deliciosa ganancia.

Con eso dicho, el agarre se rompió y Mai encaró a la morena.

Reeo tenía la misma sonrisa de aquella torpe confesión de nuevo. Con un sonrojo adicional.

—Me sorprendiste y casi me rompo el cuello allá atrás por lo que me decías. Ellos estaban sordos a tus palabras, pero yo no. Te lo diré cuantas veces quieras. Eres linda, Reeo.

Mai se sintió lo suficientemente valiente como para besar la mejilla de Reeo y decir:

—Eres linda.

Un beso en la frente.

—Eres linda.

Un beso en la punta de la nariz.

—Tú eres linda

Un beso en la barbilla, muy cerca de los labios.

Anata wa kawaii desu

Reeo se congeló un instante por las palabras extrañas, pero Mai no se percató de nueva cuenta y le dio un beso muy suave en los labios antes de decir:

—Linda.

Mai repitió el beso y la palabra.

—Linda.

El viejo dolor de Reeo se desvaneció, permanentemente. La persona que más importaba gustaba de ella. Aun con la muerte sobre su cabeza, Mai podía sanar su dolor como nadie más.

Reeo le devolvió el beso, procurando expresar lo que no podía decir con palabras. Si Mai podía gritar palabras tan melosas en la academia, ella las expresaría con su propio cuerpo.

Anata wa kawaii desu.

Beso.

—Eres linda.

Beso.

—Linda.

Beso.

Kawaii

Las emociones se mezclaron con los idiomas. Tras un largo rato, Reeo sonrió con el orgullo de una labor bien hecha. Mai tenía los labios hinchados y la sonrisa más estúpida que jamás le hubiese visto, por su parte ella aprendió una palabra nueva.

Kawaii.


Una sola mirada le bastó a Aruh para confirmar que se trataba del eco distante, arruinando su mente de nuevo.

El lugar en donde estaba parecía una pequeña vivienda vacía. El piso de madera demostraba un buen nivel de vida. Solo las clases medulares se podían permitir semejante despilfarro de dinero. Los árboles eran vitales para sanar el mundo o alimentar a la gente, usarlos como material de construcción le parecía tan... decadente.

Sus reflexiones se perdieron cuando una puerta corrediza se abrió revelando a una persona nueva. Parte de él quería que fuese aquella joven de cabello color azul medianoche para contrastarla con su Effái y reafirmarse que no había competencia posible en cuanto a belleza.

Pero la recién llegada era una persona diferente. Seguramente familiares por el color de ojos y la forma de sus rostros.

—¿Podemos hablar?

No parecía realmente una pregunta. Ella avanzó y se sentó en el centro de aquella habitación. Y por la forma dócil de sentarse con la espalda recta de su parte supuso que era una persona importante de alguna manera.

—Fui yo quien pidió hablar contigo, ya que si lo hacía Nabiki habrías desconfiado de inmediato. No existen palabras para demostrarte cuan agradecida está mi familia por esta situación. Mi honor exige una sola forma de actuar y esa es una entrega completa. De manera que lo diré: yo, Kasumi Tendo te ofrezco mi vida y esfuerzo en cualquier forma que elijas. Como aliada, como amiga, como amante, como cómplice para el bien o el mal. Lo hago por voluntad propia y libre de cualquier obligación de tu parte. Nabiki hará lo mismo.

El silencio le permitió a Aruh, considerar la oferta de la joven. Era el tipo de lealtad que volvía locas a las clases medulares... o a las comunes. Sintió curiosidad por escuchar la respuesta de Ranma.

—¿Eh?— dijo estúpidamente.

La musical risa de la joven rompió el tono solemne.

—Sí, supuse que tanta palabrería formal no es lo tuyo, así que lo diré de otra forma. Pídeme lo que quieras, Ranma.

—Bueno... yo.

—No, no es una trampa, tienes un gran cupón para pedirme lo que quieras, querido Ranma.

Un amplio silencio acompañó a esas palabras, Aruh solo contemplaba el rostro de la joven frente a él. Pero al observar con calma pudo notar un brillo muy extraño en su mirada, la ligerísima contracción en su sonrisa tampoco mostraba felicidad.

—¿Puedo pedirte cualquier cosa?

—Sí.

—Y sin importar lo tonto o raro que sea, ¿lo harás?

—Acabo de decirlo, pero sí de nuevo.

—Levántate.

La joven se puso en pie de inmediato. Su expresión suave no vaciló, pero algo se sentía terriblemente forzado.

—Da un giro.

Ella lo hizo sin dudar. Lo que causó que un escalofrío recorriera su espalda. Era el tipo de obediencia completa que otros soñaban, pero que a él le asustaba. Al parecer a Ranma tampoco le agradaba, ya que se puso de pie frente a ella y le dijo con voz dura:

—Te ordeno que actúes completamente honesta con lo que estás sintiendo y me lo digas.

Fue como si un rayo del cielo impactara a la joven. Abrió los ojos de forma desmedida. Las pocas reacciones que Aruh hubiera imaginado con esa orden no lo prepararon para lo que ella hizo.

Avanzó hacia él y lo golpeó en la cara con el puño cerrado.

Tal vez ella era débil de nacimiento, porque su ataque no lo lastimó, en cambio, lo preocupó de una forma dolorosa.

—¡Cómo se atreven a traer a esa tonta a mi casa!— rugió la muchacha con la cara roja de abierta rabia. Ella no es mi madre, es una niña que apenas sabe nada. ¡Que se siente con el derecho de darme órdenes!, ¡que ha discutido con mi padre los últimos tres días! Mamá era un ángel siempre correcto y dulce y no esa malcriada con el temperamento de Akane y la lengua afilada de Nabiki. ¡Ella no es mi mamá! ¡Así no debería ser mi mamá!

La joven se lanzó hacia él, pero estaba tan alterada que todos sus intentos por lastimarlo fueron débiles y descoordinados. Él no se movió. Cuando ella se cansó lo abrazó con fuerza mientras lloraba. Escucharla en ese estado lo lastimó más que cualquier golpe.

—Porque si es mamá, si realmente es ella, he estado imitando una fantasía irreal. Y tengo miedo de que todo ese esfuerzo fuera para nada. Tengo miedo de que entre en mi cuarto y me hable con las mismas palabras duras que usa con mi padre. Tengo tanto miedo de que ella me diga que he fallado, que no puedo dormir ni pensar. Pero mamá solo me ha hablado con amor desde que llegó, recuerda cada historia grande y pequeña de esos días. ¡Realmente es ella! Tanto amor y miedo me romperá en dos, por eso, pídeme que haga cualquier cosa para no pensar en esto. Puedo ser tu prometida falsa para que los locos vengan a causar problemas y destrozos. De ese modo estaré tan ocupada que no podré pensar. Ya no puedo entrar a mi cocina porque ella siempre está ahí con esa sonrisa tonta. Por favor, ¡por favor! Molestaremos a tus prometidas. Te ayudaré a buscar otro rival. Solo no me hagas quedar en casa.

Aruh se quedó aturdido por las palabras de la muchacha. Escuchar la leyenda fue un asunto casi separado del eco distante, preocupado por morir, ni siquiera consideró el efecto de la pluma en las personas comunes. Pero aquí lo tenía.

No se extrañó cuando sintió lágrimas deslizarse por sus propias mejillas y se escuchó hablar con aquella voz extraña.

—Teníamos mucho miedo cuando ocurrió. Akane y yo discutimos de forma horrible, no como en nuestras tontas peleas de siempre. Nos acusamos mutuamente por causar esto. Pudimos dejarla donde golpeó el pilar de fuego, estaba muy débil y no hubiera resistido la tormenta. Al final la trajimos aquí, porque tu familia merecía la oportunidad de decidir. No quería lastimarte, Kasumi. Creí... creí que esto te alegraría a ti y a tu familia, ya sabes, reparar un poco los constantes desastres y locuras que causo desde que llegué. Con eso tal vez podrías dejar de fingir calma todo el tiempo. No quería lastimarte.

Aquello debió ser muy extraño de escuchar, ya que sus palabras rotas calmaron a la joven. Ambos se abrazaron, como dos niños asustados en mitad de una tormenta, era una forma de dar confort en un asunto doloroso.

Cuando se rompió el abrazo y la miró de nuevo, ella tenía los ojos irritados, pero libres de aquel brillo fanático de antes.

—Hace tanto que no me permitía actuar como yo misma, que he sido horrible contigo. Lo lamento mucho, Ranma. Creo que nadie debería estar en esta situación. Retiraré mi oferta en un momento, pero antes te doy mi palabra de honor de que seré yo misma, al menos para ti.

—Soltar emociones es bueno. Aunque no tanto como lo hace Akane, pero es bueno.

Ambos se rieron con el comentario.

—Tengo algo que quiero darte antes de irme, por favor cierra los ojos.

Aunque la visión se volvió negra, pudo escuchar las palabras de la joven:

—Nada de espiar, Ranma. Quiero tu palabra.

—Bueno, te prometo no abrir los ojos hasta que me digas.

Un momento después se escuchó un susurro.

—No los abras.

La sensación de unos labios acariciando los suyos con mucho cuidado y afecto lo sorprendió de nuevo. En definitiva Aruh no se esperaba aquello tampoco. Por la poca reacción en Ranma supuso que no tenía mucha práctica en el asunto, no pudo identificar si trataba de responder o estaba aturdido por el beso.

—Puedes abrir los ojos.

La visión de una ruborizada muchacha le recordó a su Effái.

¿Por qué hiciste eso?

—Ese fue el primero para mí. Te lo doy con gusto por el maravilloso regalo que me has dado.

—Con mi suerte, Akane estará justo afuera exigiendo explicaciones.

Una risa musical llenó el lugar.

—¿Explicar qué? Yo solamente vine a hablar contigo y me has hecho entrar en razón. Nada más ha pasado. ¿Cierto?

—Cier-cierto.

La visión se oscureció, pero pudo escuchar la risa de la joven de nuevo.


El sueño causado por el eco distante fue una distracción bien recibida para Aruh esa mañana.

Los relatos de su padre viviendo "en el camino" definitivamente fueron adornados para beneficio de Aruh y su hermana. La sencilla tarea de armar su refugio portátil le llevó horas. En lugar de la cálida fogata rápida para alejar el frío y pensar en su distante esposa, obtuvo una lucha para encender fuego, una pelea contra el humo y una pequeña llama necesitada de atención constante.

Vivir en el camino resultó ser mucho más difícil que en los relatos.

El valor de su vida protegida en la aldea se le revelaba lentamente. Por consejo de su familia, Aruh se mantuvo fuera de los poblados grandes, solo pasando por la periferia para comprar víveres o para preguntar sobre algún sanador de renombre. En las pocas ocasiones en las que se acercó para explorar pudo ver un gran grupo de casitas amontonadas y sombrías de las cuales sus instintos le gritaban alejarse de inmediato. En otros lugares fueron muros masivos llenos de adornos y soldados en los cuales no pudo pasar ni de la entrada principal. En general, su atuendo o acento lo delataba como un habitante de las colonias vasallas, con lo cual casi siempre fue tratado como un ignorante apenas consciente del uso del fuego.

Varias posibles curas fueron descartadas por Aruh cuando pidió observar la preparación.

Irónicamente, fueron las bromas del grupo de idiotas las que lo ayudaron contra los estafadores. Agua de colores vendida como perfume para atraer doncellas o mierda de Fertii como remedio contra las heridas eran las soluciones más populares en su aldea como burlas a los crédulos de la capital.

Desafortunadamente varios sanadores "de renombre" trataron de vendérselas dentro de frascos adornados como remedios reales.

La historia que preparó para encontrar una medicina que borrase de la memoria los horrores de las viejas guerras para su abuelo funcionaba bien con la mayoría de los sanadores. Pero las pociones más potentes ofrecían un borrado completo de los recuerdos, no solo secciones inconvenientes. El resto de las opciones disponibles eran casi siempre las mismas que usaron con él en la aldea.

Los viejos relatos no le hacían justicia a Rannú... er, Ranma. Vivir en el camino se escuchaba como si una nueva aventura aguardase en cada poblado, en cambio, Aruh se descubrió caminando como nunca, con largos periodos sin ver a otras personas, observando un paisaje monótono, alejándose de personas ruidosas y lugares sospechosos.

Pero sobre todo mucho tiempo en silencio para pensar.

¿Cuáles serían los pensamientos de Ranma en esos largos periodos de viaje? Sí, sabía que el héroe entrenaba y tenía aventuras, pero mientras dejaba un poblado para entrar en otro ¿Qué tipo de ideas llenaban su mente? ¿Soñaba con un hogar?, ¿recordaba a su familia?, o tal vez solo tal vez consideraba si en su próxima aventura encontraría al amor de su vida.

Los pequeños fragmentos que tenía del héroe indicaban que era una persona de reacción y no de planes elaborados.

El sendero que recorría Aruh en ese momento le mostró una vista aérea del nuevo poblado que debía visitar. El lugar se parecía más al crecimiento de algún hongo nocivo en el fondo del valle que a una ciudad pequeña, como le habían descrito. Lo lógico era que en un sitio de ese tamaño hubiese más posibilidades de encontrar alguna solución a sus problemas.

Aunque sus instintos le decían que lo más sensato era caminar en dirección contraria, el joven de piel morena y cabello negro se encontró descendiendo por la pendiente que lo dirigía a la ciudad.

Aruh caminaba por las calles polvorientas del nuevo sitio sintiendose confundido, observando las casas de madera y piedra con techos cónicos que se alzaban a ambos lados. El lugar no era como los otros sitios que había visitado, donde otros poblados estaban llenos de personas apresuradas, desconfiadas y hostiles, este parecía casi abandonado, como si el tiempo se hubiera detenido mucho tiempo atrás. Por curiosidad pasó una mano por la pared de una de las casas y lo que pensó era el color opaco de la vivienda resultó ser una gruesa cubierta de polvo.

La vida en aquel lugar era lenta, no de la manera pacifica de su aldea, sino cansada, las personas arrastraban los pies al caminar, los comerciantes se mantenían en un hosco silencio casi indiferente a cualquier posible cliente, en todo el sitio no pudo ver a un solo niño correteando. Incluso el cielo parecía más gris y opaco que afuera del poblado.

Solo se sentía silencio y soledad.

Aruh casi descartaba aquel lugar para buscar un sanador cuando vio un curioso letrero en uno de los tantos comercios apagados. Las líneas irregulares parecían formar parte de un adorno roto, pero algo dentro de su alma se sacudió al mirarlo.



Aquel símbolo indicaba una dirección, sin entender el presentimiento, Aruh comenzó a caminar hacia el norte, más rápido de lo que sus cansados pies lo hubiesen llevado normalmente.

—¡Pero, qué rayos!

La sensación de vagar sin rumbo fijo cambió, a una certeza inexplicable. La caminata apresurada se volvió carrera. Aruh se detuvo creyendo que era arrastrado contra su voluntad, pero al dar media vuelta y avanzar en una dirección diferente, la sensación de desconfianza en el lugar regresó. Cuando retomó el rumbo norte, la certeza de ir en la dirección correcta volvió.

Suspirando al reconocer los sentimientos ajenos, Aruh pensó.

"Espero que sepas lo que estás haciendo, Ranma"

Y comenzó a correr con una velocidad que jamás creyó posible antes. Su cuerpo debería estar gritando por detenerse y su pecho jadeando por aire, pero no fue el caso. Sentía una extraña dicha recorrerlo, un sabor para su alma hasta ese momento desconocido apareció. Se sentía liberado.

Así llegó a la periferia del pueblo, donde las casas se hacían más distantes y ruinosas. Apartada del resto había otra vivienda, separada por un profundo abismo. Era diferente a las demás, más grande y elaborada, con un grupo de escaleras en piedra que conducían hacia una amplia entrada en forma de arco, algunos restos cilindricos insinuaban otras estructuras cubiertas por vegetación, la loca idea de que era una residencia tipo imperial le llegó a la mente, pero la única forma de llegar a ese sitio fue un puente de madera o lo que debió ser uno en otro tiempo. En ese momento solo quedaba una cuerda que conectaba los dos extremos y por su coloración muy probablemente estaba pudriéndose.

Aruh se detuvo y dejó caer su equipaje. "¿Cómo diablos he estado corriendo a esa velocidad con mi equipo de viaje en la espalda?"—pensó brevemente. Pero la sorpresa de su fuerza se perdió ante la urgencia de rebuscar entre sus pertenencias. Al final, sacó una cuerda y sujetando un extremo de ella comenzó a girarla.

Sin esfuerzo aparente, el trozo de soga salió disparado hacia un árbol cercano al esqueleto del puente, sujetándose a una rama tras varios giros.

Aruh, tiró del nudo asombrado de su firmeza. Momentos después caminó hasta un tronco más pequeño junto a él, atando el otro extremo con un amarre que su padre había intentado y fallado en enseñarle.

Recogiendo de nuevo sus pertenencias y trotando en dirección opuesta al tronco, Aruh supuso que iría por más cuerda a la decrépita ciudad. Con otras dos sogas en formación triangular se podía hacer un primitivo puente y cruzar con relativa seguridad.

Las ideas del chico se cortaron al descubrir que estaba corriendo de regreso hacia el vacío.

El terror por morir frenó de golpe cualquier instinto ajeno, deteniendo su cuerpo a una distancia muy corta del acantilado.

¡Héroe idiota!—gritó en pánico al aire. ¿Quieres matarme tratando de saltar al abismo?

Mientras se alejaba, el impulso de estar perdiendo tiempo valioso cayó sobre el muchacho con mucha más fuerza.

La mente de Aruh entró en una guerra feroz contra sus impulsos. Tal vez las leyendas peleadoras podían cruzar usando solo los brazos para sujetarse de la cuerda pero muy pocas personas sin entrenamiento podrían. Incluso con su vida trabajando en los campos sabía que se quedaría sin fuerzas a mitad del camino y se mataría en la caída.

Sin embargo, algo dentro de su mente sentía que aquello era perfectamente posible.

Tras otro intento fallido para alejarse y usar un método más racional para cruzar, el sentimiento de prisa lo abrumó. El cuerpo de Aruh corrió sin dudar al abismo. Con un pensamiento hacia su amada, el joven se preparó para morir en una hazaña imposible. En un instante, junto a la imagen de Effái apareció otra persona, era la chica de cabello corto y ojos color madera de sus visiones.

Akane.

El sentimiento de hacer esa locura por la persona amada disipó las dudas en el muchacho. Con un acto de creencia ciega corrió hacia el abismo, concentrándose en el sentimiento.

Y no saltó.

En cambio, los ojos de Aruh se maravillaron al ver que su cuerpo había trepado hacia la cuerda. ¡Y estaba corriendo sobre ella con el mismo equilibrio que al caminar en suelo firme!

Aruh corrió sobre la cuerda atravesando el profundo abismo, como si fuese una ridícula zanja.

Con un increíble salto (para Aruh) bajó de la cuerda y corrió hacia la extraña casa.

Casi no se sorprendió al descubrir que todo eran ruinas de piedra despojadas de cualquier identidad de sus ocupantes. Cediendo temporalmente al los impulsos que le enviaba el Eco, Aruh corrió sin dudar hacia el centro de aquella vivienda. Menos maravillado percibió como sus manos apartaban una pesada piedra rectangular del suelo como si fuese una alfombra.

Unas escaleras de piedra fueron iluminadas por la luz del sol.

Con solo una pausa para contemplar el misterio, el joven descendió hacia la oscuridad.

Cooperando con el eco, Aruh improvisó una antorcha para iluminarse. Las escaleras se dirigían a un pequeño pasillo tallado en la piedra que conducía hacia la entrada de una enorme caverna. En la entrada eran visibles dos postes verticales y otro horizontal que unidos formaban un arco. Aruh temió tener que internarse en aquella cueva, pero al traspasar aquel arco de madera naranja se agazapó en el suelo, como buscando algo. Su mano percibió un relieve y antes de poder razonar nada, descargó un poderoso golpe en el suelo fracturando la superficie.

La maravilla de no romperse la mano con semejante golpe, se combinó con la sorpresa de liberar de la roca un objeto con la forma de un bastón cubierto con un apretado lienzo amarillento.

Al levantar aquel bastón, Aruh lo sintió como si sostuviese hielo de la montaña, pero solo duró un instante. Con el objeto en la mano, Aruh subió de nueva cuenta las escaleras.

El recorrido por la cuerda lo asustó un poco menos que la primera vez aunque no dejó de maravillarse por la muestra de equilibrio. El bastón se agregó a sus pertenencias de viaje. En la colección de rarezas en la que se había convertido su vida sentía que era una pieza importante, incluso si no sabía dónde encajaba.

Al contemplar de nuevo la ciudad Aruh, reconoció que no podría rodearla para retomar el sendero por el que llegó sin que lo atrapara la noche. Tenía que atravesar de nuevo el poblado. Resignado a su suerte, comenzó a recorrer el camino para regresar, pero ni bien había avanzado durante unos minutos escuchó un silbido que claramente no pertenecía a un ave.

"Es una casualidad, no tiene nada que ver conmigo"— pensó de forma optimista, pero apretó el paso. La agilidad con la que había llegado al sitio ya no estaba presente.

Un segundo silbido rompió el tenso silencio. Aquel sonido claramente estaba en un código. Con el miedo real de tener a un grupo de rufianes acechándolo, Aruh corrió lo más rápido que pudo. La mochila frenaba su velocidad, pero abandonarla no era una opción, de manera que apretó los dientes y forzó a su cuerpo a moverse más aprisa.

El grupo de casas envejecidas estaba cerca y en esta ocasión le parecieron hermosos sitios para esconderse. Su temor se volvió pánico al notar con la mirada como un grupo de personas corría directamente hacia él dando alaridos de júbilo.

Aruh corrió directamente hacia la calle más angosta que su miedo le mostró.

"Las acrobacias de fantasía me hicieron visible, esto es culpa del eco. ¡No! Es por el bastón que saqué de las ruinas."—pensó recriminándose por haber cedido al impulso ajeno.

Su asustada carrera lo arrojó a un pequeño espacio abierto de forma rectangular, en el centro la estatua de un gordo comerciante parecía burlarse de su negra suerte. Una voz ronca casi lo hizo saltar del miedo:

—Hey, chico. ¿Sacaste eso de la vieja casa junto al abismo? Entrégalo de inmediato y no te lastimaremos... mucho.

Aruh se dio cuenta de que sus perseguidores lo habían llevado hacia ese lugar sin darse cuenta. Eran cinco sujetos armados con cuchillos y cadenas. El resplandor crudo en sus miradas le recordó a un perro enloquecido por el hambre que atacó la granja. Eran depredadores solo enfocados en sus impulsos, incluso si les entregaba el bastón no mostrarían ni la más mínima piedad.

Aruh los miró con sombría determinación, sacando el bastón de su mochila y sujetándolo con ambas manos. No sabía usar armas ni tenía idea de cómo saldría de esa situación, pero no iba a rendirse sin luchar. El extraño objeto aún cubierto por la tela se sentía helado al tacto de nuevo.

En un instante y sin mediar más palabras, comenzó el asalto. El obeso hombre a su derecha se lanzó hacia él con un cuchillo. Aruh esquivó su estocada con un ágil movimiento lateral y le golpeó la muñeca con el bastón, haciéndole soltar el arma. Luego le dio un rodillazo en el estómago y con una patada lo proyectó lejos de él.

"¿De dónde salió eso?"— pensó Aruh asombrado por su propia reacción.

La sorpresa para ambos bandos duró un instante, luego una mujer demacrada con el cabello negro liberó una cadena que le rodeaba el brazo usandola como un látigo para atacarlo en la cara.

Aruh bloqueó el golpe con el bastón enredando la cadena en su propia arma, dando un tirón rompió su equilibrio, haciéndola caer sobre su trasero. Un instante después usó el extremo del bastón para golpearla en el rostro, rompiéndole la nariz y dejándola inconsciente. La enredada cadena se deslizó del bastón y cayó al suelo con un ruido metálico.

Aruh se mantenía en silencio tras el segundo ataque, su rostro mostraba molestia y concentración. Aunque sus pensamientos corrían en pánico.

"¡Acabo de golpear a una mujer, le golpeé la cara hasta hacerla sangrar!"— gritó mentalmente.

Aruh sentía el cuerpo moverse de forma elegante y ágil, tal como siempre imaginó al héroe Ranma, capaz de lograr lo imposible con semejantes reflejos y defensa, pero al mismo tiempo lo aplastaba la culpa. ¿Qué clase de monstruo era?

Su tercer atacante trató de sorprenderlo por la espalda usando una pequeña daga. Aruh lo recibió con una patada giratoria que le hizo volar por los aires. Luego lo atrapó en el aire con el bastón y lo estrelló contra el suelo.

—¿Cómo diablos hizo eso?— ladró el hombre que lo asustase al principio, pero que ahora parecía un matón acorralado.

Aruh no respondió, pero sintió los músculos de su cara hacer una sonrisa.

Estaba disfrutando de aquella pelea tan desigual.

Apenas notó al hombre barbado que lo atacó con una tosca púa de metal. Aruh se agachó para evitar el tajo y le dio un golpe ascendente con el bastón en la barbilla, rompiéndole varios dientes. Luego hizo una pirueta hacia adelante y lanzó el bastón al aire. El bastón giró sobre sí mismo, Aruh saltó hacia él y lo cogió en pleno vuelo. Desde las alturas descargó un potente golpe en la cabeza del atacante, desmayándolo al instante. Aruh trató sin éxito de ignorar el sonido del cráneo rompiéndose.

El quinto atacante se mantuvo inmóvil, contemplando con los ojos agrandados por miedo las acrobacias del extranjero. Cuando el joven clavó su mirada en él, abandonó toda dignidad y corrió tan rápido como pudo.

Si se hubiese quedado un instante más, habría contemplado al creador de aquella golpiza correr en sentido opuesto.

Aruh no podía creer lo que acababa de hacer, lo que seguía haciendo su cuerpo. Corrió por las calles con aquella velocidad de locura impulsando su cuerpo, en un momento saltó sobre la manta que protegía del sol la comida de un comerciante, rebotó sobre un farol iluminador balanceándose para ganar impulso y saltar hasta un tejado. Cada movimiento que hizo era fluido, preciso y elegante. La alegría de aquella agilidad se mezclaba con la enorme confusión y miedo por lo que había hecho.

Algo había cambiado en él.

Aruh continuó corriendo, pero nadie lo perseguía. Cada movimiento lo llenaba de maravilla por lo que podía hacer y de miedo por lo que había hecho.

—¿Qué me está pasando?— se preguntó en voz alta mientras continuaba con aquella carrera acrobática.

Al final pudo dejar la marchita ciudad en muy poco tiempo. Se detuvo junto a un árbol tratando de recuperar el control de sus emociones. Pero las imágenes del combate lo golpearon mentalmente de nuevo y vomitó su modesto desayuno en el suelo.

Se alejó a paso lento hasta llegar a un pequeño valle que le pareció adecuado para armar su refugio. Tendría que ir a otra ciudad para saber si Effái había dejado algún mensaje para él. A ninguno de los dos les había gustado el hecho de tener que separarse, pero ahora las noticias de su reencuentro no le daban esperanzas sino preocupación. No quería que su dulce esposa se encontrase con un extraño tan violento.

"Soy Aruh, soy Aruh y no se me va a olvidar. Yo soy yo."—se repitió mentalmente mientras instalaba su campamento para pasar la noche.

Estaba tan concentrado en su repetición mental que no se percató de la facilidad con la que armó su tienda, ni que la fogata con la que se calentaba esa noche era de mejor calidad que sus intentos previos.

Como si hubiese hecho aquella tarea toda su vida.


Mai tenía una sensación extraña desde que despertó esa mañana, por momentos sentía como si estuviese usando un ajustado traje de cuerpo completo. Al tocar con las manos en varios momentos confirmó que no usaba nada fuera de su ropa regular, sin embargo la incomodidad le hacía corregir su postura regular, echar los hombros hacia atrás y enderezar la espalda. Esos cambios calmaban las molestias y trató de ignorar las sensaciones en favor del tratamiento de ese día. Un sanador con túnicas brillantes y mal aliento las había visitado y tras explicarle de forma editada que estaba perdiendo la memoria, emitió su diagnóstico.

Para el sujeto, el mejor remedio para mantener su memoria era, reafirmar su identidad personal.

Y el mejor método para lograrlo, según el experto, era vestir todos los atuendos que le recordasen quién era... al mismo tiempo. Mai se mantuvo atiborrada de ropa mientras el sanador oraba a sus parientes muertos por la sanación de su mente, mientras Reeo se mantenía cerca con una mirada brillante en el rostro. Estaba disfrutando de ese intento fallido de cura demasiado.

Tras unas horas de inútil sanación, Mai movió levemente la cabeza, negando cualquier cambio.

Reeo entró en modalidad noble de inmediato y dijo:

—Su dedicación para curar a mi pariente debe ser elogiada, sanador Takk. Y estaré más que feliz de pagar sus honorarios por la visita a domicilio...

El charlatán extendió su mano con codicia cuando Reeo añadió:

—... Cuando su remedio para la memoria demuestre sus frutos. Mi pariente es quien pagará por sus servicios. Sí ella puede recordarlo en seis días, se le compensará ampliamente, de lo contrario sabremos que la cura ha fallado.

—¡No puede...!—comenzó a ladrar el curandero, dejando de lado por completo cualquier fachada de competencia. Cuando Reeo cortó su discurso con frialdad.

—No puedo esperar a difundir las buenas nuevas entre los socios más respetables de la médula imperial. Seré paciente. De la misma manera que usted debe aguardar su pago como lo acabo de indicar o mi padre y sus asociados podrían pensar en que está más interesado en el pago que en la sanación de mi pariente.

Si el estafador tenía alguna otra queja, el anillo con el escudo de armas lo silenció mejor que cualquier golpe. Los caprichos letales de su padre eran bien conocidos por las clases bajas.

Tras despedir al individuo con una buena imitación del desprecio familiar, Reeo volvió a la sala de curación para encontrarse con Mai en el suelo, tratando de incorporarse sin mucho éxito. Sus débiles manoteos por culpa de las capas de ropa rompieron la poca calma que Reeo hubiese tenido.

En el suelo, Mai se unió a las risas de la morena.

Tras un rato, las piezas innecesarias de ropa estaban fuera del cuerpo de Mai.

Dos prendas en particular captaron la atención de la pequeña rubia. Era una blusa blanca y un pantaloncillo negro empleado en los periodos de ejercicio en la academia. La combinación se sintió como una pequeña luz de dirección para Mai. Sin pensarlo realmente, apartó las piezas de ropa del resto.

Tras la comida se separó de Reeo, quien estaba revisando la calidad de los ingredientes de un nuevo lote para su pequeña colección. Por la noche vendría un nuevo sanador y seguramente tendría que beber algún líquido de aspecto raro y peor sabor. No habría una sola queja visible de su parte por el tratamiento.

Pero en ese momento la sensación de estar perdiendo el tiempo no abandonaba a Mai. Sin pendientes importantes por atender, se dirigió a su habitación con la intención de arreglar el desastre de ropa que la visita que aquel farsante había causado con su supuesta cura.

De nueva cuenta vio las dos prendas de ropa. Mai no sabía qué la impulsaba, pero sentía una necesidad imperiosa de usar sus materiales de costura. Sacó del armario el pequeño mueble donde guardaba sus telas, hilos y agujas, y puso manos a la obra.

Siguiendo aquel impulso observó fascinada como su entrenamiento de artes femeninas de la academia tomaba el control para crear algo nuevo, algo nunca visto antes. Sin seguir ningún patrón ni diseño previo, comenzó a cortar y coser trozos de tela de diferentes colores y texturas usando piezas de su propio guardarropa. En lugar de sentirse horrorizada por la masacre de telas, Mai se dejó conducir por el impulso, las piezas de un nuevo conjunto de ropa tomaban forma, creando un atuendo insólito que parecía tener vida propia.

El vestido tenía formas y secciones que no se ajustaban a ninguna moda conocida, sino que seguían una lógica misteriosa y armoniosa. La joven no podía dejar de admirar el resultado sin armar.

—¿Qué estás haciendo, Mai?

—No tengo idea.—replicó la rubia completamente concentrada en la tarea de cortar una gran franja de tela roja.

—¿Y si te detienes?

Si la mirada ligeramente asustada de la rubia no fue suficiente, su respuesta sí lo fue.

—No creo poder.

Reeo se aproximó a la rubia y la sujetó de las axilas, apartándola del asunto como a una niña pequeña.

—¡No! Tome nai de! Watashi wa tome nai de!

Las palabras extrañas ya no asustaban tanto a la morena. De manera que se propuso sacar a Mai de aquel cuarto, incluso si su amada se retorcía como una niña pequeña tratando de liberarse.

Mai recuperó el control de su cuerpo en cuanto estuvieron fuera, pero su rostro mostraba tal angustia que Reeo simplemente preguntó:

—¿Qué sucede?

—Ni yo lo entiendo, pero se siente como si fuese algo importante. Algo que no puede esperar.

—Pero, es un vestido. ¿Cómo puede ser eso de importancia para la heroína?

—Es como si...

Mai se interrumpió al correr hacia la habitación de nuevo. Reeo la bloqueó en la entrada. La lucha de voluntades las llevó al suelo. La pequeña rubia tenía poca fuerza, pero sus penosos intentos lastimaban mentalmente a Reeo. El eco seguía corrompiendo la mente de su persona especial.

—Basta, Mai.

—No me detengas. ¡No!

—Basta, ¡Mai. Detente, por favor!

En su desesperación, Reeo intentó otro enfoque, uno que le dolía más.

Detente, Akane. Puedes seguir después de cenar, lo prometo.

La reacción fue inmediata.

Mai se detuvo por completo y con una sonrisa desconocida, dijo:

Hai.

Aquella expresión era linda, pero completamente ajena a Mai.

Algo había cambiado en ella.

—¿Reeo? ¿Qué ocurre?

La morena negó con la cabeza sin decir palabra.

Durante la cena, Reeo le entregó a Mai un amplio tarro con el nuevo intento de cura. Antes de beberlo, ella le dio un beso. Como en cada ocasión que Reeo intentaba un nuevo remedio para ella. El efecto de la mezcla no tardó en actuar. Junto a la medicina se había agregado una fórmula para dormir que casi hace que Mai se derrumbase sobre su comida.

Reeo cargó a su persona especial hasta conducirla a su dormitorio. Apartó con enojo las piezas de aquel traje tan raro y las arrojó al canasto de desperdicios.

"Estúpida, Akane. Tomaría su lugar sin dudar si con eso ella fuera libre"—pensó Reeo molesta.

Con la carga de actividades de ese día, la morena fue a dormir sin cambiarse la ropa.

En su propia habitación, Mai abrió los ojos de nuevo. El incidente con el eco fue diferente. No comprendía los motivos, pero la emoción era la misma que tenía Reeo con sus remedios. Por un lado, se maravilló con lo buena actriz que resultó ser Akane. Ella no podría fingir el desmayo sin parecer una tonta.

Por otro lado, la heroína de la leyenda era una PÉSIMA costurera.

Usando una cooperación temporal, Mai le prestó su entrenamiento a Akane. Si eso significaba menos sustos y sufrimiento para Reeo ella podía hacerlo.

Con un sigilo extraño, Mai recuperó las secciones de aquel atuendo. Llevó casi toda la noche, pero pudo contemplar el conjunto de ropa terminado. La prenda era más similar a un uniforme de entrenamiento que a cualquier prenda regular.

Colocando las palmas de sus manos sobre la tela, Mai sintió un extraño calor inundarle el cuerpo. La presión desconocida se acumulaba en su piel, por un momento se asustó al notar el brillo amarillo que rodeaba sus manos, pero la imagen de la pelirroja en sus visiones parecía ser un punto de enfoque para aquel truco de magia.

"Tal vez por eso la pluma nunca pudo funcionar de nuevo. Incluso las leyendas escritas mencionan a un héroe. Pero yo sé que se trata de esa pelirroja. Siempre fue una chica, pero sus ideas miopes ni lo consideraron. El mundo estará a salvo aunque yo no esté"— pensó con una alegría sombría.

Al pensar en Reeo, el brillo en sus manos aumentó. Mai sabía de modo instintivo que aquello era benigno, de modo que fluyó con el sentimiento.

Sus labios susurraron otra palabra ajena:

Moko Takabisha avasure

La luz se impregnó con suavidad en la tela. Haciéndola brillar un momento con un resplandor dorado. Tras volver a la normalidad, Mai colocó las manos en la misma posición. La confianza de que aquello era lo correcto aumentó, aunque se sentía cansada por el truco de magia. Aún así susurró:

—Moko Takabisha avasure

Si cumplia con aquella locura, Reeo se asustaría menos.

Moko Takabisha avasure

Sería solo Mai para Reeo todo el tiempo que pudiera.

—Moko Takabisha avasure

No podía evitar esta locura por mucho tiempo, de manera que era mejor si su amor no la veía tener episodios cada vez más raros. Ella era Mai, no Akane. Mai, no Akane.

El truco se repitió hasta que un severo mareo le hizo detenerse. Los bordes de la visión de Mai se volvieron negros, cuando un movimiento extraño la enfocó de nuevo.

La manga de aquel traje comenzó a moverse por si solo como si estuviese vivo. El impulso de una labor terminada, alegró a Mai. Levantó la animada ropa, acariciándola como a un cachorrito, haciendo que el movimiento en la ropa se detuviese por completo.

Dobló la pieza de ropa única y ahora encantada guardándola en un cajón. Con pasos inestables, Mai caminó hasta su cama y se derrumbó en ella.

Un instante después estaba desmayada por agotamiento.

Reeo abrió la puerta de su habitación poco después. Tras comprobar que Mai seguía noqueada por la medicina, la cubrió con una manta y se alistó para iniciar el día.

Mai se perdió en extraños sueños donde un pervertido de cabello negro y ojos azules trataba de desarmar el traje que con tanto cuidado había hecho esa noche. Los penosos intentos del chico por cortejarla calmaron su enojo un poco. Al final el tonto terminó sentado en una banca extraña. El aroma de la pintura fresca le añadió un toque de humillación a su extraña victoria.

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Continuará...