Cap 1. "Pieza por pieza"
Sofocado con la densidad de aquel ambiente árido y oscuro, Xerxes brindó liberación al oxígeno frío que inconscientemente estuvo reteniendo dentro de sus pulmones luego de una serie de crujidos emergiendo de aquel cuerpo empapado con sangre. Hacía ya unos segundos que el rico empresario, recostado cual inerte cadáver sobre la roja alfombra terciopelo a los pies de las brillantes escaleras, había dado su último aliento de vida, pero el enigmático albino de vivaces ojos rubí había encontrado satisfacción rompiendo los huesos que se mantuvieron intactos durante su travesía, tentado a escucharlos crujir contra su bastón manchado de aquel liquido vital para los seres humanos. Se enderezó cuando el cansancio en su columna exigió atención, moviendo los hombros de forma circular en un intento por sentirse más cómodo, antes de volver a mirar su obra maestra.
Aquella figura regordeta -ahora desfigurada- que le fue señalado como objetivo, antes de que planeara infiltrarse en la elegante mansión donde solía vivir, fue una molestia para alguien de la misma nobleza en sus torcidos negocios. Por suerte para su cliente, Edwin Williams no vivía más, Xerxes había terminado su trabajo irrumpiendo silenciosamente a su guarida para hundir su presencia a las profundidades, pero era en ese momento que comenzaba la parte difícil: ocultar el cuerpo y eliminar todo rastro que pudieran llevar a Scotland Yard dar con su paradero. Pues aunque relacionaran la desaparición como su modus operandi, Xerxes Break era un asesino cuya identidad era desconocida pese al nivel de su incorregible fama.
—Ahora —reflexionó limpiando la punta de su bastón con una servilleta blanca que había guardado en su bolsillo hasta ese instante—. ¿Cómo debería proseguir? —se preguntó con una sonrisa ligera mientras miraba con curiosidad al difunto frente a su anatomía.
—Date prisa, los testigos pueden llegar en cualquier momento —le recriminó una voz resonando cual eco en la desolada zona de entrada, una voz que para Break era sumamente familiar y acogedora, generadora de gestos más demenciales en las facciones usualmente relajadas de su juvenil rostro, ajeno a la ancianidad de su quebrado corazón.
—Tienes razón, Emily. No queremos arruinar la diversión siendo encontrados en la escena del crimen —asintió.
Pasados unos cuantos minutos en el encierro, se limitó en cruzar la puerta de entrada vistiendo el mismo atuendo negro que siempre usaba cuando debía surcar las calles de los barrios ricos. Era una suerte que su pulcro traje no hubiese sido victima de su travesura, de otro modo le hubiese sido complicado la idea de aventurarse al exterior con una vestidura manchada de sangre, aunque tampoco temía porque cualquiera pudiese darse cuenta a esas alturas.
Caminando sin prisas por el extenso jardín de la morada, colocó sobre su cabeza su negro sombrero de copa adornado por un largo listón blanco, sosteniendo sobre su hombro una vulgar muñeca de madera de largos cabellos y piel azul, la cual crujió un poco antes de acomodarse de forma adecuada sobre los músculos. Xerxes levantó la mirada a sus alrededores, admirándolos por última vez antes de que sus pasos alcanzaran finalmente la tan esperada salida de aquel llamativo terreno repleto de árboles y arbustos con rosas cuidadosamente cortados para crear figuras diversas. Con total naturalidad abrió las rejas y las volvió a cerrar sin molestarse en asegurar los candados con la llave que yacía en su bolsillo izquierdo; no necesitaba guardar apariencias cuando la calle estaba solitaria sin la más mínima presencia de un transeúnte. Fue así como se retiró hacia un destino más concurrido.
No fue hasta que un trueno retumbó contra los lustrosos pasajes de la ciudad que prestó especial atención al cielo sobre su cabeza, este yacía cubierto de grises nubes que poco a poco se volvían más sombrías, no pudo evitar sentirse identificado con ese fenómeno natural, pues de alguna manera éste se parecía a él. Los cielos claros durante el día o estrellados por las noches no lucían tan tristes como los cielos nebulosos de esa noche en especial, que comenzaba a suspirar meciendo las copas de los arboles y arrastrando las hojas sueltas regadas por los pavimentados suelos.
La familiaridad de esa estación no tardó en hacerle sentir nostalgia. Todo ese llanto en el aire, volviéndose niebla a cada paso que daba, entre las multitudes a las que se unió, entre los pilastrones de las construcciones viejas y entre los muros de cada vivienda. ¿Quién podría decir en dónde caerían las lagrimas que representaban su llanto, así como simbolizaban a la lluvia? Cada persona reduciendo los espacios por donde caminaba le balbuceaban la monótona rutina a la que cada ciudadano de Inglaterra estaba confinado, como bosques flotando en todas las mentes y cruzando el ondulado y ancho mar donde solían prepararse los barcos de pesca allá en el muelle, a sólo unos metros de su ubicación actual.
Soplando un beso al silencio y a la soledad, él también corría a través del aire dejando el pasado atrás para no encontrarlo nunca, perdiéndolo en aquellos bosques flotantes y en aquellos payasos que estaban alrededor suyo, que sólo le dejaban conocer dónde dejar ir sus sentidos para caer distraído al misterio de sus máscaras e ignorar la cruz que cargaba como resultado de sus pecados.
No importaba esa negra y cruel desesperación que se cernía a su organismo, pues el incesante danzar de aquellos hilos perdiéndose en su escaso rango de visión una vez más fueron rechazados, ya que Xerxes no estaba dispuesto a ceder a esa inservible tentación de buscar alguien que jamás vería; la persona en sus fantasías más simples que no pretendía conocer después de que su vida terminase siendo corrompida por las falacias del averno, junto a su inusitado gusto por la masacre. No le preocupaba buscar entre el mar de caras desplazándose, el vinculo que se aferraba con obscenidad al suyo. Su destino era estar en soledad, así lo había decidido, por ello respiró hondo hasta que las nubes derramaron sobre su sombrero el sufrimiento que se exteriorizaba en él acorde a los bruscos cambios de clima que estuvieron sucediendo ese día como aniversario luctuoso.
—Hoy se cumplen quince años, ¿verdad? —gimió la muñeca de rosado vestido, cortando con sus lastimeras palabras el fino ambiente aislado del desastre provocado por el ir y venir de las presurosas multitudes con la llegada de la lluvia.
—Así es, pero hoy no me siento con ánimos de visitar sus tumbas —comentó retornando a su camino con tranquilidad, sin agobiarse por la forma en que salpicaban los charcos con sus pasos y que comenzaban a formarse en lugares estratégicos por todo el piso de roca. No se molestó en abrir la sombrilla que sostenía junto a su bastón, prefiriendo el placer de ser mojado por la lluvia antes que comportarse como la mayoría de los payasos revoloteando como palomas sin nido. La sombra de Xerxes Break avanzó, distinguiéndose entre las ajetreadas acrobacias como un mimo entre bufones de colores; desolado, lejos de pertenecer a la realidad que trataba acosarle como hacían las manecillas del reloj.
.
Indiferente y empapado, sus pasos cesaron cuando llegó ante una puerta de madera especifica, donde al entrar no tardó en ser abrazado por el penetrante aroma a licor y puro barato mientras el portero sellaba el establecimiento a sus espaldas, golpeado en sus oídos por una suave -pero no por ello poco lastimosa- música de cabaret, cuyas notas casi podían ser opacadas por las escandalosas risas que curiosamente se mantenían dentro gracias a las reforzadas paredes de roca sólida. Despojándose del húmedo sombrero caminó hasta una mesa disponible que se ubicaba en uno de los rincones más lúgubres de la zona, justo a espaldas de alguien a quien reconoció enseguida, poniéndose cómodo mientras se recuperaba de la adrenalina que todavía entorpecía su organismo con sensaciones puramente ligadas a la satisfacción, pues aunque ese sucio local no formaba parte de sus lugares favoritos, o a los cuales le apetecía visitar, representaba un sitio muy conveniente para comunicarse directamente con aquellos que solicitaban sus servicios, especialmente cuando la hora de la paga final debía efectuarse. Xerxes siempre exigía adelantos para sentirse más motivado sobre sus trabajos.
Claro que la persona con la que ahora se encontraba de espaldas no estaba etiquetado como un cliente para el sicario independiente, más bien era ese valioso contacto que Xerxes necesitaba para recibir peticiones de personas adineradas, o con fuertes influencias sobre la política que no podían mostrarse al público por temor a ser relacionados con muertes misteriosas y accidentes inesperados. Ese chico de discretos anteojos que brillaban tenues a la luz de las lamparas de aceite, era la clase de individuo que el albino podría llamar un amigo.
—Llegas puntual, como siempre —escupió Lunettes con la lengua envenenada de sarcasmo puro y Xerxes sonrió en respuesta, pues sabía que Reim estaría enojado con él después de que lo involucrase de nuevo con uno de sus encargos privados—. ¿Cuándo dejarás de ejercer este negocio? Matar no es la única forma de ganarte el sustento.
—Disfruto de esta carrera, de no ser así hace mucho que hubiese vuelto a lustrar zapatos como haces tú con ese imbécil duque del linaje Barma.
—¿Existe vergüenza en aceptar los principios con los cuales nacemos?
—Servir a los nobles de esta manera me parece más divertido que besarles las botas en una mansión llena de lujos. Cuando mi amo murió sentí como si mi vida se terminara con el aroma de la sangre derramándose de su cuerpo, la desesperación me arrinconó al borde del colapso en el instante que sus rivales tomaron el control de sus tierras y los demás no pudimos hacer más que aceptar nuestro destino. Pero, al mismo tiempo, me di cuenta que podía ser libre, elegir mi camino y descubrir nuevos horizontes.
—¿Una vida encadenada a la oscuridad es el camino que siempre quisiste? Aún a costa de la hija de tu amo a quien te correspondía proteger.
Fue en ese momento que Xerxes guardó silencio y destruyó la sonrisa que se mantuvo ocupando la tensión de sus pálidos labios, pues la herida del recuerdo había vuelto a palpitar para ser ignorada por una arraigada máscara sonriente en el rostro del hombre albino.
—No vine aquí para charlar contigo sobre el pasado —afirmó entristeciendo aún más a Reim por la soledad que le transmitían las palabras de su amigo con ese acento cargado de burla—. ¿Haz traído la otra parte de mi paga?
Resignándose con el escape de un suspiro fuera de su boca, Reim Lunettes introdujo una de sus manos dentro del andrajoso saco que vestía como medida de seguridad y de éste extrajo un gordo sobre sellado tamaño carta con cerilla de veladora sin logotipo, el cual entregó al hombre albino discretamente bajo la silla. Estando en su poder, Xerxes no se molestó en abrirlo para contar sus ganancias, ya que confiaba en que dentro descansaban los euros acordados. Nadie podía atreverse a robarle al Fantasma de Ojos rojos, pues las grotescas muertes de importantes miembros de la nobleza a pocos días de concretar sus metas, hablaban por sí mismas de lo que alguien como él era capaz de hacer cuando alguien osaba traicionarlo.
—Me dio gusto verte, Reim.
Xerxes se levantó de su asiento metiendo el sobre bajo su manga izquierda mientras se disponía marcharse tan rápido como llegó a ese lugar, pero fue detenido en un instante cuando la voz del joven sirviente se hizo escuchar una vez más.
—Desearía poder decir lo mismo... pero me temo que en todos nuestros encuentros nunca he tenido la oportunidad de ver tu rostro. —Reim inclinó la cabeza dejando a su acento radiar obvia melancolía—. Un rostro que ya no puedo siquiera imaginar porque se ha disipado de mis recuerdos.
Reflexionándolo un segundo con gesto apático, el hombre albino sintió un extraño vacío generarse en su interior para luego volver a sonreír con una falsa expresión de ironía, dándole la razón a Lunettes por la asertividad hacia sus propios pensamientos.
—Somos dos —dio como última respuesta para después seguir el sendero antes trazado por sus piernas dentro del cabaret, esta vez de forma invertida.
Afuera la lluvia se había calmado, la tormenta que una vez anunciaron las nubes cesó para abandonar la caricia de gotas finas y persistentes en el fresco ambiente. La nula concurrencia lo obligó volcar su atención de nuevo a esa delgada línea carmesí que siempre yacía volátil, meciéndose como si la densidad atmosférica fuera similar a la que existía bajo el agua. Sin importar cuánto tratase prescindir de su habilidad para visualizarla, no podía ignorarlo cuando estaba solo y no había nadie que le distrajera de su indiscutible existir. Y otra vez volvían las preguntas a las que intentaba renunciar cuando descubrió el propósito de ese exótico filamento.
¿Cómo era la persona a la que su verdadero destino estaba atado? ¿Quién o qué había decidido que debía pertenecer a ésta? ¿Cuál era el objetivo de que debieran encontrarse? ¿Para ser felices por siempre? ¿Para ser castigados con las circunstancias? ¿Por qué una sola persona sería capaz de cambiar la forma en que alguien percibía el mundo? Xerxes no la necesitaba para vivir, pues aquello que creyó vital en su vida, en el momento que le fue arrebatado le brindó el beneficio de escoger a dónde dirigirse.
Era verdad que estuvo encariñado con la paz de la rutina pero nunca pudo concebir que aquel fuera el final de la historia. También era cierto que sus vivencias desfiguraron la inocente ansiedad que experimentó siendo un niño, y que ello le había abierto los ojos a otra clase intereses. Pero a pesar de todas las contradicciones que se espetaba dentro de su mente, quería saber, ponerle fin a todas sus dudas, inconscientemente quería ser salvado por quien ni siquiera conocía y que había perdido la ilusión de ver entre las aglomeraciones de individuos. Intentaba convencerse de que no era necesario buscar a un soulmate que resguarde sus temores pero siempre terminaba teniendo pequeñas inquietudes hacia lo que encontraría al final de esa linea carmesí.
¿Era en verdad posible que todo sería diferente una vez ambos se encontrasen? Sonrió respondiéndose mentalmente a su propia pregunta. Nada cambiaría. Relativamente los encuentros de los soulmate's afectaban sólo a quienes se sentían desesperados por verse y sentirse, él -probablemente- no sentiría nada, y era de esa manera como se imaginaba su encuentro. Algo casual, absurdo, falto de carisma, exiguo.
Había observado a soulmate's verse de frente sin reconocerse, perderse entre las multitudes para terminar sus vidas a lado de personas a las que terminaban por acostumbrarse. Dudaba que su caso fuera a ser diferente, ya que sólo tenía la habilidad de ver esos hilos y nunca había conseguido ubicar a la persona que se supone le correspondía.
—Que estupidez —dijo reprendiéndose por permitir a su mente divagar en tan insustanciales pensamientos, pues concentrarse al respecto no le había dejado otra cosa en claro más que no llegaría a nada provechoso pero, tras recapacitar en la dirección de sus ideas, se dio cuenta que Reim aún estaba dentro del cabaret. ¿Sería descabellado de su parte ofrecerle cierta comodidad a su obligado reencuentro?
—Imposible —se dijo, riéndose del simple concepto que se planteaba. Reim no lo aceptaría, no si seguía siendo el mismo que alguna vez trató durante su infancia, quizás no recordara su rostro pero no olvidaba su timidez y su tendencia de molestarse a menudo cuando algo de lo que hacía no le agradaba—. Reim, si supieras algo más de lo que soy ahora, ¿qué pensarías de mi?
No es que le importara mucho lo que su antiguo amigo pensaría. pero sentía cierta curiosidad por la forma como reaccionaría si llegara a enterarse, especialmente con las severas leyes que recientemente se convirtieron en la figura definitiva de la ciudadanía inglesa. La guerra del régimen religioso y social contra los degenerados que osaban manchar la pureza de los hombres y mujeres con prácticas consideradas demoniacas, merecedoras de todo tipo de crueles castigos.
El sonido de caballos lo detuvo abruptamente de su camino para detenerse a mirar el carruaje que estacionaba en frente del cabaret, de cuya cabina emergió el esbelto cuerpo de una mujer a quien Xerxes conocía. El color y peinado de esos cabellos los identificaría en cualquier parte, sin olvidar la sensualidad plasmada en los vestidos que ella solía usar para resaltar entre el resto de bailarinas sobre el escenario del cabaret que él se disponía abandonar. Atractiva piel blanca, cabellos rosados y bellos iris color guinda, una mujer irradiadora de perfección que desperdiciaba sus días en una fosa infernal -casi igual a la que él habitaba- como una meretriz de la lujuria, codiciada por los magnates del bajo mundo. Entonces Xerxes supo, cuando sus ojos se encontraron con los de Lottie, que su marcha debería postergarse.
.
La libertad que antes representaba el frío de las calles fue reemplazada por la calidez de una habitación privada del cabaret, donde sólo un par de lamparas iluminaban la superficie del percudido colchón. La puerta cerrada con candado brindaba a ambos amantes fortuitos la confianza de alabar sus cuerpos sin sentir la necesidad de desnudarlos en su totalidad. Sus labios jamás hicieron contacto ni se acariciaron con la necesidad que habían demostrado en un principio, pues la curiosidad saciada por el primer encuentro sexual había enfocado la lujuria sólo al calor reprimido. Xerxes sabía perfectamente que Lottie no gustaba de la anatomía masculina, pues sus acuerdos de cama se basaban a un derrame de feromonas momentáneas evaporadas con la llegada del orgasmo, él sólo la necesitaba para liberarse y olvidar un poco sus enigmas mentales, ya que no era la clase de hombre que podía masturbarse a voluntad creando fantasías eróticas; necesitaba de alguien que le diera placer en el plano físico, ya que el mental se rehusaba a participar en ello.
La pelirrosa hizo su trabajo de maravilla sin necesitar provocarlo, pues tras meses de acostarse juntos Lottie comprendió que Xerxes no sentía atracción por el cuerpo humano en general, ni un hombre ni una mujer eran su preferencia y esto le extrañó al principio, más luego simplemente lo aceptó. Si a su mejor cliente le daba igual acostarse con ella, no necesitaba moverse de la forma denigrante como tenía que hacerlo ante otros hombres.
Un jadeo rompió el silencio, escapando rasposo de entre la garganta de Lottie, quien echando la cabeza hacia atrás no consiguió imaginar nada para hacer de aquella explosión algo más placentero, pues aquel día su frustración había abarcado más de lo que acostumbraba aguantar, Mientras tanto Break se dejó abrazar por el orgasmo cerrando los ojos, relajándose con la curiosa sensación de haber alcanzado el techo, por eso cuando Lottie bajó de su regazo, sólo se quedó quieto, esperando a que su organismo se recuperara.
—Que me pidieras acompañarte adentro antes de siquiera presentarme con mi jefe me sorprendió, sino te conociera diría que estás interesado en mi —comentó la pelirrosa alineándose el ampón vestido y su corsé, quizás no fue necesario desnudarse para el albino pero, en el movimiento, este se había descompuesto un poco. Sentada al borde del colchón era libre de componer el aspecto elegante con el que había llegado. Xerxes sonrió con sus palabras—. Pero me ahorraste la fatiga de contactarte. Tengo un trabajo que ofrecerte.
—¿Oh? ¿Algún enamorado secreto tuyo ha sentido celos de otro? —cuestionó Break juguetonamente, a sabiendas de lo mal que le caía a Lottie recordarle la obsesión que le demostraban muchos de aquellos que solicitaban sus servicios. Pero para su sorpresa, esta vez ella no concretó ninguna reacción violenta.
—No. A decir verdad, no se trata de ningún cliente frecuente de este negocio. Es un noble de la familia Nightray.
Ante la simple mención de ese linaje, Xerxes afiló la mirada con suspicacia. Una sombra de la nobleza solicitando la ayuda de un asesino independiente era incluso provocador, pues si los Nightray debían deshacerse de alguien lo ejecutaban con sus propias manos. No necesitaban de sicarios externos para destronar a quien fuera estuviera estorbando en sus planes. ¿Por qué buscarían a Lottie para que esta se acercara al Fantasma de los Ojos rojos de todos modos? Aunque ese cabaret fuese el centro de reunión con el Fantasma, ¿quién señalaría a Lottie como la mejor opción para conocer la identidad de un asesino anónimo como él? Xerxes sólo podía pensar que ese trabajo sería importante.
—¿De qué se trata? —preguntó al fin.
—¿Lo tomarás? —Lottie abrió los ojos sorprendida, pues incluso ella comprendía lo que implicaba que un Nightray solicitara ayuda externa—. ¿No te preocupa?
—En casos así lo mejor que puedo hacer es enfrentar el problema de frente, ¿no?
—Si tú lo dices —concedió la pelirrosa restándole importancia a su propia intranquilidad para introducir una de sus manos dentro de su escote, facilitando a las manos de Xerxes una fotografía en blanco y negro que él observó con cierta curiosidad—. Ella es tu objetivo. Sharon Ranisworth es la heredera que forma parte de los cuatro linajes principales. No quisieron decirme porqué es un problema, supongo que se debe a que ambas familias están en medio de negociaciones delicadas y pudo ella hacer algo que no le agradó a uno de los hijos adoptivos.
Prestando nula atención a la apariencia inocente pero elegante -o a su belleza dulce pero refinada- de la muchacha dentro de la fotografía, Xerxes ocultó el trozo de papel en su saco oscuro, dándose a la tarea de revisarlo más tarde en la soledad de su escondite.
—Los motivos no son importantes en este trabajo, señorita Lottie —dijo ignorando la expresión reprobatoria de su acompañante—. Lo único que importa es completar la misión, espero que la recompensa sea generosa ya que lo solicita una sombra nacida de la misma oscuridad. ¿Te han brindado referencias o alguna ubicación especifica?
—Sólo dijeron que esperaban tu respuesta antes de siete días, de lo contrario te buscarían para ejecutarte en nombre de su majestad, la reina. —Lottie se puso de pie y caminó cuatro pasos antes de detenerse para mirar la reacción del otro, la cual no fue otra que un bufido.
—Típicas amenazas de nobles poderosos, a veces me pregunto si existe alguien original. —Break se puso de pie—. Bien, al menos sé a quién dirigirme, uno de los dos hijos adoptivos, yo me encargaré de identificarlo. Esta es una de esas pruebas donde un cliente incrédulo quiere saber qué tanto de los rumores sobre el Fantasma de Ojos Rojos es verdad.
—Me temo que este no es un trabajo para el Fantasma. —Lottie se aclaró la garganta cuando el ojo rubí de su acompañante causó una ligera impresión de pánico en su cuerpo—. Es un trabajo para Mad Hatter.
—¿Ehh~ ? —El rostro inexpresivo de Xerxes se desfiguró lentamente y una sonrisa maniaca tiró de las comisuras de sus labios con una tensión espeluznante, causándole a Lottie escalofríos—. Ya veo. —El hombre albino avanzó en dirección a la puerta en cuyo camino la anatomía de la pelirrosa se había interpuesto, quien no tardó en hacerse a un lado en el momento que Break alcanzó su nivel para enseguida cruzarla hacia la salida—. Si que tienen agallas para solicitar la intervención de un sujeto así, pero más me sorprende que decidieras que yo tengo alguna relación con Mad Hatter. Según sé, nadie siquiera se atreve a pronunciar su nombre en zonas públicas por temor a ser tragados por la misma oscuridad.
—Para serte franca... —Lottie dudó un instante en proseguir su iniciado comentario, pues se descubrió inesperadamente nerviosa, más se recompuso después de tragar saliva, aunque con algo de pesadez—. No tenía idea cuál era la identidad de ese asesino a sueldo, en este establecimiento hay demasiados... pero no conozco a ningún otro capaz de hacer lo que Mad Hatter ha hecho.
—Reconozco que eres muy intuitiva, y astuta por traer ese puñal contigo después de que lo sospechaste. —Lottie sintió a su sangre helar, conmocionada por la asertividad del albino, e inconscientemente se llevó una mano a la cadera, justo donde guardaba el objeto recién mencionado—. Entiendo porqué te eligieron entre tantas opciones para entregarme el mensaje de esa rata acogida por los Nightray.
—Oye. —La voz de Lottie reflejó fortaleza pero el nerviosismo no logró consumirse por completo antes de que articulara la primer vocal, aún así Break detuvo su andar sobre el marco de la puerta—. ¿Cuántos alias tienes?
—Los suficientes. Siempre es mejor separar los asuntos profesionales de los sentimentales.
—¿Dirías que el Fantasma de Ojos rojos es tu lado sentimental?
—Al contrario —respondió con simpleza para avanzar por el oscuro pasillo sin volver la mirada atrás otra vez, ignorando las facciones de Lottie descompuestas en una expresión sorprendida antes de que sus músculos volvieran a su posición normal.
Quería pensar que las palabras del albino eran simple burla pero no podía descartar la idea de que le estaba diciendo la verdad, considerando la manera grotesca como Mad Hatter operaba, sin ocultar evidencia, abandonando hórridas -asqueantes- imágenes a la vista de toda la ciudadanía sin importarle los traumas que pudiera causarle a una audiencia más sensible. Si los crímenes de Mad Hatter fuesen los sentimientos del individuo tras ese asesino en serie, entonces Lottie no dudaba que Break gozaba de una mentalidad sumamente retorcida, aunque también pudiera ser representación de aquello que anhelaba y rechazaba. Así ella lo interpretaba, pues Lottie comprendía el origen que pudiese dar lugar a una despiadada masacre de sentimientos. Ella -al igual que Xerxes- era capaz de ver esos hilos invadiendo la atmósfera, libres de percepciones innecesarias, tal vez por eso su convivencia había sido tan cercana desde que se conocieron. La única diferencia entre los dos reparaba en que Charlotte ya había encontrado a su soulmate, quien sin sospechar ni un poco sobre el daño que le provocaba, sonreía alegremente tomada de la mano de un Nightray.
