Cap 6. "Velo Corrupto"

El tiempo pasaba lento para Sharon al observar detenidamente los vastos espacios del jardín, donde reposaba a la sombra de un árbol frutal sosteniendo entre sus manos un libro abierto. A su lado Alice yacía recostada sin cuidado entre el pasto recién recortado en la mañana, atenta a las graciosas ilustraciones impresas en aquel libro que en más de una ocasión le arrancaron sonrisas indiscretas. El fuerte de Alice jamás había sido la lectura pero encontraba entretenido mofarse de los dibujos mientras estructuraba posibles escenarios que llevaran a los personajes ser plasmados en los recuadros por sus escritores en distintas posiciones, pues de esa manera era mucho más divertido acompañar a su protegida durante sus horas de descanso, sin darse cuenta que desde hace media hora atrás Sharon había dejado de seguir los guiones escritos en las hojas blancas de su libro.

Alice se echó a reír de nuevo, dejando caer sobre su estómago el libro abierto, imaginándose a la protagonista peleando con otro de los personajes, con el que claramente tenía una discusión amorosa, y que ella prefería imaginar como una lucha a muerte por una pierna de pollo frito. Sharon no se inmutó por aquellas risas, perdida en sus pensamientos al igual que su mirada fija en un punto muerto de los arbustos delante suyo.

—¡Los libros son geniales! —comentó la guardiana entre risas antes de girarse para mirar a Sharon y hacer un comentario astuto respecto al arte del libro, pero se abstuvo de hacerlo en el momento que se percató de la atención ausente de la joven heredera—. ¿Sharon? ¿Te sucede algo?

—¿Hum? No, estoy bien —respondió Sharon distraídamente, mirando un momento a su compañera para después devolver la mirada al frente. Esta actitud no convenció a la castaña en lo absoluto, por lo que no se abstuvo en levantarse para mirar a Sharon de frente, cruzándose de brazos y piernas en muestra de una actitud severa.

—Oye, sabes que a mi no me puedes mentir.

—No me sucede nada, en serio, Alice.

—Si, claro —escupió sarcásticamente—. A nadie engañas, Sharon. ¿No es este tu momento favorito del día porque eres libre de leer alguno de tus estúpidos libros? Haz estado así desde que fuiste ver a ese payaso. Te recuerdo que no te cubrí esa ocasión para que continuaras dándole vueltas a lo sucedido, te dejé ir para que resolvieras tus dudas.

—Entiendo —asintió Sharon dibujando en sus labios una sonrisa nerviosa, insegura de cómo responder aquello—. Es sólo que... aún me parece increíble que estuviera a punto de ser asesinada. No estoy diciendo que he desarrollado un sentimiento de lastima por mi agresor pero las condiciones en que lo encontré me causaron cierta pena... nunca pensé que los prisioneros fuesen privados incluso de su libertad de movimiento.

—Ellos se lo buscan —declaró Alice restándole importancia al asunto mientras volvía a su posición inicial sobre el pasto con el libro en las manos—. Es que eres demasiado amable, Sharon. Es por eso que cualquiera puede aprovecharse de ti, necesitas nervios de acero y corazón de veterano de guerra —agregó empuñando una de sus manos y haciendo un gesto desde el suelo simulando supremacía, su último comentario sorprendió a Sharon.

—¿Veterano de guerra... ? ¡Imposible, Alice! No puedo ser una sanguinaria.

—¿Quién dice que los veteranos de guerra son sanguinarios? —cuestionó Alice confundida—. Ellos simplemente saben quien necesita ser tratado con mano firme o darles por el lado que les corresponde a los otras personas, además de ser fuertes. Ya que ellos han visto muchas cosas saben lo cruel que es el mundo allá afuera, es por eso que los admiro.

—No sueles admirar muchas cosas —observó Sharon sonriendo con amabilidad—. Los veteranos de guerra deben ser personas muy sorprendentes para ganarse tu respeto.

—Si, bueno... —Alice sintió a sus mejillas arder ante el comentario de Sharon, el cual la incitó desviar la mirada con una sonrisa avergonzada adornando su rostro—. Mi abuelo fue veterano de guerra, así que mi padre siguió su ejemplo al convertirse en soldado, aunque no lo he visto desde que ocurrió la revolución y nos envió su última carta.

—¿En serio? No lo sabía, jamás pensé que tu familia tuviera un origen en el ejercito —dijo impresionada, sintiendo sincera intriga por la conversación actual, así que cerró el libro sobre sus piernas al comprender que no lo leería más.

—Después de perder nuestro estatus ducal, decidí convertirme en guardia real inspirada en mi padre. Fue un verdadero circo que me permitieran presentar el examen debido a mi sexo y estatura, pero fue cuando un amigo de mi madre nos apoyó.

—Ahora recuerdo que tu apellido era uno de los más prestigiosos que han existido desde la fundación de la nueva monarquía. ¿Qué fue lo que sucedió? —Alice hizo una mueca frente al peso de los recuerdos y permitió que un silencio sepulcral se prolongara entre ambas damas, obligando a Sharon darse cuenta que el asunto era algo en demasía delicado como para tratarlo a la ligera—. Lo siento —dijo apenada por la insensibilidad de su indiscreción—. No tenía idea de que fuera un suceso tan amargo para ti. Perdona.

—No —replicó Alice con los ojos irradiando con aplastante determinación—. Se trata de ti, Sharon, así que puedo decírtelo —confesó levantándose para enseguida acercarse a su amante, quien volcó toda su atención en la mujer que yacía frente a ella—. La razón por la que mi familia fue expulsada de los beneficios ofrecidos por el apellido Baskerville, fue...

—Oh, aquí están.

Ambas damas se giraron sobresaltadas hacia donde provino aquella voz interruptora, visualizando junto a ellas la silueta del Duque Barma, quien les miraba como si estuviera mirando a un par de pecadoras. Alice gruñó suavemente, no se percató en qué momento aquel hombre se acercó. ¿Cómo es que había cometido tal error? ¿Su estado de alerta era tan baja? No, aquel sujeto era el único que siempre pasaba desapercibido por su sobre-desarrollado sentido auditivo. Lo odiaba. El duque Barma no era alguien normal.

—Mis clases de piano fueron cambiadas para el día de mañana, duque Barma —le recibió la heredera del linaje con disimulada neutralidad, cansada de que siempre el hombre en cuestión se estuviera entrometiendo en sus asuntos como si con ser amante de su abuela tuviera el derecho de mandarla cual si fuera su hija, algo muy errado. El pelirrojo no se limitó en delatar la marca cizañosa de una sonrisa al percatarse de aquel tono parco con el cual Sharon le dirigía la palabra. Desde el principio fue consciente de que la nieta de su amada le odiaba y recelaba como a cualquier intruso recorriendo pasillos familiares.

—No se trata de eso —le aseguró con evidente burla—. La duquesa Sheryl y yo tenemos un asunto importante que hablar contigo, Lady Sharon Rainsworth, así que he venido personalmente para escoltarte hasta la oficina principal. —Rufus miró a un costado de Sharon, notando apenas la mirada insistente de la joven guardiana—. Ah, Alice. Tú no necesitas venir con nosotros, se te informará al respecto más tarde por tus superiores.

En respuesta Alice afiló la mirada, reconociendo el desdén con el que estaba siendo tratada por el duque del linaje Barma, deseando por un momento olvidar más modales o su propia posición para darle un bien merecido puñetazo en la cara a ese degenerado de porquería, pero no era su intención meter en problemas a su protegida, ya que Sharon -literalmente- era la responsable de controlar a su guardia personal y el nimio error le afectaba.

—Comprendo —Sharon asintió y Alice se puso de pie para ayudar a la joven levantarse del pasto sin apartar su insistente mirada de ella—. No sería correcto aplazar esta importante conversación —dijo nada más que por costumbre, pues realmente no sentía verdaderos ánimos de escuchar largos sermones ofrecidos por los labios de su abuela o aquel hombre de cuestionable honor. Devolvió la mirada a su guardiana con arraigada dulzura—. Alice, hablaremos en privado más tarde, ¿está bien?

Alice aguardó unos momentos congelada sin saber de qué manera responder y permaneció de esta manera incluso después de observar cómo ambos nobles se alejaban hacia el establecido destino. Habiéndose reconocido completamente sola, liberó un fuerte suspiro resignado y se sobó la nuca con irritabilidad, pues hacía ya bastante tiempo que había querido decirle a Sharon los secretos que guardaba muy dentro de si, los motivos reales de su pasado, y le molestaba el ser interrumpida en cada ocasión de alguna u otra manera. El mundo era injusto o tal vez no le correspondía revelar las causas y efectos de su situación actual; ojala sólo fuera porque era inepta para escoger el momento apropiado de hablar sobre ello.

.

Al cruzar la puerta de la oficina mencionada, Sharon sintió como si le faltara el aire en el momento que encontró a Reim Lunettes en el interior de pie junto a su abuela. Nunca era buen augurio que un sirviente directo del duque Barma y tan leal como él estuviera dentro de los asuntos importantes a los que solían citarle, así que caminó con mayor cautela de la que hubiese utilizado al escuchar a las puertas cerrarse a sus espaldas, justo después de haber notado este detalle. No era como si la presencia de Reim todo el tiempo significara malas noticias pero el sonido del seguro en la puerta no podía profetizar nada positivo.

—Es un placer volver a verla, Lady Sharon —le saludó el joven sirviente realizando su rutinaria reverencia con marcada seriedad, carente de la que usualmente demostraba cuando se encontraban a solas.

Sharon respondió de la misma manera por error, tensando a Reim, pues su acción a la duquesa no le gustó nada, demostrándolo con una mueca disgustada. No se suponía que Sharon debiera comportarse amigable con los sirvientes, dígase de cualquier linaje, pues no era importante respetarlos. Rufus, por el contrario, sonrió al comprobar lo que desde un principio estuvo sospechando pero no lo puso en palabras cuando visualizó la mirada escandalizada de Reim; existían prioridades.

—¿Y bien? —cuestionó Sharon impaciente, a sabiendas de que había cometido un error irreparable por el que buscó la manera de iniciar conversación lo antes posible—. ¿Sería amable de decirme por qué he sido traída a la oficina de mi abuela a la hora del descanso, duque Barma?

—Sharon —le llamó la primer dama del linaje, atrayendo la atención de su nieta enseguida hacia su posición tras el elegante escritorio de madera fina. La vieja duquesa tomó aire, respirando tan hondamente como le fue posible para soportar el peso de sus propias elecciones—. Ruf y yo hemos decidido asignar en tu guardia personal a Mad Hatter.

—¿Eh? —Sharon se tomó un tiempo en procesar el informe, perdiéndose en una mezcla descontrolada de pensamientos y emociones, incapaz de comprender aquello que le era soltado cual bestias salvajes que viven con el único propósito de cazarla y comer su carne.

—Para ti, esto quizás te parezca muy repentino, pero en el transcurso del mes pasado estuvimos conversándolo muy seriamente y consideramos que lo más apropiado para las Casas Rainsworth y Barma sería convertir a Mad Hatter en un sirviente más.

—¿Lo más apropiado? —cuestionó Sharon incapaz de encontrar un sentido honorifico a esta conclusión. Las Casas Ducales no podían estar recogiendo criminales sólo porque sí, esto debía ser culpa del duque Barma, de otro modo Mad Hatter ya debería estar muerto o condenado dentro de aquel lúgubre calabozo para toda la eternidad—. Eso es imposible, yo... ¿cómo podría sentirme segura con un mercenario que intentó matarme a mi lado? Esto tiene que ser un error —replicó desconcertada—. ¡No! ¡Me niego a tener a ese hombre en mi guardia!

—La decisión ya fue tomada —espetó el pelirrojo con desdén, agitando el abanico contra su cara para darse aire, ajeno a los sentimientos que Sharon estaba experimentando en esos precisos momentos. Sharon lo miró con horror—. Tu abuela simplemente te está poniendo al tanto de lo que vendrá más adelante. Pero no te preocupes por favor, Lady Sharon, para evitar que tu vida corra cualquier clase de peligro hemos tomado precauciones, es por eso que también te entregaré los servicios de mi sirviente Lunettes, ya que él se encargará de cuidar que ese sujeto no intente nada sospechoso.

Sharon observó al duque Barma minuciosamente otros instantes antes de girarse casi con brusquedad, casi con agresión, de vuelta a la duquesa del linaje, sintiéndose finalmente fuera de sus cabales por completo.

—Dime abuela, ¿esa decisión la haz tomado tú o una vez más fuiste envenenada por este hombre? —cuestionó haciendo referencia al pelirrojo de forma rencorosa.

—Ten cuidado, Sharon. No es conveniente que abuses de la autoridad del rango que te ha sido asignado al nacer. —La duquesa relajó sus músculos faciales, suavizando también el acento de su voz, volviéndose peligrosamente glaciar.

—¡Están diciéndome que seré parte de uno de sus irracionales experimentos!

—Pueden parecer irracionales —admitió Rufus, ganándose una mirada iracunda de parte de la tercer dama Rainsworth pero él era simplemente inmune a cualquier sentimiento que no perteneciera a la duquesa del linaje—. Pero mis experimentos poseen bases significativas. Estoy seguro de que recuerdas la forma como te comportaste después de haber entrado en contacto con este despreciable mercenario. Algo sucedió aquella noche que los obligó valerse de todos los medios para protegerse mutuamente, algo les ayudó a cumplir con estas repentinas ambiciones. En realidad, creo que incluso nos ocultas información importante al respecto, Lady Sharon. —La aludida se tensó, victima de un escalofrío que descendió por su espina dorsal de forma lenta y tortuosa al verlo acercarse—. ¿Dónde estaban todos tus principios cuando suplicabas que no lastimáramos al Sombrerero? ¿Por qué llorabas desconsoladamente cuando lo viste todo perdido? ¿Cómo te diste cuenta de qué era lo que sucedía con él? ¿Qué te llevó a detenerlo? ¿Puedes responder algo así ahora, Sharon Rainsworth? Si es que en verdad eres la misma Sharon Rainsworth de ese entonces.

La tercer dama se llevó una mano a los labios, reconociendo las preguntas que le eran formuladas como el origen de su miedo hacia Mad Hatter. Si, tenía miedo desde el momento que recordó los sucesos ocurridos aquella noche con Mad Hatter, sentía tanto miedo que su mente había bloqueado cualquier pregunta que cuestionase su comportamiento en aquellos momentos. Le temía más a estos recuerdos de lo que sentía miedo por aquella mirada demoniaca que el duque Barma le dedicaba. Y el miedo que despertaba dentro de ella aumentaba cada vez que recordaba el sabor metálico de aquellos labios manchados de sangre; el tono de aquella voz aguda vibrando dentro de su cabeza.

—Dijiste que él era tu soulmate, Sharon —recordó Sheryl—. ¿Por qué decidiste que era él y no alguien más? Precisamente el hombre que intentó asesinarte.

—No... yo no...

—Una vez leí que los Soulmate's se reconocían porque dentro de la convivencia comenzaban a congeniar en cada uno de los aspectos expuestos, incluso en aquellos que no hablarían con nadie, pero esto no es más que un estudio mediocre. Después de todo la leyenda cuenta que los Soulmate's son sólo almas que nacieron para pertenecerse, unidos por un hilo que decreta el amor verdadero. —Rufus bufó divertido con la insustancial descripción que articulaba en su boca—. Eso es algo muy estúpido. Porque, si este fuera el caso, entonces los Hilos Malditos serían la prueba de que el Abyss se ha materializado en la Tercera Vertical y lentamente comienza a fusionarse con nuestra dimensión. Entre más Soulmate's se encuentren, nuestro mundo se quebrará y abrirá paso al apocalipxis.

—Si su teoría es tan grave... —Sharon intentó recomponerse, señalándose a si misma con la intención de proyectar fortaleza a su semblante—. ¿Por qué permitir que estos Soulmate's convivan? ¿Por qué preocuparse por una historia de amor absurda?

—Busco cerciorarme —dijo Rufus con simpleza—. Toda la información del mundo no se encuentra archivada en los libros, es por eso que quiero verlo por mi mismo. Cuando intenté conversar con el Sombrerero, este no se mostró muy flexible en revelarnos sus secretos, así que me supongo que comenzará a comportarse si le permitimos verte.

—Ese hombre sólo piensa en matarme.

—No lo dudo. Pudimos persuadirlo gracias a que usamos tu nombre en todo momento. —Sharon se tensó ante la confesión recibida y la obvia burla esculpida en la figura del pelirrojo—. Sin embargo, él estará bajo observación por una semana más. Hasta entonces puedes hacerte a la idea de que ese sujeto será uno de tus escoltas, apuesto a que tu amiga jamás permitirá que te haga daño, ¿o si?

El acento sugerente hizo que el cuerpo de la heredera fuera receptor de una fuerte descarga eléctrica que pulverizó sus sentidos un instante, aunque dudaba las insinuaciones del duque Barma planearan en la dirección que suponía, pues de ser el caso estaría en la palma de su mano y lo menos que quería era arriesgar la integridad de Alice. El duque Barma representaba la figura máxima de la ley, y contando su influencia con Sheryl Rainsworth, ni siquiera la heredera legitima tendría oportunidad alguna de vencerle. Tomando todo esto en cuenta, Sharon respiró hondo, tranquilizando el brote de rabia que todavía hacía arder su interior. Se tomó un segundo en considerar cada aspecto y tomó su propia decisión.

—De acuerdo... aceptaré a Xerxes Break como mi escolta con la condición de que usted, duque Barma, garantice mi supervivencia tanto como la de mi guardiana.

La primer dama alzó las cejas sorprendida por este cambio tan repentino de actitud empleada por su nieta, ya que nunca esperó fuera aceptar este cambio tan rápido, sin duda alguna estaba madurando, lentamente se asemejaba al ideal que todas las mujeres de aquel linaje cargaban junto al colosal peso de su apellido. Rufus asintió con mayor confianza, complacido con esta inesperada comprensión, preguntándose además si esta aceptación natural tenía relación con la voluntad de la joven heredera o de alguien más. Sonrió ansioso.

.

La noche había caído y las sombras volvieron a reinar sobre las indefensas calles frías contaminando el norte de Inglaterra. Era en este horario que los locales nocturnos iniciaban sus arduas jornadas para convertirse en centros activos durante toda la noche hasta el prometido amanecer, donde se prendían los negocios negros manejados por el bajo mundo, donde los reconocidos reapers daban inicio a su lucha por dinero y placer sanguinario. Era en estos instantes específicos donde personas como Charlotte se movilizaban a cumplir sus encargos, trabajos a los que la pelirrosa estaba más que acostumbrada completar en el vientre de la oscuridad, volverse una con los deseos de todo aquel que solicitase su servicios.

Peinó su cabello con sus dedos, acomodándolo a la perfección, sujetó sus senos alineándolos dentro de su vestido y palpó su corsé, asegurándose de que todo estuviera en su lugar antes de salir de la habitación donde estuvo atendiendo a su último cliente. Después de unos pequeños retoques a su maquillaje, empujó la puerta hasta cerrarla y se apresuró entre las multitudes del bar, luciendo su provocativo escote, paseando como quien no necesita presentaciones para atraer las miradas lujuriosas de miles de individuos a la vez, pues era prestigiosa cuando de generar venta se trataba, tomando en cuenta cuan codiciado era el cuerpo de otras doncellas del establecimiento entre la clientela adinerada.

A estas alturas Lottie había follado con hombres encabezando la lista de los más buscados, mercenarios incombatibles, asesinos en serie estrafalarios, bandidos poderosos y duros caza-recompensas. No estaba orgullosa de ello en lo absoluto pero hacerlo le había servido para calmar la ansiedad con la que vivía día con día. Poseer la habilidad de ver los hilos rojos lanzó una maldición irreparable a su mirada más de lo que le hacía dichosa, por ello fue que su camino se había torcido mientras pretendía no darse cuenta de este don demoniaco.

Presenciaba vidas enteras cuando entraba en contacto con alguno de los hilos, cuando alguno de estos se enredaba al suyo mientras concretaba una unión carnal. Había visto mundos enteros arruinarse, esencias humanas contaminarse y visto almas fragmentarse en millones de pedazos antes de que la locura lo consumiera todo; Xerxes había sido uno de ellos.

Realmente Lottie jamás se preocupó por tenderle una mano a las formas de vida con las cuales se topaba, pues el sin fin de palacios al quedar en ruinas para ella era equivalente a morir, también por ello había desarrollado el fetiche de sentir placer al ver esas mentes quebrarse y crear estruendo dentro de su vagina similar a un orgasmo, el placer en su más mundana forma pese a sus verdaderas preferencias. Y en su memoria persistían esas imágenes macabras de incontrolables muertes, como el de su cliente más reciente, cuya culpa se mantenía aún intacta en su cuerpo cada vez que sentía los billetes en sus bolsillos, éste había asesinado a su esposa tan sólo unas horas atrás.

—Saldré un momento —informó al barman despidiéndose con un gesto del brazo luego de golpear suavemente la mesa de madera—. Necesito tomar aire.

Este asintió a sus palabras y la observó perderse tras la puerta. Ser famosa entre los clientes aguerridos y competente dentro de su trabajo, le brindaba beneficios como este de salir fuera de la taberna cuando lo disponía, así que no dudaba surcar las calles en plenas actividades. Al estar afuera la ventisca fría le devolvió la tranquilidad, inspirándola andar lejos de la puerta, imaginándose libre como un ave nocturna. ¿Cuántas veces se había enamorado y jamás encontrado lo que había estado buscando? ¿Con cuantos hombres había compartido la cama para perder el apego al mundo que pertenecía? ¿A cuántas mujeres había besado cuando ninguna tenía lo que tanto deseaba más que sus hermosas figuras femeninas que tanto calor le hacían nacer en las entrañas? ¿Cuánto para jamas satisfacerse ni sentir el cosquilleo inocente del primer amor? Arrebató muchas vidas, mismas que coleccionaba en su cuerpo en forma de heridas y mordidas.

Charlotte quería más. Lastimar, herir, deteriorar, corromper, hasta que por fin estuviese satisfecha, hasta que al fin olvidara este irresponsable poder con el que había nacido porque su forma de amar al mundo era parecida a la de Xerxes, sólo que ella no mataba, ella recibía fisuras y las proyectaba en el mundo con sexo y gemidos. Repartía enfermedades; dulces, nocivas y letales enfermedades disfrazadas de placer eterno. Necesitaba amar al mundo de esta manera para dejar de pensar, olvidarse del hilo que la atraía al dolor del corazón.

De pronto una tensión en el hilo atado a su meñique la sacó abruptamente de su ensimismamiento, inquietándola al grado de que no pudo evitar mirar justo en la dirección correcta para visualizar con sorpresa a su soulmate, quien miraba de un lado a otro, volviendo evidente el hecho de que estaba perdida y sola. Charlotte sintió arder su interior, a su cuerpo sufrir un repentino congelamiento que la obligó quedarse estancada en su lugar al mirar aquellos pliegos de oro que conformaban el sedoso cabello de la joven, sus ojos verdes como esmeraldas resplandeciendo con luz propia, bellos e inocentes.

Ada se estremeció intranquila observando sus alrededores sin percatarse de los hombres que la estuvieron siguiendo desde hacía varias calles atrás, vió el bar y se preguntó si alguien podría ser tan amable de decirle dónde estaba, pero entonces el tacto tibio de un brazo rodeando su cuello la sobresaltó antes de mirar con sorpresa el par de ojos guindas que le contemplaban.

—Este lugar es muy peligroso para que camine una gatita como tú —dijo Lottie deshaciendo su indescifrable expresión, intercambiada por una mueca coqueta.

—¿Eh? Disculpe, y-yo...

Las palabras que Ada Vessalius había planeado pronunciar se consumieron en su garganta en el momento que la desconocida había reducido la distancia de sus rostros y depositado sus labios muy cerca de sus oídos, percibiendo sin querer la calidez del aliento contrario. No fue capaz de reaccionar, una fuerza desconocida había hecho que se paralizara ante la abrazadora presencia que desprendía la pelirrosa de su figura, dificultándole la simple tarea de apartarla por su osado atrevimiento. De algún modo aquella sensación era encantadora y la hipnotizó apenas ser tocada por ese calor indiscutible, de pronto el suelo había desaparecido y ahora flotaba en el atmósfera mientras el palpitar de su corazón se aceleraba cada instante un poco más. ¿Qué era aquello?

—No te asustes —susurró Lottie contra sus oídos, devolviendo a la joven Vessalius de su ensueño a la oscura realidad—. Hay tres sujetos tras de ti. Sólo sígueme, te ayudaré a ahuyentarlos. —Lottie se apartó y la tomó del brazo con brusquedad, arrastrándola consigo al rincón más oscuro de la calle pero no muy lejos del bar de donde entraban y emergían transeúntes constantemente—. No te muevas.

Estupefacta Ada no concretó reaccionar hasta que su espalda golpeó contra el muro y Lottie cubrió todo su rango de visión, acercando demasiado sus rostros entre si mientras los brazos maestros se posaban uno en cada costado de su cabeza. Los tres bandidos miraron la escena montada por aquellas mujeres asqueados y discretamente comenzaron alejarse de la zona, sin volver hacer el intento de acercarse a donde ellas pretendían hacer lo que en realidad no estaban haciendo. Cuando Lottie comprobó que no eran observadas más, se apartó con cuidado de la joven rubia, todavía mirando en la misma dirección para cerciorarse por completo que ya no eran vigiladas.

—D-Disculpa...

Ante el apenado llamado, Lottie devolvió la mirada a la joven en desgracia dedicándole una sonrisa sanadora, buscando la manera de calmarla con ello. Al observarla un poco más se daba cuenta que esa chica era en verdad una hermosura, su rostro delicado y suave le daba la impresión de ser una muñeca de porcelana, su piel tan humectada, tan firme símbolo innato de su meticuloso cuidado corporal. Lo comprobó el día que el carruaje del noble Nightray había arribado cerca del bar por primera vez. Su tan esperada soulmate era exactamente la clase de mujer con la cual había soñado, se ajustaba perfectamente a sus gustos, aunque en realidad lo que verdaderamente le importaba era su forma de ser. Si tan sólo hubiese aparecido antes, jamás hubiera permitido que ella terminase caminando de la mano con ese sujeto de los Nightray, si tan sólo se hubiesen conocido antes de todo lo que todavía desconocía, antes de que ella cayera en el abismo de la lujuria.

—Lamento haberte asustado, era la única manera de que ellos se fueran.

—¿Quién es usted? —cuestionó la joven cubriéndose el pecho con los brazos, aún confundida con este suceso, pues no entendía porqué esa mujer de extrema belleza se le había acercado tan repentinamente alegando haberla visto expuesta a un potencial peligro. La joven meretriz desvió la mirada, tomándose su tiempo para responder con sinceridad.

—Charlotte. —Ada contuvo el aire, desconociendo el origen de esta emoción que le embargaba al escucharla revelarle su identidad—. Mi nombre es Charlotte Baskerville —dijo suavizando mucho más la tensión que habitaba en la comisura de sus labios, formando una amorosa sonrisa—. Gusto en conocerte, Ada Vessalius—.